jueves, 27 de julio de 2023

Humanotone: A Flourishing Fall In A Grain Of Sand // Cel Gris: El Cielo Sobre Nosotros

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de julio del 2023.)

He quedado algo sacudido por el segundo episodio de Humanotone, unipersonal de Jorge Cisternas, oriundo de Coquimbo que ya había hecho gala de no pocas virtudes en la epónima puesta de largo bajo ese marbete. Aparecida ésta en el ‘17, desde entonces poco fue lo que se supo del alias como tal -porque de Cisternas sí que llegaron noticias, gracias a la otra etiqueta que ha utilizado como nom de guerre: Sunvher y un unigénito esfuerzo del mismo nombre (‘20).

A Flourishing Fall In A Grain Of Sand renueva bríos y aires de cualidades ya exhibidas por Humanotone en la jornada precedente. Pese a ser el propio músico quien ejecuta la mayoría de instrumentos que se dejan escuchar en sus composiciones -guitarras, voces, bajo, batería, teclados, efectos-, el pedigrí y la destreza puestos en juego son tan enormes, que la sensación que transmite el esférico es la de estar frente a una banda completa. Y aunque Humanotone acentúa de continuo el ascendente metal de su música, ésta equilibra espontáneamente la balanza con espléndidas cuotas de psicodelia, de heavy psych, de prog rock y de stoner en modalidad sludge. La diversidad permite al chileno probar dos o más cambios de tiempo en una misma canción, con lo que el CD gana en maleabilidad -alejándose, por ende, de un discurso monocorde.

El coquimbano no se ha conformado con dar pie en bola a una versión corregida y aumentada del debut, empero. Como cuenta él mismo en las notas de BandCamp, si bien las ideas para la nueva entrega nacieron entre el ‘17 y el ‘19, éstas son grabadas recién entre mayo y octubre del ‘21. Mezcla y masterización se concretaron en los dos últimos meses de ese mismo almanaque. En cada fase conducente a la realización de AFFIAGOS pesó mucho lo que el propio Cisternas llegó a plasmar como Sunvher: una sublimación atmosférica del normalmente apabullante black metal nórdico, permeado/traspasado por flashbacks de la efectera que apuntan hacia el shoegazing/por una percusión neblinosa reciclada de lo que hoy se cataloga como post rock.

No es de extrañar, por ende, que A Flourishing Fall In A Grain Of Sand guarde ciertas similitudes con Sunvher. La adopción del formato tour de force (con todas las piezas entrelazadas), la descomunal dimensión de los tracks (sólo “Beyond The Machine” no rebasa la barrera de los ocho minutos), la desconcertante polirritmia, el insólito equilibrio de variables estilísticas únicamente hermanadas gracias a densos riffs fuzzeados... Todo ello hace más complicada la tarea de elegir sólo una de las cotas alcanzadas en el nuevo opus -pensar que apenas si son seis temas. Podría apelar a la gravedad instrumental de “Beyond...”, a la titánica épica de “A Flourishing Fall”, al fabuloso despliegue de la eléctrica en “Ephemeral”, al potente e incansable bramido del bajo en “Scrolls For The Blind” o “Light Antilogies”. Iré (otra vez) a lo seguro, apostando por los doce minutazos del ulterior “Even Though” y su naturaleza multipolar: sea rock pesado a secas, prog metal, sludge lisérgico o stoner doom; es de esas canciones -y, por extensión, de esos discos- con los que no te queda de otra que salir expelido/a hacia el espacio.

En circunstancias normales (es decir, no las del presente año), los otoños en Lima y en Santiago De Chile se parecen bastante. El mismo gris alternativamente blanquecino y plomizo cubre ambas capitales, bañándolas con precipitaciones pluviales cuyas temperaturas anuncian el frío que advendrá la siguiente estación. Las únicas diferencias climáticas que las separan entre la veintena de marzo y la veintena de junio son la frecuencia de las lluvias/lloviznas y la claridad del firmamento. Si en Lima las lloviznas rara vez logran despejar el cielo cenizo de la ciudad sumidero-jardín, en Santiago las lluvias ordeñan el colchón de nubes y permiten una razonablemente frecuente salida del sol.

Aún cuando suene pintoresco, el medio ambiente también es instancia a considerar al evaluar las influencias que repercuten sobre la creación artística, especialmente sobre aquellas que más modelan el aspecto ornamental. Así, mientras el húmedo otoño limense nos pone más en sintonía con una obra perfecta como 2106 EP de Maribel Tafur, el santiaguino predispone nuestra sensibilidad hacia un trabajo como El Cielo Sobre Nosotros, el mini-álbum debut de Cel Gris.

