jueves, 28 de diciembre de 2023

Mongo No Stars: Lowlitio // Alunaki: Alunaki // Ionaxs: Antotipia EP / Portrait In The Postcard

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de diciembre de 2023.)

Tras la impresionante entrada que le significó Neofhyte Miscellanea, coronándose en mi opinión como mejor largo nacional de 2021, le ha tomado un par de años a Mongo No Stars reintegrarse a la carrera en que participan las agrupaciones independientes de nuestro siempre vilipendiado Perú. No a esa carrera por competir entre sí para ver quién llega primero a diciembre, ciertamente, sino a una de mucho más largo aliento y complejidad -aquella en pos de la constancia y de la sostenibilidad estéticas. No se trata ahora, pues, de cortar nuevamente rabo y orejas.

Así las cosas, ¿qué ha pretendido hacer el anónimo músico parapetado tras las siglas MNS con Lowlitio? Lo primero que podría argüir es que ha pugnado por implementar una deconstrucción del propio debut. ¿Con qué propósito? Ni idea. Tal cual sucediese en ...Miscellanea, el prologal “Endless Fray” falla como antesala de aquello de lo que se ocupa este segundo capítulo: techno beat, ambient, avant garde en clave de new glitch, piano de inspiración clásica... No todos esos sonidos lograrán continuación en el resto del trip, y los que sí, verán constantemente trastocadas sus proporciones.

En consecuencia, Mongo No Stars vuelve a entonarse con una segunda pista. El acid house de “The Brain Of Our Species”, próximo a convertirse en IDM cristalino gracias a hardware de barroquismo Hi-NRG, recupera el output primigenio del proyecto (al cual todos/as éramos afectos/as). Este ímpetu, empero, se da de narices con el de “Untitled A”; construido sobre bases synth próximas a mutar en proto new beat o EBM, e inoculadas de house y de techno. No son extrañas al alias estas sonoridades, pero aquí lucen excesivamente esquematizadas, sin el protagonismo de las variables presentes durante Neofhyte... -y que hacían de éste un exquisito cóctel báquico.

A partir de “Shark”, Lowlitio encuentra un poco más de orden. Bifronte, qué remedio. En una esquina, canales que se apegan más a la EBM que a la IDM, sin adaptarse del todo a la consabida tímbrica distópica de la primera: el notorio acento tribal de “Shark”, el reverso que le supone el cerebral “La Mente Es Un Cubo”, el ulterior “Sad Ocean Song”, el ominoso maquinalismo de “Untitled 23”. En otra esquina, creaciones que se sienten más cómodas a la vera de la IDM que a la de la EBM, sin renunciar a la permisividad respecto de la segunda: la dionisíaca “Pill Time For Locos II Remix” (que emula los “riffs sintéticos” del soundtrack de The Terminator), la heterodoxia Warp de “Let Rat Eat Each Other” (con extra de sutil ¿techno trax?), la ya mencionada “The Brain...”.

Los dos vértices restantes del cuadrilátero se reservan para sendos surcos que no se ajustan a ninguno de los perfiles antes explicitados. El más atípico resulta siendo el de programaciones y tesitura claramente rocktrónicas, big beat en regla que ya podría haber firmado Theremyn_4: “Tigh Rope”. No menos sorprendente es el otro, el único de toda la travesía que obtiene plausible equilibrio oponiendo su herencia new beat a su contraparte intelligent techno: “Essen”, el híbrido soñado.

Artefacto extraño este Lowlitio. Aunque se robustece de los mismos nutrientes que NM, se le siente... No, ES más disperso y desordenado que su antecesor, del que se echa de menos la primorosa cohesión exhibida y el sentido del timing. Si le alcanza, débese principalmente a dos peculiaridades: la colección de sampleos que acredita Mongo No Stars (Reservoir Dogs en “Untitled 23” y Scarface en “Pill Time...” los más reconocibles, ambos curiosamente gansteriles referencias cinéfilas) y el hecho de tener todos los tracks un desenlace apresuradamente brumoso.

Era un reto tomado de manera muy personal por Raúl Begazo publicar, antes de que acabe el ‘23, un tercer episodio de su unipersonal Alunaki. Contra viento y marea, éste aparece disponible online el 11 de noviembre, exponiendo algunos puntos flacos en cuanto a forma y a contenido. De lo último puede dar fe la performance del arequipeño como cantante: siendo “Flores De Cáctus” (sic) el prototipo más acabado de la modulación vocal a que debe aspirar, en el resto de sus pares no-instrumentales la voz trasgrede el canon que a ella reserva el shoegazing.

Y en lo que atañe a la forma, la fotografía del álbum luce un tanto opaca. No es éste, impecable, el que presenta problemas, sino su aspecto: por mucho que los números hayan sido esmeradamente construidos, e insuflados de un brillo augusto, no puedo evitar sentir un tamiz entre ellos y yo -como si se hubiese añadido interpuesta una capa de jaspe, que impide a la epónima rodaja refulgir como debiera.

Finalicé el penúltimo párrafo aludiendo al género de Slowdive y de Medicine. Formulados ya mis reparos para con Alunaki, debo añadir que éste se zurra en todas las predicciones habidas y por haber. A inicios del año, en comentario algo tardío dedicado a Sueño Ameba, descartaba cualquier posible vuelta en U para esta faceta de Raúl. Nueve meses después, el mistiano me cierra la boca regresando a las cuencas que recorriese en su primerísimo Telescopio. O mejor dicho, a la principal de ellas. Queda de lado, entonces, el tripgaze que momentáneamente rozó SA.

Plus: es en el dream pop donde al pundonoroso guitarrista se le siente como pez en el agua. Abre la carrera “Misantropía”, con una eléctrica incandescente y ululante que inequívocamente remite al baggy clásico -y en muchísima menor medida al post punk. Aunque otros rounds del CD van en la misma senda, en ninguno de ellos reeditan las seis cuerdas la brutal intensidad del arranque, si bien consiguen éstos emulsionar apropiadamente la fórmula ruido + melodía. Uno de ellos es “WiGa”, de tesitura bastante más reposada debido a la implementación de dosis precisas de templanza y de melancolía: sus facciones cogitabundas me hacen pensar en Half String y el arte que éstos cultivaron gracias a la cualidad espectral que emanaba de sus puentes. Otro arquetipo de aplicado apego al ruido angélico de arte y ensayo es “Tu Luz”, viñeta de resplandecientes crepúsculos ensangrentados. Y una tercera muestra es “Flores De Cáctus”, apacible euritmia de calculados vendavales distorsivos.

Bajo estos patrones “modélicos”, se encuadran los demás temas de Alunaki. A veces, forzando los límites hacia capas atmosféricas dominadas por el bliss (el seráfico “1978”), a veces priorizando las artificiales secuencias sintetizadas (“Puertas Cerradas”), a veces burilando faenas perfectas en ejecución y método (“Recuerdos Olvidados”). Pese a poder equipararse el recorrido en-constante-cambio de este trabajo al de los quiebres de ángulo que ofrece una montaña rusa, lo concreto es que no abandona ni un minuto el formato ethereal noise -apelando en tal sentido a las vertientes de sus diferentes avatares: Seely, Pale Saints, Kitchens Of Distinction, Mellonta Tauta, Chimera, Guitar...

