jueves, 28 de noviembre de 2019

Miyagi Pitcher: Abraxas // Ancestro: Ancestro // Marfilia: Destellos EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de noviembre del 2019.)

Azarosa, como mínimo, la ruta que viene trashumando Miyagi Pitcher. De todos los que sostiene Alexander Fabián, éste fue el alias escogido en un principio para dar luz verde a los devaneos vaporwave del oroíno, con encomiables resultados. Es a partir del Nymph EP (mayo del 2017) que los cambios introducidos desdibujan esa primigenia identificación, proceso acentuado todavía más en Okuraseru (noviembre del mismo año). Opino que, pese a estar lo ofrecido en estos títulos fuera de discusión, el músico debería haber persistido en la senda elegida al inicio. Total, para no hacer vaporwave -estilo sedimentado a nivel underground aún considerando sólo la escena independiente-, Fabián tiene otros proyectos individuales (Okuraseru y Nymph EP podrían haber salido tranquilamente acreditados a Ozono).

Aunque en junio del 2018 las nuevas composiciones de MP cedidas a la compilación Lego 11: Vaporwave Perú prometían una vuelta a los orígenes, el regreso sólo ha sido parcial, pero regreso al fin y al cabo. El novísimo Abraxas llama la atención desde sus singularidades mismas: es el primer esfuerzo del acto con temas sin entrelazar, y también el primero que no ha sido puesto para descarga gratuita en su totalidad, ya que un 25% del repertorio -tres pistas- sólo está disponible en formato físico. Es, finalmente, la primera referencia Pitcher que equilibra muchas variables sonoras; a diferencia de anteriores jornadas en que se exploraba el vaporwave u otros detritos -difícilmente, más de uno en simultáneo y en igualdad de rango.

El nombre del plástico, pues, ha sido bien escogido. “Abraxas” era el vocablo tallado en piedras que ciertas antiguas sectas gnósticas esgrimían como talismanes de una deidad bondadosa y perversa. A dicho ser se lo representaba con una balanza nivelada por sendas cabezas de águila. A lo largo de este Abraxas, Alexander ha balanceado una hibridación a la que contribuyen el harsh noise, el bliss pop, el shoegazing, la electrónica IDM en pequeñas gotas y por supuesto el vaporwave. Dicha ecuanimidad no se roba el protagonismo, ya que hay números en los que levemente predomina uno de estos ingredientes, como en “Bettie Davis Eyes” (vaporwave) o en “Nazco Desde Arriba” y “Dakini” (bliss pop). Pero sí es el origen de un lecho homogéneo que el perpetuo fluir de notas y frecuencias usa para exaltar tal o cual faceta, con la misma rapidez con que le eclipsa.

Subrayo en primera instancia aquellas piezas consecuencia de extrañas mutaciones: “Chos Sku” (deviene casi en angelical explosión de ruido blanco), “Piscis” (¿bliss digital?), la suite epónima (urgente pulso binario). En segunda instancia, aquellas insufladas del género-pastiche por antonomasia de lo que va del siglo: “La Luz Del Sol Siempre Llega Demasiado Pronto” (gestada sobre líneas de la letra de “Nothing Natural”, de Lush), “El Fuego De La Musa” (erigida en torno a un sampleo de “Just Because I Love You”, de BC Camplight), “Bettie Davis...” (el homónimo hit de Kim Carnes) y la insólita vaporcumbiagaze de “Mom”.


Coincidencias como ésta son las que te exhortan a reflexionar en si será verdad aquello de la energía astral/espiritual/de-cualquier-otro-tipo que la Música es capaz de captar. Hace tres años, El Jefazo y Ancestro debutaban emplazando expectantemente y de golpe a la escena peruana stoner en el panorama latinoamericano. Hoy, la coyuntura es casi la misma: la única divergencia radica en que El Jefazo ha publicado su segundo opus, mientras que Ancestro va por el tercero.

