miércoles, 26 de febrero de 2025

Rolo Gallardo & Tribilín Sound: Zambo Urbano // El Jefazo: Colisión Brutal // Fiorella16: Mas(a)Océano // Haiti Bon Aire: 9 Amenidades (अनमास्टर्ड) //Miguel Uza: 20|22

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de febrero de 2025.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (IV)

Colgado en plataformas un mes antes de que finalice el ‘24, dudé prácticamente hasta el último segundo en escuchar o no Zambo Urbano, ¿compilación? que reúne nuevamente a Rolo Gallardo y a Tribilín Sound para homenajear al desaparecido Arturo Cavero, santo patrono en la hagiografía de las músicas afroperuana y criolla. Primero, porque mi afición a las sonoridades de raíces negras no se lleva con mi desprecio hacia el arte decadente de los herederos de la casta “blanca” que ha dominado el país desde su nacimiento y que siempre hipoteca el bienestar general al suyo propio. Y segundo, porque si bien me parece divertida la subversión mashup de Tribilín Sound (pese a que rato ha ya no lo sigo), a Rolo Gallardo en su faceta de hip hoper casi no lo manyo. De sus días en los horripilantes Bareto, mejor no hablar.

A la postre pesaron no sólo el cachondesco sentido del humor de Tribilín Sound, sino también el pull de colaboradores/as invitados/as por la mancuerna, así como un precedente que podía echar luces sobre lo que mostraría Zambo Urbano. Ese precedente es Proyecto Zambo, publicado en el ‘19 y acompañado del artefacto de remixes de ley recién en la víspera de las últimas fiestas patrias. En ambas rodajas, acompañan al tándem nombres como Novalima, Dengue Dengue Dengue, Quechuaboi y Vudufa.

Para mi mala suerte, Zambo Urbano dista mucho de lo que sus antecedentes me hacían pensar. Aunque existen intervenciones sustanciales tanto de Gallardo como de TS, éstas son equivalentes a las de los/as artistas convocados/as para la ocasión. La mayoría de ellos pertenece a predios hip hop, a excepción de uno o dos que se esconden en la tramposa etiqueta “urbano”. “Bueno, lo dice el título del largo. ¿Qué esperabas?”. Esperaba que menudeasen los sampleos de Cavero y que se deconstruyesen con hartos punche e ingenio sus clásicos. Pasa lo primero, no lo segundo.

Jirones del inconfundible vozarrón del “Zambo” aparecen por todo el esférico, recontextualizados según lo destine tal o cual participante. Sin embargo, con la solitaria excepción de “La Abeja” (donde el sampleado finado es protagonista excluyente de una inteligente reversión en dialecto jamaiquino), las letras de sus canciones apenas son entonadas por los/as vocalistas de turno. Éstas, de hecho, son sólo tomadas como breves puntos de partida para lanzar fraseos de inspiración propia. No se trata de modificaciones parciales, sino de líricas -limericks, en este caso- nuevas en un 95% o más.

Definitivamente no es lo que había previsto. La inclusión de Tribilín Sound, que prometía algo varios cuerpos más loco, resulta en el balance engañosa. Zambo Urbano es una colección de piezas hip hop que podría ser piolera/ tomada más en serio si se hubiera explicitado su verdadera naturaleza al presentársele. “Olga” (con DJ Prax y Pounda & Nomodico), “Nuestro Secreto” (Chinono), “Callejón De Un Solo Caño” (Ali Lampoa), “Se Acabó Y Punto” (Psiko-Delia, MC Bomgo & King Buaat)... Ninguna, ni siquiera “La Abeja”, me parece especialmente extraordinaria. Mucho menos esos números en que dicen “aquí estoy” esperpentos como el trap (“Y Se Llama Perú” con Chispa Rap, “Ésta Es Mi Tierra” con Maco) o involuciones peores (el vomitivo reggaetón de Mostradamuz y “Rebeca”).

Siempre campechano, el “Zambo” se lo habría tomado olímpicamente. Yo, nones.

Mentiría si dijese que era consciente del lustro transcurrido entre Simbiosis y Colisión Brutal, nuevo álbum que El Jefazo editó en junio último. Sabía que el trío andaba buen rato sin despachar nada sustantivo, pero no cuán extenso era este hiato. Quizá ello respondía tanto a la salida del directo Tormenta Mental - Live At Woodstaco 2019 en mayo del ‘22 como a los pálidos réditos que éste ofreció. Siendo EJ uno de los combos más interesantes de la escena independiente, puntal indiscutible de la asonada stoner junto a Ancestro, Tormenta Mental... no capturaba ni las dimensiones épicas ni la colosal fortaleza, aún menos el nervio ignífero que anima la música de la sociedad Sánchez/French/Monzón.

Lo primero que cabe decir respecto de Colisión Brutal es que el regreso le ha costado un poco a El Jefazo. Su baterista de toda la vida, Renán Monzón, abandonó la alineación y fue sustituido por Adrián Hinojosa, que también es acreditado como percusionista. Fundamentadas muchas de las virtudes del grupo en el soporte rítmico, Hinojosa no lo hace mal, a despecho de lo cual es claro que requiere de mayor rodaje antes de calzarse los zapatos del ex. Y lo segundo que debe manifestarse es que los sencillos aparecidos -ninguno de los cuales ha sido recuperado en Colisión...- datan del ‘20, y el live fecha en el ‘19, por lo que cuando menos un trienio se ha desvanecido sin que el conjunto produzca ni anuncie nuevo material. Acuartelarse en invierno siempre pasa factura, incluso a los más pintados.

Colisión Brutal da la largada con guiñazo al documental holandés sobre taxistas peruchos, Metaal En Melancholie (1993). Utilizando efectos como el delay o el reverb, “Metal Y Melancolía” rescata las palabras de Jorge Rodríguez Paz, quien cita el poema “A Carmela, La Peruana” de Federico García Lorca para explicar la terrible realidad que le había obligado a mutar de actor a chofer de taxi. El inicio es asaz solemne en medio de sus fastos de vieja escuela, como para que la eléctrica de Bruno Sánchez protagonice una acometida de psychedelic blues ahogada en wah-wah. Más allá de su primera mitad, “Metal...” empieza a calentar motores, sin salirse nunca de los cauces ocupados tras el arranque.

