jueves, 22 de septiembre de 2022

Belle And Sebastian: A Bit Of Previous // Catch The Breeze: Into The Wide

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de septiembre del 2022.)

Belle And Sebastian fue uno de esos rarísimos y postreros milagros de la centuria anterior, que hizo renacer las esperanzas de muchos/as en el pop melódico independiente. Confeccionada con extrema simplicidad y camionadas de emoción desbordante, su música se valía por sí misma para enamorar los corazones de millones de oyentes en todo el mundo -sin campañas publicitarias ni estrategias de tipo alguno. Al entonces octeto escocés le bastó transmutar su devoción por el folk británico de los 60s y por estetas de la talla de Lawrence Hayward (Felt) para lograr incluso más que eso -embeber a sus composiciones de una fragancia atemporal. Completado el traspaso desde la indie Jeepster hacia la mítica Rough Trade a mediados del ‘02, la lozanía tanto de los álbums viejos como de los nuevos pertenecientes a ese período se ha mantenido hasta hoy.

Venga del underground o del mainstream, el problema es que difícilmente el pop melódico puede mantener vigencia conservando inmaculada su naturaleza. Por mucha magia que tengan BAS o cualquier otro grupo, si la sencillez se enterca incólume, acaba convirtiéndose en un lugar de lo más común, cuando no en un sonsonete. Ejemplo de lo primero es un nombre como La Buena Vida. De lo segundo, todo el escuadrón tontipop español de entresiglos. De modo que comentarios y reseñas ya manejaban un acento bastante menos apasionado dirigido a estos súbditos de la corona inglesa para cuando sale The Life Pursuit (2006). No es que, en lo sucesivo, Stuart Murdoch y collera hayan caído por un despeñadero. Discos posteriores como Write About Love (2010), Girls In Peacetime Want To Dance (2015) o What To Look For In Summer (2020), los dos últimos ya en Matador; se han elaborado adecuadamente, y son aún bonitos de escuchar. Pero andan lejos de las armonías magistrales con que orláronse sus mejores entregas.

Tras 26 años en la ruta, a punto de cumplir dos décadas su última obra remarcable (Dear Catastrophe Waitress, 2003), era predecible que lo nuevo de los dirigidos por Murdoch recorriera el mismo camino de sus predecesores inmediatos. A la venta desde mayo pasado, A Bit Of Previous es el clásico esfuerzo post The Life... en que Belle And Sebastian pone en juego la franqueza de su límpido estilo casi naif, accediendo rara vez a incorporar algunos ingredientes ajenos a su retórica. Aquí podría mencionarse a “Deathbed Of My Dreams” y sus matices crepusculares a lo Mojave (desierto) 3 (banda), o a la pegadizamente bailable “Prophets On Hold” (en la onda de “Perfect Couples”, su hit de Girls In Peacetime...).

La norma es el sonido llano y emotivo, sin embargo. Temas como “Working Boy In New York City”, “If They're Shooting At You”, “Come On Home”, “Young And Stupid” o “Reclaim The Night”; entre otros más, han incubado y llegado a su forma definitiva a través de la artesanía habitual en estos ‘highlanders’ -melancólica y agradable, evocadora y geórgica. Sea imprimiéndole una inusual fuerza rockera (“Talk To Me Talk To Me”), sentándole al piano (“Sea Of Sorrow”, nada que ver con el homónimo track de Alice In Chains), o insuflándole una expansiva vitalidad (“Unnecesary Drama”); ese pop melódico que hunde sus raíces en los felices 60s es y seguirá siendo la esencia del ahora septeto, en tanto no se produzca un cataclismo nivel 11 a su interior. Viendo en retrospectiva la historia, opciones para que tenga lugar un evento tal parece haber muy pocas. Las mismas, luego de casi veinte calendarios, para que una de las alineaciones más queridas que ha ofrendado Escocia al pop independiente reverdezca laureles y coseche nuevamente entre sus fans el ilimitado fervor de sus días más afortunados.

Cuatro años después de su interesante Glow, y sin cambios de por medio en la formación, los daneses Catch The Breeze pegan la vuelta con una nueva colección de eufonías bajo el brazo. Algunas ya habían sido adelantadas como singles virtuales, si bien éstos fueron estrenándose apenas con unos cuantos meses de antelación (el más antiguo de los cuales, el suntuoso “Echoes From The Underground”, se colgó el último 4 de marzo).

