jueves, 19 de diciembre de 2019

Las Brumas: Umbral // Narval Orquesta: Incentro // IIOII: Hacia Donde Va El Agua // Meridiano De Zürich: Saudade

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de diciembre del 2019.)

#AguanteChile

El nombre de Yanara Zahri lo asocio al de la alineación art punk y dream prog Columpios Al Suelo -por lo menos desde el 2016, año en que se lanza el split Gritos & Susurros junto a la gente de Dolorio & Los Tunantes (hago esta salvedad porque son las únicas referencias que he degustado del cuarteto santiaguino fundado en el 2011). En paralelo a sus actividades al interior de CAS -donde manipula sintetizadores y empuña la eléctrica, además de cantar-, Zahri inaugura carrera solista con el proyecto Las Brumas. Umbral, publicado como parte del catálogo de Sultan Discos (Cochebomba, El Purpurado De Charol, Los Estadios Vacíos), es su bautizo de fuego.

Producida por la propia Yanara, si bien lo ofrecido en la rodaja ya se había anunciado parcialmente a través del 45 promocional “En Las Piedras”, ello no ha atenuado la gratísima experiencia de su audición. La crudeza de lo vivido que asoma en muchas de las letras es sublimada por el envoltorio sónico que postula la también actriz. El indie de Las Brumas se mimetiza en formas pop y rock que muévense y palpitan próximas al oyente, más del 50% de ellas aupada sobre experimentos que la cantautora realiza amparándose en la síncopa de la cueca. Ése es, tal vez, el mayor rasgo a subrayar de Umbral: en surcos como “Humedal”, “Arrebato” o “Mundo Al Revés”; el golpe identitario del género folklórico chileno por antonomasia cabalga evocando rozagante el recuerdo de Violeta Parra.

Otro rasgo mayúsculo, del que se hace imperioso hablar, es la habilidad de Zahri para dibujar bellísimos arpegios ejecutados desde la guitarra electroacústica. Aunque no es una constante, y de hecho hay minutos disruptivos en los que se abstiene de materializarse, como los de “Negro Fantasma” (que me trajo a la memoria a los Pixies) o “Caigo” (el áspero lunar del CD); es esta diáfana habilidad la que alisa el imaginario de las canciones y esmerila la estética predominante en Umbral. Un disco de exquisita artesanía pop, atestado de preciosas composiciones -“Parajes Mágicos”, “Las Brumas”, “En Las Piedras”- con que enfrentar los claroscuros que nos depara este valle de lágrimas.

La vara queda a una gran distancia del piso.


El hándicap de Incentro, lo nuevo de Narval Orquesta, es su tenaz insularidad. Digo, Narval Orquesta es ya de por sí un ensamble de propiedades harto infrecuentes en el universo del pop independiente latinoamericano. Son nueve músicos -Felipe Mellado en piano, Andrés Quezada en clarinete y batería, Valentina Bianchi en violín, Clemente Salas en saxofón alto, Valentina Palomino en cello, Sebastián Agurto en saxofón tenor, Francisco Riffo en teclados y guitarra electroacústica, Felipe Baldovino en bajo, Camilo Roca en contrabajo- que maridan sin sacarse la cresta el post-rock, la música concreta, el neoclásico y el free jazz. Con bagaje de magnitudes tan paradójicas, la orquesta llegó a cuadrar el círculo en su primer LP, Aventuras De Otoños Tardíos, Pequeñas Iluminaciones Y Laaa Lalala (2017).

El problema es que Incentro, cuyos forma y contenido no son ecualizados pero se sincronizan demasiado, se revela insular aún para esas coordenadas. El aspecto es el primer obstáculo: un solo tema de 20 minutos y extras, que no me permite ubicarlo como mini-álbum, extended o single. En tanto el láser le reproduce, la cara que opta por empoderar el colectivo es la del free jazz. Se podría trazar una topografía de la pieza para confirmar esa tesis: los dos minutos de arranque prescinden de los vientos, manteniéndose los demás instrumentos en una única nota. Luego, los vientos afinan/calientan enfilando baterías hacia el minuto tres, y a partir de allí el free exhorta a todos los músicos a correr desbocados. Hasta el postrer segundo, las metamorfosis en registro y velocidad son moneda común.

Aunque la pureza es un lujo que estos capitalinos no consienten, y pueden tener momentos en que saltan de un Satie maximalista al gamberrismo de la fanfarria non-sense, todo aquello que no pertenece al abecedario free jazz acaba subsumido a sus reglas (o a la falta de ellas). El eclecticismo enarbolado en la jornada anterior, pues, desaparece. Su lugar ha sido ocupado por la atonalidad radicalizada, que descree de la técnica y vitupera tanto a la métrica como a la armonía. Aleatoriedad automática que cobija esas nuevas categorías con que la tecnología del nuevo siglo ha pertrechado al lenguaje sonoro y sus soportes: distorsión, desgaste, indeterminación, corrosión...

