(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 20 de marzo de 2024.)
No descifro la intención, en la portada de su
flamante debut, de seguirse mostrando Cometa A La Deriva como dúo. Es claro que
desde un principio el proyecto fue concebido por tres personas, y actualmente se
consolida como cuarteto. Alguien podría argüir que quizá Hoy Ya No Espero
Más De Ti es producto del esfuerzo de dos de sus integrantes, pero no es el
caso: a despecho de la (relativa) novedad del estreno, la existencia de CALD se
remonta a épocas prepandémicas (concretamente al ‘18), cuando no se decidían
aún entre los curiosos alias de La Pelota De Mi Perro y de Muerte Térmica.
Al amparo de LaFlor Records, Vanesa Angulo,
Gustavo Ampuero y Leandro Padilla publican sus primeros singles virtuales.
Éstos han sido repescados en Hoy Ya No Espero Más De Ti, cuya edición online
fecha en septiembre del ‘23 (vía BandCamp propio), estando su edición física a
la venta en cassette a través de Entes Anómicos a partir de febrero pasado. De
cualquier forma, a pesar de los seis años andando juntos, es notorio que
hablamos de sangre nueva proveniente de las escenas off-mainstream autóctonas
-que, como ha sucedido frecuentemente entre sus pares tras el COVID-19, ha
debido retrasar los planes grupales.
De apenas media hora de duración, este primer largo concreta una entusiasta circunnavegación sobre las aguas del indie y del
pop del nuevo siglo, así como bajo las improntas del rock alternativo noventoso
e incluso del new punk (aunque esto último casi ni se nota). Cometa A La Deriva
se constriñe a la simpleza en las letras, a la sencillez en el latir del diapasón
del bajo (ahora en manos de Mariano Saettone), a la llana espontaneidad en las
baquetas. Éstas pueden marcar tanto medios tempos -la agradable prolijidad
instrumental de “Luna Violeta”-, como auparse en trotes algo más acelerados -el
fugaz acceso punk hacia el epílogo de “Galileo”, el encantador indie pedestre
de “9:45” que se las ingenia para disponer de una sección en clave de bossa
nova-, e incluso 4/4s perfectos en su imperfección de pie quebrado -“Rosé”,
adelantado en la compilación Cualquiera Puede Hacer Esto (‘21), curada
por LaFlor.
La asequibilidad y la naturalidad, entonces,
se cuentan como características mayores de la música compuesta por el terceto.
No menos importantes que éstas son las vocales de Angulo, quien siempre las
modula a fin de acoplarse eficazmente al rango elegido para tal o cual número.
Su color de voz puede parecer a algunos oídos un poco estrangulado, más que
nada cuando lidia con desacostumbrados tonos extremos, aunque ello es
susceptible de pulirse con la práctica. En última instancia, esa observación
pasa a segundos planos cuando la síncopa se reduce considerablemente,
circunstancia que menudea en el tramo final de la cinta.
Sin aplatanarse, CALD asoma más delectable
cuando se acoge al formato de la power ballad. En “Hoy Ya No Puedo Esperar Más
De Ti”, en “Tiempo Al Tiempo”, en “Tal Vez Así Es Mejor”; el trinomio Padilla-Angulo-Ampuero
se ase del desencanto y del desconsuelo intrínsecos al indie, tejiendo
introspectivos ambientes de pop lluvioso y gris que se llevan de plácemes con el
intimismo acústico (“Tal Vez...”, de teclados en plan string) y que hasta
logran mimetizarse con los Sundays más resignados (“Tiempo...”). Elemental,
sobrio, en definitiva campechano pistoletazo de salida para la sociedad que hoy
completa Saettone.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 13 de marzo de 2024.)
Unidad 4. Wow... Hace lustros que no pensaba
en ese específico alias, que en mi mente se asocia a ciertos recuerdos no muy
felices relacionados con la primera producción cajamarquina que llegó a Lima
-por ende, la referencia más antigua que se conoce conectada al rock cajacho.
Eran los días en que existían tanto Caleta
como su hermana menor Sub, y una breve reseña al respecto apareció en las
páginas de esta última. Retrospectivamente, el comentario es demasiado
indulgente: con un nombre como el suyo, nada sutil pero de todas maneras decidor,
El Primer Compilatorio Con Grupos De Cajamarca (1998) me causó mucho
curiosidad al primer golpe de vista. La maqueta presentaba en sociedad a cinco
bandas oriundas del departamento ubicado en la sierra norte del país: 3º No.
Club, Ruido Negro, Kaliko Y Los Kaliches (de accesos ska), Unidad 4 y Ácido
Instinto. Afines al hardcore y al punk las cuatro primeras, más “british” la
restante, no hay que pensárselo mucho al adivinar cuál de todas fue la que más
llamó mi atención.
Pero el hándicap del demo no sólo era
técnico, ya que la grabación había resultado espantosamente deficiente, sino
que los esfuerzos de las alineaciones cajachas herederas de la flama ‘77 eran
lamentables -cuando no patéticos. Abundantes en clichés, las letras se
construyeron terriblemente mal, y la música en líneas generales se iba derrumbando sobre sí misma dese dentro; pese a la inspiración -no declarada- en
el punk español y a las ganas que cada quien le echaba.
De esos cinco grupos, con el Tiempo me enteré
de los debuts por cuenta propia de Ruido Negro y de Kaliko Y Los Kaliches.
Ácido Instinto desapareció pronto, y su principal animador, Carlos Terán;
siguió adelante, permaneciendo aún activo bajo el seudónimo de Gredel, que ha
colado algunos temas en compilaciones pop limeñas. De todos ellos, Ruido Negro es
el que más pronto dejó atrás su prehistoria punkoide y evolucionó labrándose
una aceptable trayectoria en los predios del post punk inclinado al dark (por poco tiempo).
En cuanto a Unidad 4, ahora lo sé, su carrera
se ha desarrollado tras el cambio de milenio pese a un andar entrecortado -dos
largos y dos EPs entre el ‘03 y el ‘22. No les recordaba con mucho ahínco, ya
que el panorámico antedicho no forma parte de mi meloteca (por obvias razones).
Atemporal, sin embargo, me los trae de vuelta años-luz por delante de la
pobrísima primera impresión con que me quedé de ellos. Y esto, sin modificar
coordenadas.
