jueves, 2 de julio de 2020

Nax: Congelado // Das Leiden: Wounds // Sexores: Salamanca

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de junio del 2020.)

Tras algunos meses arropados por consecutivos singles de adelanto, en marzo recibe luz verde lo nuevo de Nax, banda con sede bonaerense en un inicio acto unipersonal de Nicolás Castello. Por la trinchera gaucha han desfilado muchos músicos, lo que dificulta tener clara la alineación de estos días: Gabriel Hernández, Juan Marcos Hernández (desconozco si existe parentesco), Pablo Bugueiro Bertier, Jonathan Sansone, Nicolás Garimano, Christian Bocon... Si debo hacerle caso a la info consignada en BandCamp, los tres últimos y Castello son quienes actualmente dan forman al line up.

El hoy cuarteto siempre se ha tomado su tiempo para publicar. Parece que Nax cobra vida antes del 2009, siendo 2013 el año en que se da a conocer con Amalgama EP. A partir de allí se suceden espaciadamente lanzamientos cortos, 45s la mayoría de ellos, hasta arribar a Congelado. Debe considerarse a este título su puesta de largo oleada y sacramentada, pues Lunas Azules (2016) es en la práctica un extended que apenas rebasa la barrera de los 16 minutos.

Congelado, además, rescata surcos que llegan a fecharse tres años atrás -lo cual le ayuda a dar pie en bola. “Celebrar Aniversarios” y “Noche” rompen fuegos en accesible y correlona clave shoegazing, empapada de cierta retórica indie (“Ya No Andas En Patineta/Y No Querés Salir A Visitar A Tus Amigos/Ya No Festejas Tus Cumpleaños/Sólo Querés Quedarte Componiendo Tus Canciones”). La mezcla de estudio premia a las quebradizas guitarras, cuyos arpegios combustionan encerrados en un iglú. Mas fuera de su vitalidad, y del hecho de adscribir al romanticismo melódico en forma y contenido, no queda mucho por decir.

El verdadero inicio de Congelado es “Haceme Olvidar”, número más reflexivo y agridulce que sube los rangos noisicos y trastoca en sofocante la indómita caricia del vendaval. Es éste, de otro lado, el punto de apoyo sobre el que Nax se aviene a crecer. Verbigracia “Hechos De Agua”, que retoma la fórmula inicial, sólo que volcándola de lleno hacia la senescente murria de los días otoñales. Algo similar ocurre con la sucinta “Luna”, mientras que “Ángeles De Hielo” opta por tempos más serenos.

En el último segmento del disco, Castello y compañía equilibran todas las variables, desplegándolas en su justa posición. La sección rítmica por fin emerge a la superficie, imprimiendo convincente su huella en la psique del/de la escucha. Los giros melancólicos de las vocales pasan de modo greca a modo viñeta, tal cual lo consiguiesen en “Hechos De Agua”. Las eléctricas resplandecen en ejecuciones que recuerdan a The Stargazer Lilies o Dream Suicides. Así, el rush que arranca con la preciosa “Girasoles” y termina con el canal homónimo de esta entrega alcanza su culmen en “Kria”, toma corregida y aumentada del lado B que acompañase la primera versión single de “Celebrar Aniversarios” (2017).

Por su caleidoscópico talante, los arreglos ambientales remiten veladamente a gente como Glaare (darkgaze), Nicholas Nicholas (indie) o Catch The Breeze (postpunkgaze). Lustre para un plástico al que, es justo explicitarlo, debes darle un par de oportunidades. Por ahora, Nax consigue aprobar con una jornada ácida... amarga... triste...


Acicateado tal vez por el redescubrimiento y nuevo boom del minimal synth, el pop underground empieza a rastrear con desesperación entre subgéneros aparecidos tras la erupción punk, esperando encontrar vetas que insuflar de nueva vida; con el consiguiente aumento estadísticamente improbable de aquello que en paleontología se denomina “lazarus taxon” -en cristiano, especies (estilos) que se desvanecen durante x intervalos geológicos (eras mediáticas), y bruscamente reaparecen después.

No es curioso que la del gothic en su cepa noventas sea de las primeras reanimaciones tentadas. Después de todo, existe un túnel de comunicación entre el territorio synth y el primigenio dark (matriz de la que surgió el rock gótico): la coldwave. Sí es curioso, en cambio, que el resucitado haya obtenido gran acogida en aquestos rumbos del orbe; sobre todo en Colombia (Ferdinand Cärclash, Antiflvx, Cimientos Fecundos) y en México (Stockhaussen, E N T R E M E N T I R A S, Macedonia, El Ojo Y La Navaja...), como atestigua la nómina de InfraVox Records (Perú). Del país de las enchiladas es también Das Leiden, individual de Daniel Rossier que debutase en marzo del 2019 con el sencillo “Suffering”.

