miércoles, 24 de febrero de 2021

Sergio Zevallos · Atem: Piezas Para Acciones E Instalaciones (1999​-​2019) // Sacre-X: Paraísos Artificiales // Hypernaut: Ozymandias // La Agonía De Desear Existir: Blind Them With Kindness // 27 U H F: Rare Tracks/The Last Love Letter/Holograms

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de febrero del 2021.)

LOS DISCOS PERUANOS DEL 2020 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (IV)

Sergio Zevallos (59) se define como nómada de múltiples actividades artísticas. En otras palabras, un polímata. Llegó a Alemania en 1989 gracias a Chaclacayo, colectivo de performativa visceralidad que cofundase siete almanaques antes junto al también peruano Raúl Avellaneda y al tudesco Helmut Psotta. Chaclacayo se extinguió en 1994, estando aún en territorio europeo, afincándose Zevallos un año después en Berlín (donde vive hasta ahora).

En octubre último, Buh Records curó una concisa selección de las composiciones sonoras de Zevallos, quien nunca estudió música pero siempre se sintió atraído por ella. Prueba del punto al que llegase esa seducción es la declaración del artista mismo al respecto (“esa necesidad de ritmo volvió a infiltrar lo visual”), reproducida en la consabida sumilla de BandCamp. Todo lo que alguna vez haya realizado en ese campo artístico -ejecución de instrumentos, escritura de arreglos, edición de sonido- se halla por ende asociado a una formación autodidacta muy emocional, justificándose su corpus entero en función de aquello para lo que fuese creado. Esto es: acompañar/musicalizar/potenciar performances que examinaban los contrapuntos entre la vida humana puertas adentro y su gemela pública, que interrogaban las relaciones de poder y autoritarismo, o que especulaban sobre el cuerpo, el comportamiento y el deseo.

Atem: Piezas Para Acciones E Instalaciones (1999-2019) está integrada por seis episodios, correspondientes todos a intervenciones efectuadas durante el lapso de su estancia germana, mas no todas dentro de esas fronteras. El equivalente a un hipotético lado A está consagrado a Alemania, donde se grabaron entre 1999 y 2002 “Cello”, “Fragmentos” y el surco titular. El equivalente a un hipotético lado B ilustra, por el contrario, la música de sus presentaciones sobre suelo patrio -“CHTP N°3” y las dos partes de “Callejón Oscuro”, entre el 2013 y el 2019.

La producción sonora de Zevallos se funda en la técnica de la fragmentación y el desmontaje. Extractados de grabaciones de campo realizadas por el propio autor, tanto ruidos como sonidos vocales son reensamblados prescindiendo ineluctablemente de sus contextos de origen. Retazos, jirones y partículas dan lugar a loopeos modulados que se trasgreden y superponen unos a/contra otros (el ejemplo palmario es “Callejón Oscuro Pt. 1”). Se erigen de esta manera soundtracks imaginarios que subvierten/invalidan las nociones inherentes a lo que entendemos por “música”, rindiéndose finalmente a la atonalidad. Como dijese de John Cage el chileno Gustavo Celedón, “hacer música fuera de la música”.

“La honestidad ante todo”, escribí hace no mucho en estos bytes. Pues eso.

Cuando me agencié un ejemplar, habré escuchado unas cuatro o cinco veces La Muda EP (2013), del joven músico Carlos Andrés Ortega. Aunque estaba notoriamente adscrito a la tradición de cruda ruptura que emprendiese Crisálida Sónica al promediar la segunda mitad de los 90s, el extended era más un croquis que un boceto o que una maqueta. No me gustó, lo cual demuestra que no todo aquello que ice estandarte de vanguardia tiene forzosamente que ser bueno -otra muestra: el epónimo EP de Fluorescente Solar.

Siete años después, Ortega se encuentra radicando en Berlín. Establecido allí desde hace algún tiempo, el peruano ha publicado Paraísos Artificiales, estreno de su nueva identidad: Sacre-X. Desde la estructura semi-conceptual que postula, el esférico dista muchísimo de aquel primer amago. Paraísos... saluda y se despide con sendos segmentos de cuatro episodios arracimados entre sí, cual tour de force. Circundando su punto medio, asaltos en cantidad de tres, en los que más de manifiesto se pone la gradual transición de lo analógico a lo digital que empieza sutilmente desde “Mar” y que embandera la montaña con “Ctrl - Z”.

En efecto, mientras que la apertura “Uno” parecía afilar todas las salientes propias de la experimentación sonora más radical, “Mar” las suaviza y difumina; transfigurándose constantemente entre el noise, el ambient y el pop. La voz de Carlos Andrés suena opaca pero segura, muy distinta a lo exhibido en el EP. Conforme avanza, y pese a que el registro puede saltar de hipnótico (“Cielo” y sus “campanas tubulares” sobre la mitad) a zumbante (“0 1 0”), Paraísos Artificiales se transforma en un banco de alba neblina limeña que lentamente se vitrifica.

Repescada del extended y convenientemente reconfigurada, “La Muda” es la piedra de toque con que la recargada atmósfera de Paraísos... empieza a lucir menos rarificada, más próxima a realidades de ciencia-ficción entrevistas en discos, libros, films, sueños... El laxo proto synth tribal de “Desierto” va hermanado con el ritualismo futurista de la especular “Espejos”, atemperado éste cuanto más se acerca a su remate -un díptico entrelazado, sin pausa, con que ingresar al postrer sector de la jornada.

En éste se hace más patente que nunca esa (por analogía) fluida sensibilidad indietrónica que discurre en muchos pasajes de PA. Sensibilidad que permea sin determinar el derrotero de estas euritmias. Verbigracia el remanso angélico de “Dormir”, no exento de esquirlas de áspero ruido. Tampoco “Pornografía”, nombre espontáneamente concedido por la extracción de los sampleos que le alimentan -si bien al principio asoma update viral del industrial de SPK circa Information Overload Unit (1981), no demora en adherirse a un meloso ambient de cuatro dimensiones-. Y menos la epilogal “Ctrl - Z”, poliédrico resumen y cierre de un plástico que podría haber firmado un Uwe Zahn mainstream de ética a prueba de bazookazos.