Escuchando su producción anterior, me queda
claro que los de Cajamarca nunca se han apartado del punk ni del hardcore,
abordados ambos bajo un enfoque rigurosamente melódico. En canciones como
“Regresar”, “Atrapados”, “Equis” y “Momentos”; juegan todas las cartas a la
ortodoxia punkera de altas cotas de energía y de líricas, por apolíticas,
bastante personales. Otro ejemplo es “Corazón”, ejecución en directo del surco
con que cerrasen su largo del ‘07, Fuerza Para Seguir. Debido al golpe
inalterable de la teba (responsabilidad de Herman Cubas), difícilmente las
composiciones enumeradas pueden mutar hacia la variante hardcore, cosa que sí
sucede -y viceversa- en “Ahora” y en la apertura “Calma”. Reticencia que no
deja de extrañarme, ya que punk y hardcore son ramas de un mismo tallo, y en
consecuencia asaz compatibles.
Por otra parte, en “Temor” -también del Fuerza...-
y en “Refugio”, Unidad 4 se acomoda mejor sobre posiciones hardcoreanas de
tempo acelerado sin diluir la melodiosidad antes suscrita. Con sencillez y
naturalidad, el combo esculpe letras amenas de nivel más que aceptable para los
normalmente chatos estándares de ambos géneros, no alcanzando la explosividad
de su guitarrero output ni la virulencia del D-beat ni la denodada agresividad
del crust punk. Diez temas que se miran en el espejo de BBs Paranoicos y de
Ataque Zero, sin remordimientos ni paltas. Completan el line up ¿de toda la
vida? Alan Grosso (guitarra), Aníbal Narro (bajo) y Héctor Pérez (voz).
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 6 de marzo de 2024.)
Retorna a esta palestra uno de los proyectos
más cálidos y queridos que surgiese en los circuitos independientes mapochos afines
a la experimentación sonora con posterioridad al cambio de siglo. Me refiero a
Bahía Mansa, que tras el breve aperitivo de Atavismos (4/23) confeccionó
en esa misma línea el mini-álbum Patagonia, estrenado en la recta final
de diciembre pasado.
Una de las características que ha ribeteado
los esfuerzos del alias de Iván Aguayo, acaso la más identitaria, es su
singular conexión casi devocional con el Agua. A tenor del uso prácticamente
exclusivo de instrumentación digital, la música de BM se las ha ingeniado para
mantener un alto nivel de cohesión en su tersa duermevela, sin renunciar a
lienzos que se dilataban tanto como sus propiedades hipnagógicas. Las cotas de
ionización exhibidas en Botánica Del Olvido o Boyas + Monolitos manteníanse
bajas a despecho de la emotividad que estas obras transmitían, y su capacidad
reactiva era contenida por la líquida densidad de su estética ensoñadora.
Este rasgo distintivo se ve matizado en Patagonia.
El sureño asevera que el principal combustible del trip es su interrelación con
la Naturaleza en los viajes realizados a la Patagonia chilena, leitmotiv análogo
al de Costa Documental (‘22). La fascinación por mares, océanos,
ensenadas, glaciares; se sostiene en el mini-LP, sólo que en cantidades más
mesuradas. “Aves Imaginarias”, por ejemplo, evoluciona en derredor de un
minimal efecto de iterativo goteo tintineante. Algo similar ocurre con
“Bocatoma”, donde la lluvia es más perceptible, entre texturas dub y ecos de reminiscencia
precolombina.
Por contraste, “Efecto Rayleigh”, “Calafate”
y “Muelles” son cifradas manifestaciones de un ambient que tiende a concretarse
mejor al vagabundear sin la prisión que comporta la gravedad. En ese sentido, a
estos surcos y a sus pares se les siente más próximos a un estado gaseoso que a
uno líquido -los blips & clips de “Muelles”, el cardíaco latido de
“Efecto...”. Producto de esta conjunción de elementos, la síntesis de Patagonia
da vida a una pluviosa electrónica “easy-listening”, tanto por impresión acuosa
como por falta de nitidez -lo último me faculta a mencionar la otra gran constante
sonora devenida aliada de Bahía Mansa: la Baja Fidelidad.
El título cierra con un díptico que condensa los
descubrimientos centrales de la interacción entre las diversas instancias que
Aguayo cubiletea. Mientras que “Nodal” invisibiliza la síncopa gracias a
atmósferas neblinosas atravesadas por arreglos muy bonitos de
teclados/sintetizadores, “Nodal II” controla el géiser de ruido binario
convirtiéndole en mullido colchón sobre el que contemplar sedantes paisajes de
una irreal sublimidad. Aunque me siga gustando más la fase de Bahía Mansa en
que se creaba a imagen y semejanza del H₂O, esta nueva etapa no deja de lucir,
por distinta, menos prometedora.
Después de algún tiempo, revisito los bytes
de Poxi Records, hogar de actos como Hablemos Del Alma, Estriba, Talismán y
Laktik. El aluvión de combos independientes latinoamericanos aparecidos en el
último lustro no me ha permitido darme espacio para revisar la nómina de esta
interesante label santiaguina, y de a pocos son ya varios los calendarios que
llevo sin acopiar noticias suyas.
Las cosas van muy bien para los principales
animadores del catálogo, algunos de los cuales serán objeto de comentario más
adelante. Por ahora, me limito a escribir sobre Laktik, que se tomó un
prudencial sabático entre Isopropyl (‘20) y Magnetismos (‘22),
siendo este último registro acreditado al seudónimo inexistente de Prácticas
Magnéticas y subido efímeramente durante el año de la Pandemia. También es el
cassette en el que Laktik comenzó a metamorfosearse: si antes el rollo del
unipersonal de Lucas Soffia se alimentaba principalmente del synth pop,
dosificándole hasta llegar a drásticos mínimos históricos, a partir de Magnetismos
se patentiza un creciente interés por el ambient pop y por el vaporwave. Ambas
variables, además, se llevan de maravillas con el perfil más asociado a la
factoría Poxi -otra vez, el lo fi.
