jueves, 10 de marzo de 2022

Bahía Mansa: Boyas + Monolitos // La Oficina Del Sueño: Epifanía

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de marzo del 2022.)

Cuando Systemisch de Oval llegó a las tiendas en 1994, era posible vislumbrar que muchas de sus innovaciones ornamentales ocasionarían igual número de vietnams en el seno de la electrónica contemporánea. Uno de ellos, el redimensionamiento del Silencio, trascendió las lindes digitales y completó el trasvase hacia formatos más pop -con resultados no siempre plausibles. “Quiet is the new loud”, de hecho, es la consigna hecha CD por Kings Of Convenience que resume cómo algunos/as artistas descaminaron el mensaje de Markus Popp.

Más complicado fue aventurar un retorno a la pureza de esa acepción que del Silencio esgrimiera originalmente Oval en su imprescindible tercer round. Tardó mucho en suceder, pero este regreso se vino gestando paulatinamente tras promediar los 10s y desde distintas coordenadas geográficas. Detalle no menor, este último: ahora que la cancha está pareja, creadores/as provenientes de la zona latinoamericana también han sumado esfuerzos en la consecución de ese propósito, coadyuvándolo hasta convertirle en una tangible realidad.

Ya venía desenvolviéndose el Silencio como factor decisivo y asimismo invisible en la dialéctica de Bahía Mansa, desde el relanzamiento (2020) del tremendo Memorias De Los Pájaros Niños. Si de modo consciente o por designio del Azar, para Boyas + Monolitos el individualista Iván Aguayo percute el asfalto armónico que suele maniobrar, en formas con las cuales capitalizar los espacios de suspensión sonora sin permearlos de palpable protagonismo. Y aquí se hace imperativo recalcar, en caso haya todavía quien no lo capte, que el dominio y rango del Silencio va mucho más allá de la ausencia total de sonido. Aquello que alguna vez sólo el mutismo absoluto podía simbolizar, con posterioridad a las vanguardias vigesémicas también es representable a través de determinados “ruidos”.

No es, pues, un silencio omnímodo al que aludo en estas líneas -sino a uno relativo, compatible con frecuencias de baja/nula intensidad, funcional a todas las genealogías de herencia ambient. B + M corre las persianas plasmando sonoridades apenas insinuadas: los brochazos austeros de “Microalgas” o las disonancias filtradas/mitigadas/atenuadas de “Ascensión De Una Burbuja” juegan en pared con vestigios de silencios que ya no están allí, con fantasmales reacciones más objetivas que las causas que les propiciaran.

Mientras más cercana destaca en el horizonte la postrer “Ardora”, menos perceptible es el flirteo entre Bahía Mansa y las antedichas ausencias, aunque no menos importante. Tal cual sucediese en 0.05 MG (2004) de Ionaxs, disco de cabecera para el IDM peruano, el aliado secreto de Aguayo enaltece ese orgánico post-clasicismo de tímbrica cristalina que se arrogan las vastas viñetas del plástico -elucubrados instrumentales que son todo atmósferas y/o texturas (Mujer Océano”, Mar Índigo”), alucinadas melodías angelicales que musitan la promesa de un post rock desdoblándose en ininterrumpidas cascadas de sólidas secuencias hasta el fin de los tiempos (“Tus Manos, El Cielo”, “Nómadas”), bocetadas suites cuya irreal belleza proviene de más allá del muro de los sueños (“El”). El laxo vitalismo de Stars Of The Lid provee del símil idóneo para la retórica predominante en Boyas + Monolitos, cuyo imaginario también se ve atizado por un duelo entre hidrostática e hidráulica. Alternativamente una y otra, la motricidad de la música de BM aún es gobernada por la naturaleza fluida y continua del agua, como en las jornadas de Botánica Del Olvido (2021).

Mucho tiempo ha transcurrido desde que tuviese noticias de La Oficina Del Sueño, lo mismo que de Nubosidad Parcial o de Tripulante De Soma. Estas menciones se justifican por tratarse de proyectos santiaguinos que compartieron algunos vasos comunicantes -y que, pese a distanciarse unos de otros conforme fueron desarrollando sus propios recorridos, conservan todavía algo en común. O mejor, a alguien en común: Francisco Lillo Ortega. Voz y ocasional tecladista en los tres frentes, su presencia ha propiciado más de una tocada conjunta, más de una coincidencia estética.

Curiosamente, que La Oficina Del Sueño sea la alineación más antigua no implica que sea la más activa. Tampoco, que sea el grupo madre del que salen los otros. Aunque cuenta con dos miembros “soñolientos”, lo de Nubosidad Parcial es el maridaje de stoner, indie, space, psicodelia y moderadas irrupciones jazzeras. Tripulante De Soma, por su parte, acomete una relectura psicotrópica del grunge noventero; sin privarse de eventuales accesos metálicos que hoy conserven el suficiente filo. Y mientras NP y TDS concretaron sus respectivos segundos pasos gracias a Latitudes (2019) y a Mandala (2018), de LODS no se supo nada tras el debut oficial Polvo Estelar (diciembre del ‘13) -nunca me quedó claro si el mini-álbum Alienígenas Ancestrales (julio del ‘13) era una recopilación de material sin título correspondiente a la prehistoria del conjunto, o si sólo se trataba de una apócrifa digresión lúdica.

Se han extinguido, entonces, casi nueve años desde el estreno del combo que hoy forman Leonardo Remis (teclados), Jorge León (batería), Jimy Robletch (bajo), Claudio Hirmas (guitarra) y Lillo Ortega (vocales). Un considerable intervalo de tiempo que el 7 de febrero cerró Epifanía en más de un sentido. Si antaño uno de los rasgos que me fascinaban de La Oficina Del Sueño era esa irisación floydiana con que sus cuerdas enfilaban hacia el post rock, el math rock y el indie; antes de saltar al vacío, hoy esos visos se han sublimado hasta difuminarse. Igualmente, el post rock ha cedido su rol estelar. Basta audicionar “Alturas” y “Álamo” para concluir que el quinteto deambula -sofisticadamente, eso sí- entre el indie de sobriedad espartana y el post a lo Esben And The Witch o April Rain. Su dinámica colectiva, otrosí, ahora se tiñe de un distendido swing que corona la soltura/flexibilidad en la ejecución. Temas como “El Loco”, “Trasplante De Cerebro”, “Médula” o “Ceniza” me sugieren una versión frugal, casi festiva del registro que gente como Jim O’Rourke o David Grubbs inmortalizó en jornadas de la talla de Crookt, Crackt, Or Fly (1994) o The Serpentine Similar (1993).

De otro lado, la agrupación capitalina toma cuidadoso apunte de la aputamadrada tradición chilena de glo-ri-o-so indie finisecular que llegó en buena forma hasta mediados de los 00s -y que ha servido de ejemplo para otras escenas de la región: diAblo, Tobías Alcayota, Niño Símbolo, Mostro, Congelador... Ese legado es revisitado en composiciones del talante de “Espíritus Estériles”, “Collage” o el track epónimo; con una intensidad que apenas logra contener el temperamento contemplativo de la obra -es como si se le congelara antes de implosionar. Las dos caras de un esférico que deja a LODS en un limbo estilístico, sí, pero que también le aúpa como artífice de polendas -la banda se da maña para ejercitarse un poco en la percusión polirrítmica, sobre todo en la tremenda “Rueda”, donde pisa el acelerador para dar lugar a su canción más veloz.

Egregio reentré.

Hákim de Merv

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