jueves, 25 de noviembre de 2021

Les Replicants: s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 // Cualquiera Puede Hacer Esto // Leñadores666: Leñadores666 // Bondage: 2010-2019

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de noviembre del 2021.)

Varias han sido las oportunidades en que me he referido a Les Replicants como una de las propuestas más interesantes aparecidas en la escena peruana independiente de fines de los 10s. La última de estas ocasiones se dio a raíz de Ser/Ver, mini-álbum del 2020 que le dejaba en posición expectante. A éste, no ha tardado gran cosa en sucederle s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 -un largo que, lejos de corregir los poquísimos defectos de su predecesor y/o aumentar sus muchas virtudes, transmuta dramáticamente el registro de la dupla.

A todo esto, es válido preguntarse si sigue siendo Les Replicants un dúo. Porque en s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼 vuelve a brillar por su ausencia Luz Cáceres a.k.a. Luxsie, y a ocuparse Walter Arellano del íntegro de la chamba. Con dos de dos, encima consecutivas, la pregunta por la ex Taneli Lucis al inicio de este párrafo se justifica plenamente. Cual fuere, la respuesta no implica en sí misma demérito alguno, como tampoco lo comporta el radical giro maniobrado respecto de Ser/Ver.

Tras surcar el elaborado maridaje entre notas etéreas, drone music, ambient de baja fidelidad y lecciones de renovación lisérgica dictadas por Loop, Spacemen 3 y los primigenios Primal Scream; el replicante Arellano reorienta la proa de su nave hacia esa zona liberada que habitan por igual el bliss pop y el post rock. Füxa, A Silver Mt. Zion, Flying Saucer Attack, Windy & Carl... Aún cuando podría argüirse que el grupo/solista pierde al dejar atrás el ácido coctel alquímico de su primera etapa a favor de una aleación menos multiforme, ello no es necesariamente verdad.

Por desgracia, en este esfuerzo de Les Replicants sí que lo es. Cuando s l e e p / p a r a l y s i s... despega de la mano de “3 3 3 3 3 3 3 3 3”, queda en evidencia el casi traumático golpe de timón en el historial de la banda/entidad. Arellano apuesta por una travesía de taciturnos encajes, de elegíacas urdimbres. Las sonoridades que pueblan el tema privilegian por igual la delicadeza y la armonía, la quietud y la duermevela, el retrofuturismo del post rock y las laxas vibraciones elongadas del bliss pop. Hasta ahí, todo bien. 

Las dudas comienzan a surgir cuando agoniza “d i m m e d v i s i o n”. A pesar de su angélica aura de embelesamiento, sientes cierta somnolencia debido a la falta de mayores vueltas que diferencien con claridad cada episodio de la jornada. Cuando ganas la orilla de “l i q u i d i n d u c e d c o m æ”, ya tienes buen rato devanándote los sesos pensando cuánto más va a estirarse un plástico que pudo haberse adecuado al formato del anterior, y que no consigue eludir el tedio y la monotonía que le acaban devorando. Decepcionante este s l e e p / p a r a l y s i s / d ae m o n 金縛り鬼, pero no por ende malo -regularón, nomás. Primer tropezón en la marcha de Les Replicants, todavía se pueden realizar las enmiendas necesarias para remachar el barco.

El más modesto repaso a su nómina, inaugurada en diciembre del 2011 con un four-way CD en el que metían mano Procrastinación 1 Yo 0, Angkor Wat, Juan Sáyago y Sparx; basta para corroborar que LaFlor Records se ha constituido en otra admirable trinchera de resistencia sónica contra la pasteurización de la música pop que el mainstream espolea. Amparada en una monolítica ética de trabajo y de activismo DIY, esta label celebra sus diez años de creación con Cualquiera Puede Hacer Esto, deliciosa recopilación que recorre el espectro global de su oferta.

Ésta germina y se desarrolla principalmente en torno a cuatro vetas: el post hardcore, el indie, el fastcore y el post rock. Por supuesto, existen permutaciones entre estos estilos, una de las cuales es la que más réditos artísticos ha reportado al sello -el indie/post hardcore. Procrastinación 1 Yo 0 (“Dos”), los desbandados Un Viejo Arcoíris (“Lo Hice Sin Pensarlo”) y Fiesta Bizarra (“Oh Summer Summer”), que rompen los fuegos del muestrario; se cuentan entre sus cultores, como asimismo Way 98 (“Dreaming”) y los ma-ra-vi-llo-sos Angkor Wat (“Cómo Construir Un Universo Que No Se Haga Pedazos Dos Días Después”, casi al finalizar la reproducción).