Considerando que Glow finiquitaba el proceso de licuefacción, iniciado con el mini-álbum epónimo (2014), entre el post punk ‘78-‘84 y el shoegazing noventero; se puede aventurar que Into The Wide comporta una intensa radicalización en la ruta escogida por Andreas Bungaard (batería), Lars Madsen (bajo) y Aage Hedensted Kinch (voz, guitarra). Ello, porque las salientes y los boquetes que el propio grupo consentía para valerse de esteticismos post rock, new wave e indie; han desaparecido. Pero, principalmente, porque la propuesta que enyuntaba al baggy y al viejo post punk original ha sido destilada hasta grados de sofisticación impresionantes. Nunca más oportunamente usado, entonces, aquello de postpunkgaze.

La eléctrica de Hedensted ha adquirido la textura/tersura apropiada para trenzar apagadas ambientaciones quebradizas, que el desenvolvimiento del pedal envuelve en inexpugnable éter sónico. La amalgama de influencias, por ende, se torna una e indisoluble durante al menos el 80% del repertorio de ITW: ya no puede discernirse qué elementos dimanan de los jóvenes turcos del período after punk, ni qué elementos provienen de la primavera supersónica que floreció iniciados los 90s. Tómense como evidencia palmaria el hieratismo de la estupenda “Gravitational Sounds” o el tono elegíaco de la extraordinariamente contenida “Echoes From...”.

Otra característica a ponderar del nuevo esférico es la actuación de Lars Madsen. Sin renunciar a su innato minimalismo, el bajo ha devenido en medular, una cualidad que con mayor nitidez se percibe al soltar el trinomio las riendas; como en “Embrace”, en “Rise”, en el fin de fiesta que supone “Before We Turn To Dust”. Es allí cuando la terna luce con más propiedad sus renovados bríos y excelentes reflejos -y es en todas las pistas, donde las cuerdas barítonas de Aage son las que descuellan más que nunca (el marco idóneo para el rango vocal exhibido). Quizá por eso, ahora puedo ensayar el símil que antes me eludía: un cruce entre el Bowie de los 80s y el distintivo Mark Eitzel macerado de los American Music Club (‘85-‘94).

Hay un par de piezas cuya génesis es menos indescifrable que la del resto. Se trata de “Hollow”, donde late subyacente el fragor de unos Pale Saints (destacando Bungaard en la evolución de las baquetas), y “Subsurface Scattering”, post punk de medio tiempo que tiene su poco de The Fall y su poco de los ubicuos Joy Division. No es un demérito, en el balance. No cuando el último segmento de Into The Wide -salvo “Before We Turn...”- es dominado por exquisitos medios tiempos, de una belleza agreste. Notable segundo esfuerzo de los nórdicos.

Hákim de Merv

jueves, 15 de septiembre de 2022

Síntomas De Techno: Ondas Electrónicas Subterráneas Desde Perú (1985​-​1991)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de septiembre del 2022.)

(Creo recordar que esto ya lo relaté en un texto previo -pero, como no estoy 100% seguro, lo vuelvo a hacer aquí. De cualquier modo, siempre es bueno tener muy presente lo dura, penosa y larga que fue esa conquista...)

Recién tras promediar los 00s, la música electrónica elaborada en predios peruanos comenzó a ser vista/escuchada/apreciada con ojos/oídos/mentes libres del prejuicio rockista para el cual las máximas ‘androginias’ soportables eran el “Mofo” de U2 o el Depeche Mode de Songs Of Faith And Devotion. Pergeñar música total o parcialmente sustentada en el empleo de teclados, sintetizadores y “gadgets” similares; te hacía merecedor/a en los 80s y 90s a una recatafila de insultos y vilipendios que cuestionaban tus dotes artísticas, cuando no las ninguneaban. Si a ello le sumas la precariedad que hacía estragos entre bandas y solistas de la escena subterránea/independiente al momento de plasmar, grabar y trasladar al directo sus delirios sonoros; las posibilidades de reivindicar antecesores y precursores de la movida electro local realizando una minuciosa exhumación se reducen a un dígito.