Como no podía ser de otro modo, el colofón lo rubrica un corte plácido, nostálgico, de percusiones mínimas. En “Calma”, la eléctrica se desliza elegante, sobria, taciturna. Ello no impide que su epílogo suba decibeles hasta convertirle en iterativo arrebato noise de intempestivo KO. Instrumental, para más señas.

A título de adelanto a lo que sería su nuevo plástico, sexto en una andadura que ya ha cumplido las dos décadas, el 28 de septiembre pasado Ionaxs edita el Antotipia EP. Empacados para descarga gratuita, sus cuatro asaltos pueden tomarse ahora como zona ecuatorial entre la obra solista anterior de Jorge Rivas O’Connor y la más reciente placa. ¿Acercándose o alejándose de ésta? Muy buena pregunta, ya que existen argumentos tanto para afirmar una cosa como la otra.

El propio extended describe una suerte de loop, ya que el telón arriba que supone “Estamos Jugando En El Jardín” y la postrera luz de “Antotipia” despliegan sendas manifestaciones de una ars electronica suspendida entre el ambient encrespado de ruido y el drone digital desgajado a partes iguales por la abstracción y la eufonía. Uno y otro por igual me dejan pensando cuánto pesa todavía sobre las huestes de avanzada la influencia del que fuera considerado el mejor disco electrónico de los 90s gestado en España: Naves Sin Puertos (‘98), de nuestros amados Silvania.

No hay loop, por supuesto, sin movimiento orbicular; y éste corre por cuenta de “Con Los Restos De La Lumbrera” y “Mientras Florece En El Invierno”. Sin evitar participar de la génesis descrita en líneas anteriores, toman cierta distancia para acercarse al multicolor electrogaze de estos tiempos: mucho ludismo, reflejado en el aliento entrecortado de sus patrones texturales, abriendo las puertas de la distorsión sin renunciar a los bpms. El agraciado efecto conjura rizadas/onduladas imágenes teñidas de tonos burdeos, como desenfocadas a través de algún filtro líquido.

¿Sería otra mi perspectiva si hubiera escuchado antes el EP y semanas después el novísimo Portrait In The Postcard? Imposible adivinarlo ya. De ahí la necesidad de recurrir a la figura de un “territorio neutral” para esbozar la anatomía de este Antotipia. Funciona, eso sí, como apropiado entremés de cara al siguiente paso en la carrera de Ionaxs; con el literario guiño extra del breve cuarteto poético que proponen los nombres del menú si se les lee juntos: “Estamos Jugando En El Jardín”, “Con Los Restos De La Lumbrera”, “Mientras Florece En El Invierno", “Antotipia” -o la técnica fotográfica fundamentada en la capacidad fotosensible de algunos pigmentos vegetales, responsables de la coloración de las plantas.

Y hete aquí que un día volvió Rivas a tamaño 33 rpm. La última movida similar había sido Amuki (‘20), inasible y compleja dado su leitmoiv fúnebre y conmemorativo. Tras pausa de tres años y muchas colaboraciones estelares, Ionaxs da un paso adelante en su devenir como acto individualista, lo que no necesariamente le posiciona en nivel inédito. Al menos no en un 100%.

Me explico. Con el antecedente inmediato de Antotipia aún fresco, estaba listo para que Portrait In The Postcard sacara lote en cualquiera de tres escenarios posibles: el similar al del extended, el que ahondase en lo que éste prometía, el que virase en redondo de vuelta al clásico Ionaxs. Pero mentiría si dijera que no estaba predispuesto a esperar que aconteciera lo segundo -una consolidación/profundización en la ruta sindicada por el EP. Eso fue lo que finalmente encontré (¿o quise encontrar?).

Con denominación tan indiciaria como la suya, desde el primer minuto “Arrebol” me hizo recordar la acuosa serenidad de Sukha, el mejor disco del colectivo Puna -que Rivas integra- y uno de los hitos independientes de 2019. En el mismo sino que el segundo esfuerzo conceptual de la mancha “puneña”, su enyunte de sintetizadores, efectos y software anuncia mezclas más volátiles y copiosas de paradigmas como los representados por Main y My Bloody Valentine. Subraya asimismo “Arrebol” las obvias diferencias con Sukha: la falta del pulso percusivo inconfundible que confiere un baterista real (Leko López) y su pigmentación de otro orden. Ambas características se ven confirmadas por “Nublar”, de espaciosas/oceánicas atmósferas que optan por tintes granates y cuya distendida programación soslaya medianamente esa ausencia. También “Aquí Quedan Tus Postales” confirma dicha apuesta, con su calmosa aura 50/50 electrogaze y ethereal glitch, y su invocación de matices enraizados en el rojo.

Sin obviar el talante general del volumen, entre “Bromo” y “Líquido Digital” se ensimisma Jorge en viajes más arduos, desprovistos de la deliciosa miel bermeja/bermellón que colmaba la primera parte. Aquí ganan el pulseo la electrónica contemplativa, el ambient aguzado, los beats menguantes (o la falta de ellos). Una terna en que las calologías se dispersan/disocian, dando paso a resonantes pasajes senescentes que así y todo cuentan historias de arroyos y de escarlatas, de puquios y de carmesíes. Posteriormente, llegamos a “Donde Nace Brillo”, que podría catalogarse como el lunar pero también como el “área de descanso” del acetato; por cuanto implica un regreso del Ionaxs netamente digital, IDM, post rave, rep(l)icante -con todo, conectado a la nueva aventura.

Para “Cueva De Ánimas”, retornan renovados a escena esos beats del primer segmento que se esforzaban en reemplazar a las baquetas “orgánicas”, por lo que se trata de la parada más jazzy de Portrait In The Postcard. Finaliza éste regresando a sus primeros estadios, donde el shoegazing “binario” y el glitcheo de celestial bienaventuranza convivían en líquida y sosegada comunión. Primero, con la perenne declinación del fugaz “Perfecto Error”. Luego, con la imponente “Infusa”, de épicos ribetes: secuencias invencibles de rossos tiznes, salpicadas de guitarras etereoespaciales, invadidas de ruido hecho glitch y de distorsión domeñada a propósitos afiligranados. El corolario idóneo para un opus que reinterpreta los descubrimientos del Puna más interesante a través de cárdenas lumbres, el último candidato a mejor larga duración del ‘23.

Hákim de Merv

jueves, 21 de diciembre de 2023

Les Replicants: Buy, Get Sick & Buy, Then Die // Chino Burga: Geografías Geométricas Vol. 2 / Down In The Valley EP // Wilder Gonzales Agreda: Anti Argolla Peruana

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de diciembre de 2023.)

Con el reloj a galope tendido rumbo a 2024, van quedando en limpio algunas certezas relativas a determinados grupos y álbums de los circuitos peruanos independientes. Una de ellas va asida al presente de Les Replicants, que ha decidido abandonar quién-sabe-si-definitivamente el psicodelismo eterdrónico de su primera fase, en favor del trayecto iniciado a tropezones por el excesivamente plano s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 (‘21).

