

Insular o no, un alias
shoegazing ecuatoriano es motivo suficiente para despercudirse y dejar de lado prejuicios
idiotas. Aunque, en el Principio, no fue el shoegazing la estrella que guiase
los pasos versales. Durante éstos, hasta más o menos el 2012, Emilia Bahamonde
y David Yepez no suscribían un estilo definido. Su música exhibía las trazas de
un pop electrónico que se debatía entre Garbage y la versión más descafeinada
del trip hop -el downtempo. En esa hesitación los muestran tanto el 001 EP (2010) como el mini-álbum Amok & Burnout (2011): Sexores tenía
tanto de música electrónica ambiental lo suficientemente groovy (“Sodio”), como
de unos Garbage con saturación (“Hxkshxknthx”) o sin ella (“Doser”). Intentos
por mezclar ambas vetas, pocos, muy pocos (“Simios”).


Pero el Tiempo ha
de poner a esta “segunda versión” de HDF
en el lugar que le corresponde. Se trata de uno de los mayores y más acabados esfuerzos
que ha visto emerger la escena latinoamericana en lo que va del siglo XXI. Una
joya. Cierto que Sexores no está descubriendo nada nuevo, pero tampoco creo que
alguien se atreva a catalogar a Historias...
de puramente epigónico. Plagado de arreglos angelicales, con mucho de misterio
y de intriga, pero sobre todo de brumosa melancolía; cada track oscila entre la
duermevela y el ensueño, a toda hora tributario de la mejor tradición
shoegazing. Pale Saints, Chapterhouse, Silvania, el primer Bowery Electric,
Swallow... Una orquestación electrónica a cuatro manos, fundamentada en
controladores varios y secuenciadores, soporta la ejecución en guitarra de Bahamonde,
cuyas vocales además te dan en el suelo hasta deslumbrarte; y el bateo eficaz/cómplice
de Yepez.

Dos años después
del Historias..., la pareja regresó a
las andadas con otro mini-álbum, Red Rooms (2016). Su sonido aquí luce muy reconcentrado, aún diríase más,
macerado en extremo. Ese sentido de la melodía que reinaba en Historias..., con el que empatizabas
instantáneamente, cosecha nuevas audiencias a través de este disco. La novedad se
concreta gracias a interesantes acercamientos al lenguaje electrónico -lo cual
podría interpretarse como un giro de 360 grados en la trayectoria de la dupla,
de no ser porque ahora ésta se aproxima a sonoridades digitales con ambos pies
firmes sobre el shoegazing. En tal sentido, “U.S.S.R. Girls” es tremendo salto hacia
adelante, evocando una vez más la estela de Curve. No obstante, predominan las
ambientaciones oceánicas plácidas, las programaciones que caracolean con el
reverb como hacía tiempo no escuchaba. Y, coronando Red Rooms, del cierre se encarga un tema casi en onda slowcore:
“Loner”.
Sexores presentó RR, producido en formato cassette por la
independiente italiana Coypu Records, en Lima; en el marco del festival Integraciones del 2016. Ese año, la
sociedad Bahamonde-Yepez coincidió con el acto nacional Cao (nuevo proyecto de
Constanza Núñez-Melgar tras Panyoba) y los achorados chilenos electro-cósmicos
de Föllakzoid. Tengo entendido que aquella era la cuarta vez que Sexores visitaba
el Perú, si bien fue la primera vez que los disfruté en directo.

Como avisa su
título, el díptico tiene un contraste de naturaleza conceptual muy enfatizado.
La primera rodaja -‘West’, ocho temas- está constituida por las nuevas
composiciones de ascendencia pop en que han trabajado Emilia y David durante
los meses transcurridos desde Red Rooms.
La segunda rodaja -‘East’, ocho temas-, por el contrario, ha sido reservada
para pistas de carácter experimental, que no enganchan rápidamente con el consumidor
promedio: la densidad en este tramo del viaje, en efecto, puede llegar a
intimidarle -diablos, ¿cómo hace gente de la talla de Klaus Schulze o
Lovesliescrushing para prolongar, transubstanciado, el impacto de su huella
después de tanto tiempo?-.

Por otra parte, ‘East’
es una inequívoca visión hasta cierto punto críptica del Lado Oscuro de la vida
que nos rodea, sea ésta humana o de otra especie. Por suerte, en Sexores la
experimentación no obvia ese filón emocional tan necesario cuando se pretende
vertebrar una reflexión sombría sobre el futuro de la Tierra y los
pequeños/personales apocalipsis que nos toca afrontar a diario: (no siempre)
rehuyendo estructuras lineales, ‘East’ hace las veces de íntimo tour de force
mental que penetra la insignificancia sideral de la Humanidad, la rutina
cotidiana, la “soledad colectiva” a la que lleva una elección de vida rara avis...

(En el intermedio,
comenzó a sonar por los parlantes el Sleeps With The Fishes (1987), gema de Pieter Nooten (Clan Of Xymox) y Michael
Brook (This Mortal Coil, Brian Eno, etc). “Bendito DJ”, pensé en esos momentos,
y me predispuse a sanar, aunque sea por un rato. Claro que luego, cuando el
disco iba por “After The Call”, lo sacaron a la mala y encajaron el Spleen And Ideal (1985) de Dead Can
Dance. “Maldito DJ”, pensé entonces, amo a DCD, pero el Sleeps... es una rareza de 24 kilates.)
Y saltaron a la
cancha Emilia y David, acompañados por Felipe Meneses (bajo) y Jaime Murgueytio
(sintetizadores). Y el jolgorio fue unánime. Tocaron temas del nuevo largo,
incluyendo uno de “el lado difícil” (me reía por dentro de la reacción de
algunos que no sabían si aplaudir o no), amén de otros clásicos del repertorio ya
eran harto conocidos y consecuentemente vitoreados. La performance habrá durado
cerca de una hora, mas, como suele pasar cuando disfrutas de algo con todas tus
fuerzas; el tiempo fue tirano y se nos hizo cortísimo a todos allí. Importó
poco. Al menos en mí, la tutela de la musa había cumplido su cometido. Y aunque
después, caminando desde FT hacia Sucre con Bolívar, fantasmas y demonios
volvían a atacar tratando de hacer presa en mí, sobrevivió un hálito de
esperanza en el recuerdo del directo de Sexores, que me arrulló hasta que el
Sueño borró todo vestigio del ingrato presente. Milagros secretos que algunos
tenemos la suerte de presenciar/vivir.
Hákim de Merv
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