(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de marzo del 2018.)
No son escasas las
razones que me asisten cuando afirmo que Tumi 1 - Música Electrónica Popular Del Perú MMXVIII es serio candidato a disco nacional
del año, pese a tratarse de una apuesta colectiva. Por lo menos en su categoría
-“compilación del año”-, tiene todo para llevársela de encuentro.
Con semejante
subtítulo, Tumi 1... deja clarísimo a
dónde apunta. Es, en principio, una estampa de los caminos que la electrónica peruana
recorre en la segunda década del siglo XXI. Primera sorpresa, aunque quizá a
estas alturas ya no lo es tanto: son casi 84 minutazos. Mi opinión personal es
que, publíquese donde se publique, un documento sonoro no debería exceder los
límites físicos del soporte digital, o en última instancia debería orquestársele
como “disco doble”. De cualquier modo, esto no es más que una objeción formal:
mientras más extenso sea un testimonio de época, mejor -pero, claro, esto
impide cualquier edición física digital simple; toda vez que la única manera de
acceder a la obra es a través de BandCamp (escuchándola online y/o descargándola).
Segunda sorpresa: “los
caminos que la electrónica peruana recorre en la segunda década del siglo XXI”
transitan paisajes bastante alejados de las nuevas tendencias que campeasen
recientemente en el panorama internacional. Chillwave, footwork, vaporwave,
post dub, etc; nada de eso se escucha aquí. Probablemente, alguien comentará
con mala intención que el referente más cercano a grupos y artistas del Tumi 1... es el electrocläsh de
Fisherspooner y Ladytron -sabiendo de que el electrocläsh es un pastiche procesado
a partir de la new wave de los 80s y del synth de los 90s. No puedo desmentir
que las raíces de casi todos los que meten mano en esta jornada son ésas,
pero sí que los resultados sean vulgares refritos y/o anacronismos de quienes
se niegan a evolucionar/prefieren vivir en el pasado.
Tercera sorpresa, consecuencia
indirecta de la segunda: la compilación se exhibe atemporal. Temas como “Calid”
(Matrix Operator), “3” (Replicas, el nombre homenajea sin alteraciones
idiomáticas al segundo disco de Tubeway Army, la primera banda de Gary Numan),
“Ver Flotar” (Autobahn 303 //\\ Autopista 303) o “Modern Mechanism”
(Nomenclaturah); podrían haber aparecido hace 30 años, pero no lucen rescatados
del baúl de los recuerdos. Lo mismo sucede con tracks como “Respirando A Veces”
(El Lazo Invisible), “Amarillo (Circuit Mix)” (Kyleran) o “Isaac Aislado”
(Operacional); que resisten ser equivocadamente fechados entre fines de los 90s
y principios del nuevo milenio.
Varios bytes atrás
escribí “...las raíces de casi todos los que meten mano en esta jornada...”.
Existen, pues, las excepciones; entre las que podemos contar a “Epitafio En El
Parque” (Gelatina Magma), a “Río Hablador (Revisited)” (Theremyn_4, ya ha anunciado álbum nuevo), a “Masken” (Laikamorí), a “Reflexiones Arquitectónicas”
(Agfa Army) o a “Party In A Spacecraft” (Hamann, individualista muy versátil
que tan pronto puede hacer de “Party...” una lección de pop cibernético como
ponerse en plan doom psicodélico/space rock experimental bajo la denominación
Jacko Wacko, un músico irreprochable). Pistas como éstas se barajan con las
demás sin resentirse la tónica general del disco -ni las unas rejuvenecen ni
las otras envejecen.
Hay un lunar en Tumi 1...: “Ein Rad Zu Drehen Ist, Was
Sie Sind” de Kamila Lunae (Ich verstehe die deutsche Sprache nicht, por siaca).
