(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de mayo del 2018.)
Recuerdo cuándo fue
la última vez que Tica soltó material nuevo. Los más dirán que en el 2006,
cuando apareció el sorprendente Lo Que
Sea Por Mi Destrucción, y añadirán que fue debut y despedida. Craso error:
olvidan la fabulosa versión de “Corazón Sufrido”, original del grupo de cumbia
Armonía 10 (¡¡¡¡¡!!!!!), que el dúo limeño colase de primera intención en la
recopilación Colorea Tu Alma (Super
Space Records, 2007) y de segunda en el doble Dos Más (Dorog Records, 2008); así como el directo El Otro Lado De La Flor (Concierto Acústico En Miraflores, Lima, 29/01/2010) (Super Space Records, 2012).
Cualquiera de esas
fechas induce a pensar en un grupo cuya existencia es cosa del pasado, pero Tica
nunca se fue. A lo sumo, ha atravesado grandes periodos de latencia -y ello se
ha debido exclusivamente a que tanto Christian Galarreta como Fabiola Vásquez,
antaño pareja, han tomado rumbos distintos. Él ha hecho casi toda su carrera posterior
a Evamuss en Europa, y viene dando la hora desde hace ya un quinquenio
alucinadamente reinventado como Sajjra. Ella ha colaborado con varias bandas de
la escena local, sin importar mucho el sesgo de éstas -no por nada, Fabiola es
una de las figuras más queridas y respetadas de la movida independiente peruana
afín a la experimentación sonora.
Poco antes de lanzarse
The҉ Śun ͟Rem̷ai̸ns ̛T̀he S͘am̀e̵ (2015), segundo largo de Sajjra, se anunció la reedición del primer disco de Tica; con el añadido de “Corazón Xufrido” y “Vox Horrísona”. Ello
alentó en cierta medida las esperanzas de nuevos trabajos del dueto, esperanzas
revalidadas a fines del año pasado, cuando se estrenan casi en simultáneo un
nuevo single y una compilación de versiones y “remakes/remodels”.
A Bleu Ivy Nile 7’’, no se le puede catalogar como menos que
brillante. Confirma que el cuádruple choque entre software, pedalera de
efectos, osciladores e iridiscentes vocales femeninas en plan avant-pop; sigue
siendo efectivo y se halla en plena forma. Esto, pese a que ambas composiciones
datan del bienio 2008/2009, pues su grabación se realizó en el 2017. “Gloria Roja”,
el lado A, recuerda en cierto modo el sonido de Sajjra debido al delirante
tifón de ruido, sólo que entrecortado por loopeos melódicos y brevísimos
silencios espasmódicos. Como es usual en Tica, la voz de Vásquez se abre paso
en medio del vendaval de óxido para establecer contrastes y eventualmente
triunfar sobre la borrasca -como dijese en la reseña que del Lo Que Sea... hice para Freak Out!, “definitivamente, el lado de
Tica que equilibra los cálculos”.
Para “De Algún Color
Tu Nada”, el lado B, la situación anda más pareja. Se trata de un número
abstracto carente de vorágine rítmica, cuyos broncos sampleos de guitarra le
voltean cuan largo es hacia un ambient que se reparte entre la abrasión
desgastante del ruido y el éter angélico del dream pop. No en vano, Christian
aseguraba en el 2007, en palabras recogidas por el músico y colega Wilder Gonzales Agreda, que Tica era la lucha de “dos tiburones en una tempestad para
liberar su fuerza creativa”.
Azul Bailó Alado Tuyo (Tica Covers & Reworks) es el artefacto
compilatorio de versiones y reelaboraciones de Tica, hechas éstas por jóvenes
artistas y agrupaciones, y orquestado éste en cassette por las discográficas
Existence y Aloardi. Como ocurre con la aplastante mayoría de discos
colectivos, Azul... no carece de
puntos bajos. Pero son muchos más los altos. Apenas empiezan a girar los
carretes, encuentro uno de ellos: “Armonía Versión De Un Corazón Sufrido
(Corazón Xufrido Rework)”. Sigo preguntándome hasta ahora qué es lo que
escucho cuando suena esta versión de Fifteen Years Old, individual de Solange
Jacobs (ex Tonka): parece un ‘excerpt’ absolutamente libre que hace oblicua
referencia al original a través del guiño a Fabiola y del sampleo extraído de
Armonía 10, sampleo sumergido en un magma de artificioso éter. Del par de
versiones adicionales de “Corazón Sufrido”, rescato la que está a cargo de los
vallejianos de Heraldos Negros -variación melódica del tremebundo corte de
Tica.
