(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de julio del 2020.)
A partir del 2019,
la hacendosa label napolitana Unexplained Sounds implementó entusiasta no sólo la
reorganización tanto del catálogo propio como el de su espectral subsidiaria EighthTower Records, sino además una agresiva política de re-impulso dirigida a
aquellos de sus títulos que pasan revista a escenas perpetradoras de un ambient
hosco que rebasa lo meramente distópico, diseminadas por todo el planeta. Rusia,
Canadá, los Balcanes y Latinoamérica, entre otros; son espacios geográficos que
habíanse abordado en anteriores oportunidades. Desde entonces, el sello itálico
ha dedicado análogos avatares a regiones como Líbano o Indonesia, insospechadas
comarcas fértiles para la experimentación aural.
Amén de los
mencionados, la discográfica ha publicado sendos muestrarios sobre músicas
contemporánea africana y medio-oriental, siempre posicionadas en rango ambient;
lanzando asimismo una nueva versión de su compilatorio de avant garde persa (2016).
Pese a sus dispares lugares de procedencia, Anthology
Of Contemporary Music From Middle East (2019), Anthology Of Contemporary Music From Africa Continent (2019) y Anthology Of Persian Experimental Music
(cosecha ’19) guardan entre sí muchas semejanzas. En ello no influyen
únicamente las cepas de pop vanguardista que cultivan los tres: más allá del drone
panglobal, la música concreta, el dark ambient, el IDM de avanzada o la
improvisación electrónica; la bolsa amniótica sonora que hermana estas costas,
aunque suene contradictorio, es ésa que las paletas étnicas preservan.
Cuna de la
Humanidad y de sus primeras civilizaciones, la antología del Continente Negro
no le ilustra en su totalidad, sino que se enfoca en los puntos cardinales norte
-comúnmente conocido como el Magreb- y este -de cara a la península arábiga y
el Índico-. En esos territorios específicos, la música africana fue infiltrada respectivamente
por las tradiciones de la cuenca mediterránea y por los sonidos que provenían
de la cultura árabe, de la India y de la lejana Polinesia. Arabia y el
subcontinente indio demarcan en la práctica lo que conocemos como Medio Oriente,
motivo central de ...From Middle East.
Y las áreas aludidas fueron vecinas próximas -y en un momento del devenir histórico,
parte- del antiguo Imperio Persa, interrogado tanto en ...Persian Experimental Music como en el díptico Visions Of Darkness In Iranian Contemporary Music (2017) -en
efecto, el actual Irán ocupa el núcleo de la nación persa, que se reconstituyó sucesivamente
como imperio parto, imperio sasánida e imperio safávida (ya convertido este
último al Islam).
Como se ve, la
terna de compilaciones tiene determinadas características en común a sus
respectivos fundamentos étnicos, y el ejemplo más claro de esto es el hecho de
que algunos artistas -Ahmed Saleh, Nyctalllz- participen en dos de ellas. Esto
no significa, empero, que sean exactamente lo mismo. El de Anthology Of Contemporary Music From Africa Continent es un corpus
donde el elemento tribal, tan indesligable del África construida en nuestras
mentes, mantiene estilizadas su naturaleza funcional (“Hverfa Af Himni Heiðar Stjörnur”,
de FRKTL), su orientación al Sonido (“TaP{”, de Healer Oran) y su sacralizada
capacidad de comunión espiritual (“Yearnings Complacency” de Abdellah M. Hassak,
primera estación del esférico que inserta voz). Eso, sin renunciar a las
visiones futuristas (“A Luta Inicia”, de Victor Gama), a la electroacústica de
factura contemporánea (“Cascades”, de Eryck Abecassis) y a la acusmática
afrocentrista (“Mediterranean”, de Nur). Ciencia-ficción africana para los
tímpanos.
Bastante más similares
entre sí son la rodaja versada en el Medio Oriente y la que apunta a la antigua
Persia. Primero, porque las reivindicaciones autóctonas que blasonan son las
mismas, grados más, grados menos. Lógico: no importando los nombres que hoy
reciben, tales lugares quedan en Asia y son contiguos. Y segundo, porque en ellas
predominan los atributos avant pop tan caros a la escudería de Raffaele Pezzella,
por encima de la indeleble marca etnográfica. En Anthology Of Contemporary Music From Middle East, menudean los ecos
de música concreta -previsiblemente, agua manante en “Thalassa” (“mar” en
griego) de Dimitris Savva y un helicóptero en “Gaza Requiem” de Pharoah
Chromium-, la deconstructiva intervención de las grabaciones de campo (Tony
Elieh y su pieza ingeniosamente titulada “The Dark That Matters”), la iteración
modal (“Nerves” de Yousef Kawar), el énfasis puesto en nerviosas texturas
maximalistas (“The Acoustic Synthesizer” de Mazen Kerbaj). Gusheh y drone, dastgah
y distorsión, radif y manipulación.