Conforme dictamina la info disponible en BandCamp, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un LP grabado el año pasado. Su osamenta se nutre de un corpus de grabaciones de campo que el individualista Walter Arellano realizara desde el ‘21, durante los largos viajes que implican atravesar de un extremo al otro la megalópolis monstruosa que hoy es Lima. Perpetuados en cinta, estos registros se han deformado/sublimado para convertirles en arcilla a modelar/mezclar con un input expelido desde Korgs, sintes ARP y guitarras tratadas. Respecto de estas últimas fuentes, todas cosidas al esteticismo drone y al onirismo que favorecen el post rock y el bliss pop.

Salvo por el empleo de la materia prima que comportan los cassettes, hasta aquí no existen mayores diferencias entre este Buy, Get Sick... y su antecesor. Es decir, si bien ha habido una conmutación de procedimientos, ésta no se traduce en sonoridades total o parcialmente distintas. De hecho, si no tienes un oído lo bastante fino/entrenado, no consigues distinguir del resto los sonidos proporcionados por las “field recordings”. En cristiano, si estás desinformado/a, ni te enteras de los alegados “cambios en los procesos” -y es éste el talón de Aquiles que más difícil se les hace fortalecer a proyectos y artistas empecinados en enarbolar la bandera de la “vanguardia del Sonido” (tanto más complicado si pertenecen éstos al Tercer Mundo).

Éste, no obstante, es un esférico más logrado que s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼. Esencialmente, Buy, Get Sick & Buy, Then Die es un único tema dividido en cuatro secciones no equitativas. Cuando la apertura “I - Buy” comienza a rasgar el aire que te circunda, el ambiente es inundado por una correntada de ruido magmático, esparcido alrededor de un rango determinado de notas con variaciones infinitesimales. Consecuentemente, mientras que en “III - & Buy” el caudal se torna asaz tumultuoso, en “II - Get Sick” la riada es bañada por matices más vívidos e incluso celestiales, aunque también ocasionalmente melancólicos; y sólo rompe los armónicos cuando intenta hacer vibrar la propia atmósfera.

Súmese a ello lo redondo del canal de cierre, “IV - Then Die”, cuya decena de minutos obra como síntesis intensificada de lo expuesto en los tres anteriores: bliss, post, harsh... Sobre todo éter, mucho éter. Esto último se evidencia en lo llevadera que se hace la jornada, de sólo cuatro pistas y perduración equivalente a la del precedente capítulo -lo que comporta una extensión promedio mucho más alta por track, y a despecho de ello una narrativa sonora más atinada y ágil. De este modo, el aislacionismo asistólico de Buy, Get Sick... concede nuevo crédito a Les Replicants en su actual discurrir. Por ahora.

Desde los idus de octubre, se halla disponible para su escucha en Internet el segundo volumen de las Geografías Geométricas que el incansable Miguel Ángel Burga viene cocinando asociado a la germánica Midira Records. Segunda parada de una trinidad a culminar pronto, la placa sucede al gaseoso/fluido post rock formulado en Landing, revelando de paso una templada alternancia entre dos de las facetas cultivadas por el ex Ácidos Acme -adviértase que antes de Geografías Geométricas Vol. 1 aparecía Lass Dich Leiten, 7’’ que homenajeaba en plan space drone a la desaparecida cantautora alemana Nico.

Geografías Geométricas Vol. 2 trepa la misma cuesta que su mayor, esto es, la de drónicos omniacordes cuya pertinaz repetición genera resultados opuestos a los que cabe esperar en circunstancias idénticas. No en vano, la drone music es la heredera más representativa del histórico kraut rock, afirmación con carácter de tautología hace lustros. Premunido de la misma tenacidad que le amparaba en ...Vol. 1, Burga esculpe incorpóreas panorámicas de una vastedad más allá de cualquier cualificación posible: lo bastante uniformes para permanecer dentro de los linderos trazados por el credo drone, y con los suficientes accidentes orográficos para rehuir la planitud o chatura en que resbalan similares empresas mal dirigidas.

Si antes la inspiración provino del apu Arín (2916 m.s.n.m.), ahora la provee el apu Charán (2950 m.s.n.m.). Si en el principio fueron cuatro piezas, ahora son tres -aunque su naturaleza unitaria nunca queda en entredicho, diferenciándose éstas sólo por la numeración otorgada. Sin embarcarse en progresiones específicas, las vibraciones y resonancias de “Templos Y Portales I” plasman sobre el dronismo sobresaturado brochazos de musicalidad, que no es lo mismo que melodiosidad. Con todo, se muestran intactas la fascinación cósmica y la línea orbital dura de la experiencia preliminar. Quizá debido a su “corta” extensión (siete minutos y monedas), “Templos Y Portales II” siembra sospechas sobre si efectivamente no está Miguel Ángel apostándolo todo a una musicalidad iterativa. Esas dudas quedan planteadas a pesar de los retumbantes trece minutos y pico de “Templos Y Portales III”, que no sólo subrayan los rasgos supremos de “...I”, sino que asimismo les magnifican al punto de ofrecer una furibunda y escarpada tempestad de noise drone -suspendida muy arriba de nuestras cabezas, felizmente.

Marzo del ‘24 es el mes previsto para la salida de Geografías Geométricas Vol. 3, a la par de un 8’’ en plan tributo a la artista estadounidense Maryanne Amacher. Hasta entonces, quienes no se sacien con los sísmicos zumbidos de ...Vol. 2 pueden hincarle el diente al aperitivo que supone Down In The Valley EP, breve artefacto con el que el también ex Espira da rienda suelta a su melómana pasión por interrogar otros horizontes estilísticos -concretamente, los que florecen a la sombra del dub.

El mencionado extended consta de dos surcos. El primero es una ácida versión -‘(CC Remix)’- del clásico de Ike & Tina “Proud Mary”, enterrada bajo innumerables telarañas de reverb ecodélico y dotada de una vaporizada eléctrica de ascendencia neopsicotrópica (me imagino que los ex esposos habrán sonreído cómplices al escucharla, donde quiera que estén). El segundo se asume ‘Alternative Dub’ de “N Dub”, originalmente empacado para Landing en toma mucho menos acelerada y tridimensional. Gracias a ambos, Down In The Valley EP se posiciona en un curso mucho más próximo al de Lass Dich Leiten 7’’, pese a que no se asimila completamente a éste.

Hacía buen rato que no audicionaba trabajos recientes de Wilder Gonzales Agreda. El último que degusté, Contracultura (No Al Arte Falso) (11/21), alcanzó a coronar una trilogía que también integraron Rojo (8/21) y Patrocinado Por El Gobierno (4/21). Dicha tríada desvirtuó mi hipótesis inicial -expuesta en la reseña de Patrocinado...- sobre una tetralogía editada durante el primer año y medio de la Pandemia. A la par, la mencionada terna consolidó su formato como la media que viene sosteniendo el experimentado músico/no-músico de Los Olivos por espacio de al menos 36 meses.

