Avanzadas ya casi
dos décadas tras el Año Jubilar, de una centuria cuyo principal signo
identitario es el de la Globalización a través de Internet; que cada tanto surja
en el horizonte de la música pop, desde
coordenadas geográficas impensadas, un nombre cumplidor de prometedor potencial,
ya no es sorprendente. Lo inquietante en todo caso es que haya permanecido
oculto durante un tiempo que, atendiendo al ritmo de vida actual -cada día
aparecen cientos de placas nuevas en todo el planeta-, puede ser percibido como
larguísimo.
Mi primera vez con
Sexores se dio en el 2014. Su esférico de ese año, Historias De Frío, me los presentaba como un grupo muy interesante.
Por fortuna, lo siguen siendo cuatro años después. Averigüé entonces que se
trataba de un combo ecuatoriano formado en el 2009, y que por esas fechas
radicaba en Barcelona. En términos de música pop, Ecuador sigue siendo para mí
un enigma aún hoy: alguna vez escuché trabajos de gente como Industria Masoquista, Paisanos (noise electrónico ambos, el segundo mucho menos tóxico
que el primero), Manuel Núñez y una olvidada compilación de metal -Mortal
Decisión, Ente, Chancro Duro, Basca y Total Death. También a los divertidos Cacería De Lagartos, y a Rocola Bacalao; conjuntos aparecidos en
los 90s, si bien les presté oídos tardíamente -recién en el nuevo siglo. De
todos los mencionados, ninguno guarda semejanzas estilísticas con Sexores.
Insular o no, un alias
shoegazing ecuatoriano es motivo suficiente para despercudirse y dejar de lado prejuicios
idiotas. Aunque, en el Principio, no fue el shoegazing la estrella que guiase
los pasos versales. Durante éstos, hasta más o menos el 2012, Emilia Bahamonde
y David Yepez no suscribían un estilo definido. Su música exhibía las trazas de
un pop electrónico que se debatía entre Garbage y la versión más descafeinada
del trip hop -el downtempo. En esa hesitación los muestran tanto el 001 EP (2010) como el mini-álbum Amok & Burnout (2011): Sexores tenía
tanto de música electrónica ambiental lo suficientemente groovy (“Sodio”), como
de unos Garbage con saturación (“Hxkshxknthx”) o sin ella (“Doser”). Intentos
por mezclar ambas vetas, pocos, muy pocos (“Simios”).
Es en el 2013, con
el lanzamiento del sencillo Titán (“Doppelgänger”
como lado A), que se puede hablar de un viraje no sé qué tan impensado hacia el
shoegazing. Y es que vale la pena recordar que muchas veces la prensa
especializada sindicó a Garbage como la versión pop de Curve, el dúo baggy británico
de Toni Halliday y Dean García. De hecho, Curve también tiene un tema bautizado
como “Doppelgänger”, pero no es el de Sexores una relectura. Como fuere, este
single, shoegazing más pop que dream; marcaría la pauta -sin agotar posibilidades
ni mucho menos- de lo que debe considerarse el debut en regla de Sexores.
Mirados desde este
preciso instante, los sucesos que rodearon la aparición de Historias De Frío podrían calificarse hasta de anecdóticos. En su
momento, empero, fueron de lo más duros. Con una “primera versión” de HDF ya terminada, el binomio ecuatoriano
fue presa de un robo que le privó de todo el material que componía este nuevo
capítulo de largo aliento, obligándole a comenzar de nuevo desde cero y
retrasando la salida originalmente planteada para el 2013. Lo que conocemos
como Historias..., pues, es una
segunda toma de un proceso creativo que ya había acabado, y cuya primera toma
quién sabe si alguna vez se recuperará.
