Una regla -tal vez-
no escrita en el mundo del Arte, relativa a la fenomenología de las nuevas
vetas estilísticas, refiere que sólo el Tiempo decide si éstas terminan
convirtiéndose en paradigmas a invocar/subvertir; o si, por el contrario, su
nivel de artificialidad las condena a no ser recordadas sino como excéntricos
pero estériles ejercicios de innovación.
¿Y es de veras el
Tiempo la única instancia cuyo juicio tiene la autoridad de exaltar o denigrar?
La pregunta todavía rebota dentro de mi cráneo, a la par que las impresiones
dejadas allí por el estreno de Kusama. No es sencillo separar una cosa de la
otra, puesto que An Encounter With A Dark
Flowering Season le ha propinado un buen sacudón a mis conexiones
neuronales. El grupo ya había publicado dos temas desde su cuenta BandCamp, “I
Wonder” y “Let's Dance” (sí, versión del clásico del Duque Blanco), que
alertaban sobre su excéntrico estilo (sí, ese preciso adjetivo de nuevo). La
puesta de largo, sin embargo, llegó un poco de sorpresa; ni bien arrancó este
año.
“Dance” y “dark”
han sido etiquetas recurrentes para catalogar a Kusama. En modo alguno
incorrectas, hoy, tras la aparición del An
Encounter...; son insuficientes. Cuando escuché el disco por primera vez,
encontré cierto parecido con The Danse Society, una banda inglesa anterior a
Clan Of Xymox y con la que comparte el 95% de código genético. La diferencia
entre ambos referentes radica en que los holandeses suenan más dark, mientras
que los británicos abrazaron el gótico duro y lo derivaron hacia las pistas de
baile.
Así pudiera
considerársele su estructura ósea, que la huella de The Danse Society persista
en An Encounter... luego de muchas
escuchas no convierte a Kusama en una banda de techno gothic por default. Esa
impronta no es la única que conjura el trío compuesto por la guitarrista Malena
Malloy, el ¿percusionista? Alessandro Coluccelli y la tecladista/vocalista/bajista
Noelia Cabrera. El cultivo de una variedad sónica iterativa, de raíces drone,
libera a Kusama del molde electro-gótico; dándole a la vez una maleabilidad
pocas veces vista en la escena nacional. Obvio: teniendo al drone y al gothic
como dominio y rango (o viceversa), Kusama puede visitar un espectro donde
conviven el post punk, el industrial, el nonsense, el ruido pogueable -y sonar
a todo ello a la vez. De ahí que sea más correcto hablar de homogeneidad que de
versatilidad, trátese de composiciones contemplativas o pasionales.
El bajo marcadazo,
la guitarra austera, las secuencias invencibles, muchas de ellas armadas
previamente por Romina San Martín, ahora retirada del proyecto... Grados de
separación más/menos, son características que pueden extenderse a todo el
panorama del actual pop independiente peruano. Pero si algo exonera a Kusama de
caer en el vacuo experimentalismo frankensteiniano, es la voz de Cabrera. Su
performance a la hora de registrar An
Encounter... abunda en giros vocales a lo Liz Fraser circa Garlands (1982), la amalgama que
pulveriza cualquier atisbo de mera “yuxtaposición estética”. Esas repeticiones
incesantes de una misma nota, técnica muy usada en el coral barroco, calza
perfectamente con temas como “Under Oath”, “Ródchenko” (tributo al polímata
fundador del constructivismo ruso) y “Nébula”, más inclinados a impeler el
cuerpo -y también con piezas como “Violet”, “I Wonder” y “Puke”, en una onda
más sosegada (pero no por ello menos punzante).
Entiendo que An Encounter... fue mezclado y editado
durante cinco arduos meses. La calidad del producto final resultaría, así, más
que sorprendente -de no ser porque, revisando info al respecto, leo que el
debut fue pulido por el aguerrido Miguel Ángel Burga, quien también se hace
cargo aquí de la eléctrica (el detalle que faltaba). De este modo, An Encounter With A Dark Flowering Season
arranca con mucha ventaja de cara a los balances de fin de año. El disco ha
sido editado en formato físico y ya presentado en directo, como corresponde.
COMENTARIO
CONTINGENTE
Ya llegamos a
junio, y aún An Encounter... corre a
la cabeza para los recuentos anuales.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 12 de enero del 2016.)
Como toda persona
común y silvestre que ha escuchado el debut UFO Blues Tapes (2014), solía pensar a 3AM en términos de referentes proto
punk, drone music y gravedad vocal de impostación en los hechos gótica. Cierto
que también se colaba un barniz que pretendía acercarle a predios más
salvajones (en el buen sentido de la palabra), pero el ingrediente extra no
lograba el peso suficiente como para volcarle hacia aquellos.
