(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de septiembre del 2017.)
Un agradable par,
como dijese alguna vez la Harvest Records, que para la navidad de 1973 empacó “medio-leoninamente”
en un álbum doble los dos primeros LPs de Pink Floyd -esos lingotes de 24
kilates que responden a los nombres de The Piper At The Gates Of Dawn (1967) y A Saucerful Of Secrets (1968)...
Tras Fotografía (Dorog Records), su último
largo a la fecha (2011), a Luján se le ha notado medio disperso. Bajo ese
¿”alias”?, hasta entonces Marco Luján había labrado una trayectoria fantástica,
entre mash-ups que ocasionaban accesos varios de estruendosas carcajadas y
números de movedizo drum’n’bass cuyo repertorio de samples revelaba un olfato
finísimo del perpetrador. Luego apareció un EP comparativamente más digerible (Sci-Fi Bossa, 2013) y, bastante después
(2016), otro que me dejó patitieso dado el background del individualista. Nocturnal EP (2016), del Luján que todos
disfrutábamos tenía ciertamente muy poco, casi nada. Marco (a)parecía enterrado
bajo una montaña de samples de estética cutre, que hacía pensar más en una
película de terror con harto y subliminal flashing,
a la manera de un desbocado Tyler Durden gillette en mano.
A fin de ordenar en
algo sus enormes bancos de data audiovisual, este año Marco se ha sacado de la
manga una nueva identidad: 27 U H F, cuyo Luna EP fuera reseñado en estos bytes. Redundo si parafraseo lo que dije en aquella
oportunidad sobre el extended -a saber, que el nuevo proyecto es vaporwave, con
el mismo sentido del humor que el de Luján e idéntica muñeca para la selección/el
tratamiento de los samples. Esta suerte de transustanciación deja una
gigantesca interrogante sobre el futuro de Luján, interrogante que sólo el
músico puede responder.
Tanto en el aspecto
visual como en el sonoro, el vaporwave es un pastiche. Nostalglitch, primer larga duración de 27 U H F, no sólo se asume así;
sino como un meta-pastiche total. Por ahora no existe versión física del disco,
de modo que haber impregnado la imagen de marca vaporwave a la obra es en sí
mismo un triunfazo. Título/Folder sumamente ingenioso: ¿existe manera más
sintética de definir lo que es el vaporwave que la de “nostalgia
glitcheada”?... Portada/JPEG, magnífica/o: dibujo, color, iluminación medio
pastel, filia japonesa en las letras... Ambos adjetivos se aplican también a los
nombres de cada tema (MP3): Marco le ha dado a cada uno distintas tipografías
asociadas directa o indirectamente al ¿género? de marras.
Cuando el Windows
Media Player se ceba en Nostalglitch,
algunas veces creo escuchar a Luján y no a 27 U H F, como en “c ▲ r n ▲ v ▲ l”, “ცరﻯﻯą ƿą२૯”, “Teleavisos.exe”
o “パナニーホテル”. Mientras las tres últimas son
tributarias de ese coctel “high tech” de bossa nova/space age/lounge al que
eran tan afectas las producciones setenteras de las grandes cadenas televisivas
latinoamericanas, la primera no puede domeñar el ímpetu del sampleo que le da
forma, y califica perfectamente como un outtake del Safaridélica (2010) e incluso del Bolero 3000 (2008). Acorde, sin embargo, con las frecuencias que 27
U H F visita; el resto del disco es vaporwave de sabor latino -o mejor, y antes
de que te dé un patatús, vaporwave de resonancias latinas. Luis Miguel en “R♥M▲NTIK”,
el pacharacón cuarteto italiano Ricchi e Poveri en “損失 ???????”, la
inevitable Jeannette en “ノスタルジア84”, nuestro canal 9
en “ͣTV is Ḏ∃∀Д (“Andiiiiiiiiiiiiiina
De Televisión”) y hasta un insólito matrisuicidio de Rita Lee y Roxana Valdivieso circa Carmín en “香水ゾーン
85”.
Lo dicho, pues. La
técnica del vaporwave -Pitch juguetón, construcciones glaciares, lo fi
premeditado, TimeStretch a contrapelo- al servicio de referentes de pretérito
perfecto e imperfecto que evocamos con naturalidad. Todavía no decido si Nostalglitch califica como candidato a
disco nacional del 2017, pero sí merece como mínimo un lugar en los recuentos
de fin de año.
Zetangas &
Monsters De Comida. Zetangas And The Monsters De Comida. Zetangas And The
Monsters Of Comida. Simplemente Zetangas, para mí.
En plan solista,
Carlos García lleva ya un buen tiempo recorriendo los vericuetos de la escena
local -antes in situ, y ahora a través de la Red, desde Suecia (país donde
lleva residiendo varios años). Que no te engañe la fecha de lanzamiento de su
primer disco: si bien Zetangas And Monsters De Comida apareció en el 2012, el ex Electro-Z ha venido
participando con la misma chapa en diversas compilaciones desde el 2004. Por
cierto, algunas de estas participaciones se encuentran recopiladas en el disco
“no oficial” Zetangas 2000-2002
(2015), que desde su nombre pone los puntos sobre las íes acerca de la fecha
original de las composiciones a posteriori cedidas.
El cuarto episodio
de García -quinto, si se contabiliza la antedicha recopilación- asciende sobre
sus predecesores condensando muchas de las ideas desarrolladas en éstos y
logrando una jornada rotunda tanto en la duración como en los réditos
artísticos que obtiene. Y es que el sonido de Zetangas es sincrético: advierte,
lector, que no hablo de pop, de rock o de electrónica. Hablo de SONIDO: el
también ex Rayobac renunció a esa clase de formalismos bastante tiempo atrás, o
al menos de esta guisa lo entiendo, haciendo en la práctica imposible cualquier
ensayo de etiquetado taxonómico. Su música, todavía más la de este Paradiso Eterno, puede verbalizarse como
un insospechado entrabe de rock y electrónica, de experimentación sagaz y
accesibilidad popular; sin por ello necesariamente evocar reinvenciones de
dominio común como la rocktrónica de The Chemical Brothers y Propellerheads.
No. Lo de Zetangas
es bien distinto. La tentativa más elemental de describir sus temas tolera
tanto el manoseado marbete de indie como el del post punk (“New Saigón”), el de
la fusión mestiza (“Paradiso Eterno”), el de la electrónica (el cierre “Z011”,
“Nouva Vita”) o el del shoegazing (“Factory Man”). Todo ello, sin que ninguna
de estas categorías termine de ajustarle razonablemente bien. Concedo que
podrían conjurarse, siempre en el terreno de las generalizaciones, dos grandes
variables: el indie y la electrónica -pero ni siendo ése el caso, Zetangas se
asemeja a la indietrónica de múm y Pulseprogramming. Quizá sea que el Hombre-Máquina
(Carlos tiene fama internacional como circuit bender y creador de sus propios
osciladores) ama demasiado la Tierra como para discriminar entre sus matices.
No es para menos, viniendo de quien sin renunciar a viñetas llenas de color ha
logrado definir un estilo propio -en mi meloteca personal, hace rato que
acredita parcela propia.
Hákim de Merv
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