En un registro eminentemente electrónico, la colaboración de la ex Ensamble Santos Matta se acomoda más próxima al post rock. Desentona con el resto,
claro, por su naturaleza divergente; pero posee una gran calidad testimonial: orgulloso
espíritu amateur, melodía entre árida y colorida que se transfigura en pura textura
y viceversa, cero vestigios de percusión, neoclasicismo desestructurado... Los
cuatro minutos dispares de un dilatado trip electrónico con múltiples ventajas
-y ningún punto bajo por donde se le ausculte. Laudos para todos los convocados.
De entre quienes participan
en Tumi 1..., Dante Gonzáles es el
único músico que figura allí por partida triple: como tal (inédita y fantástica
“Destino Artificial”, tributo solapa al maestrazo Giorgio Moroder), como parte
de El Hangar De Los Mecánicos (“ZYRKON 4X22”) y como miembro fundador de
Sombras Del Teatro (“Minuet Sebastián”). El segundo es un trío que completan
Max Salas y Alfredo Aliaga (AtomoSynth, también presente en Tumi 1...), mientras que el tercero fue
una de las primeras aventuras sonoras en que se embarcó el buen “Dantrón”,
antes de Casus Belli y de Inversor Demente. Dicho sea de paso, el tema de SDT
es nuevo -pero su resurrección al lado de Javier Trujillo, el otro componente
del dúo original, no está garantizada.
Gonzáles ha
publicado hace muy poco un mini-álbum en formato cassette. Editado por Buh
Records, como su predecesor Universos
Paralelos (2015), Fantasías Mentales
ocupa las mismas coordenadas estilísticas; incidiendo aún más en la síntesis por
modulación de frecuencias (FM). Para quienes no conozcan el término, éste se
refiere a la obtención de sonidos nuevos modificando artificialmente la
frecuencia de una señal determinada, utilizando para ello osciladores de
diversa índole. Es un procedimiento laaaaaargo, que requiere hartas dosis de
esfuerzo y de paciencia, pero más efectivo que la síntesis aditiva y la substractiva.
La síntesis FM se popularizó en los 80s gracias a John Chowning y a la
corporación Yamaha, que compró el descubrimiento y diseñó series enteras de sus
famosos sintetizadores a partir de la antedicha metodología.
El empleo de la
síntesis FM en Fantasías... no es gratuito.
Dante expresa aquí ese embeleso por la artificialidad del sonido que es moneda
común en el disco previo. Fantasías...
se construye a partir de una interacción casi dialéctica entre el pulso de
tarolas electrónicas, las infaltables líneas de bajo y la prodigalidad de
sintetizadores y teclados. Precisamente, estos últimos recuerdan a sus gélidos
y chirriantes pares de los 80s (al promediar la mitad, la composición epónima
guiña a la versión de “It’s More Fun To Compute” de Kraftwerk que aparece en el
The Mix). La diferencia estriba en
que el sonido sintético de Gonzáles se organiza en torno a una geométrica
espiral que no se mueve en vertical (ni para arriba ni para abajo), sino en horizontal.
Por lo demás, Fantasías... es electrónica
con todas las cartas jugadas a la melodía en formato canción (excepto en
“Estructuras”), obviamente prescindiendo de la voz. Un suculento tentempié, a
la espera de la postergadísima reedición digital de Diseñar Y Construir (2001).
Termino este supino
repaso discurriendo sobre otro viejo conocido. Ivo es el nuevo alias de Ives Ancieta Rojas, otrora músico perteneciente a las filas de Chip Musik con el seudónimo
de Invisible Ambiente. Reinstalado en La Oroya (de donde es natural), Ives estrena
chaplín con un EP que marca algunas distancias respecto de sus días como IA,
pero que no quema todos los puentes tendidos hacia ese pasado. Formas Hipnóticas EP podría entenderse
como una mirada documental a (¿im)posibles(?) realidades futuras: IDM/post IDM a
la vez subacuático e ingrávido, de melodías a cuatro dimensiones trazadas con capacidad
y firmeza -de ahí quizás ese magnetismo apenas insinuado, que seguro ganará consistencia
conforme menudeen los lanzamientos.
