(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de noviembre del 2017.)
En el imaginario colectivo
de nuestra Latinoamérica, desde casi cualquier punto de vista Barcelona ostenta
el aspecto de una urbe fascinante. No es menester devanarse los sesos para
pensar inmediatamente en ella como centro neurálgico del nacionalismo catalán, como
ciudad natal del que por años ha sido el mejor equipo de fútbol del planeta
(Barcelona FC), como querencia de Dani Nel·lo y de Boreals, de Los Rebeldes y
de Balago, de Tancat Per Defunció y del insobornable Loquillo. Como cuna, en
fin, del genial Antoni Gaudí -artífice del modernismo arquitectónico que
todavía pregonan hoy las edificaciones históricas de Cataluña, quien anticipase
a hornadas de artistas e intelectuales sin las que la España contemporánea no
sería la misma: Dalí, el inconmensurable Lorca, las generaciones del 98 y del
27... ¡¡¡Buñuel, por todos los cielos!!!
Pese a que pudieran
sugerirlo las dispensadas en el párrafo anterior, no han abundado las
referencias sonoras barcelonesas que alcanzasen este rincón de la Tierra. Tal
vez los conocedores podemos probar ir un poco más allá sumando, a los ya
mencionados, La Kinky Beat, Vagina Dentata Organ de Jordi Valls (residente londinense
desde hace ya décadas), los míticos Basura/Ultratruita (el solitario single oficial de Ultratruita llegó hasta comarcas peruanas gracias al célebre mixtape pirata Post Punk Españoles cuando se apagaban
los 80s, para la maqueta plateada tuvimos que esperar hasta bien entrados los
00s), los aún más míticos Eduardo Polonio y Melodinámika Sensor (de Javier
Hernando)... Y si bien con la llegada de la Globalización a América Latina cada
lugar y crónica del mundo tuvieron micros y cámaras a disposición, también es
cierto que era empresa imposible escucharles a todos en el corto plazo.
Hubieron de pasar todavía muchos años antes de que el telescopio virtual de
esta trinchera se detuviese en el terruño de Azimut Zero y 32 Guajar’s Faragüit
-me han hablado maravillas del rock turco, y ni siquiera sé por dónde empezar
allí-.
Recién a inicios de
esta década, y gracias a los generosos aportes de Josep María Soler, músico
electrónico y auténtico erudito/arqueólogo del pop catalán contemporáneo;
empiezo a familiarizarme con grupos y discos de tamaña metrópoli. Y a partir
del 2013, año en que se publica La Ciudad
Secreta: Sonidos Experimentales En La Barcelona Pre-Olímpica 1971-1991, de
Jaime Gonzalo -que aún no he podido leer, pero a cuya triple contraparte
auditiva sí he accedido-; esa asimilación se magnifica.
En este 2017, las
buenas nuevas al respecto no han escaseado. En primer lugar, dos compilaciones
se han enfocado en la escena barcelonesa de los primeros 80s, que corría en
paralelo a la movida que la mass media proyectaba como abroquelada alrededor de
Madrid -mucho más conocida para los hispanohablantes fuera de España. Una va de
estreno absoluto: Abstracte (Barcelona
Avantgarde & Industrial 1981-1986). La otra es una largamente esperada
reedición oficial en formato digital: Domestic
Sampler UMYU, lanzada originalmente en 1982 por el sello del mismo nombre y
colgada en BandCamp este año por la independiente alemana Discos Transgénero.
Domestic... es un exquisito, fantástico muestrario
de época. Sus 41 minutos ilustran la frondosa diversidad que ya entonces acreditaba
la fauna sónica de la ciudad -un avezado hervidero de ideas frescas y nuevas direcciones,
como suele acontecer tras la caída de cualquier dilatado régimen dictatorial
(el franquismo, en este caso). El circuito de la antigua Barna no sabía de
límites genéricos o estilísticos: se prefiriese el post-punk (“Eish Anta” de
Klamm, “Tchang Kai Chek” de The Hostiapaths), la filiación non-sense (“No Es
Deixi Vestir Per Una Màquina” de Entr’Acte, “Tumor En La Frente” de Error
Genético -no, nada que ver con el acto peruano del mismo nombre-), el ¿avant
jazz? (“La Banda De Doris” de Boris), el dark (“I Doubt” de Tres) o el synth
(“Teoría De Contacto” de Logotipo) glaseados; todo estaba allí, junto y no-sé-qué-tan
revuelto. Una (otra) zona liberada bullente de creatividad, lejos de los
reflectores, pero viva y punzante.