Marcando distancias con el sino de su par limeño, el power trio trujillano ha experimentado nuevas modificaciones: Diego Cartulín ha pasado de las seis cuerdas a la batería, posición esta última que dejó libre Víctor García (reemplazo a su vez de Rodrigo Rodríguez). Ahora la eléctrica está en manos de Jorge Quevedo, bisoño integrante del terceto, mientras que el bajo sigue siendo cosa de Boris Baltodano. Repite en los teclados Cartulín, cuya flamante discográfica -Man In The Box Records (¿Layne Staley, presente?)- puso sus estudios a disposición para darle forma a este epónimo episodio.

¿Cuán relevantes han sido las rotaciones en los puestos? Yo diría que se asemejan más a lo que en el fútbol suele catalogarse como “cambio técnico”. La performance de Quevedo no desentona con lo que ha mostrado su antecesor en los dos primeros registros de la banda: hay una fijación hipnótica con el riff, que ahora se ha vuelto notablemente más metálico y pesado. En cuanto a las baquetas, el timing permanece perfecto: distendidas y espaciosas cuando lo amerita el surco, estruendosas y trepidantes cuando éste se pone intratable.

Más allá del rollo conceptual -entre rúnico, pagano, celtíbero y/o chamánico (ver arte interno del CD en BandCamp)-, Ancestro arranca emulando los ‘blueprints’ de El Gran Altar (2017). El fragoroso y fugaz crescendo de los teclados en “I” es el prólogo que los norteños redactan para invitarte a degustar un álbum tan memorable como lo fueran sus predecesores. “II”, sin embargo, no es “Mareación”: medio tempo donde el oleaje hechicero de atmósferas post metal es rasgado cada tanto, cuando la eléctrica restalla firme y suavemente. Por su parte, “III” invierte las proporciones del track anterior: la crecida de stoner y metal se desparrama en breves interludios de reposo, concedidos por la furiosa y crispante guitarra de Quevedo, que es quien lleva ahora la batuta -careciendo de solos, ulula muchas veces en el desenlace.

Constantes en su discografía, las lúgubres ambientaciones de Ancestro se aprecian reptantes y maléficas en todo su aciago esplendor gracias a “IV”, a pesar de ser un número contenido, acechante. Con ligero aumento en el sístole percusivo, éstas repiten el plato en “V” hasta que irrumpen unos teclados en genial modo “On The Run” de Pink Floyd (fase The Dark Side Of The Moon, 1973), que despeñan al instrumental hacia una zarabanda de sórdida lascivia. Cerrando el menú, “VI” ocupa en la práctica casi la tercera parte de Ancestro. Como corresponde a sus dimensiones, es el canal que sintetiza todas las virtudes de disco y trinomio. Su construcción es admirable, no pocas veces virtuosa, llena de arbotantes que modulan la iracundia y de contrafuertes con que direccionar la enceguecedora hebefrenia innata a las tradiciones sónicas de las que se alimenta -el prog más lúcido, la psicodelia, las ordalías glorificadas por el heavy metal, el doom...

Crédito intacto el de Ancestro. Muchísimo más valorados en el exterior que en el propio terruño, lo mismo que los de El Jefazo, sus largos hasta ahora mantienen la promesa de todavía mejores tiempos por venir. La edición física, que incluirá dos pistas adicionales, correrá por cuenta del sello usamericano Forbidden Place Records. Fecha aún por confirmar.


Unas pocas palabras dedicadas a Marfilia.


A raíz del fichaje por Catenaria Discos, el combo de Sofía Araya relanza el artefacto que en su momento distribuyese UnderPop y que le revelase como uno de los gratos hallazgos del 2017. La totalidad del Luces De Neón Y Otras Oscuridades EP ha pasado por la remasterización de rigor, y para la ocasión se ha añadido una nueva canción, que bautiza esta versión reconfigurada del extended de estreno. Personalmente no soy hincha de este tipo de jugadas: pienso que el track list de una obra ya publicada no debería estar sujeto a modificación, pero el grupo o artista es libre de obrar según propio parecer.

