jueves, 28 de marzo de 2024

Cometa A La Deriva: Hoy Ya No Espero Más De Ti

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de marzo de 2024.)

No descifro la intención, en la portada de su flamante debut, de seguirse mostrando Cometa A La Deriva como dúo. Es claro que desde un principio el proyecto fue concebido por tres personas, y actualmente se consolida como cuarteto. Alguien podría argüir que quizá Hoy Ya No Espero Más De Ti es producto del esfuerzo de dos de sus integrantes, pero no es el caso: a despecho de la (relativa) novedad del estreno, la existencia de CALD se remonta a épocas prepandémicas (concretamente al ‘18), cuando no se decidían aún entre los curiosos alias de La Pelota De Mi Perro y de Muerte Térmica.

Al amparo de LaFlor Records, Vanesa Angulo, Gustavo Ampuero y Leandro Padilla publican sus primeros singles virtuales. Éstos han sido repescados en Hoy Ya No Espero Más De Ti, cuya edición online fecha en septiembre del ‘23 (vía BandCamp propio), estando su edición física a la venta en cassette a través de Entes Anómicos a partir de febrero pasado. De cualquier forma, a pesar de los seis años andando juntos, es notorio que hablamos de sangre nueva proveniente de las escenas off-mainstream autóctonas -que, como ha sucedido frecuentemente entre sus pares tras el COVID-19, ha debido retrasar los planes grupales.

De apenas media hora de duración, este primer largo concreta una entusiasta circunnavegación sobre las aguas del indie y del pop del nuevo siglo, así como bajo las improntas del rock alternativo noventoso e incluso del new punk (aunque esto último casi ni se nota). Cometa A La Deriva se constriñe a la simpleza en las letras, a la sencillez en el latir del diapasón del bajo (ahora en manos de Mariano Saettone), a la llana espontaneidad en las baquetas. Éstas pueden marcar tanto medios tempos -la agradable prolijidad instrumental de “Luna Violeta”-, como auparse en trotes algo más acelerados -el fugaz acceso punk hacia el epílogo de “Galileo”, el encantador indie pedestre de “9:45” que se las ingenia para disponer de una sección en clave de bossa nova-, e incluso 4/4s perfectos en su imperfección de pie quebrado -“Rosé”, adelantado en la compilación Cualquiera Puede Hacer Esto (‘21), curada por LaFlor.

La asequibilidad y la naturalidad, entonces, se cuentan como características mayores de la música compuesta por el terceto. No menos importantes que éstas son las vocales de Angulo, quien siempre las modula a fin de acoplarse eficazmente al rango elegido para tal o cual número. Su color de voz puede parecer a algunos oídos un poco estrangulado, más que nada cuando lidia con desacostumbrados tonos extremos, aunque ello es susceptible de pulirse con la práctica. En última instancia, esa observación pasa a segundos planos cuando la síncopa se reduce considerablemente, circunstancia que menudea en el tramo final de la cinta.

Sin aplatanarse, CALD asoma más delectable cuando se acoge al formato de la power ballad. En “Hoy Ya No Puedo Esperar Más De Ti”, en “Tiempo Al Tiempo”, en “Tal Vez Así Es Mejor”; el trinomio Padilla-Angulo-Ampuero se ase del desencanto y del desconsuelo intrínsecos al indie, tejiendo introspectivos ambientes de pop lluvioso y gris que se llevan de plácemes con el intimismo acústico (“Tal Vez...”, de teclados en plan string) y que hasta logran mimetizarse con los Sundays más resignados (“Tiempo...”). Elemental, sobrio, en definitiva campechano pistoletazo de salida para la sociedad que hoy completa Saettone.

Hákim de Merv

jueves, 21 de marzo de 2024

Unidad 4: Atemporal

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de marzo de 2024.)

Unidad 4. Wow... Hace lustros que no pensaba en ese específico alias, que en mi mente se asocia a ciertos recuerdos no muy felices relacionados con la primera producción cajamarquina que llegó a Lima -por ende, la referencia más antigua que se conoce conectada al rock cajacho.

Eran los días en que existían tanto Caleta como su hermana menor Sub, y una breve reseña al respecto apareció en las páginas de esta última. Retrospectivamente, el comentario es demasiado indulgente: con un nombre como el suyo, nada sutil pero de todas maneras decidor, El Primer Compilatorio Con Grupos De Cajamarca (1998) me causó mucho curiosidad al primer golpe de vista. La maqueta presentaba en sociedad a cinco bandas oriundas del departamento ubicado en la sierra norte del país: 3º No. Club, Ruido Negro, Kaliko Y Los Kaliches (de accesos ska), Unidad 4 y Ácido Instinto. Afines al hardcore y al punk las cuatro primeras, más “british” la restante, no hay que pensárselo mucho al adivinar cuál de todas fue la que más llamó mi atención.