En segundo lugar, desde
coordenadas un tanto diferentes me llegan noticias de Màgia Roja, asociación
cultural activista que bajo el lema de “id est quod id est” -“esto es lo que
esto es”, disculpen que mi latín esté oxidado- consagra todos sus esfuerzos a
la edición de documentos discográficos de la actual escena catalana ligada al noise
industrial/post-industrial. Conviene aquí hacer la salvedad de que, con lo de
“industrial/post-industrial”, me refiero a Nurse With Wound, a SPK, a Current
93, a Whitehouse, a Einsturzende Neubauten; esto es, el Ruido como incordiante
expresión política, como energía sónica ácrata/anárquica surreal-onírica, como
posibilidad de ¿músicas? agrestes que conviertan a la Oscuridad y a la Sordidez
en sus principales leit-motivs.
El primer nombre de
la nómina Màgia Roja que escucho es Zozobra, unipersonal de Antonio Gonzalez que
lleva más de un lustro recorriendo el circuito barcelonés (su primer título, el
directo Marx Bar, está fechado en el
2010). Zozobra se define como “feísta” y razón no le falta, al menos en este
disco, bautizado como “S/T” -que en realidad vale lo mismo que decir “epónimo”.
El músico hace gala
de un reprocesamiento feroz de samples de diverso cariz, como siguiendo los
pasos del mejor Neubauten sin ánimo de parecérsele. Gonzalez hace uso extensivo
no sólo de infinitud de temas transmutados en fobias, sino de la voz -presencia
constante desde “Refúgiense”, segundo tema de la placa. El resultado,
efectivamente, no es feo; sino feísta -deformidad sonora sobrevolando bpms de
una pesadez mórbida, climas rituales que remiten al viejo paganismo occidental,
harrrrrta incorrección política. El disco es un grito desgarrador disfrazado de
susurro, tratando de abrirse paso ante la ilusión del totalitarismo del ‘único pensamiento
válido’ imperante en nuestras sociedades, mientras los colores muertos que
adopta la música profetizan -en contraste con la pródiga verborrea- la muerte
de la Palabra y el regreso de la Carne (alabado sea David Cronenberg por
siempre jamás).
Segundo nombre de
MR que paladeo, Futuro De Hierro es el proyecto de Víctor Hurtado (a) Viktor L.
Crux, multi-instrumentista y a la sazón gestor de la vibrante label. El nom de gerre es bastante más nuevo que
el de Zozobra (2015), y discurre por caminos ligeramente distintos, pero Crux
es un veterano en estas lides (información de Internet habla de experiencias
previas como Qa'a y Ordre Etern). Ciertamente, Paso En El Vacío remite por igual al ala dura del industrial antes
descrita y a esa “danza del hierro” que alguna vez definió tan certeramente el
crítico catalán Oriol Rossell: Cabaret Voltaire en primerísimo lugar, y en
mucha menor medida D.A.F., Nitzer Ebb y demás hordas post-apocalípticas que en
la segunda mitad de los 80s le darían una segunda vida al sonido industrial -la
electronic body music.
No sólo eso. Futuro
De Hierro mantiene una fuerte conexión con lobregueces tipo Swans,
convirtiéndose su música en ruido industrial cavernoso, lastimero, sumergido en
angustia. Así, mientras “No Et Pots Fer Enrere”
hace las veces de verídica bienvenida al Averno, machacones bpms incluidos; el
track homónimo de esta entrega es una lección de misticismo anticlimático minimalista.
Ominosidad reptante y epatante hasta la escatología, que recuerda no pocas
veces a los francotiradores peruanos de la insular maqueta Infamia: Una Recopilación De Música Electrónica E Industrial
(1997).
Próximamente, más
novedades desde la tierra en que vinieron a este valle de lágrimas Francesc
Abad y Joan Miró.
Hákim de Merv
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