La preventa de la edición física de Discos Astromelia tendrá lugar el 5 de marzo. Aplausos.

Curiosa entente, Hypernaut. Más que en otras que podrían considerarse correligionarias suyas, clasificables como stoner/space/psychedelic garage, hay además en este quinteto una fuerte influencia grunge. Quiero decir, no es que Hypernaut sea epígono sucedáneo de la asonada Seattle, sino que ésta tiene considerables peso e importancia en la constitución del sonido. Lo suyo es, pues, un punto medio entre el escuadrón de grupos -grupazos- stoner que hoy habitan la escena nacional y las unidades a la usanza de Rhor, seminal banda perucha de post grunge.

Lo que está fuera de discusión, en todo caso, es que Hypernaut tiene la mira puesta en los 70s más heavy y en los 90s grunge/stoner. La fuerza y la contundencia de esos estruendosos referentes quedan evidenciadas en “Bad Hombres” y “Panic Attack”, genéricos pero no por ello menos furiosos cortes con que abre el debut Ozymandias. Es éste, cuya denominación le ha sido dada por un célebre poema del decimonónico literato inglés Percy Bisshe Shelley, el fruto de largas sesiones de creación y ensayo sobre todo en el curso del año pandémico -circunstancia que ayudó a adelantar su salida para diciembre.

Podría deslizar que hay tramos de Ozymandias que suenan mejor. Ello presupone otros que, por contraste, suenan peor. En realidad, este estreno no tiene desperdicio: incluso en sus momentos digamos más convencionales, como “Worlogog”, “Atomic Breath” o “Multiverse... Battleworld”; Hypernaut acredita un vigor y una solidez admirables. Esas canciones rugen montadas sobre compactos riffs de guitarras versadas en las tradiciones de Eddie Glass, Buzz Osborne y Jerry Cantrell; riffs bajo los cuales se agita una cumplidora base rítmica.

Si así andan las cosas en sus pasajes más tranquilos, ya te puedes imaginar la constante tormenta eléctrica de números como “(This Is Where I) Draw The Line”, “Cynicism Is Self-Harm” o el tema homónimo; en los cuales los pistones de la maquinaria que impele al combo intercalan patrones no siempre equivalentes, sin rastro de subsecuentes asincronía o pérdida de timing. Virtudes que les han hecho a Martín Cardich (primera guitarra), Gary Saavedra (batería), Juan Diego Stein (segunda guitarra), Miguel Ángel Yugra (bajo) y Santiago Echecopar (voz); receptores de frases como “Se siente como cuando escuchábamos por primera vez todos esos álbumes de los 90s de Sub Pop”, que figura en su BandCamp oficial. Merecidos elogios para una agrupación a la que autenticidad le sobra por todos lados.

Conocí a Carlos Palacios Hidalgo a través de su desaparecido fanzine Entes Anómicos, allá por el 2000/2001. Llevaba adelante, como ahora, una labor encomiable: escribir sobre bandas de las que mayormente no se escribía ni dos líneas, sean nacionales o extranjeras, y editarlas como mínimo por la vía artesanal. Acaso estas ediciones eran insuficientes en cuanto a tiraje, pero no hay que olvidar la precariedad que todavía imperaba en la escena inca a comienzos del nuevo milenio -entonces todo sumaba.

Fundado en 1996, el fanzine ya no existe. Lanzada en 1999 con el mismo nombre, la escudería aún sigue en pie de lucha, premunida de casi las mismas armas con que antes contaba a discreción: capacidad virtual de edición (ésta no), alcance internacional, un catálogo tan robusto como variopinto -de imaginario hardcore punk al momento de su concepción, ya para el cambio de siglo EA rotaba material de todo tipo. Ergo, si la discográfica se halla en camino de cumplir 22 abriles, su único responsable cumple en este 2021 un cuarto de siglo dedicado a esta quijotesca chamba.

Atrincherado en Frankfurt desde hace varios años, CPH debuta como músico/no músico en agosto del 2014 con el 7’’ Noises. Adjudicado a La Agonía De Desear Existir, aunque no es éste su único alias, será el elegido para el presente comentario. El proyecto lleva ya 16 títulos publicados, singles y EPs en su mayoría, bautizados por terceros desde un principio como fricleknoise -que tiene la acepción sajona de “ruido reciclado”. En esencia un término peyorativo, autoasumido es casi siempre sinónimo instantáneo de buen gusto. Ésta no es la excepción.

La Agonía De Desear Existir es la ruta de escape para música netamente percusiva (“C”), sea ésta de ascendencia abstracta/concreta, electroacústica o digital. Como fortificado por una metodología zen, en su seno Palacios desarrolla una especie de bricolage sonoro entre aleatorio y errático, del que Blind Them With Kindness es su más reciente manifestación. Breves telares compuestos por materia prima sónica de diversa laya -desde las idiófonas kalimbas de “D” hasta los ¿sampleos? de “B”-, cuyo rango de complejidad puede ir de la sencillez que brota de una cajita de música (“Out”, donde repite plato el instrumento africano) a construcciones comparativamente más elaboradas (“D”), pasando del registro desnudo (la seca percusión de “C”) al más arropado (los flirteos electrónicos de “G” y “E”). Poco más puede decirse de experiencias tan minimalistas como efímeras, salvo que induce ésta a relajar nuestras células más ignotas al tiempo de crispar las hematíes nuestro flujo sanguíneo.

Próximamente, ------, el otro seudónimo del buen Carlos.

Mira, pues, Berlín por partida doble y Frankfurt, extrapolados al circuito independiente peruano. Ojalá Kamila Lunae haga pronto buen tercio desde Múnich.

