jueves, 28 de junio de 2018

The Slow Voyage: Time Lapse // Tormenta: Primera Parte EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de junio del 2018.)

Mediante la difusión que desde su página en Facebook le han dispensado a grupo y disco los tremendos Vago Sagrado, ilustres compañeros de ruta, me entero de la existencia de The Slow Voyage y su primogénito Time Lapse (eyectado en octubre pasado).

TSV se forma en Los Ángeles, ciudad de la región del Biobío, 510 kilómetros al suroeste de Santiago De Chile; en algún momento entre el 2012 y el 2013. Parece que al principio eran sólo Freddy Lepe y Rodrigo Salamanca, ambos guitarristas y vocalistas. A poco de constituirse la banda, se completa su formación -inalterable hasta hoy- con los ingresos de Camila Muñoz (bajo) y Mauricio Pinilla (batería). Para el 2014, el cuarteto ya tiene un puñado de temas urdidos a partir de improvisaciones varias y empieza a foguearse por pubs y eventos de su localidad. En la biografía del combo se consigna un Live Sessions 2015 (mismo año) como primer paso, pero, por lo que indican el título y su inherente condición amateur; esa distinción corresponde en regla a Time Lapse.

Grabado en el Estudio Lautaro (SdCh), con el concurso de Pablo Giadach durante todo el proceso de registro, el álbum se compone de ocho canales situados en un punto intermedio entre la psicodelia de viejo cuño (fines de los 60s) y el space rock auroral (principios de los 70s). La rodaja no excluye otras tonalidades -bullicioso psychgaze (¡¡¡¡!!!!) en la onda de The Brian Jonestown Massacre, stoner de pellejo endurecido a lo Wolfmother-, pero acaso sea esa notoria predilección por los timbres lisérgicos del período ya especificado lo que cohesiona y da nombre a este primer esfuerzo discográfico.

Abre el esférico “All The Days”, dejando en evidencia que los mapochos se mueven esencialmente en tiempos ralentizados. Aunque los cambios rítmicos que a veces ensayan dentro de un mismo tema están orientados, por lo general, a hacer circular un poco más rápido la sangre; el medio tempo es la constante: “Will You Be Back Tomorrow?” (soberana borrachera de wah-wah incluida), “Take Me Away” (lo más stoner que llegan a sonar los sureños), “Close Your Eyes” (debe ser la que menos ha evolucionado a partir de su concepción jam)... En segunda instancia, brotan números signados por la dicotomía lento-rápido, saltando de un estado a otro según TSV lo disponga. Mientras “Wake Up!” empieza su recorrido con vigor para acceder luego a pasajes de mayor densidad y flema, “Horus” propone el reverso de esa experiencia, alternando además los efectos del wah-wah (para tramos donde manda la pachorra) y del fuzztone (para segmentos donde literalmente se pisa el pedal a fondo).

Por su singularidad, encallan en esta parte del comentario los tracks que, en una hipotética edición vinílica del Time Lapse; cerrarían los lados A y B. Clausura del A: “Más Allá”, la pista más pacienciosa del disco, de una colorida melodiosidad, repleta de cálido sosiego y voces apenas insinuadas, como en un sueño en el que flotas plácidamente, inconsciente en la inconciencia. Telón abajo en B: “Look At Me”, casi cuatro minutos en clave de batacazo garagero que te hacen regresar sin brusquedad -o al menos no mucha- pero firmemente a esta realidad. “Look At Me” se grabó junto a Jack Endino, célebre productor usamericano de grunge -el listón más alto en su trayectoria es el Bleach (1989) de Nirvana- que ya ha chambeado con otras agrupaciones chilenas como Adelaida y The Ganjas.

Time Lapse esconde una sugestiva luminosidad opiácea. Cierto que pocas son las aristas que le ayudan a ser algo más que un bastante cumplidor ejercicio de estilo(s), pero la bipolaridad sonora de The Slow Voyage crea una tensión atractiva, hipnótica. Si, conforme crezca, ésta conducirá a una explosión o a una implosión, sólo podremos saberlo a futuro. El disco, por cierto, se edita en tierras peruanas en este 2018 gracias a Necio Records, escudería que acaba de ficharles. El tiraje, disponible desde fines de mayo pasado, consta de 300 copias.



