jueves, 26 de mayo de 2022

Aloysius Acker: Otoño / Invierno EP / S/T // Kaiser: Cállate, Mira Y Escucha EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 18 de mayo del 2022.)

Se ha mostrado asaz diligente José Rodríguez vistiendo desde hace algunos meses las sedas de sólo uno de sus proyectos personales. En la veintena de noviembre pasado, Aloysius Acker colgó cuatro pistas en un link que cumplía la función de lanzamiento, aunque originalmente éste carecía de nombre (“...agrupadas sin intención de conformar un disco o EP...”, expuso el músico en su muro). Ya en febrero del ‘22, salió un mini-álbum con la enigmática denominación de S/T, genérico marbete del que siempre he descreído -a menos, claro, que realmente lo que se quiera decir es “S/T” y no “Sin Título”. En la medida en que uno y otro registro no se distancian entre sí, y dada la brevedad de ambos, reseñarles por separado se hace tarea difícil de encarar para cualquiera; pero sobre todo fútil.

Si en Vergel (3/21), Rodríguez había comenzado a maniobrar el timón del excelente unipersonal hacia estéticas electrónicas favorables a/coincidentes con el refinado shoegazing de sus primeras referencias, tanto en Otoño / Invierno EP como en S/T el cambio de curso ha parado en seco. Incluso podría decirse que el viaje inexorable hacia el ambient digital no sólo no continúa, sino que ha desandado uno o dos pasos. Para bien, subrayo: Aloysius Acker se echa el clavado sumergiéndose hasta el fondo en el lagar de un post rock vítreo, cristalino, cuya superficie se mece tupida por opalescentes vapores. Las delicadas notas de sus composiciones se derraman sin entrecortarse, como en un ensueño -propiedad que no se arredra ni siquiera en sus viñetas de mayor apasionamiento, como “Lejanía” o “Recuerdo Que Eras Como Las Nubes”.

Los tersos tramados oníricos que teje el limeño reconfortan y cobijan por igual a quienes les escuchan en el mini-LP y en el extended. No obstante, es en este último que noto una mayor similitud con el sofisticado muzak neoclásico del fallecido Harold Budd. No sólo por una mayor presencia del piano -“Pequeña Elegía” y “Un Día En Invierno Muy Temprano” no serían lo mismo sin esa distintiva sonoridad-, sino también porque en S/T Aloysius Acker se permite sumar al output programaciones y/o secuencias en estado embrionario. Las tímidas/elementales figuras que éstas sugieren/bosquejan, espaciosas y discontinuas, ciñen de una extravagante aureola de voluptuosa irrealidad a canales como “Nadie En Casa”, “Olvidar” o “El Jardín Por La Tarde”. Presencia menor en S/T, el lo fi dosificado de “Eguren”, “Hallar Tu Sombra” y la final “Solitud” acaba por darle al álbum un brillo distinto del que nimba al EP -el del dream noise.

Dos exquisitas miniaturas con que Rodríguez nos recuerda algo que a veces solemos olvidar prontamente: en ningún lado está escrito que es imperativo estar descubriendo la pólvora a cada rato -y aún si así fuera, hasta puede ser indispensable retroceder dos pasos para poder adelantar tres.

Intrigante el transitar de Jean Paul Kaiser por los vericuetos de las escenas independientes nacionales identificadas con el rock grávido/áspero/iracundo. Ha formado parte de los históricos Kaos General (clásico perteneciente al movimiento del rock subterráneo ochentero), de la misma forma en que ha integrado Yiggael, 3AM (otro de los tantos rostros de Miguel Ángel Burga) y Los Entierros. Su diversidad de registro es, pues, cuando menos encomiable: hardcore punk, doom metal al mango, garage space, psych drone, meta stoner...

Desde el ‘20, este devoto de la saga The Omen -Yiggael es el enloquecido monje que pinta los rostros del Anticristo (descubiertos en la segunda entrega de la franquicia), el primer CD de Los Entierros se llama Discípulos De La Vigilia (satánica feligresía que ayuda a Damien Thorn a cumplir sus designios en Omen III: The Final Conflict)- lleva adelante una travesía solista que debutase a fines de marzo, vía extended eyectado por Tóxico Records (escudería de Gatoebrio, Mazo, Reino Ermitaño y Tortuga). Grabado con el concurso del bajista Carlos Vidal (Ciudad Veneno, La Ira De Dios) y del hiperprolífico Herrmann Hamann, quienes vienen secundando al ex KG a partir del ‘21, Cállate, Mira Y Escucha EP ilustra el espinoso/enrevesado crossover donde se volatilizan muchos de los ingredientes antes listados -además de otros como la new wave, el post punk y la psicodelia.

