jueves, 25 de abril de 2024

Zorzal: Iris

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de abril de 2024.)

Gracias al compa Elvis López Aroni, natural de Huancayo que formara en Ayacucho el trío Post Galazer y que a principios de mes regresó a la añorada querencia, me entero de la salida en marzo de Iris. Se trata del disco debut de Zorzal, cuarteto juninense del que apenas sé ya cuenta seis años de existencia. Dada la identificación de las escenas independientes centroandinas con determinados géneros como el dark-gothic o la EBM, el heterodoxo output de la banda me habría agarrado desprevenido, si no fuera por las compilaciones Underground Junín que produjese el colectivo Arte Sonoro -y que han revelado más de una veta a cultivarse en los circuitos pop de esa determinada región.

No es Iris un álbum inaprensible. La escucha se hace fluida y afectuosa toda vez que casi el íntegro de su menú se halla tenuemente entrelazado, pero sobre todo debido a que éste irradia a través de su musicalidad unas ciertas energía y espiritualidad, albas ambas. Es en el terreno de las improntas que la cosa se vuelve imprecisa. Porque, pese a lo escrito hace unos momentos, no he encontrado rastro de las connotaciones psicotrópicas que reivindica el grupo -algún fan ha aludido incluso al alcaloide triptamínico de la psilocibina, en sesgado e in extremis críptico comentario. Aunque algunas letras parecen hacerse eco de los issues lisérgicos que eran moneda corriente durante los días de esplendor de la psicodelia, la música de Zorzal fatiga coordenadas muy distintas.

La primera parte del largo, que va de “Somnolencia” a “Octubre Eterno”, está dominada por el lado más ortodoxamente rock de los huancaínos. Tan es así, que transcurrido el primer minuto ya se evidencia el magma que pinta hegemónico en esta jornada -el de la añosa big music ochentera. Temas como “Aún No Dejes De Respirar”, “Octubre...”, el instrumental semiacústico “Alba” o “Mariposas Blancas” lucen genéricos en grados próximos al superlativo, si bien ello no oblitera su enraizada fibra emocional ni impide disfrutarles. Sucede así porque las capacidades expresivas de Zorzal son lo bastante recias como para sobreponerse a los clichés con que a veces esta gente trastabilla -sampleos canoros pseudo new age en “Alba”, por ejemplo-, al punto de relativizar el matiz rockero mismo (convirtiéndole en prácticamente incidental).

Destaca un lunar en este primer segmento, y ése es “Éter”. Llamó mucho mi atención la coda de inicio, cuando repiqueteó lo que pregona ser un cajón afroperuano durante dos cincuentenas de segundos, antes de mutar alternando el pop/rock de rounds precedentes con el diapasón identitario del reggae y muy ocasionales reentrés del antedicho instrumento de percusión. El mismo ejercicio de rítmica se manifiesta, sin plasmarse del todo, en “Octubre Eterno”; lo que ya indica el cambio de dirección en el segundo tramo de Iris. Allí encuentra mucho más espacio el mestizaje que también proclama Zorzal, en melodías de aires tanto menos solemnes. De entrada nomás, los climas festivos del track epónimo dan la bienvenida al charango, que imprime rasgos altoandinos multiplicados hacia el ocaso de sus siete minutos mientras la voz femenina le entra brevemente al spoken word. Una colorida y más reposada prolongación del fervor de “Iris” toma forma en “Cedrón” y más especialmente en “Mantita Multicolor”, rematada con una briosa y alegrona fuga de huaylarsh. El pop/rock se inmiscuye en “Petricor”, prefiriendo llevar la fiesta en paz, eclipsando progresiva y sólo parcialmente las tonalidades vernaculares que prioriza durante estos episodios el combo.

Remata Zorzal su primer esfuerzo con “Tranquila Mente”, que es cuando regresa a la palestra la big music del arranque, sólo que ahora sin huella alguna de baquetas (o de síncopa, más allá de la que proporciona el bajo). Dos guitarras, si no me equivoco, entretejen el arrullo de cuna en que deviene el cierre de Iris. Como dije hace un rato, CD algo complicado de resumir en pocas palabras, ya que su cromática pop es harto indefinida -como lo es asimismo la de una etiqueta de cualidades tan indeterminadas como la de “big music”. La emotividad puesta en juego mitiga en buena cuenta algunos defectos -un trascendentalismo medio trucho, entre ellos-, y probablemente contribuye a hacer más fácil de asimilar el repertorio con que se estrenan Paola, Anderson, Antony y el esotérico Espectro Fractal. Para la próxima, el grado de exigencia será mayor.

Hákim de Merv

jueves, 18 de abril de 2024

C3ntell4: 5avory

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de abril de 2024.)