Otra de esas permutaciones es consecuencia del acoplamiento entre el post rock y el indie, permutación de la que menudean ejemplos antologados aquí: Incendios Forestales Del Viejo Continente (“Haru Ora Ora”), Avida (“Modo Dios”), Juan Sáyago (“Las Nubes No Son Del Cielo”), LÖRI (“Luna Roja / La Dicha De Lo Banal”), el cuarteto afincado en Massachusetts Dios Trio (“Japan”, interesante despliegue de urgencia y virtuosismo). Por otro lado, el fastcore se mimetiza con una poca de grindcore y otra de thrashcore en un segmento nítidamente perfilado de Cualquiera Puede..., donde la velocidad maníaca/sobrehumana linda con un tipo de ruido tan pestífero como insanamente sentido. Exponentes de esa puntual barbarie son Poncho Negro (“Algún Día Seremos Imperturbables”), el combo argentino Ostende (“Palabras, Palabritas (A Los Conservadores)”) y Kuroneko (“Cuántas Veces”).

Por todo lo expuesto, es lógico inferir que tal vez sea el indie el mayor protagonista no sólo de esta placa panorámica, sino de las producciones de LaFlor -habida cuenta de ser ésta, junto a la del stoner, la estética que más fácilmente se ha integrado al vocabulario pop contemporáneo. A las fusiones ya revisadas, hay que sumar los vasos comunicantes que tiende el indie hacia el pop, como en “Pigmalion” de POLVOS y en “Es De Lamentar Que La Tradición Sea Utilizada Como Guía Irrefutable Hacia La Belleza Y La Perfección” de Moholo Nagy. También, aditar las expresiones de ascendencia bedroom pop, como “Hueles A Que Me Vas A Romper El Corazón En Un Millón De Pedazos” de (la célebre identidad de Bruno Cuzcano) y “El Amor Real” de Muñeca Globo (donde asimismo Cuzcano participa); y hasta las menos contaminadas, del tipo Cometa A La Deriva (“Rosé”) y Muchacha Punk (“Demi”).

La explosiva “Pando” de Parahelio, en versión actualizada del corte cedido para el three-way CD 7000 Metros Sobre El Nivel Del Mar (2017, con los chilenos Droste y los ecuatorianos Escape From The Machinery), es la única representante del post rock presente en el volumen. Esta situación la hace prácticamente una excepción, como acontece además con “Madrugada” de FM (insólito dark pop) y el surco homónimo de No Somos Lo Que Fuimos. Quien argumente que este último tiene tanto de indie como de hardcore e incluso de punk, debe igualmente admitir que, a diferencia de los primeros nombres mencionados; NSLQF parte del hardcore punk para trasladarse al indie.

Sustancioso artefacto que invita a descubrir y a deleitarse con los testimonios que saca adelante la excelente escudería limeña. Pese a la dificultad de los años pandémicos (los que ya hemos sorteado y los que aún tenemos por delante), espero que esta gente no tire la toalla.

“El único valor de Oasis es que termina siendo una urgente advertencia sobre los peligros del rock ‘puro’. Ser un autor puro es lo más difícil, ya que su música tiende a ser la más accesible y comercial”. Estas palabras, enunciadas por mi gran amigo Sebastián Pimentel, corresponden a un artículo desmitificador sobre los mancunianos más sobrevalorados de la Historia; redactado en 1998 para una publicación de cuyo nombre no me da la gana de acordarme.

Hoy, los purismos están en franco proceso de acelerada extinción. El dictamen de Pimentel ha terminado siendo profético, si bien por razones distintas a las que su autor consigna. Quién podría imaginar entonces que, veintitrés años después, viviríamos en un mundo totalmente interconectado, sin las vanguardias que impulsaron la evolución de los movimientos culturales y artísticos del siglo XX... abocados los/as creadores/as artísticos/as a experimentar las cruzas en apariencia más improbables.

En todo esto me ha hecho pensar el debut homónimo de Leñadores666, sexteto del que forma parte un animador histórico de la movida nacional, Óscar Reátegui (T.S.M., Dios Hastío). Como ya sospechas, lo de L666 limita con el purismo, punk en este caso. Y he ahí el primer problema que se aparece: donde actualmente las haya, a las nuevas hornadas punk rock no se les ocurre ni por hueveo alentar cierto parecido con sus pa(d)res del estallido ’77. De hecho, plantearse la cuestión está fuera de discusión. Ello es lo que hace, sin embargo, Leñadores666: re-crear lo que ya en 1979 la aguerrida Lydia Lunch definía como “un recalentado acelerado de tópicos riffs de Chuck Berry”.

¿Ser ortodoxamente punk es, ergo, un atavismo en pleno siglo XXI? Pues si un discurso tan manoseado como el gothic viene reverdeciendo laureles gracias a un proceso de desafectación que le ha otorgado nueva vida convertido en minimal goth, no queda responder a esa interrogante sino afirmativamente. Desde que la “Intro” de Leñadores666 apresura las notas de “Frustración”, no suena otra cosa que punk rock (ejem) “clásico”. Esto es, derivativo, añoso in extremis, por espacio de casi una hora. Y ése es el segundo problema que afrontar: los doce primeros números tienen una duración promedio razonable para ser punk, quedándose el decimotercero a segundos de arribar a los ¡¡¡21 minutos!!! ¿Es éste, por ventura, un número que proponga alguna novedad? No: es una colección frankensteiniana, con sonido paupérrimo, de tomas fragmentarias en vivo y ensayos de algunos canales previos -incluye una de las canciones reproducida al revés.