Poco que decir, entonces, sobre este EP. En esencia, se trata de hablar de “Destellos”: jubiloso pop de espíritu taciturno, cuando no acicateado por la desazón, cuyo lustroso sonido remite al The Ocean Blue de los 90s; década que ya había revisitado profusamente el conjunto en su previa incursión.

Dos cosas me quedan claras:

1) Araya debe seguir creciendo. La expresividad de su voz goza de energía y aptitud a las que no le vislumbro límites. Ídem su pluma, lúcidamente atribulada de saudade.
2) Si hubiera algo de justicia para con el talento artístico en nuestra sociedad, Marfilia hace tiempo debería estar sonando en todas las radios que dicen ser “rock & pop”.

Lo mismo vale para el resto del repertorio del extended, al que ya me referí en una oportunidad anterior.

Por cierto, la formación se ha convertido en quinteto. Del line up que grabó Luces De Neón... EP -Araya, Dennis Chang, Marvin Gálvez y Jazhiel Benítes-, la única baja es la de Gálvez. Marfilia ahora son Araya (voz y bajo), Benítes (batería), Chang (guitarra), Omar Oré (teclados) y Rubén Valencia (guitarra).


Hákim de Merv

jueves, 21 de noviembre de 2019

Fantasna: Sentimientos Encontrados EP // Felics: Bosque Sagrado // Rafael Cheuquelaf: Choike EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de noviembre del 2019.)

#AguanteChile

A veces pienso que la movida electrónica chilena de unipersonales post house anda tan fragmentada, y ello en más de un sentido, que mapearla se ha convertido en tarea apremiante. No recuerdo cómo, en cierta ocasión me topé con Baltazar Solar (a) Alpha Stronggah, quien comenzara pergeñando hip house y terminó sumergido en la electrónica a tres bandas -house, dub y ambient. Nuestroh EP (2014) fue debut y despedida conmigo, puesto que desapareció del sonar abruptamente.

Lo mismo no ha sucedido con Sebastián Mella, que tiene muchos años ya utilizando el nom de guerre de Fantasna. El mapocho, empero, adolece de los demás hándicaps inherentes al mismo cajón de sastre: prolificidad que se torna sofocante, dispersión de referencias discográficas, sequía de esféricos que sobrepasen los dos tercios de hora... A Fantasna lo sigo desde que le descubrí gracias a Del Cuore, su extended del 2014. Lamentablemente, ha sido muy difícil tanto seguirle el paso como ubicar sus anteriores producciones para ponerme al día. Máxime si Fantasna ha vertebrado toda su carrera esencialmente sobre lanzamientos de escaso minutaje -creo que su primer larga duración recién es Cuéntame (2017).

Lo que suma en favor del santiaguino es la exquisita filigrana que acude a su llamado en composiciones habitadas por robustos bombos y samples de potencial efecto mesmerizante, característica que le ha valido participar en Lollapalooza Chile 2019, así como girar por Asia y Europa en el 2018. Sentimientos Encontrados EP es otra demostración de ese talento: ambient house dulce y rítmico, diseñado para el consumo casero e individual, pero también funcional si se presenta la oportunidad de reproducirlo en locaciones asaz diferentes. Sinuoso -cuando no voluptuoso- pulso electrónico, de vertiginoso como ilusorio desdoblamiento, para sincronizar con el techno del valpeño VNZO (chequear su impresionante Santiago Estado Mental, 2018) y el electro-pop de su compatriota radicada en París Alex June. Magia del Sonido sin fecha de expiración.


Abril vio debutar en soledad al chileno Félix Encina, músico que ha cosechado laudatorios varios por su labor como productor y sonidista, y que se hiciera particularmente célebre a raíz de su chamba en el tercer esfuerzo del grupo de rock alternativo Planeta Mente (El Volar Del Aprendiz, 2017). Oculto tras el rótulo de Felics, Encina ha dado pie en bola a un disco de ensoñador y pedestre indie pop, que se las arregla para navegar entre climas de lo fi sobre la cubierta de una yola de remaches synth pop -en la travesía, Camilo Oyarzún de PM devuelve el favor.