Constituida durante la segunda mitad del ‘16, Medio Oriente es una discográfica algo autárquica con la que recién tomo contacto. La sede social queda en Santiago de Chile, si bien su radio de acción asoma extendido por todo el país, como lo demuestra la edición en julio pasado de 5avory, debut del viñamarino C3ntell4. Tampoco parece haber fronteras estilísticas (pese a definirse como “sello independiente de música experimental”), ya que la escudería acaba de publicar Plan Obsesivo de Arboretum, en las antípodas de lo que mostrase el individualista afincado en Gran Valparaíso.

La única referencia disponible sobre el background de C3ntell4 alude a un tal Team Yingo, colectivo del que no he podido encontrar la menor seña. Ni falta que hace, ya que 5avory habla por sí solo. Es éste un opus fundado en bpms de velocidades entre maníacas y furibundas, con cuyos efectos “nocivos” Medio Oriente ha deslindado cualquier responsabilidad. La sobreexposición de/a tales zarabandas rítmicas revela casi de inmediato las tradiciones digitales de las que el porteño se alimenta, todas ellas noventeras: el drum’n’bass, su variante caricaturesca conocida como happy hardcore, una relectura demencialmente galopante de lo que se difundió en la región como techno trax centroeuropeo (“909db”), e incluso el gabber tremendista de Angerfist o de Rotterdam Terror Cops.

La abrumadora mayoría del repertorio que dispone aquí C3ntell4 habla de una obsesión enfermiza por la celeridad, no importando si para ello tiene que echar mano de sampleos cotizados a la baja -“Mr. Vain” en “I N33d You”, “Gangnam Style” en “Jorge Wants To Be Hardcore But His Own Mom Won't Let Him​!​!”- o servirse de subgéneros de dudosa reputación como el eurobeat. Eso, por un lado. Por el otro, el unipersonal satura frecuencias y estrangula pistas vocales para redondear el pathos festivo de su música. Bien en concentraciones de frikis y/o gamers, bien en discotecas retro de electrónica mainstream, 5avory cae como pedrada en ojo tuerto -aunque niveles de ruido y distorsión sean demasiado para oídos sin curtir.

En atención al concepto ofrecido por Nicolás Prado, se me ocurre que lo de C3ntell4 no se planta lejos del webcore. Temas como “Jumping Between Cl00uds” o “City Of Nothing” podrían reclamar la etiqueta sin sonrojos. Hay otras composiciones, sin embargo, que no se adhieren al marbete; indicando tránsitos diametralmente opuestos. Una de ellas es “Etherd034”, bastante más pausada que sus pares aunque igual de acerada. La otra es “Night Of Cumbia Dreams”, suerte de cumbia ¿perreada? contundida por astillas de chirriante noise digital. Digresiones que subrayan una saludable ausencia de prejuicios cuando de testear caudales sonoros se trata. Otra cosa, eso sí, es que me cuadre el material escogido -al menos no en el segundo caso mencionado.

El contrapunto perfecto para “Night Of Cumbia Dreams”, propuesto por el propio ex TY: “Sometimes You Just Have To Drink Bolifruta And Keep Going”, que samplea el “drip drip drip drip drip drip” de The Cure en “10.15 Saturday Night” (¿o metasamplea el muestreo super deformed que de éstos hace Massive Attack en “Man Next Door”?).

Hákim de Merv

miércoles, 3 de abril de 2024

Anja Huwe: Codes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de marzo de 2024.)

Por inusual, es bastante sorprendente que haya decidido Anja Huwe debutar en solitario más de tres décadas después de Devils (‘89), cierre discreto in extremis de la carrera que tan prometedoramente comenzase nueve años atrás X-Mal Deutschland. Una de las bandas dark-gothic más personales de la Historia, el quinteto se completaba con Fiona Sangster (teclados), Wolfgang Ellerbrock (bajo), Manuela Zwingmann (batería) y Manuela Rickers (guitarra); y en sus buenos tiempos firmó álbums memorables, provistos de enérgico soporte rítmico y llenos de potencia y fibra imbricadas en guitarras poco menos que lancinantes.

Finiquitada la existencia de los de Hamburgo, la vocalista ni siquiera se planteó prolongar la aventura de haber participado por cuenta propia en el larga duración colectivo The Idea Compendium 1988, donde colase “The Girl In The Iron Mask”. Al parecer no estaba en sus planes hacerlo a pie juntillas del desbande, o tras tomarse un sabático razonablemente holgado. Se concentró entonces Huwe en su trabajo como editora y productora del canal alemán Viva TV. Más recientemente, en exhibiciones de artes visuales que la llevaron a Londres y a la Gran Manzana, lugar donde probablemente le picó el bichito que resucitó su faceta sónica.

Significativamente lanzado el 8 de marzo a través de la neoyorkina Sacred Bones Records, no estaba por ende Codes en los cálculos de nadie, excepto en los de la ex Deutschland y su círculo más cercano. Porque este nuevo estreno habla a las claras de un retorno que venía gestándose desde hace tiempo atrás, como retomando el hilo interrumpido de una vida y queriendo cobrarse la revancha del descalabro post Viva (‘87) -luego de editado, Sangster, Rickers y Peter Bellendir (reemplazo de Zwingmann en las baquetas) dijeron adiós para siempre; obligando a Anja y a Ellerbrock a convocar alineación de emergencia para el descaminado Devils.