Liberado en enero, Astra se concibe
dentro de la crisálida que construyera en torno suyo Magnetismos. En cortes
como el excelente “Fantasía” (single adelantado a fines de octubre último con
“Derrumbe” como lado B), “Cuerpo Sintético” o “Restricción Vehicular”,
compruebo que el synth y variantes -synthwave, minimal synth- aún integran
parte considerable de la retórica Laktik. Ésta, sin embargo, se halla inequívocamente
enfilada hacia el ambient de pedestres espirales y cascadas, hacia el
cromatismo glo fi consustancial al vaporwave. “Chant Down Babylon”, “Derrumbes”,
“Hypnotizado” y “Techumbres” son elaboradas muestras de ese muzakcore nebuloso,
de esa radiación infrarroja típica del género que llegó a la mayoría de edad de
la mano de Macintosh Plus.
De otro lado, que en piezas como “Fantasía”, “Restricción
Vehicular”, “Galáktica” y “Cuerpo Sintético” haya un mayor énfasis synth no las
hace inmunes al influjo del omnipresente vaporwave. La bruma brillosa, el
crepúsculo perenne, los ecos fantasmales de otros pasajes de la cinta, los
empantanados tremores semiacústicos; acaban por darle homogeneidad a esta
jornada -si la memoria no me falla, la primera en que Soffia se decide a coger
el micro para ofrecernos las primeras canciones en el repertorio de Laktik, e
igualmente las primeras veces en que utiliza sonidos vocálicos no sintagmáticos
a guisa de fragmentos insertados en números netamente instrumentales.
Muy relevante experiencia del individualista
austral. Parece quebrarle y esparcirle en varias dimensiones más o menos equivalentes
entre sí, pero reunificarle también al hacerle vibrar a una misma intensidad, a
un mismo toque de diana, en un mismo espacio.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 21 de febrero de 2024.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (IV)
Al aproximarse la quincena de noviembre, se
colgó en Internet el estreno absoluto de Qoa Bock, alias ayacuchano de raigambre
copada por la electrónica noventera. En concreto, la de esa IDM que rezumaba
abundante al promediar una década tan cara a las vanguardias analógico-digitales.
Tras el chaplín toma posiciones Joaquín Bock Falconi, joven músico que como
buen melómano invoca referentes para nada cercanos a lo que deja entrever su puesta
de largo -Joy Division, El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados, Quarteto
Jobim Morelebaum, el Cerati solista (el más interesante, pese a/precisamente
por ser en suma un esteta del muestreo); entre otros.
Ni bien comienzas a reproducir QATQE,
con la obertura hermosamente titulada “Futuro Del Ayer”, las evidencias asoman incontrovertibles.
El muchacho es un artesano de melopeas cimentadas sobre lienzos de futurista abstraccionismo,
paños que no rehúyen las rugosidades ni los contornos angulosos de éstas, y que
aún así se desborda vertiéndose sobre pliegues y asperezas con la ductibilidad
del metal líquido. La irreal musicalidad del largo ha sido preñada de una belleza
misteriosa mas no impenetrable. “Causa Y Esperanza” se la juega decididamente
por el camino que dicta “Futuro...”, aunque se encabrite su poco.
“Concha Toro” padece un cuadro agudo de
supresión de pulsos percusivos, quedándose en trazados puramente texturales, lo
mismo que “Dios Ocular”. Sin embargo, este último y “Palpa Ser” esconden en sus
sobrecejos de “techno al glasé” la pentafónica emotividad azul característica
de las infinitas soledades andinas. Es la última vez en QATQE que ese áurico
efecto palpita, porque a partir de “Algendoso” Qoa Bock escoge adentrarse en
territorios etereogeométricos, trastocándose levemente la fisionomía del debut.
“Algendoso” y “Torcaza”, entonces, se enfocan
en el abstract techno ilustrado a pincelazos sueltos, generoso en euritmias insinuadas
que consiguen dulcificar la electrónica de matemática rigurosidad. No rebasan,
pues, los límites de lo decorativo; a diferencia de “Danzaq”, que media entre
ambos y que oscurece grandemente las atmósferas del CD merced a la recurrencia
de rasgos mucho más rudimentarios que los hasta aquí empleados. Epiloga Bock
Falconi su prometedor viaje inaugural con la inmaculada melancolía de “Taytaky
Azulado”, dejando atrás esa poética de la precisión artificial al micrón, que
así y todo empieza a invadirle al promediar el tema: primero muy sutilmente, luego
en abierta trasgresión para hacerse de las riendas y volverle al redil. Bonito escarceo
inicial, lleno de posibilidades, publicado en el BandCamp de QB y en el de SuperSpace Records, que ha contado con los buenos oficios de Brageiki Vega y Carlos Mancha.
Rastreando información sobre Inzul a
propósito de las denuncias que por estos días se han hecho públicas contra Ángelo Grijalva, músico de apoyo en directo y otrora integrante de los extintos
Incendios Forestales Del Viejo Continente, descubro que Subterráneo data
en realidad del año 2014. Al leer algunas declaraciones de Stefano Cedeño
Vidal, fundador de la banda, me entero del profundo trabajo de reingeniería que
Subterráneo hubo de atravesar para que el grupo quedase satisfecho,
antes de lanzarle oficialmente (‘17). En su momento, no pude escuchar el debut
del acto, que a posteriori me pareció cumplidor en grado casi excelso.
Medio horóscopo chino después, Inzul da luz verde
a su segundo esfuerzo, cuyo resultado es dramáticamente distinto del ofrecido
por el predecesor. Si Subterráneo versión ‘17 bebía con fruición y sin complejos
del rock alternativo de los 90s y del indie de los 00s, enmarcando el maridaje
bajo estrictos parámetros pop y posicionándole paralelamente a algunas cuadras
de distancia de gente como Gelatina Magma, Radiopostales o Moldes; Las Cosas Que Nunca Te Dije no se desvía de la ruta sino ocasionalmente, como en los postreros
segundos de “Historia De Amor” y sobre todo en el pseudo bolero “Tutorial Para
Olvidarme De Ti”. El problema es que aún cuando el paradigma de edificación es
el mismo, pierde éste mucho de su fuelle toda vez que en el rubro letrístico y
en el de la voz se han abierto las puertas -de par en par, parece- a
influencias que no tienen un carajo que ver con las coordenadas que el hoy dúo ha
venido fatigando desde hace diez años.