En el mismo sentido que lo fue para Vrianch, el 2020 parece haber sido un gran año para 27 U H F. De marzo a julio, el unipersonal de Marco Luján estuvo coheteadazo soltando un álbum tras otro. Verdad que en algunos casos se trataba de reencauchadas según tal o cual ocasión. Ésas, sin embargo, son las excepciones.

En marzo hace su entrada Rare Tracks, compilación doble de 100 minutos y 27 paradas, inéditas casi en su totalidad. Sin haber cumplido esta colección de rarezas dos meses de aparecida, simultáneamente Luján re-empaca el Lust EP (2018), ahora presentado como “Extended Edition” (pasó de ocho a diez pistas); y edita The Last Love Letter, artefacto ultimado con piezas que ya habían sido publicadas. Tanto Lust (Extended Edition) como The Last Love Letter fueron orquestados a petición del sello ucraniano Naughty Night Records, especializado en vaporwave y similares, que ha reeditado una parte de la discografía de nuestro connacional.

Con quince días de diferencia, en julio se cuelgan dos nuevas rodajas. La primera fue la novísima Holograms. ¿La segunda? Un 50/50 con el acto dominicano S.a.x., intitulado On The Road. Por desgracia, el split no ha sido colgado íntegro en el BandCamp de 27 U H F, lo que veda su análisis.

Me enfoco, pues, tanto en el Rare Tracks como en el The Last Love Letter y el Holograms. Del primero, quedó ya dicho que se trata de una recopilación de material que permanecía inédito casi al 100%. Es revelador que la hegemonía de estos rare tracks recaiga en las cepas vaporwave del muzakcore y sobre todo del mallsoft. Hay de todo un poco, claro, pero la balanza está lo bastante inclinada hacia estos subgéneros como para ser indiciaria de posibles direcciones que en lo sucesivo pasarán a tener rol más preponderante: “$OLO ACΣPTAMO$ 𝙑𝙄𝙎𝘼”, “$MUC-03”, “C://Camino Real (Mix 2)”, “S̴̨̪͚̫̥̿͒̎̇ͅͅA̸̘̞̝̲̟͘͘͝B̶̡͚̲͇̄́̽̽̉A̷̬͇̥̖̜͓͒̔̒D̵̬̹̙͋̾̀̉̎͗͠O̴̢̻̺̝͔̯̩̰͖͖̿̏́̓̓̈͠͠”, “29 5 30”, “VHS POEM # 1” (el “# 2” figura en el listado del Lust EP), “Listen To Me”, siguen nombres...

Por lo demás, no hay que esforzarse mucho para sustentar la condición que de “inédito” tiene la inmensa mayoría de estos canales. Su acabado es muy rudimentario, bien porque hablamos de demos, bien porque deficiencias técnicas en su grabación las condenaron a estar arrumadas en un rincón. En buen cristiano, el audio es demasiado pobre como para hacer por ellas algo más que abroquelarlas en torno al rótulo de “rare tracks”.

Para The Last Love Letter, la metafísica del pitch que se cierne surrealista sobre la estética del mall gringo se convierte en la principal herramienta dinamizadora. Su huella no es constante, pero deja poco margen a temas digresores como “Your Face” y “Expectativas”, future funk con que rendirse a esa sugestión del loop que no se cansaba de alabar Daniel Lopatin (Chuck Person). Ciertamente, TLLL es un trabajo donde reinan la fantasmagoría de la insatisfacción frente al mundo que nos ha tocado vivir, la GLOriFIcación de un muzak imaginado para sonorizar mil y una ucronías, el colorismo kitsch suscitado de manipular desde nuestra modernidad aparatos y gadgets más cotizados mientras más viejos sean. Propias del material nuevo -“EVR?”, “Meridiano”, el número titular-, estas características se extienden tanto a los rescates (cf. “RDIO FNTSM (Instrumental Version)” del Caribbean Dreams EP, “LUxXxURY” del Spectrum, “1991” del Fantasma EP) como a las revisiones (“𝓲 𝓻𝒆𝓶𝒆𝓶𝓫𝒆𝓻 𝔂𝓸𝓾 (𝓇𝑒𝓋𝒾𝓈𝒾𝓉𝑒𝒹)” o “NTIK (Extended Reissue)”).

El problema es que, en Holograms, la novedad ha menguado. No se debe esto a un agotamiento de la emotividad retromaníaca a que apelan las visiones psicodélico-minimalistas despachadas aquí por 27 U H F. Se debe a que las sedantes melodías intervenidas para crear relajantes pa(i)sajes de ambient ornamental tienden a ser autoreferenciales de la obra de Luján en conjunto. El individualista parece haberse instalado en una sola línea, y nada tiene eso de malo, como sí el repetir la técnica/el procedimiento casi mecánicamente. Resultado: una cadena de eslabones bastante parecidos, salvo excepciones como el tímidamente hipnagógico “感傷的な女性”. Loops desacelerados que sirven de base para líneas borrachas de sintetizadores (“高利貸し Hipermercado”) y ritmos cansinos (“Larco Ave.”) por igual. Composiciones narcotizantes de futuros abortados (“𝙤𝙧𝙖𝙣𝙜𝙚 𝙨𝙠𝙮”), de un no-lugar (“雨の日”). Todo bien confeccionado, para qué. Se deja extrañar, sin embargo, una variedad que antes era la norma en 27 U H F.

Hákim de Merv

jueves, 18 de febrero de 2021

Estación Abisal: Hoy Fue Ese Día // Alan Roque: Tour Colchón (A Sangre Y Fuego) // The Miguel Aragaki Project: Liberación EP // OC & The Only Band: Hope/Rough // Dolores Delirio: Nuclear

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de febrero del 2021.)

LOS DISCOS PERUANOS DEL 2020 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (III)

Tras escucharle tres o cuatro veces, y durante algunas semanas, estuve convencido de sindicar al estreno de los huancaínos Estación Abisal como el hype nacional del 2020. No encontraba nada lo suficientemente sustantivo como para justificar la mayúscula repercusión que Hoy Fue Ese Día recibiera entre los colegas de medios especializados. Entonces decidí volverle a audicionar días antes de sentarme a redactar estos párrafos.