No esconde Ivo un
ventarrón muy pronunciado a lo The Future Sound Of London y su característica placidez
sensorial. Al tratarse de un nuevo debut, empero, la impronta derivativa se le
puede disculpar. Edita este artefacto en modalidad de descarga gratuita la
netlabel mexicana Bifronte Records.
(Publicado
originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de marzo del 2018.)
Si antes abarcar
las obras completas de músicos hiperprolíficos como Fabio, Madelman o Carl
Craig era una empresa difícilmente exitosa; hoy que sus vástagos son legión es,
en la práctica, imposible. Algo equivalente ocurre con el chileno Eduardo
Yáñez, quien en predios de la escena sureña ajena al mainstream dista
barbaridades de ser un principiante. No podría asegurar que 1984 es el punto de
partida de su trayectoria como músico, pero sí que ése es el año en que aparece
el primer registro suyo del que se tienen noticias confirmadas (aunque otras
fuentes apuntan a 1983). Más de tres décadas, pues, han pasado desde la
aparición de la que de todas maneras debe colarse entre las referencias fundacionales
para la música electrónica independiente mapocha: Radio EP.
Conforme a lo
estipulado, entonces, no será ésta una revisión exhaustiva sobre el recorrido
de Yáñez bajo su nom de guerre más
célebre -Gozne. No terminaría nunca, y me interesa más su producción reciente,
en que el camarada Eduardo da visos de haber accedido al zen que lo venía
eludiendo tiempo atrás. Dejaré, por ende, que a esta crónica incompleta la guíe
mi descubrimiento personal -ofreciendo, cómo no, algunas señas cronológicas
para contextualizarla. Y dice así...
Lanzado como
cassette, Radio EP compendia cuatro
temas recorridos por un sonido industrial que ya no iza el estandarte dantesco
de fines de los 70s, sino insignias mucho más caseras -el signo de los tiempos,
que le dicen: recordemos que fue durante los 80s que la electrónica encontró
calurosa acogida en el público masivo, donde reclutaría a quienes con el Tiempo
se convirtieran en sus nuevos subversivos. El extended refleja el espíritu
inquieto de quien saca la mayor ventaja posible de los aparatos con que cuenta,
en una suerte de catarsis creativa y lúdica. No faltará quien afirme que, a
diferencia de sus pares del Primer Mundo (O.M.D., The Future/The Human League,
Ultravox, Pete Shelley), en Radio EP Yáñez
no alcanza el balance entre experimentación y pop, entre maquinismo y calidez.
Escuchados algunos de sus ejercicios posteriores, sospecho que nunca fue ésa la
intención del autor.
A propósito, el EP
ha sido colgado en junio del 2017 en el BandCamp de Heavenly Music para su
descarga gratuita.
En este punto de mi
relato, las sombras rodean el recuento que vengo haciendo. Metafóricamente
hablando, claro: se trata de casi dos décadas en las que el músico prosiguió
editando trabajos que no he podido escuchar todavía (Komunikatzion, Algún Lugar En El Tiempo, Vértigo, EPs y remixes
varios). La excepción es la de sus días en Alvania, trío EBM/cyberpunk/techno
industrial del que ya hablé anteriormente. En la sumilla que le dedica, la
prestigiosa netlabel chilena Pueblo Nuevo indica que Gozne extendió la estela
de Radio EP a lo largo de los 80s con
“muchos discos experimentales” (Matine 15:30, por ejemplo), y que más adelante se reorientó hacia la
E(lectronic)B(ody)M(usic); lo que coincide con el rastro dejado por Alvania.
Recién en el 2007, la
info que puede consultarse en Internet me vuelve a proporcionar pistas del villalemanino.