Una postal adjunta al ejemplar que recibí del CD afirma que éste recoge “toda la tradición oral de los trovadores pastrulos de San Martín De Porres”. Supongo que algo de cierto tendrá ese aviso, porque las letras de varias de sus tonadas -“Adicción”, “Sharon Love”, “Frustración”- podrían llegar a ser hasta bizarras si no fueran extremadamente ridículas: “...Frustración, Frustración/Que Me Aplaste Un Camión...”, “...Mientras Cae La Brisa/Ama A Tu Nodriza...”, “...¡Homenaje A La Mujer Maravilla!...” (la peor de todas). Lo que podría resaltarse/rescatarse de la ejecución del conjunto queda empañado por estos abundantes deslices.

Un estreno que deja muchísimo que desear -tal vez puedan salvarse “Todo Llega A Su Fin” y “Sábana Azul”, esencialmente por méritos que atañen a sus respectivas líricas, las únicas que no merecen el vilipendio del resto.

Días después del artículo que escribí el año pasado sobre Rip Off Records, la independiente trujillana enfocada en grind/drum’n’punk/fastcore/electrónica de bulla extrema puso a la venta un cassette recopilatorio de Bondage. Las circunstancias -un cuadro agudo de stress- me impidieron tener noticia de éste y otros trabajos patrocinados por la plataforma de Javier Panter y Mila Celis, y luego la hoja de ruta que seguí me eyectó hacia coordenadas bien distantes de las que frecuenta ROR. Se justifica, así, dedicarle algunas líneas a una producción que lleva más de doce meses circulando -bueno, es un decir: los 30 ejemplares del tape, que venían acompañados de un pin y un fanzine con letras y fotos, hace rato se agotaron.

¿Y qué es Bondage? Aparte de la primera y más evidente acepción del sustantivo, ligada a las prácticas BDSM, éste designa al proyecto unipersonal del liberteño Juan Carlos Paredes Jara. Bondage se granjeó cierta repercusión merced a un epónimo mini-LP facturado en físico a través de Discos Invisibles, hace siete años. Con código de catálogo “diso022”, el esférico reeditaba su ópera prima -también epónima, 2012, vía la desaparecida Prison Thatt Records-, y le complementaba estrenando tres composiciones más una versión live interpretando “Ghost Rider” de Suicide. Se habló por aquellos días de un sonido deudor del synth punk, etiqueta que también cultivaran los finiquitados Varsovia en Recursos Inhumanos (2014). Posteriormente liberó Bondage una nueva referencia discográfica (2019), otra vez desde el regazo de Discos Invisibles, que no he podido degustar.

2010-2019 arrambla completo el mini-álbum del 2014 en la primera cara de la cinta, rescatando en la segunda dos cortes no repescados del epónimo del 2012 (“Zombie Hardy Cum”, “My Boy Operated”), otros dos de un “pre-álbum” sin denominación oficial colgado el 29 de mayo del 2013 (“Tu Vida Y Mis Susurros”, “Hustler Blanco”), y dos lados B inéditos hasta el 2020 (“Castigos” y “Atardecer”). En el desván, se quedan por ahora los remanentes: “Contigo”, “Cerebro”, “Soñando Contigo”, “Oraciones Porno” y su single virtual del 2015 “Vendidoh”.

Es verdad que lo de synth punk le cae a Bondage como pedrada en ojo tuerto. Las sistólicas crepitaciones del teclado, las llanas percusiones seriadas, el cavernoso reverb de niveles potencialmente malignos, la terriblemente atroz ausencia de limpidez en sus grabaciones; todo ello remite por igual a los días fundacionales en que los teclados empezaron a adecuarse a la minimal estética DIY diseminada gracias al escupitajo punk. Por asociación de ideas, estas características también remiten a Suicide, el legendario dúo neoyorquino precursor en el uso altamente expresivo -hiriente, dramático, desespera(nza)do- de las nuevas tecnologías que estarían a disposición de músicos y no-músicos conforme avancen los años. No es equivocado alegar que el crujiente pitido de “Tu Vida Y Mis Susurros”, por ejemplo, le convierte en el “Ghost Rider” del individualista norteño.