Wounds (marzo del año en curso) se balancea entre el EP y el mini-álbum. Dada la naturaleza esencialmente sintética de la artillería que desdobla el músico, el registro desprende desde su efímera apertura “Purcell” un sabor similar al del electrodark de The Shroud o The Electric Hellfire Club. Similar, no idéntico: conforme se suceden composiciones como “Blood”, “Absinthe Drunk” o “Once Again I Sacrifice”; Das Leiden incorpora la herencia de ese gothic cosecha 90s que, teniendo como principal referente a The Sisters Of Mercy, se dejaba seducir por el metal y el industrial.

No obstante, es recién con “Fühlen (Sentir)” y el single ya publicado -rebautizado “The Suffering (Das Leiden)”- que se consolida el proceso de desafectación que Rossier pusiese sobre el tapete tras los primeros acordes. El azteca desmonta el modelo noventero extirpándole esa ampulosidad que terminó devorándolo, desechando la recargada aparatosidad que lucía, simplificando y dinamizando su sonido. Para cuando el láser recorre “The Suffering...” y “Fühlen...”, de la teatralidad inherente al género no quedan ni las virutas.

Estimo que Wounds debe ser de las primeras placas minimal goth que nos reservan los calendarios venideros. Pese a las incógnitas penumbras que rasgan las gélidas coreografías maquinales propuestas por Das Leiden, el camino todavía es largo, de cualquier modo -aún le falta evitar resbalones como “In The Distance”, cliché a más no poder.


Sólo ha transcurrido un bienio y Sexores vuelve con nuevo episodio discográfico, quinto de su caminar si se contabilizan los mini-LPs Amok & Burnout (2011) y Red Rooms (2016). Todavía resuena en estos tímpanos East / West (2018), díptico en formato vinilo que explorase respectivamente las facetas experimental y pop de la querida agrupación ecuatoriana afincada en México. Este contraste de perspectivas no desaparece en Salamanca, pero sí es sublimado debido a varios factores. El más evidente de éstos es su extensión, pues la nueva criatura no es doble.

El más trascendental, inequívocamente, es el bifronte concepto que el dúo ha asumido a consciencia y trabajado durante muchos meses. En efecto, Emilia Bahamonde (a) 2046 y David Yépez (a) 606 realizan una meticulosa investigación sonora acerca de macabras mitologías paganas, tanto tradicionales -entiéndase folklóricas- como pop -entiéndase las provistas por el cine-. Y lo hacen centrándose en el protagonismo que, en torno a estas historias, recae sobre las brujas.

Otro factor determinante ha sido el de la tecnología. Sabido es que la dupla siempre se ha apoyado en ella. En Salamanca, la aborda empleando software libre, lo que imprime en el largo una técnica más cerca del ingenio y la creatividad que de la disponibilidad tecnológica de avanzada. Más punk -una arista que suma al momento de encarar el contenido polisémico de Salamanca, esférico que también acusa trazas de bipolar.

Sí, porque la disparidad de temas se sucede sin tregua, pese a estar el viaje dominado por innegables matices oscuros. La faceta experimental del binomio se materializa desde el fugaz intro de “Aqueronte” (el más conocido de los ríos que atraviesan el inframundo helénico), y se robustece en piezas como la pesadillesca “Death By Burning” (calando la turba que ocasionaba cualquier ajusticiamiento medieval), “Posism + Tiraclaurism” (retorcida programación sintética que inserta a modo de coda un fragmento de “El Beso Que Te Di”, del dueto uruguayo Los Olimareños), la densa “Crapaud” (oscura y monocorde, agregaría) o la canción titular (un genuino aquelarre babélico).

La faceta digamos pop -léase la más accesible- de Salamanca no llega a ser ni tan cacofónica ni tan lúgubre como su contraparte experimental, si bien sus logros no son menores. La maravillosa “Volantia” avisa que el dream pop/shoegazing y la electrónica preservan su lugar central en la dialéctica del tándem. En adelante, éstos y otros códigos serán moldeados por el timing percusivo: así lo corroboran el medio tiempo de “Hannya” (participa nuestra compatriota Noelia Cabrera, de Kusama, Blue Velvet e Isolation Project; guiño de carambola a Onibaba), el dream pop vigorizado de la veloz “The Depressing Sounds Of The Witch”, la estupenda semi-balada “Mistress Of The Marble Hill”, el electrogaze de “Nos Lo Dijo La Serpiente” o la sofisticada “Madre” (delicada melodía al piano con la distorsión racionada).

La travesía ofrece dos ocasiones en que ambas facetas se cruzan, produciendo ambientes de tensión épica. Tanto en “Decretism” como en “Lámpades” (consagrada a las deidades que acompañaban el séquito de la triforme Hécate), el shoegazing, el dark, la electrónica y la atonalidad chocan frontalmente. La colisión provoca prodigios: la luz, lo experimental, el pop, la lobreguez; conviven e interactúan por escasos minutos. Poesía enajenante ahogada en saudade, que sólo en uno y otro caso resiste ser filtrada y refractada.

Espero que Salamanca traiga a Sexores otra vez por estas tierras, y nos permita disfrutar de su consabida presentación en directo, cuando todo este chongo pandémico sea un mal recuerdo. Siempre es un placer verles.


Hákim de Merv

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