El extended se compone de dos piezas, si bien entrelazadas, diferentes. Rompe los fuegos “Encerrado”, sampleando parte del diálogo entre Dean Brooks y Jack Nicholson (One Flew Over The Cuckoo’s Nest, 1975). El corte es una contundente demostración de resonante proto-punk garagero acunado por cavernosas oquedades megalíticas, con una ácida vibra entre stoner feral y dark necrofílico. Sediciosa combinación la suya, que de por sí concita rápidamente el interés.

“Autómata” marca vehemente contraste al tratarse de una canción de revoluciones sensiblemente menores. Preso de un cansino agobio y de un sentimiento de insondable desasosiego, su espíritu yace en el mausoleo del dark rock de los 80s, poseído por lúgubres climas de exasperante tensión y atribuladas atmósferas de teclado (cortesía de Hamann, también a cargo de mezcla y masterización). Coronan la faena en “Autómata” esa performance vocal a lo decrépitamente aguardientoso crooner de carretera que Kaiser escupe, así como la pesada hipnosis cuasi industrial que destilan las eléctricas de Jean Paul y Herrmann -heredadas tanto de Alien Sex Fiend como de Killing Joke, influencias capitales para este acto.

Entiendo que ambos temas han sido grabados entre el ‘20 y el ‘21. Teniendo en cuenta lo mostrado en ellos, el saldo es alentador, pero asimismo breve. Demasiado, diría yo. Ojalá pronto haya nuevas noticias de Kaiser, que con este EP -un single, en la práctica- nos deja apenas con la miel en los labios.

Hákim de Merv

jueves, 19 de mayo de 2022

Trampaluz: (Im)Pulsos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de mayo del 2022.)

Al abrazar la causa de la independencia artística en la órbita de la música pop, ocurre -más veces de las que te imaginas- que lograr una razonable consolidación del estilo personal para componer y tocar es arduo, o como mínimo fatigoso. Incluso se te pueden pasar años pugnando por alcanzar esa meta -en cuyo caso, la recompensa suele ser doblemente generosa, al arribar por fin a aquella consecución.

Fernando Arce ha perseverado mucho tiempo en la ruta, tesón que ha comenzado a rendirle plausibles frutos desde hace algunos meses. Empezó en el 2000 junto a Daniel Vega y a Rodrigo Gómez, escudados los tres tras el seudónimo de Chamico. Con elaboración artesanal, para la cual la austeridad de recursos era una condición antes que un precepto, la terna mapocha grabó a partir de entonces ingentes cantidades de material -se habla de diez horas en cintas cromadas, de las que hoy casi todo se ha extraviado. Apenas si queda una impro de 23 minutos sin título, empacada como Registros Di Inviernos (’21) y debidamente acreditada a Chamico, para libre descarga en el BandCamp del actual proyecto de Arce: Trampaluz.

Apoyándose inicialmente en Jason Norwood, Trampaluz despegó en el ‘13, siendo su debut un epónimo registro fechado a principios del ’15. En la actualidad, lleva publicados trece álbums completos, sin contar ni EPs ni singles; ni tampoco los tres trabajos que han visto la luz al amparo de la peruana Chip Musik Records entre noviembre y enero últimos (todos en modalidad free download). Algunos de esos primeros pasos están signados por la liberadora/libertaria exploración que desde el post punk emprendía Dif Juz, pasos obviamente atenidos a su contexto tercermundista. Sin embargo, cuando menos con Trampaluz EP (abril del ’14) y sobre todo con el largo Refracción (junio del mismo almanaque), el chileno se despoja de muchas de las influencias que aún le marcaban el imaginario -jazz modal, sonido Canterbury, post punk, primera psicodelia, post bop- a efectos de instalarse en ese mayo francés del ‘68 que para las vanguardias sonoras fueron los 90s.

