jueves, 28 de diciembre de 2017

Culto Al Qondor: Templos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de diciembre del 2017.)

Otra historia del pasado que llega a su feliz concreción en el presente.

Al promediar la primera mitad de los 00s, el circuito independiente limeño comenzó lentamente a bullir con nuevos protagonistas -pero también con propuestas que, no siendo ya nuevas, pocas veces o nunca habían encontrado cabida en el mapa sonoro de la escena. Entre éstas, figura la de Qondor, combo constituido en el 2003 por José Antonio Flores (a) Dolmo, Aldo Castillejos y Miguel Ángel Burga. Al público promedio actual de la movida, estos tres nombres le deberían resultar familiares al primer golpe de vista. Miguel Ángel Burga empezó en Ácidos Acme, tres/cuatro años antes de integrar Espira, banda perteneciente al colectivo Crisálida Sónica y en la que coincidiría con Aldo. Posteriormente, dio origen a La Ira De Dios, 3AM, Necromongo La Garúa y Ande. Antes de Espira, Aldo Castillejos militó en Abraxas y DiosMeHaViolado. Para el 2004, cosecharía notoriedad junto a Carlos Mariño (Girálea), Dolmo (quien reemplazaría a Mariño), Renato Gómez y Félix Dextre; como Serpentina Satélite. Hoy conforma con Sandra Villareal el brillante dúo Registros Akásicos. Dolmo arrancó este calendario asociado a Gómez, a Dextre y a Arturo Quispe (Cholo Visceral, Rapa Nui), en el ensamble de rock desértico No Mightier Creatures.


La primera vida de Burga/Castillejos/Dolmo estuvo marcada por el albur. Existen testimonios de esa época, cedidos a la fundacional compilación Vamos A Ser Felices (2004, orquestada por Buh Records) y al triple Mixtape! (2004, gestionado por la desaparecida Internerds Recors). Hay que citar además el documento visual Mixtape! (también 2004), distribuido en formato VCD, que capta una performance del trío en el distrito de Breña -con el concurso del guitarrista Christian Abugatás. Estos “incunables”, amén de otros (Master Cobra Y Los Turbodélicos Pt IMístiko), repescados de las excéntricas sesiones de improvisación de entonces; apuntaban en su tosquedad a rescatar una mezcla intratable de space rock, psicodelia y kraut rock -sobre todo esto último: “Dorado” (del Vamos...) tiene partes que suenan a lo lejos a Ash Ra Temple, pero más aún al primer Popol Vuh, mientras que “Sesión 1/2” (del Mixtape!) invierte el peso de dichas influencias. Qondor pasaría a mejor vida a renglón seguido (2005), pero en este 2017 que ya se desvanece, los astros volvieron a ocupar su justa posición en los cielos -lo que ha permitido la resurrección del terceto, con la formación original y rebautizado como Culto Al Qondor. La edición virtual de este Templos se llevó a cabo el pasado 8 de diciembre, en tanto que la edición física aparecerá durante las próximas semanas.

Ateniéndonos a los pergaminos de cada músico, detallados en el primer párrafo, la docena de años transcurrida desde la desactivación de Qondor les ha reportado a los triates experiencias sumamente enriquecedoras. Muchísimo más curtidos que en los días de Qondor, ello ha posibilitado que Culto Al Qondor descerraje un trabajo cuyas formas fluyen sin sobresaltos o radicales golpes de timón. En su integridad, Templos es una sesión tripperaza de lisérgico jammeo. Pero, aunque grabado en directo en Hensley, EL búnker de la movida stoner local; el disco no llega a pertenecer del todo al género de Wolfmother y Mondo Generator. Es más, suena muy poco stoner. CAQ es fiel a su concepción space/psicodelia/kraut. Su metodología alcanza un fino balance entre la improvisación embravecida y el drone. Como ningún otro título peruano del año, las humeantes resonancias cósmicas de Templos destacan nítidas, a pesar de que la calidad del registro no es de las mejores -único punto en contra.

Hay persistentes remezones proporcionados por la batería y el bajo, sacudones que no agobian, que más bien alientan la levitación en horizontal -creo que “terremotos astrales” resume mejor las impresiones que estoy tratando de comunicar. El sinuoso delay de la eléctrica, los minimales riffs, los beats mesmerizantes; inducen alucinaciones allí donde podrían plasmarse pesadillas. Es que a Culto Al Qondor lo gobierna una mística muy distinta de la de sus impares stoner coterráneos. El sonido majestuoso/espiritual de Templos, suerte de primordial space drone, retrocede en el Tiempo hasta momentos después del Big Bang, crea a partir de él, se asombra de la propia obra; en un caso de expansión de la conciencia que ya hubiese querido padecer Eddie Jessup (larga vida a Altered States).

Podría decirse, pues, que lo de CAQ es principista. No porque música e imaginario se rijan por determinados principios, sino porque ambas instancias parecen enfocarse en El Principio -“Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día, Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase” (Popol Vuh, el libro), “Con treinta y dos senderos místicos de Sabiduría grabó Yah, el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel, Elhoim vivo, Rey del universo, El Shaddai Misericordioso y Clemente, Elevado y Exaltado, que mora en la Eternidad cuyo nombre es Santo- El es su sublime y santo-. Y creó Su universo con tres libros (Sepharim), con texto (Sepher), con número (Sephar) y con comunicación (Sippur)” (Sepher Yetzirah), “Nuestras máquinas tienen alma/Y nuestras almas tienen músculos/Nuestras ideas tienen dientes/Y alas... muchas alas en nuestras mentes” (“Antiguos Dioses Sobre Chilca”).

(Ya, ya, no te rasgues las vestiduras, que todo lo que lograrás es darme gusto de sólo imaginarlo.)