El problema no reside en la dificultad para seguir tan vigoroso paso editorial, sin embargo, sino en las ganas para hacerlo. ¿Por qué? Porque desde Terrorista! (‘19) y Real Music For Real People (‘20), comenzaba a ser notorio que Gonzales Agreda necesitaba mesurarse en cuanto a sus lanzamientos de hálito extendido. Descontando la excepción de Patrocinado Por El Gobierno, los últimos títulos del norconeño incluyen dos/tres composiciones logradas y mucho material que 1) necesita más tiempo para fermentar, o 2) se merece hacer efectiva la opción “vaciar la papelera de reciclaje”. Nueve discos en un trienio califica como desaforado despliegue de creatividad, algo que nada tendría de malo si al menos tres cuartas partes de cada uno de ellos fuesen aventajadas exploraciones sónicas más allá de las fronteras habituales -la conditio sine qua non a observar siempre por la música que se asume de avanzada.

Durante el ‘22, Wilder subió a Internet un trío de nuevas entregas: No Me Importa Lo Que Diga La Gente (abril), Volador (mayo) y Perdido (agosto). Ya que Contracultura... me había dejado completamente exánime (en el mal sentido del término), no las escuché, y por eso les concedo el beneficio de la duda. Entonces, a inicios de este ‘23 que ya se muere, oí en calidad de adelanto exclusivo lo nuevo del olivense. “Sirenas” me sonó insólitamente kraftwerkiano, como deslizándose entre el Computer World (1981) y el Electric Cafe (1986), sólo que abstrayendo las secuencias hasta hacerlas resonar en el Vacío. Un soplo de frescura que así y todo no me bastó para adentrarme en los vericuetos del CD estrenado hace ocho meses. Hasta ahora.

Anti Argolla Peruana podría catalogarse como un intento serio de reinvención. El puzzle de “Post Huayno”, que se adhiere al sonido vernacular de la zona central altoandina, acaba sugiriendo por-no-sé-qué-cortocircuitos-mentales conexiones con aquello susceptible de describirse como mutante “post free jazz digital”. Ciertamente una creación insular, si bien el resto del repertorio contiende por sortear todos los lugares comunes en que ha incurrido el otrora Fractal en años posteriores a Paraísos, Revoluciones Y Tú (‘17). Ahí figura “Rave En Mi Alma” y su paulatino engrosamiento IDM, tras un despegue estilizado y mistérico. También “Tenjira”, en la línea del intelligent techno clásico de inicios de los 90s, sesudo sin cruzar el puente hacia intrincamientos gratuitos y contenido a fin de evitar dar el salto a las músicas de aspiraciones pélvicas. Otro tanto podría asegurarse de “Quiero Ser Una Haba”, sólido ambient noise aislacionista que estimula los desarrollos sinápticos consagrados al ocio -los más delectables.

Como es claro, Gonzales Agreda no abandona la liza. Se mantiene en las mismas coordenadas estilísticas que fatiga desde hace decenios. Lo interesante es que se ha afanado en mover su flama a través de éstas, utilizando vectores que dibujan todo un proceso de convección. Hubiera logrado completarlo, dando paso así a una nueva reinvención, sino fuera porque el epílogo de Anti Argolla Peruana le lastra. Y sí, es verdad que “1994” y “En Este País Todo Es Mafia” no empañan la buena performance antes descrita, mas sí le impiden quedar redonda. Y una reinvención, como la de Lima Norte Metamúsica por ejemplo (‘14), no puede ser menos que perfecta.

Se suele confiar en que a cada gran luchador siempre le queda una última pelea dentro. AAP, probablemente el mejor disco del buen Wilder desde el ‘19, me cura del susto y hace que renazcan mis expectativas en que el man todavía tenga música/no-música valiosa que ofrecer como artista avant garde. Que ello suceda después de muchos años de vacas flacas, acaso en el balance sea puramente anecdótico. Pero de todas formas, alguien se lo tenía que decir.

Hákim de Merv

jueves, 14 de diciembre de 2023

Thanatoloop: Bioanarquía //Irreales Del Monte: Los Refugios Insulares

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de diciembre de 2023.)

¿Has experimentado esa sensación a medio andar entre la angustia y el vacío, que nace cuando llegas tarde a una de las citas cumbres de tu vida -con libros, con películas, con discos, con personas, con momentos irrepetibles, etc? Consciente de la oportunidad perdida, dejé pasar los años, pero en algún momento tenía que dárseme mi primera vez con Thanatoloop.

Uno de los proyectos más veteranos e hiperprolíficos que agitan constantemente los circuitos underground allende Tacna, Thanatoloop es obra de Michel Leroy-Valdés. El gallo permanece en activo desde los 90s, cuando integró Las Tentaciones, y posee un conocimiento casi enciclopédico de galaxias sónicas no siempre colindantes -como pueden serlas el free jazz y el indie noventero. O el art rock y el sórdido no wave cancerígeno de los primeros Swans. Para más inri, esa sabiduría melómana también encarna en Fiesta De Holobiontes y en Un Festín Sagital, identidad que asocia a Michel con Horacio Ferro y que acaso sea la más antigua de la que puede jactarse el hoy serenense -como que en el fanzine rancagüino Faxxion ya podían leerse algunos comentarios de trabajos acreditados a este último alias circa ‘05.

Evitando prudentemente considerarle muestra representativa de toda su fecunda discografía, mis primeras impresiones sobre Bioanarquía se anudan al concepto de metamorfosis irrestrictas/caóticas. O, más propiamente, mutaciones. Estilísticas, se entiende: improvisaciones liberadas que casan noise psicodélico, vitalidad post rock, shoegazing experimental, ambient post industrial, urgencia no waver, R.I.O. (rock in opposition), demencia post punk... Aunque podría seguir todavía buen rato detallando una posología que parece infinita, basten estos marbetes para redondear la noción de un sonido cuya hélice genética le adscribe al crossover, y cuyas diversas manifestaciones le tornan como mínimo atípico.

“Pasión Feliz (Baila El Corazón)”, vg, pasa por una suerte de drone litúrgico in crescendo. No se me ocurre al tiro algo tan contrastante como el enérgico latigazo entre enteógeno y post rock, al que abruman borrosos trazos lo fi, de “Metanoia (Nuevos Caminos)” -pese a que el dilatado epílogo aminora la intensidad del track. De otro lado, “Nada Es De Nadie (No Acallarán La Rabia)” propone una marcha hacia el corazón del post punk más ruidoso, conjurando la imagen de los The Fall de una línea de tiempo descartada. ¿Qué podría ser más chocante que antecederle de una densa suite que fluctúa entre el spoken word y la balada (“Anarquía Primaveral (Desmantelar La Historia)”)? ¿O de una acústica reconversión de “La Vie En Rose”, extraída de una desvencijada realidad alternativa, bañada por la Baja Fidelidad (“Si Lo Ves Quemarse, Déjalo Arder (Post-Amor)”)?

Empuña Bioanarquía dos constantes. Una es el flirteo con la opacidad inherente a grabaciones correspondientes a la primera época del combo de Michael Gira. Pensaba que era cosa mía, hasta que comprobé no ser el único en haberlo notado. Si bien no he vuelto a escuchar a Swans tras el regreso del ‘10, toda su obra anterior merece una justísima reivindicación como background a invocar. En cuanto a la otra constante, se relaciona con la voz de Leroy-Valdés. Yo creo que es admirable la disciplinada seriedad con que Michel elude tomarse en serio al coger el micrófono. Ello, por supuesto, es una percepción. El disco está allí y basta darle un par de escuchas para concurrir o disentir. En cualquier caso, la placa finaliza con “Mutaciones (Bioanarquía)”, mastodóntico instro de dieciocho minutos en clave ambient que con el correr de los segundos es atravesado por percusiones industriales y efectos colindantes -como el enorme moscardón que zumba al trasponer el minuto 4.