De allí en más, asistimos a una jornada cuya masa muscular han trabajado principalmente el heavy psych y el rock de connotaciones desérticas, y a la que el stoner rock perla pero apenas permea. Salvo “Zarpazo” y algunos momentos en “Colisión Brutal” o en “Delta Acuárida”, Colisión... ostenta un acabado más bien “clásico”: aunque no tienen la tesitura apolínea de unos Deep Jimi And The Zep Creams, a los surcos les cuesta bastante trascender el status de “epigonales”, sin menoscabo de su estupenda factura. Echo en falta el entendimiento espontáneo, el achoramiento rabioso, la combustión liberadora; que hacían de obras precedentes auténticos tratados de rock pesado/stoneado y de pegada soberbia -y que les convertían en un fascinante mal viaje a cual más que el otro.

No es que no haya disfrutado del tercer esfuerzo de El Jefazo. Indiscernible, el bajo de Carlos French se ha prodigado en su papel de indispensable contrapunto tanto a las baquetas de Adrián como a las cuerdas de Sánchez. Brutalidad y dureza no le faltan al volumen, tampoco. El problema es que, pienso, le hubiera disfrutado mucho más de no haber coincidido las circunstancias descritas hace tres párrafos -si hubiese sino una u otra, en lugar de ambas... Asumo es cuestión de que vuelvan a alinearse las estrellas, como aconteciera en la briosa “Zarpazo” y en la primera mitad de “Colisión Brutal”. Confiar más en la intuición que en la razón, para no tener que soplarnos discretos solos a lo Satriani como en “Perro Seco”. Sí, fácil ésa es una máxima a tener como axioma al encarar el próximo proceso creativo. Disco modestamente transicional.

Para Fiorella16, José María Málaga cerró el ‘24 eyectando Mas(a)Océano desde los bytes de la novel escudería cuzqueña Primaveras Digitales, hace poco más de dos meses. Se sostiene así un período inventivo inusualmente dilatado que el arequipeño  todavía  se  encuentra  atravesando,  a  la  par  de una redefinición de conceptos al interior de su alias más reconocible -o, por último, de una traumática sustitución de esas variables que ha manipulado durante gran parte de su trayectoria.

Si en Suni A Través Del Espejo, al alimón con Asteroide, ya se notaba cuán creciente era la relevancia que la influencia de la obra de Sunn O))) ha cobrado durante los últimos tiempos para Fiorella16; en Mas(a)Océano esa relevancia llega a modificar el perfil mismo del proyecto, a saber si temporal o permanentemente. Es cierto que el registro evidencia dos segmentos no opuestos mas sí distintos. Es cierto además que el primero de ellos se compone de tracks bautizados como “Parte 1”, “Parte 2”, etc; acaso subrayando un concepto sólo válido en esta oportunidad. Pero también es cierto que el discurso de Málaga bajo esta faceta sufre una transformación mayúscula, no compartida por las improvisaciones en vivo que vertebran la segunda sección del LP.

Efectivamente, las formas de Fiorella16 son ahora pétreas y negruzcas. Sus atmósferas quedan hechas añicos debido a las subsónicas frecuencias saturadísimas que descerraja, y en su lugar quedan instaurados opresivos climas de oscuridad perpetua. Las espartanas melodías a las que ocasionalmente da pie se eclipsan pronto (“Parte 1”, “Nulle Part”, “Mas(a)Océano”), mientras esotéricos filtros surcan el encrespado mar de texturas distorsivas. El escaso resplandor visible corresponde a violentados destellos de luz que a lo que más se asemejan es a fuegos fatuos (“Parte 2”). Y la voz del mistiano tiende a replicar los gruñidos e inflexiones guturales de los de Seattle. Ése es el estado de cosas ¿actual?/¿de fines del ‘24? que se agita en el universo de F16.

Poco o nada de ese ritualismo drónico florece en la segunda parte de Mas(a)Océano. En ella se asientan tres ejecuciones en directo, a cuyas coordenadas geográficas hacen alusión sus correspondientes nombres. Psicofónicas intervenciones sonoras todas, tienden a parecerse bastante  entre sí, descontando  el  pulso  secuencial  de  cada  una.  “Montevideo  2 Tatami Registros - Uruguay” es comparativamente más relajada, por ejemplo. “Zárate CasaMou - Argentina”, más extrema. Todas ellas, finalmente, pertenecen al pasado inmediato del unipersonal. En beneficio de una experiencia más llevadera y menos incómoda, habría sido atinado prescindir de al menos una -que de tal modo se recortaba el minutaje a menos de una hora. Aunque, claro, Fiorella16 no necesita hacérselo más sencillo a sus habituales escuchas.

Actualmente desbandados y sin posibilidades de reunión a la vista, no sé cuánto tiempo duró la travesía de Haiti Bon Aire. Agradezco, eso sí, que no hayan dado de baja su cuenta en SoundCloud -hasta donde entiendo y junto a una exigua cuenta BandCamp, único lugar en el que puedes escuchar el que es su debut y despedida, aparte de en Spotify: 9 Amenidades (अनमास्टर्ड). Trátase de un puñado de mocosos airados que ni siquiera corre urgido de autoproclamarse heredero del legado del fallecido Leonardo Bacteria, a quien dedican “Leonardo Del Castillo AKA Leo Bacteria Miserito Jungle Conscious Break 11 Caleta”. Basta y sobra con presionar play para corroborar a prima facie ese ascendente.

La de Haiti Bon Aire es una genealogía gabber, como la que consolidase Insumisión entre los años 2000 y 2003. La apertura “Eaf 27sept1969” se dispara a una velocidad inhumana de bpms, tan imposible de descifrar al primer golpe de oído como efímero es su recorrido. De unos cuantos segundos más de extensión es la subsiguiente “‘77 Up”, que añade dosis de drum’n’bass desenfrenado cosecha Atari Teenage Riot (“Deutschland (Has Gotta Die)”) al insoportable digital hardcore que el grupo unge como la médula de su input. Ese huayco de bulla atronadora y demencial no hace sino potenciarse en “La Rubia Tarada . Noche De Karaoke” y en “Pare Y Dolia”.