Hákim de Merv

jueves, 21 de diciembre de 2017

Cuarzo: Cuarzo // Ancestro: El Gran Altar

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de diciembre del 2017.)

No falta ya mucho para que el maledetto verano llegue a estropearlo todo -así que, con este par, es ahora o nunca...

En Latinoamérica, la hora del meta-stoner lleva sonando al menos unos tres años. Suena tan bien hasta ahora, que resulta imposible determinar cuándo llegará a su fin. Lo que corresponde es, entonces, seguir disfrutando de los muchos frutos que la cosecha viene sometiendo a nuestro paladar -una cosecha en la que participamos todos los países de la región, dicho sea de paso.

Abril de este muriente año fue testigo del epónimo debut de Cuarzo. Este tripartito ensamble limeño -Renato Salmón (batería), Koko Cavani (guitarra y voz), Ademir Agurto (bajo y voz)-, que bucea las hoy sobrepobladas aguas del stoner rock; tiene, como ocurre con los chilenos Vago Sagrado, una constante a flote sobre las muchas aguas que surca su música: la psicodelia, otra vez. Lejos de calcarle, el grupo no hace de ésta un elemento que avasalle a los demás, sino uno que les adhiera y centrifugue.

Son ocho episodios de negra sinestesia, dispuestos/trackeados de tal forma que produzcan la sensación de un conceptual tour de force sin hallarse formalmente entrelazados. Cuarzo es instrumental casi al 100% -sólo “Humo Rojo” y “Valhalla” tienen vocalizaciones, que por lo demás prescinden de la palabra-. Sus pesados riffs, abrumados de reverb y distorsión, son los verdaderos fundamentos del debut; prestos a matizar con oscuridades diversas el monocorde output sonoro consustancial a propuestas de similar talante, y a lidiar con todo resabio de phaser y flanger que su filiación psicodélica invoque.

El esférico deviene así en un sismo de grado 11 según la escala de Mercalli. Verdad que ecos del Pink Floyd de Waters y del Black Sabbath de mediados de los 70s alternan, en dosis precisas (“Duna Inhóspita”, “Sintiendo El Éter”), con generosos ramalazos propios del subgénero “sludge” (“Energúmeno”, la genialmente bautizada “Absenta Negra”). Con todo, es este último, entre atmosférico y hardcore; el vencedor en Cuarzo. Un primer jab que hace pensar entusiasta en muchas peleas por delante para el bisoño pero brioso terceto.


En cuanto a Ancestro, el otro acto protagonista de esta reseña doble, baste recordar que su debut El Regreso De Los Brujos le mereció ser considerado revelación y puntal del ejercicio 2016. De ahí cierta sorpresa en que no haya tardado mucho en publicar nuevo trabajo, máxime si ha habido cambios en la alineación del trío -Víctor García ocupa ahora el puesto de baterista, al lado de Boris Baltodano (bajo) y Diego Cartulin (guitarra, percusión y teclados).

El Gran Altar es, comparativamente, un disco más tranquilo que el anterior. Basta con darle play para corroborarlo. “Ícaro”, el volátil número de apertura, a duras penas se escucha -decisión tomada por la banda para que el contraste con “Mareación” se atice. Single de adelanto publicado semanas antes de la aparición de EGA, “Mareación” marca la pauta para lo nuevo de Ancestro. Hay no pocos momentos de quietud física en este opus, segmentos que predisponen a la escucha estática del mismo. Lo interesante es que los trujillanos lo logran recurriendo a la densidad, utilizándola para atravesar el metamórfico continuum de psicodelia/stoner/doom (que luce bastante domesticado)/space/metal abrazado por la terna desde el inicio de operaciones.

El riff de Ancestro ahora es más desértico que convulso, pero sigue siendo el principio básico de su arquitectura sónica. Esto no quita que, cuando lo desean, los norteños suenen a muerte y destrucción. En varios pasajes de temas como “Agua Muerta”, “Gallinazos” y la fenomenal “Aguijón”; se conjura tal cantidad de energía tanática, que poco te falta para ver al Ai Apaec cuchillo en mano, cobrándose en persona el sangriento tributo de sus víctimas.

Y si “Mareación” es la pieza en la que se refleja la dirección que por ahora ha tenido a bien tomar Ancestro, es “Purga/El Gran Altar” la que mejor resume todas las virtudes del disco. El track es un summum de instrumentación implosiva, ritualismo heavy, sapidez altamente intoxicante, carga surreal-ácida y feeling jammero. A propósito de esto último, algunos comentarios especializados han criticado que El Gran Altar carezca de la agitada inmediatez de su antecesor, así como que haya salido “demasiado pronto” (septiembre del año en curso). Esto, que a primera vista parece un contrasentido, no es en realidad tal cosa: las composiciones pueden soportar un largo proceso de maduración, y al momento de ser registradas estar embebidas de urgencia expresiva. Yo, por supuesto, no concuerdo con ese dictamen.

En lo que sí concuerdo con el consenso es que el método de improvisación seleccionado para este EGA remite a Samsara Blues Experiment, y sobre todo a Earthless -la impronta del power trio californiano se entrevé prácticamente en cada minuto del disco.


Hákim de Merv

Vago Sagrado: Vol. II

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de diciembre del 2017.)

Más de año y medio atrás, el Destino quiso que disfrutase de un directo de Vago Sagrado sin haber caído previamente en la cuenta de ello. ¿El motivo? La tocata en El Bar De René que conmemoraba los 20 años de existencia de Yajaira, legendaria agrupación sureña precursora del stoner latinoamericano, ocasión para la que VS haría las veces de acto telonero. Pocas semanas después del evento escribí una memorabilia al respecto subrayando lo emocionante que me pareció la performance del novel terceto y el hecho de que se pusieran a la venta discos de los agasajados y de Hielo Negro, otro buque-insignia de la escena mapocha, pero no de quienes abrieron esa inolvidable velada en Santiago De Chile.