Igual número de
versiones tiene “Gloria Roja”, acometidas por Minadedrama & Rolando Apolo,
los franceses de Zoom Back Camera y nuestros paisanos de Gomas. Me quedo con la
de los primeros, que pone énfasis en los tensos teclados/sintetizadores, con
los cuales esculpe una viñeta esencialmente ambiental. Se adosan a la carta “De
Algún Color Tu Nada (Rework)” (Paisaje 3), “Organodadora (Lo-Fi Rework)”
(Fiorella16), “Ser Anunciando El Fin De La Razón (Pájaros De Miel Con Un Cielo
Adentro Rework)” (la holandesa Janneke Van Der Putten) y “Mounstro (Rework)”
(Hijos De La Fiera, la versión más misia). Como yapa, se incluyen las tomas originales
de las canciones del single. Se completa así un tape sumamente interesante, cuya
valía radica en que -las más de las veces- ofrece relecturas a la luz de las
cuales revisar/revisitar los clásicos del tándem capitalino.
Hace rato mencioné
a Evamuss, en un contexto del que se desprendía era algo que ya no existía más.
Sin embargo, a comienzos de este 2018 nos llegó la inesperada noticia de la
salida de un disco nuevo del segundo proyecto de Galarreta (tras
DiosMeHaViolado). Noticia refrendada con la publicación de Ajq’ij a través de la netlabel portuguesa Favela Discos. Este registro
se grabó en directo en Rotterdam, el 16 de febrero del año en curso, y se difundió
luego de poco más de un mes.
Tanto en Instalaciones (2002) como en Primavera Lap Top (2003) y Orizona EP (2004), quedaba claro que
Christian había dejado de usar el marbete de Evamuss para asumir su nombre
verdadero porque aquellos títulos se correspondían a otra etapa creativa de su
labor como músico. Podría teorizar ad-infinitum sobre en qué consistió ese
cambio, pero baste decir que las últimas referencias de Evamuss ya señalaban un
camino sin retorno hacia el Ruido Blanco, mientras que los episodios como
Galarreta plantearon la cuestión de si no era más conveniente equilibrar un
poco la balanza -coqueteos con el harsh noise y recursos melódicos, lo que les
convierte en un lejano antecedente de Tica, si bien el binomio ya existía desde
el 2003.
¿Qué hace de este Ajq’ij, entonces, un disco de Evamuss y
no de Sajjra o de Christian Galarreta? ¿Por qué resucitar esa identidad, si pertenecía
a un intervalo de tiempo ya rebasado? En principio, porque éste es,
efectivamente; Evamuss. No el último, sino el que animase jornadas como Puertas De Ruido (Aloardi, 2000) y Deja! (Aloardi, 2000). Dos de los seis
tracks del Ajq’ij son versiones
reconstruidas de temas ya publicados: “Andia”, que integra el segundo volumen
del Noika Koita (independiente, 1999)
y “Urcu”, sintomáticamente extraído del Deja!
El álbum comprime los ritmos hasta retacearlos. Las texturas son sofisticadas
hasta lo elegíaco. La presencia misma del Sonido está marcada por un fade-in
larguísimo de la pista de apertura, “Pájaro De Agua”, y por un fade-out igual
de prolongado del surco de cierre “Andia (1998’s Track Reworked)”. Entre uno y
otro extremo, ninguna pausa, ningún silencio: un continuum de variaciones
volátiles, un flujo incesante de disonancias y lirismo naif, un océano de patrones
y esquemas abrasados hasta las cenizas por densas nebulosas de ruido... Superada
su fase post rock/bliss, que también tiene logros concluyentes, el de Ajq’ij es el Evamuss febril/contemplativo,
acuático/reptante, iterativo/camaleónico que mejor encarna el espíritu del
proyecto. Electrónica arisca e intuitiva, sin llegar a la necrosis sonora.