Bosque Sagrado se grabó en una multipistas de ocho canales rescatada de los 80s. Trabajarle empleando este aparato vintage no sólo ha obsequiado a Felics sonidos y texturas templados y acogedores con que esbozar plácidas melodías naif, sino que además las avecina a las costas del vaporwave sin hacerlas atracar en sus puertos. Esto se expresa patente en “Al Menos Hoy” y en el icónico “Miau”, números que evidencian un incremento en el uso de la poética synth. Ésta, por lo general, suele mantener perfil bajo; permitiendo que sea el indie el que se luzca: “Yuvia” (exaltada por los vientos de Camilo Campos), “La Inquisidora Normalidad”, “Decir - Pensar” o “El Lobo Feroz”.

La cavilante serenidad de la narrativa encarnada en Bosque Sagrado levita merced a una suerte de ambientación lisérgica muy tenue, acaso el resultado del proceso de experimentación y aprendizaje que el propio Félix ha subrayado en entrevistas. Esta suerte de transformación que atravesase Encina le ha conferido un ionizado fulgor a cada instrumento, pero es en el sintetizador donde más puede apreciarse ese cromatismo evanescente, ese flujo sinestésico de tonalidades. La pértiga gracias a la que el álbum salta la valla para coronarse como el más primoroso aparecido bajo cielos chilenos en este 2019.

BS cierra con “La Víctima” y “3 5 4”, piezas donde el filón electrónico de Felics emerge en todo su esplendor, sin avasallar a los demás componentes de su retórica.


Desde la ‘terra australis’ magallánica llegaron nuevas sobre la liberación de material solista de Rafael Cheuquelaf (en la foto, al lado de su retoño), músico y 50% de Lluvia Ácida. Los cuatro temas que conforman Choike EP pertenecían a un repertorio más amplio fechado hace unos seis años, cuando el puntarenense consideraba debutar en largo por cuenta propia. El nombre del extended proviene de la lengua aónikenk, que hablase el pueblo homónimo tehuelche de nómades cazadores y recolectores que más al sur habitase Mesoamérica durante miles de años. Curiosamente, la palabra guarda cierto parecido con el vocablo mapuche “cheuque”: morfológico y quizá fonético, pero más que nada semántico -“ñandú”, en ambos idiomas.

Es justo con “Penon Choike”, es decir “la pata del ñandú” (la famosa “Cruz del Sur” entre lobos de mar occidentales), que se abre este breve y muy agradable registro. El track se desarrolla a partir de una acústica sosegada y melancólica en su iteración, debajo de cuya delicada capa bullen lúdicamente sonoridades sintéticas. El pastoralismo de “Penon...” contrasta con el hálito casi abstract techno de “Luces En La Carretera”, gobernado por un beat 8/8 (¿o es 16/16?), que pese a ello no cambia las diapositivas de fondo. Con ellas me refiero a la línea de cotidianeidad naturalista que Cheuquelaf documenta en Choike EP, en cierto sentido derivada de sus andanzas al lado de Héctor Aguilar y que en “Orilla” cuaja de modo menos estilizado o artificioso -punto medio equidistante entre las precedentes pistas.

Dejo para el párrafo final “Hija”, corte que samplea la voz de la unigénita heredera del músico, Antonia Rayén. Inicialmente, el sampleado la codifica en una secuencia que de a pocos va tornándose surrealista, como describiendo aquello que sienten ojos pioneros ante las íngrimas inmensidades que la Tierra oculta de continuo al Hombre -y que debieran lucir encantadas o hechizadas, a la manera de un Algernon Blackwood. Hacia el anochecer del surco reaparece la guitarra, ahora enchufada y enroscada al sintetizador, lo mismo que la pequeña Antonia. Un EP con que siempre recordar esa máxima de Ciro Alegría escrita hace 84 años, que sólo entienden cabalmente aquellas personas que viven en lugares como el Estrecho de Magallanes o el Valle del Marañón: “Aquí, la Naturaleza es el Destino”.

Alejandro Muñoz Linford y Rafael comparten créditos por las fotografías.


