#AguanteChile
Antes de que la
escritura viniese a partir el pasado de la Humanidad en prehistoria e historia,
hubo un tiempo en que memorias y relatos de tribus y clanes se transmitían gracias
a la palabra hablada. Originalmente, de manera sencilla y elemental; luego,
fabulando la narración hasta estilizarla y producir el lenguaje necesario para el
advenimiento de mitos y leyendas. Si en el primer caso un cazador de aquellas
edades contaba al resto de la horda que siguiendo el rastro de una presa
tropezó con una piedra, accidente que le hizo notar hacia dónde se dirigían las
huellas del animal, las briznas que mordisqueó en esa dirección y su rápida inserción
en una manada; en el segundo estetizaba la caída afirmando que se detuvo a
conversar con la piedra, que ésta le contó haber visto a la presa pasar por
allí, observado hacia dónde iba y escuchado el alborozo que armaron sus
compañeros de especie cuando se les unió -amén de señalarle el rumbo de sus
huellas. Unos peldaños más y el cuento aparece en la tradición oral del Hombre.
El sonido de
Kuervos Del Sur consiente la simplista descripción de hard rock vitaminizado, pero
también animista. No confundir con perfiles similares como el chamánico, el
ritualista o el neo-pagano. Es el animismo la concepción religiosa asida a las once
canciones de Canto A Lo Brujo (2019),
el motor espiritual que permite el ingreso en sus líricas del imaginario que
las etnias oriundas de Chile han filtrado a través de los siglos en el ámbito
rural del país, mediante cosmogonías y quimeras con que adornaron su sabiduría
ancestral. Las letras en conjunto tienen la imperiosa pulsión del relator de
cuentos, del cronista, del juglar -papeles que su cantante, Jaime Sepúlveda,
interpreta en nivel superlativo. El lenguaje utilizado, mucho de gesta y de
épica.
Sexteto natural de
Curicó -región del Maule, zona central de Chile-, Kuervos Del Sur está
integrado por Pedro Durán (guitarra), Jorge Ortiz (charango y quenas), Alekos
Vuskovic (piano y teclados), Jaime Sepúlveda (voz), César Brevis (bajo) y
Gabriel Fierro (batería). La bandada ya lleva transitando arremolinada doce
años. Desde que debutase con Porvenir
(2009), ha (man)tenido un núcleo duro de al menos cuatro músicos,
incorporándose de manera definitiva tanto Fierro como Vuskovic a partir de su
penúltimo disco, el celebrado El Vuelo Del Pillán (2016). Es gracias a ese episodio que les conozco.
Canto A Lo Brujo desarrolla más amplia y generosamente aquello
que los sureños mostraran en el capítulo anterior. Aunque he dicho que su
estilo puede condensarse en la frase “hard rock vitaminizado”, esta estrecha definición
no debe tomarse ad pedem literae. El credo sónico del grupo es el de un rock
pesado que tan pronto reivindica la herencia folkie de Congreso o Los Jaivas
como el grunge de Mad Season o Soundgarden, la psicodelia del mejor Hendrix y
del Santana más presentable como la nueva canción latinoamericana de Violeta
Parra o Inti-Illimani, el prog de Rush o Pink Floyd como la áspera reciedumbre
de Led Zeppelin o Deep Purple, e incluso el pilerazo stoner de Queens Of The
Stone Age. Ello, sin decantarse por alguna de estas referencias en específico
-cf. “El Trueno Y El Relámpago”, número jaloneado por rítmicas de diversa
índole.
Las composiciones
de CALB dan la impresión de
metamorfosearse constantemente, de un inexpugnable M4 Sherman a un ágil/flexible
Grand Cherokee y viceversa, conservando virtudes/fortalezas de uno y otro
modelo. El tema que mejor ejemplifica esta incesante transformación es “El
Sueño De La Machi”, mismo que además ilustra ipso facto de qué va el rollo
abrazado por la banda -se trata de un duelo entre la machi (matrona curandera
de la Araucanía) y la fantástica criatura Tue-Tue (siniestro protagonista de la
apertura “El Brujo”).
Un redoble de
batucada por aquí (“Siglos”), una guitarra en modalidad cueca por allá (“Rin De
Las Corazonadas”), una percusión disruptiva que potencia la electricidad por
acullá (“Ramal”)... Brochazos con que el combo suaviza las salientes del
expreso hard-metal-prog al que ha subido este Canto A Lo Brujo de métrica salmodiante, forestas tórridas, vibraciones
etéreas, cielos clementes, acuciante fuerza vital, neblina mágica -y que huele
a mitología araucana por todos lados: en la portada, ha dibujádose a Caicai y
Trentren, las serpientes emblemáticas del folklore perteneciente a la milenaria
etnia mapuche.
Hákim de Merv
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