Geográfica y estilísticamente, las coordenadas por donde se desenvuelve Tormenta son diferentes. Trátase del nuevo proyecto del enorme Cristián Heyne (Shogún), quien deja en suspenso su prolífica faceta de renombrado productor y retoma su carrera de músico, compositor y cantante al lado de Begoña Ortúzar. La artista visual, conocida en los círculos especializados de la capital, se ha encargado de desarrollar el concepto artístico de los videos hasta ahora realizados para el binomio; y no es precisamente una novata en lides sonoras -tengo entendido que el piano estuvo muy presente en su primera formación, además de dar vida con Diego Adrián de Adrianigual al dúo indie pop Los Terrys.

El encuentro con el ex Christianes se produce en el 2014, tras una presentación de Los Terrys en el circuito de Santiago. No tardarían mucho en entenderse en el plano estético-creativo, y ya para el 2015 Ortúzar estrena en vivo la composición “La Tempestad”, cerrando uno de los últimos directos que a la fecha ha dado Shogún (el de Sala Master). Tras dos años trabajando temas propios en la más absoluta reserva, y poco antes del debut de Begoña como solista (Siempre Estoy A Punto De Llorar, 23-25 EP se edita en la recta final del año anterior), Tormenta preludia su vida en activo con Primera Parte EP.

A veces es difícil determinar quién es más capo, si el Heyne productor o si el cantautor multi-instrumentista. Si la firma del primero brilla con fulgurante luz propia en discos de Dënver, Camila Moreno, Supernova, GePe y materialmente decenas de nombres más; el total de la obra de Shogún, el unigénito disco de Christianes y colaboraciones mil respaldan sobremanera al segundo. En el extended de Tormenta, ambos compiten por superarse el uno al otro: 22 minutos de música de tesitura electrónica que se las ingenia para disimular su índole digital. Según el estado de ánimo del/de la oyente, Primera Parte EP puede sonar a pop o a post pop. Cinco viñetas preciosas que capturan la belleza del otoño santiaguino, parcialmente orlado con la persistencia de la lluvia (hacia el final de tracks como “La Tempestad” o “Sed”), el alto Sol palidísimo en su amarillez hasta parecer del todo ajeno al paisaje...


Aparte de poner su voz en cuatro de los cinco cortes del extended, Begoña Ortúzar -cuyos rango y color vocales me recuerdan a la distancia a Lourdes Liss- se encarga de todas las cuerdas del CD. Exceptuando el violín de la extensa “3K De Aquí” (César Gómez), son asunto suyo el omnipresente piano y los cellos ocasionales de “Sed”. También el sintetizador, pero es ése un artefacto cuyas riendas comparte con Cristián, al mando además del bajo, guitarras acústica y eléctrica, batería programada y coros.

A babor y a estribor, la pluma navega por entre esa oscuridad íntima que produce la nostalgia de mejores días, que se alimenta de la melancolía hija de las relaciones truncas. “No Es Un Secreto Que Es Difícil Hacer Canciones Sin Ti/Y No Te Das Cuenta Que Si No Escapé/Fue Mejor Para Ti/Y Entonces, Quiero Que Tú Me Prometas/Que No Volverás Cuando Estés Feliz/Y Que Intentarás Buscar/Dónde Enterrar Mi Corazón”, canta serena pero resignadamente la Ortúzar en “La Tempestad”. Otro ejemplo de la misma sensibilidad lo ofrece “Una Promesa”: “Fue Tan Lindo El Día En Que Nos Vimos/Pero No Volviste Nunca Más/Me Duele Saber Que Algo Nos Falta/Prefiero Creer Que Ya Vendrás/Quiero Una Promesa/Que Me Ayude A Aguantar/A Vivir En Silencio/Creyendo En El Amor Igual”.