El output del acto, sin embargo, no queda encorsetado por estas influencias. Paredes Jara experimenta con el noise de garage (“Hustler Blanco”), transforma el synth en proto-industrial del más escarapelante (“Zombie Hardy Cum”), fuerza a este último hasta convertirle en antífona que preludia al Apocalipsis (“Castigos”). Sus viñetas insinúan visiones a cual más pesadillesca del horror que se oculta en la fresona cotidianeidad auspiciada por la mass media y el desfile de imágenes technicolor con que se/nos acuna. Es la de Bondage una música intensa y caótica (“Adentro”), de ofídica performance vocal, sintetizada/recuperada a partir de huaycos anti-rockistas de ruido analógico en permanente colisión (“Algo”), que no defrauda ni cuando acomete formas más o menos convencionales -el rock’n’roll lyncheano de “My Boy Operated”. Puede que sea ésa su mayor fortaleza: un pavor por los lugares comunes, reconvenido en la búsqueda disciplinada de aquello que todavía no identifica pero sí intuye -vg. el harsh grind de “Instrumental” o el psicótico pigfuck de “El Fin De Nuestros Afanes”. Sumamente laudable.

Eso sí, me sigue pareciendo desordenado el cover de Suicide en directo.

Hákim de Merv

jueves, 18 de noviembre de 2021

Silvania: Las Naves Vuelven A Dejar Atrás Los Puertos (II)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de noviembre del 2021.)

(BREVE) INTRO: UN SOLO DESEO (O UN DESEO SOLO)

Mientras reviso a vuelo de pájaro los resultados que arroja Google sobre textos publicados a raíz del segundo debut de Silvania -aunque no aparece nada, que se ha redactado ya por lo menos uno-, observo que algunos enlaces fechan en el último tercio del 2018. Que consignen el nombre no es ninguna sorpresa, porque ya es cosa sabida desde hace tiempo, pero acaso sí que adelanten ciertos aspectos de su temática y ciertas torsiones en su sonido. Ambas instancias, no está de más recordarlo, han sido convalidadas por las canciones que la renovada agrupación colgase en Internet desde noviembre del ’18.

LA CAMINATA MÁS ARDUA...

(...es la que antecede a la meta.)

El último de esos avances procurados, subido el 7/1/21, exalta desde el título -“The Farewell (Dedicado A Harold Budd)”- la vida y obra del insigne compositor y pianista estadounidense. Colaborador de John Foxx, de los hermanos Eno, de Andy Patridge, de Cocteau Twins; Budd murió el pasado 8 de diciembre debido a complicaciones relacionadas al COVID-19. “The Farewell...” se despoja de todo atisbo de distorsión para homenajear el minimalismo ambient con que el talentoso usamericano se identificase desde los tiempos del estreno en la arena del pop contemporáneo, The Pavilion Of Dreams (1978). Los sucesivos reflujos ribereños que formula la guitarra por encima de las siseantes líneas del sintetizador crean el escenario auditivo idóneo para emular la experiencia nocturna de vagabundear a orillas del mar. Una experiencia en la que más de una vez te sumerges cuando reproduces los trabajos del desaparecido músico.

Por suerte, “The Farewell (Dedicado a Harold Budd)” todavía puede escucharse en el BandCamp oficial de Silvania, algo que ya no puede decirse de D 7’’ (histórico single de regreso, 2018) y sólo parcialmente de los EPs Y El Satélite Se Fue y The Colors Of The Sunset (2019 ambos). Volveré a referirme a estas omisiones en un momento.

DÉJAME CAER SUAVEMENTE

Los procesos de concepción y producción que Silvania invirtiera en Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna se han prolongado tanto como la espera que hemos debido afrontar los fans. El plástico ya llevaba unas cuantas rotaciones de retraso respecto de la fecha inicialmente planteada para el lanzamiento -2 de julio, día en que el finado Cocó Revilla cumplía años-, cuando apareció Y El Satélite Se Fue EP (15/7/19). Para la veintena de abril del año siguiente, instaurada la emergencia sanitaria en el país, Mario libera un corto video de adelanto. Ésa fue prácticamente la última nueva relativa al regreso in extenso del combo, al punto que se empezaba a dudar si aparecería o no en lo que queda de este 2021.

El grupo, por otro lado, parece haberse estirado hasta alcanzar status de quinteto. Hace dos calendarios, Mario Silvania acoplaba a la reflotada banda a Rolando Serra y Antonio Ballester. Tras la salida de Serra, ahora ésta se halla formada por Mario, Ballester, Andrés Pérez Crespo, y el tándem FEM/BOT al completo -es decir, Oman Morí y Silvana Tello. Si se trata de una alineación estable o no, eso se verá con el tiempo. Lo que sí queda claro es que Mario sigue siendo el rostro visible y principal motor de Silvania -firma ocho de los diez episodios que dan vida al recién estrenado Todos Los Astronautas..., mientras que el repescado “Mozart” es un 50/50 con Ballester, y parte del crédito restante se le concede al sexteto chileno Los Ángeles Negros (versión proto-shoegazing de “Y Volveré”).