(Para que te hagas una idea, pongo el ejemplo de dos proyectos ochenteros de los que se tienen noticias por testimonios de quienes les vieron en esas ya lejanas épocas, y de los cuales no han sobrevivido sino los nombres: Ordalías -de cuya existencia da fe el fotógrafo Alfredo Vanini- y Urbanoide -unipersonal de El Agustino del que supe por un zutano que alguna vez fue mi amigo, y que hoy no llega ni a mal recuerdo-.)

Pintado así el panorama, era difícil que una rehabilitación como la que plantea Síntomas De Techno: Ondas Electrónicas Subterráneas Desde Perú (1985-1991) se arrogase puntuación perfecta. Sea radial o de vanguardia, la música pop contemporánea hecha bajo estos cielos no dispone hasta ahora de un archivo de acceso público o privado que acoja el legado de las generaciones pasadas adscritas al movimiento contracultural nacional (revistas, fanzines, manifiestos, libros, discos, maquetas, videos, etc). Mucho menos, la herencia de un género que estuvo mal visto hasta bien entrada la primera década del siglo XXI. De ahí que Buh Records haya echado mano de lo poco que a la fecha se ha restaurado y/o digitalizado.

Las escuelas electrónicas ilustradas por la compilación van del synth pop al industrial -e incluso al post industrial como lo entendían hace ocho lustros unos airados Einstürzende Neubauten. No es, con todo, un tour completo; ya que los del techno y del EBM son los otros dos únicos estilos representados, aunque ello se ve supeditado tanto a la carencia de cultores de otras tendencias como -de haber éstos existido- a la ausencia de documentación a la que acudir. Por el lado más hardcore de Síntomas De Techno..., a tema por cabeza, además de Ensamble y Círculo Interior están Disidentes y T De Cobre. En cuanto al primero, nace como cuarteto en 1989 y ha tenido diversidad de alineaciones, manteniéndose el vocalista Jorge González siempre al frente. Único de los actos aquí antologados en seguir con vida, “Industria De Odio” recupera los días en que Ensamble esgrimía un EBM brioso, antes de entregarse en cuerpo y alma a la dialéctica synth.

En cuanto a Disidentes, combo de Martín Ponce y Juver Reyes a.k.a. Hoover (Eutanasia, la saga Salón Dadá/Col Corazón), éste observaba un método de trabajo semejante al de los liderados por Blixa Bargeld: placas metálicas, fierros, cilindros, un megáfono... “Martillo” atestigua esa apocalíptica aura post industrial de entropía y ersatz que escupía furiosa la banda. Desintegrada ésta, Ponce volvió a las andadas con T De Cobre, line up donde había bastante más espacio para drum machines, casiotones y sintetizadores. “No, Nunca” es techno industrial de fines de los 80s, el update necesario respecto de Disidentes. Esta nueva incursión de Ponce sirvió de acicate para la formación de Círculo Interior, experiencia que operaba en coordenadas similares. Entonces nada hacía prever que los mismos que firmasen una composición como “Primera Secuencia” se convertirían, ya bajo el alias de Unidad Central, en los adalides del trance y la rave culture aquí.

Por el lado más asequible del muestrario, también a surco por testa, se encuentran Reacción (“Y De Aquí No Me Voy”) y Cuerpos Del Deseo (“En La Tiniebla”), firmantes de un synth pop elemental/bastante pedestre/de poco calado una vez aquilatada su valía arqueológica. Más recomendables son los números de unipersonales/agrupaciones que desdibujan los cotos estilísticos, como Meine Katze Und Ich (“La Gran Masa”), Paisaje Electrónico (“X2) y El Sueño De Alí (“A Dónde”). Era esta última una curiosa terna que mixturaba synth y new wave, con varias ideas puestas a prueba en su unigénita maqueta En El Valle Del Placer (1991), semilla de la que potencialmente pudieron emerger decenas de entidades de disímil perfil -por desgracia, lo único que brotó fue un conjunto de pop trucho como La Liga Del Sueño. De otro lado, Paisaje Electrónico fue una identidad paralela de Fernando “Cachorro” Vial (Feudales, Espirales, Pompeya), orientada al minimal synth a despecho de la prodigalidad con que su soporte rítmico estaba seteado. Y MKUI es un insospechado híbrido de electro-dark y no wave de muchos vasos comunicantes con esas canciones de Narcosis en las que el legendario trío iba más allá del catecismo punk (cf. “Asfixia”, “Destino”, “Slacks Asesina” o “La Danza De Los Cristales”). Sintomáticamente, estas tres identidades fueron impelidas por ex integrantes de Narcosis: “Cachorro” en Paisaje Electrónico, Jorge Madueño En El Sueño De Alí, Wicho García en Meine Katze Und Ich.