La interpretación de Begoña para Primera Parte EP ha sido, pues, fantástica. Sin embargo, si he de elegir una sola canción, opto por la que entona Heyne. Con Jorge Santis de Congelador en las baquetas, “Sed” representa mejor que ninguna otra creación del dueto ese nebuloso letargo avant pop que preside la jornada, y que sugiere que su encarnación sonora ansía desaparecer ante la avasalladora impronta poética de su contraparte lírica. Considero imperativo transcribir la letra completa aquí:

Tengo Sed De Tu Corazón/
Toda La Noche Morí/
De Sed, Por Ti

Si Quisieras Dañarme/
Nunca Lo Harías Tan Bien/
Como Hoy

Y Me Preguntas Si Pienso Bien Lo Que Vamos A Hacer/
Y Te Digo ‘Si Pensara Bien/
No Estaría Aquí’

He Intentado Engañarte/
En Forma De Sueños/
En Medio De Ti

Y Quedarme Adentro/
Rezando Porque Mueras/
Y Quedarme Contigo

Y Me Preguntas Si Pienso Bien Lo Que Vamos A Hacer/
Y Te Digo ‘Si Pensara Bien/
No Estaría Aquí’ ”.

La dupla ya anunció la realización de una Segunda Parte para el presente año, a la par de un nuevo disco solista de Begoña (Begoña Mercedes 2014-2015). Si es tan buena como esta Primera Parte EP, Tormenta no tardará en convertirse en otra perla de la diadema que ya ostenta desde hace años Cristián Heyne.


Hákim de Merv

viernes, 15 de junio de 2018

Dopplereffekt: Celular Automata // Fading Language: Vessels Of Time // Droid Bishop: End Of Aquarius

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de junio del 2018.)

Uno de los hallazgos asociados al 2014 que siempre tendré presente es el de Dopplereffekt. No es que editase nada ese año, sino que recién para esas fechas escuché su Tetrahymena EP (2013), creyéndolo además primera referencia. Nada más equivocado.

Dopplereffekt ve la luz pública en 1995, a través de varios singles que precediesen por años a su primer largo (Linear Accelerator, 2003). Hablan éstos de una historia anterior, en la que Gerald Donald y James Stinson se habían asociado como Drexciya, dúo underground de Detroit techno prácticamente desconocido más allá de los límites de Michigan y perteneciente a las filas del legendario colectivo Underground Resistance. Decidido Donald a probar fortuna en solitario, los 45s aurorales de Dopplereffekt todavía suenan mucho a Drexciya. Tuvo que discurrir casi una década para cumplimentar con Linear... el ascenso a la palestra IDM, pero para entonces ésta ya vivía sus últimos días como música de vanguardia.

Han transcurrido tres lustros desde Linear..., y el nativo de la legendaria Ciudad Motor sólo ha publicado dos álbums completos más, Calabi Yau Space (2007) y el que motiva estas palabras. Serísimo candidato a disco del ejercicio 2017, Cellular Automata puede acomodarse ciertamente en las cubetas IDM/post IDM, aunque tiene peculiaridades que lo muestran bastante diferente de otros compañeros de casilla.

Si convenimos en que el proyecto solista de Donald es IDM, pues hay que añadir que en un sentido fantasmal. CA tiene mucho más de ambient que de sonido Detroit. Auscultado de cerca, o el disco tiene los beats registrados en estratos infrasonoros, o simplemente ha prescindido de ellos -que no del ritmo: éste gana cuerpo gracias a los arreglos de teclados y sintetizadores. Como consecuencia directa, Cellular... imprime una emoción evocadora en sus melodías abstractas. Cortes espaciosos como “Isotropy” o “Mandelbrot Set” permiten aflojar/deshacerse de la tensión urbana que a diario recabamos, y lo hacen sin recurrir a la dureza o a la oscuridad. Todo lo contrario, se integran al decorado del lugar donde su escucha se lleva a cabo, causando un sedante efecto cimático en la percepción del oyente. Fantástico.


Igual de admirable, pero en un plano totalmente distinto, es el debut en 33 rpm de Fading Language. Aunque Anthony LoPrete es natural de New Jersey, parece que se le ha adscrito a la escena ambient de Washington D.C., movida caracterizada por el uso de recursos como el drone y de instrumentos infrecuentes como el piano -pero en entornos de atmósferas apacibles, que rozan una estética chill. El maridaje, al menos en su caso, es devastador.