A propósito de balances
anuales, recordé que 2015 fue el año en que partieron hacia la Eternidad dos
tótems mayores para quien impulsa 3AM, el experimentado Miguel Ángel Burga. Me
refiero a Edgar Froese y a Lemmy Kilmister, principales gestores de Tangerine
Dream y Motörhead, respectivamente. Es razonable suponer que Burga no ha
compuesto los temas del hasta hoy último disco teniendo a estos dos colosos en
la mitra. La muerte de Froese ocurrió en enero, pero la de Kilmister aconteció
en los últimos días de diciembre, cuando el álbum ya había comenzado a
difundirse. Sin embargo, sí encuentro interesante el repensar a 3AM como una
danza -en el cuadrilátero, en la cama, en los tímpanos, en la materia gris...
¡¡¡en todas putas partes!!!- entre el estratosférico kraut rock de Tangerine
Dream y el space/heavy/proto-stoner de Motörhead.
Transmissions (2015) opera bajo las mismas coordenadas
que su predecesor -lo que motivaría el ejercicio de repensar el UFO Blues Tapes en términos de
bla-bla-bla (quien sienta el espíritu dispuesto, adelante). Sonidos minimales y
cósmicos, a veces con el acelerador/pedal hasta el fondo, a veces con un ritmo
a medias hipnótico y sedante. Siempre todo enmarcado, eso sí, en una dinámica
psych tributaria de los primeros 70s -tal cual parece confirmarlo el hecho de
que todos los aparatos en portada son analógicos. Habrá en el disco artillería
tecnológica de otro tipo, quizá, pero la época evocada es aquella a la que guiña
la carátula.
A quienes estén
interesados en rockear a la usanza de la vieja escuela, les recomendaría surcos
como “You're Never Gonna Bring Me Down”, “UHF”, “Rock'N'Roll Radio” o “Rocks”.
Para mí, lo mejor de este Transmissions
lo he disfrutado al ralentí: “Condor” y su desert rock cargado de lisergia, “Joy”
y su dilatada estructura rítmica loopdélica, el medio tempo de “Flying Low”, y
sobre todo “A Minute” -trance total atiborrado de trémolos, lo más drone y
alucinante que le escucho hasta ahora a Miguel Ángel como 3AM, uno de LOS temas
del año 2016 a nivel local.
Otrosí, ¿para cuándo
el debut de Ande, mi estimado, tu brutal proyecto neopagano?
ANOTACIÓN PERSONAL
Sigo esperando mi
ejemplar del Transmissions. Con fe.
Estoy convencido de que llegará en cualquier momento (LOL).
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de mayo del 2016.)
(En principio, ésta
no pretendía ser una reseña doble. O triple. Tampoco es que termine siéndolo,
pero ha habido una alineación interesante de película y disco, e incluso de
narrativa; que ha acabado por darle visos de crónica temática. Sin embargo el
centro, esta vez, lo determina indudablemente el trabajo sonoro.)
Hace ya un año vi The Witch (Robert Eggers, 2015). A media
tarde, en casa. Solo. A riesgo de que suene a spoiler -pero en realidad no lo
es-, a fin de cuentas no te queda claro si lo que has visto efectivamente pasó,
o si se trata de visiones inducidas por el pánico casi cerval que alentaba el
puritanismo entre los colonos de la recién nacida Nueva Inglaterra. Tranquilamente,
se pudo haber rodado una película idéntica sobre los juicios en masa por
brujería de Salem. Tras el fade out y los créditos, te quedas pensando en
cuánta ignorancia y miedo gratuito ha debido soportar el Hombre, antes de
lograr que las supercherías y las creencias estériles carezcan de poder real
sobre su vida.
Pero asimismo, no
te toca sino reconocer que, por más que intentes racionalizarla; nunca podrás
evitar del todo esa sensación de terror a lo desconocido, de horror a aquello
que no puedes entender -una emoción propia de la especie, por lo demás. El film
de Eggers tiene poquísima música (decorativa), apenas unos cuantos minutos
corales que ni de lejos se comparan a los célebres ave satanis con que el
maestro Jerry Goldsmith ornó The Omen
(1976). Estás librado/a, entonces, al puro sonido ambiental, a las locaciones,
a lo que vemos a través de los ojos de los protagonistas -una familia de
puritanos desterrada a los lindes del bosque. El bosque de presencia incesante.
El bosque de silencio ominoso. El bosque de parajes ocultos, a los que jamás
llega la luz del sol, y que esconde quién sabe qué prodigios u horrores
innominados.
