Hat-trick instrumental
desde Santiago De Chile.


Conforme su modelo
de fines de los 50s y principios de los 60s (de hecho, la terna versionea el
clásico “Misirlou”), las figuras que dibuja la guitarra acometen la melodía
principal en las piezas de Talismán, sin escapar nunca de la brutal gravedad
combinada de la batería y de los teclados. Éstos últimos se agitan pletóricos
de extrapolaciones medio-orientales, lo que le confiere a su música un
saborcito exótico a surf arábigo, e incluso a darkwave egipcio -en consonancia
con lo mostrado en, pero en modo alguno igual a, “Killing An Arab” de The Cure.
Curiosísimo camino que espero no se trunque rápidamente.

Tecladista de
EDEUM, a Cristian Sánchez sí lo he escuchado gracias a su proyecto solista,
Asunción. El músico arranca con esta faceta de su labor artística hacia el
final del 2017, cuando graba El Reino Mineral, un registro que él mismo califica a medio camino entre la maqueta
y el extended. En todo caso, puede considerarse a El Paisaje Interior (2019) como su ópera prima en regla.
Tímidamente en ERM, donde se oye la eléctrica de Felipe
Álvarez, para El Paisaje Interior
Sánchez explora con mayor soltura los injertos entre géneros que ha decidido
implementar. El de Asunción es un output que puede parecer drone psicodélico o kraut
synth, sazonado con motivos autóctonos (esto último le vincula de modo bastante
tangencial a Tobías Alcayota). La principal diferencia con El Diablo... radica
en el componente kraut, pues Asunción decide vibrar en la misma esfera que la
escuela berlinesa del “género”.
Sólo el track
titular acoge un sonido synth maximalista que no muta inmediatamente, sino que
se transforma de a pocos, conforme se van desgranando sus diez minutazos. En el
otro extremo, tanto “La Geografía Infinita Que Yace Y Arrea La Franja Litoral”
como “Op. 2 (Llamamiento)” acreditan pulsaciones instrumentales cósmicas que no
persiguen el dinamismo, sino que te envuelven de a pocos en hipnóticas atmósferas
contemplativas -empujándote hacia una tormenta de estática ambient que no
puedes determinar en qué momento empezó. Un enorme paso adelante con respecto
al “demo EP”.
Todavía es motivo
de polémica afirmar que el post rock vive hoy una segunda primavera anclado en
cientos de circuitos independientes alrededor del globo, lejos de los anglosajones
ghettos underground que le vieran nacer nada más iniciar los iconoclastas 90s. El
solo hecho de formular este enunciado, soy consciente de ello, revive la luenga
discusión: ¿cómo pueden considerarse los albums de Mogwai y Sigur Rós
reinventores del post rock, si éste se definía más por una estética desencajantemente
trasgresora que por un sonido en común?
Es verdad, las
hazañas de Bark Psychosis, Main, Pram o Moonshake; que no se parecen en lo más
mínimo entre sí, han sido irrepetibles, y poca relación guardan con los opus de
Bardo Pond, Explosions In The Sky y similares. Pero, tratándose de una estética
y hasta de una retórica, convengo en que muchas de las cualidades del post rock
original han sobrevivido sintetizadas en aquellos sucedáneos. En última
instancia, poco importa la pertinencia de las etiquetas, si nos topamos con formaciones
tan buenas como Oh Hiroshima (Suecia), Sleep Dealer (Moscú), Avalon (Israel),
April Rain (San Petersburgo) o Paint The Sky Red (Singapur); todas ellas dueñas
de suficiente energía, nervio y ritmo para crear un nuevo post rock, que funde
con destreza y desapego las lecciones maestras de sus mayores al math rock, al
slowcore, al indie, al ambient y hasta al lo fi.
Latinoamérica no es
la excepción: ni la Venezuela desangrada de Maduro (Días De Septiembre), ni el
gigantesco Brasil (E A Terra Nunca Me Pareceu Tão Distante, Odradek), ni mucho
menos Perú (Parahelio) o Chile. Partícipes de una camada notable donde también
militan entre otros Anguila, Sistemas Inestables, Meridiano De Zürich, La
Oficina Del Sueño y Baikonur; los cinco duchos de La Ciencia Simple publicaron
en octubre pasado su segundo larga duración. Al momento de descubrirles (abril
del 2018), su última referencia era II III V (2016). Dejé de seguirles la pista, y me perdí la publicación que es
materia de estas tardías líneas.

Me quedo con “AM”,
que muestra gran dominio de la batería, y la elegía ¿electrónica? de “105”.
Hákim de Merv
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