FL probablemente nace en el 2016. Antes del Vessels Of Time (2018), acredita un EP bautizado 2016-17 (julio del 2017) y el sencillo “Lightwall” (octubre del mismo año). Ninguno de estos títulos tiene lo que Vessels... a mares. Lejos de ser llorona, es una obra crepuscular. Mejor aún, post-crepuscular. Su minimalismo es líquido, al punto de que intermitentemente advertimos el golpeteo de una lluvia sin fin a partir de “Errance For A Flame”. Es éste el estímulo físico-sonoro que hace las veces de necesario cable a tierra para una iluminada sesión de terapia ambient. Bliss cadencioso montado a partir de estructuras ingrávidas, ideal para atardeceres invernales, para noches en las que sienta mejor perderse tras reflexiones existenciales que trasciendan tiempo, espacio y lenguaje.

Vessels Of Time maneja, en distintos niveles, conceptos de fondo sólidamente hermanados. La portada es la imagen de una noche límpida a cielo abierto, en medio de la foresta. En el track list, nombres como “Tomorrow; Never”, “Yesterday; Always”, “Today; Ever”, “Micros” y “Macros”; hablan de la ambigüedad en el alias escogido por LoPrete. ¿Se trata de un lenguaje fundido/difuminado/evanescente que va a materializarse? ¿O que va a desaparecer? ¿Y siempre sí será un lenguaje? ¿No podría ser un color -azul, como se sugería en la película Artificial Intelligence (“El azul es el color de los orga”, se confiaban entre ellos los mecha)-? Una cosa o la otra, VOT resulta igual de elogiable.


Termino este texto con la grata revelación de Droid Bishop, individual australiano instalado en Los Angeles que desde el seudónimo deja en evidencia su integérrima filia ochentera. Bishop es el androide, interpretado por el gran Lance Henriksen, que coprotagonizase Aliens (1986). El paisano de INXS y de The Go-Betweens escondido tras DB es James Bowen Falson. Su hermano Samuel es un cantante muy famoso en tierras del Canguro, bajo la identidad de Sam Sparro.

Droid Bishop inicia operaciones en el 2013 con el single “Galaxy: Unknown”, el Electric Love EP y el mini-álbum The Irrelevance Of Space & Time. A juzgar por lo que le he oído, es decir toda su obra posterior, al buen James le gustaría disponer de una máquina del tiempo con que regresar a los 80s. A confesión de parte, relevo de pruebas: casi la totalidad del arte de sus discos tiene esos colores en neón relumbrante, casi pastel, que poblasen mucha de la arquitectura de la época; desde los moteles baratos hasta los célebres Arcade. Su estética visual remite inmediatamente a los videojuegos y a las presentaciones computarizadas de ese ayer.

En el anterior Lost In Symmetry (2016), que incluía su particular homenaje al best seller de Ernest Cline (2011) cuya adaptación cinematográfica se estrenó en este 2018, Ready Player One; ya se percibía bastante del logro por el que difícilmente olvidaré a Droid Bishop. End Of Aquarius (2017), nuevo mini-álbum y última producción a la fecha, no es sino la confirmación que esperaba: a punta de trabajar en el formato del medio tempo que proveía el muzak ochentero, pero hibridándolo con los sonidos chirriantes, fríos y maquinales del mismo período; el Androide Bishop ha creado un subgénero que redunda en el pastiche sin dejar por ello de ser interesante -el vaporcläsh. Pequeñas maravillas de nostalgia kitsch como “She Don’t” o “Dead Before Dawn” ilustran esta rara y a la vez fascinante concepción, en la que las texturas inmateriales del vaporwave obtienen figura, peso y consistencia; mientras que los saltarines sonidos baratos pero subversivos de la new wave, que el electrocläsh insuflase de nueva vida con la dancelectrónica de los 90s, se muestran menos chillones que en los 80s. Era cuestión de tiempo que a alguien se le ocurriese.


Hákim de Merv

jueves, 7 de junio de 2018

Fobya: El Signo Movimiento // Perros De Presa: Grito Primario EP // Ruidósfera: Ruidósfera

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de mayo del 2018.)

