(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de diciembre del 2015.)
“¿Y existían otras
sub-escenas en Chile, más allá de aquella experimental que quedase reflejada en
el disco Pulsos?”, te preguntarás con
justicia. No tienes idea...
Aunque no de forma
omnipresente, Supersordo es el acto mapocho noventero que se convierte en nodo
imprescindible sobre todo para los grupos connacionales que emergieron entre
1996 y el año del milenio. Por sonido, sí, pero también por la onda expansiva
de su música y la saga a la que dio origen. El cuarteto nace de las cenizas de
Matt Monro, ensamble metalcore de efímera existencia. Sus integrantes fueron
Miguel Ángel Montenegro (bajo), Rodrigo Rozas (guitarra), Jorge Cortez (batería) y
Claudio Fernández (voz). A ese background duro que saltaba del hardcore al
metal y viceversa, se sumó un enfoque indie que, antes que suavizarla;
abrillantaba la agresividad esculpida en el sonido de su propuesta –prueba de
ello son los dos trabajos que se lanzaron durante los 90s bajo distintas
escuderías: Supersórdido (1992, Toxic
Records) y TzzzzzzzT (1995, Inferno
Records). No cito el Demo 1997 porque
no he tenido oportunidad de escucharlo.
Supersordo entra en
sus cuarteles de invierno en 1998, pero sus integrantes no tiran la toalla.
Rozas estuvo involucrado en la concepción de Familea Miranda, en la década
pasada. Sin embargo, antes del cambio de siglo el guitarrista se saca de la
manga Niño Símbolo, alias que parte del legado de Supersordo para dirigirse sin
prisas hacia el stoner rock. Idéntica movida ejecuta Montenegro a través de
Yajaira, un proyecto de culto interesantísimo con varios discos a cuestas
(Apocalipsis, agrupación de Mejillones, Antofagasta, puede considerarse su
heredero bastardo). Cortez, por su lado, estuvo bateando para Niño Símbolo
antes de fundar Cáncer, unipersonal antologado en el Pulsos y del que sabe llegó a editar un EP de cuatro temas. Claudio
Fernández es el único ex Supersordo al que por estas tierras no se le conoce combo
posterior. Supersordo regresó a la vida en la presente década con la recopilación vinílica Lluvia De Piedras (2014).
Otras
bandas-escuela del período son Congelador y Shogún. La primera de ellas,
formada por Walter Roblero (bajo) y los hermanos Rodrigo (voz, guitarra) y
Jorge Santis (batería); continúa su trajinar hasta ahora, editando discos y
presentándose en vivo -en noviembre del 2015, Congelador tocó aquí, en el marco
del festival Integraciones (quinta
edición). En cuanto a Shogún y su factótum Christian Heyne, que comenzase en
las filas de Christianes, habría que dedicarle varios párrafos aparte en grado
superlativo. Orbitando alrededor de esta tríada, podrían citarse nombres como
Don Fango (acto “guitarrorista”), Pánico (una versión más
indie/punk/dinámica/power de Supersordo), y sobre todo Tobías Alcayota
-auténtica rareza dentro del contexto latinoamericano, muy influenciado por el
pasavueltero non-sense de Red Crayola. Gracias a todos ellos y a muchos más, el
rock chileno independiente del quinquenio 96-00 gozó de estupenda salud.
Coda: MetroChile
Hacia fines de los
90s, un fanzine peruano -de cuyo nombre no me da la gana acordarme- tuvo la
intención de publicar una cinta compilatoria con la mayoría de los
protagonistas de los que se ha hablado en este texto. Su objetivo: acompañar un
informe sobre el estado de cosas de esa escena chilena obviada por los medios
masivos, para quienes Lucybell era el portaestandarte mayor del pop mapocho (lo
que no es una crítica contra Claudio Valenzuela y compañía, sino contra la mass
media). Esa cinta no llegó a ver la luz, si bien el master quedó confeccionado
y hasta bautizado -MetroChile (2000).
Tampoco llegó a tener carátula. No obstante, se distribuyeron algunas copias
entre los allegados al medio escrito. Por ese conducto fue que obtuve un
ejemplar.
Rearmar el MetroChile no ha sido tarea sencilla. La
copia no ha resistido bien el paso del Tiempo, por lo que quedó de plano
descartada la digitalización. Además, los nombres de algunos temas no fueron
adecuadamente consignados (circunstancia que dificultó su rastreo). Una primera
tentativa de búsqueda de los temas que conforman la recopilación dio magros
resultados hace cuatro calendarios. La segunda, efectuada a principios del 2015,
fue mucho más positiva y generosa. Lamentablemente, la composición “JA 22” de
El Hombre De La Atlántida no pudo ser encontrada. Para la ocasión ha sido sustituida
por “Arrojé Toda Mi Sangre”, de Shogún. Queda en evidencia, pues, que aún hay
muchas piezas por encontrar para recomponer el mosaico de esos olvidados años
en feudos chilenos.
La ventaja que
tiene este MetroChile sobre el Pulsos es la de una variedad más rica.
No sólo aparecen los grupos citados con prolijidad en este post, sino también
los que aparecen en los surcos del Pulsos
-ofreciendo de esta forma un cuadro de época más redondo y fidedigno acerca del
multicolor reinante en los circuitos independientes sureños.
El enlace para la
descarga respectiva, aquí mero. Quisiera agradecer la valiosa contribución de
muchos de los miembros del grupo facebook 20,000 Leguas De Viaje Submarino (Un
Mundo De Aventuras Musicales), en especial a Elder Perez, a Xidub, a Felipe
Raurich, a Natalia Ibañez, a Alex YB, a Anton Felipe Leal y a las hermanas
Oriana y Claudia Trejos; quienes pusieron su granito de arena para la
reedificación de este MetroChile. Una
mención más para la camarada Claudia, quien se portó con la imagen que ha
terminado siendo la portada de la compilación -toma espectacular del metro de
Santiago.
UPDATE
COMPLEMENTARIO
Hákim de Merv
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