jueves, 25 de julio de 2024

Bosón De Higgs: Los Cuentos Espaciales

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de julio de 2024.)

Por esos cortocircuitos sumamente insólitos que rara vez se producen entre interacciones varias online, supe de una banda de cuencanos que decidió debutar el año pasado con artefacto doble: Bosón De Higgs. Ni bien te empapas de info al respecto, las peculiaridades comienzan a saltar -el grupo proviene de Ecuador (país del que no me suelen llegar noticias relacionadas a la música pop contemporánea), su imaginario está profundamente marcado por la ciencia y esa ficción especulativa que ponderaba Harlan Ellison, el estreno tiene todas las trazas de ser un díptico conceptual a la usanza de los 60s y 70s...

Es un poco difícil acceder a Los Cuentos Espaciales. Aparece en Spotify, plataforma que no uso ni usaré nunca, y en YouTube sólo figura bajo la modalidad “playlist”, no “full album”. También se hace complicada su escucha para quienes no tienen los tímpanos encallecidos, ya que los norteños se encomiendan a un manojo de géneros de los cuales el más “joven” es el alternative rock de los 90s. Hard rock, space rock, progre y psicodelia son las otras constantes de que se sirve el output de Bosón De Higgs. Por suerte es el rock alternativo el llamado a revestir todas esas influencias con una pátina de relativa modernidad, como para que el viaje no rezume olor a naftalina, aunque de todos modos es ineludible hablar aquí de revivalismo.

El primer volumen de Los Cuentos Espaciales abre guiñando al clásico de Stanley Kubrick 2001: A Space Odyssey (1968). No puede entenderse de otra manera “Overtura (Así Habló Zaratustra)”, que ni bien finiquita da paso a aplicadas embestidas rock, consecuencia de muchas horas de ensayo; lo que les hace lucir además correctamente cuadradas. Sucede con “Rocket Scientist” (prog que se esfuerza por no parecer prog), con “Las Jaulas De La Ciudad” (denso hard rock bien concluido), con “Bosón De Higgs” (de agilidad elogiable), con “Vía Láctea” y “Agujero Negro” (ambos de ciertos matices oscuros que me hacen dirigir la mirada hacia los 80s). Flexibilidad, soltura y presteza, que no vetan episodios más lentos y/o de medio tiempo -“Supercúmulo De Virgo” y “Aurora Parte 1”, instrumentales los dos.

Para el segundo volumen, el panorama sufre algunas modificaciones. La más notoria es el amago de tour de force que Bosón De Higgs practica a través de sus siete pistas: si bien entretejidas, el entrelazamiento no es tan evidente como pudiera esperarse. Asimismo, los venerables/vetustos géneros a los que se ha aludido antes asoman más perfilados, sin el sesgo “modernista” ya de que el alternativo les nimbaba. El instrumental “Danza De Polvo Estelar”, por ejemplo, se presenta impúdicamente en todo su progresivo vigor. Otro tanto sucede con el heavy blues de “Vistazo A Tierra”. Pero si hay un estilo que destaca por la cantidad de veces que es invocado, ése es el hard rock, sobre todo el del primer Deep Purple -el que no le hacía ascos al space ni a la psicodelia. Su estela asoma bastante obvia en “Cometa Rex” o en “Macrobélico”. También aquí hay lugar para digresiones balsámicas, como “Sálvame” y la insular “Pálido Punto Azul” -no entiendo muy bien qué quisieron hacer los ecuatorianos en esta última, más allá de reciclar el homónimo discurso del recordado divulgador científico Carl Sagan.

