(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de octubre del 2021.)
Inaudito y sobre todo excéntrico el itinerario al que Dante Izaguirre Córdova se ha ceñido para la nueva rodaja lumínica de su acto Xtredan, prácticamente cuatro años después del larguíííísimo Conspiración. Este último sobrepasaba incluso la barrera de la hora y media, lo que hubiese dificultado su producción en cassette, si bien habría sido tremendo detallazo una edición limitada inaugurando la aún inexistente línea de tapes de Chip Musik Records. Sol Om On, por el contrario, no llega a superar los 45 minutos. Su excentricidad, pues, es conceptual antes que formal.
A simple vista, resalta una demarcación tácita y tripartita a través de los nueve canales agrupados en esta entrega. Esa demarcación no conlleva escisión alguna de la personalidad del músico según qué segmentos. Al contrario, ésta es única e indivisible: Xtredan se ha convertido en el esteta que aprovecha los remanentes de la Ciudad Satélite a la que cantaran El Aviador Dro y sus Obreros Especializados en Cromosomas Salvajes (1985), se ha transformado en el reciclador omnipresente de la megalópolis angelina de Blade Runner 2049 (2017). El excedente energético que chorrean las venas de la urbe, la maquinaria automatizada generadora de nuevos ruidos, la randomización de éstos que les convierte en mantras tiznados de drone; son la carne y la sangre que usa Izaguirre al modelar interiores y arquitectura visible de Sol Om On.
Éste abre con el delta que limitan “Marvas”, “Luz Genética” e “Interferencias”. Tres canales, un solo tour de force -en que abundan los flujos discontinuos de noise, los beats veleidosos y disparejos, el ruido textural desestructurado en grados subatómicos... La premisa es el Caos, y a ella se apegan los slaps descoyuntados, la sobrecarga voltaica, los crujientes cracks perniciosos. El siguiente triángulo también es un tour de force, sólo que abortado: aunque “Sol Om On”, “ADN Post Sapiens” y “Conjuro” deberían poder empatar entre sí en fila horizontal, no consiguen hacerlo. El final de uno está a nivel más alto/bajo/filtrado/limpio que el inicio del siguiente, y así. En tal “intermezzo”, desaparece la dañina sobresaturación del primer tercio. Taladros y destornilladores pneumáticos se proveen de un chip que les proporciona inteligencia artificial, lo que les permite convivir con esos arpegios drónicos de ciencia-ficción que parasitan en las profundidades IDM (“Sol Om On” discurre sobre secuencias de relajado intelligent techno a lo Plaid), desembarazarse de éstos para virar hacia el sonido Warp/Rephlex (“Conjuro”), o consentir en que las melopeas drone se muestren en todo su tosco esplendor (“ADN Post Sapiens”).
El último tríptico, de componentes claramente diferenciados, responde a posibles permutaciones de lo exhibido por los dos primeros. En la tensa calma de “Goetia”, la adicción a la drone music se contiene y el reciclaje apenas se insinúa, mientras pululan los reptantes autechrismos del EP7 (que de EP no tenía nada, pues se quedaba cerca de llegar a la hora y cuarto). El IDM de “Contacto 77”, por su parte, funge de áspera reconversión del Aphex Twin degustado en el doble Drukqs (2001). El colofón es asumido por “Baal”, tonada de luminoso despegue que después se hunde en las fauces de la codificación iterativa.
Propone Dante una explicación un tanto mística de la denominación usada y del concepto sublimado en Sol Om On. No la recuso. ¿Se habrá dado cuenta, empero, de que por azar la unión de esas tres sílabas también se corresponde con el nombre que en inglés recibe el no-muy-santo-que-digamos segundo rey de Israel?
García consigue dar en Vacuum Phases con el sonido que, alimentándose por igual del indie y de la electrónica, pone continentes de por medio respecto de la llamada indietrónica. Ciertamente, aquello que la retórica de Zetangas tiene de indie luce en VP una iridiscencia enfocada hacia colores muy vivos y cálidos, matizada por efectos lo fi que le nimban de un brillo tornasolado. En la otra esquina, aquello que de electrónica tiene su música se aliviana librándose de muchos elementos identitarios, de modo tal que casi ni se le percibe -y, cuando esto ocurre, rara vez supera los discretos (pero imprescindibles) segundos planos a que se le ha confinado.