La apertura “Skuggornas” es una suerte de guiño a los mejores días de X-Mal Deutschland -los siniestros, obvio-. Solemne, sorteando difícilmente el despeñadero de la melancolía, de luctuosa tesitura que jamás desciende a las absolutas penumbras de los primeros 80s; el track es un anuncio de las bondades por venir. Porque la idea no es repescar el sonido clásico del mítico acto, que fuera durante los inicios una all-girl band en regla, sino continuar la ruta grupal allí donde ésta quedara trunca. Con el update de rigor, por supuesto.

Uno es el molde bajo el que se forja el vinilo. Tres, sus resultados. La música que compone Anja Huwe corresponde a los cánones del rock anglosajón, surtido de compartimentos diseñados ex profeso para almacenar materia negra de alta concentración. Ésta unas pocas veces se diluye (“Living In The Forest”, “Pariah”), las más asoma reconcentrada (“Zwischenwelt”, el single “Rabenschwarz”), moviéndose siempre protegida por la liviana pero resistente coraza de una electrónica que le tonifica/plastifica sobriamente. Allí están la ominosidad de “Exit”, el pálpito urgente de “Sleep With One Eye Open” o la densidad synth de “O Wand”; corroborando esto último.

Ya que la continuidad estilística de Codes carece de fisuras del primer número al penúltimo -lo que convierte al postrer “Hideaway” (“...Y Millas Que Recorrer/Antes De Dormir...”) en la moderadamente luminosa excepción-, el factor que determina la diferenciación entre los tres resultados a que aludía es el tempo. Cuando Anja contempla, se arropa de melodías senescentes tipo “Skuggornas” o “Hideaway”. Cuando pasea, se acompaña de solventes medios tiempos como “Exit” o “Zwischenwelt”. Cuando se apura, lo hace al compás de “Rabenschwarz” o “Living In The Forest”. El tino de la germana, que se vale por igual del inglés y de su lengua madre, radica en saber cuándo hacer una cosa o la otra -a resguardo de sus compinches Sabine Bredy (a) Mona Mur (alguna vez integrante de Einstürzende Neubauten) y Manuela Rickers (cuya guitarra inconfundible irisa el prieto mate de la placa, como ocurrió en sus días en X-Mal Deutschland). Veterano en lides similares para los Neubauten, el androide Gary Numan y los legendarios Joy Division; la ampara asimismo Jon Caffery en mezcla y masterización.

Bienvenida de vuelta, Anja. No éramos conscientes de lo tanto que te extrañábamos.

Hákim de Merv

jueves, 28 de marzo de 2024

Cometa A La Deriva: Hoy Ya No Espero Más De Ti

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de marzo de 2024.)

No descifro la intención, en la portada de su flamante debut, de seguirse mostrando Cometa A La Deriva como dúo. Es claro que desde un principio el proyecto fue concebido por tres personas, y actualmente se consolida como cuarteto. Alguien podría argüir que quizá Hoy Ya No Espero Más De Ti es producto del esfuerzo de dos de sus integrantes, pero no es el caso: a despecho de la (relativa) novedad del estreno, la existencia de CALD se remonta a épocas prepandémicas (concretamente al ‘18), cuando no se decidían aún entre los curiosos alias de La Pelota De Mi Perro y de Muerte Térmica.

Al amparo de LaFlor Records, Vanesa Angulo, Gustavo Ampuero y Leandro Padilla publican sus primeros singles virtuales. Éstos han sido repescados en Hoy Ya No Espero Más De Ti, cuya edición online fecha en septiembre del ‘23 (vía BandCamp propio), estando su edición física a la venta en cassette a través de Entes Anómicos a partir de febrero pasado. De cualquier forma, a pesar de los seis años andando juntos, es notorio que hablamos de sangre nueva proveniente de las escenas off-mainstream autóctonas -que, como ha sucedido frecuentemente entre sus pares tras el COVID-19, ha debido retrasar los planes grupales.

De apenas media hora de duración, este primer largo concreta una entusiasta circunnavegación sobre las aguas del indie y del pop del nuevo siglo, así como bajo las improntas del rock alternativo noventoso e incluso del new punk (aunque esto último casi ni se nota). Cometa A La Deriva se constriñe a la simpleza en las letras, a la sencillez en el latir del diapasón del bajo (ahora en manos de Mariano Saettone), a la llana espontaneidad en las baquetas. Éstas pueden marcar tanto medios tempos -la agradable prolijidad instrumental de “Luna Violeta”-, como auparse en trotes algo más acelerados -el fugaz acceso punk hacia el epílogo de “Galileo”, el encantador indie pedestre de “9:45” que se las ingenia para disponer de una sección en clave de bossa nova-, e incluso 4/4s perfectos en su imperfección de pie quebrado -“Rosé”, adelantado en la compilación Cualquiera Puede Hacer Esto (‘21), curada por LaFlor.