Hákim de Merv

jueves, 7 de noviembre de 2019

Galactic Seed: Nazca // El Jefazo: Simbiosis // Dom Dimadoom: Dom Dimadoom

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de octubre del 2019.)

Salvo aquellas empapadas en estulticia, que nunca faltan, no muchas personas dudan del crecimiento sostenido que atraviesa nuestra escena independiente desde hace un lustro. Con mayor razón en este 2019, que prácticamente hasta el final está deparando lanzamientos y retornos a granel, al punto de reclamar con justicia el título de nuevo 2014.

Prestando atención a otras perspectivas, sin embargo, no han dejado de ser doce meses duros. Si bien la movida no ha sufrido tragedias, algunos de sus personajes han padecido luctuosos dramas personales. Es el caso de Josué Vásquez, animador principal del movimiento UnderPop y uno de los músicos más carismáticos del circuito, quien ha perdido a su padre semanas atrás. Situación similar atravesó Óscar Cirineo, músico conocido como Galactic Seed, cuyo progenitor falleció en junio. El oroíno no dejó pasar mucho tiempo, empero, para publicar nuevo álbum.

Que no es exactamente lo mismo que nuevo material. Nazca consta de nueve composiciones inéditas, las cuales permanecían sin pulir en los discos duros de Cirineo. Aunque no se ha especificado si éstas cubren un periodo de tiempo definido, bien puede arriesgarse la cifra de dos años: quizá desde la primera parte del 2019 en reversa hasta 2017 como máximo -dato este último que sí confirma el autor en las notas de su BandCamp.

Poco puede afirmarse sobre el proceso afrontado por el buen Óscar para terminar, empaquetar y publicar estas pistas bajo el presente título. Vertebrado por bleeps acrimoniosos y beats de techno diluido, Nazca resuelve gran parte de las dudas estilísticas que había regado su predecesor, Sonidos Del Sol (como dije en su momento, mal paso tampoco era). El juninense ha tenido a bien repescar carcasas geométricas construidas sobre aquellos continentes emergidos gracias a la electrónica posterior al auge rave, sobre todo el IDM y el ambient-techno. Consciente o no, esta decisión implica un regreso al modus operandi que cultivase entre Tecnología Desconocida (2012) y el Trascendental EP (2015, última de sus producciones para Chip Musik y con el nombre de Semilla Galáctica).

Con todo, el giro de 180° no ha significado sólo volver. “Poco puede afirmarse sobre el proceso afrontado por el buen Óscar...”, escribí en el párrafo anterior. Al escuchar Nazca, no puedo evitar pensar en la portada del -esperamos los fans que ahora sí- último disco de Pink Floyd (The Endless River, 2014). Galactic Seed conjura efluvios estelares en este trip más allá de las estrellas y del Tiempo, a la par de recuerdos ancestrales. Similares a las del filón apolíneo de cualquier cosmovisión andina, las imágenes evocadas también indican la búsqueda de un fin en el origen y viceversa. Es allí donde puede entreverse la doble funcionalidad de Nazca: actividad o ejercicio con que disipar el dolor por la pérdida de un ser querido, y catarsis estética con que hacer frente al duelo. Cuando te ha tocado pasar por una experiencia semejante, lo menos que te interesa es calificar...


El Jefazo retorna con un esférico de aura tan perniciosa como la que blandía su debut hace tres años.

Sin modificaciones en el line up (Renán Monzón en batería, Carlos French en bajo, Bruno Sánchez en guitarra), el power trio limeño se ha transformado en un Pulso Gravitacional devastador, capaz de dar cuenta de todo lo que le salga al paso/se le ponga enfrente. La veteranía ganada ha afilado las salientes doom y stoner de su sonido sludge, descargando en poco más de media hora siete cachiporrazos atestados de riffs de atronadora contundencia, de ejemplares blast beats que deben ser la envidia para cualquier banda menor del ¿género?, de la gravidez sangrante de un bajo que parece haber estado acondicionado en Júpiter...