Hace poco más de diez años que no (re)escuchaba un disco de Fobya. A los arequipeños liderados por Abdel De La Cruz los conocí allá por el 2003 gracias a los buenos oficios de Erick Manchego, entonces factótum de Ericman Producciones, sello independiente con sede social en Lima consagrado a la edición física de material de bandas mistianas. No tengo muy presente la primera incursión del cuarteto (Destino, 2000), pero sí la segunda (Sentimental Vacío, 2003) -al punto de que aún conservan mis neuronas imagen sonora fidedigna de muchas de sus canciones: “Ella”, “Lloras Bajo El Agua”, “Saturados”, el necrofílico track homónimo, “Niebla”...

A partir de este punto, perdí la pista de Fobya. Aunque sabía, por noticias que rebotaban de vez en cuando, que seguía en activo y publicando trabajos -Sandey (2010), Secuenciacústica (2006), El Funeral Del Amor (2007)-; no tuve ocasión de oírles. Al hablar del reciente El Signo Movimiento (2017), pues, no cabe ninguna comparación que no remita al Sentimental Vacío. Difícil escollo: la distancia que les separa es de 14 años.

Lo primero que cabría decir es que Fobya sigue siendo un cuarteto, pese a que los integrantes no son los mismos. Si entonces estaban Abdel (voz y segunda guitarra), Raúl Begazo (primera guitarra, integra sendos dúos con Abdel -Orquídea- y Mauricio Miranda -Paisaje 3-), Fernando Berlanga (batería) y Kenyi Garrafa (bajo); hoy el puesto de este último lo ocupa Richard Chuquitaype (Irijua Yin, Lunes). No lo incluye, empero, la formación que grabó El Signo... entre marzo del 2016 y febrero del 2017: los créditos del CD mencionan a Pablo Pantigozo y Ángelo Núñez, hoy aparentemente fuera de la alineación titular.

En los días del Sentimental Vacío, se solía hablar de Fobya como “los Dolores Delirio de Arequipa”. ¿Qué tanto ha quedado en pie de ese parangón, tras cerca de tres quinquenios? En esencia, casi nada. Señalan algunas reseñas en la Red que por lo menos desde Sandey ya se venía gestando una transformación entre los ex Sueño Encadenado. Esta metamorfosis tenía como urgente norte actualizar el sonido oscuro y cumplidor, pero ciertamente derivativo, de Fobya. Escuchando El Signo Movimiento, puede afirmarse que ese objetivo ha sido notoriamente cumplido. No es que hayan encontrado la fórmula de un sonido original, al menos no aún. Ocurre que han abandonado influencias ya venerables por su antigüedad, para abrazar otras nuevas y más vigorosas, muchas de ellas pertenecientes al revival post punk de la década pasada. Interpol es la más evidente. Otras que califican son She Past Away, Beach Fossils, Soviet Soviet, Castlebeat y The Soft Moon.

Por contradictorio que resulte decirlo, el aroma de El Signo... no se halla absolutamente centrado en el antedicho revival. Todas las alusiones consignadas en las últimas líneas del párrafo previo llevan el indie codificado en el ADN. Este empalme genético los emparenta con los limeños de Aura, quienes exhiben en su homónimo primer LP un sonido entre indie y dark. Así, no son los climas de El Signo Movimiento fecundados por la filia darkie, aunque la melancolía reine soberana en muchos de sus temas: el bonus track oficial “Solaris”, “Aquel Lejano Camino A Casa”, el single de adelanto “Déjame Solo” (lanzado en el 2016), “Dejaré De Respirar”... Sintomáticamente, en todas ellas la presencia de la tecnología deja bastante más que migajas.

Para los que escuchamos a Fobya después de tantos años, ayuda horrores la ejecución plasmada por el cuarteto/quinteto durante la grabación. Programaciones synth muy bien secuenciadas, bajo potente y capaz de adaptarse en grado ergonómico a los requerimientos de cada composición, batería calibrada en no-ta-ble accionar, guitarras tristonas pero límpidas... Muchos puntos obtenidos gracias a esta performance, con qué afrontar los nuevos rumbos de la banda.