En muy pocas ocasiones, un disco que ya conozco ha logrado revertir la primera impresión haciendo click a último minuto. Ésta es una de ellas. La banda formada por Gerald Álvarez, Marcelo Díaz, Carlos Egoávil y Miguel Yauri concibe su propuesta partiendo esencialmente del indie pop español noventero y de sus ulteriores ecos argentinos -Él Mató A Un Policía Motorizado o Las Ligas Menores, por ejemplo. Este desarrollo es complementado por una pluma sorprendentemente solvente, que dota a las canciones de un sólido esqueleto letrístico, y por el insólito genoma new wave que lentamente deglute.

Hoy Fue Ese Día echa a andar con “Expectativas” y “Ansiolíticos”, sendas romanzas de un pop vivaz y zangolotino. Arranque entusiasta, aunque no muy prometedor. Por fortuna, el fugaz instrumental “Mundo” empieza a bajar las revoluciones en el desenvolvimiento del cuarteto, lo mismo que “Precario”. Iniciando la segunda mitad de la jornada, “Inmerso” termina de estabilizarle la mezcla de ingredientes, balance desde el cual álbum y grupo encuentran el tempo ideal y las tonalidades precisas -la disciplinada frialdad de los sintes fiscaliza tanto las emotivas letras como la marcha indoblegable del bajo.

De ”Inmerso” -su peculiar quiebre rítmico también anuncia la intensificación del accionar de la teba- en adelante, viene la mejor parte de HFED. Viñetas ágiles y de ambientaciones otoñales, donde se patentiza la hegemonía de esa suerte de wave garagero antes insinuado. Se ubican en este tramo de cierre “Arritmia” (ni-tan-solapa guiño a “Play For Today” de The Cure al iniciar, a “La Célula Que Explota” de Caifanes al terminar), “Circular” (single de adelanto publicado en noviembre, un mes antes), “Ella Duerme Nuevamente” (indie wave, etiqueta que los propios EA se sacan de la manga para codificar su estilo) y “Retorno Nocturno”. En sus siete minutazos, rematados por un elegíaco saxo crepuscular, es este último el broche de oro que resume las principales virtudes expuestas en un debut después de todo interesante.

Oí por primera vez el nombre de Alan Roque a raíz del lanzamiento de Rock Lima Sur: Compilatorio Vol. 5, hace poco más de tres años. Como algunos otros de los participantes en la compilación, de su pop/rock no había nada más que decir una vez subrayada su correcta ejecución y su transparente simplicidad. La historia detrás habla de un músico que para entonces tenía ya una docena de calendarios ejerciendo, primero figurando en la agrupación 09 Vidas, después solista en el 2015 -mediando una pausa de 36 meses retirado de toda actividad sonora-. La puesta de largo (Tiempos Intensos), que añade a la paleta tinturas de folk acústico y de indie, queda diferida hasta octubre del 2018.

El año pasado, Roque retomó el hilo de su carrera con Tour Colchón (A Sangre Y Fuego), trabajo que obtuvo cierta repercusión en las movidas del cono sur limeño, de las que siempre es complicado que trasciendan noticias más allá de sus lindes. Contrariamente a lo que título y portada pudieran calentonamente sugerir, Tour Colchón... acoge historias de la vida diaria acaecidas en los barrios sureños, que por extensión pueden suceder en cualquier punto de la ciudad-basural-jardín; en el marco de la nueva (a)“normalidad” impuesta por el COVID-19. Grabado con un celular, Roque formula aquí un pop desnudo, sin mayores artificios y de mínimo acompañamiento (“Te Desvaneces”, “En Tu Mirar”). En algunos minutos, como los de “Mi Niña”, “Tu Abrigo” y “Como Ayer”; el guitarrista deja entrever cierta debilidad por la balada -lo que no estaría mal, si no fuera porque aún arrastra mucho hándicap en las letras. No pocas de éstas son bastante lloronas, cuando no patéticas, como en “El Bus”.

La guitarra es, quedó implícito, la médula del sonido de Alan Roque. Mejores pruebas de su talento son las melodías que se acomodan conforme se acerca el postrer aliento del mini-LP, como “Sediento” y “Casandra”, ambas tanto más dinámicas que las anteriores. Sobre todo esta última, que en definitiva puede sindicarse como el punto álgido del CD. El problema, entonces, no radica tanto en la música como sí en las líricas -que tienen unas de cal (“...Arroz Con Huevo Y Té Sabú...”, canta el surconeño en “Como Ayer” al repasar dulces memorias) y otras de arena (“No Soy Muy Inteligente, Pero... Sé Lo Que Es El Amor”, paradinha incluida, en “Tu Abrigo”). Aunque no del todo mal, necesita ya mismo redoblar esfuerzos y seguir quemando naves.

La música de Textura evoca los días en que buena parte de las nóveles formaciones peruanas aún apostaba, cuando los 90s comenzaba su curva descendente, por el ya entonces añoso rock oscurón ochentero -sin todavía inclinarse hacia el gothic: para eso, habría que esperar hasta el surgimiento de Espergesia, Cleopatra y compañía. En 1996, este cuarteto hacía sus pininos con una maqueta epónima que le granjeó el mote de “los nuevos Dolores Delirio”. Ignorando ese rótulo, Textura trajinó su propio camino, distinguiéndose por la rigurosidad de su batería y el infatigable  desempeño  del bajo, pero sobre todo por la guitarra de Virus -en la mejor tradición del fosco dark de los 80s.

Más de dos décadas después, Virus decide saltar al ruedo recuperando nombre civil y arrellanándose en parcelas pop distintas de las que cursó con Textura. Distintas, mas en absoluto opuestas. Quizá el mayor defecto de Liberación EP es su cortedad, que limita un progreso más amplio del sonido que esgrime el guitarrista como principal responsable de The Miguel Aragaki Project, y que inevitablemente polariza sus esfuerzos.