Pero el Tiempo ha
de poner a esta “segunda versión” de HDF
en el lugar que le corresponde. Se trata de uno de los mayores y más acabados esfuerzos
que ha visto emerger la escena latinoamericana en lo que va del siglo XXI. Una
joya. Cierto que Sexores no está descubriendo nada nuevo, pero tampoco creo que
alguien se atreva a catalogar a Historias...
de puramente epigónico. Plagado de arreglos angelicales, con mucho de misterio
y de intriga, pero sobre todo de brumosa melancolía; cada track oscila entre la
duermevela y el ensueño, a toda hora tributario de la mejor tradición
shoegazing. Pale Saints, Chapterhouse, Silvania, el primer Bowery Electric,
Swallow... Una orquestación electrónica a cuatro manos, fundamentada en
controladores varios y secuenciadores, soporta la ejecución en guitarra de Bahamonde,
cuyas vocales además te dan en el suelo hasta deslumbrarte; y el bateo eficaz/cómplice
de Yepez.
Por encima de
cualquier matiz, Historias De Frío es
un preciosista manual shoegazing de arte y ensayo -un puñado de ocho temas que
escuchar una, dos, diez, treinta veces; sin que el tímpano dé la menor señal de
hastío o cansancio. Una jornada atemporal, a partir de la cual recrear un
género completo en caso se perdiesen todas las demás referencias. No por las
puras, fue HDF el artefacto que
llamase la atención sobre Sexores, quienes a partir de ese momento ganarían una
reputación en los circuitos independientes que han ido consolidando
paulatinamente.
Dos años después
del Historias..., la pareja regresó a
las andadas con otro mini-álbum, Red Rooms (2016). Su sonido aquí luce muy reconcentrado, aún diríase más,
macerado en extremo. Ese sentido de la melodía que reinaba en Historias..., con el que empatizabas
instantáneamente, cosecha nuevas audiencias a través de este disco. La novedad se
concreta gracias a interesantes acercamientos al lenguaje electrónico -lo cual
podría interpretarse como un giro de 360 grados en la trayectoria de la dupla,
de no ser porque ahora ésta se aproxima a sonoridades digitales con ambos pies
firmes sobre el shoegazing. En tal sentido, “U.S.S.R. Girls” es tremendo salto hacia
adelante, evocando una vez más la estela de Curve. No obstante, predominan las
ambientaciones oceánicas plácidas, las programaciones que caracolean con el
reverb como hacía tiempo no escuchaba. Y, coronando Red Rooms, del cierre se encarga un tema casi en onda slowcore:
“Loner”.
Sexores presentó RR, producido en formato cassette por la
independiente italiana Coypu Records, en Lima; en el marco del festival Integraciones del 2016. Ese año, la
sociedad Bahamonde-Yepez coincidió con el acto nacional Cao (nuevo proyecto de
Constanza Núñez-Melgar tras Panyoba) y los achorados chilenos electro-cósmicos
de Föllakzoid. Tengo entendido que aquella era la cuarta vez que Sexores visitaba
el Perú, si bien fue la primera vez que los disfruté en directo.
La afortunada confirmación
de lo que dejaba entrever Red Rooms
ha llegado este año de la mano del que es, hasta ahora, el proyecto más
ambicioso del tándem norteño. East / West
es el primer disco de Sexores que, bajo los viejos cánones del vinilo, se
concibe en formato doble. La edición física corre por cuenta de la discográfica
nacional Buh Records, de Luis Alvarado: esto le ha permitido a la banda y a su nuevo
vástago tener mayor difusión por estos lares. Es decir, mayor difusión de la
que ya tienen.
Como avisa su
título, el díptico tiene un contraste de naturaleza conceptual muy enfatizado.
La primera rodaja -‘West’, ocho temas- está constituida por las nuevas
composiciones de ascendencia pop en que han trabajado Emilia y David durante
los meses transcurridos desde Red Rooms.
La segunda rodaja -‘East’, ocho temas-, por el contrario, ha sido reservada
para pistas de carácter experimental, que no enganchan rápidamente con el consumidor
promedio: la densidad en este tramo del viaje, en efecto, puede llegar a
intimidarle -diablos, ¿cómo hace gente de la talla de Klaus Schulze o
Lovesliescrushing para prolongar, transubstanciado, el impacto de su huella
después de tanto tiempo?-.
