jueves, 16 de noviembre de 2023

Theremyn_4: Art, Noise + Speed // Aloysius Acker: Requiem Para Un Ave // Cholo Visceral: Quimera Huaycotrópica

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de noviembre de 2023.)

Una de las primeras alusiones que se hicieron acerca del nuevo capítulo de Theremyn_4, alentada por la propia nota de prensa, es que tenía éste cierta ascendencia new wave. Por sí sola, esa frase comportaba una sorpresa mayúscula, al haberse alimentado el proyecto desde un inicio del big beat y de la rocktronia de actos como Underworld, Propellerheads o The Chemical Brothers. A lo mucho, esta faceta de José Gallo acaso se remontaba a los herederos de Chicago y Detroit, que se disputasen las discotecas de todo el mundo a inicios de los 90s. Desfilarían posteriormente, en comentarios y reseñas, referencias aún más insólitas a Japan, a Getting The Fear y a The Fixx -e incluso a Gang Of Four y a King Crimson (¡¡¡!!!).

La verdad ante todo, es que sí, pero mira por dónde. Dale 10, 500, 3000 vueltas a Art, Noise + Speed, y sólo asomará más o menos visible la impronta de la vetusta new wave ochentera. No niego que las demás hayan estado presentes durante el proceso compositivo cuyos resultados el ex Huelga De Hambre destinara a la confección de su décimo esfuerzo -doceavo, si contamos los artefactos de remixes dedicados al debut Fluorescente Verde En El Patio y al precedente Lost Moments. Las demás citas, no obstante, se hallan lo suficientemente sublimadas como para ser claramente identificables -y, por consiguiente, señaladas como influencias. Directas, al menos: nada en A, N + S remite de arranque ni a la agrupación de David Sylvian, ni a los estetas post punk de Leeds ni a la gótica facción disidente de The Southern Death Cult. Menos a la seminal escuadra prog del maestro Robert Fripp. Sólo tras mucho escuchar y escudriñar, emergen resonancias distantes señalando esas direcciones.

Luego de veintitrés años en ruta, ¿por qué considerar a Art, Noise + Speed un disco alentador?

Podría argumentar que desde “Nazca Cowboy”, single de adelanto y apertura de la placa, T_4 se plantea lograr diversificar su sonido sin comprometer su identidad estructural. Revestirse de nueva parafernalia sin traicionar en media pulgada los fundamentos, es uno de los modos más honestos  de  reinventarse, y también  de  los más difíciles. Contenido, con su eufonía new wave -más propiamente New Order circa Brotherhood/Technique- montada sobre basales programaciones de filigrana proto techno, “Nazca Cowboy” apunta a ese objetivo. Otros tracks que persisten exitosamente en ese sino son “Neon Sun / Neon Man” (cuyas baquetas están a cargo de Gallo), “Street Girl Ethos” (guiños fantasmales a Lima/Tokyo/Lima, de los mejores esféricos del seudónimo), “Notre-Dame Pt. I” (y su consabido big beat austero precedido de un brevísimo intro jazzístico) y “Art Stealers” (con el otro miembro más o menos estable de la entidad, Lu Falen, ¿para cuándo por fin el estreno en regla de Blind Dancers?). En el camino, ecos del groove angular de Gang Of Four, loopeos elaborados que replican la brisa art rock de Japan, siluetas de secuencias trasmutadas que rememoran las sombras chinescas de GTF...

Podría alegar igualmente que dichas características, también presentes en números como “Air Giants”, el nerviosamente sosegado “Dry Season” y el opiáceo “Notre-Dame Pt. II”; no impiden que éstos recorran gradaciones con que matizar/atemperar saludablemente las robustez y vivacidad de sus pares. En “Air Giants”, verbigracia, Theremyn_4 se vale del legado synth pop para crear un instrumental sobrio y templado. En tanto, los trazos de “...Pt. II” son sencillos y transparentes esbozos que cascabelean en medio de la oscuridad circundante, arropando melopeas de innegable parecido a la que identifica la serie Stranger Things (tangerinedreamescas, en tal sentido). Y “Dry Season” lucha por no despeinarse sin adelantar ni perder el paso.

Podría hacer una cosa y la otra, ciertamente, y no estaría pecando de insincero. Prefiero, con todo, alegrarme de que José Gallo haya recuperado la claridad anímica y la creatividad que le faltaron en Lost Moments (‘18); ausencias que hicieron de éste el episodio más discreto de su discografía. Un lustro después, este aplomado Art, Noise + Speed reestablece el prestigio de T_4 y su talento para concretar excelentes jornadas.

(Lástima que una buena tortilla no pueda hacerse sin quebrar algunos huevos.)

Fechado a inicios de octubre, con el mini-LP Requiem Para Un Ave confirma José Rodríguez -por enésima vez- que en modo Aloysius Acker va y viene según le plazca. Para efectos de este volumen, retrocede como nunca antes hacia los días en que la ethereal music de los 80s todavía iluminaba inmaculada los corazones de quienes le escuchaban y asimilaban merced a artistas y lanzamientos correspondientes a la legendaria primera etapa de 4AD.

Cedido para descarga gratuita a la nueva plataforma perucha Just Memories Records, que inició operaciones en diciembre del ‘22, el arranque de Requiem Para Un Ave podría confundir al buscador de sonidos exquisitamente labrados dada su naturaleza ambient a todas luces macerada en la Baja Fidelidad. “Entrada Del Otoño”, en efecto, posee acabados un tanto lluviosos -algo así como la idílica/sepia afectación mnemónica de recuerdos muy remotos, que convertía Maribel Tafur en herramienta central de su poética en el extraordinario 2106 EP (‘21). Es sólo cosa del canal en cuestión, empero.