Una vez de vuelta en Lima, busqué información sobre Vago Sagrado. Averigüé así que la terna era capitalina, que tenía ya un disco epónimo en su haber (2015) -y que, audicionado y asimilado éste, la actuación brindada aquella noche era reflejo fiel de lo que hasta entonces se había plasmado en estudio. Sorprendente desde cualquier punto de vista.

Transcurridos casi dos años desde la publicación de Vago Sagrado, el grupo ha editado Vol. II a través de ETC Records (cassette) y de Ceguera Records (CD). En el interín, se lanzó el Alea Iacta Est EP (2016), íntegramente repescado en el nuevo título. Ahora que los circuitos latinoamericanos independientes viven el auge del meta-stoner, esta reciente entrega es la augusta confirmación de todas las cualidades que viene acreditando la banda desde su fundación (2013).

La de Vago Sagrado parece una formación a la vieja usanza del power trío. Carlos González Lihn se ocupa del bajo y apoya en las vocales, Nick Vayolence está a cargo de la batería, y Alberto Parra se cuelga la guitarra y el cartel de voz principal. Precisamente es este último, fundador del grupo junto a Carlos, quien ha resumido el proceso creativo de Vol. II en una inmejorable frase: “dejar los instrumentos sangrar”.

En algunos aspectos, Vol. II definitivamente es un paso adelante en relación a su predecesor. La característica desprolijidad intencional del sonido VS no se ha abandonado, pero sí se ha optimizado su adecuado registro. Además, la sensación de internarse en siniestras espesuras psíquicas, azotadas por rabiosos vendavales, ha ganado peso y consistencia debido a la maduración de la propuesta sonora.

En otros aspectos, en cambio, y para bien; el estado de la cuestión, aunque magnificado, sigue siendo el mismo. Tal cual ocurre en el debut, en Vol. II nos fondea una vorágine de space rock, hipnótica acidez química, kraut rock, ruido bienencarado, proto-heavy, percusión minimalista (la única excepción en este apartado es el bateo sofisticado de “Normandie”), stoner desatado, delay iterativo. Y si hay una constante en el sonido/en el imaginario/en el espíritu convulsamente enteogénico que posee a los tres de SDCh, ésa es la psicodelia. Este color “heavy psych” está presente desde el arranque mismo con “Ciudad Fantasma” y sus melódicos riffs, hasta el apoteósico final de “On Your Knees”: toda la placa luce plagada de dislocadas viñetas de delirio cósmico, de lustrosas capas de arreglos opiáceos, de agresiva distorsión orbicular, de atmósferas alucinógenas que invocan una y otra vez la presencia del Caos (reveladora “Alea Iacta Est”), de bajos robustos y voluptuosos que pueblan de sombras varias los 38 minutos del disco...

Sin embargo, aún después de estas metafóricas descripciones es posible percibir en Vol. II un equilibrio entre apolínea armonía y dionisíaco maremágnum, entre Eros y Thanatos, entre deslumbrante luz solar y corpórea oscuridad, entre melodiosidad y furia orgiástica. Después de todo, las experiencias psicodélicas suelen dispensar parejamente tinieblas y luces, y ésta no es la excepción -igual nomás he imaginado microinfinitos subatómicos tallados quirúrgicamente en marfil o algún material similar. Curioso, ya no sorprendente, viniendo de una banda cuya prehistoria ha estado marcada por referentes tan dispares como Sonic Youth, Nazz, Dinosaur Jr. y Spiritualized. En el balance, también debe haber sumado Pablo Giadach, productor de prestigio que ha trabajado con The Ganjas y Casino.

Detalle conceptual a tener en cuenta: la portada del primer disco incluía una frase en checo a modo de improvisado subtítulo, “Mel kouzla se hnevem a zoufalství posvátné pobuda”, que en buen castellano quiere decir “Él tenía hechizos de ira y desesperación debido a la incursión sagrada”. Vol. II hace otro tanto con la frase en latín “Negans enim quod est mortuus”, esto es, “Renegando (de) esta existencia muerta”. ¿Cuál será el mensaje y en qué idioma para su siguiente paso?

Jornada demoledora. Estos triates están a punto de convertirse en una superbandaza.



Hákim de Merv

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Quan Desapareix La Penombra (Per Tornar Sublimada): Ayer Y Hoy De La Escena En Barcelona (I)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de noviembre del 2017.)

En el imaginario colectivo de nuestra Latinoamérica, desde casi cualquier punto de vista Barcelona ostenta el aspecto de una urbe fascinante. No es menester devanarse los sesos para pensar inmediatamente en ella como centro neurálgico del nacionalismo catalán, como ciudad natal del que por años ha sido el mejor equipo de fútbol del planeta (Barcelona FC), como querencia de Dani Nel·lo y de Boreals, de Los Rebeldes y de Balago, de Tancat Per Defunció y del insobornable Loquillo. Como cuna, en fin, del genial Antoni Gaudí -artífice del modernismo arquitectónico que todavía pregonan hoy las edificaciones históricas de Cataluña, quien anticipase a hornadas de artistas e intelectuales sin las que la España contemporánea no sería la misma: Dalí, el inconmensurable Lorca, las generaciones del 98 y del 27... ¡¡¡Buñuel, por todos los cielos!!!