La doble jornada de Los Cuentos Espaciales cierra persianas con el hard prog de “Aurora Parte 2 (Final)”, en registro raudo y contundente. Bautizo ambicioso. Muy lejos de naufragar, tampoco es del todo logrado. Tratándose de una puesta de largo, tiene un nivel aceptable. Y, cómo no, cosas por enmendar. En contadas ocasiones, el hándicap de la laaaaaaarga duración de un CD puede contrarrestarse/revertirse a favor del combo. Éste podría ser el caso, ya que si decidimos meter todos los tracks en una sola rodaja, espacio  no  va  a  faltar. Su separación  en  dos  partes,  por  contraste,  parece  confirmar  la teoría de díptico conceptual -el vasto universo que nos circunda, sus visiones ensoñadoras, sus escenarios dantescos. Ningún esférico recibe nombre específico, sin embargo, como se estilaba antaño. En fin, estreno a tomar en cuenta para futuras referencias, lleno de elementos armónicos y melódicos; el del quinteto integrado por los hermanos Danny (bajo, voces) y Paul Galán (guitarra, voces), Fernando Marín (batería, percusiones varias), Esteban Cañizares (guitarra, voz principal) y Jorge Pezantes (su intensa performance en teclados lo hace el más interesante a seguir).

Hákim de Merv

jueves, 18 de julio de 2024

Maribel Tafur: Ultranatura

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de julio de 2024.)

Sin mucho aspaviento ni revuelo, Maribel Tafur ha colgado el 18 de abril lo que debe considerarse su primer largo solista en sentido estricto, una treintena de meses después del magnífico 2106 EP -hasta hace poco, última referencia publicada por la hija de los recordados Maryna Pastor y Jorge Tafur.

Con una ejemplar carrera a cuestas, que incluye experiencias como las de Valium, el emprendimiento propio Intune, Budapest y la reconversión ambient de algunas canciones del recordado programa infantil Nubeluz; la joven multi-instrumentista se adentra en las comarcas del sound art y del landscaping electrónicos durante los más de 48 minutos que se prolonga el recién estrenado Ultranatura. No por vez primera: si bien el extended enrutaba parcialmente las composiciones de Tafur hacia esos exactos vericuetos, el nuevo título se derrama por completo en esas direcciones.

Diez tracks de tenor ambiental, muy ocasionalmente lo fi, materializados en lo que parecen ser paisajes naturales costeros o al menos próximos a manantiales y espejos acuíferos, fecundos en sonoridades pedales y decorados con motivos como extraídos de grabaciones de campo -he ahí las diferencias respecto de 2106 EP. Diez surcos de hídricas texturas minimales, partícipes de una contemplativa naturaleza fluida/circular, abordadas sin descanso por el pálpito sedante y armonioso de un ambient ¿líquido? ¿irreal? ¿límpido? ¿utópico?, que invitan al dulce sosiego y a la meditación más primordial -he ahí las similitudes.

Aludía unas pocas líneas atrás al recurso de ornamentaciones fundamentadas en lo que bien cabría catalogarse como grabaciones de campo. Trinos y gorjeos de aves canoras varias se dejan escuchar en cortes como “Alacant” y “La Albufera Y La Isla De Taquile”. El golpeteo de la lluvia precipitándose sobre lo que acaso es un bosque tropical (“Mineral Manifest”) o los tumbos de plácidos caudales que corren sin prisa hacia insospechados destinos (“Outscape”), son también de la partida. Aunque complementarios, ni siquiera éstos son tan protagónicos como la incesante voz del “conductor universal”, que copa explícita o sutilmente una grandísima parte de la extensión del álbum.

Pulso firme y decidido el que pone en juego Maribel para este Ultranatura, que a algunos/as les puede sonar un tanto excesivo. Quizás sí: dos pistas menos hubieran reportado un mayor coeficiente de cohesión, dada la dispersa y elongada personalidad del volumen cualitativamente hablando, a diferencia de la concisión y de la emotividad despachadas a través de 2106 EP. Detalle menor: con temas de menos o con todos ellos, la estupenda manufactura de este acetato enfatiza a toda hora el flexible/terso carácter emocional de obra y autora.

Hákim de Merv

jueves, 4 de julio de 2024

Emputados: Vol. 1

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 26 de junio de 2024.)