Con todo, no deja
de haber diferencias entre uno y otro volumen. Anthology Of Persian Experimental Music es, comparativamente, menos
luminoso; pero más enérgico y vívido en la interpretación. Un acuciante
sentimiento de derrotista nostalgia te invade nada más comenzar la reproducción,
con “Leaving The Planet” de Tehransmission y “Turbulence I” de Umchunga. El
triplete llega rápido con “After The Quake” de Idlefon, y de allí en más
asistimos a un desfile de tracks bien en la onda de un art déco sónico posterior
al fin de los tiempos: sonidos facetados y rectos/austeros (“Lajevard Excerpt 2”
de Spectro Duo), simpleza a nivel monumental (“Intuition” de Alphaxone), noise
abigarrado (“Opscurus” de Nyctalllz), geometría dark ambient (“Xtraterrestrial”
de Xerxes The Dark)... La versión digital ‘19 de ...Persian Experimental Music consigna cuatro surcos adicionales a los
que vienen en la edición física, llegando el total a superar los 110 minutos y
-más importante- manteniendo la vara en alto. Originalmente, el tema homónimo
de Varkâna venía en el CD, pero su lugar ha sido ocupado por “Sound Of
Guardians” de Num. De los cuatro extras, “Clouds” de Qwerteest es el más largo,
mientras que el más logrado es “Dark City” del iraní Reza Solatipour. La remasterización
2019 dota al artefacto de un sentido de espacialidad 3D.
Interesantes
panorámicos los orquestados por Unexplained Sounds -a través de los cuales
ensanchamos las fronteras de nuestro conocimiento auditivo, empapándonos de
paso en las experiencias artísticas de creadores nacidos y crecidos en culturas
harto diferentes a las que sentimos más nuestras.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de julio del 2020.)
Terminando mi
habitual audición de madrugada, reparo en que los dos títulos de este
comentario no sólo comparten sello (Discos Astromelia, label con sede en Lima
fundada a fines del 2019), formato (el resucitado cassette) e integrantes; sino
que ambos han sido además condicionados por la pandemia, diferenciándose a
partir de esta circunstancia en grado y curso...
Debido a los
extraños días que vivimos, no hay ninguna certeza sobre si este 2020 alcanzará
a ver publicado el LP de Artaud que completa la tríada de volúmenes consignados en el 2017. El remate, pues, queda en compás de espera -mas no el proyecto de
Erick Baltodano, que ha liberado en abril último su primer directo, testimonio
de una intervención en el ex cine Ayacucho. Producido por Baltodano y Camilo Uriarte, de la portada se encarga el primero, mientras que el segundo lo hace
de mezcla y masterización.
Campo De Flores Artificiales (En Vivo En El Teatro Limbo Astral)
atestigua la performance de Artaud en medio de un programa que incluía por
igual proyecciones y lectura de poemas, amén de otras varias performances.
Según costumbre del guitarrista trujillano, que nunca trabaja con alineaciones
idénticas, Artaud aquí son Baltodano (primera eléctrica), su hermano Boris (de
Ancestro, bajo), Ale Borea (de Búho Ermitaño; voz, percusión, efectos), Franz Núñez
(de Búho Ermitaño, guitarra), Silvana Tello (theremin), Sebastián Quispe
(teclados) y Pedro Fukuda (batería). Colaboran también Uriarte y Santiago Vera.
El live, dos tomas que bordean la media
hora de extensión cada una, retrata al grupo en faena de improvisación abierta.
En lo único en que se asemejan estas pistas, por ende, es en la duración y en
el imperativo que moldea los correspondientes procesos creativos -entre free y
harmolódico. De hecho, “Sketches De Oaxaca/Noches De Xochimilco/Alice Coltrane Flota
En Toluca Lake” arranca levemente jazzeada, y le toma algunos intervalos acelerar
la marcha hasta transformarse en la materia prima de la que nació el rock’n’roll.
Al poco tiempo, la percusión se disocia/desentiende del resto del ensamble, y
éste se hunde en los océanos de la cerril psicodelia noise. Como en su
superficie, sus profundidades son agitadas por corrientes de pasiones
primigenias, aunque la conexión intuitiva entre los miembros de esta versión de
Artaud nos rodea mayormente de un smooth timbral aterciopelado. A diez minutos del
desenlace, la percusión vuelve a asomar con algo de fuerza, levantando el
escenario que rodea la ulterior acometida rockera.
El poeta Santiago
Vera tiene una participación estelar en “Popular Y Porvenir” con las
composiciones “Esos Procesos Demoran”, “Variaciones De Un Texto Para Leer, Cantar,
Mirar Y Contar”, “Fuentes Del Derecho” y “Fuera De Precio”. Su modo de leer algo
me recuerda al subterfugio del spoken word. Encausadas por esta impronta, las
ultraterrenas y jammeras erupciones de Artaud, que unas veces suenan
psicofónicas y otras sólo psicoacústicas; insuflan al track aires de subtexto
sonoro idóneo para cualquier happening. Entrecruzados con las líneas que emite
Vera, aquellos estallidos alientan asociaciones mentales surrealistas, que sin
embargo no acompañan a la impro hasta el último acorde -una serie de loopeos
finales baja el telón para “Popular...”, otorgándole connotaciones de
soundtrack para la película de un Lynch división B.