Por un lado, están los surcos como “Madre Noche” y “Tan Lejos”, copados por un pop electrónico interpretado con sobrada destreza, llenos de luz hasta el apolíneo paroxismo, de colores pastel, apenas technificado. Surcos que procuran un adecuado contrapunto a lo que hace, por citar un nombre patrio, Marfilia. Por otro lado, están los cortes que, si bien se hallan lejos de lo que Aragaki ofreciera como Virus, son reconvenidos por algunas de las fijaciones inherentes a su recordado ex conjunto. En este apartado se estatuyen “Náufraga” y “Ahí Van Los Dos”, cumplidoras muestras de un pop enroscándose en torno a la new wave, algo más sobrias y definitivamente más de medio-tiempo cuasi baladesco/secuencias “tenebrosas”/pródigas concesiones literarias al, ejem, “vil sentimiento”.

El punto medio también hace las veces de epílogo. “Agresión Lunar” es de una ejecución impecable, a despecho de su acabado un tanto más rústico que el resto del extended, lo que sugiere un enfoque mucho más darkie. Acaso no sea sino una percepción, lo mismo que la filiación selenita que parece subrayar tanto este track como “Tan Lejos” (estrenada a mediados del 2019 con el título de “Luz Lunar”). En mi opinión, el de “Agresión Lunar” es el camino que debieran seguir Aragaki y compinches -los bajistas Carlos Velásquez y Luis Carrión, el tecladista Douglas Mendoza (que asimismo pone el hombro en los coros)- en sus futuras producciones.

Iba a empezar a escribir estas líneas con el oxímoron “Noticias desde el Primer Puerto del país...”, cuando me enteré de que el protagonista de turno, si bien vivió en Néstor Gambeta, gestó la música de su proyecto en el limeño distrito de San Martín De Porres (y actualmente reside en Surco Viejo). Ni modo, a guardar la muletilla para la próxima.

OC & The Only Band es cosa de Osmar Cubillas, quien desde el 2015 aúpa la plataforma discográfica Decadencia Records -editora de esféricos para los anfetaminizados hardcore punk de Atropello!! y para los stoner psicodélicos de Reptil, entre otros. Lo de Cubillas músico está fuertemente precintado por el rock psicodélico y aún el progre. Más fuerte todavía es la impronta esteticista de la Baja Fidelidad, desde la que construye los dos tomos acreditados a su alias artístico, Hope y Rough -abril y octubre, respectivamente-.

No existen diferencias tajantes entre uno y otro registro, que calzan en el formato de mini-álbum. Lo observable en Hope es un pequeño sistema orográfico de picos que intercalan el lado más asequible del rock ácido de fines de los 60s y un leve barroquismo prog (“Naee Bhoomi” y sus arábigas extrapolaciones, “El Ascenso”), siempre circundados por un enrarecido éter lo fi. Ocasionalmente, hay espacio para otros gases nobles en esas altitudes, como el jazz (“Dreaming”). Y cuando Cubillas se decide exclusivamente por la psicotropía, le sale algo bien barrettesco (la curiosa “La Captura” se torna demasiado densa al promediar).

Su gemelo Rough raramente va más allá de las pautas establecidas por Hope: “Asleep At Work”, “Surf Your Life”, la excelente “The Big Wave”... Son los dos números que completan el repertorio los que se descarrilan, por así decirlo: “Walking Home” y “What’s Wrong With Me?”. Mientras el primero abraza un formato pop, parecido a lo hecho por los arequipeños The Genius Sex Poets, el segundo es poseído por un sulfúreo arrebato punk que sin embargo no le controla de principio a fin.

Vale el esfuerzo, pero la cuesta todavía luce empinada. Progresos sustanciales a implementar con urgencia.

Ni en mis elucubraciones más desopilantes llegué a alucinar que reseñaría nuevamente una obra de Dolores Delirio. Pero ya ves, la vida te da sorpresas, como dice el sensei Rubén Blades.

Hecho científico del que todos/as somos conscientes: del cuarteto que naciera en 1994, hace mucho que no queda nada. De ese durísimo primer golpe que fue la trágica muerte del guitarra original, el recordado Jeffrey Parra, el terceto sobreviviente jamás pudo recuperarse satisfactoriamente. A lo largo de los años desfilaron por las filas de DD guitarristas experimentados -Juan Carlos Anchante de los trujillanos Ego, Luciano Agüero de Cenizas-, ninguno de los cuales logró consolidarse en el puesto que dejase el finado. Y si bien es verdad Parra no era el único artífice del sonido que facturase la banda desde su epónima maqueta hasta su semi-live Dolores Delirio: Bajo Un Envenenado Cielo Plateado (1997), sin su eléctrica fue imposible mantenerse a flote.

Luego del Raíz (2000), primer esfuerzo por cerrar la brillante época inaugural de Dolores Delirio tentando un giro mucho más electrónico para el que el público limeño mayoritario todavía no estaba del todo preparado, las relaciones entre los miembros sobrevivientes comenzaron a agrietarse, precipitándose la separación momentánea entre el 2003 y 2005. De tanto despedirse en directo, volvieron a juntarse reincorporando al batero fundador Josué Vásquez (se había ido en el 2001) y choteando (en el 2007) al cantante original Ricardo Brenneisen. Sólo tres producciones al 2018 -Histeria EP, Plástico Divino, El Camino EP- testimonian, mucho menos que los desencuentros, los pasos en falso, los divismos y la renuncia definitiva de Vásquez; el irregular camino que sigue el combo -en honor a la verdad, un pálido reflejo de lo que alguna vez fue.