Pensaba en todo
esto mientras mi mente regresaba sin descanso a H.P. Lovecraft: no a sus
pavorosos relatos vinculados a los Mitos de Cthulhu, sino a aquellos que el
onirófago usamericano dedicase a la brujería, a las vetustas construcciones del
siglo XVIII de buhardillas tapiadas y de áticos de negrura casi material, a los
ritos sacrílegos que sobrevivirían entre los descendientes de las hechiceras
-reales o no- ajusticiadas por la histeria colectiva que azuzó el feroz
dogmatismo cristiano-británico:
“Ningún viajero ha
visitado jamás esas gargantas sombrías sin una sensación de malestar, y los
artistas se estremecen mientras pintan esos bosques espesos cuyo misterio
inquieta tanto el espíritu como la mirada” (“El Color Que Cayó Del Cielo”).
En la inmensa
mayoría de esos relatos -“Las Ratas En Las Paredes”, “Los Sueños En La Casa De
La Bruja", “El Grabado En La Casa”, “La Hoya De Las Brujas”-, Lovecraft
despacha minuciosas pero también macabras descripciones de estos viejos
edificios fúnebres, de estos paisajes que encierran bajo de sí infinitas
fuerzas malignas, de estas prácticas horras de cualquier consideración moral
(aún de la moral atea, que la hay). Es, ciertamente, un Lovecraft que sólo los
admiradores más acérrimos conocemos, el que se ve reflejado en el largometraje
debut del director estadounidense.
Curiosamente, al
día siguiente tenía pensado escribir a propósito del primer larga duración de
Nocturno. No acostumbro reseñar discos o combos de metal porque mi empatía con
el género es modesta, cuando no pobre, pero lo que me llamó la atención esta
vez fue el nombre de la producción: La
Noche De Los Tiempos (2016, grabado hace dos años). Es notoria la devoción
que la banda profesa al menos aquí a Lovecraft, pero, contra lo que pudiera
pensarse por el título -“En La Noche De Los Tiempos” es un cuento superlativo
perteneciente a los Mitos de Cthulhu-; parece que a Nocturno le gusta más el
Lovecraft “dieciochesco”. Con portada típica/tópica del género para nuestros
días -a diferencia de, por ejemplo, el Non-Euclidean
Spaces (2015) de los franceses Anthropia-, LNDLT repesca un primigenio EP que jamás vi editado en ningún lado y
añade cinco tracks nuevos.
El trío lo componen
Félix Dextre en el bajo, César Araujo a las baquetas y Heinz “Azazel” Wuttig al
mando de la guitarra. De los tres, a quien reconozco es a Félix, otrora miembro
del tremebundo acto psicodélico/space rock Serpentina Satélite. Pero es la
guitarra de Wutting la que le da todo el color que puede a La Noche De Los Tiempos -porque el disco es monolítico hasta el más
mínimo detalle. Por momentos hard rock, por momentos doom metal, por momentos
stoner; esta placa enteramente instrumental recorre los mismos caminos que
hubiera seguido un soundtrack mucho más comercial concebido para The Witch. La lobreguez de la jornada es
de una densidad brutal, como arrancada de los rincones más negros del alma
humana. Tempos medios tirando para lentos (una única excepción, la de “Anticosmos”),
la eléctrica casi gutural de riffs invencibles en su solidez (creo que sólo una
punta de adamantium podría atravesarlos), el bajo arrastrándose tenebrosamente
en faceta casi maligna...
No ocultan los
chicos de Nocturno, por lo demás, una filiación con el Lado Oscuro. No cantan
ni media línea, pero reciclan la perorata final de Rosemary's Baby en “La Noche De Los Tiempos”. Sus temas llevan el
sello de la noctívaga/nictálope Hécate desde los nombres mismos: “El Espíritu
De La Serpiente”, “Belial”, “La Danza De Las Hijas Del Viento”... Si de por sí LNDLT es bien frikeante, imagínate lo
que es escucharlo repasando las maléficas escenas que nos ha legado The Witch.
Después de una
exhaustiva asimilación del disco, difícilmente el sol saldrá para tus ojos. O para
tus oídos. O para tu conciencia. Caution: no apto para espíritus flácidos -ni
Nocturno, ni The Witch, ni Lovecraft.
Varios meses
después, en el grupo face Unexplained Sounds, especializado en las vertientes
más impenetrables del ambient y de la música electroacústica; encontré una
hiperbólica compilación titulada Eudoxus (2016) -o cómo la bastarda prole
maldita de Brian Eno logra mimetizarse a través del neopaganismo nórdico para
esparcir el Mal hasta el Infinito (y más allá).