La descarga incluye el correcto video de “Nada Es De Nadie (No Acallarán La Rabia)”.

A poco más de doce meses de su señero debut, Historia Natural, el binomio Irreales Del Monte regresa al ruedo con Los Refugios Insulares. El material de que se compone la nueva entrega empieza a concebirse a renglón seguido de la salida de Historia..., culminándose el desarrollo de su gestación a distancia en agosto pasado. Esa cercanía temporal complota para casi mimetizar ambos esfuerzos -ciertamente, son muchos más los indicios de una continuidad que de una ruptura en la retórica grupal.

Pruebas al canto. Por principio de cuentas, Irreales Del Monte incide otra vez en un registro lo más limpio y fidedigno respecto de la ejecución en las tomas definitivas. En lo tocante a las guitarras, sean de palo o electroacústicas, las cuerdas literalmente chispean una energía entre voraz y beatífica, oscilando entre la parsimoniosa sobriedad y la inquieta armonía. En lo concerniente a sampleos, sintetizadores y grabaciones de campo; se abroquelan alrededor de notas y/o estructuras pedales para su omnipresente discurrir. No es de esperarse, pues, saltos imprevistos o bruscos virajes a lo largo de la jornada.

En segunda instancia, Antonio Aldunate y Cristian Sánchez persisten en fusionar las fuentes digital y acústica (o electroacústica). Tal cual sucediese en el estreno en largo, la tecnología proporciona los telones de fondo en cada surco de Los Refugios Insulares. Iterativos y (muy) ocasionalmente cacofónicos, la continuidad de estos colchones sonoros ofrece el soporte indispensable sobre el que deambulan una o más guitarras, las más de las veces pletóricas en imágenes de evocación urbana y campestre. Los resultados justifican con creces el uso de las etiquetas a que se suele recurrir en experiencias similares: alt folk, ambient drone, laidback, post rock, y sobre todo la de psicodelia rural.

En tercer lugar, es notable la devoción -ya no monolítica, eso sí- hacia una rusticidad apolínea. Como pasaba con Historia Natural, el nuevo esférico está consagrado a la luz, pese a algunos tramos no tan luminosos (“Los Cantos Rodados”). Emotivamente cerebrales o áridamente abstractos, la mayor parte de segmentos instrumentales de Los Refugios Insulares opta por atardeceres errabundos y por paisajes prístinos, apelando a un lirismo pedestre y a un concepto hermoso de anticlímax -orgánico, bucólico, laxo, metafísico. En estas condiciones, se distinguen temas como el solemne “Brisas Del Norte Austral”, “Primera Revelación” (de una lúdica inextinguible), el maravilloso filo roadie de “La Despedida” o “Canción A Las Ocho Llaves” (cuya espiritualidad me hizo recordar a la del valpeño Imbaru).

Encargando por segunda vez consecutiva mezcla y masterización al penquista Pedro Antivil, a quien ya debería considerársele tercer miembro estable del acto, Irreales Del Monte consolida su todavía corta existencia con un opus de nivel equivalente al de su excepcional estreno. No sólo por sus valiosos réditos artísticos, sino también por una portada que comunica sutil a la vez que poderosamente la idea de movimiento, a despecho de representar una carretera sin transitar. El (vibrante) gol es de Cristóbal Correa.

Hákim de Merv

jueves, 30 de noviembre de 2023

Sexores: Mar Del Sur

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de noviembre de 2023.)

Cuando en julio del ‘21 comenté X, rodaja de remixes con que el acto ecuatoriano Sexores conmemoró su primera década de existencia, ya había pasado más de medio año de su liberación para descarga gratuita (diciembre del ‘20). Han transcurrido, pues, casi tres almanaques de su hasta hace poco última referencia -pero sólo 26 meses del anuncio de su separación temporal, efectiva a poco de publicarse la antedicha reseña y para desaliento de este escriba. Por eso la sorpresa, cuando al promediar octubre se concreta el retorno de la dupla compuesta por David Yepes (a) 606 y Emilia Bahamonde (a) 2046, gracias al mini-álbum Mar Del Sur.

Un reentré que, aunque de primera impresión puede presentársenos bastante extraño, en el fondo no hace sino confirmar la sutil parabólica que venía trazando ¿cuán conscientemente? el dúo norteño afincado tiempo ha en México. Recuérdese que Salamanca (6/20) repescaba cierta fascinación por la electrónica de matices lóbregos y por el dark de los 80s -y sobre todo de los 90s-, fascinación que tomaba cuerpo en la historia temprana del binomio a través del downtempo. Luego de una brillante fase shoegazing iniciada con su clásico Historias De Frío (‘13) y empezada a jaspear con el doble East / West (‘18), esa curva apunta a un regreso a los orígenes. ¿Temporal o permanente? En realidad, es difícil aseverar lo uno o lo otro.

La portada de Mar Del Sur muestra a dos bioluminiscentes celentéreos vagando en aguas profundas, a donde no llega la luz solar, como si estuviera adelantándose así su contenido. Lo confirma “Magallanes”, tema gravosamente acompasado que cobija influencias dark, encendidas por el lustre tecnológico de Garbage -otra impronta restituida. El apagado clamor de un solitario trombón (Rómulo Gallegos) y los tintes de trip hop abstracto subrayan el ¿giro? ¿regreso a la semilla? que implementa el dueto. Dotado de un mayor impulso rítmico, “Aequorea” y su dream pop binario como armado por Shirley Manson y compañía proporciona suficiente fundamento para considerar en serio esa insinuación dance de que provee la sumilla de BandCamp.

En los siguientes tracks y hasta el colofón (el lascivamente cadencioso “Albatros”), las vocales de Bahamonde ya no abandonarán el registro de ambrosía pop. En cuanto al género que acabo de aludir, puede ser inequívocamente cálido, pese a estar sujeto a programaciones glaciales y a percusiones electrónicas (“Las Aguas En Los Bordes De Fuego” y su murriosa trompeta, cortesía de Brenda Monge). O terciar, sin consumirse, en el pleito estilístico que libran en una misma pista las flamígeras capas baggy de la guitarra y la redoblante secuenciación bristoliana (“Lagos De Lirios”). O amancebarse a la enfática, potente síncopa que identifica al plástico sonido del mainstream noventero, mientras el fraseo quechua de DRK sucede al cantar de Emilia y viceversa (“Biolumínica”).

Pienso que Mar Del Sur y el dream pop de orientación dance electro que postula le funcionan a Sexores como correcto reingreso. Sin superar la media hora, sin obtener el mismo grado “summa cum laude” de anteriores y más perfectas jornadas, la cinta tiene los kilates justos/necesarios como para reconocer la vigencia del talento antaño desplegado por el tándem Yepes-Bahamonde. Se concreta así, entonces, la vuelta al ruedo de una de las agrupaciones más queridas en la escena independiente de la región. Ahora se supone que debe venir lo verdaderamente bueno.

