jueves, 15 de junio de 2017

Shogún: La Rata

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de mayo del 2016.)

En el Perú, quienes ya habíamos saltado a la cancha al promediar los 90s -bueno, bueno, es un decir- evocamos muchos nombres cuando alguna voz amiga recuerda a la escena chilena de esos días. Y entre todas esas referencias, la de Christianes no nos es desconocida. Su único álbum, Ultrasol (1996), fue bien recibido entre los pocos que pudimos escucharle bajo estos cielos. Dos años después, nos llega tardíamente la noticia de la disolución de la banda y del debut artístico de uno de sus miembros fundadores, Cristián Heyne.


Mi primera vez con Shogún se postergó hasta el 2002. Para entonces, Heyne -aún hoy no me queda claro si es el único conductor del proyecto o si hay más involucrados- ya tenía editados cinco títulos, entre los cuales sobresalía Demonio (1998). Aplicarle a este disco tuvo el mismo efecto que el de una revelación, máxime en el contexto del pop latinoamericano. Desgraciadamente, los demás registros de Shogún estaban entonces inubicables en la Red. Hoy, la situación es la misma en el mundo real: si bien llegué a Santiago De Chile esperanzado en encontrar e hincarle el diente a la mayor cantidad de trabajos de este acto, apenas pude hacerme de sólo uno.

Disco doble para más señas, La Rata (2004) es la ¿feliz? confirmación de lo que pudieron atisbar mis orejas en Demonio. Aunque no he tenido el gusto de conocer a Heyne en persona (durante mi estadía en Santiago, me contó mi amiga Claudia Trejos que se lo cruzó una vez en el supermercado), el tipo debe ser todo un caso: no me sorprendería saberlo medio angustiado, seco hasta la rudeza, quizá algo autista. Suelen ser éstas las características que dan forma a la otra cara de los genios, aquella que sólo sublimada/estetizada se revela a través de la obra de arte.

Digo esto porque en Demonio, en La Rata, probablemente en toda su discografía; Shogún se muestra dueño de su propio planeta en el universo de la música electrónica. Sus temas pueden ser brevísimos o luengos, e igual sonar despojados de ese angst tan identificado con las músicas de raigambre digital, aún de las más brutotas -léase salvajes. Heyne dispone de las herramientas del género de manera que poco falta para que éstas no suenen a tal. Tras mucho escucharle, comienzas a darte cuenta de que el autor ha logrado tremendo grado de originalidad en sus planteamientos sonoros: eso puede deberse a la cristalización de una creatividad insaciable, pero también al géiser resultante de emociones inusitadamente intensas en cantidades exponenciales. En este músico chileno de avanzada, creo que ha pesado lo segundo mucho más que lo primero.

Texturas laberínticas envueltas en distorsión, ésa que tan pronto te taladra los oídos como desaparece para dejar paso a patrones rítmico-sonoros planos... Climas de permanente semi-penumbra, entre pulsantes y mortales, en los que se reinventa la tecnología pero que también dejan colar una guitarra tan minimalista como intangible... Shoegazing derretido en el microondas para experimentar con el ambient, con el techno, con el pop, con el sampler de garage... Si hubiese que hacer algún parangón con la escena internacional, se me ocurre que tal vez lo más parecido a Shogún es el aislacionismo de los primeros 90s. Ello, sin embargo, sería más una coincidencia de postulados que de estéticas. Menos polémico es proponer que el artista practica una suerte de indie-core magnético, desolador, con arisco y a la par impecable diseño de sonido.

Sospecho que con Heyne podría seguir escribiendo indefinidamente. Podría hablar de sus prolongados sondeos emocionales, de su modus operandi y su envidiable muñeca para la post-producción artística, del acerado filo de espada que tienen sus creaciones, de sus veladas agresividad y calidez, de su rara habilidad para hibridar colores eléctricos y electrónicos; y no acabaría rápidamente. Eso, para no extenderme con el Heyne productor -un esmerado estudioso de Eno, Melero, O'Rourke y Santaolalla; que ha puesto su firma en discos de (entre otros) Javiera Mena, Gepe, Denver, Glup!, y Camila Moreno. Mejor me voy a lo seguro recomendando sin el menor pudor cualquier capítulo del aún inconcluso libro de Shogún: no tienen pierde.


Hákim de Merv 

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