En ese año, Yáñez publica primero un EP (Vivisección)
y un mini-álbum (Nomenklatura), y
luego un disco largo (Mate). Del
extended del ’84 queda la experimentación lúdica, y de la fugaz aventura de
Alvania, la dureza del techno. Glitch, house, IDM, ambient, etc... La impresión
parcializada es la de un update dramático, diríase hasta violento -y por eso es
importante subrayar las evidentes lagunas de las que este texto adolece. 2008 es
un calendario apenas menos ajetreado, con el artefacto de remixes La Botica (tema extraído del Nomenklatura) y el Colliguay EP.
2011 marca la
salida de un nuevo larga duración, Paisajes Cotidianos, a partir del cual se sucede una seguidilla de discos con los
que el porteño no sólo ha ganado vigencia en el plano internacional, sino
también continuidad. Más importante aún, Gozne finalmente llega a un corpus
homogéneo en su mezcolanza de sonoridades, con que podrá dar forma y color a
jornadas incluso conceptuales si ése es su deseo: Paisajes Cotidianos, Transmition Machine (2013), Non Human (2014)
y Fin Del Tiempo (2017) -los tres
últimos editados bajo la égida de Pueblo Nuevo.
Estos cuatro
títulos tienen en común la misma posología, a saber, generar abundante
ornamentación sonoro-timbral. La esencia de esta metodología de creación es
analógica, aunque Yáñez jamás haya renunciado a incorporar la nueva tecnología
disponible y las ilimitadas posibilidades de nuevos ruidos
concordantes/discordantes que ella promete. Si antes fueron los secuenciadores,
las pedaleras y las drum machines; hoy son el iElectribe, el GZN Micromodular
System y el Crumar DS-2 los encargados de esculpir armazones minimalistas lo
suficientemente versátiles como para acoger florecientes percusiones
electrónicas, palimpsestos digitales de sonidos traslúcidos y a la vez estridentes,
inflexiones en caída libre de sintetizadores virtuales.
Exceptuando a Fin Del Tiempo, estos discos lucen como el
resultado de una expedición triunfal de exploración a través de la intuitio
mentis. En ese sentido, recuerdan mucho a Kraftwerk: la energía que convierte
melodías circulares en fisiológicamente hipnóticas, las ambientaciones
maquinales, las resonancias que tan pronto empujan al escucha hacia una
realidad alternativa más densa como se tornan incorpóreas, la “obcecación” por
la simbiosis entre lo natural y lo artificial/el carbono y el silicio/lo
orgánico y lo inorgánico... Circunstancias/obsesiones todas que presiden el
mágico legado de los Robots de Düsseldorf y, por extensión, los albores de la
edad pop de la música electrónica.
Pero, obvio, ésta
no es la música de Kraftwerk; sino la de Gozne, que se halla lejos de ser llanamente
derivativa.
Fin Del Tiempo es la obra conceptual digresora en el
camino de Yáñez, o al menos en los tramos que he podido oír. Desde el arte de
portada y contraportada -si las ilustraciones no son de Doré, el estilo le debe
mucho al del genio francés-, la idea subyacente va de especular sobre el ocaso
y el destino final de la especie humana. El fin del mundo y del Tiempo, para
efectos de lo que nos interesa como seres vivos dotados de conciencia. En
virtud de ello, Gozne se ha inspirado en determinados versículos de la Biblia.
Salvo por este concepto de fondo, que añade oscuridad ante la posibilidad de
ser testigos de nuestra propia hecatombe, FDT
transita el mismo sendero que sus predecesores. Lo que no hace sino corroborar
la proteicidad del sonido al que Gozne arribó tras 27 años en la ruta, y que ha
puesto en uso intensivo a partir de entonces.
Sea desde la
síntesis de modulación de frecuencias, sea desde la manipulación de plug-ins, sea
desde procesos computacionales; Yáñez se las ha ingeniado para mantener al día
su característico sonido analógico. Nada mal para un músico con 34 años de periplo,
que además es artista audiovisual, y encima es capaz de hacer más música con
otro alias: Zacarías Malden. Pero ello ya es parte de otra historia, una que
tal vez no quede igual de inconclusa que ésta.