¿Se animará Christian
a seguir editando obras como Evamuss? ¿O el alias sólo ha regresado de entre
los muertos para esta específica ocasión?
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 16 de mayo del 2018.)
Se nos fue el 2017
y con él, totalmente desapercibido para medios especializados fuera de Chile,
el retorno de un histórico de la movida mapocha. Electrodomésticos, la
fundacional terna de electro-wave y rock experimental, compuesta originalmente por
Silvio Paredes (bajo), Ernesto Medina (guitarra, manipulación de cintas en
sociedad con Paredes) y Carlos Cabezas (guitarra, voz, programaciones); volvió
tras cuatro años de mutis ininterrumpido. Su último esfuerzo había sido Se Caiga El Cielo (2013), ya sin el
concurso de Medina, pero con la presencia de la baterista Edita Rojas.
El Destino ha sido
particularmente disímil con Electrodomésticos. Tras un inicio incierto, que no
conoció en su momento los honores del triunfo (¡Viva Chile!, 1986), éstos llegarían al año siguiente gracias a su
segunda entrega, Carreras De Éxitos.
En saludable efecto retroactivo, el impacto de Carreras... ayudó a reivindicar el debut, convirtiéndose ambos en
referentes de consulta obligada para quien desee conocer más de cerca la
genealogía de la música electrónica chilena. Durante la segunda mitad de los
80s, su sonido se afincó en un punto intermedio entre la entonces consagrada
new wave y los resabios rockeros de los apagados 70s. El manejo de cintas y su
uso auroral del sampler, recurso que ya comenzaba a revolucionar las escenas
del Primer Mundo, terminó por modelar una propuesta comercialmente acre, de
estoica disidencia artística e incluso de terca resistencia (a)política -imposible
minimizar el provocador detalle de la caligrafía cirílica en la portada del CDE.
La llegada de los
90s marcó el fin de esta primera vida del trío (1992). Tuvo que trascurrir una
década para que Paredes y Cabezas decidieran reagruparse, y una docena de años
para que apareciera en las tiendas nuevo material de Electrodomésticos: La Nueva Canción Chilena (2004).
Entonces nadie adivinaría que sólo un año después la banda volvería a
desintegrarse, y que no regresaría sobre sus pasos sino hasta el 2011, en que
se estrena el extenso y muy completo documental Electrodomésticos: El Frío Misterio (dirigido por Sergio Castro).
Ex La Humanidad, pues, se convierte en el quinto disco de
estudio del hoy cuarteto -Cabezas, Rojas, Sebastián Muñoz (bajo, toca además en
Cómo Asesinar A Felipes) y Valentín Trujillo (teclados). Con ya cerca de 33
años a cuestas como entidad colectiva, es bastante ingenuo esperar una violenta
vuelca de tuerca que los catapulte a los primeros lugares de las vanguardias sónicas,
sobre todo porque el nuevo siglo se ha encargado de exterminar a éstas casi en
su totalidad.
Pero, después de
todo, ¿realmente habría que esperar eso? ELH
mantiene esa incertidumbre o dicotomía que Electrodomésticos registró como
marca distintiva desde el principio de su existir. Puede sonar electrónico,
puede sonar pop/rock. Las guitarras desgarran al primer contacto, de lo filosas
que llegan a sentirse, mientras que teclados y programaciones rememoran los
días en que el synth y el techno empezaban a esparcirse por todo el planeta
(“Dos Mil Canciones”). La constante que trasciende esta suerte de vaivén en las
formas es un algo impreciso que repta desde el primer minuto hasta el último, una
capa subsónica de reminiscencias industriales entretejidas por la eléctrica -y
que les permite maridar rock poderosamente percusivo y electrónica altamente
expansiva, nimbando al método de trabajo escogido de una aureola muy sutil a lo
Killing Joke.
Planea sobre el
disco un hálito narrativo curtido, como si los años en el camino se condensasen
de repente en la figura de un trovador alienígena post-contemporáneo que ensaya
cifrar en ocho temas la frustración, el desengaño (“Viento En El Corazón”),
pero también la esperanza (“Canción Azul”), el entusiasmo que siempre dispensa
un nuevo inicio. Lo curioso es que esto parece hacerse, verosímil, coherente y tranquilamente;
desde la “otredad”, mientras se contempla la caída de toda civilización humana
-como haber llegado al nirvana envuelto/a en una emotiva nostalgia supraterrena
(“Fui Detrás De Ti”).