Este registro no es
apto para personas con alto riesgo coronario. Son poco menos de cuatro horas de
drones malformados, de atmósferas electrónicas sórdidas, de construcciones sonoras
dantescas -por lo que se recomienda su escucha por partes, si no quiere uno/a
dar con sus huesos en el manicomio más cercano. Ojo con el track 4, “Defiler”,
de Inner Vision Laboratory: en lo más macabro del tema, estos polacos samplean
la caprina voz de Black Phillip (The
Witch)...
“What dost thou
want?
Wouldst thou like
the taste of butter?
A pretty dress?
Wouldst thou like
to live delllllllllllliciously?”
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de enero del 2017.)
“Un país que no
tiene cine documental carece por completo de memoria e inteligencia”. Ni idea
de quién es el autor de tan extraordinaria sentencia, pero en todo caso yo la
conocí a través del amigo y crítico de cine Claudio Cordero. Siempre que las
evoco, cada palabra de esa frase resuena rotunda e invencible en mi cabeza.
Acaso ello se dé con más fuerza por el dramático contraste entre el ideal que
enmarca dicha afirmación y la tristísima realidad nacional, donde poco o nada
se hace por fomentar la concreción de filmografías documentales (La Espalda Del Mundo, de Javier
Corcuera; Su Nombre Es Fujimori, de
Fernando Vílchez). Las contadas películas que se han hecho, en su mayoría ni
siquiera pueden engrosar el catálogo del cine peruano, pues su financiamiento
proviene de capitales extranjeros y por lo mismo no cuentan -a pesar de estar
dirigidas por peruanos. Es que a los “amos” bien poco les importa apoyar
sistemáticamente cualquier expresión artística que sea verdaderamente asumida
como tal -y por ende, que colisione contra el Orden Establecido. Así, mientras
en otras latitudes títulos fantásticos como Cave Of The Forgotten Dreams (2010), Rip! A Remix Manifesto (2007), A Letter To
Elia (2010), Copyright Criminals
(2009); fomentan la discusión y el diálogo en niveles multidisciplinarios, en
el contexto de una cultura contemporánea global, en Perusalém nos acercamos
cada vez más a una nueva Edad de Piedra.
A unos cuantos
miles de kilómetros hacia el Sur, la realidad es cuando menos un poco más
alentadora. De un tiempo a esta parte, Chile ha empezado a producir excelentes
documentales que proponen distintos acercamientos a referentes audiovisuales
consagrados, reivindican su producción cultural contemporánea y escarban en la
Historia para reescribir algunos de sus capítulos -desenmascarando de paso
embustes de quienes pretendieron manipular la verdad ocultándola. Para muestra,
tres botones: El Camino De La Memoria
(2014, de Rafael Cheuquelaf),Nostalgia De La Luz (2010, de Patricio Guzmán) y Locaciones: Buscando A Rusty James (2013, del literato Alberto Fuget).
Hoy, Chile puede
darse el lujo de hablar de una sólida documentación de su historia pop, pues
existen films sobre artistas tan marcianos como Tobías Alcayota, fundacionales
como Electrodomésticos y Emociones Clandestinas, e insulares como José Vicente
Asuar. Fue este último el más destacado representante, de entre varios
coetáneos suyos, de la escena electroacústica chilena surgida a fines de los
60s y principios de los 70s -escena que recogía las principales enseñanzas de
músicos del Primer Mundo como Stockhausen, Schaeffer o Boulez; y que más o
menos coexistió en el Tiempo con su similar peruana, representada por Edgard
Valcárcel, Celso Garrido-Lecca y César Bolaños (entre otros).
Asuar, compositor
electroacústico e investigador del Sonido y sus (infinitas) posibilidades
expresivas, ha muerto el 11 de enero de este año. Había empezado a deglutir el
mediometraje documental que lo rescataba del Olvido, Variaciones Espectrales (2013), cuando amigos chilenos me
noticiaron su deceso. No dije nada al respecto en esos días, pero la espina me
había quedado clavada. La película cuenta su increíble aventura artística e
intelectual -porque Asuar fue más allá, experimentando en los 70s con la
construcción misma de prototipos de máquinas electrónicas que pudieran usarse
para crear música. Variaciones... captura
para la posteridad el momento exacto en que el autor prácticamente
¿desentierra?/¿redescubre? el computador que él mismo construyese casi 30 años
atrás literalmente a punta de latas y perillas recicladas: el COMDASUAR, que
supongo debe estar ahora en un museo de arte (como mínimo).