Pese a que pudieran sugerirlo las dispensadas en el párrafo anterior, no han abundado las referencias sonoras barcelonesas que alcanzasen este rincón de la Tierra. Tal vez los conocedores podemos probar ir un poco más allá sumando, a los ya mencionados, La Kinky Beat, Vagina Dentata Organ de Jordi Valls (residente londinense desde hace ya décadas), los míticos Basura/Ultratruita (el solitario single oficial de Ultratruita llegó hasta comarcas peruanas gracias al célebre mixtape pirata Post Punk Españoles cuando se apagaban los 80s, para la maqueta plateada tuvimos que esperar hasta bien entrados los 00s), los aún más míticos Eduardo Polonio y Melodinámika Sensor (de Javier Hernando)... Y si bien con la llegada de la Globalización a América Latina cada lugar y crónica del mundo tuvieron micros y cámaras a disposición, también es cierto que era empresa imposible escucharles a todos en el corto plazo. Hubieron de pasar todavía muchos años antes de que el telescopio virtual de esta trinchera se detuviese en el terruño de Azimut Zero y 32 Guajar’s Faragüit -me han hablado maravillas del rock turco, y ni siquiera sé por dónde empezar allí-.

Recién a inicios de esta década, y gracias a los generosos aportes de Josep María Soler, músico electrónico y auténtico erudito/arqueólogo del pop catalán contemporáneo; empiezo a familiarizarme con grupos y discos de tamaña metrópoli. Y a partir del 2013, año en que se publica La Ciudad Secreta: Sonidos Experimentales En La Barcelona Pre-Olímpica 1971-1991, de Jaime Gonzalo -que aún no he podido leer, pero a cuya triple contraparte auditiva sí he accedido-; esa asimilación se magnifica.

En este 2017, las buenas nuevas al respecto no han escaseado. En primer lugar, dos compilaciones se han enfocado en la escena barcelonesa de los primeros 80s, que corría en paralelo a la movida que la mass media proyectaba como abroquelada alrededor de Madrid -mucho más conocida para los hispanohablantes fuera de España. Una va de estreno absoluto: Abstracte (Barcelona Avantgarde & Industrial 1981-1986). La otra es una largamente esperada reedición oficial en formato digital: Domestic Sampler UMYU, lanzada originalmente en 1982 por el sello del mismo nombre y colgada en BandCamp este año por la independiente alemana Discos Transgénero.

Domestic... es un exquisito, fantástico muestrario de época. Sus 41 minutos ilustran la frondosa diversidad que ya entonces acreditaba la fauna sónica de la ciudad -un avezado hervidero de ideas frescas y nuevas direcciones, como suele acontecer tras la caída de cualquier dilatado régimen dictatorial (el franquismo, en este caso). El circuito de la antigua Barna no sabía de límites genéricos o estilísticos: se prefiriese el post-punk (“Eish Anta” de Klamm, “Tchang Kai Chek” de The Hostiapaths), la filiación non-sense (“No Es Deixi Vestir Per Una Màquina” de Entr’Acte, “Tumor En La Frente” de Error Genético -no, nada que ver con el acto peruano del mismo nombre-), el ¿avant jazz? (“La Banda De Doris” de Boris), el dark (“I Doubt” de Tres) o el synth (“Teoría De Contacto” de Logotipo) glaseados; todo estaba allí, junto y no-sé-qué-tan revuelto. Una (otra) zona liberada bullente de creatividad, lejos de los reflectores, pero viva y punzante.

(No lo olvido, sino que reservo el comentario del Abstracte... para otra oportunidad.)


En segundo lugar, desde coordenadas un tanto diferentes me llegan noticias de Màgia Roja, asociación cultural activista que bajo el lema de “id est quod id est” -“esto es lo que esto es”, disculpen que mi latín esté oxidado- consagra todos sus esfuerzos a la edición de documentos discográficos de la actual escena catalana ligada al noise industrial/post-industrial. Conviene aquí hacer la salvedad de que, con lo de “industrial/post-industrial”, me refiero a Nurse With Wound, a SPK, a Current 93, a Whitehouse, a Einsturzende Neubauten; esto es, el Ruido como incordiante expresión política, como energía sónica ácrata/anárquica surreal-onírica, como posibilidad de ¿músicas? agrestes que conviertan a la Oscuridad y a la Sordidez en sus principales leit-motivs.

El primer nombre de la nómina Màgia Roja que escucho es Zozobra, unipersonal de Antonio Gonzalez que lleva más de un lustro recorriendo el circuito barcelonés (su primer título, el directo Marx Bar, está fechado en el 2010). Zozobra se define como “feísta” y razón no le falta, al menos en este disco, bautizado como “S/T” -que en realidad vale lo mismo que decir “epónimo”.

El músico hace gala de un reprocesamiento feroz de samples de diverso cariz, como siguiendo los pasos del mejor Neubauten sin ánimo de parecérsele. Gonzalez hace uso extensivo no sólo de infinitud de temas transmutados en fobias, sino de la voz -presencia constante desde “Refúgiense”, segundo tema de la placa. El resultado, efectivamente, no es feo; sino feísta -deformidad sonora sobrevolando bpms de una pesadez mórbida, climas rituales que remiten al viejo paganismo occidental, harrrrrta incorrección política. El disco es un grito desgarrador disfrazado de susurro, tratando de abrirse paso ante la ilusión del totalitarismo del ‘único pensamiento válido’ imperante en nuestras sociedades, mientras los colores muertos que adopta la música profetizan -en contraste con la pródiga verborrea- la muerte de la Palabra y el regreso de la Carne (alabado sea David Cronenberg por siempre jamás).