En lo concerniente a las letras, éstas hacen
gala de un sentido de la rima a la altura del odioso trap e incluso del repugnante
reggaetón. O sea, una mierda. En lo tocante a las vocales, no he encontrado
señas que indiquen cambios en el puesto de cantante, por lo que cabe especular acerca
de un gravísimo caso de involución respecto de Subterráneo. ¿Retrocediendo
hacia dónde? Exacto: hacia los sospechosos ya enunciados. Tenemos un álbum, por
ende, que trata de no bajar la guardia en cuanto al sonido: medios tiempos,
pop/rock de concepción esmerada, complexión sencilla... Ese mismo tesón, sin
embargo, es víctima de un sabotaje que proviene del propio tándem: letras
francamente vergonzosas (“...Como Drake Sin Josh/Separados Los Dos...”
en “Alma Rota”, “...Tu Amor No Tiene Indicaciones/Y Yo Aquí
Escribiéndote Canciones...” en “La Duda”) y una performance vocal cuando
menos deleznable, salvo quizá en “Nadie Quiere Como Tú” y en los primeros dos
minutos y cuarenta segundos de “Historia De Amor”.
Habría que ponerse a conjeturar cuánto ha incidido
en este pésimo movimiento, curiosamente autodenominado como de “migración”, el
cambio de alineación de Inzul desde su nacimiento hasta la hora actual. Algo de
eso debe haber, porque una cosa es tomar decisiones entre cinco y otra muy
distinta hacerlo entre dos -los sobrevivientes son Cedeño Vidal y Renzo Romani.
Por cierto, Grijalva sí fue miembro activo de Inzul en su fase quinteto. Posteriormente,
se quedó sólo como músico de soporte en vivo. Por fortuna, el binomio se ha desvinculado
inmediata y definitivamente de él, ante las acusaciones de misoginia y de
violencia contra la mujer.
Fallecida en el ‘21 a la longeva edad de 85 inviernos,
Burga estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería, carrera
que abandonó dos años después para entrar a la facultad de Arte de la PUCP. Su
formación básica fue, pues, visual -dibujo y pintura, en esencia. Desde allí
dio el salto a los predios del sound art con Arte Nuevo, frente artístico avant
garde que empezó a inyectar en el medio peruano las entonces nuevas tendencias
vanguardistas. La artista era, además, una pionera en lo relativo a intervenciones
multidisciplinarias que interrogasen el rol/la condición/el sentir de la mujer
en una sociedad que aún estaba lejos de incluirla seriamente.
Cada uno de los cinco surcos considerados en
el esférico curado en comandita con Buh Records procede de algún registro,
alguna exhibición museográfica, algún encargo de/a terceros -como es el caso de
“Borges”, readaptado como score por Jan Diego Malachowski en el ‘15 e
interpretado para la ocasión (‘17) por los argentinos Alan Courtis y Alma
Laprida. Cada uno atestigua no sólo la asimilación teórica de las “nuevas direcciones”
propugnadas por colectivos como Fluxus o por las hornadas de compositores
electroacústicos de avanzada que el siglo XX vio germinar entre los 40s y los
70s, sino principalmente su efectiva puesta en práctica. “Estructura Informe
Corazón” y “Mensaje 4”, por ejemplo, se sirven de latidos cardíacos pregrabados
y la agreste estática televisiva. Por otra parte, aunque las dos versiones de “Estructura
Propuesta Sonido I” se han visto reelaboradas a partir de guitarras acústicas, evaden
caer en melodías convencionales aproximándose a la atonalidad de unos, digamos,
Gastr Del Sol. Lo mismo vale para la voz en el caso de la fechada en 2015.
Sonidos trastocados interviniendo soportes
físicos y medios de reproducción, sí, pero también experimentos asimétricos y
síntesis performativas con las reverberación y modulación que prometían formatos
entonces no lo suficientemente explorados (como la cinta magnética). Las
grabaciones salvaguardadas por Estructura Propuesta Sonido... son, dada
su antigüedad, muy adelantadas a su época. Por desgracia, yo, habitante de un
presente muchos decenios posterior; no puedo evitar sentir cierto tedio al escuchar
una vez más el contenido de la rodaja, que ya me suena a repetición, a coartada
fácil, a cliché (así y todo la info me indique lo contrario). Ése es el
principal hándicap de la arqueología sonora: en su afán por repescar
grabaciones valiosas, rara vez sabe cuándo detenerse y acaba recuperándolo todo,
incluso lo malo -cf. el Anthology beatlesco.
Me imagino que Teresa Burga tiene todavía una obra extensa esperando a ser
adecuadamente restaurada y reeditada. Y no sé qué tan representativa de sus
virtudes sea esta compilación. Aún en el caso de que lo fuera, se me hace
imposible dejar de fruncir el ceño y detener la mueca de hastío que aflora en
la comisura de mis labios.
Paradigmas Frecuenciales (I) había dejado
irresoluta la cuestión sobre si la serie de Chip Musik que aperturaba se volcaría
hacia incursiones cortas o hacia las de largo recorrido. Eyectado el 14 de
diciembre, Paradigmas Frecuenciales II mantiene abierta la interrogante,
si bien el fiel de la balanza lo desnivela en favor de las primeras -sus cerca
de 13 minutos confirman la clasificación de single, o en todo caso la de “three-way
single”, bajo la que se le ha liberado.
El sencillo se arma con el concurso de Yume
Station, Galactic Seed y Alcaloidë. Abre fuego la arequipeña Karen Huacasi, que
con Yume Station ha dado sobradas pruebas de una mano exquisita para la
estética glitch y el uso de clicks’n’cuts. El ambient minimal de “Torner
Vermell” se atempera emulsionando ritmos microscópicos y quebradizas armonías
de music boxes, lo que facilita su trasvase hacia la indietrónica. Un camino
interesante, que la mistiana podría explorar -y que llevaría eventualmente a
Yume Station a elevar la media de su producción editada.