Estuve bastante
exaltado y emocionado tras, por fin, acabar el visionado del documental.
Lamenté no sentarme inmediatamente a escribir al respecto, pero a veces es mejor
dejar correr un poco el tiempo para mejor ordenar las ideas. De hecho, agrego
ahora que también me sentí feliz, sí, pero a la vez apenado. ¿Cómo no, si
descubro a Asuar casi en el momento mismo de su muerte? Por fortuna, el
documental lo reivindicó en el ocaso de su vida. Conviene recordar aquí una
anécdota acaecida en nuestro país, con motivo del doble Tensions At The Vanguard: New Music From Peru (1948-1979) (2012).
Cuando los organizadores del díptico fueron a buscar al maestro Valcárcel, para
pedirle permiso y acceso a fin de relanzar algunos de sus trabajos, e indagar
por los demás testimonios de la escena electroacústica peruana; el compositor
creía que estaba frente a una alucinación. Valcárcel no terminaba de asimilar
que alguien en el Perú se acordase de lo que él y sus compañeros habían hecho
entre fines de los 40s y mediados de los 70s. Algo similar debe haber sentido
Asuar cuando los responsables de Variaciones...
fueron a entrevistarle e incluso le acompañaron en su redescubrimiento del
aludido computador. El maestro, pues, partió reconocido -por escaso margen de
tiempo, pero reivindicado al fin. Después de conocer la noticia de su muerte, me
enteré de que poco antes donó a la Biblioteca Nacional de Chile todas sus
partituras.
Quisiera subrayar
dos declaraciones incluidas en Variaciones
Espectrales:
“El COMDASUAR es el
representante (...) del estado de la investigación en Chile. Y es un alto
resultado, aunque sea hecho por una persona individual. No tomar en cuenta eso
es el problema: pensar que son investigaciones que no conducen, digamos, a una
rentabilidad inmediata, que no se pueden masificar como productos... toda esa
tontería que... bueno, para qué enfadarnos”.
“Resulta que Chile,
para su desgracia, tuvo una dictadura que duró 17 años, que instaló un sistema
a la fuerza, que ningún chileno planteó (...) y que ahora estamos sufriendo,
que es el neoliberalismo (...); cuyo objetivo central es, desde el punto de
vista de la Música, establecer que la Música es una mercancía. Y resulta que la
Música no es una mercancía ni puede ser considerada como mercancía. Por
consiguiente, en este momento, que a nadie le preocupe, le interese
absolutamente nada de estas cuestiones; a mí me llama la atención, porque (la
Música) tiene una tremenda importancia”.
Esta última declaración
pertenece a Fernando García. La del párrafo anterior, no he conseguido recordar
a quién. Ambas sirven para demostrar que el Arte puede y debe convertirse en un
feroz crítico de cualquier sistema sacralizado; sea éste político, social,
económico, religioso e incluso artístico. Un orden establecido puede funcionar
como paradigma por algún tiempo, pero debe ser removido por otro con
determinada celeridad. De lo contrario, se esquematiza, se fosiliza,
inevitablemente oprime el pensamiento libre y estigmatiza a los creadores de nuevo
conocimiento. No por las puras lo sintetiza nuestro César Moro en su
incendiario lema casi bakuniano: “Por El Arte Quitasueño/Contra El Arte
Adormidera”. La obra de José Vicente Asuar y de todos sus pares, más allá de
nacionalidades ilusorias, es prueba fehaciente de ello. Descanse en paz, maestro. :'(
UPDATE
COMPLEMENTARIO
Desde que publiqué
el texto, he encontrado mucho material que avala más de una afirmación hecha en
estos renglones.
Chile crece a pasos
agigantados en lo que concierne a la memorabilia de su movida independiente:
además de los documentos visuales citados, también existen otros como Malditos: La Historia De Fiskales Ad Hok
(2004) y Hardcore: La Revolución Inconclusa (2011). Mejor aún, entre mediados de agosto y mediados de
septiembre del 2016, se emitió a través de UCV TV -esto es, por señal abierta-
la serie de seis episodios Cassette:
Historia De La Música En Chile. Cada entrega estuvo consagrada a un género,
y aunque pueden señalarse omisiones importantes (faltó una mirada panorámica al
indie, por ejemplo), este esfuerzo es tremendamente valioso para historiar el
devenir de la música pop al sur de Tacna. Como era de esperarse, José Vicente
Asuar aparece en el episodio dedicado a la electrónica.