Aunque pudiera
decirse que ya venía haciéndolo desde hace años, con Ex La Humanidad Electrodomésticos termina por labrarse un prestigio
que nada tiene que envidiar a las medallas ganadas en su primera etapa. Pocos
halagos mayores hay para quienes han debido encarar circunstancias similares.
En medio del convulso,
apocalíptico techno industrial que disparaba desde Náusea durante la década
pasada (revisar el muy recomendable SelfMutilation,
2007), Roberto Fernández dejaba entrever cierta obsesión por la velocidad
supersónica incrustada en el Ritmo. Ahí están como pruebas “Obscene Body
Mutilated”, pista donde se atreve con el gabber todo lo que no se atrevió en
muchos pasajes precedentes de la citada placa, y también “Darling!” o “Glorification
Of Violence” (pasados los tres minutos), en los que explora secuencias de
programación a un paso del drum’n’bass. Para fortuna suya/nuestra, gabber y
jungle no son géneros completamente opuestos -ahí tenemos a los Atari Teenage
Riot del airado Alec Empire.
Expelida la última
arcada de Náusea, no he podido escuchar a Fernández como parte del dúo
electrónico Opositor, pero sí bajo el alias de Prototipo, de reciente data. La
chapa se estrena en el 2016 con Construcciones A Escala Radical, EP de cuatro temas para los que Fernández comienza a
experimentar con el formato drum’n’bass desde coordenadas que nunca antes
visitase. La arquitectura es, efectivamente, jungle; pero su uso extensivo del
glitch, del noise y del sampling permite que pueda hablarse de un genuino proceso
de experimentación. Algo así como lo que hicieron en su tiempo Mike Paradinas
(a) µ-Ziq y, en menor medida, Tom Jenkinson (a) Squarepusher.
Para el debut en
largo, Ejercicios De Supremacía Abstracta
(2017), Roberto afianza su propuesta sin que le tiemble la mano. El drum’n’bass
como patrón rítmico se hace presente en casi todos los cortes de este álbum.
Pero incluso cuando no, como en “Struktur”, éste logra mimetizarse para dejar
plantada su impronta. Así, pues, la andanada de breakbeats prefigurados desde
los “blueprints” pone cimientos, columnas, paredes y techos; troquelando un
aspecto esencial sin el que no podría decirse de este disco que detenta cierto
sesgo “experimental”.
El otro aspecto está
ligado a la belleza emocional del Ruido que invoca Fernández, ése que en los
90s vio cómo su naturaleza trasgresora se volvía cotidiana; al ser sucesivamente
tolerada, aceptada y abrazada por las guerrillas de noise digital. Mantos de
glitch, profusos brochazos de clicks’n’cuts, actualizado modus operandi cut
& paste... Herramientas todas que modifican, dramática pero a la vez
veladamente, nuestra percepción de aquello que denominamos “audible” -y, en no
tan perfecto retruécano, extienden nuestra capacidad auditiva hacia los límites
últimos de lo acústicamente “perceptible”. Mitosis del ritmo roto, invisible,
firmemente abrumado por texturas y atmósferas llenas de (ya no tan) irritable
corrosión sonora -todo un picnic de jungle glitch.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 2 de mayo del 2018.)
Para nadie tendría
que ser ya un secreto que el pop con derecho a escribir todas sus letras en
mayúscula ha dejado de salir masivamente de las discográficas, sean éstas majors
o labels. Ahora que cualquiera puede elaborar y editar la propia música y la
ajena, son en esa línea los sites como BandCamp y SoundCloud los que (nos)
proveen las experiencias más interesantes.
Dos de ellas se las
debemos a Castlebeat y a TeeeL, proyectos surgidos en la Unión Americana y casi
vecinos -el primero neoyorquino, neojerseíta el segundo-. La nacionalidad no es
lo único que comparten: ambos son de naturaleza indie, tienen como espacio
creativo único/último el dormitorio, abrazan entusiastas la capacidad
integrista que posee la electrónica, y se prodigan bajo el credo de moda entre
sus pares -la fidelidad DIY. Allí acaban las coincidencias.
