miércoles, 30 de agosto de 2017

Alvania: The Legacy (Collected Works) // Diacatorce: Diacatorce

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de agosto del 2017.)

(Primer ensayo de arqueología pop referido a una nación distinta de la mía. Aquí vamos...)

Si bien en muchísimos aspectos Chile como país nos saca innegable ventaja, en otros pocos la cancha está nivelada, cuando no llevamos la delantera por tres y hasta cuatro cuerpos. Tal es el caso de la arqueología pop.

Por esos cortocircuitos que a veces nos obsequia el Destino, hasta aquí llegaron en los 90s noticias de determinados grupos y proyectos, de los que el panorama actual del pop chileno guarda escasa o nula memoria. No estoy apuntando, naturalmente, a la historia que contaba el mainstream en aquel decenio -sino a la de la escena independiente mapocha, llena de ideas y creatividad como (casi) cualquiera de sus similares en otras latitudes, y cuyos nombres más prominentes el Tiempo se encargó de reivindicar: Lluvia Ácida, Supersordo, Tobías Alcayota, Congelador, Yajaira, LEM, Pánico... Hay, no obstante, decenas de conjuntos cuyo legado espera todavía ser rescatado. Y si así andan las cosas con respecto a los 90s, imagínate cómo andarán con respecto a décadas previas.

(En el Perú, felizmente, los diversos estamentos pertenecientes a la movida hemos mantenido una digamos “política” de recuperación de referencias sonoras como no he visto en otros países de Latinoamérica; ni siquiera en los colosos de la región, México y Argentina. Sí, lo sé, “política” no es la palabra más adecuada -implica consciencia, dirección e intencionalidad colectivas. Pero, como diría el Chapulín Colorado, “bueno, la idea es ésa”.)

A Alvania, sin embargo, no le conocí entonces. Le he descubierto hace un par de meses, gracias al buen amigo chileno Eduardo Yáñez, que al mando de los sintetizadores formara parte del trío junto a Vinko Luksic (voz y teclado) y a Patricia Briceño (voz y coros). Según entiendo, todos son oriundos de Villa Alemana, comuna perteneciente a Gran Valparaíso. La instrumentación descrita hace instantes anticipa al lector la orientación de la terna -música electrónica vigorizada por tres fuentes más o menos afines, que en última instancia lograban complementarse hasta formar un solo estuario: la electronic body music, el cyberpunk y el techno industrial.

Para la Historia quedará consignado que Alvania debuta en vivo en 1995, en el local del Sindicato De Estibadores de Valparaíso. También, que a fines del mismo año aparece una primera grabación oficial en formato cassette titulada Estado De Coma. Se habla además de maquetas posteriores que registraron tocatas varias, distribuidas en Valparaíso y en Santiago De Chile entre allegados al terceto; y de un directo que contó con la aprobación de Briceño/Luksic/Yáñez (Alvania En Vivo). Ninguno de estos trabajos se encuentra disponible en la Red.

Afortunadamente, en junio de este año se colgó un disco recopilatorio compuesto por grabaciones caseras realizadas entre 1995 y 1999, recuperadas de viejos k-sets y que han pasado por la consabida -casi milagrosa- remasterización. The Legacy (Collected Works) rescata así una página esencial para la historia de la música electrónica chilena, más valiosa aún para las subescenas EBM y similares fuera de la capital sureña.

Sustentemos los adjetivos dispensados. Los pertinaces/martilleantes ritmos 4-sobre-4 (los beats son no pocas veces rotundos), el fantasmal nihilismo sombrío que parece hacerse eco de yelworC (entidad fundacional del electro-industrial que hoy casi nadie recuerda), el cyberpunk de Detroit y Berlín, los sintes distorsionados, el tratamiento sampladélico a-lo-23 Skidoo de procedencia audiovisual (series de TV o películas, confieso que no pude reconocer ninguna matriz)... The Legacy (Collected Works) debe resultar doblemente interesante para quienes escucharon al trinomio en su momento, al revelar un repertorio inédito respecto del demo EDC: qué tan igual, qué tan distinto, a ellos les toca deci(di)rlo. Lo que yo percibo es una banda que dejó pendiente mucho por desarrollar. Incluso el cover que hacen de “Satan” (original de Orbital), con ese acabado más tosco que el de su modelo, no desentona, sino que acerca el espíritu del tema al output de Alvania.

