miércoles, 18 de agosto de 2021

The Problem Of Leisure: A Celebration Of Andy Gill & Gang Of Four

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 11 de agosto del 2021.)

Terminando de audicionar I'm Your Fan • The Songs Of Leonard Cohen By... (1991), hasta donde sé el primer disco-tributo de la historia, me quedó clarísimo que esto de los álbums en modalidad homenaje iba a ser materia de interminables polémicas. Los 90s, década especialmente prolija en jugadas de este jaez, confirmarían lo peliagudo que resulta conducirse hasta el punto exacto de equilibrio entre pleitesía e iconoclasia -sean los involucrados personajes de polendas (The Cure transfigurándose en Depeche Mode, Terre Thaemlitz en Kraftwerk, Mercury Rev en David Bowie), unos completos desconocidos (Children Within transmutando a The Cure, Trance To The Sun a Joy Division, Gee a Talking Heads), o caseritos especializados en admirativas metamorfosis (The Shroud covereando a The Sisters Of Mercy y a Bauhaus, The Electric Hellfire Club a Pink Floyd y a Slayer, The Last Dance a Siouxsie And The Banshees y a Dead Can Dance).

Al cabo de un tiempo, el adagio que garantiza la inexistencia del disco-tributo perfecto fue ungido como verdad universal. The Problem Of Leisure: A Celebration Of Andy Gill & Gang Of Four (2021) lo refrenda, pero no se queda allí, pues el díptico ratifica además el tabú casi reverencial de los orquestadores de tributos cuando de acercarse a la obra de cualquier combo post punk cosecha 1977-1984 se trata. En efecto, salvo los casos de Joy Division (a partir de cuyo legado un importante porcentaje del sonido post punk se decanta convirtiéndose en dark rock), de Wire (Whore - Various Artists Play Wire, 1996), de Pere Ubu (Ubu Dance Party: A Tribute To Pere Ubu, 1997) y de Killing Joke (Absolute Respect - A Tribute To Killing Joke, 2010); los protagonistas de aquellos flamígeros años permanecen aún intocables. De hecho, resulta harto sorprendente que se hayan atrevido tempranamente con Wire, uno de los arquetipos del post punk original, como asimismo lo son P(ublic)I(mage)L(td) o Gang Of Four. Y es que meterse a releer los logros concluyentes de una de las últimas insurrecciones inequívocamente deconstructivas en los anales de la música pop no es moco de pavo.

Mediando las inevitables separaciones producidas en el curso de cuatro décadas, Gang Of Four lleva apenas diez largos editados. Su última producción, el Anti Hero / This Heaven Gives Me Migraine EP (2020) sale a la venta meses después de fallecer el guitarrista Andy Gill. Por una mera formalidad, el extended debería ser el punto final en la carrera del cuarteto -ya que, ateniéndonos a sus mayores réditos artísticos, la banda no debió haber vuelto tras su primera disolución (1984). En demoledor contraste, los primeros trabajos de la Pandilla de los Cuatro aseguran su inclusión en cualquier antología temática sobre la gloriosa asonada post punk: una explosiva abrasión minimalista, vertebrada por enajenantes eléctricas punzo-cortantes y síncopas funk de tarolas al parecer forradas en provocador spandex negro, es la que da forma y sustancia a la música demencialmente angular que firmasen Jon King (vocales), Hugo Burnham (batería), Dave Allen (bajo, segunda guitarra) y Gill en Entertainment! (1979), Solid Gold (1981) y el inflamado EP Another Day, Another Dollar (1982).