Incentro no deja de ser un trabajo interesante. También sumamente complicado de seguir, y por ende difícilmente accesible para quien no se haya fogueado en las tormentosas lecciones del free. Como mi conocimiento del tema es verdaderamente mínimo, lo dejo ahí.


En el contexto del ambient house facturado al sur de Arica, al que ya he aludido antes en un par de ocasiones, sobresale contradiciendo (casi) todas las convenciones el dúo IIOII. Formada por Gio Foschino y Nicolás Alvarado en el 2012, la dupla se ha dado a conocer a través de sencillos online y algunos EPs, ninguno de los cuales he tenido oportunidad de paladear. En este moribundo 2019, el tándem se estrena por fin en 33 con Hacia Donde Va El Agua.

Grabado entre la capital y Aculeo (comuna de Paine, provincia de Maipo), HDVEA fatiga climas sensoriales abroquelados tras un onirismo nocturnal y acuoso, nublado pero inexplicablemente vívido. Debido a la sobrecarga de voltaje hacia el lado abstracto de la ecuación, ello se condensa en una mirada serena y despierta que opera en medio del tránsito a altas horas de la noche. No obstante, la entronización de la osamenta ambient en desmedro del afluente house no implica que este último haya sido desterrado -sino que aparece a cuentagotas en cortes como “Cuando La Calle” o “Ámbar”, regresando a caudales normales recién en “Invisible” y perdurando así hasta el desenlace “El Sueño De Luis” (piano incluido).

Por oposición, la primera parte del plástico está abducida por la solemnidad, por una oscuridad celeste que apenas si tolera el débil titilar del neón. Su extensa introducción, con “El Fin” y “Ámbar”, predispone a la contemplación de paisajes níveos, de riberas espumosas, de alturas inverosímiles. En ese sentido, canales como el breve “Solaris”, “Cuando La Calle” o “A Distancia De La Luz” son testimonios definitivos de la capacidad con que Alvarado y Foschino han bocetado sugestivas sensaciones metafísicas y abiertos espacios tanto marinos como eólicos.

Edita este cúmulo de limbos abstractos y sensitivos la netlabel I S L A, que lo pone además para descarga gratuita.


Prácticamente sobre la hora, se libera el estreno en largo de otro grupo nucleado en el 2012, que hasta el momento contaba con un EP brillante (Fisurando El Silencio), un 4-Way CD (Santiago/Portland, con los también chilenos Baikonur y los usamericanos Coastlands y Long Hallways), y un par de singles de adelanto; material que le había bastado para enlistarse en el regimiento de avanzada del pop chileno independiente contemporáneo. Me refiero a Meridiano De Zürich.

Convertidos ahora en quinteto con el concurso de Álvaro Riveros en sintetizadores y percusión, los santiaguinos han dado un paso de gigante con respecto del extended. El proceso, tengo entendido, no ha sido sencillo; pero tal vez lidiar con él fue la instancia que galvanizó el fortalecimiento de sus virtudes colectivas, su paso a la nómina de la netlabel mapocha LeRockPsicophonique, y el gran impulso que ha comportado el reforzamiento del sostén rítmico en manos de Álvaro.

En efecto, la ahora vertiginosa percusión atrae miradas tanto como las guitarras, luciéndose en casi todos los números mucho más que antes. De hecho, al promediar los seis minutos de “Surprise”, las baquetas toman la palanca de cambios y ya no la sueltan hasta culminar el viaje. Esta intensidad hace presa del nuevo repertorio del grupo, pese a que no deja de sentírsele inusualmente controlada: es como si Saudade tuviese vida propia, y gracias a esta regulación la formación pasase de ser abducida por el esférico a interactuar con éste en un orden de cosas, digamos, “homeopático”.

El combo se toma espacio y aire para labrar ambientaciones de carácter reflexivo, cuando no introspectivo. Por suerte, tiene la pericia suficiente para desintegrarlas a punta de tarola y bombo, y para reintegrarlas instantáneamente. Un tratado sobre la texturología del segundo post rock -pictórica emocional, expresividad matemática- que retumba invencible en tracks como “EVRST” (sencillo de adelanto, lo mismo que “Surprise”), “Océanos De Boreal” o “Unísono”. Ojalá pronto se les invite a tocar en el Perú.


Hákim de Merv

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