No por previsibles/esperables, dejan de ser menos insólitos algunos de los frutos que sigue rindiendo el circuito nacional de escenas independientes. No sé, tal vez no sea cosa de haber avanzado unos cuantos escalones evolutivos desde los 80s y 90s. Quizás sea un tema de conexión/vínculo primordial. Y qué más primordial que hurgar y empatizar, a tal fin, entre y con los géneros menos complejos.

Ése es el caso de Emputados, combo integrado por Daniel Ybarra (guitarra), Joao Lumbre (batería), Rolando Acosta (voz) y Willy Montalvo (bajo). Todos ellos residentes en la capital, estos manes se juntan durante el invierno del ‘23, y publican su primer registro a comienzos de abril del presente bajo el escueto nombre de Vol. 1. Como corresponde a su naturaleza punk y hardcore, este primer paso apenas rebasa los 11 minutos de extensión, encajando más como un extended play que como un mini-álbum propiamente dicho. Los músicos, no obstante, prescinden de la nomenclatura “EP” en el título.

Estilísticamente, es harto improbable que las hordas que aún reivindican los postulados del apocalipsis ‘77 puedan ofrecer algo novedoso, sean éstas de ascendencia hardcore o punk. La opinión, empero, no equivale por fuerza a aseverar que todo esfuerzo proveniente de aquellas coordenadas nazca condenado a la ruina y a la extinción tempranas. Porque es cuando pones en juego todo lo que tienes en el centro de la caja toráxica, que las viejas enseñanzas del “do it yourself” reverdecen laureles. Y, como sucedía con el pelotón de bandas participantes en la respondona compilación The Infernal Sounds From Peru: Compilado Thrash/Black/Grind/Noise/Crossover Volumen 1, es evidente que Emputados rebosa por los cuatro costados esa sangre roja, furiosa y adolescente que sacude al tejido muscular miocárdico como sólo ella puede.

Once minutos y monedas de los más airados y rabiosos que he escuchado en los últimos meses, junto al aludido panorámico curado por Entes Anómicos. Áspero hardcore de contundencia vertiginosa, con espacio para malabares de las baquetas (“Ira”), y una eléctrica que cumple su rol a la perfección, incluso cuando el cuarteto despeja los cielos y le deja resplandecer en toda su magnificencia wah-wah (“Mientes”). La furibunda verborrea que morphea líneas de lo más incendiarias, por lo demás, está a la altura de la denominación que el grupo ha escogido para sí. Cualquiera de sus acometidas puede ejemplificar esa cualidad: “Sin Oportunidad”, “Bastardos”, “Un Día De Furia”...

Puntual brevedad, biliosa iracundia, vehemencia gritante y emputada; características todas que han  presidido  el  alumbramiento  de  Vol.1. Se merecen  algunos  pulgares  arriba  estos jovenazos -donde más se evidencia que todavía lo son es en sus muestreos: el personaje de Vaas Montenegro del videojuego Fan Cry (“Pastillas”), Bruce Wayne en The Dark Knight Rises (2011) (“Hacia El Ascenso (Lázaro)”), un “audio subliminal” deslizado en el programa Radio Conexión LATAM (“Sin Oportunidad”).

Hákim de Merv

jueves, 27 de junio de 2024

Sacharias: Fin // The Slow Voyage: The Slow Voyage

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de junio de 2024.)

Habitualmente inclinada hacia sintetizadas alofonías de resolución estándar o borrosa, no deja de ser insólito encontrar cada tanto en la nómina de Poxi Records un proyecto como Sacharias. Es cierto, figura también allí Talismán, pero ésa es otra de las contadas excepciones dispuestas a refrendar la regla. De cualquier forma, y pese a divergencias de estilo, este misterioso individualista observa el principal distintivo estético de la independiente santiaguina -el lo fi.