La reputada
netlabel chilena de músicas digitales Pueblo Nuevo ha colgado para free
download el triple recopilatorio Obra
Electroacústica (2011), de Asuar. El tríptico se vale de un riguroso
criterio cronológico para disponer el track list -la pieza más antigua data de
1959, mientras que la última se publica en 1989. Ya no hay excusa para no
conocer la producción sonora de este pionero.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de abril del 2014.)
Al promediar marzo del 2014, me enteré por el amigo Abdel De La Cruz -frontman de los arequipeños
Fobya e impulsor del proyecto shoegazing Orquídea, hoy felizmente
resucitado tras diez años de hibernación- de la existencia
de El Blog Del Bam, una melómana
bitácora peruana en el sentido más amplio del término. La ocasión no podía ser
más llamativa para el ojo avizor, pues se linkeaba allí un artefacto
recopilatorio que llevaba por título Grito
Al Vacío: Shoegaze En El Perú 1991-2013. En realidad, el registro estaba
armado utilizando temas extraídos de una nutrida colección de discos nacionales
que se acercaban al género concebido a partir del Loveless (1991) de My Bloody Valentine. Previsiblemente,
dicho artefacto era obra de coleccionistas y melómanos (ya ves que no estoy muy
descaminado cuando hablo de una edad de oro para las antologías de rock y
electrónica peruanos). Antes de que acabase el mes, El Blog Del Bam sorprendió
gratamente con una segunda entrega -Gritos
Y Secuencias: Shoegaze En El Perú Parte II.
Debo decir que,
formalmente, tuve algunos reparos con ambas recopilaciones. Bastaba chequear el
menú, sobre todo el de la primera, para empezar a dudar de la pertinencia de la
palabra “shoegaze” en el título: difícilmente Ionaxs, 3AM, Leche Plus,
Ozono o Sajjra podían
acomodarse bajo ese cartel. Nótese, además,
que Orquídea cuela un tema de su entonces recién
estrenado single promocional en cada rodaja, lo que entra en abierta
contradicción con el arco de tiempo que busca ilustrar Grito Al Vacío... (de 1991 al 2013).
Sin embargo, no
puede pasarse por alto el hecho de que TODOS los proyectos incluidos en una y
otra carpeta tienen algo en común: la herencia del colectivo Crisálida Sónica.
No es necesario aquí volver sobre esa historia, sólo acotar que fue el punto de
partida (1996) para una escena independiente nacida de y para la
experimentación sonora -quien aún no esté al tanto, puede revisar el siguiente
enlace: http://hexagonocarmesi.blogspot.pe/2009/12/crisalida-sonica-recuerdos-del-futuro.html.
En efecto, acompañando al enlace de descarga de Grito Al Vacío... en EBDB, puede leerse:
“...es un compilado
que trata de reunir algunos actos peruanos que combinan el shoegaze,
space-rock, neo-psicodelia, post-pop y electrónica como géneros predominantes.
Muchos de estos actos salieron de la Crisálida Sónica, un colectivo que se
dedicó a la música de vanguardia durante la década del noventa. (...) Así
mismo, están aquellos actos de ex-integrantes de este colectivo, como Sajjra de
Christian Galarreta y 3AM de Miguel Ángel Burga; grupos inspirados en la Crisálida como
Leche Plus, Transparente y otros más. También se incluyó a Silvania, por estar
conformado por dos excelentes músicos peruanos (...) y por servir de
inspiración para toda esta movida”.
Esto último merece
explicarse un poco más. Si has seguido la trayectoria de la primera escena
shoegazing, o bien se hizo el trasvase hacia la música electrónica -como los
propios Silvania o como Ecstasy Of
Saint Theresa, por citar otro ejemplo-, o bien se dieron dos pasos atrás y se
sacó lote en el indie pop. Que se haya preferido en la mayoría de los casos lo
segundo, hace más destacable aquellas excepciones que optaron por lo primero. Y
en esa coyuntura, abrazada por los grupos peruanos casi sin excepción
(Resplandor, Puna), sin duda
fueron los Silvania el modelo en que éstos
se inspiraron. Excelente reflexión la de Bam, que
también acompañó el enlace de
descarga de Gritos Y Secuencias...
con otro texto, del que extraigo la siguiente cita: "...es la segunda parte de Grito Al Vacío..., compilado dedicado al shoegaze y a otros géneros de vanguardia que hice semanas atrás. Esta segunda entrega fue hecha con la idea de explorar aún más las propuestas de bandas peruanas no comerciales que se enfoquen en el shoegaze, ya sea como principal fuente de inspiración, o como complemento a su música. (...) Aquí encontrarán, al igual que el anterior, un total de quince bandas y actos cuyos estilos van desde el mencionado shoegaze, hasta ethereal noise, chillwave, neo-psicodelia, dreamgaze, nugaze, IDM, post-rock, etc. Entre las bandas encontrarán actos de culto como Avalonia y DiosMeHaViolado (injustamente olvidados en la primera parte), además de propuestas más modernas como Ozono, Puna, Dreamworks, Ban And Flap, Tica, The Electric Butterflies, entre otras. También encontrarán actos como Pastizal y Rayo Cósmico, cuya propuesta netamente psicodélica, se fusiona perfectamente con otros estilos de vanguardia para crear un interesante sonido".