¿El blog?/¿La netlabel? Estereo8Netlabel habla de un rejunte de Alvania, rebautizado ahora como A.L.B.A.N.I.A, y con nuevos trabajos en agenda. Hacia el final de su reseña, el site pone la antología en free download. Yo prefiero compartir el enlace hacia el BandCamp del disco, desde donde también se puede descargar gratuitamente, para que conozcas la escudería que lo ha hecho público -Heavenly Music, “la label experimental más underground en Sudamérica después de Cieliro Diystro” (en reconocimiento a esta última iniciativa hermana), donde puedes ubicar albums enteros de los proyectos electrónicos más rebuscados al sur de Panamá (y hasta novedosas colaboraciones como la de A La Obra De Pierre Henry, homenaje editado tras el deceso del padre de la música concreta y de la música electroacústica, en el que se dan la mano músicos peruanos y chilenos).

Tras la disolución, Yáñez seguiría con su carrera en solitario, que comenzase completamente autogestionada en los 80s. Ya en el nuevo siglo, Eduardo puede jactarse de una sólida trayectoria artística bajo su nuevo y más celebrado alias, el que le ha dado piramidal reputación: Gozne (y tiene otro que también se las trae, Zacarías Malden).


A quienes sí conocí a fines de los 90s, por lo menos de nombre, fue a Diacatorce. Hace algunas semanas, estuve rastreando muchos LPs del hermano país del Sur que escuchara tiempales hace, pero que no tenía en formato digital. A punto de cerrar esa búsqueda, me acordé de Diacatorce, y probé suerte con Google Chrome. Como era de esperarse, no apareció material suyo que pudiera audicionarse, pero sí un par de links con algo de información. Para mi tremebunda sorpresa, leo en uno de ellos que formaba parte del grupo el guitarrista Bernardo Naranjo. “¿Será el mismo Bernardo Naranjo Pizarro que conocí en Viña Del Mar, dueño de una tienda de música selecta y factótum del combo post rock/indie Fatiga De Material?”, pensé. Lo siguiente fue 100% surrealista: le escribí inmediatamente por inbox a Bernardo, quien confirmó mis sospechas. Obviamente, no te digo lo que me demoré en preguntarle si aún conservaba un ejemplar de ese disco.

Así pude, después de casi 20 años, escuchar por primera vez a/saber más de Diacatorce -ojo, se escribe así (confróntese el arte del disco). Lo que ya sabía era que se trataba de un dúo riot grrrrl, muy a la usanza de la época (Sleater-Kinney, L7, Babes In Toyland, Bikini Kill, Le Tigre, tardíamente The Julie Ruin), formado en Santiago De Chile hacia 1998 por Carolina García (a) La Rucia y Susana Cortés. Lo que he aprendido luego es que durante un tiempo el dúo se convirtió en trío, con la adición del guitarrista Camilo Carrasco y, tras la salida de éste; el ingreso de Bernardo. Para el año 2000, Diacatorce se transforma en cuarteto gracias a la incorporación de la vocalista Alondra Verdi.

El unigénito disco epónimo de la formación se cuenta entre las primeras referencias de QuemaSuCabeza, el sello discográfico de los sensacionales Congelador. Las doce pistas del esférico son grabadas por Rodrigo Santis (voz y guitarra de Congelador), pero el cuarteto participa de todo el proceso de producción del CD, desde su registro hasta los afiches de lanzamiento de la criatura.


Diacatorce tiene toda la impronta del movimiento de Olympia. Achuchado, desahuevado, feminista químicamente puro; el disco no logra superar los treinta minutos de duración, pero es un manifiesto incendiario. Canciones de minuto y medio, a veces de menos de un minuto (“La Lavadora”), que se apropian de expresiones sonoras comúnmente asociadas a los hombres -de hecho, el sonido de las riot grrrrl bands es el de una versión alternativa del harcore-punk, muy cercana al grunge, preñada de sexualidad y empoderamiento femenino, agresivamente contestataria y denunciante. Cero respeto por las formas que la tradición sonora masculina ha convertido en intocables, tal cual sus pares usamericanas.