Aperitivo un tanto
agreste/convulso, con que esperar que el viento sople a favor y el nuevo disco
de Artaud aparezca en la segunda mitad del año.
Fascinante
instrumento, el theremin. Creado en la Unión Soviética entre 1919 y 1920 por el
físico y violonchelista Lev Termen Sergueyevich a.k.a. Leon Theremin, el principio de su funcionamiento recae en
las variadas frecuencias de radio oscilante que la carga eléctrica de un cuerpo
humano produce moviéndose dentro y/o fuera de un campo electromagnético dado. El
requisito del campo físico cargado eléctricamente adscribe al también llamado
eterófono a la familia en que se agrupa al invento japonés Otamatone, a las
francesas Ondas Martenot y al británico “telégrafo musical” -primer antepasado
de los sintetizadores.
Reivindicado en los
90s a partir del documental Theremin: An Electronic Oddyssey (1995), Termen patentó el theremin en Estados Unidos
hacia 1928. Gracias a su extensiva utilización en bandas sonoras de films B para
la floreciente industria de la época en el imperio (norte)americano, la
sonoridad umbría, catastrófica y extraterrestre del artefacto eslavo quedó
asociada a las representaciones audiovisuales de géneros como el terror y la
entonces incipiente ciencia-ficción -huella que ha signado su derrotero, para
bien o para mal.
Pese a la reciente puesta
de largo, Silvana Tello es compositora y ejecutante curtidísima en esas lides. Cultivada
en distintas ramas del arte; Tello ha cooperado con varios exponentes de la
escena independiente desde que aprendiese a manejar el theremin con Veronik -puede
aseverarse, dicho sea de paso, que son las dos únicas mujeres peruanas capaces
de usarle como herramienta medular de composición. La más difundida de
estas colaboraciones quizá sea “Jarjacha”, único tema cantado en la discografía
de los progresivos Cholo Visceral.
A mí, que
pertenezco a una generación más bien harto timorata en esos menesteres, me hace
sentir abuelo esta chica. Habiéndosela jugado desde temprana edad por su firme
convicción en torno a la expresión artística, ad portas de llegar a la base 3
la capitalina entrega Circuito. Aunque
todos los números de la cinta ya habían visto la luz como singles el 22 de mayo
del 2019 en su cuenta BandCamp, el mérito intrínseco les otorga margen
suficiente para obviar este formalismo. Valiéndose de grabaciones de campo
recopiladas en un periodo que abarca años, la también fotógrafa ha intervenido
este corpus, desfigurándolo al punto de convertirle en torvo telón de fondo
sobre el que operar dos theremines (digital uno, analógico el otro). En su
caso, la prolongada fase de aislamiento social obligatorio le sirvió asimismo
para ordenar ideas y terminar de pautear/pulir el tape.
Ciertamente, Circuito apechuga el peso del canon que
soporta el theremin. Su sci-fi ambient apuesta por draconianas distopías
resultantes del eventual colapso de la civilización humana. El toque alusivo
del disco es muy patente en tal sentido, capitalizando además la holográfica turbación
emocional que genera evocar realidades post apocalípticas existentes sólo como
meras posibilidades. Al futurismo dantesco y desolador de la obertura “Averno”
se le extinguen las pocas luces que toleraba cuando transita hacia “Espectro”.
“Lourdes” es tal vez el corte más redondo de la ‘circuitería’: siempre
misterioso, de continuo siseante, a veces trepando las paredes; el theremin
conjura los recursos que más se han arrogado para sí tanto la ciencia-ficción
como el terror. Sé que es físicamente imposible, pero percibo momentáneamente que
los glissandos de “Lourdes” se trasmutan en portamentos, aumentando más la
sensación de estrujada e irreal pesadilla.
Camino que merece
ser explorado a posteriori, “Materia” -cuenta con video oficial- es más apolíneo
que el resto de este acromegálico Circuito.
Sobre todo si suena después de “Lourdes” y antes de “Paisaje”. No encuentro un
nombre más apropiado para este último surco, que indefectiblemente hace brotar
en mi imaginación parajes áridos, sin actividad biológica perceptible -donde el único estigma
posible es el del ocaso, de la entropía, del kippel...