Segundo nombre de MR que paladeo, Futuro De Hierro es el proyecto de Víctor Hurtado (a) Viktor L. Crux, multi-instrumentista y a la sazón gestor de la vibrante label. El nom de gerre es bastante más nuevo que el de Zozobra (2015), y discurre por caminos ligeramente distintos, pero Crux es un veterano en estas lides (información de Internet habla de experiencias previas como Qa'a y Ordre Etern). Ciertamente, Paso En El Vacío remite por igual al ala dura del industrial antes descrita y a esa “danza del hierro” que alguna vez definió tan certeramente el crítico catalán Oriol Rossell: Cabaret Voltaire en primerísimo lugar, y en mucha menor medida D.A.F., Nitzer Ebb y demás hordas post-apocalípticas que en la segunda mitad de los 80s le darían una segunda vida al sonido industrial -la electronic body music.

No sólo eso. Futuro De Hierro mantiene una fuerte conexión con lobregueces tipo Swans, convirtiéndose su música en ruido industrial cavernoso, lastimero, sumergido en angustia.  Así, mientras “No Et Pots Fer Enrere” hace las veces de verídica bienvenida al Averno, machacones bpms incluidos; el track homónimo de esta entrega es una lección de misticismo anticlimático minimalista. Ominosidad reptante y epatante hasta la escatología, que recuerda no pocas veces a los francotiradores peruanos de la insular maqueta Infamia: Una Recopilación De Música Electrónica E Industrial (1997).

Próximamente, más novedades desde la tierra en que vinieron a este valle de lágrimas Francesc Abad y Joan Miró.



Hákim de Merv

viernes, 24 de noviembre de 2017

Incendios Forestales Del Viejo Continente: Principios Y Fundamentos De La Fauna Moderna // Aloysius Acker: Aloysius Acker

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de noviembre del 2017.)

Provenga de cualquier álbum/grupo-o-artista/canción, en ciertas ocasiones, un nombre bien escogido es la mejor invitación a adentrarte en territorio virgen. Y si bien pocas son las veces que tal cosa sucede, valgan verdades su ascendencia deviene en perdurable. Tal vez por eso, recuerdo todas las que me han sucedido, como la que motiva este encabezado. Cuando Rock Achorao’ recomendó el extended debut de Incendios Forestales Del Viejo Continente, admito que más me jaló el alias que cualquier referencia subrayada por la reconocida página face. El dichoso IFDVC EP, lanzado en diciembre del 2015, era en realidad un single de dos temas -“Archipiélagos De Revillavigencio”, “Haru Ora Ora”- que no alcanzaba a deslumbrar (aunque sí alentaba a seguir la carrera de la novel banda).

Año y medio después, por el mismo conducto me enteré de la aparición de Principios Y Fundamentos De La Fauna Moderna, colgado en Internet para su escucha desde el BandCamp del combo limeño y distribuido en físico por LaFlor Records. El estreno corroboró que, afortunadamente, los instintos de este escriba todavía se mantienen afilados.

El debut en largo es una gratísima, sorprendente confirmación de lo que anunciaban tanto el “extended” como dos singles posteriores. Verdad que las cuatro pistas previas se han sumado a Principios Y Fundamentos..., pero también es verdad que en versiones masterizadas y mejor calibradas. Y si en el pasado IFDVC se presentaba como cultor del math rock, el presente disco tiene además una fuerte dosis de post-hardcore: por separado (“Himalajazz”) y en colusión con la vertiente math (“Oso Tripolar”, “Monty”).

Quizá son las mixturas de esta guisa las que ejemplifiquen las mejores cualidades que el cuarteto ha puesto en juego para este trabajo. Pese a que los ritmos pueden ser vertiginosos, sobre todo cuando el post-hardcore toma el timón, las melodías tienden a la depresión y a la melancolía. Así, los contrastes resultantes producen combinaciones instrumentales bastante complejas, ricas en matices. Podrían ser hasta elegantes sino fuera porque la batería constantemente echa a correr de manera casi desbocada, mientras la voz arremete con gritos destemplados, desencajando frescos punteos y toscos arpegios. ¿Coincidencia que el baterista también colabore con las vocales? No lo creo.

Incendios Forestales Del Viejo Continente está integrado por Ángelo Grijalva (batería, voces; hijo de Pedro Grijalva, bajista del grupo subte ochentero Sociedad De Mierda), Bruno Languasco (bajo), Andrés Izquierdo (guitarra, voces) y José Sandoval (guitarra). El hecho de sostenerse en una instrumentación  distanciada de cualquier  matiz  electrónico  les  da una sonoridad cálida y urgente -plus que añadir al ruido austero y al fragor angular de ocho temas desbordados por la vitalidad, entre Millones De Colores y Kinder, entre Radiación Selenita y Pilotocopiloto, entre Buh y Tony Danza.


Cambio de coordenadas. Mismo bando.

Hay palabras que nunca usas al escribir, bien porque te desagradan aún cuando no sepas exactamente dar razón de ello, bien porque ya no se corresponden con su significado original, bien porque éste ha sido puerilizado por el habla. Idénticamente, hay palabras que usas rara vez, porque, aunque te gusten; temes que se interpreten en sentido erróneo, dado su mal uso generalizado.

Por Facebook, conocí a José Rodríguez antes de que fundase Puna junto a Jorge Rivas (Philkophillips, Ionaxs). Cuando por fin nos reunimos, a propósito de un breve reportaje para El Hexágono Carmesí al entonces trío (que completaba Rolando Apolo), tal encuentro me confirmó lo que me comunicaban sus posteos: José pertenece a esa estirpe de artistas autodidactas de avanzada a los que el circuito sonoro independiente nacional les debe sus episodios más insulares -como ejemplos señeros, Ronald Sánchez de Altiplano y el ubicuo Christian Galarreta de Evamuss/Tica/Sajjra. No recuerdo que José y yo nos hayamos vuelto a ver, pero en redes me sigue pareciendo una persona con las ideas muy claras (estemos o no de acuerdo al 100%).

