Mucho más que en
otras épocas, elegir hoy la senda a recorrer cuando das vida a una banda puede
llegar a convertirse en serio problema existencial. El caudal infinito de
posibilidades ya concretadas que tienes actualmente a un click de distancia,
bien encausado, ayudaría a ampliarte el panorama y decidir más rápidamente qué
es lo que quieres hacer. Por otro lado, exponerte a su impacto sin haber hecho previo
examen de conciencia te conduciría a la anomia total, nada más dejarte aplastar
por el peso de la frase “ya todo está hecho” -tautología tramposa, pues al
interior de la música pop independiente la Realidad viene demostrando que no
siempre es una verdad absoluta.
No son pocos los debutantes
que hogaño prefieren elegir una estética antes que un género específico. Ello
les habilita para asociar dos o más de estos últimos, siempre que sean
distintos pero no opuestos, ya que más difícil se hace integrarles cuanto mayor
es el número de cosas que les disocian. Pero, así y todo, este complicado escenario
descrito cuenta con algunos ejemplos a considerar en positivo. Uno de ellos es
el que proporciona Adelaida, acto de Valparaíso.
Hace más de diez
años, en el 2006, nacía Lisérgico en la misma ciudad portuaria. Era un trío
cuyo código genético preservaba las lecciones impartidas por el rock alternativo
de los 90s, sus ochenteros antecesores (Sonic Youth, Big Black, Pixies), el grunge
de Seattle y su fuente primaria de combustión (el hard rock de los 70s). Lisérgico
estaba compuesto por Claudio Manríquez (a) Jurel Sónico en voz y guitarra,
Michael Sepúlveda en la batuca y Víctor Aguilera en el bajo. Entiendo que el
proyecto se encuentra disuelto de facto: además de firmar tres EPs, la experiencia
le sirvió a Claudio para refinar estrategias con miras a una nueva identidad que
ya venía elucubrando desde el 2010; y que eventualmente se hermanaría con el
Ruido en todas sus formas rockeras.
La primera alineación
de Adelaida, cuyo nombre se deriva de un alter ego del guitarrista, la conformaron
el baterista Gabriel Holzapfel, la bajista Gabriela Vásquez (a) Golondrina y el
propio Manríquez. Fueron ellos quienes registraron tanto el Narval EP (2012) como el debut en largo Monolito (2014). En estos primeros
episodios ya se percibe una inclinación, si bien en vías aún de cuajar, a explorar
las posibilidades expresivas que suministra cada género identificado con la Distorsión.
Uno de éstos es el shoegazing. Otro es el indie rock más aventajado. Un tercero,
previsiblemente, es el grunge. El revoltijo se hará más notorio sobre todo en
el siguiente paso.
Entre el 2014 y el
2016, el line up sufre unos cuantos cambios. El más saltante se refiere a la transformación,
por un tiempo, de Adelaida en cuarteto; con el ingreso de Nicolás Gajardo,
guitarrista miembro de Platillo Volador y de Fatiga De Material. Otro cambio
igual de importante es el reemplazo de Golondrina por Natalia Adelina Díaz -aquí
empieza a quedar claro que el bajo es el Grial perseguido por la banda
precisamente hasta el 2016. Antes de que Gajardo entre en la dinámica grupal, Manríquez-Holsapfel-Díaz
lanza su segundo largo, Madre Culebra.
Es ésta una obra manifiestamente más ruidosa y contradictoria que la anterior.
Grabada y mezclada por el mítico Jack Endino, comprometido además con las células
chilenas The Slow Voyage y The Ganjas, para la placa Adelaida hizo un auténtico
esfuerzo por ponerse en los zapatos de todos a quienes declarase como
principales influencias. A la vez. Ello le podría ocasionar a más de un conocedor
de los avatares de la música pop un cortocircuito mental. ¿Cómo conciliar géneros
a los que lo único que les confedera es una impetuosa fascinación por el Ruido?
La pregunta tiene
sustento, en principio. Mientras que el pathos del grunge grita “estoy jodido y
me-llega-pero-también-me-bajonea estarlo”, el del shoegazing dice “adoro estar
jodido”. Separándose de ambos, el del indie se pregunta y se responde “¿estoy
jodido? whatever”. ¿Por medio de qué sortilegio, entonces, podrían combinarse
estos tres ingredientes en uno solo metatextual? Madre Culebra, sin embargo, lo consigue. Los riffs son duros, su
presión interna es tan alta que pareciera que se van a cuartear al menor
descuido. La pedalera acompaña estas acometidas, pero sin enyuntarse a ellas, y
tiende a evocar los remezones de noise con que nos aporreaba el baggy (la
apertura “Colgar Del Suelo” es un guiño no muy disimulado a “Only Shallow”, el
track que abre el gigantesco Loveless
de My Bloody Valentine). La desgarbada actitud, factor muchas veces
subvalorado, inunda de improntas indie tanto la composición como el diseño
interno y externo del esférico. Recién después de escucharle varias veces,
todas las preguntas sobre lo incongruente que puede lucir Madre Culebra se disipan, y ya sólo te queda el límpido placer de
su disfrute.