Todo arropado tras un volumen que, en vivo, debe ser potencialmente dañino. Por eso prefiero no asistir a un directo del terceto, aunque me lo piense para constatar qué tanta producción puede rastrearse en sus trabajos. Este Simbiosis tiene todos los visos de haber prescindido de ella, lo cual habla de una terna que se acomoda muchísimo mejor sobre la tarima de un evento que entre las cuatro paredes de un estudio. En todo caso, la falta de mayor producción no hace mella en el impacto de la mortífera compactadora en que se ha convertido El Jefazo.

Ésta incluso se traga el menor intento de conducirla por parte de cualquiera de sus integrantes -o de los tres a la vez. Si las opresivas revoluciones de “Serpiente” dan la impresión de ir a media máquina, a partir de “El Hedonista” la adrenalina se apodera del trinomio, empujándole hasta niveles de monstruosos riffs ensordecedores. La iracundia no cede en “Pulsión De Muerte”, si bien se matiza en “El Daño Está Hecho”, que se convierte en el punto de inflexión del plástico. Tras él, sólo queda una seguidilla de paradas -“Uranai Baba!”, “Poltergeist”, “Drone Gato”- que adoptan cada una las múltiples formas y estados de ánimo posibles contemplados en el espectro del sludge, alternada e indistintamente.

Asfixiantes ráfagas de materia oscura, pasajes subterráneos de maligna texturización nebulosa, ambientes abisales que te aovillan hasta combustionar o lograr que cruja todo tu armazón óseo -lo primero que suceda... Lo de Simbiosis es una (otra) rotunda piedra de toque con que adornar el mosaico del stoner de sabor nacional y encarar la agobiante oligofrenia diaria causada por la neurótica vida urbanita en el Perú. A Candlemass y a Josh Homme les han de brillar los ojos cuando le escuchen.


Heredero de ese thrash que viniese al mundo durante los agonizantes 70s, el fastcore o speed punk ya ha cosechado sus primeros adeptos entre los millennials incas. A pesar de no conocerles y de la exánime información disponible en Internet, se me ocurre que la gente de Dom Dimadoom pertenece a esa categoría generacional debido a su alias, creativa deformación del nombre que en Latinoamérica -Don Dimadon- recibe el insoportable multimillonario ¿texano? de Los Padrinos Mágicos (The Fairly OddParents, dibujo animado emitido en el 2001 y que alcanzó diez temporadas).

El epónimo estreno -vía Entes Anómikos- ha sido grabado entre octubre del 2018 y enero del 2019, y publicado a fines del pasado marzo. Créditos de BandCamp hablan de mezcla y masterización, pero la estruendosa bulla que ahoga los canales de audio, la velocidad casi inhumana que asesina al conjunto y la brevedad del vinilo -ocho temas en menos de diez minutos, un metrónomo debe estar marcándoles como mínimo 250 bpms- dan pie para cuestionar tamañas afirmaciones.

Las consecuencias de un sonido tan infame como el de DD se materializan en puro terrorismo del Ruido, mismo que depara infiernos maravillosos a quienes aún hoy niegan las evidentes virtudes de cualquier forma de “música” que no haya salido del conservatorio -la mayoría de ellos tiene una estaca clavada en el culo, que con mucho gusto estos chicos empujarán hasta que salga por delante arrancando cuanta entraña encuentre en el camino, cual alien irracional. Las borrascas ferrosas de fecunda y proterva ira con que Dom Dimadoom azota refrescantes guiños a la cultura pop, tales como el nombre del cuarteto, el falso cover de “Come Out And Play” de The Offspring (“Rptr”), el guiño de las cuatro cuerdas a “Hot Stuff” de Donna Summer (“Producto2”), o el uso de la voz original de Homero Simpson para nuestra región (“Pesménos”); constituyen signo inequívoco de que no es precisamente perspicacia lo que le falta a chibolos y chibolas de hoy, a quienes a veces pulpineamos tan fácilmente. Se agradece el baño de vitalidad, Rodrigo (bajo y voz), Mijel (guitarra y voz), Álvaro (batería) y Eros (guitarra y voz).


Hákim de Merv