Hace poco más de
diez años que no (re)escuchaba un disco de Fobya. A los arequipeños liderados
por Abdel De La Cruz los conocí allá por el 2003 gracias a los buenos oficios
de Erick Manchego, entonces factótum de Ericman Producciones, sello
independiente con sede social en Lima consagrado a la edición física de
material de bandas mistianas. No tengo muy presente la primera incursión del cuarteto
(Destino, 2000), pero sí la segunda (Sentimental Vacío, 2003) -al punto de
que aún conservan mis neuronas imagen sonora fidedigna de muchas de sus
canciones: “Ella”, “Lloras Bajo El Agua”, “Saturados”, el necrofílico track homónimo, “Niebla”...
A partir de este
punto, perdí la pista de Fobya. Aunque sabía, por noticias que rebotaban de vez
en cuando, que seguía en activo y publicando trabajos -Sandey (2010), Secuenciacústica
(2006), El Funeral Del Amor (2007)-; no
tuve ocasión de oírles. Al hablar del reciente El Signo Movimiento (2017), pues, no cabe ninguna comparación que
no remita al Sentimental Vacío.
Difícil escollo: la distancia que les separa es de 14 años.

En los días del Sentimental Vacío, se solía hablar de
Fobya como “los Dolores Delirio de Arequipa”. ¿Qué tanto ha quedado en pie de
ese parangón, tras cerca de tres quinquenios? En esencia, casi nada. Señalan
algunas reseñas en la Red que por lo menos desde Sandey ya se venía gestando una transformación entre los ex Sueño
Encadenado. Esta metamorfosis tenía como urgente norte actualizar el sonido
oscuro y cumplidor, pero ciertamente derivativo, de Fobya. Escuchando El Signo Movimiento, puede afirmarse que
ese objetivo ha sido notoriamente cumplido. No es que hayan encontrado la
fórmula de un sonido original, al menos no aún. Ocurre que han abandonado
influencias ya venerables por su antigüedad, para abrazar otras nuevas y más
vigorosas, muchas de ellas pertenecientes al revival post punk de la década
pasada. Interpol es la más evidente. Otras que califican son She Past Away,
Beach Fossils, Soviet Soviet, Castlebeat y The Soft Moon.
Por contradictorio
que resulte decirlo, el aroma de El Signo...
no se halla absolutamente centrado en el antedicho revival. Todas las alusiones
consignadas en las últimas líneas del párrafo previo llevan el indie codificado
en el ADN. Este empalme genético los emparenta con los limeños de Aura, quienes
exhiben en su homónimo primer LP un sonido entre indie y dark. Así, no son los
climas de El Signo Movimiento
fecundados por la filia darkie, aunque la melancolía reine soberana en muchos
de sus temas: el bonus track oficial “Solaris”, “Aquel Lejano Camino A Casa”,
el single de adelanto “Déjame Solo” (lanzado en el 2016), “Dejaré De
Respirar”... Sintomáticamente, en todas ellas la presencia de la tecnología
deja bastante más que migajas.

Punto criticable en
el disco físico: éste ha corrido por cuenta de Tesoros Mundanos, probablemente la única publicación impresa de
calidad que ha tenido el consumidor de rock local en el Sur -¿y también en el
resto?- del país, dirigida por Guido Peláez (histórico miembro de la legendaria
Caleta). Un yerro involuntario no
detectado a tiempo dejó que el CD se imprimiese con los dos primeros temas,
“Andes” y “Paraíso”, ligeramente defectuosos. El insistente droppeo, sorpresivamente,
ha pasado piola como si se tratase de un efecto adrede; y así se ha difundido
“Andes” en programas especializados de la capital. Lo que se dice prestarle involuntariamente
orejas a Brian Eno -“honra tu error como secreta intención”.

Los cánidos
partícipes de esta experiencia fueron Andrés Cano (bajo), Fabricio Febres
(batería) y Miguel Málaga (guitarra, voz). A prima facie, la estructura de PDP remite
a la figura del “power trio”, y de hecho que algo de eso hay en el extended -desde
la funda, es evidente que los muchachones se juntaron bajo este alias con ganas
de no dejar cabeza en su lugar.