Recién con “Koupe Tèt Funk”, la casi terrorífica celeridad de HBA consiente en ceder un poco. Es el canal más largo en lo que va de reproducido 9 Amenidades (अनमास्टर्ड). No obstante, su funk ensopado de ruido maniático y de onomatopeyas metálicas a granel nunca termina de metamorfosear la piel. Tampoco lo hace ese banco de pruebas para progresiones rítmicas varias y sampleos a destajo que es “Yo Vago”. Pese a su brevedad (no llega ni al minuto y medio), el auténtico cambio se produce con la enigmáticamente titulada “,”, cuyo reposo a golpe de falsa bossa nova es el primer asalto del repertorio en ponerle el cascabel al gato.

Penúltimo round de la placa, “Leonardo Del Castillo...” sube nuevamente el hebefrénico nivel de contaminación sonora, en tributo que debe haberle arrancado una sonrisa a Leo Bacteria donde se encuentre. Pienso que el plástico debió terminar aquí, redondeado en poco más de 18 minutos. Por desgracia, Haiti Bon Aire añade una última creación, “Bater Perna”, que eleva la duración global hasta superar los 25 minutos. Esto habla de un corte que por sí solo roza los 7 minutos de propagación. Dado que es un ejercicio infestado de grind noise en onda electrónica, como que acaba restándole algunos puntos a 9 Amenidades (अनमास्टर्ड) más que sumárselos.

De todas formas, HBA ha sido una de las sorpresas del año que pasó. A pesar de sostener desde sus respectivas trincheras tanto el hardcore punk como el metal sendas cruzadas de músicas agresivas y airadas, se extrañan propuestas así de tóxicas desde terreno electrónico. Me hubiera gustado verles en vivo, aunque quién sabe, por ahí regresan. De cualquier modo, aprecio la oportunidad de haberme vuelto a sacudir con ese bullicio abarrotado de drum’n’bass, grindcore, techno industrial, hardcore digital y gabber. Si su esencia aún persiste, un Bacteria harto satisfecho tendría que haber experimentado lo mismo.

Acabando noviembre del ‘24, el ex Rayobac Miguel Uza lanzó su segundo disco a título personal. Coyunturas curiosas rodearon la aparición de 20|22: entras en el BandCamp del músico y te das de narices con abundante material colgado sobre todo en las postrimerías del ‘21 -dos compilaciones de demos y un álbum entero denominado iPadMorita, que muy probablemente sea el legado inédito del acto del mismo nombre con que Uza editó un sencillo allá por el ‘14 (“Pomabamba 393”). Empero, estos testimonios han sido pauteados tanto antes de su homónimo debut (‘18) como de los singles que a éste preceden, enfatizando un carácter “accesorio” respecto de ellos.

Con 20|22, queda claro que la intención en la anterior jornada no era la de insuflar nueva vida al sonido de los extintos Rayobac. Si bien algunos instrumentales están dotados de bajo y batería (“Sin Título #14”, “Booster Rocker”), la mayoría de ellos no tiene sino tempos sugeridos. El ejemplo de la obertura “Lo Que Hacía Mientras El Mundo Se Estaba Muriendo” es sintomático: las guitarras de Uza no se perciben limitadas por ataduras formales, ni se apegan a género alguno. Carecen de voces que (les) dictaminen los tiempos, a excepción quizá de unas plumillas casi inaudibles. Salvo los casos ya especificados, el resto de viñetas sigue el mismo sino.

Es entonces un disco de estética ambient, el del limeño radicado en la Ciudad Condal. En 20|22, las eléctricas permanecen todo el rato enchufadas, prestas a florecer  improvisando  secciones  profusas  en  decoración  minimal  (“Sachi & Masao”,  “Valentín  San” -¿dedicada a su ex partner en Rayobac, de apellido Yoshimoto?-). No siempre consiguen navegar en medio de espesos cúmulos de albo vapor, ya que por muy ambientales que suenen, las de seis cuerdas van premunidas de timbres grosos/pesados -como ocurre en “20|22”, que parece las tuviera grabadas al revés, o en “Luz De La Mañana”. Así y todo, el estilo que mejor le define es el que se acuñase a partir de los álbums en que abandonó el pop Brian Eno.

Quedaba dicho que las excepciones de 20|22 son “Booster Rocker” y “Sin Título #14”. No son las únicas. A ellas hay que sumar “Terrores Nocturnos”, para completar la terna de composiciones con que Uza impone una interesante digresión hacia el pasado de su ex banda. A su modo, cada una asume la tarea de reinterpretarle. Las adustas y rígidas eléctricas de “Sin Título #14” enfilan hacia estratos más experimentales, sin llegar a los niveles crípticos de otras experiencias. “Booster...” merodea entre el indie, el punk, el slowcore. La más cacofónica de las tres, “Terrores Nocturnos” y sus cíclicos intervalos de ruido y onirismo se aproximan mejor a las performances a veces insoportables que en directo disparaba Rayobac.

Uza no es Archer Prewitt ni Vini Reilly. Mucho menos David Grubbs o Jim O’ Rourke. Con todo, extrañamente suena a inquietante híbrido de esos cuatro tótems. No es lo bastante árido como para entrar en la categoría post rock, si bien sí le evoca. No levita suficientes metros por encima del suelo como para mirarse en el espejo de The Durutti Column, aunque sí le insinúa. Y sus ocasionales  ramalazos  pop  y/o  rock  no  alcanzan  para  conjurar la maestría de un Prewitt o de unos The Sea And Cake. Pero -jódete, otra vez- sí puede pasar por muy aficionado suyo.

Hákim de Merv

jueves, 20 de febrero de 2025

Monsters: Lejos De Mi Ciudad // Antibióticos: 100mg // Fukuyama · Fijando El Estallido: En Vivo En Festival Sarcófago // Todo Sigue Igual // Humano De Hiel: Encierro EP / Emboscada EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de febrero de 2025.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)

(Ni tan) inusual el sino que le fuera deparado al primigenio volumen de Monsters. Fundado a mediados del ‘16 en La Oroya, Junín (región centroandina del Perú), el dúo de los hermanos Paulo (voz, arreglos) y Ronald Chávez (segunda voz, producción) le edita en julio del ‘18. Que sea la apertura de una label cuyo catálogo siete años después no rebasa aún los dos dígitos (Dark Sheep Records), acaso explique lo desapercibido que Lejos De Mi Ciudad pasó más allá de su radio inmediato de alcance. Para suerte suya, ello no ha afectado gran cosa el accionar del binomio, que sigue tocando dentro y fuera del terruño.