Punto criticable en el disco físico: éste ha corrido por cuenta de Tesoros Mundanos, probablemente la única publicación impresa de calidad que ha tenido el consumidor de rock local en el Sur -¿y también en el resto?- del país, dirigida por Guido Peláez (histórico miembro de la legendaria Caleta). Un yerro involuntario no detectado a tiempo dejó que el CD se imprimiese con los dos primeros temas, “Andes” y “Paraíso”, ligeramente defectuosos. El insistente droppeo, sorpresivamente, ha pasado piola como si se tratase de un efecto adrede; y así se ha difundido “Andes” en programas especializados de la capital. Lo que se dice prestarle involuntariamente orejas a Brian Eno -“honra tu error como secreta intención”.


Desconozco a la disquera Uku Records. No sé si aún funciona o si es parte del pasado inmediato. Si he sabido de ella, es gracias a Perros De Presa, combo arequipeño cuya existencia quedó testimoniada en un único registro, Grito Primario EP (2015). El esférico no parece haber gozado de buena difusión -lo que es una lástima, pues mereció mejor suerte.

Los cánidos partícipes de esta experiencia fueron Andrés Cano (bajo), Fabricio Febres (batería) y Miguel Málaga (guitarra, voz). A prima facie, la estructura de PDP remite a la figura del “power trio”, y de hecho que algo de eso hay en el extended -desde la funda, es evidente que los muchachones se juntaron bajo este alias con ganas de no dejar cabeza en su lugar.

Grunge/post grunge characato, tirado para el lado más anfetamínico y/o punk del asunto, tempestuoso y enérgico. Fogoso énfasis en los riffs, y la teba pesada como un miligramo de materia oscura. Voz gritante, cargada de furia y de angustia. Las melodías del EP no dejan de ser un tanto repetitivas, y es verdad que tras el fierrazo vehemente de la apertura “Cóseme La Piel”, las revoluciones bajan progresivamente -pero el subidón de adrenalina vuelve con el track no listado “Carne De Cañón”. ¿Cuándo, no obstante, hemos debido de esperar del grunge o de su post catedrales pop?

El paroxismo envolvente de Perros De Presa dio para no mucho más allá del lanzamiento del extended, acaso porque sus integrantes decidieran a la larga tomar rumbos distintos. Tras la disolución entre el 2016 y el 2017, del único que he tenido noticias ha sido Málaga, quien luego militase fugazmente en Los Death Monkeys; y que actualmente está enfocado en su propio proyecto, La Ciudad Negra. Él y su hermano José María (La Terminal, Fiorella 16) son los responsables del festival Espora, que ya va por su sexta edición.


En la Lima de inicios de la década pasada, que apenas comenzaba a dejar los refritos íconos rockistas a un lado, salir a tocar la guitarra con un polo estampado de Sonic Youth era toda una declaración de principios. Recuerdo haber pensado en ello cuando vi a un pata encaramarse al tabladillo de La Noche (Barranco), allá por el 2003, como parte de la primera presentación del achuchadazo acto electrónico mistiano Quilluya. Al año siguiente, me dijeron que un tal Víctor Miranda Ormachea se ofrecía a cubrir la conferencia de prensa de Babasónicos antes de su primera tocada en el país -en Arequipa, no en Lima-, y a ayudarnos a difundir la Freak Out! en la Ciudad Blanca. Como corresponde, quedé sumamente agradecido con él, pese a no conocerlo. Hace apenas algunos días, después de tantísimos años, me entero de que tanto el causa de La Noche como Miranda son la misma persona -además de tenerlo agregado como “Torvic Ruidósfera” en Facebook desde al menos dos años atrás.

Ruidósfera es un grupo formado a inicios de los 90s, en la ciudad cuna de Mariano Melgar y de Pedro Paulet. Al principio, no era Ruidósfera, sino Exilio. Con el tiempo, pasaría a ser The ExitOsos, antes de abrazar la denominación actual. Pero el camino hasta la concreción del primer disco ha sido, además de interminable, muy cambiante. Desde las primordiales condiciones precarias que la agrupación debió encarar, lo de Ruidósfera ha sido un testeo incansable de influencias y géneros. Con todo, hay algo que la mayoría de éstos y ésas tienen en común: el Ruido. Dinosaur Jr., Pixies, The Jesus And Mary Chain, Mercury Rev, Sonic Youth, The Flaming Lips, My Bloody Valentine, Narcosis... Electrónica, un poco de prog rock, metal, su otro poco de jazz, grunge...