Operando tras ese a.k.a. de reciente data Edmundo Toloza, al parecer natural de Concepción pero afincado en Santiago De Chile desde hace algún tiempo, El Cielo... es un artefacto de corto kilometraje, como lo atestiguan sus cinco números y poco más de 26 minutos de duración. Lo primero que puede decirse de acto y rodaja es que la mira está puesta en el ambient -acaso la estética más susceptible al influjo del tiempo y del clima. No es, por fortuna, cualquier ambient el que cultiva Cel Gris. El suyo está polucionado por la Baja Fidelidad, lo que le confiere a su andar visos de correntada más que de tranquilo manantial. Incluso se podría hablar de accesos de harsh noise bien atemperados gracias al manejo ejemplarmente minimal de cintas y efectos varios.

De otro lado, la coartada del audio verité a la que CG se adhiere remite por igual a espacios urbanos y rurales -dependiendo la inclinación hacia unos u otros del apego que Toloza escoja mostrar para con esa variable entre melancólica y nostálgica que circunnavega la melodiosidad de su música. Ésta -la variable- se patentiza en esencia al transcurrir la segunda mitad del mini-LP, en piezas como la preciosa “Aintzira”, “Madrugada” o la diminuta “Gris”. La movida deja en manos de las paisajistas “Lluvia” y “Cel”, pues, la mirada desapasionada, clínica, estoica, serena.

Aunque funciona como agradable carta de presentación, hay en este primer paso algunas cosas que pueden/deben mejorar en un futuro inmediato. Admirador de gente tan disímil como William Basinski, Flying Saucer Attack, The Fall y John Coltrane; contrariamente a lo que el músico señala, no es El Cielo Sobre Nosotros un puñado de miniaturas. Salvo “Gris”, la media no baja de los cinco minutos, lo que pone de relieve una cierta uniformidad que de todas formas es necesario desbancar en el subsiguiente plástico. Conviene recordar a propósito que los procesos creativos pueden ser ciertamente muy distintos entre sí, tanto como que, si los resultados tienden a asemejarse; de poco o nada sirve subrayar el cariz diverso de cada fecundación sonora. Hay talento y ganas, en cualquier caso.

Hákim de Merv

miércoles, 12 de julio de 2023

The Great Old Ones: Mythos Of Cthulhu

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 5 de julio del 2023.)

Menos de un año le bastó a Raffaele Pezzella para gestar y hacer nacer un nuevo disco a inscribir bajo las estrellas de su segundo alias individual (el primero es Sonologyst), The Great Old Ones. De inequívoca ascendencia lovecraftiana, el proyecto consagra este volumen a la entidad summum por antonomasia del monstruoso panteón que ¿imaginase? ¿soñase? el escritor de Providence que la cultura pop más ha reivindicado, así como su antecesor fue ungido con el signo de Yog-Sothoth: me refiero, obviamente, al gran Cthulhu.

En su primera mitad, este Mythos Of Cthulhu es terreno propicio para ilustrar el cambio que TGOO está ensayando parcialmente respecto del debut, sin pasarse a las antípodas. Pezzella prioriza un enfoque más “objetivo”, hasta podría decirse “científico”: la atmósfera malévola y el denso paganismo desbocado que emanaban de Yog-Sothoth han sido como mínimo mitigados. Así, aunque el primer segmento de la placa acredita todas las características para mantener el status del a.k.a. napolitano como cultor del dark ambient minimal, su mirada se distiende hacia construcciones sonoras algo menos tremendistas que las precedentes.

“The World Of Vhoorl”, por ejemplo, no está ni mucho menos anegada de la pánica toxicidad del estreno; aunque la música se arrope de una insistente oscuridad/fotofobia. En lugar de ello, el número parece replicar las tranquilas marejadas de un planeta primordial. Las drónicas figuras ambientales que lo componen flotan en concierto, sin agitarse demasiado, lo que vale también para “Sunken City Of R'lyeh” y sus negros y supermasivos vacíos evocados (perceptibles sin la necesidad de la vista). O para “The Tablets Of Ubbo-Sathla”, cuya mezcla de percusión tribal, voces ¿tibetanas? y sonidos extraterrestres pareciera hablarme de primitivos mundos prehumanos.