Aún considerando todos los escollos que ha debido salvar, pudo Síntomas De Techno... haber obtenido un score más alto del que finalmente recibe. En primer lugar, nada costaba abrir un poco más el arco de tiempo precisado en el título, para así posibilitar el rescate de otros seudónimos: Sombras Del Teatro, Arián 1, Casus Belli, Pozí... En segundo lugar, se hubiera así ofrecido un repertorio asaz suculento, en vez de los menos de 40 minutos que el esférico encaja. Si la idea no es atosigar, tampoco debe serlo dejar con ganas de más.

Y en tercer lugar, no es éste un artefacto que acredite mucho esfuerzo detrás, más allá de las liner notes y la masterización. Entiendo la dificultad, por no decir imposibilidad, de conseguir registros de época, pero ya estaban disponibles a través de otros títulos las seis primeras pistas del vinilo -dos tercios del álbum. Disidentes tiene dos trabajos editados con las grabaciones que pudieron salvarse del Olvido (Ensayos Y Concierto 1988 del ”sello” La Venganza De Los Nerds, 1987-1988 de Discos Invisibles). Los demos de Cuerpos Del Deseo (Por Una Razón, 1991) y de El Sueño De Alí están colgados en YouTube. “X2” de Paisaje Electrónico y “No, Nunca” de T De Cobre fueron repescados en La Historia Del Rock Subterráneo 1985-1992 (11y6 Discos, 2010), compilación curada por Leonardo Bacteria. Y “La Gran Masa” de Meine Katze Und Ich aparecía en la segunda rodaja de Caleta Finale (2002), díptico con que la inolvidable revista Caleta se despidió de sus lectores. Verdad que con una versión ligeramente distinta, pero no es ése el punto. Si SDT... está funcionando de maravillas en el exterior, no ocurre lo mismo de puertas adentro, sobre todo entre quienes llevamos ya mucho tiempo en cancha y conocemos los intrilingüis y vericuetos del devenir de la música pop perucha.

Hákim de Merv

jueves, 8 de septiembre de 2022

The Spiracles: Suburbios Raros 7" / How Things Went Well When I Met You // Silveria: Futura EP

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 31 de agosto del 2022.)

Bajo estos cielos estrellados, muchas son las historias incógnitas de grupos y solistas dignas de mejor suerte que aquella que el mainstream les asigna desdeñoso. La de The Spiracles es una de ellas, contada como entre gallos y medianoche, acaso aún susceptible de ser recuperada con no poco trabajo. Pongo aquí mi grano de arena, centrándome en el presente y aludiendo ocasionalmente a un pasado que todavía se advierte neblinoso.

En febrero de este año, TS lanza un 7” virtual en el que participa invitada Sabina Odone, ex cantante de Supernova, alineación teen pop mapocha de cierta popularidad durante el cambio de milenio. Con imagen remozada y performance harto más madura, la italo-chilena hace gala de una templada ductibilidad al acompañar el delicado balance entre indie, shoegazing y pop que ofrecen los peruanos en “Suburbios Raros” -canción que ellos mismos consideran les trae de vuelta tras dos años en mutis y convertidos ahora en binomio.

Es precisamente el single el formato que más han explotado los Espiráculos en sus once años de carrera. Desde “Fireflies”, contundente baggy con que debutan en el ‘11, hasta el sencillo estival del ‘22; su singladura abarca una decena de publicaciones entre demos, mezclas alternativas y remixes varios. De ahí que se eche de menos la presencia de estos lanzamientos en los recuentos que suelen abundar en diciembre, habida cuenta de su copiosa producción. Claro, existe la posibilidad de que se deba a la discreta calidad de la música liberada, pero definitivamente no es ése el caso.