Hace ya sus buenos meses, Rodríguez comenzó carrera solista como Aloysius Acker. Para mis amigos y conocidos que me siguen fuera del Perú, el nombre pertenece a un poema de nuestro Martín Adán cuyo borrador destruyese el propio autor en 1933, en medio de una crisis depresiva mientras vivía una temporada en Arequipa. Los amigos del autor conservaron versiones no-sé-hasta-qué-punto-válidas-o-apócrifas del poema: en el texto sobreviviente, muchas personas creen ver una sutil ¿declaración?/¿confesión? cuando menos homoerótica del vate.

Descargué inmediatamente el homónimo mini-álbum de Aloysius Acker, pero no lo escuché sino hasta hace poco. Dilación innecesaria. No tenía conciencia de lo que me estaba perdiendo.

No suelo usar muy seguido el calificativo “hermoso/a”. Recurro a él cuando es inevitable, porque en la pobreza de mi lenguaje no tengo más a la mano otro adjetivo del mismo grado que permanezca incontaminado. El sinónimo válido más cercano, que tiene una mucha mayor intensidad, no lo uso sino en grado superlativo y en oportunidades especiales. Ésta es una de ellas. Así, pues; como he dicho antes que el En Cielo De Océano (1992) de Silvania es un disco bellísimo, y otro tanto he dicho del capítulo que el crítico catalán Half Nelson le dedica a Kraftwerk en Loops: Una Historia De La Música Electrónica 1900-2002 (2002), lo mismo puedo decir de este Aloysius Acker.

Cinco composiciones a un tiempo enceguecedoras y nubladas por la cuita, que me hablan de una recreación/evocación honesta de los tótems constituyentes de las vanguardias sónicas en los 90s. Shoegazing, ethereal music, post-rock, bliss: el cofundador de Puna ha decidido posicionarse a inicios de aquella década, pero la mirada va sutilmente hacia adelante y también hacia el pasado inmediato anterior (últimos años de la 4AD clásica, sobre todo). Su delicado preciosismo pop me hace pensar en discos de los primerísimos Silvania concebidos por un Mark Hollis -no en vano, el cerebro de Talk Talk es siempre reverenciado por la crítica especializada, y su legado estético fue la plataforma desde la que Bark Psychosis despegase en el glorificado Hex (1994). Con harto esmero en los detalles -¡¡¡qué tal muñeca, José!!!-, el también pintor y fotógrafo consigue cristalizar la noche límpida del alma en veinticuatro minutos má-gi-cos.

Descarga gratuita desde la netlabel mexicana Bifronte Records.


Hákim de Merv

miércoles, 15 de noviembre de 2017

Yume Station: Broke My Bass EP // Alcaloidë: .- EP // El Otro Infinito: 21 // Xtredan: Conspiración // Puna: Rare Tracks

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de noviembre del 2017.)

Mano completa la de Chip Musik para esta semana de noviembre, de las últimas del año en que la discográfica viene conmemorando (como manda la ocasión) su primera década de existencia y de laudable-e-intensa actividad sonoro-militante.

La sorpresa inaugural de este breve posteo la protagoniza Yume Station. Tal es el proyecto unipersonal de Karen Huacasi, otrora bajista de los arequipeños Ruidósfera (cuyo homónimo debut aún no tengo la oportunidad de audicionar). Cobijado bajo el cálido regazo de Chip, se hacía previsible que el alias de la Huacasi estuviera signado por la electrónica de fines del siglo XX y de principios del subsiguiente. Lo que no podía sospecharse de antemano era la cantidad de aciertos que la bajista ha logrado concretar en su primer registro solista.

El primero de ellos: minimalismo de forma. Broke My Bass EP si acaso dura diez minutos, y todo lo que allí escuchas se ha compuesto usando nada más que un teléfono móvil. El segundo de estos aciertos: minimalismo de contenido. Pese a estar el extended enfermo de electrónica ultrasensitiva, ésta se erige sobre efímeros esbozos de secuencias micrónicas, ambient a cuentagotas, fugaces y armoniosos clicks’n’cuts... Tercer acierto, inferido de todo lo antes (d)escrito: Yume Station opera en función de una estética madurada entre neuronas y glóbulos rojos. Sonará a indietrónica, pero prescindiendo del componente indie de la ecuación, sintiéndose Karen más cómoda próxima a los ringtones polifónicos antes que al catálogo de la escudería Morr.

(Recomendación urgente para Chip Musik: deberían plantearse seriamente avalar una edición física de este título en formato diskette. En toda la historia de la movida nacional, sólo recuerdo dos lanzamientos similares, el Single-Disk de Vavas y el Soundvenirs de Evamuss -este último nunca se puso a la venta, por lo que no cuenta para la discografía oficial del recordado proyecto de Galarreta-. Razón de sobra para apostar por un empaque tan inusual y capitalizar el intrínseco valor ‘retro’ del producto-fetiche. Salvo mejor parecer.)


La trayectoria de Alcaloidë sigue siendo una de las más dispares de entre los créditos nacionales, aún al interior de las sub-escenas electrónicas experimentales. Sensations (2009) y Sassy Cat EP (2013) son testimonios de un cumplidor accionar en jornadas de largo aliento -Sassy Cat EP bordeaba los cuarenta minutos de duración, por siaca-. Lo malo es que son los ÚNICOS testimonios: el resto de la obra alcaloidal se reduce a singles esporádicos. En ese sentido, .- EP no mejora el promedio del record histórico -apenas veintiún minutos de la cara más alienada/alienante de Alcaloidë.