Si es tal, la transformación de The Great Old Ones aún está incompleta, no obstante. Esto, porque a partir de la cíclica “The Secret Priests Of Cthulhu” y hasta que termina el CD, con la alucinógena “Dreams Of Rub' Al-Khali Desert” (donde yace incógnita Irem la ciudad de los pilares), la inquietante protervia encriptada en el ciclo mitológico de Lovecraft vuelve a emerger en todo su horro esplendor. Ruidos envueltos en texturas, pitidos ahogados, opresiva superposición de tupidas telarañas de drones, susurros estruendosos, colisiones de bajos tramados en esterillas... Estos rasgos quedan plasmados en el equivalente a la cinemática de una jeroglífica pagana, custodia inmaterial de saberes prohibidos y verdades abominables.

Entonces, ¿permanencia, evolución o mutación? Hay de todo un poco en Mythos Of Cthulhu, pero no siempre se hallan todos esos estadios presentes a lo largo de los ocho temas de los que éste se compone. Habrá que, como suele decirse, esperar un poco más para confirmar si la cosa marcha por aquí, por allá o por acullá. De momento, un track como “Ph’nglui Mglw’nafh Cthulhu R'lyeh Wgah’nagl Fhtagn”, vagamente oriental y de salmodiantes voces ¿humanas?, satisface por igual a los partidarios de cualquiera de esas posibilidades.

Hákim de Merv

jueves, 6 de julio de 2023

Solenoide: Casa De Islandia EP // Prado: Machines EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de junio del 2023.)

Buen rato ha que esperaba ver a Solenoide pisar el ruedo por cuenta propia. Le había escuchado en el segundo tomo del díptico articulado por Telúrica y Magnético, de la nómina Trilce Discos (‘20), pero si hay una label con la que estos muchachos se han hecho más conocidos, ésa es Chip Musik Records. Para corroborarlo, basta revisar las compilaciones Lego 13: El Final De Una Década (“Centinela”) y Lego 15: Pulsos De Bosques (“Cartaescu”, sic), editadas respectivamente el ‘19 y el ‘22.

La puesta en corto del quinteto se da finalmente en mayo del presente, recuperándose para la ocasión algunas de las canciones que ya habían visto la luz -obligando, de paso, a reconsiderar algunos juicios vertidos en comentarios previos. Esto porque, con una producción impecable como la que ha concretado el gran Mario Silvania (con la asistencia de Juan Esquivel a.k.a. Juan Nolag), firme y sobre todo límpida; queda en evidencia que los limeños nunca han pretendido ni adentrarse en las pantanosas aguas de la Baja Fidelidad, ni situarse en un contexto post baggy a fin de tentar acercamientos al cajón de sastre indie.

No. Lo de Solenoide es, sin reservas ni ambages, shoegazing de constitución química impoluta. Después de mucho audicionarle, no consigo distinguir en Casa De Islandia EP tintes de otras gamas. Ese supuesto matiz lo fi de “Centinela” debe, entonces, atribuirse a desfavorables condiciones de grabación -sería interesante chequear una versión más pulida del tema, que no ha sido motivo de repesca aquí. Puede afirmarse, además, que en el extended se siente la banda a sus anchas con el medio tiempo. No es necesario apresurarse -y cuando sí, como en “Tiananman” y su “tempo de pie quebrado”, la estructura del opus no se resiente. Fuelle de sobra el que poseen los capitalinos, consecuencia -me arriesgo a suponerlo- del aplicado estudio de los principales referentes de época: Slowdive en primer lugar, Chapterhouse, Swallow, el Bowery Electric anterior al Beat (‘96)...

La contribución de Mario también pesa a la hora de hacer las cuentas. Sin distinguir inéditos de difundidos, los números del EP han adquirido un agradable fulgor apagado, una cálida incandescencia declinante. Es como estar escuchando a los primeros Fleeting Joys, si el combo de los hermanos Loring hubieran sido más afecto a los dúos vocales y tenido una batería más orgánica/incisiva, como la de Renzo López. Es de ponderar, ergo, el verde cortado al ras y mantenido en excelentes condiciones para que Solenoide ruede el balón como en una pichanga verdaderamente amistosa: eficaces dosis de melancolía calibradas con la precisión de un boticario de antaño (“Cartarescu”), el feedback acidulado que espera con paciente timing el momento justo para descerrajar la puñalada desarmante (“Casa De Islandia”), la dinámica evocación que propician hermosos pasajes instrumentales (“Macabea”).