Al cassette lo finaliza
“Ausentes”, en comandita con Danny Caballero (a) Paruro. Aquí el registro es
más zumbante y canibaliza la estética drone, con el theremin literalmente
disparándose de sonidos graves/subsónicos a frecuencias
estridentes/chirriantes. “Ya No Hay Seres
En La Tierra/El Sol Se Oculta” es
el mantra que profiere Tello a todo lo ancho de los poco más de quince minutos con que Circuito acaba mordiéndose la cola. Imponente
debut de la integrante del binomio FEM/BOT, que se quedará todavía un rato clavándole los incisivos a mis nerviosas
neuronas.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de julio del 2020.)
Muy poco después de
su upload (01/03/19), recibí el anuncio de publicación de material de un nuevo
grupo nacional. Por la portada, que remitía instantáneamente al arte
a-lo-chicas-Vargas con que se adornan la literatura de anticipación y la
cultura de juegos de rol, parecía ser una formación stoner. Pese a que algo de
ello había, no era lo único vertido en el caldero.
Tampoco era exacto
asegurar que se trataba de un nombre debutante. En apariencia, Kurandera ya no
existía: la sumilla en inglés de su BandCamp hablaba de ella en pasado. El
puñado de seis pistas, para más inri, se presentaba como EP post mortem cedido
a Pájaro Records. Más propiamente un mini-álbum epónimo, era la promesa trunca
de aquello que nunca iba a ser. Supongo que los integrantes se arrepintieron ipso
facto de la decisión, pues para fines de abril del mismo año ya pregonaban la
salida de su ópera prima en regla. Ésta se concretó recién en febrero.
En teoría, El Pacto es una versión aumentada de
aquel extended que apenas si se promocionó, y al cual repesca completo salvo
por “Como Un Perro Sin Nombre Por Las Calles”. La carátula es la misma, con el
añadido de la denominación escogida para el debut. A los cinco números
rescatados se adicionan “Estoy Dengue”, “Arderán Sus Templos” y los extensos
“De Vuelta Hacia El Desierto” y “La Parte Podrida” -todos ellos registrados en
el transcurso del 2019. La edición física ha corrido por cuenta de Mosquito
Records, Tóxico Records y Entes Anómicos. Entendiendo que era el legado imperfecto
de un cuarteto jugado por la separación, y empacado como tal, tenía Kurandera EP excelente pasta de maqueta
o demo. Teclados mínimos, batería esforzada, el fuzz liberando destructivas ondas
cinéticas... Heavy blues experimental, stoner troglodita, hard rock
psicodélico, incluso noise punk; fisionados y barbotados en mal viaje
metafísico, trascribiendo todo lo perceptible en gradaciones flamígeras de
rojo.
Quisiera subrayar
el crecimiento que ha tenido el repertorio de Kurandera entre el extended y el
largo. No puedo hacerlo. Después de casi un año, muy poco o nada ha cambiado. Las
tomas son esencialmente las mismas. Si “Viva La Revolución” ahora samplea un
huayno del folklore andino a modo de coda, las demás sufren alteraciones aún
menores. Cero evolución. De otro lado, las nuevas creaciones se ubican en las
mismas coordenadas que sus predecesoras -un borrador de notas: pasan piola como
bocetos inacabados, desaprueban como versiones en limpio. En algunos casos, concretamente
en “Arderán Sus Templos” y “Estoy Dengue” -que repiten machacantes cual
sonsonetes sus títulos-, el nivel es aún más ínfimo.
En momentos en que
escribí esto, he reproducido tanto el link de YouTube como los audios subidos a
BandCamp en el ‘19, y estos últimos suenan muchísimo mejor. Es como si las
canciones que dan forma a El Pacto
hubiesen involucionado y sonasen bastante más mal que las versiones
primigenias. Digo, ¿para esto dejó pasar once meses un cuarteto que en la
víspera ya estaba listo para decir adiós? Si se requerían más horas de ensayo,
y aún de grabación, ¿qué demonios hacen TRES disqueras patrocinando un
lanzamiento que no cuenta con efectivo respaldo de ninguna de ellas en esas instancias?
¿Y dónde quedan la producción y la mezcla? Lamentable que se arruine así esta
oportunidad.
Y luego de media
década, sin emitirse ningún aviso previo, recibo un lunes la feliz noticia del
regreso de Diego Meneses con nuevo LP de Dreams On Board bajo el brazo. Uno que
se ha gestado entre São Paulo, Taipei, Lima y Seúl -editado como siempre bajo
las banderas de Surrounding, sello del músico trotamundos.
Admito que, en principio,
Timeless me dejaba la impresión de suscribir
golpe de timón hacia un sonido distinto del que Meneses había despachado en Instantes Mil (2011) y en el fabuloso Wishes (2015). Las etiquetas dispuestas
en BandCamp aludían al downtempo, el otro alias que a veces usa el trip hop, y
a la Berlin school. Si bien esto último era más un tiro al aire, había cierto
asidero para aquello de downtempo. Después de varias sucesivas escuchas, llego
a la conclusión de que el disco es consecuencia de un refinamiento de todo lo expuesto
por el individualista peruano. La ornamentación trip hop está allí, pero es accesoria
e inconstante.
