sábado, 19 de diciembre de 2020

Vrianch

 (Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de noviembre del 2020.)

Hace tres lustros que dejé de seguir las correrías de Moby. Aunque 18 (2002) tenía la pinta de una re-elaboración menos favorecida del multipremiado Play (1999), todavía hoy funciona cumplidoramente. Ello no sucede con Hotel (2005), donde el sobrino-bisnieto de Herman Melville resigna su estancia en las grandes ligas para descender a segunda división. Como ocurre con la política, en el panorama de la música pop parecer un cadáver no implica necesariamente serlo. Quizá un día Richard Melville ocupe de nuevo sitial destacado en los recuentos de la prensa especializada, si bien encuentro altamente improbable que logre reverdecer los laureles de su época más feliz, inaugurada por Everything Is Wrong (1995) y que clausurase Play.

A prima facie, la música de Vrianch no guarda ninguna semejanza con la de Moby, más allá haber germinado ambas sobre suelo electrónico. Vaya que hay similitudes entre sus rutas, sin embargo. Si el artista usamericano se inicia como integrante de la formación hardcore punk Vatican Commandos, el peruano Víctor Chang comenzó debutando guarecido tras el alias hip hop de Dr. Crack, y ha ejercido de productor para artistas del rubro en la calurosa Piura (ciudad norteña en la que fijase residencia hace 15 calendarios). No olvidar que la bilis, que alimenta por igual tanto al punk y su vástago hardcore como al primigenio hip hop, tiende un puente entre estos géneros facilitando esa definición que perfila a este último como “punk para las caderas".

Pero la coincidencia esencial está ligada a la inusual versatilidad que testimonian ciertos títulos del estadounidense (Animal Rights, Everything Is Wrong) y del connacional (Solución Atómica, Aliens | Humanos, Teoría EP: A Conspiracy Music). Y mientras Play fue el canto de cisne con que Melville decidió prescindir de esa admirable cualidad, decantándola hacia el folk y el gospel; el potencial de Vrianch aún está presto a seguir rindiendo frutos por tiempo indefinido. Vale la pena aquí subrayar que el uso del vocablo “versatilidad” no se vislumbra tan evidente en la propuesta del limeño devenido piurano. No al principio, al menos: existe una leve uniformidad en la materia prima que el músico emplea para sus creaciones, más que en los moldes de los que éstas son extraídas. No obstante, esa materia prima se halla imposibilitada de calzar en cualquiera de los cajones que las etiquetas predeterminadas sugieren/idealizan.

Porque el pingüe caudal sónico que libera Chang con este alias -tiene otro de descorazonado(r) electropop agridulce, Miquela, junto a Mónika Ruiz- ha sido previamente martilleado a través de varias instancias decisivas. La primera de ellas: el amancebamiento de influencias tales como el spoken word, el trip hop en fase downtempo, un IDM austero, la estética de la Baja Fidelidad, el ambient con ínfulas de neoclásico, el synth baladesco y la electrónica más llana/sencilla; entre otras menos cruciales. Notoriamente y a pesar de coincidir en el recurso del acrisolamiento, Víctor anda lejos del maridaje entre industrial, eurobeat, ambient trance, new age, house y techno tan caro al Moby más iluminado.

La dialéctica de Vrianch es, asimismo, fruto de sucesivas intervenciones que el unipersonal ha acometido contra las diversas herramientas de las que se vale durante los periodos compositivos. Esto se pone de manifiesto desde In @Vrianch 2003-2008, debut discográfico recopilatorio de temas primerizos: el linceño sospecha de los sonidos que un sintetizador trae pre-seteados, prefiriendo por lejos los patches que la interacción entre el aparato y el propio talento puedan originar. Me lo imagino mitad científico loco, mitad investigador cachinero -randomizando enchufes y cables, discriminando módulos después de testearlos al azar, explorando la capacidad de las perillas enunciada en el manual... Esta canibalización ha transitado progresivamente del hardware al software, movimiento que empieza a percibirse en el single “Reverberación De Cielos Sobre El Agua” (septiembre) y en partes del Teoría EP: A Conspiracy Music (julio, guarda con la triptofobia). A diferencia de sus colegas del avant garde lorcho, Vrianch va virando hacia el circuit-bending trazándose como meta la procreación de nuevos sonidos antes que la búsqueda deliberada del Error.

