(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de mayo del 2023.)
Con un nombre como ése, era difícil que El Camino Del Selk’nam se me pasase desapercibido. Lo que no tenía cómo prever era que el camino aludido no asomaba evidente. Empiezo a recorrerle y no percibo mayores signos de fusión o mestizaje, lo que me hace preguntarme si no habrá ocurrido algún error de naturaleza cuántica. Para quien no lo sepa, selk’nam es la denominación de una etnia originaria del sur chileno que fue víctima de genocidio y que se consideró extinta hasta hace unos años. Hoy, los/as descendientes del grupo amerindio están en franco proceso de recuperación cultural -cerca de cuatro mil personas, dispersas en las zonas australes de Chile y Argentina, están volviendo a usar la lengua de sus antepasados, a estudiar sus costumbres y su cosmogonía.
Entonces se me ocurre prestar más atención a las letras. Es un efecto surreal el que produce escuchar esa voz que funge de coral, pues hace las veces de narrador testimonial en primera persona, proveniente de ese extraviado pueblo. Algo así como cantar poniéndose bajo la piel de un/a selk’nam, utilizar la poesía -¿se puede calificar de otro modo la letra de “Herencia”?- que usaba el individuo promedio de esa comunidad racial para explicar/expresar aquello que veía y sentía. Es, en ese sentido, que el disco recibe tal bautizo: el manifiesto que denuncia el exterminio de una cultura, de la mejor forma en que puede -darle voz sin agriarse en lo más mínimo.
Entonces, ¿rock progresivo? Tal vez -sólo tal vez- la rítmica circularidad a la que a veces apela el conjunto, que más propiamente invoca a la distancia al hibridaje folk de sus paisanos Los Jaivas. En orden ascendente, mayor presencia tienen en este episodio de Fases el rock alternativo más urgente de los 90s, el math rock de ejecución impecable, el post rock trasmutado en género delimitado gracias a Mogwai, Explosions In The Sky, etc. Un esférico magnífico, caro al oído, lleno de pasajes muy líricos y de potencia desbordante/expansiva.
En Antes Del Sol EP el mapocho es acompañado por la alineación completa de La Banda Del Dolor, entidad que parece tener tres décadas de vida y con quien ya trabajase Cabezas antes -en el ‘12, el largo Dejá Vù lo reunía con La Orquesta Del Dolor, que debe ser una variación en la nomenclatura del mismo alias. Aún cuando no se hubiera producido hace once años esa confluencia, el autor grabó y publicó en el ‘15 un álbum epónimo. Lo que sí sería correcto es afirmar que el extended es la primera muestra del oficio de Carlos después del que hasta hoy es el último esfuerzo de su banda madre, Electrodomésticos (el directo Público, ‘17).
De cualquier modo, la info deviene en anecdótica cuando empiezas a pelarle oreja a Antes Del Sol EP. Cierto que, al iniciar su carrera individual con El Resplandor (‘97), Cabezas había dejado claro que lo suyo iba a caminar en direcciones distintas a las que trajinase el seminal cuarteto de new wave y synth pop. En el extended, sin embargo, no queda ya absolutamente ningún vestigio de acercamiento alguno a cualquiera de las tendencias electrónicas fatigadas por Electrodomésticos -cero ambientaciones electropop.
No he escuchado el resultado de la anterior convergencia entre el veterano precursor meridional y LBDD. Si he de juzgar por la presente ocasión, diría que Cabezas se entiende muy bien con los músicos que ha escogido como apoyo -Mauricio Melo, Nicolás Quinteros, Edita Rojas, Paolo Murillo y Gonzalo López. Un aperitivo que, espero, sea el anuncio de nuevo material preparado por el capitalino, bien en solitario, bien al frente de Electrodomésticos.
Hákim de Merv
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