Podría decirse que
el de Castlebeat es un caso más emblemático que el de TeeeL. Josh Hwang apenas
si cumple tres años en estas lides y ya ha logrado concatenar dos trabajos muy celebrados
por públicos diversos. El primero fue su homónimo debut (2016), precedido por
un demo extended (octubre del año 2015) y un single (inicios de enero del 2016).
El segundo es su novísimo VHS.
Hwang prefiere la
alta fidelidad (hi-fi) DIY. Su música es pop que bebe del chillwave, del
shoegazing, de la new wave, del post punk y hasta del rock alternativo. Es más,
no sólo los bebe. Los fagocita, en consonancia con su estética bedroom. Hace dos
años, temas como “Change Your Mind”, “Goon Pop”, “Downstairs” y el
sintomáticamente bautizado “Dreamgaze” lo demostraban. Hoy, incrementando el
octanaje de los tempos, lo confirman “Wasting Time”, “Zephyr”, “Tennis”, “Heart
Still Beats” y “Video Tape”. En la cuenta BandCamp de Castlebeat no aparece
esta última canción sino sólo listada, pero en SoulSeek ya puedes encontrar/descargar
el VHS completo.
A TeeeL, identidad
sonora de James A. Smith, californiano de nacimiento; le ha costado más años
llegar al mismo nivel de repercusión que el de su compatriota. Desde su opera
prima Amulet (2011), cuenta ya con
cinco títulos de largo aliento, incluido el recientísimo Overtime; además de un single en-tono-de-broma donde versionea el
opening de la popular serie Stranger Things. Ha sido un camino más dilatado, sin duda, pero también más
consolidado.
Utilizando las mismas
especias, y sin salirse del espectro pop, TeeeL suena mucho más synth que
Castlebeat. También mucho más melancólico y/o nostálgico en Overtime que en esfuerzos precedentes, si
bien admito que este matiz se ha afianzado progresivamente desde University Heights (2012). Tal vez se
deba a que Smith prefiere la baja fidelidad (lo-fi) DIY. Premeditadamente retro
-pone cuatro de cinco sentidos en los 80s, por lo que no es inexacto añadir el
ingrediente vaporwave-, TeeeL ha concretado un agradable álbum que cualquiera
puede consumir y disfrutar, a menos que seas metalero contumaz o algo parecido.
Ese saborcillo “eighties” lo lleva aún cuando trata de cambiar de ánimo, como
en “Synth City”, donde una voz femenina se encarga de evocar en todo su
esplendor los días del cubo Rubik, de México 86 y del film The Breakfast Club (1985).
Quien también iza
la bandera de la fidelidad DIY, pero para zurrarse en ella (no-fi), es ProtoU.
Tras el alias se esconde Sasha Cats, ucraniana de formación académica clásica que
muy pronto vertió todos sus talentos hacia los caminos de una electrónica
distorsionada que atravesaba géneros como el ambient y el drum’n’bass.
Posteriormente, Cats tomó contacto con la escena dark ambient, dentro de la que
se sintió mucho más a gusto -pero sin resignarse a sólo recrearla.
La carrera de
ProtoU, acto desde el principio acogido por la independiente usamericana Cryo Chamber -autoproclamada “cinematic dark ambient label” (sepárenme acciones, por
favor)-, empezó en el 2015. A la fecha, ya acredita nada menos que ¡¡¡¡ocho lanzamientos
en 33!!!! entre discos (ejem) “solistas” y colaboraciones conjuntas con otros compañeros
del sello. Este The Edge Of Architecture
(2018) es la tercera jornada en la que no comparte crédito y la primera que le
escucho.
Existe en Facebook
un grupo, Unexplained Sounds, especializado en dark ambient, composición
clásica contemporánea de sesgo noir, noise digital y todo lo que se le parezca
-creo que el norte es el Sonido de la Materia Oscura. Allí he conocido gente
como Bedian, Ambient Dub Society, Eternity Is Now y Sonologyst. Ese
conocimiento ciertamente me ha preparado para una entidad como ProtoU, pero no
le ha quitado sorpresa al hallazgo.