En septiembre del ‘24, Lejos... se ha favorecido de una nueva edición gracias a Dark Grave, disquera independiente que bordea el centenar de referencias con apenas un bienio más que su par huancaína. De esta forma, se pone a consideración de públicos más jóvenes/nóveles un esférico merecedor de mejor fortuna que la cosechada hace media docena de años, que ilustra parte del amplio espectro de música electrónica cultivada en la movida oroína, y que debiera ubicarse junto a obras de coetáneos/coterráneos como En Los Ojos De Medusa (Ausencia, ‘19) o Irinum (El Origen De La R-Evolución, ‘16).

Lejos De Mi Ciudad viene tapizado con ornamentaciones new wave y EBM. Buena parte de sus programaciones podría etiquetarse como fundada sobre una especie de proto-techno. Su fuente matriz es, sin embargo, el synth pop. No cualquiera: el output de los Chávez tiende a ser más opaco de lo normal y a acelerar el trote, aunque la temperatura glacial típica del synth de los 80s se mantiene inalterable. A despecho de su velocidad, “Misterios De Amor” me suena su largo rato a Visage. Otras muestras de esos sintes de ébano y secuencias de ágil marcialidad son “Tan Cerca De Mí”, “Sueño Oscuro” y la terna final “Muriendo En Tu Ser”-“Latidos De Tu Corazón”-“Lejos De Mi Ciudad”.

Sintomáticamente, la tríada que acabo de subrayar sucede a una precedente, donde Monsters testea esos otros sabores mencionados renglones atrás. “Mafia Y Poder” me recuerda a la electronic body music de Nitzer Ebb. “Monsters” busca reverdecer los laureles del techno industrial de gente como Front Line Assembly. Y “Siempre Estaré Contigo” es casi techno trax al alza. Canales divergentes que encajan en un plástico de sesgo bailable -al modo en que se bailaba en los 80s, obviamente-, que no pierde nunca de vista el norte synth al que ha entregado su alma. Por algo la pileraza “Tu Oportunidad” se levanta sobre ese nervioso synth de gustito agridulce que se manufacturaba en la Unión Americana no bien alborearon los 90s.

Lejos de ser un trabajo impecable, y ya de cara a una próxima jornada, Monsters necesita implementar prontas reformulaciones en dos rubros muy específicos: la voz y las letras. Se nota en qué canciones las vocales están forzadas y en qué otras no. Obviamente, Lejos De Mi Ciudad luce más cuando la voz sale suelta, sin pretender ser lo que no es. Igual se le aprecia en grado sumo cuando las líricas son construidas con empeño, dejando atrás disfuerzos medio cursis. No olvidar, eso sí, que estamos hablando de un episodio editado por primera vez en el ‘18. Hoy, las cosas podrían haber cambiado sustancialmente.

Hace un par de semanas, escribí unas pocas líneas sobre el bluff que supone Super Fuzz, abanderado local del llamado “egg punk”. Ya tenía pensado comentar también 100mg, estreno absoluto de Antibióticos, cuando me enteré por medio del crítico Fernando Pinzás que ambas agrupaciones comparten integrantes. “Mientras no milite en las dos el cantante...”, recuerdo que pensé con no poca aprensión, ya que la actuación ofrecida por el sujeto en cuestión en Super Fuzz EP es tan mala que consigue estigmatizar alineación y extended.

Aparentemente, no es el caso. Coincide el sonido molde de Antibióticos con el del punk, mas no con el del subgénero que practican Ismatic Guru o Snõõper. Como bien señala Pinzás, si 100mg hubiese salido hace 48 años, nadie le habría tenido por otra cosa que hijo de su tiempo. Suena a punk primordial, rasposo, concebido bajo el canon de la explosión ‘77. Y sobre todo, fresco, con el cerebro lleno de ideas por probar y el corazón a mil -lo que no se traduce a la prepo en rebotar gratuita y ridículamente de un rincón al otro, sino en escupir cada asalto con urgencia, vitalidad e inteligencia.

Que 100mg es imperfecto, es una verdad innegable. Si hasta da que pensar que involuntariamente se han micrado mal los instrumentos (cuando probablemente sea al revés). Lo mismo ocurría con los jóvenes turcos de la segunda mitad de los 70s. Es esa imperfección, adviértase, lo que aquellas huestes reivindicaban como única salida posible ante el pro-gre-si-vo acartonamiento en que había caído el pop contemporáneo. Repite la faena Antibióticos en edades muy posteriores, provisto de mucha más libertad que antes. El pistoletazo de salida “Proteínas/Calorías” puede traer a la memoria a multitud de bandas punk clásicas, aunque asimismo a la síncopa de “Ether” de Gang Of Four -no por mucho más de cuarenta segundos. La brevedad es una aliada a la que el acto le saca el jugo. Otro tanto acontece con “Transgénicos”.

La efímera “Transmisión” está armada a punta de sintetizadores, y calza perfectamente con el rock mutante a lo Devo de “Vitamina C”, indicio que profetiza despegue punk hacia destinos quién sabe de qué color. De gravosa marcha rockera, “Prescripción” ve alivianado su tonelaje gracias a la inserción de fuertes dosis de componentes electrónicos -una evolución congénita, como lo demuestra Pete Shelley, que pasó de Buzzcocks a modelar sólida carrera solista en predios synth. “Consumir” despide 100mg remontándose a las raíces punk que Antibióticos busca de continuo reivindicar.

¿Fugacidad? Sí. Pero fuera de esa cualidad común, no hay ninguna otra que permita hablar de egg punk al mencionar a este conjunto. Aún cuando se trata de hacer algo con mal gusto, hay que tener buen gusto. Con mayor razón, si la consigna es divertirse, hay que hacerlo seriamente -para no quedar como un hato de cretinos que se palanganean de su torpeza e incompetencia. Abiertas de par en par las puertas para seguir avanzando, espero lo siguiente de Antibióticos no demore demasiado.

En el prontuario de la música pop peruana, dedos de pies y manos son suficientes para contabilizar álbums grabados en vivo. Normalmente, registros de esas características tienen lugar cuando una agrupación o un/a solista ha alcanzado ciertos niveles de difusión, lo que de paso asegura el considerable impacto que propician sin dejar por esto las cuentas en rojo. Al menos tal es la norma en las principales escenas internacionales, donde a partir de este punto es que sobrevienen otros criterios -el artístico, primero entre ellos.