En los últimos años, el post IDM de Galactic Seed venía recorriendo en paralelo los senderos del braindance, subgénero de hardcore breakbeat anterior a la génesis del modelo drum’n’bass -algo así como
breaks doblados en velocidad y fermentados al amparo del techno detroitino. De
ahí que “Eclipse De Sonido” haya sorprendido a propios y extraños: carente de
cualquier rastro de espina dorsal/secuencial, Oscar Cirineo propone aquí emocionados
bocetos de ambient digital aupando una senescente melodía que apunta al
futurismo distópico. Si bien el color es distinto del utilizado por Yume
Station, las rutas confluyen.
Lo de Alcaloidë, en cambio, va en la línea de
lo ya mostrado por este a.k.a. de Alexander Fabián. Posicionado en las
entrañas de las máquinas, Alcaloidë se dedica a disparar ruido binario
aleatorio, ¿interpelado? por dropeos y castigado por borborigmos cuasi
industriosos. Pudiera parecer que este tumultuoso huayco de caóticos fárragos dirime
al arribar a su ecuador, cuando asoma cierto orden, pero después de un rato a
lo único que se asemeja este pandemónium de ritmos crujientes y ensordecedores
es a una improbable superposición de koans dionisíacos y surrealistas. Para
libre descarga desde el parterre de la discográfica emblema del shoegazing y de la IDM peruchos.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 14 de febrero de 2024.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (III)
Un tanto elusivos -cuando no tímidos- los
chicos de Ruri. Formada en el ‘22 la banda, que se define a sí misma como “post
pandémica”, ésta sólo condesciende a una cuenta en Instagram que provee de muy limitada
información. Hay un poco más de chicha en la cuenta BandCamp, básicamente
referida a los géneros que le sustentan, por lo que habrá que seguir acreditando
a los integrantes usando sus nombres de pila: Rodrigo (primera guitarra),
Yamile (Olivas, voz y segunda guitarra), José (baquetas) y David (Acuña, bajo).
Da la impresión de que Ruri -“desde adentro”
o “del interior”, en quechua- últimamente se ha venido fogueando mucho en
directo, habida cuenta de los recientes comentarios entusiastas que ha captado
el radar. No he tenido todavía ese placer, aunque sí les he escuchado su
primera publicación (29/12), que responde al escueto nombre de Ruri Demo
(EP). Son en total cuatro cortes, compuestos y grabados por el grupo, que respiran
entre el noise rock de los segundos 80s y el cajón de sastre alternativo de los
primeros 90s. Obvio, se permiten un par de veces traspasar los propios límites.
La prueba palmaria de esa inquietud por
probar otros sabores es “Héroes Muertos”, apertura del registro. En ésta su
principal carta de presentación, el cuarteto le hinca el diente al primigenio
dark rock con una performance espléndida. Yamile imposta su voz como emulando a
la de Siouxsie Sioux para entonar bonitas figuras literarias del tipo “Santos
Que Emergen En El Aire” y “Templos De Naipes Que Crecen Destrozados”,
mientras el resto del line up luce contundente. Igual de formidable es “La
Bomba”, si bien aquí el lúgubre input se disuelve adicionando guitarras más noventeras
-la curiosa conjunción me hizo pensar durante breves instantes en el Porno For
Pyros del debut (o en el unigénito mini-álbum de Psi Com).
De otro lado, “And I Try” y “Fucking
Teenagers” son demostraciones de lo bien que le sienta a Ruri adherirse al output
del modern rock. De hecho, se le percibe más en su medio ambiente natural que
cuando recula al decenio anterior. No experimentan ni con la singladura ni con
la discografía de la época para practicar ingeniosas vueltas de tuerca, algo
perfectamente válido por dos razones: 1) lo suyo no es la experimentación, y 2)
la “maqueta” vibra con esa energía característica de quien compensa falta de experiencia
con toneladas de lúcidas furia y juventud. Interesante arranque, al que sólo opongo
un reparo -el bajo necesita chambear ingentes horas extra.
Bastante peculiar la puesta de largo de
Troek, identidad que asocia a Alfonso Noriega (El Otro Infinito, Puna) y a Jorge
Rivas (Ionaxs, Philkophillips, Puna), de la que ya habíamos paladeado una muestra
de su accionar en el lado B de Seven 7’’. Allí anida “Primer Mensaje
Desde La Niebla”, masa noisica en combustión espontánea que se angosta crispada
por fantasmales progresiones electrónicas. Existen en el LP muchos indicios de (in)armonías
isomorfas, si bien los hay también muy distintos en el curso de sus 30 minutos.
Y es que parece agitarse en Intitulado
una urgencia por recalcar los contrastes, por atizar los contrapuntos. En una
esquina, son acogidos surcos susceptibles de asimilarse a los rasgos de “Primer
Mensaje...” (también incluido aquí), como el número titular, el cegador
audioextremismo de “Reminiscencias” y sus programaciones en fase larval, el
luminoso éter binario de “Miles De Cuerdas” y sus picapedreras pulsaciones percutantes...
En la otra esquina, tracks mucho más despojados de la obsesión por el Volumen,
como las lluviosas líneas de feedback de “Un Hoyo De Sombra En El Techo” y su
ausencia de secuencias, o la brumosa cajita de música que encarna “Cassette Del
Ático”. Cierto, no hay motivos para afirmar proporción equitativa alguna, o al
menos un timing reconocible, que fomente esos contrapesos. Éstos igual acaecen,
empero.
Encuentro que lo más valioso de disco y
proyecto es el acopio de géneros de que se sirven para bordar una obra repleta
de ambientaciones contingentes y resonantes landscapes surrealistas, llena de lóbrega
arquitectura sónica y de enigmáticos onirismos. Mejor aún, el logro definitivo
de Troek radica en la redefinición de estos mismos géneros para terminar siendo
fagocitados por dos grandes bolsones de estéticas hegemónicas en la placa: la
de un ambient en continua polución/degradación, y la de una suerte de bliss out
que se debate entre la hidrólisis y la condensación. La electrónica
experimental, el minimalismo, el dark ambient, la drone music: tarde o
temprano, estos códigos son forzados a acelerar su cariocinesis para
evolucionar y caer bien en un campo, bien en el otro. A veces, en los dos.
No queda mucho más por decir de este Intitulado.