Instalación tumultuosa, por lo demás. Reflejos En Calles Desoladas (11/21) mostraba a Trampaluz tratando de mantener el equilibrio sin despeinarse, en medio del fuego cruzado entre un bliss pop emotivo y un post rock proceloso. Valiéndose de(l desfase de) la tecnología vintage para incrustar grabaciones de campo, loops y digitalizaciones; el músico tentaba matizar la sañuda borrasca a cámara lenta de “Separando Luces De Fondo”, “En Algún Ángulo O Una Esquina” o “Habiendo Recorrido Las Calles”. Mejor resuelto brotaba 45 días después Un Silencio, que cuenta con el plus de una pedalera inspirada -si bien todavía insuficiente.

Corrigiendo y desbastando las romas salientes de inmediatos predecesores, puedo arriesgarme a decir que (Im)Pulsos (25/1/22) es el primer esfuerzo redondo que le audiciono al alias spinettano de Arce (el inolvidable Flaco bonaerense editó Fuego Gris en 1993, soundtrack de la película del mismo nombre, donde figura “Trampaluz”). Rotundo y decidido paso adelante, el disco gana en concisión acaso por la enérgica soltura con que su timing condensa y tonifica el estilo del individualista santiaguino. Sin poseer la certeza de un diseño premeditado, pareciera que este plástico tiene dos mitades idénticas, proporcionando “El Movimiento Habitual” la rugosa/hosca coda a manera de descanso/bisagra entre ambos hemisferios -generosos en crujientes artesonados de eléctricas que deslumbran paradójicamente sedantes, en compactos dédalos seductores de sonido, en imperturbable introversión oceánica...

De otro lado, el soporte rítmico cumplimenta una discreta presencia constante, pero no siempre íntegra. Mientras que en instrumentales como “Acentúan Un Tiempo” y el vigoroso “Una Señal Transitoria” puede apreciarse entera, en temas como ”Incluso Una Forma Regular”, “Tiene Similar Recurrencia” y ese tratado de texturología que responde al nombre de “Con Una Longitud Común”; esa presencia se aferra a líneas de bajo que son apenas musitadas/sugeridas.

Los días en que cierta turbiedad hacía presa de la música de Arce son, pues, cosa del ayer -no es que ésta haya desaparecido, sino que ahora yace controlada/concentrada, lista para el desembalse cuando es menester. Ídem la dispersión que atormentaba al acto capitalino en episodios anteriores -aunque, en el caso de ésta, sí debe subrayarse su prescindencia absoluta. (Im)Pulsos es Trampaluz en pleno dominio de todas sus posibilidades -como lo demuestra “En Un Espacio Continuo”, que adapta interesantemente el patrón polikinético del drum’n’bass a la ebullición bliss. Su primer home run en ligas mayores, rebosante de post rock ingrávido, beatífico, sin lastres; que se abrillanta al invocar las imágenes de crepúsculos inacabables.

Hákim de Merv

miércoles, 4 de mayo de 2022

Beach House: Once Twice Melody

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de abril del 2022.)

Grupos y artistas de primera categoría, que con caracteres de fuego grabaron en la historia de la música pop la expresión más acabada de la brillante fórmula estética destilada a través de su música, no precisamente escasean. Una cuestión más espinosa, empero, es la relacionada a cómo afrontar la propia carrera tras haber arribado al punto culminante de su evolución. Algunas bandas no salen airosas de ese predicamento y desaparecen, mientras que la mayoría prueba suerte tratando de avanzar más allá. De estas últimas, casi todas toman la inexorable cuesta descendente que las conduce a su disolución. Pocas alcanzan a refinar exitosamente el sonido de su(s) mejor(es) jornada(s), y todavía menos son las que consiguen superarse a sí mismas.

De momento, Beach House parece sentirse a gusto entre aquellos de sus pares capaces de sintetizar las virtudes de sus más valiosos largos para seguir habitando en las alturas sin girar una y otra vez la tuerca. Si con Depression Cherry y Thank Your Lucky Stars (ambos lanzados el ‘15), Alex Scally y Victoria Legrand sacaron chapa de headliners gracias a una surreal sonorización pop, nacida allí donde el indie post-noventero y el nügaze del nuevo milenio se daban la mano/se agarraban a trompadas para fusionarse; con 7 (‘18), ese output adquiría dimensiones majestuosas, augustas, gracias al protagonismo que el CD confería a la lúdica electrónica seráfica abrazada por los usamericanos y a la psicodelia reverdecida que impulsó el siglo XX en sus postrimerías. Así, y hasta ahora, 7 es la valla más alta que los de Baltimore han impuesto.