En un país como el nuestro, donde el pop, el rock y la electrónica han sido sistemáticamente apartados de las grandes audiencias por los culiestrechos intereses de la mass media; esa norma carece de vigencia. Son causales estrictamente artísticas las que suelen determinar la edición de un live, no existiendo en la práctica expectativas de retorno vinculadas a la transmisión/divulgación o a la crematística. Pese a ello, no siempre queda garantizado el valor testimonial -ahí está Tormenta Mental - Live At Woodstaco 2019 (‘22), de El Jefazo, ejemplo de cómo NO encarar la producción de un material en directo.

En el otro extremo se halla Fukuyama, que inauguró octubre último recuperando para la posteridad su performance en la edición del Festival Sarcófago del año pasado, junto a bandas como Titania, Pus y Laura La Sangrienta. Fijando El Estallido... devela desde su denominación la intención del entonces cuarteto: legar a futuro un documento que atestigüe el estado por el que atravesase el combo en aquel momento histórico. Noise rock de orla pesada, sostenido por un soporte rítmico -Gonzalo Santos en batería, Erick Cavero en bajo- que semeja una columna vertebral de titanio, dotado de suficiente versatilidad como para pasar del estruendo arrollador a la calma plácida y viceversa.

El cassette tiene cuatro temas ya conocidos y tres que pueden contarse como nuevos -salvo Fukuyama afirme lo contrario. Entre los primeros, encontramos a “Los Días Son Aterradoramente Calmos”, a “Blíster” (ambos de Los Días Son... EP), a “Tierra Baldía” (del mini-álbum Fukuyama) y a “Intro” (de su debut en corto, Fukuyama EP). Entre los segundos, a “Intro II”, al lovecraftiano -por el nombre- “Lo Que No Tiene Forma Te Protegerá” y a “Acá Morimos Todos”. Salvo este último, en insólita configuración dub-reggae, el íntegro del repertorio interpretado ese 18 de mayo conjura a los sospechosos de siempre cuando se habla de la entidad nucleada por Juan Pablo Villanueva (guitarra, voz): Sebadoh, Sonic Youth, Dinosaur Jr., Fugazi... Guitarrera bulla audioextremista que estalla cíclicamente, sea volando, sea serpenteando.

Señalo un par de detalles. El primero: sintetizador, secuencias y sampleos de Ernesto Bernilla. Su presencia, sólo percibida en segmentos puntuales de Fijando El Estallido..., debería ser más relevante -cuando se le escucha, se aprecia su gran desenvolvimiento. El segundo detalle: la voz de Villanueva. En medio de las tormentas de noise y decibeles que despliega Fukuyama, siempre se le oye gritar más que cantar, lo cual es de agradecer. En “Lo Que No Tiene Forma...” y “Tierra Baldía”, empero, la vocalización suena filtrada/procesada. ¿Será cuestión de mezcla y masterización, a cargo de Vamsick? Afirmativa o no la respuesta a esa interrogante, en esas canciones me queda la sensación de estar oyendo vociferar a Starscream.

Otra placa “31/12”. Primaveras Digitales se autodefine como productora lo fi especializada en bootlegs y mixtapes. Con base de operaciones en Cuzco, la plataforma parece haber iniciado su existencia en diciembre último, o al menos así lo indican tanto Mas(a)Océano de Fiorella16 como la compilación con que ultimase el ‘24, Todo Sigue Igual. Hace ésta trasversal alusión a un panorámico anterior, también lanzado en la Ciudad Imperial por Felino Renegado Records, cuya reedición en cassette PD acaba de financiar: Qué Bueno Que Ya Nada Es Igual (2019).

Las coordenadas estilísticas de Todo Sigue Igual le sitúan un poco a trasmano de Qué Bueno... En general, los proyectos que aquí colaboran -arequipeños, cuzqueños, limeños- llevan a cabo todo el proceso desde espacios físicos privados. De ahí el calificativo de “homemade” a que se acogen. Con todo, no existe una equivalencia completa entre esa etiqueta y la de “bedroom pop”. En Todo... no sólo hay lugar para este último, sino además para el indie rock, para la electrónica, para el pop punk, para el lo fi. Incluso para el noise. Y si bien Qué Bueno... gozaba de cierta variedad, Todo Sigue Igual le sobrepasa en ese rubro concreto.

Al disco lo abre “Nanananaan”, de Violento Amor, único alias que figura dos veces en el menú. Su otra participación es “Meme Chistoso” -me quedo con ella, más redonda en su línea de indie rock que la otra en su perfil de punk elemental. De idéntica laya son “No Me Importa” de Trapo Sucio, que se hace eco del primer Azmereír, y “Brazo Y Letra” de Amaru Loayza (algo formulaico). “Muxos Honguitos” de Nematodos comienza a escarbar en la veta indie a la par que la del pop, aunque no me queda claro si su espíritu es lúdico o simplemente bobo. Sí está más allá de las dudas, en cambio, “Estallar (En Mil Pedazos)” de Teni3nte Laz33r.

En la senda de un pop más elaborado crecen “Hay Un Lugar” de Capitán Milaneso (tributario del noventoso sonido donostiarra) y “Distimia” de DjSexo (instrumental y austero). En la de un rock emotivo y sobrio, “1 7” de Tetraedro, “Larvas” de La Terminal (noise grunge), “Enero” de Sieteonueve (vibrante ascendencia ochentera) y “Catarsis” de Anfótero -la tajada más prominente. En la de un noise que se sirve de la drone music, el postrer “Mas(a)Océano” de Fiorella16, extraído del LP del mismo nombre. De esta guisa, Todo Sigue Igual ayuda a visibilizar grupos y/o individualistas que, en la mayoría de casos, recién están empezando.

Reservo el párrafo final para las excepciones de rigor. Primero, la negativa: “Demente” de Cirugía No Terminada. Con esa chapa, me esperaba algo más ruidoso y/o avant garde, en vez del rapcore desabrido y caricaturesco que finalmente plasma. Segundo, la positiva: “Un Nuevo Día, Otra Vez” de Love & Pop. Interesante cómo el aluvión de noise con que arranca se despeja para transformarse en un número que fluctúa entre el synth deconstruido y un cruce minimal de IDM y jungle.