Una tercera instancia, quizá la que aporta la pieza clave para la identidad constitutiva del acto, preside la manera en que se aborda la técnica compositiva. En placas como Erik’s Songs (2019), Aliens | Humanos (2018) o Solución Atómica (2019); se advierte un Chang que chambea estados de ánimo más que estilos. Mejor aún, en él, los estados de ánimo son estilos. Las líneas melódicas sobre las que erige sus tracks tienden a ser minimales. Los sonidos de sintes, quedó dicho, son cribados/tamizados; en tanto sus envoltorios son moldeados por texturas rudimentarias o futuristas, armoniosas o disonantes. El secuenciado de los beats es más complejo, siendo éstos premunidos de sonoridades que se mimetizan como percusivas. Obviando el precepto de aquello que es accesible y aquello que no -“Niños Salvajes”, su 7’’ de agosto, es más Miquela que Vrianch-, lo que llega a plasmarse en los discos es una electrónica melódica, sensitiva, vagamente conceptual. Algunas veces se deja oír una voz femenina, y algunas otras, la voz del músico en plan spoken word; pero sus arrebatos más vibrantes son instrumentales, aquellos en los que la narrativa es asumida por los sonidos mismos.

Es la de Vrianch, pues, una música emocional. Trasciende al plano visual evocando animes, videojuegos, paisajes extrapolados de la filmografía sci-fi... Una música que puede catalogarse como experimental por su régimen de trabajo más que por la configuración que abraza al ser burilada. El mejor ejemplo de lo que representa el a.k.a. es Solución Atómica (qué risa la broma-sampleo de “América”), álbum que lidió con más de un imponderable -el músico debió recomenzar desde cero. Los diez temas originales que lo conformaban se extraviaron, obligando al autor a regresar al partidor. Acabados los ocho nuevos canales para la segunda versión de SA, completamente distintos de los que contenía la primera versión del esférico, ésta reapareció. Sin despeinarse, Víctor publicó el Solución... enhebrando los 18 temas de que ahora disponía.

Como mencioné de pasada en un texto anterior, 2020 ha sido el almanaque más activo que ha tenido Vrianch. No sólo ha lanzado las obras antes citadas y dos EPs -Memories Of The Known World y su continuación- en los que el protagonismo se lo roba el peculiar timbre del piano. Igualmente, ha editado su colaboración con el artista audiovisual Alfredo Chinguel, bajo el rótulo de Normality & Morality (junio). En la práctica, se trata de cuatro temas enraizados en una cepa orgánica del deep house, inspirados por el DJ y productor búlgaro Stoyan Stoyanov (a) Stoto. El detalle es que el “disco” -que excede los parámetros del CD y aún el de los viejos cassettes de 90 minutos- desmonta cada número en cuatro pistas, ofreciéndonos la posibilidad de escuchar por separado la batería, el bajo, la melodía o los pads. La jugada me hace recordar, en sentido inverso, lo que hizo The Flaming Lips con su cuádruple Zaireeka (1997). Anunciada ya una serie de nuevos esfuerzos que verán la luz muy posiblemente en lo que queda del año -La Mangachería, Super-Star, un CD a medias con DJ Locopro y otro 50/50 con Gelatina Magma-, el momento actual de Víctor Chang asoma imparable.

PD: Ediciones físicas de algunos de los volúmenes de Vrianch han sido financiadas en Lima por Dorog Records, sello de Giancarlo Samamé. Si lo tuyo es el formato virtual, puedes acceder a los discos de largo aliento del individualista desde la cuenta BandCamp de Dorog, y a su catálogo completo entrando directamente al BandCamp oficial del proyecto.

UPDATE

A día de hoy, tanto los títulos La Mangachería como Super-Star ya han sido colgados en Internet.

Hákim de Merv

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