La asequibilidad y la naturalidad, entonces, se cuentan como características mayores de la música compuesta por el terceto. No menos importantes que éstas son las vocales de Angulo, quien siempre las modula a fin de acoplarse eficazmente al rango elegido para tal o cual número. Su color de voz puede parecer a algunos oídos un poco estrangulado, más que nada cuando lidia con desacostumbrados tonos extremos, aunque ello es susceptible de pulirse con la práctica. En última instancia, esa observación pasa a segundos planos cuando la síncopa se reduce considerablemente, circunstancia que menudea en el tramo final de la cinta.

Sin aplatanarse, CALD asoma más delectable cuando se acoge al formato de la power ballad. En “Hoy Ya No Puedo Esperar Más De Ti”, en “Tiempo Al Tiempo”, en “Tal Vez Así Es Mejor”; el trinomio Padilla-Angulo-Ampuero se ase del desencanto y del desconsuelo intrínsecos al indie, tejiendo introspectivos ambientes de pop lluvioso y gris que se llevan de plácemes con el intimismo acústico (“Tal Vez...”, de teclados en plan string) y que hasta logran mimetizarse con los Sundays más resignados (“Tiempo...”). Elemental, sobrio, en definitiva campechano pistoletazo de salida para la sociedad que hoy completa Saettone.

Hákim de Merv

jueves, 21 de marzo de 2024

Unidad 4: Atemporal

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de marzo de 2024.)

Unidad 4. Wow... Hace lustros que no pensaba en ese específico alias, que en mi mente se asocia a ciertos recuerdos no muy felices relacionados con la primera producción cajamarquina que llegó a Lima -por ende, la referencia más antigua que se conoce conectada al rock cajacho.

Eran los días en que existían tanto Caleta como su hermana menor Sub, y una breve reseña al respecto apareció en las páginas de esta última. Retrospectivamente, el comentario es demasiado indulgente: con un nombre como el suyo, nada sutil pero de todas maneras decidor, El Primer Compilatorio Con Grupos De Cajamarca (1998) me causó mucho curiosidad al primer golpe de vista. La maqueta presentaba en sociedad a cinco bandas oriundas del departamento ubicado en la sierra norte del país: 3º No. Club, Ruido Negro, Kaliko Y Los Kaliches (de accesos ska), Unidad 4 y Ácido Instinto. Afines al hardcore y al punk las cuatro primeras, más “british” la restante, no hay que pensárselo mucho al adivinar cuál de todas fue la que más llamó mi atención.

Pero el hándicap del demo no sólo era técnico, ya que la grabación había resultado espantosamente deficiente, sino que los esfuerzos de las alineaciones cajachas herederas de la flama ‘77 eran lamentables -cuando no patéticos. Abundantes en clichés, las letras se construyeron terriblemente mal, y la música en  líneas  generales  se  iba  derrumbando  sobre sí misma dese dentro; pese a la inspiración -no declarada- en el punk español y a las ganas que cada quien le echaba.

De esos cinco grupos, con el Tiempo me enteré de los debuts por cuenta propia de Ruido Negro y de Kaliko Y Los Kaliches. Ácido Instinto desapareció pronto, y su principal animador, Carlos Terán; siguió adelante, permaneciendo aún activo bajo el seudónimo de Gredel, que ha colado algunos temas en compilaciones pop limeñas. De todos ellos, Ruido Negro es el que más pronto dejó atrás su prehistoria punkoide y evolucionó labrándose una aceptable trayectoria en los predios del post punk inclinado al dark (por poco tiempo).

En cuanto a Unidad 4, ahora lo sé, su carrera se ha desarrollado tras el cambio de milenio pese a un andar entrecortado -dos largos y dos EPs entre el ‘03 y el ‘22. No les recordaba con mucho ahínco, ya que el panorámico antedicho no forma parte de mi meloteca (por obvias razones). Atemporal, sin embargo, me los trae de vuelta años-luz por delante de la pobrísima primera impresión con que me quedé de ellos. Y esto, sin modificar coordenadas.

Escuchando su producción anterior, me queda claro que los de Cajamarca nunca se han apartado del punk ni del hardcore, abordados ambos bajo un enfoque rigurosamente melódico. En canciones como “Regresar”, “Atrapados”, “Equis” y “Momentos”; juegan todas las cartas a la ortodoxia punkera de altas cotas de energía y de líricas, por apolíticas, bastante personales. Otro ejemplo es “Corazón”, ejecución en directo del surco con que cerrasen su largo del ‘07, Fuerza Para Seguir. Debido al golpe inalterable de la teba (responsabilidad de Herman Cubas), difícilmente las composiciones enumeradas pueden mutar hacia la variante hardcore, cosa que sí sucede -y viceversa- en “Ahora” y en la apertura “Calma”. Reticencia que no deja de extrañarme, ya que punk y hardcore son ramas de un mismo tallo, y en consecuencia asaz compatibles.