Humano De Hiel es una de las dos identidades que le conozco a César Aguirre -la otra es El Balcón Rojo, con la que ha ido liberando varias composiciones a través de muestrarios diversos, y cuyos réditos sí tengo más o menos presentes. HDH, por otro lado, es algo nuevo para mí. Lo primero que le audiciono es “Infección Y Meditación”, cedida a Entre Rejas Y Concreto (‘24). Ya allí se exhibía como acto industrial que prefería ruidos de máquinas en lugar de secuenciaciones brotadas de algún ejercicio basado en softwares. Lo que no sabía es que, antes de esa pista, Aguirre ya había gestionado y colgado dos EPs bien a principios del año previo al actual.

Dichos EPs son Encierro y Emboscada, y ostentan el sello de agua de la misma factoría que “Infección Y Meditación”, si bien son bastante más virulentos. En efecto, los EPs son sendas ventanas hacia delirantes realidades postapocalípticas de paisajes dramáticamente sucios. Sórdidas e insanas, las oxidadas sonoridades que pueblan estos artefactos nacen de las mismas visiones de pesadilla que colonizasen los imaginarios de héroes como Foetus, Laibach, Einstürzende Neubauten, Coil o SPK: rebencazos metálicos, laxas texturas hertzianas, maníacas voces rastreras sampleadas una y otra vez, efectos crispantes que se repiten sin fin, invencible prescindencia de percusión sincopada...

Tal vez debido a su tenaz minimalismo, Encierro EP (1/1/24) es la expresión más acabada del esteticismo que enarbola Humano De Hiel. Sirviéndose de chasquidos apenas audibles, tanto “Con-Tacto” como “Radio Esplendor” y “Sólo Importa La Fuerza” descascaran los convencionalismos relacionados a la Música -“armonía”, “orden”, “melodía”- y los que se asientan en el contexto de un “mundo civilizado”. El futuro propuesto por el extended se corresponde con el de ominosas realidades en las que, como profetizaban los Lluvia Ácida hace casi tres décadas, existir es espanto.

Por contraste, Emboscada EP (30/3/24) es más concesivo. También postula nubarrones de escalofriante ruido omnívoro (“Pérdida Sensorial”) y dantescos escenarios de horra abyección casi inimaginable. Sólo que lo hace empleando otros modos. Puede adoptar una apariencia más tribal (“Mi Alma Ya No Habita En Mi Cuerpo”), e incluso condescender a herrumbrosos esbozos de secuencias, que al final no son otra cosa que trallazos al pobre sinte y/o teclado. Puede samplear una voz para procesarla hasta la deformación completa (“No Podrás Escapar”), mientras se hunde en un imposible pozo de oscuridad material, como si estuviera buceando en petróleo. En el crepúsculo, esa voz contrahecha y maligna espetará un “Todo Será Extinto” que resonará en nuestras psiques y las devorará si no se tiene la suficiente fuerza de voluntad.

Llamativo el cuestionamiento que Humano De Hiel realiza de patrones formales, en consonancia con la asimilación plena de los postulados futuristas que miraban entusiastas hacia la nueva gama de sonidos proporcionada por la decimonónica Revolución Industrial. O con la instrumentalización de ruidos punzocortantes con que acuchilla las normalidades que nos rodean. ¿Faltará mucho todavía para el estreno en largo de estos exorcismos dadaístas?

Hákim de Merv 

jueves, 13 de febrero de 2025

Asteroide & Fiorella16: Suni A Través Del Espejo // Mantarraya: Volumen II // El Otro Infinito: Siempre Hay Mar EP // Lento Rodríguez: New New Wave // Piero Limaco: Eclipse 2022-2024

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de febrero de 2025.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2024 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Admito que hace mucho no pensaba en Asteroide, la sociedad de David y Marco Rivarola que rompiese fuegos a fines de 2008. Tanto en ese entonces (Laberinto Y Despedida) como a través de su sucesor (Venganza, 2016), los hermanos dejaban en claro que lo suyo era el pop alternativo con inflexiones a metamorfosearse según el momento -noisy o shoegazing al inicio, luego indie. El mini-LP de remixes El Abismo Contenido (‘18) persiste como deuda pendiente -con remezclas firmadas por Mario Silvania, Theremyn_4 y el argentino Zigo Rayopineal.

Cuatro bienios después de Venganza, encuentro a Asteroide adicionando fuerzas a las de un habitual en estos bytes, José María Málaga. En su faceta de Fiorella16, el arequipeño atravesó en el tercio final del ‘24 un rush muy agitado, concerniente a presentaciones y producciones. Entre las últimas se debe contar el registro co-firmado junto a los Rivarola, Suni A Través Del Espejo (Cruel Nature Records, julio). Aunque a priori esta movida luzca un poco desconcertante, ya que ambas ententes discurren por caminos muy distintos, más allá de la camaradería que les une existe un factor en común -la Distorsión.

En formato mini-álbum, Suni... consta de cuatro estaciones. Todas ellas participan de los aportes estilísticos de Marco, José María y David, pero la conjunción no les inscribe cerca del background de Fiorella16. O del de Asteroide. Lo primero que me viene a la cabeza escuchándoles es el dark ambient, en esencia el de la escudería itálica Unexplained Sounds y derivaciones. Incorpóreas, las melopeas que moldean se ven suspendidas por ventarrones drónicos, nutridos éstos de las atmósferas glitcheadas que escupen osciladores muy probablemente intervenidos. Esa batahola iterativa trashuma cribada por los teclados de David Rivarola y la guitarra ¿de palo? del mayor de los Málaga.

Muy difícil de rastrear indicios que le delaten, el bajo de Marco asciende ocasional a la superficie. Más ocasional es la voz frikeante y quejumbrosa de José María, que coadyuba a redondear las tonalidades oscuras y concentradas de “Agua”, “Cielo” o “Cerro”. Esta característica hace surgir espontáneamente el otro vitral que emplea el terceto para expandir su impacto auditivo, uno que además los involucrados han reconocido en la sumilla de BandCamp: Sunn O))). Obviamente, Suni A Través Del Espejo no asimila ni la tensión macabra ni el devocionario pagano del tándem Greg Anderson-Stephen O’Malley, si bien llega a sobresaturar de malas vibras las neuronas que no conserven la guardia en alto -en un sentido análogo al de Bauhaus en, digamos, “Hollow Hills”.

SATDE se clausura con “Primavera”, donde coinciden todas las variables antedichas, excepto la de la voz. El resultado se transfigura a cada paso: triste, pánico, ruidoso, etéreo, grave.