Acabo de referirme a “Mozart” y su condición de recuperado. En efecto, originalmente se listó en Y El Satélite Se Fue EP. Sucede lo mismo con “Los Amantes De La Luna”, que es liberado por vez primera en The Colors Of The Sunset EP. Si bien estos extendeds figuran aún en BandCamp, lo hacen prescindiendo de esos cortes. El estricto cerco de silencio y de inflexible celo que Silvania ha erigido alrededor de TLADQPPLL es la causa de esta censura parcial. También lo es de la negativa de la nueva formación a realizar el teaser promocional de rigor en estas eras, así como de la total ausencia del nuevo material en plataformas públicas y/o privadas de Internet (similar régimen se aplicó a ¿Cuánta Distancia Hay Entre Tu Alma Y El Sol? Un Tributo A Silvania, artefacto preparado por Trilce Discos en el 2018). Concurro en lo tocante a esto último, mientras que lo del teaser parece algo exagerado, pese a ser exclusiva prerrogativa de Mario y compañía. En cuanto al desbanque de “Los Amantes...” y “Mozart”, considerando que ya eran de conocimiento común, retirarlos me sabe a medida bastante desproporcionada.

DIE KOSMISCHEN KURIERE

Los tres lustros que separan a Campos De Espirales, Árboles Y Secuencias Posibles (2006) de Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna se van al archivo sin aspavientos, cual si hubiese transcurrido apenas un cuarto de hora entre uno y otro, con una canción abrumadoramente emotiva como “El Cosmonauta Que Se Fue”. En su primera mitad, la apertura del nuevo opus de Silvania nimba de una impresionante aura de fulgor cósmico al cálido flujo de melancolía que mana apacible desde las teclas del Roland Jupiter 4. Inevitable imaginar al espíritu de Cocó reencarnado en el cosmonauta Joseph de la letra entonada por la voz filtrada/procesada de Mario, starman que decide quedarse en el éter interestelar. A medida que este primer segmento se apaga, el miembro fundador de Silvania inicia un conteo -progresivo antes que regresivo, contraviniendo el uso impuesto por Fritz Lang tras su lejana Frau Im Mond (1929)- que da lugar a una segunda mitad cuya cadencia entre-jazz-y-trip-hop le hace volver la nariz hacia la Tierra, sin caer presa de la gravedad. Un inicio vítreo y límpido, como en las mejores épocas del legendario tándem...

¿Y el resto? Con muchas de cal y en-la-práctica ninguna de arena, restalla y evoluciona a partir del electrogaze de inflexiones sesenteras que Silvania exhibió en los sencillos y EPs del intervalo ‘18-‘21, mixtura que adquiere ahora más visiblemente la capacidad de transfigurarse para enfilar baterías hacia determinado componente diferenciado y en consecuencia ponderado; según sea el caso. Un primer ejemplo: “Canción De Amor En La Era Lunar” favorece el entramado de paños que tejen los theremines de Tello y Ballester, tapicería sobre la que planea a ratos el vaporoso acompañamiento de una lozana guitarra quebradiza. Sofocado el menor indicio de síncopa, la impresión final que reditúa el track es oceánica, digna de ese The Tired Sounds... que alumbrase The Stars Of The Lid en el 2001, con dosis extra de estamina.

Otros ejemplos de la proteicidad que asiste al antedicho electrogaze son “Alguna Vez” y “Stasia 14”, elegíacas pistas que decora el transmutado/contenido feedback de Morí a lomo del viento solar. La primera, suerte de vals espacial ejecutado durante un perenne atardecer en el borde del planeta, es una carta de amor a esa Marlene de las galaxias a cuya protección siempre han de haberse encomendado Cocó y Mario en su etapa “española”. La segunda emula la pedestre melodía de una cajita de música, ahogada en ecos celestes y sutiles reverberaciones, leitmotivs que no resienten el ingreso de una adusta programación synth. Y a propósito de esta última, manifestación del maduro componente electrónico presente en el redivivo sonido Silvania, momentos para lucirse -e incluso descollar- no le faltan...

Uno de ellos es “Los Amantes De La Luna”, cuyo electrogaze se levanta sobre loopeos incesantes que pavimentan el camino que surcan las vocales de Mario. La suave/trotona/naif secuencia que va emergiendo y después difuminándose conforme acaece la reproducción redondea/sella la bolsa amniótica diseñada para el nuevo ser humano, aquel sucesor nuestro que podrá integrarse a plenitud en la vieja ecuación ‘Hombre+Máquina’ soñada por Kraftwerk. Otro crisol de idéntica naturaleza -y mayor dinámica- es “Danzante Espacial”: o los irrecuperables matices del Ciëlo con que replicantes de un hipotético futuro inmediato son apachidos por catervas seráficas que se alimentan de arte sonoro en perfecto equilibrio psico-espiritual. Incluso “Mozart”, que defenestré en un primer artículo dedicado al reentré del conjunto hace un bienio, encaja con mayor propiedad en el marco de este lienzo de dimensiones mayúsculas.