Y sin embargo, persisten con Nuclear, aparecido a fines de noviembre último. Una vez más, el grupo trata de reinventarse. Una vez más, el resultado es incierto. Pero de ello no se deriva forzosamente que sea una rodaja maluca. Pasa que Brenneisen (voz), José Iñoñán (bajo primigenio de DD), Janio Cuadros (guitarra) y Roberto Sosa (batería) han tratado de hacer lo que por tantos lustros evitaron -una versión moderna, no necesariamente actualizada, del mítico Cero (1995). Les sale cualquier cosa menos lo que se han planteado: revisión llena de armonías plastificadas que juntas apenas si logran texturas de grosor infinitesimal, la guitarra y el bajo cumplen eficientemente el juego en pared, mientras el set de batería no aporta sino lo justo. En cuanto a Brenneisen, bueno, como vocalista siempre tuvo un techo que nunca ha logrado trascender. Se esperaba que lo hiciera con los años, y en los 26 que lleva de carrera no pudo. Ni con Dolores Delirio, ni con Fauzto, ni con Cómplices Eternos (ni mucho menos con Terapeutas Del Ritmo).

Nuclear tiene el aire medido, y ése es su principal obstáculo. Por momentos, se parece más al Raíz que al Cero -con una producción que recuerda, sin igualar, al Invisible (1995) de los chilenos La Ley. Ausente Vásquez de las baquetas, ausente la magia de Parra en la eléctrica -una herida que, parafraseando a Mario Vargas Llosa, se abre más que cicatrizar con el paso del Tiempo-, la placa carece de mayores brillos. No es que sea deplorable, es que no consigue estampar su huella en la memoria como sí sucedía antaño. “Retrovisor”, “Vulnerable”, “La Suerte”, “Luces”... Temas todos cortados con la misma tijera que “A Veces Tú”, que se salva porque es el primero de ellos y conserva por esta circunstancia su fuelle.

Al final de Nuclear, se cuela un ligero aroma al Cero. Parece que de un momento a otro fuera a materializarse el espíritu de Jeffrey. No, sólo es un hálito, una leve muestra de su aura. Ése es el sacudón que proporcionan “Dioses” y “Sálvame”, pero sobre todo “Imperfecto”, la única pista que llega a tocarme. Lo demás -la pieza epónima, el discreto cover de “Si Tú No Vuelves” de Miguel Bosé- no basta para ser rescatable.

Hákim de Merv

jueves, 11 de febrero de 2021

Roiduoma Vol. I: AQP Electrodoméstica Ruido S.A. // Suramérica Experimental // The Genius Sex Poets: Recurrent Memory From A Dream // Vida En Marte: Mañana Es Mejor EP // Fiorella16: Tales In Deep Noise Saturation

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de febrero del 2021.)

LOS DISCOS PERUANOS DEL 2020 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (II)

Evaluada in situ hace casi tres años, la sensación que me reportaba el estado de la escena subterránea de la -geopolíticamente hablando- segunda ciudad del Perú era harto difusa. Desde entonces, sus músicos han revertido esa vacilante situación, sosteniendo un plausible rush editorial en esencia a todo lo ancho del 2020. Hoy, por ende, puede afirmarse que los circuitos de la Ciudad Blanca vuelven a estar en llamas...

Como su nombre establece, Roiduoma Vol. I: AQP Electrodoméstica Ruido S.A. inaugura una serie que, curada por la discográfica azteca Silencio EPI (DF); se reserva para divulgar a artistas/grupos del continente americano que se desplazan tangencialmente al mainstream de la música pop. Que haya sido fruto de diversas coyunturas es tan irrelevante como valioso su fidedigno esbozo del actual panorama arequipeño -José María Málaga, individualista tras Fiorella16 y cocreador del festival Espora junto a su hermano Miguel, chambeó la compilación y se la propuso a aquellos cuates, quienes aprovecharon las posibilidades que ésta ofrecía.

En términos de variedad, Roiduoma Vol. I... se anota el puntaje perfecto. No le quita pegada el acoger tracks que han sido ya difundidos en Internet/físicamente, que ocupan -distribuidos- casi la mitad del listado. Corresponden éstos al indie dark de “Extraviado” (Fantaxma), al stoner enrazado de “Orate” (Stonearth), al drónico minimalismo pedal de “Mutation” (La Vie), al bullicioso postpunkgaze de “Telescopio” (Alunaki), al power grunge noise de “En Un Cohete Hacia El Sol” (La Ciudad Negra), al estrepitoso indie lo fi de “Things Don’t Care” (L-Ror), al resonante bedroom pop de “Todo Por Un OVNI” (Vida En Marte) y al ruidoso crossover de “Irijua” (La Terminal). Todos han sido extraídos de álbums, EPs y singles que apareciesen en el año pandémico -lo que equivale a ocho producciones independientes en una metrópolis del interior. Ocho producciones que, más importante aún, no agotan el universo disponible de éstas en Arequipa.

Junto a esos canales, se disponen otros diez de seudónimos en su mayor parte debutantes. Yume Station (“Sekai Isshuū (En El Año 3000)”), que tiene un estilo consolidado de polifónicos clicks’n’cuts y ornamentación puntillista, no es uno de ellos. Tampoco lo es El Estéreo Tipo, aventura solista de Richard Chuquitaype -Lunes, Fobya, El Divino Juego Del Caos- que ofrenda nuevo instrumental favoreciendo el rock sobre el pop (“La Vida Como Un Cristal”, a diferencia de lo que sucedía en su más equilibrado Con Una Ayudita De Mis Amigos, 2019)-. Y menos Sicalipsis, que se sale del molde de su primerísimo Alkehal EP (2005) para acercarse más a su 7’’ de retorno -“Bob-i-Alice” (Capitán Mou, 2017)- con “Cámara Lenta”.

No. Los neófitos absolutos son Fernanda Huamán (a) F(loto), cuyo “Terrario” se sumerge en una solución de indie y shoegazing, y un Tufi colgado del ambient más avant garde (“Fog”). También el rock alternativo de MK Ultra (“Escombros”), el futurismo lo fi de dormitorio de The Strada (“Didrop 1”), el ruido experimental de R1ffm4nn (“Ai_Re{Bucle} _Tribulejana”) y la electrónica que despacha Rabia Dulce -repleta de aves canoras y guiños mil a la compositora pop más célebre de Islandia (su significativamente bautizado “Hallörk” incluye sampleos de “Hyperballad” y “Possibly Maybe”, entre otros de la Guðmundsdóttir).