Sus voces, sus teclados, sus disonancias; tienen un efecto evanescente. Pese a
ello, esta característica se pierde rápido en el horizonte cuando el canal se
agita con la distorsión de sus componentes. El CD se conmociona, entonces, bajo
el trauma de estos cataclismos continentales que se salen de escala. Con cuadros
así de contradictorios, deconstruyendo sin cesar el perfil del binomio, ¿hay
algo que quede indemne, de lo cual partir? Sí: la impresión subjetiva del/de la
escucha. Para free download, como siempre desde los bytes de Chip Musik.
Gracias a Machines EP, me topé con la arrebatadoramente
insolente música del joven maese Nicolás Prado. Algo tarde, eso sí: en el extended,
primera referencia para una escudería de renombre (Buh Records), el avezado
retoño de Andrés Prado y Paloma La Hoz se revelaba como paradigmático nativo binario
que había absorbido -con prestancia y entusiasta voracidad- las soberbias
lecciones impartidas desde las vanguardias electrónicas de fin-de-siècle.
En comparación con
el antedicho título (sale en noviembre del ‘22 y lo reseño ocho meses después),
ahora pesco más pronto Overload EP (diciembre), de nuevo respaldado por
Buh. Con enorme satisfacción, compruebo que lo de Prado se mantiene firme en cruzada
mega-distópica y ominosamente cyberpunk hacia la consolidación de lo que él mismo
ha catalogado como “webcore” -término bajo el cual el individualista tritura
noise digital, ambient emponzoñado, IDM de espectro sórdido y artcore delirantemente
maníaco.
Verifico, asimismo, que el énfasis del EP
extiende la hegemonía del breakcore que Prado mostrase en el episodio anterior.
“Lost Data” es una pista que abreva en el imaginario apocalíptico del
intelligent techno más oscuro, y sin embargo no hace falta escarbar gran cosa para
encontrar un ritmo roto abriéndose paso por entre su médula. En “Malfunction”,
en cambio, no hay rastro de junglismos. Desde “Particle Collision” y hasta que
finalice el extended, el drum’n’bass en modalidad bersek no se ausentará ni medio
minuto.
El breakbeat disparado a mil por hora de la
fugaz “Hysteria” y sobre todo de “Particle Collision” remite ciertamente a los
gloriosos días del techstep, cuando su mecánica era descrita como “mitosis del
sonido” -y de hecho, los bpms en Overload EP sugieren la velocidad
devoradora de una asesina metástasis agresiva. En el epónimo asalto de cierre,
por otra parte, volvemos a hacer frente a una mixtura similar a la de “Lost
Data”; de proporciones equivalentes, siendo la IDM la más pintada, pero donde
el jungle se niega a desaparecer. Epílogo cumplidor para un artefacto bastante
más corto que el anterior -apenas 11 minutos y sencillo, mi único reclamo.
Muchas cosas pueden escribirse sobre Sofia Kourtesis, ahora que la peruana residente en Alemania de padre griego ha cosechado
mayor reconocimiento a propósito de Madres (‘23). Podría alegarse que no
es éste realmente su estreno en 33 rpm, ya que ni Sarita Colonia (‘19) ni
Fresia Magdalena (‘21) ni su epónimo registro (‘19) son de corta
duración, ni mucho menos llevan incorporada -implícita o explícitamente- la
clasificación “EP”.
Podría deliberarse igualmente si lo suyo es el
mero diletantismo house, o si abraza el hechizo marca Chicago y derivaciones premunida
de auténtica convicción. O si en el revuelo que ha causado tras su aparición (This
Is It EP, ‘14), jugó papel no menor su linaje, “exótico” a ojos de la prensa
sonora del Primer Mundo. Cualesquiera sean las polémicas desarrolladas a partir
de tales preguntas, hay una circunstancia imposible de poner en entredicho: a
saber, que Madres se ha editado -lo mismo que el extended homónimo- gracias
a los buenos oficios de Ninja Tune, la legendaria plataforma independiente fundada
por los Coldcut entregada en cuerpo y alma al evangelio del trip hop y del
scratching. Que ello ocurra con una artista como Kourtesis habla a las claras
de lo flexible que ha devenido la filosofía de los Atunes Ninja con el correr
de los años.
A decir verdad, Madres, y por
extensión toda la producción de la DJ disponible en Internet salvo Spotify; me remite
al celebrado Café Inkaterra (‘04) de Miki Gonzáles. “¡¡¡¿¿¿CÓMO???!!!”.
Sí: no porque la música de Sofia se asemeje a la que vertiese Gonzáles en el
volumen con que se ¿“reinventó”? como músico electrónico, sino porque Madres
es un plástico resultón. Tiene accesibilidad y pegada, es efectivo en traducir
los descubrimientos del house y variantes a formatos netamente pop, sus
melodías gestionan con estoicismo los densos estados de ánimo que la autora atravesó
durante el período de composición -dominados por el delicado estado de salud de
su progenitora, diagnosticada con cáncer cerebral.
Madres es, pues, un disco
de puntos medios. Estructura ósea, tendones y cartílagos llevan indeleble el
sello del house; mientras que el ADN de su carne, de su sistema linfático y de sus
órganos es compatible con el four-on-the-floor que saltó a conquistar el mundo
desde la Ciudad de los Vientos. Si “Moving Houses”, por ejemplo, es un lento
infestado de scratch y privado del más elemental armazón de beats; “How Music Makes
You Feel Better”, “Habla Con Ella” y “Funkhaus” tienen enredadas las
genealogías del tech house y del big beat. Si “Madres” y “Si Te Portas Bonito”
coquetean con las cepas chill y acid sin renunciar a la mirada pop, en “El Carmen”
la peruano-griega se deja seducir por la musicalidad afroperuana, asistida por
Miguel Ballumbrosio y “patrocinada” por el sampleo de “Beto Kele (Nosotros Somos)”
de Novalima. Si en “Estación Esperanza” el gravoso bombo se revela más funk que
nunca (incluyendo a Manu Chao, que aquí está SAMPLEADO, no participando de), en
“Cecilia” los golpes uptempo y los claps se sienten más cerca de un cóctel disco-soul.
Rodaja resultona, entonces. Funciona tanto para
perderse dentro suyo como para utilizarla de soundtrack realizando cualquier labor
física. Rescato asimismo las sinceridad y transparencia de Sofia, quien se abre
y expone en cada uno de los diez rounds de Madres. Simpático esférico, con
no pocos pasajes in extremis radiantes.