El primer tema, “i”, revela un serio cuadro de esquizofrenia multinivel. Oscuro, denso, enrevesado; no parece haber salido de la misma mente que firmase el Sensations. El track luce tan enmarañado, que algunas voces han hablado hasta de “post-industrial”. Una impresión diametralmente opuesta a la que propicia “1.618...”, segundo tema del EP y encargado de recuperar el estilo característico de antaño, suerte de post IDM glitcheado. Tercer y último tema del extended, “e” hace las veces de punto medio entre los números que le precedieron: por un lado, murallas non-sense de atonal ruidismo digital; por el otro, rugosidad glitch en permanente colisión con el intelligent techno de los 90s.

En cuanto a cantidad, pues, Alcaloidë sigue en falta.



Aprovecho que acabo de aludir al intelligent techno para introducir la segunda sorpresa del posteo, esta vez gracias a El Otro Infinito. Luego de un indesmayable bursting out, que le ha reportado cinco discos y un EP en apenas cuatro años, Alfonso Noriega opta por un mini-álbum. Conviene recordar aquí que, en una ocasión anterior, escribí que lo de EOI había sido un estirón traumático en un momento x de su camino (digamos que en su adolescencia); y que a partir de ese episodio se había acomedido a refinar muy satisfactoriamente su técnica.

Percibo un cambio en 21. Creo que Noriega ya no se encuentra conforme con el equilibrio entre las dos facetas del IDM, y está empezando a darle mayor peso a una en desmedro de la otra. Los temas del nuevo disco son bastante concisos considerando las características de discursos sónicos similares, pero la música es ahora mucho más evocadora que antes, lo que obliga a su dimensión física a resentir el desbalance: así, “Los Dioses De Arena” parece el momento en que los bpms no aguantaron más y soltaron los caballos. En “Moloch”, en “Trakl”, en “Hypnia”; las euritmias se sugieren apenas, se apunta tímidamente a una pureza del Sonido, a la manera de unos B12. Una nítida pulsión espacial recorre 21, ideal para prolongadas pero apacibles vigilias nocturnales. ¿Bedroom glitchcore? de geométrica magnificencia.


La última sorpresa del posteo llega de la mano de Xtredan. Hacía tantos años que este proyecto oroíno brillaba por su ausencia, que muchos ya le dábamos por muerto y enterrado. Una primera señal de nuestro error la dio Lego 8: LACASAZUL (2017), compilación en la que Xtredan coló su primer tema nuevo en mucho tiempo ("Abducción" y "Nuctemerom", aparecidos en el Lego 7: Contraction / Expansion, datan del 2014): “Paralelismo”.

Siete años después de Brain Brian, Xtredan retorna con un trabajo de proporciones mastodónticas. Conspiración excede el espacio de un CD común y corriente, alcanzando los 93 minutos de duración -esto, si no quieres descartar los dos últimos temas, que el músico mismo cataloga como “bonus tracks”: “El Vuelo De Jr.” y “Danza Ingrávida”. No es la primera vez que sucede algo así en la nómina Chip (cf. Imagen Celestial, 2011, de Ozono). Seguramente, tampoco será la última.

La electrónica post-rave de Dante Izaguirre, de consumo casero y muchas veces individual(ista), no concentra el menor interés en la dictadura de los bpms. Es más, la proscribe, aunque no completamente (“Puerto Ártico”). Lo suyo es el deleite en descuajeringada posición horizontal, el goce de la melancolía líquida, el trip perpetuo hacia entrevistos mundos inexplorados sin abandonar el dormitorio. Xtredan adosa melodías sencillas a ritmos que de tan abstractos ya ni parecen tales, prefiere delirar sobre atmósferas de sosiego/desasosiego, persigue un chill out no sólo no-narrativo, sino totalmente abierto a cualquier interpretación. Dígase lo que se diga sobre él, no es techno con que puedas hacer sangrar la nariz.


Finalmente, Puna prolonga su doble alianza con Dorog Records (ejemplar físico) y Chip Musik (descarga virtual gratuita) merced a un disco de rarezas entre las que hay temas descartados por diversas razones de su primer largo (Au Dial, 2014).

A diferencia de los cuatro nombres repasados hasta aquí, Puna ha atravesado una etapa en la que el shoegazing fue el sol alrededor del cual orbitaba. Con muchos puentes tendidos hacia la música electrónica, es verdad, como corresponde al segundo momento histórico de la primigenia invasión dream pop; pero al fin y al cabo shoegazing. Su estética se alimenta del reverb y del delay, sus composiciones saben a pop oculto bajo recias capas de feedback, su música posee el aroma de las secuencias programadas.

Rare Tracks tiene estas mismas características. Detalle importantísimo: separadas. Instrumentales como “Ecoparxia”, “Tuytuy”, “Astromelia” e “Ígneo”; se hacen eco del lado más ruidoso del colectivo fundado por Jorge Rivas (Ionaxs, Philkophillips) y José Rodríguez (Aloysius Acker), luciendo muy cercanos al bliss pop. En tanto, canales como “Qubo”, “Pruvista”, “Illa” y “Madame Verlaine”; se acercan preñados de pop a las secuencias infinitas que brinda cualquier arsenal de teclados y sintes. Interesante modo de disponer ilusiones diez sobre un lado B del sonido Puna -entidad de formación abierta por la que han desfilado Rolando Apolo, Gerardo Norvasc, Noriega, el extraterrestre de Alcaloidë, siguen nombres...- que quizá no exista en realidad. Oído a la versión alterna de “Nula Riviera”, incluida aquí.


Hákim de Merv

jueves, 9 de noviembre de 2017

Lluvia Ácida: Ciencia Sur

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de noviembre del 2017.)

Usualmente, te acomodas a escuchar un disco nunca antes degustado teniendo entre ceja y ceja dos perspectivas. Por un lado, la de las habilidades, logística y técnica que el músico/los músicos ha/n puesto allí en juego. Por el otro lado, la concerniente a la capacidad del artefacto para remecerte el mundo: desde sacudirte con un tremendo cachetadón hasta arrancarte de la Realidad. Las permutaciones de instancias que estos dos considerandos ofrecen, posibilitan discos marcianazos, tiernos, malditos y pedestremente pop; incluyendo las distintas combinaciones entre todos ellos -bueno, salvo quizá la de un disco marcianazo que a la vez sea pop (y viceversa). Aunque nunca se sabe.