Por otra parte, en “Temor” -también del Fuerza...- y en “Refugio”, Unidad 4 se acomoda mejor sobre posiciones hardcoreanas de tempo acelerado sin diluir la melodiosidad antes suscrita. Con sencillez y naturalidad, el combo esculpe letras amenas de nivel más que aceptable para los normalmente chatos estándares de ambos géneros, no alcanzando la explosividad de su guitarrero output ni la virulencia del D-beat ni la denodada agresividad del crust punk. Diez temas que se miran en el espejo de BBs Paranoicos y de Ataque Zero, sin remordimientos ni paltas. Completan el line up ¿de toda la vida? Alan Grosso (guitarra), Aníbal Narro (bajo) y Héctor Pérez (voz).

Hákim de Merv

jueves, 14 de marzo de 2024

Bahía Mansa: Patagonia // Laktik: Astra

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 6 de marzo de 2024.)

Retorna a esta palestra uno de los proyectos más cálidos y queridos que surgiese en los circuitos independientes mapochos afines a la experimentación sonora con posterioridad al cambio de siglo. Me refiero a Bahía Mansa, que tras el breve aperitivo de Atavismos (4/23) confeccionó en esa misma línea el mini-álbum Patagonia, estrenado en la recta final de diciembre pasado.

Una de las características que ha ribeteado los esfuerzos del alias de Iván Aguayo, acaso la más identitaria, es su singular conexión casi devocional con el Agua. A tenor del uso prácticamente exclusivo de instrumentación digital, la música de BM se las ha ingeniado para mantener un alto nivel de cohesión en su tersa duermevela, sin renunciar a lienzos que se dilataban tanto como sus propiedades hipnagógicas. Las cotas de ionización exhibidas en Botánica Del Olvido o Boyas + Monolitos manteníanse bajas a despecho de la emotividad que estas obras transmitían, y su capacidad reactiva era contenida por la líquida densidad de su estética ensoñadora.

Este rasgo distintivo se ve matizado en Patagonia. El sureño asevera que el principal combustible del trip es su interrelación con la Naturaleza en los viajes realizados a la Patagonia chilena, leitmotiv análogo al de Costa Documental (‘22). La fascinación por mares, océanos, ensenadas, glaciares; se sostiene en el mini-LP, sólo que en cantidades más mesuradas. “Aves Imaginarias”, por ejemplo, evoluciona en derredor de un minimal efecto de iterativo goteo tintineante. Algo similar ocurre con “Bocatoma”, donde la lluvia es más perceptible, entre texturas dub y ecos de reminiscencia precolombina.

Por contraste, “Efecto Rayleigh”, “Calafate” y “Muelles” son cifradas manifestaciones de un ambient que tiende a concretarse mejor al vagabundear sin la prisión que comporta la gravedad. En ese sentido, a estos surcos y a sus pares se les siente más próximos a un estado gaseoso que a uno líquido -los blips & clips de “Muelles”, el cardíaco latido de “Efecto...”. Producto de esta conjunción de elementos, la síntesis de Patagonia da vida a una pluviosa electrónica “easy-listening”, tanto por impresión acuosa como por falta de nitidez -lo último me faculta a mencionar la otra gran constante sonora devenida aliada de Bahía Mansa: la Baja Fidelidad.

El título cierra con un díptico que condensa los descubrimientos centrales de la interacción entre las diversas instancias que Aguayo cubiletea. Mientras que “Nodal” invisibiliza la síncopa gracias a atmósferas neblinosas atravesadas por arreglos muy bonitos de teclados/sintetizadores, “Nodal II” controla el géiser de ruido binario convirtiéndole en mullido colchón sobre el que contemplar sedantes paisajes de una irreal sublimidad. Aunque me siga gustando más la fase de Bahía Mansa en que se creaba a imagen y semejanza del H₂O, esta nueva etapa no deja de lucir, por distinta, menos prometedora.

Después de algún tiempo, revisito los bytes de Poxi Records, hogar de actos como Hablemos Del Alma, Estriba, Talismán y Laktik. El aluvión de combos independientes latinoamericanos aparecidos en el último lustro no me ha permitido darme espacio para revisar la nómina de esta interesante label santiaguina, y de a pocos son ya varios los calendarios que llevo sin acopiar noticias suyas.

Las cosas van muy bien para los principales animadores del catálogo, algunos de los cuales serán objeto de comentario más adelante. Por ahora, me limito a escribir sobre Laktik, que se tomó un prudencial sabático entre Isopropyl (‘20) y Magnetismos (‘22), siendo este último registro acreditado al seudónimo inexistente de Prácticas Magnéticas y subido efímeramente durante el año de la Pandemia. También es el cassette en el que Laktik comenzó a metamorfosearse: si antes el rollo del unipersonal de Lucas Soffia se alimentaba principalmente del synth pop, dosificándole hasta llegar a drásticos mínimos históricos, a partir de Magnetismos se patentiza un creciente interés por el ambient pop y por el vaporwave. Ambas variables, además, se llevan de maravillas con el perfil más asociado a la factoría Poxi -otra vez, el lo fi.