Las recopilaciones
son buenísimas. Sirven tranquilamente de radiografía de una escena que se ha
mantenido viva y en activo hasta ahora, cultivando todos los estilos que, desde
la vanguardia sónica; han visto la luz tras la irrupción del shoegazing. Las
piezas han sido seleccionadas con buen criterio, dándole cabida a los temas más
o menos difundidos -hablar de “greatest hits” sería un pecado, por supuesto-,
pero también a cortes un poco más caletas (Dreamworks y una toma alterna de “Lost
Track”, aparecido originalmente en la antología Lego 3: For Future Generations, del sello Chip Musik, 2012).
Algún tiempo
después, Mauricio Miranda, responsable de EBDB; produjo en tiraje limitado
ediciones físicas CD-R tanto de Grito Al
Vacío... como de Gritos Y Secuencias...
Según el propio Mauricio, sólo para amigos con gustos convergentes. Hasta ahora
espero, cómodamente sentado, mis ejemplares (XD).
En noviembre del
2014, comenzó, en la periodicidad del blog El Hexágono Carmesí; la para
temporal que poco más de un año después pasaría a ser definitiva. El puntual
acontecimiento que ocasionó el frenazo, hace cerca de tres años, no merece más
palabras que las que ya se han gastado en lo que llevo escrito. No vale ni
medio centavo adicional. Lo importante es que la amistad entre quienes sosteníamos
dicha bitácora ha permanecido incólume. Agradezco aquí tanto a Cristhian
Manzanares como a Jorge Buckingham por el esfuerzo y la dedicación desplegados
durante cinco estupendos años. Valga la aclaración, todos los artículos
publicados en EHC (2009-2014) siguen disponibles en línea, pues el cese de
actividades del blog no implicó su eliminación. Algunos links de descarga, eso
sí, ya no funcionan -por insalubres/espinosos reclamos de copyright.
Desde entonces, me
he concentrado en mi muro personal de Facebook, cubriendo allí algunos de los
discos a que iba llegando por cuenta propia, y también algunos otros discos que
amigos muy ligados a la escena independiente nacional -y luego camaradas del
exterior- me facilitaban generosamente. Sean peruanos o extranjeros, sean
nuevos o viejos pero caletas, los bytes de mi muro siempre han estado abiertos
a todos ellos. Facebook suele ser considerado una enajenante forma de perder
por completo el tiempo. Aunque algo de razón tiene ese dictamen, no es mi caso.
Si bien a veces opino de política, apoyo causas como la de los animalistas y la
de los derechos de las minorías, o me permito distenderme un poco; mi cuenta está
dedicada a la difusión del humanismo expresado en manifestaciones culturales
pop como el cine y la literatura, con marcado énfasis en la Música -el arte que
define la esencia de lo que soy. Superfluosidades y fruslerías que le ganan a
uno, pues.
Empiezo este blog
para que todo lo que he escrito en Facebook no se pierda. Hasta el momento, he
recuperado más de 100 publicaciones, que seguramente no son todas. Durante un
tiempo, creí que con marcar los posteos como “Saved” era suficiente. Los
recordatorios de “On This Day” harían el resto. Comprobé después que sólo
puedes preservar un número determinado de posteos: alcanzado ese número,
Facebook chotea los que marcaste primero en favor de los últimos. Y como todo
texto es perfectible -a ello contribuyen la distancia, el Tiempo, las miradas
de nuevas inteligencias y el subsecuente feedback...-, cada entrada aquí irá pauteada
tras una revisión preliminar, tanto para pulirle como para actualizarle. No
obstante la mayoría de artículos se centrará en el arte que mi pluma más ha
defendido, sin duda habrá otros que también recupere por su valor intrínseco
(espero que el profeta Herbert Marcuse se haya equivocado cuando publicó El Hombre Unidimensional). Este blog es,
pues, una suerte de back up para
aquello que seguiré colgando en mi muro de Facebook: como tal, no tengo el
menor interés en hacerlo visualmente llamativo. Cubro un mínimo de cuota
estética y punto -siempre pesará más el contenido.