Usualmente, también, te dispones a escribir sobre un disco teniendo en mente dos criterios: originalidad y autenticidad. La primera se asocia más al potencial creativo de la música, a la renovación de su lenguaje mismo -mientras que la segunda conecta espontáneamente con la interpretación, con la fuerza, con la pasión. Las permutaciones de instancias que estos dos considerandos ofrecen, posibilitan discos históricos, cerebrales, urgentes e inanes; incluyendo las distintas combinaciones entre todos ellos -bueno, salvo quizá la de un disco histórico que a la vez sea inane (y viceversa). Aunque nunca se sabe.

A partir de Insula In Albis, Lluvia Ácida ha tratado de reacomodar/reordenar/¿sortear? tanto criterios como perspectivas, instancias y considerandos alegados en los párrafos precedentes de este comentario. Su lanzamiento del 2013 inauguró, en efecto, la plausible costumbre de ilustrar un concepto específico trabajando a la par disco y mediometraje llamémosle “documental” -el entrecomillado tiene razón de ser, pues muchos pasajes del film no están exentos de cierto hálito poético, lo cual pone en entredicho cualquier categorización reduccionista. Jugada por demás interesante: hubiera sido mostrísimo saber qué podrían haber hecho las bandas de la época de oro del “álbum-concepto”, de haber contado con idénticas posibilidades tecnológicas en sus días.

Esta dicotomía de formatos funcionó a la perfección en Insula In Albis. La diferencia con Zonas De Silencio (2015) radicó en que la película de este último título integraba segmentos varios en los que Héctor Aguilar y Rafael Cheuquelaf tomaban la palabra para esclarecer diversos aspectos de aquello que veríamos a continuación. Así, en tanto IIA exponía con fluidez al oyente/espectador al puro estímulo audiovisual, ZDS introducía una oralidad tal vez necesaria pero que no calzaba del todo en el método propuesto por el disco-film del 2013.

(Aclaro que, al mencionar el ZDS, me estoy refiriendo al mediometraje y no al disco. Queda hecha y explícita la salvedad.)


Hace poco más de una semana, Lluvia Ácida liberó para descarga gratuita su más reciente obra, Ciencia Sur. Nuevamente disco y película, esta última retoma el aliento narrativo de Insula In Albis. Desde las primeras imágenes, una sucesión de gráficos que arranca con la maravillosa Pangea para explicar la evolución geológica y climática que han padecido tanto la Antártida como el extremo meridional de Sudamérica, otrora conectados por una cadena de islas e islotes; la música sonoriza armoniosamente el mediometraje. Tras la breve introducción, la pantalla nos deja librados al diáfano goce estético que los fieros landscapes de las zonas magallánica y antártica proporcionan al foráneo. Inevitablemente, la música cede el primer plano. Esta “suerte de fin del mundo”, de “última tierra”, de la que hablaban los también chilenos Arteknnia; aparece ante los ojos del extranjero en todo su majestuoso y terrible esplendor -otra vez despojada de todo verbalismo mediato. Es un viaje distinto, sin duda, al de ZDS (circunscrito a Magallanes) y al de IIA (que mostraba el antes-durante-y-después de la presentación del dúo en la Isla Rey Jorge, una de varias que el tándem ha concretado en el Continente Helado).


“¿Y la música? Mejor dicho, ¿y Ciencia Sur, el disco?”. Pues verás, en ZDS, ésta tendía a una sobriedad bastante rigurosa; y también -o precisamente por ello- a los márgenes de la experimentación, toda vez que las sesiones para el plástico se grabaron en espacios urbanos y rurales magallánicos solitarios o abandonados. En Ciencia Sur, el sonido recupera esa activa corporeidad que se echaba de menos en el esfuerzo anterior. La electrónica va en el mismo camino que transita el naturalismo abrazado por el grupo hace ya varios años (Kuluana en el 2009, Arte Y Shamanismo Paleoindio en el 2011 -banda sonora para el documental homónimo de Carlos Vega Cacabelos, sobre la mística de la etnia Selk’ nam-, El Saqueo en el 2012).

No hablo de mero decorado, sin embargo. Hablo de arte sonoro electrónico vivo, que interactúa con su propio medio ambiente, modificándolo y siendo modificado por éste, en el Tiempo y en el Espacio. Si quieres un símil en cuanto a pathos, podrías emparejar a la dupla con Nigel Stanford (curioso que ambos nombres pertenezcan al hemisferio austral), con la diferencia de que el neozelandés es más pretencioso, ligeramente volcado a la ampulosidad. Lo de Lluvia Ácida es, por lejos, mucho más austero que lo del “kiwi”. No hay track de este Ciencia Sur que discurra plácidamente. Acre (“Antropoceno”, “Cretácico”), marcial (“Búsqueda De Fósiles”), alienígena (“Ciencia Sur”, “Bentos”); CS jamás incita el menor bostezo -un largo sorprendentemente dinámico en su ¿ensimismamiento?/¿cavilación?/contemplación.

Muy de acuerdo con el ¿single? escogido por Rafael y Héctor, “Expedición Científica Antártica”: minimal synthwave, con ese efecto vintage que guiña a los 80s de eternos mutantes futuristas e inmaculados paraísos glaciales.


PD: "¿Y entre Zonas De Silencio y este Ciencia Sur, Lluvia Ácida no publicó nada?". Clickea aquí para saberlo.

Hákim de Merv