El site ChileRock En Su Casa consigna dos canciones del line up que grabó el disco y que no se incluyeron allí, inequívoco signo de que había más composiciones ya trabajándose (“Abuelito” y “Lara”). Algo que por lo demás dejaba en claro el hidden track de la rodaja lumínica, versión demo/ensayo del tema “El Rap De La Perra Laya”, alternativamente conocido como “Chupa La Que Cuelga”. Lamentablemente, el epónimo testimonio de Diacatorce se constituyó a la larga en su único legado. En agosto del 2001, Bernardo Naranjo deja el grupo. Muy poco tiempo después, Bernardita Martínez ocupa su puesto, convirtiendo al cuarteto en un auténtico grupo riot grrrrl. Esta situación, empero, no duraría demasiado; pues en el 2003 Diacatorce dejaría de existir como tal para transformarse en Las Johnatan. Y ésa, mis queridos amigos, ya es otra historia.

Link de descarga de este incunable del rock chileno haciendo click aquí.


Hákim de Merv

Washed Out: Mister Mellow

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 9 de agosto del 2017.)

Y la profecía del crítico ibérico Juan Manuel Freire, enunciada entre fines del siglo XX y principios del XXI, se hizo realidad nomás.

Más que el nuevo milenio (falta muchísimo para atribuirle semejante categorización a un período de tiempo tan enorme), el nuevo siglo es el del “subgénero infinito” para el Pop. Muertas y enterradas las vanguardias, éste sobrevive no ya reinventándose a través de procesos de creación heroica, sino a través de hibridajes. El resultado: nuevos subgéneros/microgéneros que, auscultados de cerca, sólo ofrecen paliativos a la sequía de ideas que padece la música pop desde el bluff del Y2K. Paliativos brillantes y curiosísimos, eso sí, pero paliativos al fin y al cabo: electrocläsh, sea punk, witch house, vaporwave, mall soft, future funk... Exceptuando alguno que otro aporte, todos susceptibles de ser completamente desmontados en una dialéctica y erudita disección quirúrgica.

Hace un par de meses, apareció el nuevo disco de Washed Out, proyecto portaestandarte del chillwave y padre del mismo casi en primera persona (el mismo peritaje de ADN pueden reclamar igualmente Neon Indian, Memory Tapes, Ariel Pink y Ducktails). Unipersonal de Ernest Greene, estadounidense de 35 abriles, Washed Out hace gala de una exquisita rapiña sampladélica en éste más que en ningún otro capítulo de su andadura discográfica -iniciada en el 2009 con High Times (no incluye, por siaca, el hitazo tempranero “Feel It All Around”).


Mister Mellow, que bordea la media hora de duración, es un sorprendente tour de force a la usanza de los viejos discos conceptuales pertenecientes a épocas ya pretéritas. Todos sus temas se entrelazan -lo que, lejos de sindicar uniformidad, facilita la asimilación de giros de registro a veces demasiado imprevistos o audaces. La placa puede, en efecto, saltar de la exótica tropicalia más estilizada (“Burn Out Blues”) al hip hop rítmico hueverazo (“Floating By”), del easy listening (“Hard To Say Goodbye”) al borroso spleen digital (“Down And Out”), del avant lounge (“Get Lost”) al downtempo de supermercado (“Million Miles Away”). La brevedad de la jornada hace posible afirmar que también está habilitada la opción “y viceversa”. De hecho, Mister Mellow es más diletante y hedonista que su predecesor, Paracosm; esférico donde Greene lucía más introspectivo -el álbum fue calificado por algunos medios especializados como de bliss pop sónico (¿?)-.

Y en medio de este carnaval de “categorías”, te preguntarás, ¿cuál es la que le da forma a la de chillwave? Todas. Originalmente bautizado como “dream beat” e “hypnagogic pop”, el chillwave se define en función de un fondo sonoro esencialmente retro, cuyas texturas son de baja fidelidad pero orladas de efectos reverberantes proporcionados por sintetizadores vintage. De ahí que asimismo se emplee la ingeniosa etiqueta de “glo-fi” cuando se habla de chillwave. Bedroom pop copado de nostalgia escapista -otro logro de la estirpe de los músicos de dormitorio fundada durante la segunda mitad de los 90s, que ya debe andar por la sexta o séptima generación.