La participación de El Divino Juego Del Caos anuncia una posible resurrección de este acto de principios de siglo (o al menos su momentánea reactivación). “Delirio EpidéRmico” ya había visto la luz en el esférico a comentar en los siguientes párrafos: un inédito que aquí vuelve a ser pauteado en lo que parece ser su forma definitiva. El número, que le hace justicia al sonido de avanzada que enarboló siempre EDJDC -un volátil post rock bastante inasible, vecino del ambient menos complaciente-, es el irresistible rescate arqueológico que le faltaba a una excelente fotografía de la movida sureña más remisa a la mass media. Colgada en BandCamp el 20 de diciembre del 2020, Roiduoma Vol. I... será prontamente editada en cassette -imposible saber si llegará hasta aquí, o si tendré la suerte de hacerme de un ejemplar.

La genealogía del Suramérica Experimental es consecuencia de otra serie de azarosas circunstancias. José María Málaga andaba con ganas de grabar junto al proyecto argentino ULL, en plan de split. Por sugerencia de los también ches Catástrofe Del Noise, la idea se ensanchó a 3-way CD, y ello le picó el bicho al peruano para convocar a otro alias de sillar, pensando en que la cosa quedase en empate (dos por bandera). Sucesivas ampliaciones del “split” hicieron que ingresaran Sicalipsis y NRA Ruido por el bando arequipeño, y Paciente 0, Noidran y Existen Z por el bando gaucho.

El menú acabó por completarse al salir de la cancha Fiorella16 y entrar en su reemplazo El Divino Juego Del Caos -tal vez la identidad más antigua de Málaga y de Richard Chuquitaype. Finiquitados los procesos de selección, trackeo y masterización (este último a cargo de Yamil, de Existen Z); la recopilación fue expuesta a Basement Corner Emissions, de Portland (Oregon, USA), por intercesión de Joe Transmision (CDN). El sello la colgó en su BandCamp para descarga gratuita -con ese asaz descaminado nombre.

Un carburante negro como el basalto, donde se combinan el ubicuo Aphex Twin y Sun O))), Burial y la no wave, Luc Ferrari y el post rock; es el coercitivo catalizador que aglutina tanto a las bandas cisandinas como a las transandinas. Blanden estas últimas un dark noise de callosidades opresivas (“Estroboscopio”, de Existen Z), a veces potenciado más por ásperos accesos de Distorsión que por la pureza dramática del Ruido (“Evil Inheritance”, de Noidran, es un firewall de harsh ambient), dinamizado por las cíclicas torrenteras de su carácter modular (“Radio Amnesia”, de Paciente 0).

Los créditos peruchos se hallan a luenga distancia de compartir cierta uniformidad. NRA Ruido debe haber cedido al Suramérica Experimental lo más lustroso, rítmico y contenidamente chirriante que haya salido de su yunque (“Plaza De Hormas”). De las intervenciones de Sicalipsis y El Divino Juego Del Caos ya he hablado líneas arriba, por otro lado. No necesitan sino estas precisiones: mientras que la toma de “Cámara Lenta” (Sicalipsis) incluida aquí es la misma que la del Roiduoma Vol. I..., la de “Delirio EpidéRmico” (EDJDC) diverge. Me arriesgaría a asegurar que ésta es la versión original, ya que Basement Corner Emissions subió el panorámico al promediar septiembre: de “Partes De Cabello Y Delirio EpidéRmico”, el título se redujo en Roiduoma Vol. I... a simplemente “Delirio EpidéRmico”, aplicándosele Pitch y TimeStretch para extenderlo al bajarle de medio tono a uno entero. En la comparación, me quedo con la versión de diciembre.

Si bien desde mayo pasado venía gestándose gran expectativa por sus tres excelentes singles, todos ellos convenientemente adicionados al estreno en 33 rpm, no había modo de prever lo que supondría la puesta de largo de The Genius Sex Poets. Es éste un sexteto rojinegro formado por Bruno Salinas (primera guitarra), Ariana Angulo (voz), Álvaro Diaz (bajo), Jossua Arce (segunda guitarra), Sebastián Rejas (sintetizadores) y Adolfo Martinetti (batería); que nada tiene que ver con su homónimo danés -aunque quizá sí con el bombo en el video de “Mr. Brightside”, canción de The Killers inserta en Hot Fuss (2004).

Producido por su primera guitarra, Recurrent Memory From A Dream es un debut soñado. Diez viñetas exquisitas, la mayoría de las cuales opera emulsionando psicodelia de viejo cuño, amparadas en parámetros netamente pop. En efecto, el psicotrópico blues modal impulsado por Blues Magoos y The Fugs desde ambas costas de la Unión, que chorreaba misticismo a través de Hammonds y Farfisas por igual, que erigió sólidos trasvases hacia el prog rock y el incipiente heavy metal; es recodificado apoyándose en la artesanía y la tonalidad intrínsecas al pop, sin desmedro del inconfundible sabor añejo obtenido por las décadas que sepáranle de sus épocas más felices.

Es una emotividad otoñal y acuosa la que preside las canciones de TGSP, por lo demás muy bien hechas, con ganchos perfectos (“Hot Fuzz”, “Black Space”, “Exhume”), delays precisos a las vocales (“Hitchhiker”) e incluso scratch que gatilla en la mente la remembranza deseada/prevista (la diminuta “At The Oblivion Gates”). El uso del inglés en las voces tanto femeninas como masculinas y la enorme calidad instrumental acreditada terminan por convertir a este Recurrent Memory... en una/otra de las grandes sorpresas cosecha 2020 que han aflorado en la escena peruana -y, más concretamente, en la movida arequipeña.