Peregrina decisión la de hacer público un trabajo sonoro -ídem un libro, una película, etc- el último día del año, sea cual fuere su condición. Si razones pueden enumerarse muchas, dos son las insoslayables. Primero, no queda el menor margen de tiempo para oírle suficientes veces a fin de escribir algunas palabras al respecto antes de medianoche. Segundo, pasa completamente desapercibido para todo el mundo. Como que eso es lo último que debería buscarse, ¿no?

Nada disuadió a los muchachos de Mantarraya, oriundos de Nuevo Chimbote, de tomar ese curso de acción. Volumen II fue colgado en Internet el 31 de diciembre, y recién muchos días después algunos pudimos enterarnos. Otros no han tenido esa suerte hasta ahora. Quizá el principal acicate para semejante apremio han sido los cuatro años de silencio discográfico tras el epónimo debut, eyectado en 2020, y los correctivos hoy implementados. Mantarraya, en efecto, traspasaba el dintel de los 67 minutos y se ahogaba/diluía parcialmente en los desbordes inherentes a la novatada.

En dirección opuesta, Volumen II se expone mucho más sobrio -también 11 episodios, sólo que en una cincuentena de minutos. No bien comienza a sonar “Espíritu De Fuego”, queda evidenciado que este power trio (recientemente cuarteto) no se lanza a inventar la pólvora. Tampoco es ése su objetivo. Mantarraya remite a los días en que el merseybeat había abandonado ya su crisálida para convertirse en un robusto blues ácido. Consecuentemente, sus influencias mayúsculas son el Señor Guitarra Jimi Hendrix y Led Zeppelin -esto, entre otras varias. En modalidad The Jimi Hendrix Experience, del primero hereda la base rítmica esmerada, rabiosas eléctricas llenas de psicodelia, compactos arreglos algo complicados. Del segundo, la dureza, la pesadez, la corpulencia. ¿Una única etiqueta que condense estos tres rasgos? La del hard rock.

Mantarraya, por ende, es rock de vieja escuela. Puede agradar a metaleros y a feligreses del stoner, a tenor de no alimentarse ni de un género ni del otro en toda la rodaja. Más pulido, libre de los excesos y las grandilocuencias que demeritaban su primer esfuerzo (“La Sombra De La Nube”), con Volumen II se hace mucho más sencillo disfrutar de su propuesta. Una de perfil esforzado (“Abraza Tu Dolor”), que reposa controlada mas nunca adormecida (“Diablos Al Amanecer”, “Bajo Los Focos Rojos”, “Un Café En El Sol”), y cuyo mástil de cuatro cuerdas resquebraja la formación encabritándose cada dos por tres.

Rubrican la segunda entrega de Paulo Manrique (bajo), Alex Vivar (guitarra, voz) y Kelvin Sifuentes (batería, percusión, vientos, voz) los desarrollos instrumentales. Nada mal, pese a que para los altos estándares que emulan todavía les falta buen trecho. Nuevo grupo a degustar proveniente de la misma localidad que Desert Gang -otro power trio, éste sí manifiestamente stoner.

¿Mutatis mutandis en el continuum espacio-tiempo que atraviesa El Otro Infinito? Tranquilamente sí. Aunque no atestigüemos un corte de mangas radical, es innegable que la música del individualista surcano ha experimentado una profunda transformación, que le catapulta hacia las periferias más exteriores de ese dédalo de alcorces en que ha devenido la electrónica contemporánea. Y si bien esto le pone a tiro de piedra de comarcas inexploradas apertrechado con ese alias, es imperioso enfatizar que un importante porcentaje de su genoma todavía permanece electrónico.

Siempre Hay Mar EP leva anclas gracias a “Kokteau”, cuyo nombre evoca espontáneamente reminiscencias dream pop. Y aunque la apertura está lejos de esas cuadras, su pareja naturaleza indie y electro se refracta en ellas durante más de 210 segundos: mientras glitches y secuencias son la madera, clavos y pernos de su embarcación, las electroacústicas son los paños, el viento y su tripulación. Ninguna de las siguientes paradas le hace justicia a esa alucinada carátula. “Naufragar Y Flotar”, de otro lado, no calza exactamente en esas coordenadas, sí en ese modus operandi. O, al menos, en uno muy similar: beats y percusiones sintéticas postulan ambientaciones abstractas, que la de seis cuerdas colma de colorida pigmentación. Algo así como un Lunik en clave pop.

La otra hoja de este amplio ventanal costero es cosa exclusiva de la electrónica usual en el proyecto de Alfonso Noriega -ésa que parte casi excluyentemente de la IDM noventera. Difícil que sea de otro modo, cuando el primer mazazo a posicionar allí es “Natasha Meets Autechre”: un crescendo de programaciones enérgicas y tajantes, desbordadas y eventualmente nulificadas por ostinatos de teclado que incendian los cielos. Égida de distinto modelo pero de convergente gradación empuña “Mar Otra Vez”. Sea o no el título un guiño a los recordados madrileños que en los 80s poseían idéntico nombre, sus secuenciaciones se construyen sobre los mismos ecos, las mismas reverberaciones, los mismos puntillazos inherentes al intelligent techno. “Mar...” me recordaría algunos remixes de Global Communication si no fuera por la textura analógica del Sintetizador DX10 que erupciona hacia el colofón -fantástico cierre.

Subido el primer día de la última primavera, Siempre Hay Mar EP es un enorme paso hacia adelante en el siempre difícil camino de la reinvención como artista, tenga esa cuestión Noriega en agenda o no. Ahora le falta superar el otro reto -el de un largo tras muchos años en los que sólo han menudeado EPs. Mario Silvania -de actuación estelar en “Mar Otra Vez”- produce este último. Las vocales femeninas en “Natasha Meets...” y en “Naufragar Y Flotar” son de la artista interdisciplinaria María Laura Vélez.

Más allá de disquisiciones generacionales, toda persona que haya visto durante largas temporadas los viejos cartoons de Looney Tunes y/o Merry Melodies debería acordarse automáticamente del personaje del Lento Rodríguez. Exacto opuesto de su primo Speedy Gonzales, aunque “el ratón más cansado en todo México” no debe haber aparecido en pantalla sino tres o cuatro veces, ello no impidió que se hiciera de inmediata recordación. Quién sabe fuera su nombre o su flemática pinta, lo cierto es que se convirtió en inadvertido icono de esos vetustos dibujos animados.