Porque, en esta
faceta, Sasha Cats destila un deep ambient despojado y minimal que se halla años-luz
de ser árido. A The Edge... lo copa
un pathos meditativo muy similar al de Pan•American. Pese a sus retumbantes
drones, el CD es lo suficientemente contenido o equilibrado para sincronizar
con esa sensación de vacío existencial que nos ha legado la ciencia-ficción más
achuchadamente distópica -el equivalente perfecto a explorar, con una extraña
mezcla de soledad, nostalgia, curiosidad, apatía y serenidad; las estructuras
futuristas de Blade Runner 2049. Esos
calculados drops de “Fracture”, que emulan una lluvia incesante pero también
insuficiente, me convencieron en definitiva de contarle entre los flamantes descubrimientos
más afortunados que he tenido la suerte de hacer.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 25 de abril del 2018.)
Avanzadas ya casi
dos décadas tras el Año Jubilar, de una centuria cuyo principal signo
identitario es el de la Globalización a través de Internet; que cada tanto surja
en elhorizonte de la música pop, desde
coordenadas geográficas impensadas, un nombre cumplidor de prometedor potencial,
ya no es sorprendente. Lo inquietante en todo caso es que haya permanecido
oculto durante un tiempo que, atendiendo al ritmo de vida actual -cada día
aparecen cientos de placas nuevas en todo el planeta-, puede ser percibido como
larguísimo.
Mi primera vez con
Sexores se dio en el 2014. Su esférico de ese año, Historias De Frío, me los presentaba como un grupo muy interesante.
Por fortuna, lo siguen siendo cuatro años después. Averigüé entonces que se
trataba de un combo ecuatoriano formado en el 2009, y que por esas fechas
radicaba en Barcelona. En términos de música pop, Ecuador sigue siendo para mí
un enigma aún hoy: alguna vez escuché trabajos de gente como Industria Masoquista, Paisanos (noise electrónico ambos, el segundo mucho menos tóxico
que el primero), Manuel Núñez y una olvidada compilación de metal -Mortal
Decisión, Ente, Chancro Duro, Basca y Total Death. También a los divertidos Cacería De Lagartos, y a Rocola Bacalao; conjuntos aparecidos en
los 90s, si bien les presté oídos tardíamente -recién en el nuevo siglo. De
todos los mencionados, ninguno guarda semejanzas estilísticas con Sexores.
Insular o no, un alias
shoegazing ecuatoriano es motivo suficiente para despercudirse y dejar de lado prejuicios
idiotas. Aunque, en el Principio, no fue el shoegazing la estrella que guiase
los pasos versales. Durante éstos, hasta más o menos el 2012, Emilia Bahamonde
y David Yepez no suscribían un estilo definido. Su música exhibía las trazas de
un pop electrónico que se debatía entre Garbage y la versión más descafeinada
del trip hop -el downtempo. En esa hesitación los muestran tanto el 001 EP (2010) como el mini-álbum Amok & Burnout (2011): Sexores tenía
tanto de música electrónica ambiental lo suficientemente groovy (“Sodio”), como
de unos Garbage con saturación (“Hxkshxknthx”) o sin ella (“Doser”). Intentos
por mezclar ambas vetas, pocos, muy pocos (“Simios”).
Es en el 2013, con
el lanzamiento del sencillo Titán (“Doppelgänger”
como lado A), que se puede hablar de un viraje no sé qué tan impensado hacia el
shoegazing. Y es que vale la pena recordar que muchas veces la prensa
especializada sindicó a Garbage como la versión pop de Curve, el dúo baggy británico
de Toni Halliday y Dean García. De hecho, Curve también tiene un tema bautizado
como “Doppelgänger”, pero no es el de Sexores una relectura. Como fuere, este
single, shoegazing más pop que dream; marcaría la pauta -sin agotar posibilidades
ni mucho menos- de lo que debe considerarse el debut en regla de Sexores.
Mirados desde este
preciso instante, los sucesos que rodearon la aparición de Historias De Frío podrían calificarse hasta de anecdóticos. En su
momento, empero, fueron de lo más duros. Con una “primera versión” de HDF ya terminada, el binomio ecuatoriano
fue presa de un robo que le privó de todo el material que componía este nuevo
capítulo de largo aliento, obligándole a comenzar de nuevo desde cero y
retrasando la salida originalmente planteada para el 2013. Lo que conocemos
como Historias..., pues, es una
segunda toma de un proceso creativo que ya había acabado, y cuya primera toma
quién sabe si alguna vez se recuperará.