Liberado en enero, Astra se concibe dentro de la crisálida que construyera en torno suyo Magnetismos. En cortes como el excelente “Fantasía” (single adelantado a fines de octubre último con “Derrumbe” como lado B), “Cuerpo Sintético” o “Restricción Vehicular”, compruebo que el synth y variantes -synthwave, minimal synth- aún integran parte considerable de la retórica Laktik. Ésta, sin embargo, se halla inequívocamente enfilada hacia el ambient de pedestres espirales y cascadas, hacia el cromatismo glo fi consustancial al vaporwave. “Chant Down Babylon”, “Derrumbes”, “Hypnotizado” y “Techumbres” son elaboradas muestras de ese muzakcore nebuloso, de esa radiación infrarroja típica del género que llegó a la mayoría de edad de la mano de Macintosh Plus.

De otro lado, que en piezas como “Fantasía”, “Restricción Vehicular”, “Galáktica” y “Cuerpo Sintético” haya un mayor énfasis synth no las hace inmunes al influjo del omnipresente vaporwave. La bruma brillosa, el crepúsculo perenne, los ecos fantasmales de otros pasajes de la cinta, los empantanados tremores semiacústicos; acaban por darle homogeneidad a esta jornada -si la memoria no me falla, la primera en que Soffia se decide a coger el micro para ofrecernos las primeras canciones en el repertorio de Laktik, e igualmente las primeras veces en que utiliza sonidos vocálicos no sintagmáticos a guisa de fragmentos insertados en números netamente instrumentales.

Muy relevante experiencia del individualista austral. Parece quebrarle y esparcirle en varias dimensiones más o menos equivalentes entre sí, pero reunificarle también al hacerle vibrar a una misma intensidad, a un mismo toque de diana, en un mismo espacio.

Hákim de Merv

miércoles, 28 de febrero de 2024

Qoa Bock: QATQE // Inzul: Las Cosas Que Nunca Te Dije // Teresa Burga · Estructura Propuesta Sonido: Piezas Para Instalaciones Y Composiciones Con Notas Al Azar (1972​-​2017) // Paradigmas Frecuenciales II

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de febrero de 2024.)

LOS DISCOS PERUANOS DE 2023 QUE NO ALCANCÉ A RESEÑAR (IV)

Al aproximarse la quincena de noviembre, se colgó en Internet el estreno absoluto de Qoa Bock, alias ayacuchano de raigambre copada por la electrónica noventera. En concreto, la de esa IDM que rezumaba abundante al promediar una década tan cara a las vanguardias analógico-digitales. Tras el chaplín toma posiciones Joaquín Bock Falconi, joven músico que como buen melómano invoca referentes para nada cercanos a lo que deja entrever su puesta de largo -Joy Division, El Aviador Dro Y Sus Obreros Especializados, Quarteto Jobim Morelebaum, el Cerati solista (el más interesante, pese a/precisamente por ser en suma un esteta del muestreo); entre otros.

Ni bien comienzas a reproducir QATQE, con la obertura hermosamente titulada “Futuro Del Ayer”, las evidencias asoman incontrovertibles. El muchacho es un artesano de melopeas cimentadas sobre lienzos de futurista abstraccionismo, paños que no rehúyen las rugosidades ni los contornos angulosos de éstas, y que aún así se desborda vertiéndose sobre pliegues y asperezas con la ductibilidad del metal líquido. La irreal musicalidad del largo ha sido preñada de una belleza misteriosa mas no impenetrable. “Causa Y Esperanza” se la juega decididamente por el camino que dicta “Futuro...”, aunque se encabrite su poco.

“Concha Toro” padece un cuadro agudo de supresión de pulsos percusivos, quedándose en trazados puramente texturales, lo mismo que “Dios Ocular”. Sin embargo, este último y “Palpa Ser” esconden en sus sobrecejos de “techno al glasé” la pentafónica emotividad azul característica de las infinitas soledades andinas. Es la última vez en QATQE que ese áurico efecto palpita, porque a partir de “Algendoso” Qoa Bock escoge adentrarse en territorios etereogeométricos, trastocándose levemente la fisionomía del debut.

“Algendoso” y “Torcaza”, entonces, se enfocan en el abstract techno ilustrado a pincelazos sueltos, generoso en euritmias insinuadas que consiguen dulcificar la electrónica de matemática rigurosidad. No rebasan, pues, los límites de lo decorativo; a diferencia de “Danzaq”, que media entre ambos y que oscurece grandemente las atmósferas del CD merced a la recurrencia de rasgos mucho más rudimentarios que los hasta aquí empleados. Epiloga Bock Falconi su prometedor viaje inaugural con la inmaculada melancolía de “Taytaky Azulado”, dejando atrás esa poética de la precisión artificial al micrón, que así y todo empieza a invadirle al promediar el tema: primero muy sutilmente, luego en abierta trasgresión para hacerse de las riendas y volverle al redil. Bonito escarceo inicial, lleno de posibilidades, publicado en el BandCamp de QB y en el de SuperSpace Records, que ha contado con los buenos oficios de Brageiki Vega y Carlos Mancha.