Gran disco, que tiene su contraparte visual en una edición doble -CD + DVD- a la que no he podido acceder por aquello que algunos camaradas y yo denominamos “el drama del penique”. Aunque no llegue a ser competencia para Jlin, merece mucha más atención que la dispensada a zopencos como Ed Sheeran.


Hákim de Merv

miércoles, 9 de agosto de 2017

Los Stomias: Pulp Fiction - Surf Themes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de agosto del 2017.)

De que, durante la década pasada, hubo en el Perú una apabullante revaloración/reivindicación de la primera escena rockera nacional (1957-1975); es imposible dudar. Muchas referencias discográficas históricas hasta entonces inaccesibles fueron rescatadas y puestas a consideración de nuevos públicos ávidos, bien gracias a digitalizaciones hechas por los fans, bien gracias a reediciones lumínicas en formato original. Pero no es menos cierto que, surgiendo una camada de alineaciones nuevas aupadas por este revival (vg. Los Protones, Comfuzztible, Los Silver Mornings, Presidente Morsa, Los Paicons), estas nuevas sangres no llegaron a consolidarse como escena -sino de forma individual, y no en todos los casos.

Los Stomias aparecen en ese momento histórico (2005), y a renglón seguido empiezan a figurar en algunas de las compilaciones elaboradas por el prestigioso fanzine especializado peruano Sótano Beat. Sin embargo, el grupo publica recién tres años después su primera producción propia, un EP homónimo de cuatro temas a partir de cuyo estreno se sucede un rush de participaciones en discos colectivos de diversas latitudes. Tres ejemplos al azar: Perú Rock Volumen 1 (Cusco Producciones, 2016), Fuzztantico Vol. 01  (Paranoia Records en México, 2011) y Grand Prix Vol. 12 (Fanzine Rock Hardi Nº 44 en Francia, 2013). Como anécdota curiosa, a Los Stomias se les incluye en la (muy discreta) película Rocanrol 68 (2013), caracterizados como un combo legendario de los 60s: Los York’s.

Tras doce años de formado, y a casi una década de su primer lanzamiento, el grupo de Eloy Calle (bajo y teclados), Adrián Arguedas Saman (batería) y Antonio Castillo (primera y segunda guitarra) publica Pulp Fiction - Surf Themes. El concepto detrás del disco se orienta a proponer una banda sonora 100% instrumental y surf -encuadrada bajo un registro más oscuro (y/o si se prefiere “sucio”)- alternativa al soundtrack original del film Pulp Fiction (1994). Para la ocasión, LS se convierte en sexteto con la adición de Fernando Laguna (también en batería), Jair Espinoza (saxo) y Cristian Delgado (trompeta).

De las 18 pistas pescadas en el esférico, que apenas rebasa los 26 minutos de duración, las nueve impares son fragmentos de diálogos extraídos del largometraje; tal como sucede en la banda sonora orquestada por Quentin Tarantino (pero que no siempre son los mismos escogidos por el director para tal fin). Por otra parte, las nueve pistas pares corresponden a temas instrumentales, siete de los cuales se escuchan en la película -aunque no necesariamente en la OST: es el caso, por ejemplo, de “Rumble”. Los dos surcos restantes son “Out Of Limites” (de The Ventures) y “Ace Of Spades” (de Link Wray).

En términos de energía, la reinterpretación de estos clásicos del repertorio usamericano carece de baches. Se percibe efectivamente, además, una mayor crudeza en el registro. El sonido instro-surf de Los Stomias tiene aristas tanto de garaje como de naciente psicodelia, surjan éstas o se escondan según el número a acometer: si en “Lonesome Town” desaparecen, en “Out Of Limites” toman las riendas desde el principio. Con todo, esa cualidad “abrasiva” de Pulp Fiction - Surf Themes no llega a ser ablación, mucho menos desintegración. Me refiero a que, como era de esperarse en cualquier empresa similar, fuera del vigor no hay muchas cosas más que subrayar. Sí, el saxo asume un rol bastante protagónico, como en la citada “Lonesome...”. Sí, la estupenda performance del bajo ofrece la solidez necesaria sobre la que opera el resto del conjunto sin mayor agitación. Y sí, la jornada capta en gran medida sonido y atmósfera consustanciales a género y época... Y allí se agotan las novedades en el plano estrictamente sonoro.