Pero el Tiempo ha
de poner a esta “segunda versión” de HDF
en el lugar que le corresponde. Se trata de uno de los mayores y más acabados esfuerzos
que ha visto emerger la escena latinoamericana en lo que va del siglo XXI. Una
joya. Cierto que Sexores no está descubriendo nada nuevo, pero tampoco creo que
alguien se atreva a catalogar a Historias...
de puramente epigónico. Plagado de arreglos angelicales, con mucho de misterio
y de intriga, pero sobre todo de brumosa melancolía; cada track oscila entre la
duermevela y el ensueño, a toda hora tributario de la mejor tradición
shoegazing. Pale Saints, Chapterhouse, Silvania, el primer Bowery Electric,
Swallow... Una orquestación electrónica a cuatro manos, fundamentada en
controladores varios y secuenciadores, soporta la ejecución en guitarra de Bahamonde,
cuyas vocales además te dan en el suelo hasta deslumbrarte; y el bateo eficaz/cómplice
de Yepez.
Por encima de
cualquier matiz, Historias De Frío es
un preciosista manual shoegazing de arte y ensayo -un puñado de ocho temas que
escuchar una, dos, diez, treinta veces; sin que el tímpano dé la menor señal de
hastío o cansancio. Una jornada atemporal, a partir de la cual recrear un
género completo en caso se perdiesen todas las demás referencias. No por las
puras, fue HDF el artefacto que
llamase la atención sobre Sexores, quienes a partir de ese momento ganarían una
reputación en los circuitos independientes que han ido consolidando
paulatinamente.
Dos años después
del Historias..., la pareja regresó a
las andadas con otro mini-álbum, Red Rooms (2016). Su sonido aquí luce muy reconcentrado, aún diríase más,
macerado en extremo. Ese sentido de la melodía que reinaba en Historias..., con el que empatizabas
instantáneamente, cosecha nuevas audiencias a través de este disco. La novedad se
concreta gracias a interesantes acercamientos al lenguaje electrónico -lo cual
podría interpretarse como un giro de 360 grados en la trayectoria de la dupla,
de no ser porque ahora ésta se aproxima a sonoridades digitales con ambos pies
firmes sobre el shoegazing. En tal sentido, “U.S.S.R. Girls” es tremendo salto hacia
adelante, evocando una vez más la estela de Curve. No obstante, predominan las
ambientaciones oceánicas plácidas, las programaciones que caracolean con el
reverb como hacía tiempo no escuchaba. Y, coronando Red Rooms, del cierre se encarga un tema casi en onda slowcore:
“Loner”.
Sexores presentó RR, producido en formato cassette por la
independiente italiana Coypu Records, en Lima; en el marco del festival Integraciones del 2016. Ese año, la
sociedad Bahamonde-Yepez coincidió con el acto nacional Cao (nuevo proyecto de
Constanza Núñez-Melgar tras Panyoba) y los achorados chilenos electro-cósmicos
de Föllakzoid. Tengo entendido que aquella era la cuarta vez que Sexores visitaba
el Perú, si bien fue la primera vez que los disfruté en directo.
La afortunada confirmación
de lo que dejaba entrever Red Rooms
ha llegado este año de la mano del que es, hasta ahora, el proyecto más
ambicioso del tándem norteño. East / West
es el primer disco de Sexores que, bajo los viejos cánones del vinilo, se
concibe en formato doble. La edición física corre por cuenta de la discográfica
nacional Buh Records, de Luis Alvarado: esto le ha permitido a la banda y a su nuevo
vástago tener mayor difusión por estos lares. Es decir, mayor difusión de la
que ya tienen.
Como avisa su
título, el díptico tiene un contraste de naturaleza conceptual muy enfatizado.
La primera rodaja -‘West’, ocho temas- está constituida por las nuevas
composiciones de ascendencia pop en que han trabajado Emilia y David durante
los meses transcurridos desde Red Rooms.
La segunda rodaja -‘East’, ocho temas-, por el contrario, ha sido reservada
para pistas de carácter experimental, que no enganchan rápidamente con el consumidor
promedio: la densidad en este tramo del viaje, en efecto, puede llegar a
intimidarle -diablos, ¿cómo hace gente de la talla de Klaus Schulze o
Lovesliescrushing para prolongar, transubstanciado, el impacto de su huella
después de tanto tiempo?-.