Fin, al que todo sindica como debut del acto, se construye a partir de guitarras y de sencillos patrones rítmicos programados utilizando una drum machine. Las primeras tienden a ser acústicas, lo que facilita dotarlas de texturas inmersas en consabidas transparencias polucionadas, no comportando su electrificación mayor obstáculo para ello; mientras que los segundos, sin ralentizarse hasta alcanzar marbetes tan “escabrosos” como el de la balada, vagan pedestremente lejos del medio tiempo.

Una cosa no quita la otra, por supuesto. Sacharias no prescinde de instrumentación más tradicional, como lo demuestran las baterías de “Espejo”, “Puerta Roja”, “Dame” o el track titular. Eso, para no explayarme en el concurso de bajos, pianos, armónicas o saxofones; también hallables en la travesía. A decir verdad, dichas participaciones contribuyen a realzar el excéntrico perfil insular del unipersonal -bastante inasible por cuanto el lo fi determina el enfoque de su acercamiento, no los géneros revisitados.

Quizá sea eso lo que más llama mi atención en Fin: blues primordial, enteogénesis rítmica, power chords noventeros revestidos de delay... No son éstos los territorios que frecuenta la Baja Fidelidad. De esta guisa, viñetas como “Fin”, “Seremos”, “Ritmo 77” o “El Viaje De Ali” revelan fantasmales guitarras lisérgicas, picapedreras percusiones de tangencial corporeidad rockera, vocalizaciones que franquean el dintel de lo puramente ambiental. Extrañas fisionomías las que confiere el registro a sonoridades usualmente embebidas de precisión y nitidez luminosas.

Una curiosidad de cassette. Dependiendo de los oídos que seduzca, puede mostrarse fascinante y/o intoxicante. Que sienta más lo primero, sin embargo, no significa que a ratos no experimente lo segundo.

Dos años después de su adictivo Soul's Whisper (‘21), The Slow Voyage entrega tercer esfuerzo en largo, bautizado epónimamente. Eyectado en junio del ‘23, este nuevo álbum parece encaminado a asentar definitivamente el polvo que levantara el cuarteto cuando su estreno impactase el pétreo continente de venerables géneros rock soliviantados sobre recias eléctricas y tormentas galvánicas de amperaje devastador.

¿Cómo así? Si en Time Lapse (‘17) había lugar para discursos graníticos como el stoner o el space, entre otros, con Soul’s Whisper la cosa fue decantándose hacia los sonidos más cercanos al psicodelismo sesentero y setentero. Para The Slow Voyage, ese proceso busca cerrarse dando lugar a una rodaja cuyas raíces se hunden en la época dura del rock ácido. A este respecto, la descripción provista por el grupo de Freddy Lepe y Rodrigo Salamanca es más que reveladora: “...un magnífico impulso que se asoma hacia el misterio de la existencia, el azar que palpita en cada ejercicio musical, transita entre golpes y rasgueos que delatan cualquier intento fallido de mantener la calma”.

Esa ascendencia psicodélica dice presente desde “Mi Mente”, apertura del CD, y sobrevuela a éste incluso cuando TSV cambia de registro en la postrer “Eyes Dub”. Como sucedía asimismo en Soul’s..., la agrupación reserva la última tajada del pastel para delicias jamaiquinas, aunque siempre en inquebrantable sintonía dubidélica. Añadiría que, esta vez, también solar. The Slow Voyage es psicodelia de carretera, de fortísimas conexiones con inmensidades desérticas, diurna y sumamente distendida. Sea en la resplandeciente laxitud de “Great Day” o de “Let Me”, sea en el trote milimétricamente cuadrado de “No Control” o de “Don’t Forget”, la naturaleza dispersamente apolínea de la banda baña de luz casi cada rincón de la placa.