La vara se eleva todavía más en los capítulos finales del viaje. A partir de “Ease Island”, se avizora una recomposición senescente de los segmentos más lisérgicos y voladazos de Hacia El Sol Rojo, portentoso entrée de La Ira De Dios y referente local para cualquier agrupación de intenciones psychedelic space a lo vieja escuela. Similar sino fatiga el tema epónimo -nueve minutos y pico de un sonido que sacude la placidez inducida por sonoridades precedentes, insertando en medio un trecho de evidente filiación santanera- y también “Dome” (el vigoroso y polirrítmico cierre de la jornada).

Mezclado y masterizado en Logic Studio entre diciembre del 2019 y mayo del 2020, Recurrent Memory From A Dream es uno de los mayores hitos que la movida arequipeña erigiese el año pasado, logrando cuando menos hacer tablas con el Telescopio de Alunaki. Joya de disco.

Desde Los Sonidos De La Adolescencia, Herber Paredes ha permanecido muy activo. Para Vida En Marte, de hecho, el 2019 acabó con dos singles más (“Qué Descubriste” y “12/25”). El 2020 no fue menos fecundo, con un nuevo sencillo (“12/25/20”) y... ¡cinco EPs! De éstos, tres son de estudio -Todo Por Un OVNI EP, Romance Poltergeist EP, Mañana Es Mejor EP-, otro es su primer registro en directo (Hermanos Superiores EP) y el restante es un bootleg (La Venganza De Los Nietos Cósmicos EP recoge las cuatro canciones que interpretó VEM -formación Paredes/Valera/Salinas- para un programa de radio online).

De esta nutrida bolsa, escojo a Mañana Es Mejor EP. La razón es simple: de todos los trabajos que le he escuchado al individualista mistiano, la inmensa mayoría de ellos de escaso minutaje, no recuerdo ninguno que empiece con el punche, pero más que nada con el exceso decibélico del extended en cuestión. Quiero decir, Mañana Es Mejor tiene la misma constitución llamémosle químico-estructural que los demás títulos de la discografía marciana -simple y pedestre composta indie, tratada usando una mezcladora bedroom pop de baja resolución, a veces medio fresona (“Ciudades”), a veces semiacústica (“Conciencia Limpia”), a veces de paso reposado tirando para manso. Lo que distingue al EP es lo potente que asoma, al menos durante su primera parte: esa trilogía formada por “Raúl De Los Recuerdos”, “Aurora And Nostalgia” y “Ciudades” tiene los armónicos erizados por la inusual cantidad de ruido que les embarga -inusual, valga la aclaración, teniendo en cuenta los estándares normales del bedroom pop.

Obviando esa instancia, las tonadas de Mañana Es Mejor EP cursan características de esa lúdica de las emociones que es el pop confeccionado entre las cuatro paredes de un dormitorio: la auténtica sencillez de las melodías (“1900”), el efecto ambiente que se filtra a través de atmósferas reverberantes (“Detective Astronauta”), el minimalismo lo fi de tempo pausado (“Aurora And Nostalgia”)... Nada del otro jueves, es verdad, y no ha de faltar quien despotrique del bedroom pop per se. Yo elijo disfrutar el repaso que este género diletante lleva a cabo de las lecciones impartidas en la historia del pop de avanzada -“diletante” en el buen sentido, subrayo.

Nuevo Fiorella16 desde Pathetic Field Recordings (febrero del 2016), el LP que puso en práctica a escala giant-size la metamorfosis del chaplín de José María Málaga sugerida por Laura En Su Laberinto (2013) -en la práctica un EP, donde la experimentación sonora purgaba todo contorno de estética remotamente bliss para devenir en noise surrealista (cuando no pesadillesco).

Como sucede con los dos primeros muestrarios diseccionados en esta ocasión, se ha lanzado a Tales In Deep Noise Saturation a través de una escudería independiente del exterior -Strange Noise Records, localizada en Columbia (Carolina Del Sur, USA). Complicado que se manufacture una edición CD, ya que el conjunto de seis paradas supera con comodidad la barrera de los 80 minutos: de ahí la elección del formato para su fabricación física -C90. De ahí, también, su naturaleza contradictoria; que es disgregada y asimismo unitaria.

Disgregada, porque cinco de estas seis piezas han sido repescadas de sesiones realizadas en directo para diversas experiencias, entre el 2015 y el 2019. “El Hedor Del Forastero” se ejecutó en octubre del ‘18 en la capital mexicana, por ejemplo, mientras que “Sólo Dientes, Un Nombre Y Un Número” fue performada en junio del ‘19 durante un residenciado en Costa Rica. Orígenes similares tienen “Stereoma”, “Hebefrenia” y “Vvaaccaass Sagradas”. La única excepción es “Pathetic Field Recordings”, extraída del plástico del mismo nombre (donde se le consigna simplemente como “Track 01”).

¿Y unitaria? Pues porque todas estas pistas son organismos compuestos de ruido alimentado por aparatos de radio intervenidos, por casiotones crackeados y por eléctricas abusadas. Los códigos más “artísticos” que soplaban sobre la dúctil arcilla que moldea el mayor de los Málaga -la distorsión de ascendencia shoegazing, los chispazos de psicodelia, el expresionismo del post rock más periférico- han sido canibalizados por nubarrones de crujientes frecuencias (“Vvaaccaass Sagradas”), leviatanes anamórficos que repentinamente adquieren la facultad de la locomoción bípeda y la capacidad de invocar tormentas (“Sólo Dientes, Un Nombre Y Un Número”), candidatos a erosivo soundtrack del Desgaste y/o a banda sonora de una naturaleza inerte aún a nivel celular (“Stereoma”).

Una furiosa e inacabable tempestad de estridente software y zumbantes drones, con que hacer reset cerebral cada vez que te sientas demasiado adaptado/a a la tragedia de la vida moderna convencional.

Hákim de Merv