Rastreando información sobre Inzul a propósito de las denuncias que por estos días se han hecho públicas contra Ángelo Grijalva, músico de apoyo en directo y otrora integrante de los extintos Incendios Forestales Del Viejo Continente, descubro que Subterráneo data en realidad del año 2014. Al leer algunas declaraciones de Stefano Cedeño Vidal, fundador de la banda, me entero del profundo trabajo de reingeniería que Subterráneo hubo de atravesar para que el grupo quedase satisfecho, antes de lanzarle oficialmente (‘17). En su momento, no pude escuchar el debut del acto, que a posteriori me pareció cumplidor en grado casi excelso.

Medio horóscopo chino después, Inzul da luz verde a su segundo esfuerzo, cuyo resultado es dramáticamente distinto del ofrecido por el predecesor. Si Subterráneo versión ‘17 bebía con fruición y sin complejos del rock alternativo de los 90s y del indie de los 00s, enmarcando el maridaje bajo estrictos parámetros pop y posicionándole paralelamente a algunas cuadras de distancia de gente como Gelatina Magma, Radiopostales o Moldes; Las Cosas Que Nunca Te Dije no se desvía de la ruta sino ocasionalmente, como en los postreros segundos de “Historia De Amor” y sobre todo en el pseudo bolero “Tutorial Para Olvidarme De Ti”. El problema es que aún cuando el paradigma de edificación es el mismo, pierde éste mucho de su fuelle toda vez que en el rubro letrístico y en el de la voz se han abierto las puertas -de par en par, parece- a influencias que no tienen un carajo que ver con las coordenadas que el hoy dúo ha venido fatigando desde hace diez años.

En lo concerniente a las letras, éstas hacen gala de un sentido de la rima a la altura del odioso trap e incluso del repugnante reggaetón. O sea, una mierda. En lo tocante a las vocales, no he encontrado señas que indiquen cambios en el puesto de cantante, por lo que cabe especular acerca de un gravísimo caso de involución respecto de Subterráneo. ¿Retrocediendo hacia dónde? Exacto: hacia los sospechosos ya enunciados. Tenemos un álbum, por ende, que trata de no bajar la guardia en cuanto al sonido: medios tiempos, pop/rock de concepción esmerada, complexión sencilla... Ese mismo tesón, sin embargo, es víctima de un sabotaje que proviene del propio tándem: letras francamente vergonzosas (“...Como Drake Sin Josh/Separados Los Dos...” en “Alma Rota”, “...Tu Amor No Tiene Indicaciones/Y Yo Aquí Escribiéndote Canciones...” en “La Duda”) y una performance vocal cuando menos deleznable, salvo quizá en “Nadie Quiere Como Tú” y en los primeros dos minutos y cuarenta segundos de “Historia De Amor”.

Habría que ponerse a conjeturar cuánto ha incidido en este pésimo movimiento, curiosamente autodenominado como de “migración”, el cambio de alineación de Inzul desde su nacimiento hasta la hora actual. Algo de eso debe haber, porque una cosa es tomar decisiones entre cinco y otra muy distinta hacerlo entre dos -los sobrevivientes son Cedeño Vidal y Renzo Romani. Por cierto, Grijalva sí fue miembro activo de Inzul en su fase quinteto. Posteriormente, se quedó sólo como músico de soporte en vivo. Por fortuna, el binomio se ha desvinculado inmediata y definitivamente de él, ante las acusaciones de misoginia y de violencia contra la mujer.

En los idus del penúltimo mes del ’23, se prensa en acetato Estructura Propuesta Sonido: Piezas Para Instalaciones Y Composiciones Con Notas Al Azar (1972-2017), artefacto que compila algunas instalaciones sónicas de la iquiteña Teresa Burga compuestas durante el período de tiempo ponderado en el subtítulo. El vinilo se ha gestionado en parte gracias a Proyecto AMIL, plataforma suizo-peruana de 14 años de vida que apuesta por creaciones artísticas fluctuantes entre la plástica y la música.

Fallecida en el ‘21 a la longeva edad de 85 inviernos, Burga estudió arquitectura en la Universidad Nacional de Ingeniería, carrera que abandonó dos años después para entrar a la facultad de Arte de la PUCP. Su formación básica fue, pues, visual -dibujo y pintura, en esencia. Desde allí dio el salto a los predios del sound art con Arte Nuevo, frente artístico avant garde que empezó a inyectar en el medio peruano las entonces nuevas tendencias vanguardistas. La artista era, además, una pionera en lo relativo a intervenciones multidisciplinarias que interrogasen el rol/la condición/el sentir de la mujer en una sociedad que aún estaba lejos de incluirla seriamente.