Porque desde “Alguien Desordena Estas Rosas” hasta el cierre de “Mirada Podrida De Flor”, Aloysius Acker se ve embargado por una irrefrenable inspiración neoclásica. Las notas deliberadamente espaciadas (“Esta Sombra Que Cae Del Ruido De Tus Pasos”, “Mirada Podrida...”), los vastos desarrollos que apertrechados de volátil éter sonoro de éstas se derivan (“El Naufragio Es Dulce En Este Ocaso”), las donosas euritmias que de ésos nacen (“Alguien Desordena...”, “Aquel Aciago Día”)... Todo ello otorga consistencia a un exuberante registro, lleno de efusivos colores nostálgicos, que con la emotividad de un Satie reedita los pasajes más diáfanos de Filigree & Shadow (‘87) y el pop de cámara de Blood (‘91) -respectivamente segundo y tercer rounds de This Mortal Coil.

¿Significa esto que AA suena ahora como lo hizo en vida el célebre músico galo? Para nada. Lo que hace Rodríguez se asemeja a lo que hizo Satie, pero es evidente que la resultante no se mimetiza con la obra del europeo: uso de armonías sin función definida, refuerzos melódicos a través de octavas alternativas, melodías límpidas y nítidamente esbozadas, algunos “acompañamientos pedales” y algunos “acordes modales”. De esta manera el limeño acierta a acuarelizar por igual memorias y sueños que cualquiera puede atesorar, en un tremendo alarde de facultades empáticas, desplegadas invocando a la única musa que muchos reconocemos -la Música. Precioso.

Resurge finalmente Cholo Visceral luego de cuatro años, con optimizada formación y nuevo material de estudio bajo el brazo. Exceptuado por ende Live At Woodstaco (20/10/19), lo último del tremebundo grupo que al viejo prog injertaba recios ramalazos metálicos y stoner rock había sido bastante desorientador -Sutilezas EP le catapultaba a un terreno tan drásticamente opuesto como podía serlo el vaporwave. Entonces me preguntaba si el extended sería una curiosa extravagancia, o si por el contrario iba a redefinir poética y futuro de esta banda asociada a la insurrección “meta stoner” limeña de la década anterior.

Aconteció, según se sabe, lo primero. Del EP, no queda ni la alineación. No ha vuelto Cholo Visceral a convertirse en el combo que rubricase sus dos muy recomendables primeras entregas, pero el cuarteto responsable de Sutilezas es ya cosa del ayer. Kevin Lara en eléctrica y Beto Cerquera en teclados no son más parte del line up, que actualmente completan los guitarristas Sandro Zelaya y Mauricio Medina. De pasadita, la remozada entente pone de manifiesto que los responsables directos de ChV siempre han sido Manuel Villavicencio (bajo) y Arturo Quispe (multi-instrumentista que se ocupa de batería y sintetizadores).

Nada más verle, la primera interrogante que brota en la mente se relaciona con los motivos del tándem Quispe-Villavicencio para bautizar a Quimera Huaycotrópica así y nimbarle de un arte de portada tan surrealista como pesadillesco. Esa misma interrogante muere apenas comienzan a ser castigados los parlantes con el bramido omnipresente de “Daga De 7 Filos”. La alineación de dos guitarras de invencible musculatura coadyuva en la incesante transformación de casi cada uno de los seis surcos -antaño permanentemente transfigurado, el daimon que preside el espíritu colectivo de Cholo Visceral prefiere ahora mutar de acuerdo a su maleable estado de ánimo. Lo observas en el prog jazzy de “Eros II”, cuyos riffs le imprimen carices a lo cantar de gesta. Lo notas en el rabioso stoner correlón de “Algo Anda Mal...”, cuando la eléctrica esnifa los últimos resabios de prog químicamente puro que reservaba el alias. Lo percibes en el rock multipercusivo de “Génesis”, que bebe por igual de la psicodelia, del stoner y del metal; pero que nunca llega a mimetizarse del todo con alguna de aquellas estéticas.

No menos relevancia cobra ahora el sofisticado soporte rítmico de los capitalinos. Engrasados, prestos, atiborrados de una energía que saca chispas aún antes de ser liberada; cada componente del andamiaje montado por batería y bajo proporciona la movilidad necesaria para la incesante mutación a que se someten output y cuarteto. El mástil de Villavicencio se multiplica mejor que los cinco panes y dos peces del milagro jesuítico, enhebrando diversas secciones de tempo disparejo -como en “Daga...”. En “Pucusana 420”, por otro lado, mientras las baquetas alisan un medio tiempo perfecto sobre el que al inicio se luce el wah-wah, el bajo apuntala los postigos que soportan las densidad y solidez de un tema que bien podría merecer la etiqueta de metal progresivo. Y “Furiosa”, en idénticas coordenadas con algo más de velocidad, no sería un perenne bursting-out sin los crescendos, clímax y anticlímax varios que posibilitan las baquetas de Quispe y el puente de graves que amachimbra el bajo.

Vertiginoso y cambiante como las experiencias oníricas más dadaístas, imparable y corpulento como un tren bala fabricado en titanio, contundente y a la vez dúctil en su filiación a las diversas influencias de que se alimenta; Cholo Visceral consigue en Quimera Huaycotrópica su mejor trabajo a la fecha. Sólido, fresco, fornido y frenético; el nirvana heavy al que cualquier headbanger de vieja escuela le gustaría acceder.

Hákim de Merv

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