En el 2016 vuelve a
quedar vacante el puesto de bajista. No por mucho, ya que la plaza la cubre
Naty Lane. Además de jugar por la camiseta de Hammuravi, dúo claramente dream
pop donde el otro 50% es justamente Jurel Sónico (la primera referencia es el
extended Espesura, 2015), Lane viste
las sedas de Platillo Volador y graba el magnífico estreno En El Cielo A Las 20:00 (2016). Lamentablemente, cruces de horarios
mil con otros proyectos -también suma en Fatiga De Material- la constriñen a dejar
PV nada más recibir el disco la luz verde. Más que en su chamba al lado de
Jurel Sónico, es con En El Cielo...
que el tremendo talento de la valpeña queda en evidencia: no creo estar muy
equivocado cuando afirmo que Naty Lane es una de las mejores bajistas de esta
parte del continente. Su potente tempo surca profundamente el marco armónico
del que dota a los temas del CD. Con trastes o sin ellos, la chica tiene dedos
de lagartija a la hora de zangolotear en toda la extensión del mástil. Su
técnica acaso no sea virtuosa, pero las líneas que dibuja con las cuatro
cuerdas las traza con una precisión que oscila entre la ferocidad y el
desenfado -la única manera en que puedo ponerlo por escrito.
Que yo sepa, Naty no
coincidió en Adelaida con Nicolás Gajardo. El guitarrista llegó a colaborar en
la grabación del nuevo volumen, si bien únicamente como músico invitado
(“Despedida En La Nieve”, outtake de Monolito).
Aparecido en enero del 2017, y precedido del single virtual “1999”, Paraíso es hasta ahora el plástico más
largo de la terna. Su nivel decibélico es menor que el ostentado por Madre Culebra, sí, pero ello no resiente
la excéntrica mezcolanza de la que vengo hablando hace rato. Ésta logra
alcanzar un punto encomiable de madurez: hay más espacio para las voces
desnudas, y aquí es pertinente mencionar otra vez a Lane -siguiendo el sino de
sus predecesoras, ella también se encarga de los coros y la segunda voz, donde igualmente
deja su marca indeleble. La densidad que por momentos podía opacar ciertos
temas ha disminuido lo suficiente para contrapesar con varios pasajes de inédita
agilidad el hecho de que éste sea su trabajo más extenso. Pero esa densidad no
desaparece, y el trinomio la capitaliza en emotivos cambios de ritmo, algunos
de los cuales ornan los fragmentos más frenéticos que hasta hoy han salido de la
pluma de Jurel.
Gracias a Paraíso, que ha sabido sacar ventaja de
los réditos artísticos y mediáticos de Madre
Culebra, Adelaida se ha granjeado una presencia importante en los circuitos
independientes internacionales; abriendo para nombres como Suárez y Los
Planetas, entre otros. El feliz corolario ha sido la obtención del Premio
Pulsar de este año en la categoría “Mejor Artista Rock”.
Se anunciaba para la
segunda mitad de este 2018 la realización del cuarto disco del terceto. A pocos
días de concluir el calendario, encuentro difícil que esto suceda, pero después
de todo no ha sido un mal año para Adelaida. En febrero pasado se colgó el
nuevo sencillo virtual, “Fantasma”, crisol intachable de todas las variables
que los ‘triates’ de la acogedora ciudad portuaria han acumulado en sus menos
de diez años de biografía (grabado y mezclado -y ahora también producido- otra
vez por Endino). Asimismo, unos meses atrás el combo estuvo de gira nada menos
que en el Extremo Oriente, y ha regresado hace muy poco de cumplir
presentaciones en Canadá. Es cuestión de tiempo para que el nuevo álbum se
edite: Adelaida se ha caracterizado por ser un grupo muy prolífico, para el que
grabar es un ejercicio continuo. En ello, en sus letras enajenadas, en su
lustrosa percusión y en sus ambientaciones surreales radican las esperanzas de un
futuro todavía más prometedor.
Hákim de Merv
No hay comentarios.:
Publicar un comentario