El esférico se apaga con la recitación de Laura Rosales, bajista y vocalista, de un fragmento de La Hora De La Estrella (‘77), último libro de la célebre literata pernambucana Clarice Lispector. Valga esta acotación para subrayar la poderosa impronta literaria que domina actualmente el proceso creativo del grupo. Cierto, es tentador pensar que la palabra “solenoide” es una variación del neologismo “solineide”, que inventase Támira Basallo (Salón Dadá/Col Corazón) y que fuese convertido en melodía por Cocó Revilla para el primer capítulo vinílico de Silvania (Miel Nube Hiel EP). Sin embargo, “solenoide” no es sólo una palabra que existe, sino que asimismo titula la que se considera la obra cumbre del escritor rumano Mircea Cărtărescu. De ahí la denominación de otro de sus cortes señeros, que ha sido oído por el propio autor europeo y recibido su aprobación. Auspicioso inicio, editado por Catenaria Discos, el de la mancha que completan Óscar Chávez (guitarra), Héctor Espinoza (bajo, voz) y Óscar Contreras (guitarra).

Puesto a considerar la larga travesía sostenida hasta aquí, encuentro curiosa la mezcla de sensaciones que me produce reseñar trabajos de congéneres que vinieran al mundo cuando ya quemaba mi primera juventud. Generaciones que sucediesen a la mía han habido muchas, y de ellas han surgido multitud de artistas que han perfilado propuestas interesantes. Pero la diferencia no era toda una vida. Por un lado, si ya con creativos/as de la talla de Silvana Tello me siento bruscamente envejecido, con gente como Attaraxis o Reducidos ese sentimiento se triplica. Por otro lado, atestiguar esas nuevas experiencias y dar fe de sus aportes al desarrollo de las escenas independientes peruanas, me permite ver el futuro mediato con optimismo: quedan leguas por andar sin sentir todavía el cansancio de quien ya se sabe próximo/a a concluir el viaje.

Casi puedo aseverar que Nicolás Prado aún no llega al cuarto de siglo. Machines EP, su lanzamiento de noviembre del ‘22, lo presenta como un neto nativo digital. Techno, ambient, EBM abstracto, ruido, IDM espástico, drum’n’bass expresionista, et. al; se fusionan con violencia y efectividad durante los 9 canales que delinean el extended -corpus multiforme que no implosiona gracias a la piel tatuada de estética gamer que le recubre, y que el músico ha bautizado con un término terriblemente buenísimo: webcore. Esa elección simboliza mejor que cualquier otra cosa el saludable arrebato y la genial conchudez que aún se puede permitir un mocoso de veintipocos abriles.

No obstante, esto no es un catálogo de taxonomías, sino una reseña de música. Así que bien podemos pasar a examinar esta entrega de Prado, tercera según fuentes fidedignas, para constatar si el ingenio lingüístico tiene correlato auditivo. Y sí, el hijo mayor de Paloma La Hoz (12 Garras, Mitad Humana, Thank You Lord For Satan) y del jazzista Andrés Prado ha debido tener buenos profesores. No lo digo por su formación de guitarrista que ha experimentado con el jazz y con el rock, ya que ello no se nota en Machines EP. Lo digo por esos dieciocho minutos y pico donde el mozalbete salta del avant garde de octanaje promedio (“Unsafe”) al sonido de la ciencia-ficción Z que se precipita hacia el new beat (“Digital Hell”). O de una tierra de nadie entre el IDM a lo lado-B de Plaid y trip hop de beat espacioso (“Collapsed System”), a cepas benignas del virus aislacionista (“Invasión”). O de la opacidad apocalíptica de un jungle a lo Ed Rush o DJ Gunshot (“Virus”), al 2-step (“Hedeache”, sic). Viñetas pequeñas (“Error”), rotundas (“Fuel”), imparables (“Chemical Waste”)... Jodidamente convulsas.

Hay un cierto acento en el extended, que orienta a éste hacia los predios del drum’n’bass -el neurofunk de Grooverider por aquí, el breakcore de Venetian Snares por allá-. Paja, pero de momento prefiero el insano balance que Prado ha sabido conjurar en este episodio, envuelto en una malla que muestrea sampleos al por mayor lo bastante deformados como para hacer tarea complicada su desciframiento. Quienes quieran seguirle la pista al promisorio joven, pueden buscar los EPs anteriores, publicados en Spotify utilizando el seudónimo de Blxzey: Distorted Reality EP (‘21) y Stuck In Space EP (‘21). Como yo no uso ese (misio) servicio de streaming, no tengo ni puta idea de a qué demonios sonarán.

Hákim de Merv