El paroxismo
envolvente de Perros De Presa dio para no mucho más allá del lanzamiento del extended,
acaso porque sus integrantes decidieran a la larga tomar rumbos distintos. Tras
la disolución entre el 2016 y el 2017, del único que he tenido noticias ha sido
Málaga, quien luego militase fugazmente en Los Death Monkeys; y que actualmente
está enfocado en su propio proyecto, La Ciudad Negra. Él y su hermano José
María (La Terminal, Fiorella 16) son los responsables del festival Espora, que
ya va por su sexta edición.
En la Lima de inicios
de la década pasada, que apenas comenzaba a dejar los refritos íconos rockistas
a un lado, salir a tocar la guitarra con un polo estampado de Sonic Youth era
toda una declaración de principios. Recuerdo haber pensado en ello cuando vi a
un pata encaramarse al tabladillo de La Noche (Barranco), allá por el 2003,
como parte de la primera presentación del achuchadazo acto electrónico mistiano
Quilluya. Al año siguiente, me dijeron que un tal Víctor Miranda Ormachea se
ofrecía a cubrir la conferencia de prensa de Babasónicos antes de su primera
tocada en el país -en Arequipa, no en Lima-, y a ayudarnos a difundir la Freak Out! en la Ciudad Blanca. Como
corresponde, quedé sumamente agradecido con él, pese a no conocerlo. Hace
apenas algunos días, después de tantísimos años, me entero de que tanto el
causa de La Noche como Miranda son la misma persona -además de tenerlo agregado
como “Torvic Ruidósfera” en Facebook desde al menos dos años atrás.

En la contratapa de
la placa se consigna el año 2013 como fecha de aparición, pero en realidad ésta
se produce por fin en el año 2016 -es decir, más de dos décadas después de su
nacimiento. 2013 alude al año en que ya se tenía todo listo para producir el CD
en físico... excepto el vil metal. Casi todos los canales fueron registrados entre
el 2005 y el 2006, independientemente de su fecha de concepción -en palabras de
Víctor, hay temas cuya composición data de mediados de los 90s (“Sombras De
Libertad”, clásico de los días de Exilio, es de 1997). Como fuere, Ruidósfera es una jornada extensa hasta
el límite físico: 9 son los surcos listados, pero son en total 12 pistas, para
un tiempo de casi ochenta minutos. La impresión que deja es la de ser un
equivalente al debut de El Aire, obvio que en tono menor.
Para que te des una
idea de cuán preciso es el símil con el pistoletazo de salida que firmase el ensamble de José Javier Castro, mientras temas como “Amadyz (Nadie Puede
Alcanzarme Cuando Pronuncio Tu Nombre)” y “La Redención Del Ángel Imperfecto”
son sendos guiños a The Cure, pesarosos números dark cuyas atmósferas se
sostiene en esencia gracias a los teclados, canales como “Ocultándonos” y “El
Lugar Infestado De Vida” se decantan por el ruido casi en clave metálica
-aunque “El Lugar...” oscila hacia el punk tanto como “Ocultándonos” hacia la
calma previa a la tormenta.

Por cierto,
Ruidósfera transita actualmente otras coordenadas, por lo que el disco
realmente responde a la necesidad de testimoniar una parte importante de su
historia y de la del rock arequipeño -y, en tal sentido, hasta podría tildarse
al artefacto como “recopilatorio”. Alimentan esta idea los tres temas no
acreditados en el arte de contratapa: “El Poder De La Densidad”, “Fallas De
Origen” y una grabación sin título. Esta última es la recitación que Beatriz
Torres hace de un poema de su autoría. A la poetisa, muy allegada al grupo, la
Muerte la arrebató demasiado pronto; por lo que la grabación adquiere ribetes
de tributo. “Fallas De Origen”, por su parte, es un largo pasaje concebido en
1998; majestuoso en su tosquedad.
Finalmente, “El
Poder De La Densidad” fecha en 1995, convirtiéndose en la pieza más antigua del
debut. Quién sabe también la más arriesgada, puesto que debe ser de los
primeros intentos de músicos peruanos con el post rock. En paralelo, sólo el
colectivo Crisálida Sónica venía haciendo lo mismo en Lima. Trip
improvisacional de más de diez minutos, de colores psicodélicos y texturas
surrealista-ruidosas, con la pedalera al tope y en plan recontra heterodoxo -el
boceto de paisajes entrevistos más allá de la barrera del Ruido. Emociona
comprobar que aquí, ganas de vomitar la papilla
informativa-educacional-culturosa del mainstream para crear algo radicalmente
distinto jamás han faltado, ni en la capital ni en el interior del país.
CODA: Ruidósfera fue grabado por Miranda
(guitarra, voz, teclados), Víctor Fernández Morón (ídem), Beto Morón Fernández
(batería, percusión) y Karen Huacasi (bajo). Karen ya no es parte de la banda,
y hoy dedica sus fuerzas a un proyecto que he reseñado anteriormente: Yume Station.
Hákim de Merv
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