Cada uno de los cinco surcos considerados en el esférico curado en comandita con Buh Records procede de algún registro, alguna exhibición museográfica, algún encargo de/a terceros -como es el caso de “Borges”, readaptado como score por Jan Diego Malachowski en el ‘15 e interpretado para la ocasión (‘17) por los argentinos Alan Courtis y Alma Laprida. Cada uno atestigua no sólo la asimilación teórica de las “nuevas direcciones” propugnadas por colectivos como Fluxus o por las hornadas de compositores electroacústicos de avanzada que el siglo XX vio germinar entre los 40s y los 70s, sino principalmente su efectiva puesta en práctica. “Estructura Informe Corazón” y “Mensaje 4”, por ejemplo, se sirven de latidos cardíacos pregrabados y la agreste estática televisiva. Por otra parte, aunque las dos versiones de “Estructura Propuesta Sonido I” se han visto reelaboradas a partir de guitarras acústicas, evaden caer en melodías convencionales aproximándose a la atonalidad de unos, digamos, Gastr Del Sol. Lo mismo vale para la voz en el caso de la fechada en 2015.

Sonidos trastocados interviniendo soportes físicos y medios de reproducción, sí, pero también experimentos asimétricos y síntesis performativas con las reverberación y modulación que prometían formatos entonces no lo suficientemente explorados (como la cinta magnética). Las grabaciones salvaguardadas por Estructura Propuesta Sonido... son, dada su antigüedad, muy adelantadas a su época. Por desgracia, yo, habitante de un presente muchos decenios posterior; no puedo evitar sentir cierto tedio al escuchar una vez más el contenido de la rodaja, que ya me suena a repetición, a coartada fácil, a cliché (así y todo la info me indique lo contrario). Ése es el principal hándicap de la arqueología sonora: en su afán por repescar grabaciones valiosas, rara vez sabe cuándo detenerse y acaba recuperándolo todo, incluso lo malo -cf. el Anthology beatlesco.

Me imagino que Teresa Burga tiene todavía una obra extensa esperando a ser adecuadamente restaurada y reeditada. Y no sé qué tan representativa de sus virtudes sea esta compilación. Aún en el caso de que lo fuera, se me hace imposible dejar de fruncir el ceño y detener la mueca de hastío que aflora en la comisura de mis labios.

Paradigmas Frecuenciales (I) había dejado irresoluta la cuestión sobre si la serie de Chip Musik que aperturaba se volcaría hacia incursiones cortas o hacia las de largo recorrido. Eyectado el 14 de diciembre, Paradigmas Frecuenciales II mantiene abierta la interrogante, si bien el fiel de la balanza lo desnivela en favor de las primeras -sus cerca de 13 minutos confirman la clasificación de single, o en todo caso la de “three-way single”, bajo la que se le ha liberado.

El sencillo se arma con el concurso de Yume Station, Galactic Seed y Alcaloidë. Abre fuego la arequipeña Karen Huacasi, que con Yume Station ha dado sobradas pruebas de una mano exquisita para la estética glitch y el uso de clicks’n’cuts. El ambient minimal de “Torner Vermell” se atempera emulsionando ritmos microscópicos y quebradizas armonías de music boxes, lo que facilita su trasvase hacia la indietrónica. Un camino interesante, que la mistiana podría explorar -y que llevaría eventualmente a Yume Station a elevar la media de su producción editada.

En los últimos años, el post IDM de Galactic Seed venía recorriendo en paralelo los senderos del braindance,   subgénero   de   hardcore   breakbeat   anterior  a la génesis  del  modelo drum’n’bass -algo así como breaks doblados en velocidad y fermentados al amparo del techno detroitino. De ahí que “Eclipse De Sonido” haya sorprendido a propios y extraños: carente de cualquier rastro de espina dorsal/secuencial, Oscar Cirineo propone aquí emocionados bocetos de ambient digital aupando una senescente melodía que apunta al futurismo distópico. Si bien el color es distinto del utilizado por Yume Station, las rutas confluyen.

Lo de Alcaloidë, en cambio, va en la línea de lo ya mostrado por este a.k.a. de Alexander Fabián. Posicionado en las entrañas de las máquinas, Alcaloidë se dedica a disparar ruido binario aleatorio, ¿interpelado? por dropeos y castigado por borborigmos cuasi industriosos. Pudiera parecer que este tumultuoso huayco de caóticos fárragos dirime al arribar a su ecuador, cuando asoma cierto orden, pero después de un rato a lo único que se asemeja este pandemónium de ritmos crujientes y ensordecedores es a una improbable superposición de koans dionisíacos y surrealistas. Para libre descarga desde el parterre de la discográfica emblema del shoegazing y de la IDM peruchos.

Hákim de Merv