

No tan corto como
“Amanda”, lo único que hace “Fm” es rendirle honor a su nombre: el notorio dial
salta de notas calcadas de “Eros...” a jirones en colisión de las primeras suites
de la banda. El final llega de la mano de “Géminis”, casi ocho minutos donde
vuelve a aparecer ese excéntrico balance entre prog jazz y vaporwave -si bien rato
después de sobrepasada la mitad, el vaporwave se esfuma del todo, emergiendo el
sonido clásico de ChV en un plan más liviano (scratch incluido).
Siento una gran
curiosidad por saber si esto es sólo una extravagancia que el grupo se ha
permitido, o si será la norma sobre la que trabajarán próximas entregas. Ahora,
a aplicarle al acabadito de estrenar Live At Woodstaco (su primer álbum en vivo).

Server es el alias que
bautiza la asociación entre Ballester y Andrés Pérez. Al concretarse (2017), lo
hace con el nombre de Videodrome, en inequívoco homenaje a la extraordinaria película (1983) del esteta canadiense David Cronenberg. Influenciados por la
electrónica de viejo cuño, ambos músicos comienzan a grabar demos que
desembocarán en un primer tema, rescatado como la apertura de su referencia
debut.

Maquetado como tour de force (entiéndase tracks
entrelazados) y modulado en ocho canales, Server EP es un registro de 32 minutos realizado de una sola toma. El extended sublima
la herencia del genio italiano utilizando a tal fin sintetizadores que no cesan
de implosionar y/o burbujear, sea que eleven los timbres hasta alcanzar notas que
de puro chillonas se convierten en kitsch, sea que desciendan hasta bajo cero
al revivir el glacial synth de los precursores británicos. De “Quema Todas Tus
Cosas” a “Tecnocacerismo”, un desfile constante y triunfal de circuitería
electro secuenciada, coloreada por pedaleras de guitarra. Produce Mario
Silvania -Antonio se ha integrado a la nueva formación del célebre grupo-, quien
se ha desenvuelto para esta jornada con la mano de un japonés: con profusa producción
electrónica, le da al EP un acabado marcadamente austero.
Como asimismo
Daniel Dávila (Taneli Lucis), Ricardo Agüero pertenece a las nuevas
generaciones de músicos/no-músicos peruanos independientes, inscritas en los
frentes de avanzada. En su caso particular, por ahora ha consagrado energías al
shoegazing, al post rock y al Ruido; según lo paladeado en el estreno de su
unipersonal, Ricardo's Blue Shine.

Pese a sentirme más
cerca de “Atardecer”, prefiero destacar a “Puente”. Tarjeta de presentación con
puntaje promedio, nomás. Veremos cómo evoluciona a partir de ahora.


Las simas del
Tártaro quedan expuestas ni bien comienza a firuletear el bajo de Pinzás en “La
Danza”, sensación subrayada en la perniciosa “Burden” (¿un guiño a The Wolfgang
Press, otra banda clásica de aquellos ‘siniestros’ calendarios?). Y aunque
luego el diástole de la cinta entra en una calma ominosa con “Sombras” y
“Paralysis”, no más ligeras pero sí menos estremecedoras, Specto Caligo retoma la
curva hacia el averno en “Séptimo Sello” y en “Camélidos Endemoniados”; broncos
diminuendos donde la guitarra de Vega y las escalofriantes vocales de Angélica -preñada
de ayes invisibles- acaban por hundirnos en las tinieblas, a merced de un
terror ciego. Magnífico.
Hákim de Merv