Como sucedía en 22/09/1953, diecisiete rounds en tiempo inferior a cincuenta minutos evidencian la brevedad en que incurre mucho del nuevo repertorio. Concisión idónea para viñetas cuyas pinceladas normalmente las asesta una guitarra vaporosa antes que vaporizada, pulsada durante cualquier ocaso estival y filtrada hasta convertirse en polaroid de narcótico influjo. Así advierto piezas del tipo de “Espontaneidad Vegetal”, “Nunca Vuelve A La Nada”, “The Yellow Monster”, la submarina “Mono Sobre El Hombro/Hombre” o “Monogram” -ejemplo cabal esta última de cómo ensamblar un instrumental en austero mood The Sea And Cake sin perder categoría ni esencia.
Bien visto, Vacuum Phases podría describirse como un Sunkissed (2002) en tono menor, de rigurosa economía de medios pero igual de precioso que el original de los alemanes Guitar: la digitación de la eléctrica que surca el sistema límbico en “La Nostra Nada”, su prístino desenvolvimiento cuasi acústico en la trilogía de cierre formada por “Sol De Otra Galaxia”, “501 Megaciclos” y “Solitarium”... Acaso en esta zona del globo lo sintamos más próximo debido a la sobriedad y el saborcillo groso -infaltable en Zetangas- que ha impregnado el proceso de mezcla.
Me olvidaba de los pasajes en que la electrónica hállase acentuada. En algunos de éstos, como “Río Negro”, no tan manifiestamente. En otros, como “Singularidad Artificial” o el sorprendente “Casa Tranquila” (que se transforma tras 90 segundos en un tex-mex de frecuencias abarrotadas), visiblemente. Los lunares en el contexto de un álbum que de todas maneras lleva integrado al ADN material genético en clave binaria de primer orden. ¿Electrindie, entonces?
De los nuevos proyectos de los últimos años cuyas puestas de largo se han hecho esperar, el que más expectativas ha provocado en el seno de nuestras autárquicas escenas independientes ha sido Mongo No Stars. Otros combos ya han adelantado EPs y aún mini-álbums muy buenos, mas de este elusivo unipersonal han descollado el ingenio y la calidad de los cuatro cortes cedidos desde el 2017, todos a través de lanzamientos cosecha Chip Musik. De ellos, sólo uno ha sido recuperado en el debut -“Early Morning Rain & The Wolf” (dispensado previamente en la primera entrega de la saga Transmisores, 2020)-.
Un debut que entra a la cancha y sale de ella parapetado tras barricadas más propias de parajes como los de esos márgenes cyberpunk en que se mueven Mad Max y Ghost In The Shell (el anime, aclaro). Para mayores señas, “Pequeña Pista 01” y “Fucking Massacre” retumban al filo del industrial más huidizo y cortante, entre S.P.K. y Coil -o mejor, un maridaje draconiano de Leæther Strip y Nine Inch Nails. Decisión harto inusual, porque si bien antes Mongo No Stars había hecho más que flirtear con el EBM, todavía separan unos cuantos peldaños al discurso facturado por Front 242 y A Split Second del industrial a lo Skinny Puppy o Foetus.
Dicho esto, encuentro imperioso precisar que entre la segunda pista y la duodécima transpira, salta, corre, trepa y vuela el MNS que conozco. Ése que germina del encontronazo entre guitarras rockeras y el esponjoso imaginario lisérgico del ambient house, entre orgiásticas drum machines y la tenaz severidad de programaciones proto-EBM, entre el militante pasotismo zippie y los veloces tempos del acid techno. Habilidad ponderable para trasmutar riffs a través del sampleo, para anabolizar los bajos, para infectar de dub los recovecos convertidos en refugios del IDM.
Fermentado en las composteras post-rave, el groove de Neofhyte Miscellanea tiene de indesmayable lo que asimismo de extenso. Puede ser relajante como un porro (“Hallucination REM”, “My Beloved Cat My Hand And It Hurts Like Hell”), deliciosamente estelar (“Brain The Size Of A Planet”, “ItemD 01”, “Bs Magic”), o festivo y pilerazo al más puro estilo 808 State (“Krack It”, “Sueño De Opio”, la genialmente bautizada “Esta Pista No Tiene Título”). Poco más se puede decir de un disco que se presta para el disfrute antes que para la racionalización. Poco más que esto: suene o no raro ponerlo por escrito, parece que ya se perfila un claro ganador de cara a los recuentos de diciembre.
Hákim de Merv
No hay comentarios.:
Publicar un comentario