Es una idea bastante interesante la del disco -pero, honestamente, yo hubiera preferido un trabajo con temas de propia autoría (y claro, la o las versiones de rigor). En los que les he escuchado, les va muy bien. O en su defecto, un sorprendente puñado de relecturas a tanto más avezadas. Quizá sea que esperaba otra cosa con sólo ver el arte que acompaña el CD -las atávicas deformaciones pesadillescas que ocupan tapa y contratapa, cortesía de Laguna, me hacían pensar en unos Cramps desbordados a pesar de saber que lo de Los Stomias iba en otra onda. Digamos que este PF - ST consigue aprobar, pero al próximo episodio difícilmente le irá mejor si repite la coartada.


Hákim de Merv

miércoles, 2 de agosto de 2017

Fred Clarke y Ronald Sánchez: Sonidos De Nasca: Ofrenda

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de julio del 2017.)

Cuando niño, siempre me sentí más atraído hacia las culturas preincaicas que a la originaria del Cuzco. Me refiero a las mayores y a las que entonces se enseñaban en los colegios, claro: Chavín, Mochica, Chimú, Tiahuanaco, Nasca, Paracas... Todavía Caral permanecía olvidada, en el valle de Supe. A todas ellas las percibía envueltas en un halo de misterio que conducía a la fascinación, a diferencia de la civilización inca, que era más y mejor conocida. No es que esta última me disgustase, ojo: se trataba de un tema de gustos o preferencias. Lo mismo podría alegar alguien encantado con el Hombre de Toquepala, el de Kotosh o el de Guitarreros; antes que con las cultura pertenecientes al período formativo de la historia peruana.

Consecuentemente, visitar por primera vez el viejo Museo De Arqueología, Antropología E Historia Del Perú; en el distrito de Pueblo Libre, fue una experiencia que me marcó de por vida. Mitad por iniciativa de papá, mitad por tarea para el curso de Historia Del Perú, fuimos en familia un domingo de 1986. Aparte de los tesoros arqueológicos invaluables que allí se conservaban, el edificio estaba organizado de tal manera que evocaba pudorosamente a los laberintos. Yo, que siempre les he amado, terminé de caer fulminado ante esta constatación. Al culminar el recorrido guiado, le pedí a mi viejo que comprara el libro Las Culturas Prehispánicas Del Perú, de Justo Cáceres Macedo. Subtitulado “Guía Para Exhibiciones De Museos De Arqueología Peruana”, todavía lo conservo muy a la mano entre mis pertenencias -por suerte, ya que el libro funciona de maravillas con aquel vetusto circuito de salas de Pueblo Libre.

“El conocimiento que se interioriza a través de la emoción, jamás se olvida”. Nunca en este espacio mejor evocada la frase que ahora. Entre las muchas cosas que aprendí ese día, se me quedó en la retina/materia gris un enorme tambor ceremonial de la cultura Nasca. Fabricado en cerámica, el instrumento percusivo fue encontrado en los recintos ceremoniales de Cahuachi (Ica). “El extremo inferior es angosto y redondeado”, explicó el guía de 1986, “para empotrarlo en el piso durante su uso”. Pero el motivo por el que atesoro el recuerdo de esa ocasión radica en el decorado: de la boca de un ser mitológico emerge una lengua o corriente que desemboca en una cabeza más pequeña, digamos que simiesca (aunque difícilmente los nascas podrían haber conocido a un mono), de cuya boca a su vez sale otra lengua o corriente que desemboca en otra cabeza aún más pequeña. Así representaban los nascas el Eco. Aunque no creo en destinos predeterminados, la coincidencia es inquietante: acaso era ya una señal dirigida a mi subconsciente, signo del único amor que con toda seguridad me acompañará hasta la tumba -la Música.