(Publicado originalmente en mi cuenta
Facebook el 7 de febrero de 2024.)
LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A
RESEÑAR (II)
Reseñando Territorio Del Eco:
Experimentalismos Y Visiones De Lo Ancestral En El Perú (1975-1989) (‘21), señalé la contribución
de Manongo Mujica -“Invocación”- como de lo más rescatable en el marco de una compilación
floja y reiterativa. El asunto no quedó allí: del veterano percusionista, dije
que era “...un músico excesivamente inflado para mi gusto”. No habiéndole apreciado
en facetas más o menos ajenas a las del pop contemporáneo, desde que leí una
entrevista suya en Somos el tipo me cayó re-quáker.
No me ha urgido la menor necesidad por
desdecir esas palabras hasta ahora. Si bien Buh Records recuperó su Paisajes Sonoros (‘84) junto a Douglas Tarnawiecki, el LP se me hizo insufrible
(acaso por una magra restauración del registro). Mucha mejor impresión me dejó Paracas Ritual (‘20), aunque ahí Mujica tampoco estaba solo (el noruego Terje
Evensen fue invitado para la ocasión). Ritual Sonoro Para Ruinas Circulares,
sin embargo, es otra cosa.
Publicado por Buh en noviembre, según la sumilla
de presentación Ritual Sonoro... tiene su génesis en 1974, en una visita
a las ruinas de Sechín. Posteriores inspecciones no sólo al complejo de Casma,
sino también a otros similares, fueron moldeando la fascinación del hoy septuagenario
por los desiertos de la costa norte peruana y los centros ceremoniales que allí
resisten todavía el paso del Tiempo. El proyecto recién cobraría impulso tras
la lectura de “Las Ruinas Circulares”, extraordinario cuento del inmortal Jorge
Luis Borges integrado en Ficciones (1944).
Difícil comentar separadamente los asaltos de
que se constituye el acetato. Casi todos entrelazados unos con otros, es más
pertinente optar por la evaluación general. Una que pondere las grecas étnicas
y tribales con que Mujica orla Ritual Sonoro... de principio a fin:
tambores ceremoniales, vientos rituales, dramáticas cuerdas sublimadas (“Descubriendo
El Sonido Del Paisaje Del Norte”), sonidos de la naturaleza asimilados y reposicionados
(el canto de la cuculí de “Ritual De Escucha Circular”, el océano muriendo en
la playa de “Obertura Para Las Aldas”)...
El opus no alcanza los cuarenta minutos y ése
es otro acierto que se agradece. Casi concebido como tour de force y
circunscrito a un detallismo de monocromático talante, no requiere el hipnótico
influjo de RSPRC extenderse más allá de lo justo. Mantener ese logrado
clima mezcla de misterio, desolación, majestuosidad y asombro; no es tarea fácil
cuando se tienen por herramientas un jembe y cellos, congas y un cajón, un hang
drum y sonajeros, así como ocasionales sonoridades electrónicas de austera decoración
ambient (cortesía otra vez de Evensen).
Me sigue cayendo pesado Manongo Mujica, si
bien ya no como antes. Al menos he dejado de pensar que es un músico
excesivamente inflado. Bueno, un poquito quizá.
Retorna The Spiracles a la palestra a través
de un breve muestrario que repesca material en formato simple eyectado a lo
largo del ‘23, así como “Suburbios” -su celebrado sencillo del ‘22- y dos
nuevas tomas de canciones no tan nuevas. Colgado el primero de diciembre, Between
The Devil And The Deep Blue Sea EP remata de esta guisa esa suerte de
espiral que ha llevado al grupo por las rutas del shoegazing, del indie y del
pop a secas; recalando (¿finalmente?) en remanso equidistante desde el cual
alimentarse por igual de esas fuentes.
Dada su índole recopilatoria, no es menester subrayar
ningún concepto detrás, aunque sí cierta homogeneidad -e incluso guiños varios quién
sabe cuán intencionales. Abre el extended “The Runaway”, 45 rpm virtual lanzado
el último 28 de abril, en sociedad con Phoebe Condos (Mar De Copas). Sin ñisca
de distorsión, la ascendencia de “The Runaway” es esencialmente pop, con
evidentes vasos comunicantes hacia su igual de los 80s -y hasta remanentes de
éste que ganaron la madurez en el curso de los primeros años de la década
subsiguiente (léase The Ocean Blue). De relegada presencia en “The Runaway”,
los delays y reverbs son más frecuentes en “Rainfoxes”, al alimón con la
estonia Possimiste, residente en Islandia y cultora de eminente pedigrí etéreo:
la melancolía pop del baggy inunda el single, lo mismo que la delicadeza del
indie más diáfano facturado en este siglo.
De ”Suburbios Raros” y el concurso de la
italo-chilena Sabina Odone (ex Supernova), ya he hablado anteriormente, por lo
que te remito a la reseña correspondiente -sólo añadir que va muy en la línea
de “Rainfoxes”. Sin mediar indicación alguna, “If I Let Go” se abre paso en el
extended como la lectura definitiva del demo liberado en abril del ‘17: basta comparar
ambas versiones para darse cuenta de ello. “If I...” muestra mucha más elasticidad
que sus pares en cuanto al tempo, y una mayor decisión de aprovechar el pantone
del dream pop, como lo compruebas al saborear su agridulce sabor (algo así como
el lado “sad” de Swallow enyuntado a la reciedumbre de Chapterhouse). Rubrican
el surco las magníficas vocales de Romina Roggero -quien siempre me ha parecido
una tremendísima cantante, desde los días en que la manyé en Dispositivo Sueños.
Finaliza el EP una remezcla de “Almost
Everything” a cargo de Juan Esquivel a.k.a.Nolag, quien ya ha hecho lo
propio con varias creaciones del ahora dúo fundado por Luis Alberto Rodríguez y
Enrique Medina. En realidad nunca presentada su toma final, ya habíamos
escuchado un ‘Alternate Mix’ del track interpretado por Aracelli Fernández. Nolag
le da cierto realce a este despliegue shoegazing de énfasis pop y dotado de una
ágil percusión digital. Todo muy bien. Sólo que aguardamos hace rato un largo
verdaderamente nuevo -como se suele decir, “con todas las de la ley”- de The
Spiracles. La espera ya se está tornando plomífera.