Conscientes o no de estas ausencias, de cualquier forma los guitarristas y miembros fundadores del conjunto Enrique Medina y Luis Alberto Rodríguez (ex Resplandor) matan dos pájaros de un tiro festejando el décimo aniversario de su extended play How Things Went Well When I Met You (2012), convirtiéndole para la ocasión en un disco largo adicionando algo de ese material disgregado en 45s. Fabricada en acetato y comercializada por la británica Spinout Nuggets, el lado A de esta reedición alberga el track list original del EP, reservándose el lado B para algunas piezas remozadas y otras que no tanto.

Almost Everything (Alternate Mix)”, por ejemplo, es repescada tal cual se editó en el ‘17. Por su parte, “Mikonos Ambient” (‘16), que comparte con “Almost...” una mayor incidencia en las programaciones; se cuela dotada de una nueva mezcla, implementada en el ‘21. De otro lado, la calidez pop a lo The Sundays de la rebautizada “No Mercy” -“Mercy” en la edición del ’12- es remixeada por Juan Nolag y por José Mendocilla (acreditado en programaciones para la toma oficial de “Mikonos...”). Figuras en ascenso en el panorama electro nacional -Nolag es el celebrado alias individual de Juan Esquivel, actual tecladista de Catervas, mientras que José Mendocilla ha sobresalido en Da Lupune mucho más que en Neon Dominik-, sus reconstrucciones respetan bastante la sensación de filigrana flotante que desprende la composición primigenia. El remix que de “End Of The Affair” acomete Zero83s redondea la cuota de canales nuevos adicionados por la banda en este vinílico reissue.

Resta mencionar un par de cosas, por ahora. Al dúo peruano se le nota muy complementado con Sabina Odone. Por ningún lado sería mala idea que se le incorpore definitivamente a un combo que ha tenido alineaciones sumamente cambiantes a lo largo de su existencia -en sus filas han militado Verónica Grados (quien ahora tiene en June un proyecto de raíces folk), Nicolás Ojeda, Aracelli Fernández, Jason Fashe (Catervas, Vorace) y Romina Roggero (Dispositivo Sueños), entre otros. Dicha continuidad puede ayudar a estabilizar una asociación capaz de firmar rodajas como How Things Went... o la notable Last Night I Dreamt About You (2014, que me los hizo conocer); y sutiles espejismos hechos canciones como “Hot Day”, “Fireflies” y “Beneath A Sky Of Stars”.

Sobre todo de los 10s en adelante, venimos siendo testigos del sostenido crecimiento de un pop nacional con derecho a reclamar esa denominación sin sonrojarse. Un pop independiente con mayúsculas, cuyas creaciones se valen por igual de la simpleza más enternecedora y del detallismo electrónico más frondoso. Un sonido que ha demostrado poder ser comercial, sin necesidad de entregarse a los clichés a que son tan afectos el establishment y su público pavlovianamente condicionado. Es decir, NO Libido, NO Mar De Copas, NO Amor Suicida, NO La Liga Del Sueño. Entidades como Satélite Menor, Lynejami, Marfilia, Club Del Fin Del Mundo, Dead Pop o El Estéreo Tipo han llegado para engrosar el catálogo de ese pop dulce pero no empalagoso/efectivo sin ser machacón/cristalinamente naif que antaño practicaran Madre Matilda, El Diario De Hank, Detrás Del Sol o El Tercer Acto.

Otro nombre a considerar en tal sentido es Silveria, la dupla formada por Natalia Vajda (de los excelentes Mercury Toys) y Noelia Cabrera (Kusama, The Underground Parties, los notables Blue Velvet). El tándem tiene pocos años de nucleado, pero ya se ha metido por los palos en el lado correcto del regimiento pop nativo con sus singles del ’21, “Suspiria” y “Volver” -recogidos en el Futura EP, editado por A Tutiplén Records hace tres meses.

Todas las reseñas que se han escrito sobre Futura han hecho hincapié en las raíces ochenteras de la música de Silveria. Aunque esa observación no es errónea, sí peca de parcial. Nada más arrancar “Espiral”, surco de apertura del esférico, se percibe un output flexible y veloz, lo suficientemente oscuro/elástico/sintético/sofisticado como para identificar prontamente influencias de cepa 80s y 90s. Las líneas de bajo remiten a la que debe considerarse sin discusión “la década maravillosa”, en tanto la profusión de secuencias y la dosificada distorsión aplicada traen a la mente nombres noventeros como Curve, la cara más accesible de Nine Inch Nails -pensemos en clásicos como “Closer” o “Piggy” antes que en “Mr. Self Destruct” o “Terrible Lie”, por favor- y Garbage (lo ubicua que se ha vuelto la impronta del acto de Butch Vig y Shirley Manson en el patio del pop contemporáneo).