Bautizado a partir de la primera línea con que abre la letra de “Natural’s Not In It”, The Problem Of Leisure... ha sido ampliamente publicitado desde la página Facebook oficial del otrora célebre conjunto británico (el único abiertamente comunista del fragmentado colectivo posterior al punk). No se acredita en su gestación y/o confección, empero, a ninguno de los GOF sobrevivientes. Lo primero que asoma evidente es su inmoderada extensión: sumadas ambas rodajas lumínicas, no se alcanzan los 80 minutos. ¿Por qué entonces una presentación doble, si no hay el menor sesgo conceptual que la justifique (caras A versus caras B, pesos-pesado versus pesos-pluma, etc)? Dos o tres interpretaciones, además, pudieron quedar fuera del producto final, para tampoco extenuar al oyente.

Otro defecto es la exasperante incidencia sobre determinadas canciones del repertorio de los cuatro de Leeds. Cierto que se rearman números de discos que rankean lejos de sus momentos más memorables -el Anti Hero... EP, What Happens Next (2015)-, e incluso una rareza en apariencia inédita como “Last Mile”, pero el grueso del repaso va del Entertainment! al Songs Of The Three (1982). Aunque he reconocido líneas atrás que ésa es su época más valiosa, los 20 comparecientes del homenaje tenían material de sobra para escoger cada uno una pista distinta. Tal cosa no sucede: hay dos versiones de “Damaged Goods” (una curiosamente meliflua gracias al dúo británico La Roux, otra en manos de los ahora populares Idles), dos de “Natural’s Not In It” (la primera por cuenta de Tom Morello -Rage Against The Machine- y Serj Tankian -System Of A Down-, la segunda acreditada a Everything Everything), dos de “I Love A Man In Uniform” (inofensivo indie la de The Sounds, synth funk+alt pop de coros estrangulados la de Herbert Grönemeyer con Alex Silva) y... ¡¡¡tres!!! de “Not Great Men” (la songwriter LoneLady, Flea & John Frusciante con el Silverlake Conservatory Youth Chorale, el ensamble gamelán Sekar Melati). Sólo con las versiones hasta ahora listadas, se completa casi un disco de dos. ¿Y “Cheeseburger”? ¿Y “FM USA”, del fallido Mall (1991)? ¿Y “Call Me Up”? ¿Y “Tattoo”, del olvidado Shrinkwrapped (1995)? ¿Y clásicos indiscutibles de la talla de “At Home He’s A Tourist” o “I Found That Essence Rare”? Ni la sombra.

Tercer strike: ¿qué propósito tiene que el track list de ambos volúmenes comience exactamente de la misma manera, encajando primero “Damaged Goods” y luego “Natural’s Not In It”? Si se esperaba gatillar algo en la materia gris con ese bis, debo ser analfabeto en ello, porque no experimenté nada.

Por suerte, The Problem Of Leisure... no sólo tiene vicios. En la relación de sus virtudes se hace imperioso contabilizar a “Paralysed” de los cumplidores Warpaint, a “In The Ditch” de Helmet y su metálico post hardcore, y a “Forever Starts Now (Killing Joke Dub)” de Jaz Coleman y compañía al alimón con GOF -cuyo último LP, Happy Now, data del 2019-. También a “Where The Nightingale Sings (Redux)”, relectura casi trip hop donde los Gang se suman a 3D Del Naja (Massive Attack), a la maravillosa toma post synth de “Love Like Anthrax”, a cuatro manos entre el DJ de Birmingham Ade Fenton y el incombustible Gary Numan, y a “Last Mile” de Hardcore Raver In Tears. Pudieron haber obtenido lugar en este catálogo el cover de “To Hell With Poverty!” del japonés Tomoyasu Hotei y el de “We Live As We Dream, Alone” de Gail Ann Dorsey (sesionista en las grabaciones del Mall), pero al primero -que se cuelga del brutal rework incrustado en la recopilación Return The Gift, 2005)- se le escurre el balón fuera de la cancha hacia el final, y la segunda plantea una versión casi de karaoke que no entiendo cómo funciona siquiera a medias.

Para el olvido: “Return The Gift” del ex Legião Urbana Dado Villa-Lobos y “What We All Want” de los intragables Dandy Warhols.