Originalmente planificado para marzo del ‘24,
Miguel Ángel Burga adelantó el tercer tomo de su saga ‘Geografías
Geométricas’ para el penúltimo día del ‘23. Aunque las razones de este
apremio no han sido explicitadas, éstas saltan a la vista: bajar el telón de
aquello que desde un inicio se concibió como trilogía, y hacerlo en el curso de
un año. Honra así el experimentado músico la palabra empeñada a la alemana Midira Records, que dispone todas las partes del tríptico en modo free download.
Con el apu Huarán (2925 m.s.n.m.) dominando la
portada, Geografías Geométricas Vol. 3 comporta una pequeña pero
importante mutación respecto de sus dos predecesores. Como antes, la guitarra
conserva la hegemonía en el taller de artesanías ambient desde el que Burga ha labrado
y montado estos subterfugios aurales de bifrontismo plutónico-sideral. En tal
sentido, las leguas de travesía adornadas de ingrávidos motivos geogónicos no
sugieren ninguna metamorfosis que encumbre a ”Transmutación Del Sol”, “Eterno” o
“Transmutación Al Sol” por encima de sus ascendientes.
No obstante, las tres paradas del CD han sido
socavadas por imperturbables programaciones de variopinto tempo, al punto de
hacer surgir en todo el vastísimo repertorio de Miguel Ángel las primeras
composiciones con las que se podría uno/a arriesgar a mover un poco el cuerpo -opinión
que el propio limeño aventura. Dicha modificación practicada, se verá más
adelante, complota para redefinir más o menos drásticamente el imaginario
invocado por ...Vol. 3.
En “Transmutación Del Sol”, por ejemplo, las
secuenciaciones irrumpen en estado embrionario antes de los dos minutos. Para
los cuatro, ya han germinado y desarrollado, nimbando al round de sabor a vieja
electrónica bruscamente actualizada. Ello, a pesar de cada tanto contener dichas
síncopas estructuradas la respiración algunos segundos. En “Transmutación Al
Sol”, por contraste, un ritmo más sosegado y constante puede reclamarle a la
memoria los días inmediatamente posteriores al nacimiento de la IDM; cuando
ésta apenas si daba sus titubeantes primeros pasos.
“Eterno”, en tanto, reconduce los tempos de
su percusión sintética hacia las revoluciones de “Transmutación Del Sol”.
Conforme el latido se afianza, se siente un cierto acercamiento al techno. Acaso
por su “brevedad” -siete minutos, contra los 17 y 21 de sus antecesores-, aquí se
constata cuán decisivo es el empleo de programaciones maquinales para trastocar
por completo el semblante de pistas que no difieren mucho de las propuestas en
los anteriores volúmenes, cómo alcanza éste a modificar la percepción e incluso
alterar las imágenes que la mente hace comparecer a su estímulo. Conceptos de
astrofísica como “filamento cuántico” y el teórico de “cuerda planetaria”
reemplazan a las impresiones sísmicas y orográficas de ...Vol 2 y ...Vol
1; renovando aires, vapores y humores en la entrega final de la tríada geográfico-geométrica
de Burga.
Costumbre instaurada hace algunos años,
Alfonso Noriega edita nuevo EP nada más trasponer la veintena de diciembre, a
72 horas de la Nochebuena. No es, por ende, una sorpresa que El Otro Infinito diga
presente a poco de cerrarse el almanaque; pero sí que lo haya hecho con un
trabajo que le mereció ser admitido en más de un recuento anual, a pesar de saltar
al gramado en los que vendrían a considerarse “los minutos de descuento”. Máxime
si ha rankeado en listas generales, por encima de su condición de extended.
Los cuatro canales de Siempre Hay Aves
EP renuevan el rostro de un unipersonal que trashuma los caminos de la
electrónica cosecha 90s más próximos a la pura expresión estética. Suelen ser
éstos muy abstractos y tender hacia fisionomías impertérritas, por lo que cortes
como “Cuando No Estás”, “Abril” y “13D10” pueden saludarse como inyección de
vitalidad que dota a EOI de unas emotividad y calidez prácticamente inéditas en
su background.
Empieza el viaje “Abril”, cuya aguja imantada
apunta como siempre hacia territorios post IDM. A despecho de un primer minuto sin
mayores variantes, en adelante esa electrónica un tanto parca se enciende hasta
iluminar el firmamento merced a su ultrasensitiva melodía llena de sentimiento
y emoción. Esto, sin abordar discursos digitales igual de conmovedores como la
indietrónica. Pistoletazo de salida semejante posee “Cuando No Estás” en lo que
atañe a coloración, aunque el insólito ingreso de una guitarra acústica y la pulcra
voz de Andrea Halley -quien ya ha colaborado antes con el surcano en su EP del ‘22,
No Nos Rendimos- rompe el hechizo y catapulta a Noriega ahora sí por derroteros
afines al género de Lali Puna y de Dntel, sobre una controlada secuencia de
potentes beats.
Inicia la declinación del extended “13D10” y
su minimal despegue de visos intencionalmente rudimentarios. Esa disparidad
produce un agradable efecto vintage, sin abandonar el filo cálido y apacible que
Alfonso ha impreso sobre el EP. Después de un rato, “13D10” se ve engullido por
lo que parecen cientos de overdubs practicados desde los teclados y la consola
de programaciones. En lindes paralelos discurre “Volver A Cero” en cuanto a la
rusticidad, esta vez de la secuencia rítmica. Su ornamentación brilla, así y
todo, al pasar el ritmo a segundos planos ante la preeminencia de la guitarra
de palo, con esa flama de encendidos efluvios violáceos que expele todo el esférico.
Excelente extended que sumar a la discografía
asaz fecunda de El Otro Infinito, que recién en este ‘24 cumplirá su primera década de existencia artístico-resiliente. Un corto que ha contado con colaboradores
de lujo -empezando por Nolag en masterización, pasando por Rolando Apolo en el
arte de portada y la ya mencionada Andrea Halley, y terminando por el gran Mario
Silvania, artífice de la prodigiosa realidad virtual que erige en torno Siempre
Hay Aves EP (el productor, en cristiano). Difunde Chip Musik.