¿Dónde queda Once Twice Melody, entonces? Luego de cuatro años en los cuarteles de invierno, lo nuevo de Beach House es un imponente álbum doble que en total se aproxima a la hora y media de duración. Aunque minutajes de idéntica extensión anuncian normalmente volúmenes de factura irregular, infestados de material de relleno que les hace imposible soportar intactos la erosión a que el Tiempo somete todo, el binomio ha tenido el buen tino de dividir el díptico en cuatro  capítulos  diferenciados unos de  otros,  como  si  se  tratase  de  un  box set de cuatro EPs -dos para cada rodaja: ‘Pink Funeral’ y ‘New Romance’ en la primera, ‘Masquerade’ y ‘Modern Love Stories’ en la segunda. Compartimentado OTM de esta guisa, aún el/la más quisquilloso/a se quedará sin alegatos para criticar dicha amplitud.

De todos los proyectos que alimentó a partir de los 00s el primigenio shoegazing, contados son los que optaron por enfatizar el ingrediente pop de esa supersónica aleación. Whirr, el lo fi de Nicholas Nicholas, los australianos de VHS Dream, los fantásticos Glaare... Ninguno de ellos se arriesgó antes que Beach House, descontando a modo de antecedentes algunas canciones de Fleeting Joys o de M83. El grueso de herederos apostó por hermosear el noise a través de la pedalera -de 93MillionMilesFromTheSun a The Stargazer Lilies, de Autolux a Tennis System, de Dream Suicides a Catch The Breeze. Con la discografía de Victoria y Alex, pues, se inaugura en el nügaze una veta donde la fúlgida melodía de estoque ostenta sobre el ruido una preeminencia que antes era prorrateada.

De la increíble apertura epónima del disco a la crepuscular “Modern Love Stories”, cuya segunda mitad se despide en clave semiacústica, cada maldito minuto invertido en Once Twice Melody ha reportado generosos réditos. Dado el notorio declive de carga distorsiva (“Through Me”, “Only You Know”, “Superstar”, “Runaway”), la dupla ha empeñado todo su talento en una performance instrumental que se agiganta íntegra a lo largo de los dieciocho temas de la entrega. El placentero, apacible dulzor de las líneas melódicas guarece en su interior mínimas dosis de pesadumbre y melancolía, suficientes como para no olvidar ese desconsuelo impersonal que lleva siempre el ser humano en el alma (incluso en la de quienes se muestran a toda hora joviales). “Many Nights”, “ESP”, “Finale”, “The Bells”, “Sunset”, “Another Go Round”... La lista de aciertos codificados en un formato más-pop-que-dream es nutrida. Injertadas en ese catálogo no sólo aparecen las canciones más identificadas con el baggy líneas atrás enumeradas, sino también aquellas donde el aditamento electrónico se exhibe en toda su tórrida intensidad: “Over And Over”, “Once Twice Melody”, “New Romance”, “Masquerade”.

Circulan verosímiles e insistentes rumores sobre la pronta disolución de la mancuerna. De confirmarse, este Once Twice Melody, mezclado por monstruos de la talla de Alan Moulder (Death Cab For Cutie, The Smashing Pumpkins, Depeche Mode, Nine Inch Nails) y Dave Fridmann (Mercury Rev, The Flaming Lips, Luna, Elf Power, Mogwai, Low); se convertiría en el magistral epílogo de una carrera ejemplarmente ajena a las consideraciones del mercado. El colofón idóneo para el que Beach House ha preparado escrupulosamente una espectacular contraparte visual -dieciocho videos en animación por computadora y con las líricas añadidas, disponibles en YouTube por separado, de un porrazo y/o agrupados de acuerdo a los cuatro capítulos dispuestos en ambos esféricos. El remate cuyo objetivo nunca fue clavar nuevas banderas en territorios vírgenes a mayor gloria del dueto, sino sublimar/extractar/condensar en poco más de ochenta minutos las cualidades y hallazgos que los de Maryland han acreditado a la vez que ofrecido a la música pop del siglo XXI. Prefiero centrarme, por ahora, en este bellísimo obsequio para sus fans -dándole vueltas hasta literalmente levitar. Después habrá tiempo para lamentar su pérdida y decirles hasta siempre.

Hákim de Merv