Dos desde el remoto
Sur -pa’ volver a coger ritmo al tiro, po’...
Vio la luz en
octubre pasado el segundo volumen de Distant,
serie de compilaciones que factura Meitrik Record Label. Se trata de una esquiva
discográfica chilena especializada en música electrónica, fundada por Christian
Ziehlmann y que está cumpliendo dos décadas de vida en junio de este 2018.
Pocas referencias para tener ya casi cuatro lustros, pero debe tomarse en
cuenta un hiato de 11 años entre el 2005 y el 2016, así como lo selecto de cada
una de ellas. Revisando nombres en la Red -Metamann (el alias de Ziehlmann), Der
Meister Geist, 100ML-, se evidencia la proclividad de la escudería hacia el
house, el techno; y sobre todo el híbrido de ambos géneros que, evolucionando
desde su simpleza y monotonía originales, lograse que pubs y discotecas electro
se moviesen al son del tempo oscilante entre 120 y 128 bpms de mediados de los
90s en adelante. Una proclividad que la propia casa no oculta, ciertamente.
Para ser una
compilación, Distant Vol. 1 (2016)
cobijaba un track list más bien corto en minutaje y nómina. Su sucesor no sólo
supera la barrera de los 70 minutos, sino que además conjura fuerzas
confluyentes allende las fronteras de Chile. Dicen presente en el disco proyectos
de México, Argentina y Perú; amén de los que juegan de local. Lo interesante es
que Meitrik también ofrece espacio, si bien comparativamente reducido, a
encarnaciones sonoro-electrónicas que no se ubican precisamente en sus
coordenadas habituales. Difícilmente un número como “Pangea”, del crédito
nacional Wilder Gonzales Agreda, puede describirse como cercano al dancefloor.
La batuta la llevan,
previsiblemente, los participantes más afines al espíritu de la independiente.
Tal es el caso de Quantum (“Mar”), Ergon (un post-tribal “Nisei”), Android
(“Algorythm”), F600 de Miguel Conejeros (“Huincadead”), Le Championnat (“Can’t
Love”), el acto IDM perucho Invisible Ambiente de Ives Ancieta (en el que debe
haber sido su último estertor, “Volátil” se mueve preñado de esas texturas hi
fi que eran moneda común en los 70s) o Polar (“Cometa”, bastante más abigarrado
que sus pares).
No faltará quien
prefiera contar a Polar entre los disidentes de turno, dada la complexión
rítmica que luce su aporte. En todo caso, sí se le percibe muy diferente de
TremoloAudio (la columna vertebral rítmica de “Monza” no pocas veces se asemeja
al célebre y hoy vetusto motorik, provisto al vocabulario de la música pop
contemporánea por el venerable kraut rock alemán setentero), del ya mencionado
Gonzales Agreda (minimal “Pangea”, extraído del fantástico Lima Norte Metamúsica, 2014) y de Metamann (“Coisa Maloca” se
relaja hasta convertirse en el equivalente a una pieza de jazz para viajes sub-espaciales).
En el balance, Distant Vol. 2 no sólo le sirve a MRL
para recuperar la continuidad luego de un oncenio de inactividad. También revisa/revisita
tanto lo que se dijese alguna vez sobre el house (“el house es la música del
infinito, porque incluye pasado, presente y futuro”) como lo que se dijese
alguna vez sobre el techno (“el techno es el ritmo que jamás será vencido”). Ambas
cosas es el tech-house.
Exactamente un año
antes del Distant Vol. 2, Polar y
Amokian unían energías en el cassette split Signautica,
perteneciente a Barbatruco Producciones (netlabel mapocha creada en el 2008).
La cinta lleva el sello de Alpha Experimental Breaks, con que BP distingue sus
lanzamientos asociados al colectivo homónimo, en el que milita Polar. Éste es
un viejo conocido, y no porque aparezca en el Distant Vol. 2: es la identidad paralela de Héctor Aguilar, 50% del
dúo magallánico Lluvia Ácida. El alias cuenta con una nutrida discografía, de
la que apenas he escuchado unos cuantos episodios. Así y todo, títulos como Alpha State (2010), Sueño Blanco (En 8 Bits) (2003) o Sesión 2 EP (2012); confirman el interés de Aguilar por cultivar
sonoridades muy distintas a las exploradas con su partner en LlA, Rafael
Cheuquelaf. A saber: breakbeat, hip hop abstracto, sampladelia, downtempo...
En cuanto al
usamericano Igor Amokian, no había tenido el gusto de escucharle anteriormente.
Lo que he leído en Internet es que, a lo largo de su carrera, el angelino ha
desarrollado conexiones telepáticas con todos los géneros electrónicos basados
en la técnica del circuit bending; participando asimismo en instalaciones
sonoras, exhibiciones y performances en directo. Un obrero de lo que hace-más-de-veinte-años-y-aún-ahora
se conoce como “electrónica experimental”.
Conforme manda el
libro de estilo, cada lado del split se ha asignado a uno de los involucrados.
El lado A es el de Polar, quien con este registro ha hecho pleno honor a su pseudónimo:
incluso si me he perdido demasiados movimientos, encuentro poco o nulo parecido
con todo lo que antes le había oído a Aguilar bajo esta etiqueta. Polar se ha
convertido en sinónimo de una electrónica abstracta, fragmentaria, futurista y
muchas veces también interestelar. Prácticamente nada he podido hallar de sus
escaramuzas con el hip hop y el breakbeat. Sus 9 temas, que son los que mejor
calzan con la portada del cassette, suenan muy bien -aunque igual me dejan
frío, por la sorpresa (o mi ignorancia) del cambio que ha experimentado Polar.
Ahora, ¿qué es mayor? ¿La novedad o los nuevos réditos artísticos? Difícil
decirlo. Prefiero manifestarme más adelante, esperando acostumbrarme al cambio
con prontitud.
Si cabe, es hasta
más extrema la cara asignada a Amokian. Durando algo más que la cara A, tiene ¡¡¡21
temas!!!, muchos de los cuales no superan los dos minutos de extensión. También
Amokian hace honor, pero al lado de la cinta que le ha tocado ocupar: su output
hace las veces de auténtico lado B de la gama de sonidos que debe haber soltado
el Gran Colisionador de Hadrones en las pruebas preliminares a su encendido. En
sus momentos más hip hop, que los tiene (“Beat Slices Live”), la percepción constante
es la de estar audicionando el borrador/bosquejo de un experimento de harsh
noise. Y si bien decir que Amokian es una suerte de Blixa Bargeld nacido en la
era digital resulta exagerado por donde se lo mire, semejante aseveración
guarda un resquicio de verdad, avalado por la suciedad/el talante entrecortado
y desvencijado/la disonancia de la propuesta del músico. Habrá a quienes les
guste y a quienes no. Lo imposible de soslayar es esa sensación residual,
borrosa, imperfecta; de haber presenciado algo inquietante sin ser plenamente
conscientes de ello.
Hákim de Merv
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