Quizá por ello, ‘West’
es la rodaja que me permite hablar con largueza de esta fusión entre shoegazing
y electrónica no precisamente downtempo o trip hop -a diferencia de lo practicado
por los arequipeños Paisaje 3, que lograron una inusual y muy original mixtura
entre estos géneros (tripgaze)-. Sexores, no es baladí subrayarlo, jamás se
olvida de la guitarra durante sus sesudas exploraciones electropop: diseña ésta
imponentes murallones de sonido por entre los nutridos tapices de
sintetizadores que ahora integran el vocabulario del dueto, murallones cuya
majestad pareciera desvanecerse al tacto. La prístina voz de Bahamonde, como
antes, dota de emoción y belleza sutiles a estas composiciones que, dado el
caso; incluso podrían inducir al trance hipnótico.
Por otra parte, ‘East’
es una inequívoca visión hasta cierto punto críptica del Lado Oscuro de la vida
que nos rodea, sea ésta humana o de otra especie. Por suerte, en Sexores la
experimentación no obvia ese filón emocional tan necesario cuando se pretende
vertebrar una reflexión sombría sobre el futuro de la Tierra y los
pequeños/personales apocalipsis que nos toca afrontar a diario: (no siempre)
rehuyendo estructuras lineales, ‘East’ hace las veces de íntimo tour de force
mental que penetra la insignificancia sideral de la Humanidad, la rutina
cotidiana, la “soledad colectiva” a la que lleva una elección de vida rara avis...
Sin presentarlo aún
en nuestro país oficialmente, pero ya con East
/ West en mano, Sexores regresó a Lima hace veintitrés días. Pese a
que no me sentía nada bien de ánimo, fui a verlos, pues siempre he creído en el
poder sanador que opera la magia de Euterpe sobre sus fieles e incondicionales devotos.
Abrumado de lúgubres pensamientos como estaba, peregriné hasta el edificio de
Fundación Telefónica. Abrieron esa noche los locales de Puna, que ofrecieron
temas nuevos sin pausa, generando la impresión de un enorme “meta-tema” con el
que el público no llegó a conectar del todo. Era previsible: el perfil de la
asistencia era más pop, y había venido específicamente por el platillo de
fondo. Allí quedó demostrado que Sexores ya cuenta con una feligresía peruana
que les quiere y les sigue -por su música, claro que sí, pero también por su
presencia constante bajo estos cielos.
(En el intermedio,
comenzó a sonar por los parlantes el Sleeps With The Fishes (1987), gema de Pieter Nooten (Clan Of Xymox) y Michael
Brook (This Mortal Coil, Brian Eno, etc). “Bendito DJ”, pensé en esos momentos,
y me predispuse a sanar, aunque sea por un rato. Claro que luego, cuando el
disco iba por “After The Call”, lo sacaron a la mala y encajaron el Spleen And Ideal (1985) de Dead Can
Dance. “Maldito DJ”, pensé entonces, amo a DCD, pero el Sleeps... es una rareza de 24 kilates.)
Y saltaron a la
cancha Emilia y David, acompañados por Felipe Meneses (bajo) y Jaime Murgueytio
(sintetizadores). Y el jolgorio fue unánime. Tocaron temas del nuevo largo,
incluyendo uno de “el lado difícil” (me reía por dentro de la reacción de
algunos que no sabían si aplaudir o no), amén de otros clásicos del repertorio ya
eran harto conocidos y consecuentemente vitoreados. La performance habrá durado
cerca de una hora, mas, como suele pasar cuando disfrutas de algo con todas tus
fuerzas; el tiempo fue tirano y se nos hizo cortísimo a todos allí. Importó
poco. Al menos en mí, la tutela de la musa había cumplido su cometido. Y aunque
después, caminando desde FT hacia Sucre con Bolívar, fantasmas y demonios
volvían a atacar tratando de hacer presa en mí, sobrevivió un hálito de
esperanza en el recuerdo del directo de Sexores, que me arrulló hasta que el
Sueño borró todo vestigio del ingrato presente. Milagros secretos que algunos
tenemos la suerte de presenciar/vivir.
Hákim de Merv
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