Hákim de Merv

jueves, 23 de noviembre de 2023

Sajjra: Serpent Is Present // Miyagi Pitcher: Isolde EP // Rito Verdugo: Kamikaze Boom

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de noviembre de 2023.)

Todavía sigo cavilando si tengo a la mano las palabras justas para redactar algo acerca del más reciente parto de Sajjra. Subráyese “justas”: Serpent Is Present es tan distinto a lo que ha venido publicando Christian Galarreta premunido de ese alias, que son muchas más las dudas que los convencimientos. De hecho, creo que el único de éstos se vincula precisamente a la enérgica transición que comporta Serpent... respecto de su background.

La semilla del nuevo plástico fue sembrada antes de la emergencia sanitaria del COVID-19. Como es sabido en la comunidad avant garde nacional, el ex DiosMeHaViolado tiene un copioso cedulario de grabaciones inéditas e inacabadas, algunas de las cuales han pasado a integrar SIP luego de muchas jornadas de exhaustivo trabajo de mezcla a orillas del mar Egeo en Turquía. Por cierto, el bellísimo arte gráfico nace de una fotografía tomada al peruano bajo aguas anatolias por su pareja, la artista rusa Margarita Milova.

¿Qué escribir, entonces, sobre lo más reciente del individualista rimense? Rompe fuegos “Suena Como Azul Radiante (Oración Del Mediodía)” y en una los cambios empiezan a percibirse. Los silencios calculadamente intempestivos -si bien acaecen cada cuarenta segundos, igual resultan sorpresivos- se intercalan con elongados sets de 3/4 acordes solemnes, otorgando a la pista rasgos procesionales, hierofánticos, elefantiásicos. Extrañamente, la minimal huella psíquica que se imprime en los tímpanos no entra en conflicto con los estímulos que le han generado. El cortocircuito mental, eso sí, no se hace esperar. ¿Califica esto como ambient? ¿Puede ser el ambient a la vez litúrgico y sci fi? ¿No sería mejor hablar de un post pop etéreoangélico, alimentado directamente por el chispeante fervor que mana del subsuelo terrestre? ¿Su infinito final, de aisladas notas vibrafotónicas cual campanazos de diverso tono y cariz perdidos en el firmamento, alcanza a coronar esa suerte de renacimiento ritual?

Parapetada tras ciclicidades rebosante de drones en comandita abierta con el factor dub, “Beso Fin Y Descenso” no aclara el panorama. Cierto que la voz alcanza a hacerse inteligible -dejando apreciar versos de mítica inspiración altoandina como “Y En Mis Alas De Hielo/Acaricio Espejos De Mi Compenetración/Beso Fin Y Descenso/Sin Recuerdos Y Sin Piel”-, pero los trallazos contenidos de la drum machine inclinan a formular la hipótesis de un erosionado lado X del intelligent techno, desracionalizado y excluyentemente intuitivo. Descomponiéndose lentamente en sus códigos elementales, la pieza va tornándose incorpórea hasta verse reducida a una pendular onda eléctrica de retroalimentación sonora. Así repta hasta convertirse en la siguiente parada del trip, suscitando interrogantes equivalentes a los de su predecesora.

Lleno de incertidumbre, llego al tercer y último round de la placa, cuyo título pone de relieve la virtual equivalencia entre los dos sustantivos escogidos para el nombre de ésta. “Serpent” y “present” se escriben usando exactamente las mismas letras, lo que les hace anagramas uno del otro. Pese a los indicios que apuntan a las mismas raíces de que nacen las varias músicas de nuestros Andes, evidentes desde los tres minutos y veinte segundos, cuando bruscamente asume un rol solar-ceremonial; “Srpnt S Prsnt...” es el que más se condice con la obra precedente de Sajjra. Cornos transgalácticos/transdimensionales, mesmerizantes progresiones de resonancias vernáculo-noisicas, cuerdas de sibilantes efectos ambientales, soberbios estallidos de materia roja hecha sonido con que abrir portales hacia cualquier dirección a través del tiempo y de las vastedades sidéreas -arriba, abajo, adelante, atrás, izquierda, derecha; o las seis dimensiones del espacio indostánico. Sedante futurismo andino trasmutado y reelaborado, que hacia el epílogo se transfigura cada vez más y más abstractamente.

Así, pues, ¿qué clase de vuelo comporta Serpent Is Present? Planteando una utopía que probablemente acabe convirtiéndose en ucronía más temprano que tarde, ¿no tiene nada que comunicar a nosotros/as, habitantes de este hoy? Sospecho que su electromagnético mensaje estético todavía permanecerá algún tiempo indescifrable. Algo, no obstante, revela su naturaleza críptica. La Serpiente es el animal que identifica tanto al uku pacha o “mundo subterráneo” en la cosmovisión inca, como a la resistencia artística global más militante en estos deplorables días de consumismo oligofrénico y hipterismo arty -el underground, esa “vieja confiable”. Sea uno u otro el sentido que escojas, proclamar no sólo su supervivencia sino además su completa vigencia, constituye una auténtica declaración de principios para quienes vivimos en permanente disidencia.

Acostumbrado a esperar a que me saque de cuadro cada dos por tres, hace algunas semanas escribía a propósito de Gala EP, de Miyagi Pitcher: “...no es la primera vez que me queda la sensación de que el individualista oroíno tienta volver por sus primigenios fueros. Como tantos otros en el pasado, en este caso lo logra, pero vaya uno/a a saber si será ésa la nueva dirección del siguiente capítulo”. Puesto ya con antelación el parche, paso en consecuencia a comentar el nuevo extended del unipersonal de Chip Musik.

Como sucedía con Gala, Isolde EP se anuncia a modo de antesala para el nuevo largo a acreditar a esta identidad de Alexander Fabián, que responde a la bonita denominación de Petricor. A diferencia de su antecesor, sin embargo, Isolde tiene poco o nada que le posicione rumbo hacia el vaporwave. La obertura “Masquin” se materializa gracias a un evocador ambient inmaculado, que sugiere paisajes inundados de luz y de ese murmullo característico que delata la existencia de rutas de agua corriendo apenas centímetros bajo la superficie. “Cuaderno De Bitácora LO1993” subraya las ramificaciones ruidistas de ese mismo ambient, incrustándole a tal efecto jirones de un bliss pop en plena metamorfosis hacia el harsh noise, incitando así un enésimo vuelco del sonido Pitcher -esta vez hacia los tiempos del inaprensible Ikigai () (‘22).

Dotado de una carcasa que aglomera imaginarios de ciencia-ficción, el subsiguiente “Primer Verdor” se aviene al papel de punto medio entre “Masquin” y “Cuaderno De...”, tomando del primero la “líquida” concepción ambient y del segundo una cierta ausencia de nitidez -dejando en claro, como insinuaba este último, que el principal carburante del viaje es el dreampunk de 2814, Gates Of Siam y similares. Cuando Isolde EP empieza a despedirse con “Fuera Del Tiempo Y El Espacio”, en coordenadas totalmente “tecnológicas”, ya es notoria la filiación del acto al aludido microgénero, que usualmente -y aquí caes en la cuenta de que de lo mismo padece todo el menú- prescinde del menor vestigio de programación y/o secuenciación.