Parafraseando al gran Fidel Gutiérrez, tal vez la mayor virtud de este doble sea causarte unas desesperadas ganas pavlovianas de volver a escuchar los primeros asaltos de esos cuatro muchachos oriundos del norte del Reino Unido -cuya revolución, inconclusa hace más de cuarenta años, permanece vigente y absolutamente atemporal planchada en vinilos que la historia del pop contemporáneo tiene siempre presentes; a la espera de su ¿improbable? culminación. Si Mission Of Burma volvió del Otro Lado y pudo, ¿por qué no Gang Of Four?

Hákim de Merv

jueves, 12 de agosto de 2021

Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 4 de agosto del 2021.)

A pesar de registrarse en redes el 18 de enero del 2020 como la fecha en que inicia operaciones, se me hace complicado establecer la génesis de la plataforma Bestiario Collective. Probablemente el sello nace algún tiempo antes, y poco más de dos meses después sube a su cuenta oficial de BandCamp la primera referencia de catálogo -el sencillo “CYBERSLAVE2050”, de quien sospecho es el principal animador del proyecto, Benjamín Ubierna (a) Zpectrum. El single, no obstante, es anunciado como tercer lanzamiento; a partir del cual se han publicado básicamente 45s virtuales del antedicho individualista. Las únicas excepciones a esa ‘regla’ son el 7’’ “Uplifter Two” de SAIGG (25 de junio) y la compilación Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground (12 de febrero).

Las principales bondades de Bestiario son indisolubles de las de esa música electrónica que dominó las escenas más próximas al mainstream durante los primeros 90s: el sonido Detroit, el acid techno como primera reacción tras la llegada del género a las costas británicas, las (posteriores) variaciones minimal y ambient, el estilo Birmingham, un poco de hardcore breakbeat, todavía menos de acid house y new beat... Construcciones esencialmente instrumentales donde bombo, clap y hi hat se hermanan al abrigo de patrones 4/4; surcando tempos que van de los 120 a los 150 BPMs, buscando siempre encontrarse con Jack para elevarse a las alturas habitadas por The Shamen, Utah Saints y otros dioses del mismo panteón.

Si no ha sido ésa su intención explícita, Aeon Wave: Neo Synth And Dance Tracks From Lima’s Underground funge de presentación en sociedad para  la bisoña discográfica.  Lejos  de  enfocarse  en  los músicos que conforman la breve nómina de BC -no repesca ninguno de los tracks previamente difundidos-, la compilación convoca proyectos más o menos convergentes con su propuesta, mismos que ceden composiciones inéditas. Esos alias son Server, Blue Velvet, Theremyn_4 y FEM/BOT: los dos primeros colaboran con dos pistas cada uno, mientras que los dos últimos con una por testa. Esto, en lo referente a la primera mitad del disco -la segunda la integran remixes de los seis primeros canales, salvo en el caso de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” de Server, que es remezclado en dos oportunidades.

El esférico lo abre Blue Velvet, es decir Noelia Cabrera (Kusama, Silveria) y Antonio Ballester (Server, Silvania). En “Funeral Dance” y “Space Army”, el synth pop del binomio resigna los rasgos minimales exhibidos en In Event Of Moon Disaster (2018) y se vuelca hacia las atmósferas avasalladas por la coldwave. Esta cualidad, sin embargo, es mitigada gracias al acabado entre reluciente y lujurioso que envuelve a ambas piezas. Tratamiento parecido reciben los dos aportes de Server -parecido, mas no idéntico. Si desde un principio el dúo de Ballester y Andrés Pérez se declaró fan del synth pop, el italo disco y la estética Hi-NRG; en “Gynoid” y “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” se ve afianzada su devoción por el sonido synth y vaporizado el feeling que le tenía al italo disco. En tanto, la variable de teclados llenos de energía casi chillona se manifiesta sólo a través de la apolínea “Gynoid”, mostrando “¿Eres Tú...?” el inopinado rostro dionisíaco, techno, casi EBM de Server.