Pero el hándicap del demo no sólo era técnico, ya que la grabación había resultado espantosamente deficiente, sino que los esfuerzos de las alineaciones cajachas herederas de la flama ‘77 eran lamentables -cuando no patéticos. Abundantes en clichés, las letras se construyeron terriblemente mal, y la música en  líneas  generales  se  iba  derrumbando  sobre sí misma dese dentro; pese a la inspiración -no declarada- en el punk español y a las ganas que cada quien le echaba.

De esos cinco grupos, con el Tiempo me enteré de los debuts por cuenta propia de Ruido Negro y de Kaliko Y Los Kaliches. Ácido Instinto desapareció pronto, y su principal animador, Carlos Terán; siguió adelante, permaneciendo aún activo bajo el seudónimo de Gredel, que ha colado algunos temas en compilaciones pop limeñas. De todos ellos, Ruido Negro es el que más pronto dejó atrás su prehistoria punkoide y evolucionó labrándose una aceptable trayectoria en los predios del post punk inclinado al dark (por poco tiempo).

En cuanto a Unidad 4, ahora lo sé, su carrera se ha desarrollado tras el cambio de milenio pese a un andar entrecortado -dos largos y dos EPs entre el ‘03 y el ‘22. No les recordaba con mucho ahínco, ya que el panorámico antedicho no forma parte de mi meloteca (por obvias razones). Atemporal, sin embargo, me los trae de vuelta años-luz por delante de la pobrísima primera impresión con que me quedé de ellos. Y esto, sin modificar coordenadas.

Escuchando su producción anterior, me queda claro que los de Cajamarca nunca se han apartado del punk ni del hardcore, abordados ambos bajo un enfoque rigurosamente melódico. En canciones como “Regresar”, “Atrapados”, “Equis” y “Momentos”; juegan todas las cartas a la ortodoxia punkera de altas cotas de energía y de líricas, por apolíticas, bastante personales. Otro ejemplo es “Corazón”, ejecución en directo del surco con que cerrasen su largo del ‘07, Fuerza Para Seguir. Debido al golpe inalterable de la teba (responsabilidad de Herman Cubas), difícilmente las composiciones enumeradas pueden mutar hacia la variante hardcore, cosa que sí sucede -y viceversa- en “Ahora” y en la apertura “Calma”. Reticencia que no deja de extrañarme, ya que punk y hardcore son ramas de un mismo tallo, y en consecuencia asaz compatibles.

Por otra parte, en “Temor” -también del Fuerza...- y en “Refugio”, Unidad 4 se acomoda mejor sobre posiciones hardcoreanas de tempo acelerado sin diluir la melodiosidad antes suscrita. Con sencillez y naturalidad, el combo esculpe letras amenas de nivel más que aceptable para los normalmente chatos estándares de ambos géneros, no alcanzando la explosividad de su guitarrero output ni la virulencia del D-beat ni la denodada agresividad del crust punk. Diez temas que se miran en el espejo de BBs Paranoicos y de Ataque Zero, sin remordimientos ni paltas. Completan el line up ¿de toda la vida? Alan Grosso (guitarra), Aníbal Narro (bajo) y Héctor Pérez (voz).

Hákim de Merv

jueves, 14 de marzo de 2024

Bahía Mansa: Patagonia // Laktik: Astra

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de marzo de 2024.)

Retorna a esta palestra uno de los proyectos más cálidos y queridos que surgiese en los circuitos independientes mapochos afines a la experimentación sonora con posterioridad al cambio de siglo. Me refiero a Bahía Mansa, que tras el breve aperitivo de Atavismos (4/23) confeccionó en esa misma línea el mini-álbum Patagonia, estrenado en la recta final de diciembre pasado.

Una de las características que ha ribeteado los esfuerzos del alias de Iván Aguayo, acaso la más identitaria, es su singular conexión casi devocional con el Agua. A tenor del uso prácticamente exclusivo de instrumentación digital, la música de BM se las ha ingeniado para mantener un alto nivel de cohesión en su tersa duermevela, sin renunciar a lienzos que se dilataban tanto como sus propiedades hipnagógicas. Las cotas de ionización exhibidas en Botánica Del Olvido o Boyas + Monolitos manteníanse bajas a despecho de la emotividad que estas obras transmitían, y su capacidad reactiva era contenida por la líquida densidad de su estética ensoñadora.