Porque, en los
hechos, DOB sigue siendo el mismo unipersonal que partía de la combinación
entre house y techno para eyectarse hasta ese catártico IDM intimista de
propiedades curativas que me noqueó en Wishes.
La esencia sigue siendo la misma, aunque obviamente haya habido mutaciones. La
más notoria de ellas es la flexibilización, cuando no sublimación, del basamento
tech-house. En esas condiciones, la cimental grava proporciona mayores espacios
para el lucimiento de una cálida estética ambient pop, ocasionalmente bristoliana.
De “Banquiao” -con sus veladas resonancia triperas- a la oscuramente saltarina “Encore”,
el primer tramo de este Timeless atestigua
esa depurada electrónica de salón, de asimilación doméstica y técnica
inmaculada; que a la vez funciona perfecta para madrugadas insomnes al volante.
“God” y “Isolation”
abren el espectro de Dreams On Board hacia predios de ese subgénero-limbo
alimentado por próceres como Boards Of Canada o Lali Puna, precintado con el
inteligente rótulo de ‘idyllitronica’. Gracias a esta apertura, la segunda
parte del CD exterioriza detalles que se hallan normalmente latentes en la discografía
del acto. Cortes como el austero “Reset”, el trippy “Origen” o el litúrgico
“Ritual” (colabora el irlandés Christopher Scullion en el bajo) explicitan las
dos dimensiones emocionales/espirituales que Meneses hila entretejidas desde
las épocas en que Dispositivo Sueños era su único grupo. Y es que la gama
irisada que subyace al 95% o más de sus composiciones, es el resultado de lo
elegíaco escondiéndose en lo crepuscular, o de lo crepuscular escondiéndose en
lo elegíaco. El segundo es el caso más abundante, pero el primero ha producido
melodías de-sar-man-tes (cf. “Summertime”).
El potente surco
epónimo del Timeless vuelve a disimular
la filigrana, y le da prioridad a los márgenes más geométricos de DOB,
fungiendo así de preámbulo para el epílogo -“Vorahnung”, ensenada hermosa y
apacible tras la travesía heroica por los mares siempre movidos de la hibridación
electrónica. La manera más atinada de cerrar el segundo candidato peruano a
disco del año, de cara a los recuentos de diciembre.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de julio del 2020.)
#AguanteChile.
Cuarta estación en
su trayectoria discográfica, Animita
trae de regreso a Adelaida, el terceto valpeño curtido en forjas inéditas manipulando
la Distorsión de niveles dBA potencialmente perniciosos. Compruebo que el ducho
alias se sustenta en la misma nómina desde los tiempos en que Natalia Adelina
Díaz abandonase el barco: Claudio Manríquez a.k.a.Jurel Sónico (guitarras, voz, synth, pandero), Naty Lane (bajo, voz, coros, teclados)
y Gabriel Holzapfel (batería y voz). Curiosamente, el esférico se ha concebido
como el “pago” de una “manda” solicitada a/concedida por Émile Dubois -el
equivalente a “las ofrendas por los favores recibidos” de los santos, oficiales
o no, en el Perú. De ahí la portada, una representación del mármol dispuesto sobre
la tumba de Dubois, e incluso el nombre que recibe este Animita.
La placa tiene
mucho de lo que Adelaida ha mostrado en entregas anteriores, esta vez en
proporciones adelantadas únicamente por “Fantasma”, el estupendo single del
2018. No es gratuito que “Fantasma” haya sido repescado aquí, lo mismo que los 45s
de promoción “Ya Siento” y “Perdida”. Otra novedad a subrayar es lo albo que
suena el repertorio pese a la recurrente presencia de efectos distorsivos, como
si mediante la ascesis zen el trío hubiera atravesado el ruido hacia un estado
de quietud y contemplación.
Y es que el
conjunto luce maravillosamente controlado, llegado a su propia madurez
expresiva tras ocho años de andadura. Sin pisar el acelerador, el post grunge
de “Perdida” y de “Efervescencia” dosifica los decibelios, contendiendo con el noise
en lugar de cederle las riendas. No es el momento. Éste llega con las
fulminantes baquetas de “Kraken”, pero sobre todo con “Mundo”, en donde la
guitarra de Manríquez llamea y el bajo de Lane construye escherianos loops
acrobáticos. Las variables se acomodan a partir de la majestuosamente
psicodélica “Valhalla”, y así se mantendrán hasta “La Manda”: la contundencia de
rollos como el grunge y el stoner ven disminuir la adrenalina rítmica y
redirigirse sus energías hacia un mayor tremendismo sonoro. Ya sea el
shoegazing (la insular “Coral”), el guitarrorismo a lo Sonic Youth (“Fantasma”)
o el post hardcore (“No Hay Daño”, junto a Chini.png -o María José Ayarza en
plan solista-), las características centrales que han hecho de Adelaida una
gran banda figuran ecuánimes en ese tramo.
