(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de junio del 2021.)
#AguanteChile.
Parecía complicado que Iván Aguayo lograse su propósito de sacar dos títulos largos el año pasado, no sólo por la brevedad del tiempo restante -la segunda edición de su exquisito Memorias De Los Pájaros Niños apareció el 31 de agosto, lo que le dejaba margen de sólo cuatro meses-, sino además por las circunstancias que modificasen nuestras vidas diarias tras el advenimiento del COVID-19. No es de extrañar, por ello, que el anunciado Botánica Del Olvido recién obtuviese fecha de salida para el 20 de este mes.
La espera ha valido la pena, sin embargo. Precedido de un EP (Expo 21’) y tres singles -uno de los cuales, “Montaña Sin Nombre”, ha sido reelaborado/rebautizado/empacado en el nuevo título-, Botánica... equipara las cotas de Memorias... gracias a un alucinante puñado de instrumentales de enorme calidad. El imaginario sonoro invocado es, en esencia, el mismo que recorriese su predecesor; mientras que en lo tocante al pathos la coincidencia es menor. Esto se debe a que Aguayo se sumerge casi literalmente en la misma fijación por el agua que los cultos hídricos de la Antigüedad, surgidos en multitud de sociedades alrededor del mundo.
Desde la lenitiva apertura de “Amapolas” hasta el epílogo de “Miles De Rostros Abandonados”, Bahía Mansa se mece al abrigo de un galvanizado ambient de ensoñación electrónica. Ensoñación nada más, ya que durante 59 minutazos no falta la instrumentación “orgánica”: la guitarra que el propio Iván pulsa varias veces, el violín que le da un vibrante cariz indeleble a “Hombre Bajo La Bruma”, la femenina voz que divaga acompañando a ese violín... El arsenal de recursos estéticos no para de prodigarse en reverberaciones oceánicas, elongados bajorrelieves de sintetizador colmados por una cromática venturosa (“Hombre Bajo...”), eufonías apenas sugeridas (“El Camino Del Agua”), humores termales (“Los Nenúfares De Monet”). El símil del espiral ascendente no necesariamente aplica para el disco en conjunto, pero de lo que no me cabe la menor duda es del momento culminante de éste -su epónimo track, jubilosamente terapéutico. En “Botánica Del Olvido”, ciertamente, la Realidad queda traslapada ante la fluida inmaterialidad líquida de su lapislázuli contorno. Botánica... pudo quedar allí y nos hubieran faltado palos para el puente.
Los capítulos finales son “A La Montaña Sin Nombre” y “Miles De Rostros Abandonados”. El primero es una suerte de coda para esa sacra peregrinación hidrofónica que he descrito antes. El segundo cambia de registro, desentendiéndose de la dicha para abrazar la nostalgia, sensación acrecentada por los sampleos varios de voces infantiles. El detalle me hizo recordar la carátula del Music Has The Right To Children (1998), de Boards Of Canada, que retrata a unos/as niños/as sin que podamos ver claramente sus facciones: sé que los sampleos provienen de niños/as, pero no entiendo claramente lo que dicen...
Celebra Moreno el décimo aniversario de Ihä reeditando no su primera referencia, sino el proustiano En Busca Del Tiempo Perdido (2017), colgado ahora para descarga gratuita. Esa elección parece indicar que el músico le considera la más acabada expresión artística de su monosilábico alias. Concuerdo, sin menoscabo de lo que todavía me falta por escuchar (y que eventualmente podría modificar ese juicio). La versión original de En Busca... es casi lo último que oí del capitalino antes de perderle la pista: luego vino Esperanza (también 2017), y de allí en más moví el timón hacia otras coordenadas.
Asumiendo que lo de Ihä estuvo definido desde un principio, definición que aprovecha cada resquicio de la inasible vaguedad en la que se inscriben los códigos abiertos del post rock, del drone y de la baja fidelidad; el plástico relanzado puede tomarse como representativo del polimorfo estilo que acomete el proyecto. En buena cuenta, es como si Moreno prefiriese componer bajo el enorme palio que le proporciona el cielo nocturno de Chile, límpido o nublado. El proceso creativo, a medias influenciado por el post y por la improvisación altamente intuitiva, tiende a alumbrar piezas lánguidas, un tanto solemnes (“El Nacimiento De Un Alma Que Amenaza Con Caer”). Esas características se han hallado siempre presentes en la música de Ihä (Liek Hiin Stäk Sin Tÿ, Vivo), sin tornarle reacia a tonalidades sonoras entre cálidas y tórridas, como ocurre con “Un Bosque En El Interior” (único track aditado a la nueva versión de la placa) o “Catarsis”. Acaso sus atmósferas pueden, pues, tolerar la etiqueta de autistas, pero no de áridas. Ihä tiene tanto de laboratorismo (“En Busca Del Tiempo Perdido”, ambient premeditadamente entregado al Caos) como de miocardio distribuido por toda la epidermis (“Sólo Paz”). Al final siempre acaba imponiéndose éste: tal cual en la edición 2017, clausura la rodaja “Sin Economía”, trece balsámicos minutos de pacífica ensenada sónica, con múltiples guitarras en modalidad round trip unas sobre otras. Precioso.
Cabe resaltar, dato no exento de interés para quien decida embarcarse en el descubrimiento del planeta Ihä, que los surcos que integran En Busca Del Tiempo Perdido se compusieron entre el 2011 y el 2017. Algunos de ellos fueron publicados como parte de otras obras. Esto no desdibuja, obviamente, el carácter conceptual conferido al volumen. Por lo demás, Ihä va alimentando un envidiable expediente de colaboraciones con algunos de sus pares más autárquicos en la escena sureña. Están allí los splits con El Diablo Es Un Magnífico, Asunción (proyecto de Cristian Sánchez, tecladista de EDEUM) y Orquesta Pandroginia. Nunca ahíto de novedades, hacia allá apunta ahora mi bauprés.
Hákim de Merv
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