NEGATIVLAND

Párrafos atrás, aludía a los numerosos aciertos de Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna gracias a la expresión “con muchas de cal”. También a ciertos pasos en falso, diciendo “en-la-práctica ninguna de arena”. En realidad, el disco carece de puntos flacos como tales. No me refería, pues, a ninguna canción en concreto de la rodaja que se ha puesto a la venta el último 2 de noviembre. Menos a los instrumentales “Tú Eres El Cosmos” y “Big Star” (¿homenaje al cuarteto de Alex Chilton?), delicado y precioso el primero, subacuático y conciso el segundo.

A lo que me refería es a un rasgo que antes no lograba vislumbrar/diferenciar/separar, y que se halla en relación directa con la performance canora del acto. Segunda voz en modalidad dual, ahora le toca a Mario ponerse al frente del micrófono. Incluso cuando se le parangona al registro andrógino de Cocó, es justo reconocer que cumple como voz central. Tampoco desentona al susurrar. El escollo aún por sortear aflora cuando Mario modula sus vocales para recitar. Eso es lo que me quemaba a “Mozart”, y lo que también juega en contra de “Danzante Espacial” -una especie de impostación afectada cuya génesis todavía estoy desentrañando. Aunque, por supuesto, tal vez sólo sea una percepción mía. Es un problema menor, en todo caso, que no empaña el retorno de la célebre banda ni la fantástica habilidad de Mario para fabular las historias de los personajes -reales, ficticios- que pueblan el largo.

PARA SIEMPRE Y DE NUEVO

Silvania lleva Todos Los Astronautas... al inevitable desenlace a través de la suite integrada por “Big Star” y el doble guiño de “Y Volveré”. La tesitura líquida de “Big Star” empata perfectamente con el dream pop de la pieza epigónica, que tributa en su letra -recitada por una grácil voz femenina- a la poesía de Blanca Varela (“Naces Como Una Mancha Voraz En Mi Pecho/Como Un Trino En El Cielo/Como Un Camino Desconocido/Mas Luego Retrocedes, Te Agazapas/Y Saltas Al Vacío/Y Me Dejas Al Filo Del Océano/Sin Sirenas En Torno/Nada Más Que El Inmundo, El Bellísimo Azul/El Inclemente Azul/El Deseo”). Más notorio es su tributo a Los Ángeles Negros -ahí está el antecedente de “Gene”, lado A del D 7”, levemente influenciado en el modo de cantar por “Non Si Può Morire Dentro” del italiano Gianni Bella (1976), que popularizase en Latinoamérica el puertorriqueño Germán Wilkins al año siguiente-. Empleando estos referentes, Mario dibuja una/otra playa infinita que el fan de The Durutti Column y de Klaus Schulze, de Jarre y de Duncan Browne, de Felt y de The Byrds; recorrerá como preámbulo hacia el iluminado Valhalla del avant pop.

El futuro, ergo, queda abierto ante las posibilidades que prometen los recursos estéticos con que ahora cuenta Silvania, y ante el renovado fuego que corre por las venas de grupo y frontman. En torno a lo primero, amén de Tello, Pérez Crespo, Morí y Ballester (los dos últimos han oficiado de ingenieros de sonido); la masterización del CD ha sido cosa de José Gallo (Theremyn_4), del catalán Migue Carrizan y de Juancho Esquivel (Catervas, Juan Nolag). Finalmente, Todos Los Astronautas Dicen Que Pasaron Por La Luna -cuya portada se arma a partir de una fotografía de Yuri Gagarin, intervenida por el propio Mario- sale bajo las enseñas de la discográfica Estación Aerostática (razón social fundada por Mario y Cocó hace más de tres décadas).

En torno a lo segundo, suficiente combustible proporciona la promesa bidireccional al amigo que ya no está, hecha hace tantos años atrás. “Mario, si algún día yo falto o si tú faltas, esto tiene que seguir”.

Compromiso honrado.

Hákim de Merv

jueves, 11 de noviembre de 2021

Beat Cancino: Beat Cancino EP // Valet: Adore EP // Música Casual: Hegemonías EP // Hammuravi: Fuego Negro

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 3 de noviembre del 2021.)

#AguanteChile.

Durante las calendas de septiembre, la intrépida escudería independiente serenense Templo Sagital colgó para free download el epónimo extended debut de Beat Cancino (sic). Este EP ya se había colgado bajo la misma modalidad de descarga en agosto del año pasado, desde BandCamp propio, sólo que anunciado como demo. Para el relanzamiento de hace dos meses, no se opera ningún update respecto de las tomas originalmente subidas.