¿Por qué una nueva banda peruana adoptaría el chaplín de Lento Rodríguez? No imagino ningún buen motivo, y a la vez me parece tamaña jugadaza. Los muchachos tienen un EP editado en el ‘23 (Felicidad En Dosis Exactas), que no he podido escuchar porque desgraciadamente sólo se encuentra disponible en Spotify. Algunas voces apuntan a un shoegazing de humores oníricos. Ese mismo coro habla de una sorprendente reorientación en su puesta de largo, New New Wave, acaecida en septiembre del ‘24. Mérito extra si se tiene en cuenta que Gustavo Rizo Patrón, guitarrista, tecladista y autor principal del combo; se ha afincado en New York, donde ha dado los toques finales a su nueva criatura asociándose a Howie Weinberg y a Pablo Moreyra.

El grupo, que completan Javier Espinosa (guitarra), Carlos Freyre (batería), Susana Fátima (voz) y José Luis Contardo (bajo); se ha abroquelado en derredor del pop. No de uno burdo, sino capital, que acredita ensoñador linaje indie de las líneas española e inglesa. Rarísimo es el pasaje en que puedan detectarse atisbos de sobrecarga, vestigios de distorsión. Más raro todavía el segmento en que la música produzca sobresaltos. Todo en Lento Rodríguez atesora una factura muy cuidada -adornos de teclado de bonita orfebrería, batería de buen pie y siempre pronta, eléctrica que encanta y arropa antes que sedar y arrebujar, bajo que calza y acuña sin hacerse notar...

Que New New Wave sea un ejercicio de pop estoicamente contenido y ejemplar no sólo se nota en esos detalles. También en la férrea determinación de prevalecer a salvo tras cánones de ese pop que nunca ha sido sinónimo de accesibilidad gratuita -es decir, perfecto (o casi). En “Palermo”, por ejemplo, me hicieron pensar en los olvidados The Magic Numbers; drenados de la excesiva cantidad de polisacáridos de carbono a que eran tan proclives esos ingleses. En la semi-balada “The Rite Of Ipanema”, el quinteto parece sentirse tentado a subir a altitudes similares a las de los primeros Red House Painters. No ocurre tal, sino que se mantiene en sus trece, y esa mesura es también parte de su encanto.

Tan decisiva como la disciplina instrumental es la que exhibe Susana Fátima frente al micrófono. La limeña tiende a cantar como sus pares lo hacían en los viejos 80s, otorgando así mayores brillos al esférico. En éste, y pese a lo que sugiera su peculiar bautizo, Lento Rodríguez no se asemeja a The Housemartins o a Aztec Camera. Otra cosa es que exista una comunión fundamentada en la pulcritud de un pop mesurado (“Tortoise Sunglasses”), sofisticado (“Substitute Connections”), que no teme ni medio segundo abrazar una melancolía sugerida, dosificada, exquisita. Cualidad que agradezco mucho en estos aciagos días.

No es “confusión” la primera palabra que acude a mi mente cuando escucho la obra de Piero Limaco. Tampoco “pereza”. Sin embargo, el ayacuchano se acoge a la definición que ésta sostiene para no sólo definirse como artista (en entrevista concedida al blog Vanguardia Peruana Y Sonidos Contemporáneos), sino asimismo describir a su debut en estas lides. Algo de razón debe asistirle, porque Eclipse 2022-2024 destaca en la propia denominación su carácter recopilatorio dentro de un período de tiempo delimitado. Infrecuente es en estos días, ciertamente, la oportunidad en que un músico o grupo se estrene con opus de esta naturaleza, por lo menos de manera tan evidente.

No creo que Eclipse... haya sido concebido bajo otras premisas que las de la exploración, del ensayo, de la experimentación. Su norte nunca fue la magnificencia. Todo lo contrario. Algunas de sus dieciocho piezas poseen el acabado de composiciones completas, pero la mayoría abriga una estética sin bruñir, tosca, no procesada -son más fragmentos de canciones, antes que canciones propiamente dichas. Es probable que ello responda a la urgencia de Limaco por inmortalizar el momento, y con ello tal o cual estado de ánimo, por lo que cabría hablar de una suerte de metodismo polaroid. Capturar en cierto modo el aquí y el ahora, antes de que éstos se desvanezcan, es por lo demás un curso de acción que discursos como el jazz o el post rock han priorizado.

Lo del músico surandino va de otros sabores. Canales como “Te Disocias Contigo Mismo”, “Sarajevo” o “Para Ti Todos Quieren Morir” están signados por una electrónica que puede llegar a ser recia cuando se enterca en ello (“Palacios”). Otros, como “Ucrania”, “Suenho”, “Anallemeinefreunde”, “Nubes” o “Heimweh”; van del pop paisajista al refinado. Algunos más prefieren adentrarse en una indietrónica que parece hecha al guerrazo, como “Cuántos Días Han Pasado” y la barbitúrica “Buscando Vidrio En El Mar”. En los hechos, pues, asoma razonable elegir el rótulo de “bedroom indie” para tratar de abarcar este capítulo de cabo a rabo -aunque siempre logran escurrirse algunos asaltos de posología incomprensible.

Ahí están los casos de “El Lado B De Tu Rostro” o de “Detrás De Ti”. En giro para mí inexplicable, Piero Limaco le da tribuna al trap, subproducto a-cultural en el que no merecería gastar su talento ni medio minuto. Asumo es la clásica diferencia insalvable entre una generación y otra, y para el man hacer trap es tan válido como esculpir pop, electrónica o indie. Sus razones esgrimirá (y yo las mías).

Me quedo con la imagen, ergo, de edificaciones sonoras a medio concluir. De masterizaciones cojas. De fallas involuntarias e igualmente bienvenidas. De mezclas finiquitadas a la prepo. Como ya han enseñado notables antecesores suyos, dentro y fuera del país, acaso no haya mejores condiciones para desplegar con tino y tacto visiones personales sobre amores inacabados, penas insondables, las propias sombras que no se suelen compartir con nadie, los demonios del pasado que aún resta exorcizar, las puertas que debes definitivamente cerrar. Eclipse 2022-2024 no será la clave determinante, pero ayuda su poco.

Hákim de Merv