En la contratapa de la placa se consigna el año 2013 como fecha de aparición, pero en realidad ésta se produce por fin en el año 2016 -es decir, más de dos décadas después de su nacimiento. 2013 alude al año en que ya se tenía todo listo para producir el CD en físico... excepto el vil metal. Casi todos los canales fueron registrados entre el 2005 y el 2006, independientemente de su fecha de concepción -en palabras de Víctor, hay temas cuya composición data de mediados de los 90s (“Sombras De Libertad”, clásico de los días de Exilio, es de 1997). Como fuere, Ruidósfera es una jornada extensa hasta el límite físico: 9 son los surcos listados, pero son en total 12 pistas, para un tiempo de casi ochenta minutos. La impresión que deja es la de ser un equivalente al debut de El Aire, obvio que en tono menor.

Para que te des una idea de cuán preciso es el símil con el pistoletazo de salida que firmase el ensamble de José Javier Castro, mientras temas como “Amadyz (Nadie Puede Alcanzarme Cuando Pronuncio Tu Nombre)” y “La Redención Del Ángel Imperfecto” son sendos guiños a The Cure, pesarosos números dark cuyas atmósferas se sostiene en esencia gracias a los teclados, canales como “Ocultándonos” y “El Lugar Infestado De Vida” se decantan por el ruido casi en clave metálica -aunque “El Lugar...” oscila hacia el punk tanto como “Ocultándonos” hacia la calma previa a la tormenta.

Y otro tanto podría decirse del resto del menú. “No Quiero” es un bazucazo pogueable de pendenciero proto-metal. “Huascarán” es una sorpresiva versión del pasacalle de Huaraz (Ancash). “Insana Lucidez Crónica” es un ejercicio de templado y lascivo after punk. “Perder” dispara tremenda salva de ascendente noise punk, convirtiéndose en otra invitación al pogo... Tal vez si este primer capítulo hubiese podido orquestarse como un tour de force, con los cortes entrelazados, disponiendo para ello de mayores y mejores recursos a la hora de entrar al estudio; se habría lucido todavía más.

Por cierto, Ruidósfera transita actualmente otras coordenadas, por lo que el disco realmente responde a la necesidad de testimoniar una parte importante de su historia y de la del rock arequipeño -y, en tal sentido, hasta podría tildarse al artefacto como “recopilatorio”. Alimentan esta idea los tres temas no acreditados en el arte de contratapa: “El Poder De La Densidad”, “Fallas De Origen” y una grabación sin título. Esta última es la recitación que Beatriz Torres hace de un poema de su autoría. A la poetisa, muy allegada al grupo, la Muerte la arrebató demasiado pronto; por lo que la grabación adquiere ribetes de tributo. “Fallas De Origen”, por su parte, es un largo pasaje concebido en 1998; majestuoso en su tosquedad.

Finalmente, “El Poder De La Densidad” fecha en 1995, convirtiéndose en la pieza más antigua del debut. Quién sabe también la más arriesgada, puesto que debe ser de los primeros intentos de músicos peruanos con el post rock. En paralelo, sólo el colectivo Crisálida Sónica venía haciendo lo mismo en Lima. Trip improvisacional de más de diez minutos, de colores psicodélicos y texturas surrealista-ruidosas, con la pedalera al tope y en plan recontra heterodoxo -el boceto de paisajes entrevistos más allá de la barrera del Ruido. Emociona comprobar que aquí, ganas de vomitar la papilla informativa-educacional-culturosa del mainstream para crear algo radicalmente distinto jamás han faltado, ni en la capital ni en el interior del país.


CODA: Ruidósfera fue grabado por Miranda (guitarra, voz, teclados), Víctor Fernández Morón (ídem), Beto Morón Fernández (batería, percusión) y Karen Huacasi (bajo). Karen ya no es parte de la banda, y hoy dedica sus fuerzas a un proyecto que he reseñado anteriormente: Yume Station.

Hákim de Merv