Durante muchos minutos, este The Slow Voyage me ha recordado varios pasajes de Vanishing Point (1971), clásico de culto para el subgénero road movie que pone en entredicho muchos de los conceptos sobre los que se suele construir la idea -aceptada, bendecida- de “normalidad”. Por eso me irrita un poco “Moonless Night”, que considero la canción menos lograda del disco. No sólo su nombre desentona con el aura del esférico, sino que suena fundada sobre los exactos opuestos que dan vida a éste. La única que pondría en alerta al héroe Kowalski.

Hákim de Merv

jueves, 13 de junio de 2024

Rafael Sáez: Plenilune

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de junio de 2024.)

Músico electrónico con pinta de coetáneo mío -es decir, joven aún (jejeje)-, desde Madrid han llegado buenas nuevas sobre Rafael Sáez, quien debuta bajo nombre civil a inicios del pasado marzo colgando en su cuenta de SoundCloud las pistas correspondientes a Plenilune. Bonita sorpresa por varias razones -acaso la más importante de ellas: la vieja escuela pre-kraftwerkiana no tiene por qué estar necesariamente reñida con las mocedades synth que izaron antorcha de rebelión a inicios de los 80s, inspirándose en los Robots de Düsseldorf. Ni rechazar ambos subgéneros sonidos más próximos al estipendio del baksheesh.

Efectivamente, Sáez se emociona por igual escuchando a Ultravox y a Jean Michel Jarre, a Depeche Mode y a Vangelis, a Yazoo y a Tangerine Dream. Su estética se alimenta de las sonoridades que emiten un Yamaha DX-7II o una Commodore 64, un GRP A4 Synthesizer o un Oberheim Xpander. Sirviéndose de la interface MIDI para empalmar unas a otras, el output resultante cuaja las más de las veces en un macizo synth pop de sólidas, casi hercúleas secuencias proto-trance. Ésa es una forma de decirlo. Acaso más apropiada para Plenilune, otra sería afirmar que el peninsular cose el sofisticado input glacial de adalides como Gary Numan o John Foxx a la electrónica casi polifónica de rancio cuño, dando lugar así a un continuum que resplandece apolíneo gracias a programaciones refractarias del imaginario de la sci-fi más entusiasta.

El empleo de bpms de alto octanaje envuelve a Plenilune en un halo de futurismo indesmayable, pese a lo cual Sáez se da maña para sortear la uniformidad. Calentar motores y dar la largada con “Stars”, todo es uno. Llena de vitalidad impetuosa, producto del coqueteo con el trance a lo Oakenfold o Tiësto, la pieza corre hacia una segunda parada igual de robusta que la anterior: “Fly To Your Dream”. Sin abandonar el crisol al que ha accedido desde el inicio, la síncopa va amansándose con “Rain”, “You Want Me” y “Fallen Dreams”; estos dos últimos en remezclas acreditadas al gaditano Cyborgdrive. Aquí es manifiesta la reducción de velocidad en los beats, lo que de paso ayuda a que ingresen otros colores -el string artificioso de “You Want Me...”, un rango vocal más agudo que los que desfilaron en números precedentes...

Tras “Fly...”, “Together” es el canal que más se empeña en rozar el trance, aunque la aproximación está bastante lejos de concretarse. De hecho, la imagen proyectada por el tema emite destellos de ese corte, felizmente sin requerir del sonsonete repetitivo consustancial al también llamado “atmospheric house”. O de su agilidad. Despojada de la reverberante fastuosidad de su contraparte remixeada, la toma original de “You Want Me” se acerca al synth pop de pro, lo mismo que “Walk Alone”. Este surco, no obstante, luce lo bastante esquematizado y simplificado como para adherirse al descafeinado pop mainstream del siglo XXI -el único momento del CD que me parece prescindible. Afortunadamente, Plenilune alza vuelo de nuevo con sendos remixes de “Together” y “Stars”, respectivamente a cargo del español McV ADSR (que coproduce el álbum) y de Jonás Larsson. En ambos casos, regresa a primeras planas la jocunda alquimia que brillase nada más iniciarse la jornada, cerrando ésta en plan fin-de-fiesta.