El acceso hepático de
“Ciego Y Sordo” es un cachetazo que te coge con los pantalones abajo. A pesar de
que luego Adelaida trata de alivianar esta brusquedad con “Ya Siento”, el
sacudón goza de una segunda vida gracias a “Yo Tenía” y su punk a lo Bikini
Kill. Por fortuna, para el epílogo de Animita
los portuarios escogen una composición drásticamente distinta del resto. La
acústica “Estrellas De Mar” es una tonada inusual desde su tranquilidad, amansada
por aires de balneario en atardeceres soleados, embebida de sosiego -como
alguien ha escrito previamente, la cortina “para los créditos finales de una
película”.
Queda claro que
Adelaida ha encarado su nuevo trabajo regenerando la tímbrica de jornadas
precedentes, inspirándose y a la vez conteniéndose, siendo consciente de/planificando
los detalles más insignificantes. En el camino, al menos por ahora, ha dicho adiós
el shoegazing, señal de que el filtraje estético se inclina hacia el lado más bullanguero
pero también menos elaborado; como abandonando el Paraíso y regresando a la Madre Culebra (sin olvidar lo aprehendido en la técnica). En ese nimbo han decidido
los chilenos echar raíces y crecer. Lo mostrado hasta la fecha me invita a
seguirles el rastro sin reticencias.
Del mismo árbol que
Adelaida, un brote jovencísimo ha dado su primer fruto en mayo. Luego de un
lustro de vida y tres temas publicados durante ese período, los santiaguinos de
Aramea colgaron en varias plataformas online a su primogénito. Con chapa de
connotaciones bíblicas, el grupo está formado por el guitarrista ‘Sonic’
Verdejo, el batero Matías Montecino y el bassman Flavio Zárate. Este último
pone además la voz, mientras los demás apuntalan los coros.
Solsticio retrata a un trinomio abroquelado cuando sus
integrantes todavía estaban en el colegio. A día de hoy ninguno llega aún a los
21, y continúan exhibiéndose nóveles pese a sus cinco almanaques de trajín. Acorde
con esa circunstancia, los ‘triates’ definitivamente no son originales, pero sí
auténticos. El combo se muestra en este lance tributario de adalides noventeros
que, si bien trabajaban con la Distorsión al tope, la moldeaban de una manera
convencional. Son claras las influencias del hype alternativo, del sonido
Seattle, del rapcore, e incluso del indie nacido al amparo de esa década. Esto
último es más palpable en la cualidad inherente conferida al álbum durante la
producción, que esgrime un registro borroso, casi lo fi.
Los 31 minutos y
monedas de Solsticio son desbordados
por esas energía y vitalidad que se experimentan con vehemencia irreprimible
sólo en la primera juventud. Las dos pueden exteriorizarse de forma veloz e
impetuosa, como en “Paranoia”, “Avaricia” o “Letargo”; pero las más de las
veces cuajan en intensos números de electricidad centelleante y revoluciones a
media máquina -“Sofrosina”, “Punzó”, “Disyuntiva”, el efímero “Insomnia”... Asimismo,
ambas se enroscan en torno a líricas que brincan del bajón desarmante a la
furia explosiva, viceversa y de regreso. Como ejemplo de ello, “Lapidícolo”,
que va de “Nervios De Punta/Déjenme Crecer/El Opio Que Siembro En Mis Manos/No Es Lo Mismo Que Yo” a “Y
Al Silencio Obedecer/Y Al Silencio
Obedecer/Agonía Punzante En Mis
Recuerdos/Deja En Mañana Al Anochecer”.
El angst post
adolescente no se lleva mal con la fuerte compenetración a nivel instrumental que
los capitalinos acreditan. Merece destacarse este rasgo en una agrupación bisoña,
que necesita crecer más allá de los efluvios genéricos a Deftones, a Weezer, a
Alice In Chains o a Collective Soul; destilados todavía por su música. Idénticamente,
merece destacarse la agenda recargada de Aramea en tiempos de emergencia
sanitaria: sesiones en streaming, tutoriales, conversatorios vía Zoom...
Solsticio contó con la colaboración de Jurel Sónico
(“Punzó”) y Naty Lane (“Lapidíloco”, “Avaricia”, “Letargo”). Para su producción
y mezcla en Lagartija Estudio, además de los antedichos participó Pablo Gálvez
(Cangrejo).
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de junio del 2020.)
Tras algunos meses
arropados por consecutivos singles de adelanto, en marzo recibe luz verde lo
nuevo de Nax, banda con sede bonaerense en un inicio acto unipersonal de
Nicolás Castello. Por la trinchera gaucha han desfilado muchos músicos, lo que
dificulta tener clara la alineación de estos días: Gabriel Hernández, Juan
Marcos Hernández (desconozco si existe parentesco), Pablo Bugueiro Bertier, Jonathan
Sansone, Nicolás Garimano, Christian Bocon... Si debo hacerle caso a la info
consignada en BandCamp, los tres últimos y Castello son quienes actualmente dan
forman al line up.