La brevedad del EP complota para que los números se identifiquen más con determinados colores, en lugar de acrisolarlos todos. Así, mientras “Espiral” y el single “Suspiria” están muy cerca de las estéticas que eran pan de cada día hace cuatro decenios (después de un largo intro de minuto y medio, “Suspiria” se deschava tributando por igual a Echo And The Bunnymen y al primer New Order), “Cadillac” y el 45 “Volver” prefieren mimetizarse con la última década del siglo anterior (“Cadillac”, es más, me hizo alucinar con lo que habría hecho un grupo como el de Trent Reznor sustituyendo a éste por el Perry Farrell del Jane’s Addiction clásico). El acierto definitivo es no perder nunca de vista el punto medio entre la melodía bien trabajada y el hedonismo con que ésta se recubre, haciendo factible que casi cada tema del extended pueda escucharse tantas veces como bailarse en discotecas.

Acabo de teclear “casi”. No me convence el cierre de Futura EP, asignado a una versión de “Volver” subtitulada ‘Ira Zema Remix’. La perpetra una tal Ira Zema Vera, que supongo se llama así en honor a Irasema Dilián, gran actriz brasilero-italiana perteneciente a la época dorada del cine mexicano. Su remezcla favorece estructuras rítmicas que se asemejan excesivamente a las de esa plaga de nuestros días que es el fétido reggaetón. Paso en falso que empaña, sin difuminar, los altos réditos que Silveria obtiene con este estreno en corto. Produce Nicolás Miranda (Mercury Toys, Theremyn_4).

Hákim de Merv

jueves, 1 de septiembre de 2022

Rafael Cheuquelaf: Camino Interior // Juan Desordenado: Visiones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 24 de agosto del 2022.)

Aún siendo EP una de ellas, tres entregas concienzudamente chambeadas en cuatro años es muy buena media para cualquier carrera solista cuya andadura no implique desatenciones hacia el grupo matriz (que también alumbrase nueva placa en paralelo). Que éste, más bien, haya servido de modelo para que lo nuevo del unipersonal sea simultáneamente audio y video; no hace sino sacar brillo a ese promedio. Y que una moderada inquietud oriente las evoluciones de aquel íngrimo trajinar, viene a ser algo así como la (temporal) guinda del pastel.

Quince meses después de su habilidosa reinvención synth en Austronáutica, a través de Camino Interior postula Rafael Cheuquelaf una reconversión levemente trip hop. Contemplativa, serena, casi estoica. Cierto que ayuda la reducida extensión del registro, que apenas si excede la media hora, pero también el adoptar narrativas atemporales tramadas desde la propia experiencia vital forjada por una de las geografías más agrestes de la Tierra. Si es éste un rasgo que jamás ha obviado la música del magallánico, ya con Lluvia Ácida o por cuenta propia, aquí gana ¿alturas? ¿simas? antes inéditas.

Lejos de ser una exageración aquello de la filiación Bristol, tras anunciarla algo dubitativamente en “Rumbo Al Horizonte”, ésta queda sentada en “Seres De La Estepa”. Dicha constante sólo cede en “Los Que No Volvieron”, en favor del output electrónico que cultivasen Jarre y sobre todo Vangelis. El crescendo de flautas al declinar las opacidades de “La Guerra Que No Fue”, la críptica densidad de “Habitantes De La Ausencia”, la impresionante soledad ruidosa/ruinosa de “La Sombra De Un Bosque”; sondean el distintivo patrón rítmico del trip hop para dar peso y volumen a una estética que abraza el aislamiento y el abandono de parajes deshabitados, y la melancolía y desolación que de ellos manan.