Fruto de un trabajo de seis años, Plenilune no ha satisfecho las ansias editoriales de Rafael Sáez. El madrileño ha anunciado la confección de un artefacto de remixes (titulado provisionalmente Black Sun), del que ya se han dejado escuchar algunos adelantos, y su inmersión en el concebimiento de su segundo opus en estudio. A tal efecto, sugiero que las versiones normales de canciones e instrumentales se posicionen primero en el track list, y se reserven las remezcladas para el final -como se acostumbraba antaño. Confunde un poco escucharles a la inversa.

Hákim de Merv

jueves, 6 de junio de 2024

Jeannie Llamoga: Hey Love! I Love You

 (Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 29 de mayo de 2024.) 

Por mucho tesón que uno/a ponga en alcanzar la objetividad allende las ciencias exactas, a lo más a que se puede aspirar realmente es a una intersubjetividad que viabilice la comunicación y discusión entre los seres humanos. Suele olvidarse con facilidad este, digamos, “axioma”; que cada tanto algún episodio dialéctico refresca. Me sucedió hace poco, en el marco de un debate amical sobre “Vamos A Tocache”, notorio plagio descarado de “Primary” de The Cure -y ello me recordó aquella polémica suscitada por una hoy olvidada reseña mía, sobre cierta grabación peruana de música electrónica experimental a fines de los 00s. 

Se me acusó entonces de manejar una plantilla esquematizada a partir de la que evaluaba los discos, no distinguiendo naturaleza o género. Por supuesto, la acusación carecía del menor asidero, porque se critica el resultado de un álbum específico y no los procesos que le produjesen, sin importar lo innovadores que fueran éstos si el saldo era el mismo de hace años. He rememorado la anécdota a propósito de Hey Love! I Love You, debut en 33 de la trujillana Jeannie Llamoga, porque siento al considerarle que la única canción que salvaría de la quema es “Love Of My Life” (nada que ver con el clásico de Queen). Y aquí cabe preguntarte si de veras es lo único rescatable o si sobrevive debido a un contexto que para mí no significa nada. 

Llamoga publicó Nevermind EP a mediados del ‘21, y ya entonces avisaba que lo suyo eran composiciones de -cortas o extensas- intros siempre afables, tras de lo cual intercalaba calculadamente plastificadas arremetidas electro-pop cosecha establishment siglo XXI y segmentos en los que casi literalmente contiene el aire. Para Hey Love! I Love You, esa dirección se consolida llegando en la práctica a mimetizarse con su inequívoco modelo de referencia, la diva del ¿“género”? en cuestión Lady Gaga. Es decir: dance pop sintetizado, repleto de esteroides, cuyos infundados fastos rozan la vulgaridad a niveles más que ramplones; y que recurre a la utilización de cualquier estilo sonoro, encaje o no, cuando su estética de cartón se queda sin aire y urge de nutrirse antes de fallecer -como lo intentase en Born This Way (‘11).

Si lo de Jeannie Llamoga no desciende a esas simas comerciales, se debe a dos razones. Primera: el fenómeno  Gaga  va  en franco declive desde hace algún tiempo, y sus herederos/as -involuntarios/as o no- se han preocupado por mitigar los defectos en que incurrió la “célebre” cantante. ¿Cuáles? Falta de autenticidad, vacío, letras al borde del panfleto, teatralidad de glamour empalagoso hasta la náusea... Segunda: por suerte, y aunque se afane en imitar los giros vocales de la usamericana, la voz de Llamoga tiene matices distintos. Eso coadyuva a que su música no quede simple y llanamente como derivativa o “genérica”, si es que convenimos en que lo de Stefani Joanne Angelina Germanotta puede calificarse como “género”. La peculiaridad, sin embargo, no alcanza para sacudirse de la estela que emula. 