Este rasgo distintivo se ve matizado en Patagonia. El sureño asevera que el principal combustible del trip es su interrelación con la Naturaleza en los viajes realizados a la Patagonia chilena, leitmotiv análogo al de Costa Documental (‘22). La fascinación por mares, océanos, ensenadas, glaciares; se sostiene en el mini-LP, sólo que en cantidades más mesuradas. “Aves Imaginarias”, por ejemplo, evoluciona en derredor de un minimal efecto de iterativo goteo tintineante. Algo similar ocurre con “Bocatoma”, donde la lluvia es más perceptible, entre texturas dub y ecos de reminiscencia precolombina.

Por contraste, “Efecto Rayleigh”, “Calafate” y “Muelles” son cifradas manifestaciones de un ambient que tiende a concretarse mejor al vagabundear sin la prisión que comporta la gravedad. En ese sentido, a estos surcos y a sus pares se les siente más próximos a un estado gaseoso que a uno líquido -los blips & clips de “Muelles”, el cardíaco latido de “Efecto...”. Producto de esta conjunción de elementos, la síntesis de Patagonia da vida a una pluviosa electrónica “easy-listening”, tanto por impresión acuosa como por falta de nitidez -lo último me faculta a mencionar la otra gran constante sonora devenida aliada de Bahía Mansa: la Baja Fidelidad.

El título cierra con un díptico que condensa los descubrimientos centrales de la interacción entre las diversas instancias que Aguayo cubiletea. Mientras que “Nodal” invisibiliza la síncopa gracias a atmósferas neblinosas atravesadas por arreglos muy bonitos de teclados/sintetizadores, “Nodal II” controla el géiser de ruido binario convirtiéndole en mullido colchón sobre el que contemplar sedantes paisajes de una irreal sublimidad. Aunque me siga gustando más la fase de Bahía Mansa en que se creaba a imagen y semejanza del H₂O, esta nueva etapa no deja de lucir, por distinta, menos prometedora.

Después de algún tiempo, revisito los bytes de Poxi Records, hogar de actos como Hablemos Del Alma, Estriba, Talismán y Laktik. El aluvión de combos independientes latinoamericanos aparecidos en el último lustro no me ha permitido darme espacio para revisar la nómina de esta interesante label santiaguina, y de a pocos son ya varios los calendarios que llevo sin acopiar noticias suyas.

Las cosas van muy bien para los principales animadores del catálogo, algunos de los cuales serán objeto de comentario más adelante. Por ahora, me limito a escribir sobre Laktik, que se tomó un prudencial sabático entre Isopropyl (‘20) y Magnetismos (‘22), siendo este último registro acreditado al seudónimo inexistente de Prácticas Magnéticas y subido efímeramente durante el año de la Pandemia. También es el cassette en el que Laktik comenzó a metamorfosearse: si antes el rollo del unipersonal de Lucas Soffia se alimentaba principalmente del synth pop, dosificándole hasta llegar a drásticos mínimos históricos, a partir de Magnetismos se patentiza un creciente interés por el ambient pop y por el vaporwave. Ambas variables, además, se llevan de maravillas con el perfil más asociado a la factoría Poxi -otra vez, el lo fi.

Liberado en enero, Astra se concibe dentro de la crisálida que construyera en torno suyo Magnetismos. En cortes como el excelente “Fantasía” (single adelantado a fines de octubre último con “Derrumbe” como lado B), “Cuerpo Sintético” o “Restricción Vehicular”, compruebo que el synth y variantes -synthwave, minimal synth- aún integran parte considerable de la retórica Laktik. Ésta, sin embargo, se halla inequívocamente enfilada hacia el ambient de pedestres espirales y cascadas, hacia el cromatismo glo fi consustancial al vaporwave. “Chant Down Babylon”, “Derrumbes”, “Hypnotizado” y “Techumbres” son elaboradas muestras de ese muzakcore nebuloso, de esa radiación infrarroja típica del género que llegó a la mayoría de edad de la mano de Macintosh Plus.

De otro lado, que en piezas como “Fantasía”, “Restricción Vehicular”, “Galáktica” y “Cuerpo Sintético” haya un mayor énfasis synth no las hace inmunes al influjo del omnipresente vaporwave. La bruma brillosa, el crepúsculo perenne, los ecos fantasmales de otros pasajes de la cinta, los empantanados tremores semiacústicos; acaban por darle homogeneidad a esta jornada -si la memoria no me falla, la primera en que Soffia se decide a coger el micro para ofrecernos las primeras canciones en el repertorio de Laktik, e igualmente las primeras veces en que utiliza sonidos vocálicos no sintagmáticos a guisa de fragmentos insertados en números netamente instrumentales.

Muy relevante experiencia del individualista austral. Parece quebrarle y esparcirle en varias dimensiones más o menos equivalentes entre sí, pero reunificarle también al hacerle vibrar a una misma intensidad, a un mismo toque de diana, en un mismo espacio.

Hákim de Merv