El dreampunk es, ergo, la nueva influencia hegemónica en el universo Pitcher. Al menos de momento. Ello supone una nueva circunvolución respecto de andanzas anteriores, pero nada garantiza que Fabián siga ese camino por mucho tiempo. Tampoco, que suceda lo contrario. Después de todo, está visto que el cambio es la única constante de esta historia. Cualquier duda sobre el devenir de MP, así, deberá aguardar hasta la aparición del nuevo larga duración para ser confirmada o desmentida. Colgado para la consabida descarga gratuita, el EP incluye cuatro hermosas postales correspondientes a cada tema y la opción de bajársele en formatos .mp3 y .wav, a criterio del/de la escucha.

Mandando al tacho una pausa de cinco años en lo tocante a LPs -el Post-Primatus EP apareció el 14/6/20 en modalidad free download, durante la temporada dura de la pandemia-, Rito Verdugo cuelga en BandCamp al sucesor de Cosmos (‘18), su estruendoso debut. A diferencia de éste, grabado en directo en el mítico y hoy desaparecido Hensley Bar de Monterrico, el nuevo volumen se ha concebido en los estudios de Quarter Note y ha pasado meticulosamente por las fases de mezcla y masterización -como lo demuestra la descomunal fuerza/energía que de su repertorio emana.

No es sólo eso, empero. La propuesta del cuarteto, cuya alineación sigue siendo la misma, ha madurado mucho desde las épocas de Cosmos. Si antes podía hablarse de una psicodelia garagera que había conseguido asimilar sin despeinarse punzocortantes riffeos metálicos, hoy es más apropiado alegar un heavy psych erizado de filosas espadas aceradas, cuyas empuñaduras se han labrado en lonsdaleíta. Esto es, un lisérgico output stoner al que poco le falta para acceder a la categoría sludge. Y lo más interesante es que el ensanchamiento de tal reciedumbre no ha implicado aumentar el tonelaje del soporte rítmico que comparten Carlos Del Castillo (bajo) y Luis Rodríguez Chávez (batería) -lucen éstos igual de ligeros, aunque mucho más aplastantes que en sus primeros tiempos como miembros de la misma unidad táctica.

De facto, si bien los niveles de brutalidad aural exhibidos por Kamikaze Boom no son uniformes, únicamente en la primera mitad de “Ritual Por La Eternidad” descienden del rojo. El pie no le da tregua al acelerador (“Ataque Shimpu”), mientras la performance instrumental de Rito Verdugo se desarrolla exponencialmente, deteniéndose antes de cruzar los límites del abigarramiento y de la profusión (“Vagabundo”, “Viento Divino”). La membruda bataca de Rodríguez asoma sumergida en methadrine, imparable (“Kamikaze Boom”, “Apocalyptus” y su coda nintendistoide), seguida fielmente por el reptante bajo stoneado de Del Castillo (“El Despertar”, “Aplastando A Las Ratas”).

También hay que resaltar lo mucho que ha crecido Rodrigo Chávez Garcés en su rol de cantante. Acreditado en KB como compositor de todos los tracks, sus vocales han adquirido mayores presencia y relieve, cualitativamente hablando. No ha sucedido lo propio con las guitarras de la banda, que empuñan tanto él como Álvaro Gonzales, hoy dosificadas -si bien para nada opacadas, e incluso protagonizando algunos semi-solos vistosos a la par que jugueteando con arabescos. Magnífico esfuerzo a ponderar en el segundo año consecutivo que el stoner patrio se toma de descanso sabático.

Hákim de Merv

jueves, 16 de noviembre de 2023

Theremyn_4: Art, Noise + Speed // Aloysius Acker: Requiem Para Un Ave // Cholo Visceral: Quimera Huaycotrópica

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de noviembre de 2023.)

Una de las primeras alusiones que se hicieron acerca del nuevo capítulo de Theremyn_4, alentada por la propia nota de prensa, es que tenía éste cierta ascendencia new wave. Por sí sola, esa frase comportaba una sorpresa mayúscula, al haberse alimentado el proyecto desde un inicio del big beat y de la rocktronia de actos como Underworld, Propellerheads o The Chemical Brothers. A lo mucho, esta faceta de José Gallo acaso se remontaba a los herederos de Chicago y Detroit, que se disputasen las discotecas de todo el mundo a inicios de los 90s. Desfilarían posteriormente, en comentarios y reseñas, referencias aún más insólitas a Japan, a Getting The Fear y a The Fixx -e incluso a Gang Of Four y a King Crimson (¡¡¡!!!).

La verdad ante todo, es que sí, pero mira por dónde. Dale 10, 500, 3000 vueltas a Art, Noise + Speed, y sólo asomará más o menos visible la impronta de la vetusta new wave ochentera. No niego que las demás hayan estado presentes durante el proceso compositivo cuyos resultados el ex Huelga De Hambre destinara a la confección de su décimo esfuerzo -doceavo, si contamos los artefactos de remixes dedicados al debut Fluorescente Verde En El Patio y al precedente Lost Moments. Las demás citas, no obstante, se hallan lo suficientemente sublimadas como para ser claramente identificables -y, por consiguiente, señaladas como influencias. Directas, al menos: nada en A, N + S remite de arranque ni a la agrupación de David Sylvian, ni a los estetas post punk de Leeds ni a la gótica facción disidente de The Southern Death Cult. Menos a la seminal escuadra prog del maestro Robert Fripp. Sólo tras mucho escuchar y escudriñar, emergen resonancias distantes señalando esas direcciones.

Luego de veintitrés años en ruta, ¿por qué considerar a Art, Noise + Speed un disco alentador?

Podría argumentar que desde “Nazca Cowboy”, single de adelanto y apertura de la placa, T_4 se plantea lograr diversificar su sonido sin comprometer su identidad estructural. Revestirse de nueva parafernalia sin traicionar en media pulgada los fundamentos, es uno de los modos más honestos  de  reinventarse, y también  de  los más difíciles. Contenido, con su eufonía new wave -más propiamente New Order circa Brotherhood/Technique- montada sobre basales programaciones de filigrana proto techno, “Nazca Cowboy” apunta a ese objetivo. Otros tracks que persisten exitosamente en ese sino son “Neon Sun / Neon Man” (cuyas baquetas están a cargo de Gallo), “Street Girl Ethos” (guiños fantasmales a Lima/Tokyo/Lima, de los mejores esféricos del seudónimo), “Notre-Dame Pt. I” (y su consabido big beat austero precedido de un brevísimo intro jazzístico) y “Art Stealers” (con el otro miembro más o menos estable de la entidad, Lu Falen, ¿para cuándo por fin el estreno en regla de Blind Dancers?). En el camino, ecos del groove angular de Gang Of Four, loopeos elaborados que replican la brisa art rock de Japan, siluetas de secuencias trasmutadas que rememoran las sombras chinescas de GTF...

Podría alegar igualmente que dichas características, también presentes en números como “Air Giants”, el nerviosamente sosegado “Dry Season” y el opiáceo “Notre-Dame Pt. II”; no impiden que éstos recorran gradaciones con que matizar/atemperar saludablemente las robustez y vivacidad de sus pares. En “Air Giants”, verbigracia, Theremyn_4 se vale del legado synth pop para crear un instrumental sobrio y templado. En tanto, los trazos de “...Pt. II” son sencillos y transparentes esbozos que cascabelean en medio de la oscuridad circundante, arropando melopeas de innegable parecido a la que identifica la serie Stranger Things (tangerinedreamescas, en tal sentido). Y “Dry Season” lucha por no despeinarse sin adelantar ni perder el paso.