¿Que si eso es malo o bueno? Pues depende de si en este punto crees o no que manejo una plantilla esquematizada a partir de la cual bla-bla-bla. A diferencia de lo que pasa con los disfuerzos de Lady Gaga, HeyLove! I Love You no me ha empujado en una a detener la reproducción (aunque estuve cerquísima de hacerlo tras el reggaetón muy mal disimulado de “Yo Muero De Amor Por Ti”). Si el larga duración es más llevadero, eso se debe a las razones enumeradas -y no tanto al hecho de servirse la norteña de esquirlas de big beat (“Hey Love!”) o de ambient pop (“Only You”) para desmarcarse y/o pretender no ser aquello que es. Estoy seguro que puede chuntarla entre audiencias de corte millennial. Por desgracia, este pechito es un orgulloso exponente de la Generación X, y por ende bastante más difícil de embaucar. No compro.

Hákim de Merv

jueves, 30 de mayo de 2024

Ela Zul: Spine

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de mayo de 2024.)

Chiclayana hoy afincada en la costa oeste de la Unión Americana, Micaela Martínez a.k.a. Ela Zul lanza oficialmente a fines de enero su segunda entrega de largo aliento, Spine. La primera, World As A Magnet, data de noviembre del ‘22 -y aunque no paseo todavía lo suficiente por entre sus surcos, los rastros apuntan a que orbita alrededor del indie pop. De confirmarlo próximas escuchas, el golpe de timón que ha sido impuesto por la joven norteña en su nuevo disco es más que palpable.

Para empezar, si bien el piano ya estaba presente en World..., en Spine su protagonismo se acrecienta al punto de tornarse identitario de la obra. Amén de dotar al nuevo repertorio de intimistas aires tradicionales, las teclas acercan a Ela Zul a esas viejas vetas de new age que entre fines de los 80s y principios de los 90s refulgían revestidas de sesgos juglares (cf. Enya, Loreena McKennitt o Malinda Kathleen Reese). Esa estela, por lo demás ya asimilada al pop pedestre durante el nuevo siglo, se entroniza al menos en 7 de las 9 canciones compendiadas aquí.

Es, pues, parejo el cromatismo de Spine. Bien matizada por quenas y contrapuntos vocales (“El Niño Espacial”), bien apuntalada por insinuadas/sutiles líneas de teclados (“Noche De Algunas Lágrimas”), la paleta de Martínez colorea de continuo las nuevas viñetas recurriendo a la misma franja espectral. Etéreo en “Estampa”, bucólico en “Soñé”, balsámico -“con v de vals”- en “Mariola”; el emotivo pop de la cantautora discurre sin otros sobresaltos que aquellos que proporcionan las letras. Y es que, a diferencia de la música recién facturada, los textos se mueven en planos algo más mundanos -cuando no carnales, como es el caso de la aludida “Estampa”. Otro ejemplo es la excelente “Nada”, donde Ela se nos descubre presa de anhelos frustrados.

Más cerca de World As A Magnet, “Sueño De Un Genio” y “Virgen De Guadalupe” constituyen los momentos discordantes de la placa. No por entero, desde luego, pero de todas maneras percibo en ellos un uso más extensivo de instrumentación basada en circuitería. Sobre todo en “Virgen De...”: con un tropical/tapatío acompañamiento coludido a la guitarra de palo, queda claro tras los primeros acordes que se trata de un homenaje a la que es tal vez la advocación más célebre de María al sur de Estados Unidos.

Ecos residuales de Julieta Venegas y aún de Maldita Vecindad Y Los Hijos Del Quinto Patio impregnan, así, los instantes finales de un opus embebido de espiritualidad. No de una cualquiera: la de Ela Zul lleva marcado el sino de la soledad, de la duermevela, de la melancolía. Variedad no precisamente abundante en nuestro medio, rubricada por una voz que si bien no es sobresaliente, sí se revela bastante cumplidora.

Hákim de Merv