Lo de Beat Cancino asoma acto unipersonal santiaguino que se ciñe al anonimato tercamente -cero información pública. Templo Sagital, por su lado, nos cuenta que el man es Luis Valdebenito; quien batea para los noisers de Vaso De Leche, para los hardcore-punks de AlgoTerror y para los indies free-form-freak-out de Fracaso. La discográfica, además, glosa el material a disposición tildándole de post punk cinemático e industrial. Las toscas-pero-inalterables percusiones machaconas y filo-metálicas tanto de “Ruido” (el despegue) como de “Hay Tabla” (el amartizaje) proporcionan ribera suficiente, en efecto, para hablar de cierta inclinación hacia la música industrial. La parquedad y precisión de las síncopas en el resto del artefacto -con excepción de “Tema Para Un Final (De Película Que No Existe)”- avalan la alusión a piezas sonoras de movimientos tangibles/mesurables que acaecen en tiempo y espacio.

Post punk, en cambio, es un marbete más difícil de sustentar. Las primeras escuchas remiten por descarte al período ’77-’84, si bien no permiten establecer claras analogías con Wire, P.I.L. o Gang Of Four. Varias vueltas después, se hace factible pensar en una versión prehistórica de bandas más periféricas, tipo This Heat o The Pop Group en sus ratos menos accesible. Al final, aunque te das cuenta que el sonido de BC es ubicable en los días señalados, también notas que no proviene de la misma cepa. Lo suyo está más influenciado por “anormalidades” como Nurse With Wound (la errática “Cría”) o los visionarios Zoviet France (la impetuosa “Grises”).

Ígneas eléctricas angulares, un registro en el micro que prefiere el spoken word a la vocalización convencional, atmósferas brumosas que se alejan del cliché “oscurito”... Entre el after punk más experimental y el industrial de garage, Beat Cancino se ha hecho de un sitio despachando siete afilados zarpazos de rock agreste y raudo en poco más de quince minutos. Suficiente para empezar.

En activo siete años, Sello Fisura trabaja en los límites que comparten el indie del nuevo siglo y la electrónica de libre código que de-evoluciona hacia la música rock. Un catálogo de referencias puntuales, por demás atractivas, es el que maneja la label capitalina: ha sostenido el reentré de Columpios Al Suelo y Dolorio & Los Tunantes, aparte de haber reeditado tanto el Monstrws (2019) de Maifersoni como el disco de su guitarrista Enrique Elgueta en comandita con el aedo Juan Santander (Que Ningún Sentimiento Amanezca En Su Casa, 2020). Y ha liberado desde octubre la serie Laboratorio De Malestar: cinco entregas que recopilan improvisaciones realizadas por diversos músicos entre noviembre y diciembre del 2019 -esto es, las primeras semanas del levantamiento ciudadano en el hermano país del sur.

Encargado de los teclados en Niños Del Cerro, Diego Antimán reestrena faceta solista cambiando de alias -de CVSPER, clausurado en el 2016, a Valet. Adore EP consta de cuatro números que en realidad son tres. Emparejados/entrelazados el primero con el segundo y el tercero con el cuarto, escuchar el “pareado” de entrada deja en evidencia que “Espejismo” y “Vacío” son secciones de una única pista, lo que no sucede con “Febril” y “Halo”. Las influencias fagocitadas por Valet provienen del ritualismo rave de fines de los 80s: el angst pirético del trance, el house de consumo masivo, incluso el aborrecido eurobeat de los primeros 90s... Lo curioso es que dichas influencias no son abordadas siempre de manera frontal.

La dupla que arranca con “Espejismo” empieza enclavada en el ruido angélico del bliss digital. Después de un breve crescendo, al promediar minuto y medio sube a superficie una tremenda guiñada trance a lo Paul Oakenfold, desarrollada durante 60 segundos. Tras del diminuendo necesario para desacelerar las pulsiones, el lector pasa imperceptible a “Vacío”, donde a partir del  minuto  y  20   segundos   el  aura   rave se  apropia   rápida   y   paulatinamente  del escenario -sampleo del mamarrachiento “clásico” eurobeat de Sannie Charlotte Carlson (a) Whigfield “Saturday Night” incluido (malditas sean las neuronas de mi cerebro que retienen ésta y demás información similar).

El sucinto camino de “Febril” no es distinto. Los orgiásticos estallidos trance comienzan antes del minuto, y llegan a su punto culminante hacia el epílogo del tema, hermanado con “Halo”. El cambio se produce, si bien de golpe, también con naturalidad, sin traumas. Es éste el momento más valioso del EP, donde se apuesta por el techno tribal a un paso de metamorfosearse en IDM de tintes étnicos. Ojalá Antimán, se decida por este último rumbo.

Al  parecer,  cierra  Rodrigo Mardones para  Música  Casual la persiana del 2021 -Fluir, cuarto largo de la entidad, abría el listado de lanzamientos del año en Chip Musik Records- con un extended que modera la vigencia de algunos principios regentes en su estética sonora desde la concepción misma. Pese a que el arquimédico punto de apoyo continúa siendo la improvisación non-sense/surrealista, prima en Hegemonías EP una metodológica deconstrucción del Ruido engendrado por ese proceso.

