jueves, 9 de noviembre de 2023

Brown Sur: Histeria Del Mundo // Asia Menor: Enola Gay

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de noviembre de 2023.)

Tras 24 horas de haber sido disparado en YouTube, tuve conocimiento del dúo Brown Sur y de su pistoletazo de salida Histeria Del Mundo gracias a uno de los implicados, Francisco Lillo Ortega. Al cantautor lo tengo referenciado desde hace mucho por su protagónico desempeño en Nubosidad Parcial, La Oficina Del Sueño y Tripulante De Soma; notables formaciones de la escena independiente mapocha todas ellas. La apuesta, entonces, podía razonablemente jugarse hacia la “bisoña” mancuerna -que de tal no tiene sino el tiempo de creada.

Brown Sur, que completa Claudio Lavin, guitarrista de ilustración ambient en Antonio Kulumi y en Lasavia; se ha definido a prima facie como una banda de pretensiones cósmicas, e incluso ha subrayado sutilmente cierta orientación psicodélica. Desde fuera, puedo dar fe de una indefinida orla lisérgica ni bien permean el éter las primeras notas de “Andares”. La enteogénesis propuesta, pese a ello, tiene menos que ver con un sonido histórico determinado que con una envolvente estética de texturas sedantes y relucientes -una que puede acoplarse a distintos géneros.

Sin ir muy lejos, “Andares” es pop de guante blanco y de tiento firme, que remite a la big music de los 80s. Si bien con registro más áspero y mixto, en esos mismos dominio y rango se ubica “Indistinguibles”, el dilatado cierre de esta entrega. También “No Es Nada Personal”, canal más decididamente rockero desde la violenta irrupción de la teba y su inusual giro de tuerca a mitad de recorrido -grandilocuente punteo de eléctrica incluido. “No Es...”, sin embargo, ya lleva adheridos elementos identificables con el indie.

HDM echa mano de más colores, así y todo. Al escuchar los latidos iniciales de “Lejos De Lo Mundanal”, uno/a se siente tentado/a a hablar de mestizaje. Felizmente, la subsiguiente “Histeria Del Mundo” muestra que eso sería un error garrafal, y que es más correcto hablar de una fusión ceñida a la rítmica de algunas de las canciones. En efecto, el surco epónimo mueve la proa hacia regiones de un estilizado dub que no empaña el cariz semi-tribal que penetra ambos números.

Y asimismo está presente una mesurada vocación experimental, en temas como “Es El Resto” y “En La Neblina”, a la sazón los más breves de la placa. Parece haber además cierta fijación de parte de Brown Sur hacia collages de diálogos fragmentados, no excluyentemente en nuestro idioma, enmarcados por tenues pálpitos del bombo/improvisaciones de guitarra/ruido acumulativo. Ni aquí se desvanece esa atmósfera de ensoñación entre onírica y psicotrópica, ni mucho menos en el surco psicodélico/cósmico por antonomasia de Histeria Del Mundo -“Angelita Huenuman”, suerte de cuento geórgico arrullado por el murmullo del mar y por una guitarra en perfecta ascesis cannábica.

Aceptable puntapié inicial, que la sociedad Lavin/Lillo ha encarado como banco de pruebas para testear múltiples escenarios. El siguiente paso ha de ser dado con mayor firmeza.

De pigmentación abrumadoramente indie y tinturas equivalentes, Fisura ha engrosado su catálogo en agosto con el debut de Asia Menor, cuarteto temucano donde militan Diego Seguel (eléctrica, sintetizador, voz), Cristóbal Mora (baquetas), Jorge Scheuermann (eléctrica, voz principal) y Aníbal Vergara (bajo). El sello santiaguino ya había soltado dos singles virtuales a modo de adelanto, “Doce” y “Patio”, que fomentaron cierta expectativa en torno a lo que pudiese ofrecer un desarrollo más extenso de la propuesta enarbolada por los sureños.

Después de escucharle varias veces, encuentro lícito afirmar que Enola Gay es un primer esfuerzo animoso, sacudido entre el math rock y el post hardcore, unas veces arrojada y otras delicadamente. Las primeras son norma desde la apertura “Patio” hasta “La Naturaleza”, mientras las segundas proliferan entre “Flores Del Naranjo” y “Buenas Noches”. En medio de ambas porciones, el breve “Instrumental” supone la justa línea ecuatorial para hacer una pausa, recargar pilas y encarar con renovados bríos el resto del viaje -como si hubieran vuelto los días de esplendor del cassette, y aprovechases el cambio de lado para aprovisionamientos/recalibraciones de último minuto.

Bien sea una faceta o la otra, a los muchachos de Asia Menor les encanta la distorsión en exceso. Pese a ser por lejos su canción más pausada a la fecha, “Buenas Noches” no deja pasar dos minutos sin empezar a flirtear con el ruido en estado indómito -la medianera de noise amplificado sólo desaparece una treintena de segundos antes del final. Lo mismo sucede con “Lento”, medio tiempo cuasibaladesco que se vale de puentes de guitarra para conectarse con su antecesor y con su sucesor, y que atiza crescendos y diminuendos para hacer entrar y salir de sí mismo una agobiante deformación decibélica. Otros ejemplos, mitigados merced a drásticos cambios de pulso sincopado, son “Flores Del Naranjo” y “Estrés”.

Las composiciones de Scheuermann y compañía suelen estar empantanadas de texto, pero ello no necesariamente indica una fascinación verborréica. Generalmente, la letra está dosificada, de tal manera que no ataranta ni asusta al/a la escucha. El exceso, empero, ocurre más veces en la primera mitad que en la segunda (“Buenas Noches”). Tal vez sea porque los colores de este 50% son más festivos, o se precipitan vehementemente -no por nada, se enseñorea aquí un exultante espíritu de alcurnia punk. A ratos con menos revoluciones (“Defensa/Cortar”), a ratos apelando al quiebre y rearme de la percusión (“Tesela”, “La Naturaleza”), a ratos con más revoluciones (las demoledoras tomas de “Patio” y “Doce”); la incombustible huella del Año Cero ’77 acicatea las notas con que los chilenos entretejen el tramo inicial de este grato repertorio de 11 tracks.

Mundaka, la cara menos agresiva de Fiesta Bizarra, Almirante Ackbar y sobre todo Plug-Plug son equivalencias patrias que pueden servirte para que te hagas una idea más precisa del rollo a que se adscribe Asia Menor. Por cierto, esta denominación y la del estreno me han hecho pensar en Waltz With Bashir (2008), por asociación de ideas. La portada del disco muestra interiores de una edificación en ruinas, dolorosa imagen que en estos aciagos días se ha vuelto común justamente en Asia Menor, y la enorme película-testimonio del gran Ari Folman utiliza en una escena el clásico de O.M.D. “Enola Gay”, nombre que de por sí acoge funestas connotaciones bélico-atómicas. ¿A que sí?

Hákim de Merv

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