El hoy cuarteto siempre
se ha tomado su tiempo para publicar. Parece que Nax cobra vida antes del 2009,
siendo 2013 el año en que se da a conocer con Amalgama EP. A partir de allí se suceden espaciadamente
lanzamientos cortos, 45s la mayoría de ellos, hasta arribar a Congelado. Debe considerarse a este
título su puesta de largo oleada y sacramentada, pues Lunas Azules (2016) es en la práctica un extended que apenas rebasa
la barrera de los 16 minutos.
Congelado, además, rescata surcos que llegan a
fecharse tres años atrás -lo cual le ayuda a dar pie en bola. “Celebrar
Aniversarios” y “Noche” rompen fuegos en accesible y correlona clave shoegazing,
empapada de cierta retórica indie (“Ya No
Andas En Patineta/Y No Querés Salir A
Visitar A Tus Amigos/Ya No Festejas
Tus Cumpleaños/Sólo Querés Quedarte
Componiendo Tus Canciones”). La mezcla de estudio premia a las quebradizas
guitarras, cuyos arpegios combustionan encerrados en un iglú. Mas fuera de su
vitalidad, y del hecho de adscribir al romanticismo melódico en forma y
contenido, no queda mucho por decir.
El verdadero inicio
de Congelado es “Haceme Olvidar”, número
más reflexivo y agridulce que sube los rangos noisicos y trastoca en sofocante
la indómita caricia del vendaval. Es éste, de otro lado, el punto de apoyo
sobre el que Nax se aviene a crecer. Verbigracia “Hechos De Agua”, que retoma
la fórmula inicial, sólo que volcándola de lleno hacia la senescente murria de
los días otoñales. Algo similar ocurre con la sucinta “Luna”, mientras que
“Ángeles De Hielo” opta por tempos más serenos.
En el último
segmento del disco, Castello y compañía equilibran todas las variables, desplegándolas
en su justa posición. La sección rítmica por fin emerge a la superficie,
imprimiendo convincente su huella en la psique del/de la escucha. Los giros
melancólicos de las vocales pasan de modo greca a modo viñeta, tal cual lo
consiguiesen en “Hechos De Agua”. Las eléctricas resplandecen en ejecuciones
que recuerdan a The Stargazer Lilies o Dream Suicides. Así, el rush que arranca
con la preciosa “Girasoles” y termina con el canal homónimo de esta entrega
alcanza su culmen en “Kria”, toma corregida y aumentada del lado B que
acompañase la primera versión single de “Celebrar Aniversarios” (2017).
Por su
caleidoscópico talante, los arreglos ambientales remiten veladamente a gente
como Glaare (darkgaze), Nicholas Nicholas (indie) o Catch The Breeze
(postpunkgaze). Lustre para un plástico al que, es justo explicitarlo, debes
darle un par de oportunidades. Por ahora, Nax consigue aprobar con una jornada
ácida... amarga... triste...
Acicateado tal vez
por el redescubrimiento y nuevo boom del minimal synth, el pop underground empieza
a rastrear con desesperación entre subgéneros aparecidos tras la erupción punk,
esperando encontrar vetas que insuflar de nueva vida; con el consiguiente
aumento estadísticamente improbable de aquello que en paleontología se denomina
“lazarus taxon” -en cristiano, especies (estilos) que se desvanecen durante x
intervalos geológicos (eras mediáticas), y bruscamente reaparecen después.
No es curioso que la
del gothic en su cepa noventas sea de las primeras reanimaciones tentadas.
Después de todo, existe un túnel de comunicación entre el territorio synth y el
primigenio dark (matriz de la que surgió el rock gótico): la coldwave. Sí es curioso,
en cambio, que el resucitado haya obtenido gran acogida en aquestos rumbos del
orbe; sobre todo en Colombia (Ferdinand Cärclash, Antiflvx, Cimientos Fecundos)
y en México (Stockhaussen, E N T R E M E N T I R A S, Macedonia, El Ojo Y La Navaja...),
como atestigua la nómina de InfraVox Records (Perú). Del país de las enchiladas es también Das Leiden, individual de Daniel Rossier que debutase en marzo del 2019
con el sencillo “Suffering”.
Wounds (marzo del año en curso) se balancea entre
el EP y el mini-álbum. Dada la naturaleza esencialmente sintética de la
artillería que desdobla el músico, el registro desprende desde su efímera
apertura “Purcell” un sabor similar al del electrodark de The Shroud o The
Electric Hellfire Club. Similar, no idéntico: conforme se suceden composiciones
como “Blood”, “Absinthe Drunk” o “Once Again I Sacrifice”; Das Leiden incorpora
la herencia de ese gothic cosecha 90s que, teniendo como principal referente a
The Sisters Of Mercy, se dejaba seducir por el metal y el industrial.