Deconstruido aquello que produjese espontáneamente, en torno suyo Música Casual elabora despedazadas secuencias completamente desiguales entre sí, de tamaño y densidad variable, que yuxtapone y enhebra para lograr percutir los surcos recogidos en el extended. Fraguarlas hasta hermanarlas no ha sido tarea sencilla, no obstante. Si Mardones lo consigue, se debe a que son las microtonales texturas sónicas drenadas/desecadas las que conforman la substancia molecular que hace las veces de aglutinante denominador común para porciones y astillas tan dispares unas de otras.

Cuatro suites de nombre similar y numeración progresiva ascendente, rayanas en los márgenes/extramuros de las últimas vanguardias de fin du siècle con derecho a llamarse tales. De las aguijoneantes resonancias post-dub a lo Scorn que regurgita “Hegemonía 3”, a la informe tímbrica dominante en “Hegemonía 1”. Del escuezante morphing de “Hegemonía 2”, que se balancea entre el Scanner más minimal y el Seefeel más oscuro, a la sorda aridez abrasiva a lo PanSonic de “Hegemonía 4”, llena de punzantes zumbidos/murmullos nocturnos. Un suculento aperitivo, el primero para la nómina de la prestigiosa escudería Pueblo Nuevo, que deja en suspenso el camino a tomar por Música Casual en el futuro más inmediato.

El año no termina aún para Mardones, sin embargo. Acaba de salir la puesta de largo de Mesetas, dúo que integra junto a Luis Venegas (Argades, presente en el “lado B” de la compilación de Chip Musik Lego 13: Trece (El Final De Una Década)). Próximamente, el comentario de rigor en estos bytes.

(https://pueblonuevo.cl/catalogo/hegemonias/)

Como sucede en todo Chile (creo), el otoño en Gran Valparaíso es de contrastes marcadísimos. Llegué allá en medio de una tarde que fue obliterando al muriente estío gracias a una nubosa resolana pálida, por la noche comenzó una lluvia que no paró sino hasta la madrugada del día subsiguiente, y despidió mis pasos portuarios una calcinante ola calorífica. Me siento más a gusto en climas fríos más consecuentes, pero esa neurosis meteorológica también me agradó -a diferencia de la plomiza Lima, que sólo en el verano cambia de colores por obra de su fulminante sol.

Para su esperado segundo título -el primero, Espesura EP, data del 2015-, el binomio Hammuravi ha retrocedido un par de pasos en cuanto a estilo cultivado. El salto hacia adelante, empero, es cualitativamente enorme. De la aleación entre shoegazing e indie rock que martilleaba el extended, queda muy poco, acaso apenas el inicio con “Limbos” y no mucho más. El tándem porteño ahora navega a través de un dream pop de baja resolución, reinterpretado desde inequívocos planos pedestres, subrayando -a semejanza del otoño- el almíbar y la nostalgia según la composición que acometa.

Entre las que ensalzan el trote melodioso y tierno, cabe contar la placidez lacónica de “No Dejes Que Me Lleve El Río”, la emotividad contenida de “Estrella Lunar”, la vitalidad casi baggy de “Puñal” (donde participa Elisa Montes, de Slowkiss y los primeros tiempos de Supernova) o la ya aludida “Limbos”. Entre las que se acomodan mejor sublimando la aflicción y el bucolismo que innatamente soportamos los seres humanos, se puede enumerar a la rigurosa sobriedad de “Desaparecer”, al doble movimiento de “Esto Se Va A Terminar”, a la mirada lánguida de “La Ciudad” y al sutil feeling acibarado de “Dímelo”.

Acompañando a estos ocho cortes, Hammuravi adjunta otros tantos interludios, algunos de nombre tan extenso como breve es la duración promedio de todos ellos. Aplicando nuevamente la figura del otoño, estos fragmentos remarcan el dulzor o la melancolía que fermenta el grupo, pero no siempre para afianzar el color del track escoltado. Mientras la sincronía es un hecho para esquirlas como “Corre A La Estación”, “Sangres” o “Me Voy A Tirar Al Mar, Los Peces Me Esperan”; los contrapuntos llegan de la mano de “Bailando Con El Fantasma De Mi Abuelo”, la ¿cueca?/¿chacarera? acústica de “Mi Padre” y el postrer suspiro de “El Principio Es El Fin”. Magnífica jugada que agiganta la majestuosidad senescente de este Fuego Negro.

Palmas para los dos tercios de Adelaida que sacan adelante Hammuravi, el siempre elusivo Jurel Sónico y la gran Naty Lane -la mejor bajista de esta parte del globo, que tiende a relajar en las obras de la mancuerna valpeña su performance vocal, al punto mimetizarse con la de Alison Shaw (Cranes).

Hákim de Merv