Al “desaparecer” El
Hexágono Carmesí, estaba camino a cumplir cuarenta años. Hoy estoy próximo a
sumar cuarenta y dos calendarios. Si se quiere, estoy a la mitad del camino de
la vida, como decía Dante Alighieri. Hoy se suele afirmar que los cuarentas son
los nuevos veintes, consecuencia directa del efecto Clooney (“los cincuentas
son los nuevos treintas”). Subjetivismos a un lado, puedo enumerar algunas
cosas que a esta edad ya no admiten discusión. La primera de ellas es que,
físicamente, no seré joven nunca más. Lástima, hubiera sido bonito morir antes de
dejar de serlo.
La segunda de ellas
es que, pese a la adultez, la flama sigue viva y furiosa. No tiene nada de malo
mirar hacia el pasado: lo malo es quedarse allí todos los días que te queden de
existencia. Ya sobrepasé con creces la edad en que el imperativo biológico
dicta una ralentización en los procesos de interiorización de referentes
culturales. Y sigo aquí. Leo nuevos libros. Visiono nuevos films. Aprendo nuevo
conocimiento. Mejor aún, escucho nuevos discos -definitivamente, el principal
don con que me favoreció un Destino que las más de las veces me ha tratado como
punching ball. No sé cuánto tiempo más seguiré avanzando, pero a la fecha no
percibo ningún síntoma de cansancio. Mi angurria de información permanece inalterable.
La tercera: con 22
años publicando (y 23 escribiendo), supuse que al menos en los circuitos
independientes nacionales no era más un desconocido. De continuo, asumo que ya
todo el mundo sabe -sottovoce- cuál es mi verdadero nombre, pues dejó de ser
secreto hace tanto que ni siquiera recuerdo el momento exacto. Una descomunal
bronca virtual a propósito del delirante/senil Charly García, en la página face
peruana Rock Achorao’, ha probado lo contrario. Bien por un lado: carne fresca
que rebanar y cerebros adolescentes que zarandear. No me oxido, y de paso
refrendo galones.
Mi intención es que
este blog se conduzca según los principios del copyleft. Puedes reproducir
cualquier texto que aparezca aquí, siempre y cuando me acredites, me notifiques
acerca del uso que vas a darle, y reproduzcas el texto tal cual (negritas y
cursivas incluidas). Observa estos requerimientos y no te daré el menor
problema. Queda TERMINANTEMENTE PROHIBIDA, por otra parte, la libre reproducción
de cualquier texto en formato físico. Lo estoy diciendo con todas sus letras y
bien en serio.
Seguir pensando en
términos de fronteras, cuando éstas han desaparecido en la era de Internet, es
un absurdo de campeonato. Podría dedicarme exclusivamente a ilustrar las
bondades de la movida independiente peruana, que goza de salud envidiable desde
hace cuatro años, pero ello sería una necedad de parte mía. El mundo en el que
vivimos actualmente se ha echado abajo muchas de las barreras con las que
crecimos, a excepción de las más resistentes -las mentales. No aquí. En este
blog, siempre que sean respetuosos/as, todos/as son bienvenidos/as. Para
muestra, un botón: gracias a mis amigos del sur, a quienes tengo constantemente
presentes, Chile siempre ocupará un espacio en mi corazón. En estos bytes.
Ninguna bronquita-berrinchosa-de-nivel-escolar-orquestada-desde-cualquier-esfera-de-poder
va a convencerme de actuar en sentido opuesto.
Puede que sea un
lugar común generacional, aunque no lo creo. Buscando nombre para estos bytes,
uno que resumiese experiencia y beligerancia, caigo en la cuenta de que muchas
iniciativas más o menos similares reflejan desde el título un balance similar
entre sus términos: Recuerdos De Un Cíclope, Memorias Del Subsuelo, el sorprendente
canal de audiolibros Anotaciones De Madrugada (en YouTube, también blog), Extramuros... testeando sinónimos, me acordé del libro Apostillas Al Nombre De La Rosa, de mi maestro Umberto Eco.
Descartados por recurrentes vocablos como “periferia”, “márgenes” y
“extramuros”; me acordé asimismo de Disidentes, una de las primeras bandas
industriales/post-industriales de la escena paralela peruana y que surgiera en
los 80s. Sin ser fan terminal de un proyecto que me parece muy interesante en cuanto a postulados, me
identifico con su nombre. Después de todo, en retrospectiva y no siempre explícitamente,
siempre he sido un disidente -agnóstico, melómano de alfanje y capote, lector
empedernido, cinéfilo omnívoro; por convicción, siempre al otro lado del dominio y rango que favorecen
(a) las mayorías.