Al aludir a “Los Que No Volvieron”, decía que no bebe de las mismas aguas que casi todo el repertorio. Su perspectiva, sin embargo, no discuerda de la que siempre proyecta Camino Interior en torno suyo. Ni ese surco, ni los teclados asaltados por arrestos Hi-NRG de “La Sombra...”, ni los momentos finales de “Habitantes...”. El álbum luce tan coherente consigo mismo como el mediometraje homónimo que le acompaña: una lograda sucesión de fotografías realizadas por el propio Cheuquelaf, tanto a color como en blanco y negro. El movimiento de la cámara va de izquierda a derecha y viceversa, de arriba a abajo y viceversa, en zooms in y out; sin despojarse de esa sensación de naturaleza muerta que exhala cada toma.

Camino Interior ha sido cincelado en poco tiempo, prácticamente en semanas. La antigüedad del material de que se compone, en cambio, llega a los días más álgidos de la pandemia. El desaliento que ella infundió en nuestra especie, así como el temor y la incertidumbre, han marcado indefectiblemente la mirada que ahora echamos sobre nuestros hábitats; incluso después de haber logrado controlar la virulencia de la plaga. Esa misma mirada, aturdida, compleja, desasosegada; a fin de cuentas muy humana, que el puntarenense transmite en esta nueva parada sónica. Edita Pueblo Nuevo.

Al ingresar el año a su recta final, como que se hace muy difícil sintonizar todas las estaciones al mismo tiempo, por más que uno/a lo intente de veras. Inevitablemente, algo se ha de escurrir entre tus manos. Estas omisiones involuntarias no son graves si se trata de combos allende las fronteras, salvo que éstos hayan dado pie en bola a sorpresas más que encomiables. Mea culpa, entonces.

Juan Desordenado es el nom de guerre de Juan Pablo Órdenes, músico a cargo de la eléctrica en las bandas Columpios Al Suelo y Maifersoni, así como sesionista/apoyo de María José Ayarza (a) Chini.png (quien colaborase con Adelaida en Animita, actualmente el último opus de los valpeños). Según entiendo, su debut Visiones aparece al promediar noviembre del ’21, y es la diana que escondía bajo la manga el sello Fisura.

Órdenes menciona entre sus referentes al fenecido cellista Arthur Russell, a Sonic Boom y a Ryuichi Sakamoto (Yellow Magic Orchestra). Se queda corto, si puedo emitir opinión al respecto. Sí, hay suficientes pasajes de Visiones embebidos de noise rock como para hablar de dream pop e incluso de shoegazing. Empero, en el disco se percibe al santiaguino menos influenciado por estos géneros que por el indie de los 90s y de principios de la siguiente década. Esa ascendencia es tan apabullante e incombustible, que envuelve al CD en jirones radiantes. A ello coadyuva una admirable maleabilidad en la performance interpretada desde el madero de las seis cuerdas -ejecución llena de grácil delicadeza como en “Arrebol” o en “Vuelo Nocturno” (copada de esa saudade antifolk que el colectivo Elephant 6 convirtiera en marca asociada), lúcidamente festiva como en “Debajo, En La Cueva” (de exultante vivacidad), o impetuosa y potente como en “Corta El Pasto”.

¿Significa esto que el lado baggy de Juan Desordenado queda en rojo? Para nada. Éste aflora en canales como “El Sol”, donde se deja escuchar la susurrante voz de la Ayarza, y el resultado estimula la imaginación alucinándote con una versión serie B de Fleeting Joys. O en el track epónimo, de tempraneros efluvios shoegazing, lo mismo que la coda. Es notorio, así y todo, que el guitarrista se siente más a gusto imprimiendo una telemetría slacker a las composiciones. Los arcos de feedback en una pista como “La Lluvia Que Cae Sobre Las Ciudades De Neón” no consiguen disimular esa sensación a Red House Painters circa 4AD, por ejemplo. Tampoco la placidez risueña de “Debajo...” oblitera el pastrulo rush epigónico a lo Guided By Voices. Y, sin duda, las inflexiones tributarias de Pedro The Lion o los Arcade Fire de The Suburbs (2010) truenan más fuerte que el noise en “Visiones”.

Una jornada preciosa, puntillista y de acabado lo fi, la de Juan Desordenado. No haber prestado oídos en su momento a esta exquisita reflexión sobre el Sonido sería causal de sobra para hacer penitencia mortificando la carne. Por suerte, ya no vivimos en esas oscuras épocas, y siempre valdrá más el “tarde” que el “nunca”.

Hákim de Merv