Quizá por ello, ‘West’
es la rodaja que me permite hablar con largueza de esta fusión entre shoegazing
y electrónica no precisamente downtempo o trip hop -a diferencia de lo practicado
por los arequipeños Paisaje 3, que lograron una inusual y muy original mixtura
entre estos géneros (tripgaze)-. Sexores, no es baladí subrayarlo, jamás se
olvida de la guitarra durante sus sesudas exploraciones electropop: diseña ésta
imponentes murallones de sonido por entre los nutridos tapices de
sintetizadores que ahora integran el vocabulario del dueto, murallones cuya
majestad pareciera desvanecerse al tacto. La prístina voz de Bahamonde, como
antes, dota de emoción y belleza sutiles a estas composiciones que, dado el
caso; incluso podrían inducir al trance hipnótico.
Por otra parte, ‘East’
es una inequívoca visión hasta cierto punto críptica del Lado Oscuro de la vida
que nos rodea, sea ésta humana o de otra especie. Por suerte, en Sexores la
experimentación no obvia ese filón emocional tan necesario cuando se pretende
vertebrar una reflexión sombría sobre el futuro de la Tierra y los
pequeños/personales apocalipsis que nos toca afrontar a diario: (no siempre)
rehuyendo estructuras lineales, ‘East’ hace las veces de íntimo tour de force
mental que penetra la insignificancia sideral de la Humanidad, la rutina
cotidiana, la “soledad colectiva” a la que lleva una elección de vida rara avis...
Sin presentarlo aún
en nuestro país oficialmente, pero ya con East
/ West en mano, Sexores regresó a Lima hace veintitrés días. Pese a
que no me sentía nada bien de ánimo, fui a verlos, pues siempre he creído en el
poder sanador que opera la magia de Euterpe sobre sus fieles e incondicionales devotos.
Abrumado de lúgubres pensamientos como estaba, peregriné hasta el edificio de
Fundación Telefónica. Abrieron esa noche los locales de Puna, que ofrecieron
temas nuevos sin pausa, generando la impresión de un enorme “meta-tema” con el
que el público no llegó a conectar del todo. Era previsible: el perfil de la
asistencia era más pop, y había venido específicamente por el platillo de
fondo. Allí quedó demostrado que Sexores ya cuenta con una feligresía peruana
que les quiere y les sigue -por su música, claro que sí, pero también por su
presencia constante bajo estos cielos.
(En el intermedio,
comenzó a sonar por los parlantes el Sleeps With The Fishes (1987), gema de Pieter Nooten (Clan Of Xymox) y Michael
Brook (This Mortal Coil, Brian Eno, etc). “Bendito DJ”, pensé en esos momentos,
y me predispuse a sanar, aunque sea por un rato. Claro que luego, cuando el
disco iba por “After The Call”, lo sacaron a la mala y encajaron el Spleen And Ideal (1985) de Dead Can
Dance. “Maldito DJ”, pensé entonces, amo a DCD, pero el Sleeps... es una rareza de 24 kilates.)
Y saltaron a la
cancha Emilia y David, acompañados por Felipe Meneses (bajo) y Jaime Murgueytio
(sintetizadores). Y el jolgorio fue unánime. Tocaron temas del nuevo largo,
incluyendo uno de “el lado difícil” (me reía por dentro de la reacción de
algunos que no sabían si aplaudir o no), amén de otros clásicos del repertorio ya
eran harto conocidos y consecuentemente vitoreados. La performance habrá durado
cerca de una hora, mas, como suele pasar cuando disfrutas de algo con todas tus
fuerzas; el tiempo fue tirano y se nos hizo cortísimo a todos allí. Importó
poco. Al menos en mí, la tutela de la musa había cumplido su cometido. Y aunque
después, caminando desde FT hacia Sucre con Bolívar, fantasmas y demonios
volvían a atacar tratando de hacer presa en mí, sobrevivió un hálito de
esperanza en el recuerdo del directo de Sexores, que me arrulló hasta que el
Sueño borró todo vestigio del ingrato presente. Milagros secretos que algunos
tenemos la suerte de presenciar/vivir.