
Le he dado vueltas
a esa idea tras la primera vez que oí la música de Alberto Carbajal. No le
conozco en persona. Sé que estudia arquitectura en la UNI, que es un joven
músico de 27 abriles y que reside en el Cono Norte. Luego, la única manera que
tengo a mi alcance para evaluar su creatividad es a través de su obra. Desde la
sensatez obtenida gracias a un cuarto de siglo escribiendo sobre el que
considero el arte por excelencia, la encuentro profundamente sincera.

El mini-álbum de
estreno se ve cubierto de un sonido bastante opaco, de hechura casera e indisociable
de la ética/estética do it yourself. No es el único vestigio punk del que hace
gala el limeño allí: en la mayoría de temas, rastreo una rítmica enjuta
sutilmente fracturada, medio revoltosa. El desparpajo y la subversión que
cuajan en varios pasajes del disco califican asimismo como remanentes cosecha
’77, aunque también traen a la memoria ciertas performances de otra referencia estelar.
Quien haya escuchado acuciosamente la producción de El Aviador Dro Y Sus
Obreros Especializados entre 1979 y 1986 encontrará en el accionar de Habø insólitas
convergencias con el lado B/freak del inolvidable grupo español -los teclados
marcianos de “Hal 9000”, las regurgitaciones sintéticas de “Rusos S.A.”, la
nerviosa ominosidad que salpican “El Laberinto Del Nuevo Minotauro” o “El Retorno De Godzilla”.
Carbajal puede no
haber escuchado EADYSOE. Aún en el caso de que lo hubiera hecho, le embargan el
entusiasmo y la autenticidad puros de quien niega el pasado para crear a partir
del mismo. Pasa con el buen Aviador, pero además con Grauzone y Suicide, pistas
esenciales para desenmarañar el pathos de Habø. Recuérdese que tanto el
quinteto suizo como el tándem gringo coludieron el electro pop al punk -y
mientras a los europeos se les considera el primer grupo minimal synth de la
Historia, el de los usamericanos es un nombre ineludible en la escena punk
neoyorkina 1975-1979. Son, de hecho, Martin Rev y Alan Vega quienes más
influencian a Habø: ese sonido minimal, repetitivo y turbio siempre subyace a
todos los surcos del mini-LP -incluso a la luminosa “Synth Room” y a la
cuasi-acústica “(Pétalos E Incienzo) Years”.
Habrá quienes
piensen que “Mon’k Junto A Mí” es en la práctica un rework del vital clasicazo
“Ghost Rider”, y que lo de Habø no supera la condición de epigónico o derivativo.
No puedo negar que es una posibilidad: habida cuenta de las inevitables
comparaciones, al menos formalmente hay argumentos para afirmarlo. Con todo, no
es la forma lo más importante en el mundo de la música pop independiente, sino
el contenido. He repasado varias veces los dos títulos del capitalino, y he elegido
creer en su autenticidad. Sí, es una elección intuitiva, no racional. No
obstante, jamás me permito olvidar que la intuición es la razón que el
entendimiento no puede penetrar.
Hákim de Merv