No obstante, es
recién con “Fühlen (Sentir)” y el single ya publicado -rebautizado “The
Suffering (Das Leiden)”- que se consolida el proceso de desafectación que
Rossier pusiese sobre el tapete tras los primeros acordes. El azteca desmonta el
modelo noventero extirpándole esa ampulosidad que terminó devorándolo,
desechando la recargada aparatosidad que lucía, simplificando y dinamizando su
sonido. Para cuando el láser recorre “The Suffering...” y “Fühlen...”, de la
teatralidad inherente al género no quedan ni las virutas.
Estimo que Wounds debe ser de las primeras placas minimal
goth que nos reservan los calendarios venideros. Pese a las incógnitas
penumbras que rasgan las gélidas coreografías maquinales propuestas por Das
Leiden, el camino todavía es largo, de cualquier modo -aún le falta evitar
resbalones como “In The Distance”, cliché a más no poder.
Sólo ha
transcurrido un bienio y Sexores vuelve con nuevo episodio discográfico, quinto
de su caminar si se contabilizan los mini-LPs Amok & Burnout (2011) y Red Rooms (2016). Todavía resuena en estos tímpanos East / West (2018), díptico en formato vinilo que explorase
respectivamente las facetas experimental y pop de la querida agrupación
ecuatoriana afincada en México. Este contraste de perspectivas no desaparece en
Salamanca, pero sí es sublimado
debido a varios factores. El más evidente de éstos es su extensión, pues la
nueva criatura no es doble.
El más trascendental,
inequívocamente, es el bifronte concepto que el dúo ha asumido a consciencia y trabajado
durante muchos meses. En efecto, Emilia Bahamonde (a) 2046 y David Yépez (a) 606
realizan una meticulosa investigación sonora acerca de macabras mitologías paganas,
tanto tradicionales -entiéndase folklóricas- como pop -entiéndase las provistas
por el cine-. Y lo hacen centrándose en el protagonismo que, en torno a estas
historias, recae sobre las brujas.
Otro factor
determinante ha sido el de la tecnología. Sabido es que la dupla siempre se ha
apoyado en ella. En Salamanca, la
aborda empleando software libre, lo que imprime en el largo una técnica más cerca
del ingenio y la creatividad que de la disponibilidad tecnológica de avanzada.
Más punk -una arista que suma al momento de encarar el contenido polisémico de Salamanca, esférico que también acusa
trazas de bipolar.
Sí, porque la
disparidad de temas se sucede sin tregua, pese a estar el viaje dominado por
innegables matices oscuros. La faceta experimental del binomio se materializa
desde el fugaz intro de “Aqueronte” (el más conocido de los ríos que atraviesan
el inframundo helénico), y se robustece en piezas como la pesadillesca “Death
By Burning” (calando la turba que ocasionaba cualquier ajusticiamiento
medieval), “Posism + Tiraclaurism” (retorcida programación sintética que inserta
a modo de coda un fragmento de “El Beso Que Te Di”, del dueto uruguayo Los
Olimareños), la densa “Crapaud” (oscura y monocorde, agregaría) o la canción
titular (un genuino aquelarre babélico).
La faceta digamos
pop -léase la más accesible- de Salamanca
no llega a ser ni tan cacofónica ni tan lúgubre como su contraparte
experimental, si bien sus logros no son menores. La maravillosa “Volantia”
avisa que el dream pop/shoegazing y la electrónica preservan su lugar central
en la dialéctica del tándem. En adelante, éstos y otros códigos serán moldeados
por el timing percusivo: así lo corroboran el medio tiempo de “Hannya”
(participa nuestra compatriota Noelia Cabrera, de Kusama, Blue Velvet e
Isolation Project; guiño de carambola a Onibaba),
el dream pop vigorizado de la veloz “The Depressing Sounds Of The Witch”, la
estupenda semi-balada “Mistress Of The Marble Hill”, el electrogaze de “Nos Lo
Dijo La Serpiente” o la sofisticada “Madre” (delicada melodía al piano con la
distorsión racionada).
La travesía ofrece dos
ocasiones en que ambas facetas se cruzan, produciendo ambientes de tensión
épica. Tanto en “Decretism” como en “Lámpades” (consagrada a las deidades que
acompañaban el séquito de la triforme Hécate), el shoegazing, el dark, la
electrónica y la atonalidad chocan frontalmente. La colisión provoca prodigios:
la luz, lo experimental, el pop, la lobreguez; conviven e interactúan por escasos
minutos. Poesía enajenante ahogada en saudade, que sólo en uno y otro caso
resiste ser filtrada y refractada.
Espero que Salamanca traiga a Sexores otra
vez por estas tierras, y nos permita disfrutar de su consabida presentación en
directo, cuando todo este chongo pandémico sea un mal recuerdo. Siempre es un
placer verles.