Podría hacer una cosa y la otra, ciertamente, y no estaría pecando de insincero. Prefiero, con todo, alegrarme de que José Gallo haya recuperado la claridad anímica y la creatividad que le faltaron en Lost Moments (‘18); ausencias que hicieron de éste el episodio más discreto de su discografía. Un lustro después, este aplomado Art, Noise + Speed reestablece el prestigio de T_4 y su talento para concretar excelentes jornadas.

(Lástima que una buena tortilla no pueda hacerse sin quebrar algunos huevos.)

Fechado a inicios de octubre, con el mini-LP Requiem Para Un Ave confirma José Rodríguez -por enésima vez- que en modo Aloysius Acker va y viene según le plazca. Para efectos de este volumen, retrocede como nunca antes hacia los días en que la ethereal music de los 80s todavía iluminaba inmaculada los corazones de quienes le escuchaban y asimilaban merced a artistas y lanzamientos correspondientes a la legendaria primera etapa de 4AD.

Cedido para descarga gratuita a la nueva plataforma perucha Just Memories Records, que inició operaciones en diciembre del ‘22, el arranque de Requiem Para Un Ave podría confundir al buscador de sonidos exquisitamente labrados dada su naturaleza ambient a todas luces macerada en la Baja Fidelidad. “Entrada Del Otoño”, en efecto, posee acabados un tanto lluviosos -algo así como la idílica/sepia afectación mnemónica de recuerdos muy remotos, que convertía Maribel Tafur en herramienta central de su poética en el extraordinario 2106 EP (‘21). Es sólo cosa del canal en cuestión, empero.

Porque desde “Alguien Desordena Estas Rosas” hasta el cierre de “Mirada Podrida De Flor”, Aloysius Acker se ve embargado por una irrefrenable inspiración neoclásica. Las notas deliberadamente espaciadas (“Esta Sombra Que Cae Del Ruido De Tus Pasos”, “Mirada Podrida...”), los vastos desarrollos que apertrechados de volátil éter sonoro de éstas se derivan (“El Naufragio Es Dulce En Este Ocaso”), las donosas euritmias que de ésos nacen (“Alguien Desordena...”, “Aquel Aciago Día”)... Todo ello otorga consistencia a un exuberante registro, lleno de efusivos colores nostálgicos, que con la emotividad de un Satie reedita los pasajes más diáfanos de Filigree & Shadow (‘87) y el pop de cámara de Blood (‘91) -respectivamente segundo y tercer rounds de This Mortal Coil.

¿Significa esto que AA suena ahora como lo hizo en vida el célebre músico galo? Para nada. Lo que hace Rodríguez se asemeja a lo que hizo Satie, pero es evidente que la resultante no se mimetiza con la obra del europeo: uso de armonías sin función definida, refuerzos melódicos a través de octavas alternativas, melodías límpidas y nítidamente esbozadas, algunos “acompañamientos pedales” y algunos “acordes modales”. De esta manera el limeño acierta a acuarelizar por igual memorias y sueños que cualquiera puede atesorar, en un tremendo alarde de facultades empáticas, desplegadas invocando a la única musa que muchos reconocemos -la Música. Precioso.

Resurge finalmente Cholo Visceral luego de cuatro años, con optimizada formación y nuevo material de estudio bajo el brazo. Exceptuado por ende Live At Woodstaco (20/10/19), lo último del tremebundo grupo que al viejo prog injertaba recios ramalazos metálicos y stoner rock había sido bastante desorientador -Sutilezas EP le catapultaba a un terreno tan drásticamente opuesto como podía serlo el vaporwave. Entonces me preguntaba si el extended sería una curiosa extravagancia, o si por el contrario iba a redefinir poética y futuro de esta banda asociada a la insurrección “meta stoner” limeña de la década anterior.

Aconteció, según se sabe, lo primero. Del EP, no queda ni la alineación. No ha vuelto Cholo Visceral a convertirse en el combo que rubricase sus dos muy recomendables primeras entregas, pero el cuarteto responsable de Sutilezas es ya cosa del ayer. Kevin Lara en eléctrica y Beto Cerquera en teclados no son más parte del line up, que actualmente completan los guitarristas Sandro Zelaya y Mauricio Medina. De pasadita, la remozada entente pone de manifiesto que los responsables directos de ChV siempre han sido Manuel Villavicencio (bajo) y Arturo Quispe (multi-instrumentista que se ocupa de batería y sintetizadores).

Nada más verle, la primera interrogante que brota en la mente se relaciona con los motivos del tándem Quispe-Villavicencio para bautizar a Quimera Huaycotrópica así y nimbarle de un arte de portada tan surrealista como pesadillesco. Esa misma interrogante muere apenas comienzan a ser castigados los parlantes con el bramido omnipresente de “Daga De 7 Filos”. La alineación de dos guitarras de invencible musculatura coadyuva en la incesante transformación de casi cada uno de los seis surcos -antaño permanentemente transfigurado, el daimon que preside el espíritu colectivo de Cholo Visceral prefiere ahora mutar de acuerdo a su maleable estado de ánimo. Lo observas en el prog jazzy de “Eros II”, cuyos riffs le imprimen carices a lo cantar de gesta. Lo notas en el rabioso stoner correlón de “Algo Anda Mal...”, cuando la eléctrica esnifa los últimos resabios de prog químicamente puro que reservaba el alias. Lo percibes en el rock multipercusivo de “Génesis”, que bebe por igual de la psicodelia, del stoner y del metal; pero que nunca llega a mimetizarse del todo con alguna de aquellas estéticas.

No menos relevancia cobra ahora el sofisticado soporte rítmico de los capitalinos. Engrasados, prestos, atiborrados de una energía que saca chispas aún antes de ser liberada; cada componente del andamiaje montado por batería y bajo proporciona la movilidad necesaria para la incesante mutación a que se someten output y cuarteto. El mástil de Villavicencio se multiplica mejor que los cinco panes y dos peces del milagro jesuítico, enhebrando diversas secciones de tempo disparejo -como en “Daga...”. En “Pucusana 420”, por otro lado, mientras las baquetas alisan un medio tiempo perfecto sobre el que al inicio se luce el wah-wah, el bajo apuntala los postigos que soportan las densidad y solidez de un tema que bien podría merecer la etiqueta de metal progresivo. Y “Furiosa”, en idénticas coordenadas con algo más de velocidad, no sería un perenne bursting-out sin los crescendos, clímax y anticlímax varios que posibilitan las baquetas de Quispe y el puente de graves que amachimbra el bajo.

Vertiginoso y cambiante como las experiencias oníricas más dadaístas, imparable y corpulento como un tren bala fabricado en titanio, contundente y a la vez dúctil en su filiación a las diversas influencias de que se alimenta; Cholo Visceral consigue en Quimera Huaycotrópica su mejor trabajo a la fecha. Sólido, fresco, fornido y frenético; el nirvana heavy al que cualquier headbanger de vieja escuela le gustaría acceder.

Hákim de Merv