Más de tres décadas después, el Museo De Arte de Lima abre al público una exhibición dedicada a la cultura Nasca. Es una cuidadosa selección de 300 piezas, entre ceramios, tejidos y objetos de metal; muchas de ellas rescatadas del dédalo burocrático que las había condenado a juntar polvo y moho en depósitos oscuros y semi-abandonados. Hoy recuperado, este valioso patrimonio cultural puede ser visitado hasta el primero de octubre del año en curso -acompañado de harta multimedia in situ (mapping/simulación en 3D, animaciones) y de una publicación homónima curada por los mismos responsables de la exhibición, Cecilia Pardo y Peter Fux.

La muestra cuenta asimismo con música de fondo, creada ex profeso. Y, como no podía ser de otra manera, Ronald Sánchez está metido en el embrollo. Para quienes se han dado sus buenas vueltas por el blog debería seguir siendo el suyo un nombre conocido: hace casi seis meses reseñé el más reciente disco de Altiplano, Sueños Saparas, centrado en el legado sonoro de la etnia amazónica del mismo nombre; y hace un año comenté el ¿EP? Vestigios, compuesto colectivamente en un taller de sonido dictado por Sánchez en Ecuador. Para Sonidos De Nasca: Ofrenda, el output que acompaña a la fantástica exposición, el experimentado músico se ha asociado a Fred Clarke, quien estuviese a cargo de los vientos en el último disco altiplánico. La amistad entre ambos nace de un gran amigo en común: el fallecido compositor electroacústico César Bolaños.

Ha escrito Fernando Berckemeyer en el diario El Comercio, sobre la exhibición nasca: “Los arqueólogos también desentierran pensamientos: lo que pensaban sobre la vida y lo que ella plantea quienes nos precedieron en la experiencia de vivirla -en circunstancias muy diferentes a las nuestras pero con la misma humanidad-. Pensamientos en los que encontramos esperanzas, temores, impulsos y emociones que son muchas veces sorprendentemente cercanos a nosotros, habitantes del siglo XXI, y que dan sentido a que pueda hablarse de algo así como un ‘inconsciente colectivo’ de la humanidad”. Fred y Ronald reviven las voces de nuestro  pasado  prehispánico,  algo  a  lo  que  están  habituados  tanto el miembro fundador de Altiplano como el incorporado poco ha -Clarke es un investigador de las distintas manifestaciones del chamanismo desde 1998, que tiene ya dos trabajos en su haber: Pacha Paqariy: Ambient Works I (2006) y Paqarina: Healing Sounds Of Peru (2011).

De hecho, algo/bastante de chamánico tiene Sonidos De Nasca: Ofrenda. Al no disponer de muchas referencias históricas conservadas relativas al Sonido (las culturas preincaicas no conocían la escritura tal y como la concibe Occidente, o simplemente no la conocían), en casos como éste los músicos suelen apelar a reinterpretar desde nuestro presente aquello que fue sonido en el pasado. Pese a no tener registros de las melodías nascas, antaras, quenas y tambores de esa cultura tienen un nivel sorprendente de complejidad -lo que subraya el importante papel que la música jugaba en la vida cotidiana de un pueblo rodeado por los abrazadores desiertos de la costa sudamericana que da al Pacífico. Basta googlear estas reliquias para comprobarlo -quedó ya insinuado en la ornamentación del tambor del que hablé, y confirmado en las polícromas imágenes que de las antaras pueden ubicarse en Internet.

Antaras de una afinación distinta a la convencionalmente enseñada en nuestros tiempos. Música no preeminentemente pentatónica, como sí lo era la de los incas. Uso frecuente de escalas diatónicas, fórmulas cromáticas, intervalos inferiores y/o levemente superiores al semitono (chequea el maravilloso texto de Andrés Sas, Ensayo Sobre La Música Nasca, escrito en 1938 y rescatado por la publicación virtual Runa Yachachiy); todo ello puede escucharse en el disco firmado por Sánchez y Clarke, quienes complementan lo obtenido usando réplicas exactas de antaras nascas con los sonidos y procesos electrónicos que posibilita la tecnología contemporánea. Un álbum rebosante de espiritualidad y misticismo, que nos habla, con la solvencia característica de la obra entera de Sánchez; de un mundo remoto y perdido -el de una cultura que se cuenta entre los mayores enigmas de las civilizaciones mesoamericanas anteriores a la Conquista Española.


Hákim de Merv