(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 27 de julio del 2022.)
Ya a medio enrielar el tercer decenio del siglo
XXI, en términos generales el panorama pop contemporáneo comienza a
distanciarse del que asomase cuando el milenio dobló la esquina. Se habla ahora
de cambios de paradigmas, en lugar de crítica caducidad de éstos, y de nuevas
dinámicas renovadoras de los circuitos independientes, en lugar de fragmentos supervivientes
al holocausto de las vanguardias de fin de siècle. Se aprecia actualmente más
el vaso medio lleno que el vaso medio vacío, en buen cristiano: decenas de
miles de labels (las proféticas “pequeñas unidades independientes” de Robert
Fripp potenciadas ad infinitum en la era digital), alcance planetario,
revaloración y florecimiento del crossover, paridad entre los grupos de casi
cualquier parte del globo y los de la órbita anglosajona, etc.
Pensaba en todo ello a propósito del tremebundo
año que está teniendo
Bahía Mansa, de los actos solistas más interesantes que aparecieran
en Chile durante la década anterior. Nada más arrancar el almanaque, salió en
cinta el extraordinario
Boyas + Monolitos a través del colectivo portovarino
Irán Wym. Considerando las cotas que alcanzase el mentado tape, no deja de
sorprender que sea éste no ya el penúltimo, sino el antepenúltimo trabajo
publicado por Iván Aguayo en lo que va del 2022. En efecto, el postrer día de
febrero vio el lanzamiento de
Ausencia O La Virtud De Los Árboles,
mientras que su sucesor
Grietas adornó las calendas de mayo último.
Ausencia...
fue cedido al catálogo de
Fallow Recordings, sello del británico Ishmael
Cormack orientado a las músicas amparadas en procesamientos binarios de diversa
índole.
Grietas, en tanto, vistió las sedas de la canadiense
Florina Cassettes; especializada en eufonías ambientales que hagan germinar un
correlato visual en la conciencia de quienes les escuchan.
Distintas son, ergo, las coyunturas bajo las
que uno y otro título se han amoldado y revelado. Las músicas aquí dispuestas
por Bahía Mansa toleran, sin embargo, términos similares bien se hable de ésa o
de ésta -frase asertiva que sostengo al haber llegado a una conclusión no sé si
compartida por el autor: a saber, que Aguayo atinó a inmortalizar en B + M
la expresión más acabada -perfecta en su neblinosa ensoñación- del intachable arte
sonoro que cultiva. En lo sucesivo, salvo que se plantee algún brusco golpe de
timón, tiene el músico la (difícil) tarea de alambicar/refinar aún más su
estética.
Eso es lo que precisamente percibo tanto en los
minutos clarificados de Grietas como en la depurada faena de Ausencia
O La Virtud De Los Árboles. Incorporando cuidadosamente la turbia textura
hiss característica del k-set (“Nacimiento De Una Forma”, “Canto De Las Ramas
Muertas”), único recordatorio del agradable lo fi que tiñese jornadas
anteriores, el individualista puebla ambos repertorios de composiciones que ya pueden
volatilizarse e impregnar/purificar nuestros climas mentales con la fragancia
de su naturaleza extinta -“Pincelada De Rocío Sobre Un Lirio”, “El Ruido Del
Color”, “En Tu Ventana”-; como abrazar el colorismo y metamorfosearse en
plácidas olas que van a morir pacíficamente hacia vírgenes litorales
paradisíacos.
“Dedos Secos Sobre Lienzo”, “Ojos De Invierno”,
“Maya Maya”, “Primavera Canela”... Ejemplos varios de las impalpables visiones que
coronan el párrafo anterior, sí, pero también de la fidelidad hacia esa poética
del Agua que constituye la columna vertebral del imaginario alrededor del cual gira
a cámara lenta Bahía Mansa. Si el post rock que irrumpiese a inicios de los 90s
es merecedor, lo mismo que el ambient coetáneo a éste, de imágenes poderosas como
“esculturas sónicas” o “paisajes lunares” para su cabal descripción; el output
de este esteta sureño no lo es menos. Sonidos que son a la vez arrullo, cobijo,
mimo, seno; condensados en panorámicas de una dulce nostalgia, de una
resplandeciente felicidad interior, recorriendo sin desmayo el espectro
completo de gradaciones cálidas que el ojo humano puede filtrar.
Si Aguayo realizase películas en vez de
discos, apuesto a que éstas siempre serían lluviosas en lugar de nítidas.
Hákim de Merv
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