Distintos a los anteriores son los caminos que trashuman tanto FEM/BOT como Theremyn_4. El primero, tercera dupla participante en Aeon Wave..., está formado por Oman Morí y la artista del theremin Silvana Tello -quien sorprendiese gratísimamente el año pasado con su estreno Circuito. Con FEM/BOT, que ha debutado hace poco en cassette gracias a Trilce Discos, vuelve la Tello a dejarme patitieso: un menestrón de post punk, no wave, kraut rock, synth, darkwave y gradaciones intermedias; recorridas en la resplandeciente “Bestiario” por algo más de cuatro minutos y medio. El segundo, Theremyn_4, practica un rework de “Chambi”; su clásico incluido en el inicial Fluorescente Verde En El Patio (2000). Fuera de remarcar la ornamentación étnica hasta grados sustantivos, no encuentro en la intervención de José Gallo mayor trascendencia.

Reproduciendo el orden en que figuran los seis primeros cortes, desfilan a pie juntillas sus correspondientes remixes, con la excepción de la remezcla extra de “¿Eres Tú Señor El Que Se Manifiesta?” (dispuesta al final a modo de bonus). Este tramo de Aeon Wave... hace hincapié en la supresión de los límites estilísticos que separan  los  subgéneros  electrónicos  cultivados  por la  troupé  de Bestiario Collective,  el  ideal  último  de  esta  mancha.  Así,  Zpectrum  y  Tuff Soul posicionan  sus remixes de “Funeral Dance”  y  “¿ETSEQSM?”  en   aguas  del hard techno,  colmados   de  secuencias  de  cariz  magnetofónico  y  precisión científica -hubieran puntuado más alto sin esos guiños al eurobeat tan popular durante la última década del siglo pasado, que a mí me resulta aún hoy indigesto. Mucho mejor paradas quedan las relecturas de “Bestiario” (Monoperpol, en plan minimal techno), de “Space Army” (Seb, espacioso y ralentizado acid, estilizado y lleno de color/calor) y de “Chambi 2021” (Qosmiqu, en depurada onda global bass).

Punto flojo del artefacto: las dos remezclas de Alejandro Cuestas, sumamente discretas. A “Gynoid” le borra todo lo que le hacía brillar, forzando una sucesión de breaks que pretende ser algo parecido al drum’n’bass pero que se queda lejos de concretar. A “¿ETSEQSM?” le rebaja la oscuridad que le circundaba a estándares de caricatura.

Hákim de Merv

jueves, 5 de agosto de 2021

Chino Burga: Invokaciones

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 28 de julio del 2021.)

En entrevista reciente, Miguel Ángel Burga hablaba de su nuevo lanzamiento a título personal clasificándole como el decimoséptimo que saca en formato vinílico, mencionando de paso que no está seguro sobre cuántos trabajos ha publicado como CDs y dejando la cifra de cassettes en tres (aseveración esta última acerca de la cual me quedan dudas). En circunstancias similares -un artista o una agrupación que pierde la cuenta de la cantidad de documentos sonoros editados, bajo una o más denominaciones-, los seguidores pueden revisar la info disponible en la Red, o bien consultar a quienes nos dedicamos pertinazmente a historiar los avatares de las escenas independientes nacionales/extranjeras. Concedo que es bastante rara una situación semejante en un país como el nuestro. Y todavía más raro es que, frente a tal interrogante, no tengamos quienes debemos todas las respuestas a la mano.

Conocer al dedillo la discografía/maquetología completa de una personalidad tan ubérrima como la de Burga, es materia que aún me queda pendiente. Enumerar su extenso curriculum vitæ -del cual destaco apenas tres nombres: La Garúa, Espira, Culto Al Qondor- vendría a cuento si escribiese sobre él por primera vez. No es el caso. Sí lo es afirmar que el ex Ácidos Acme se ha mantenido en envidiable forma por lo menos durante los últimos tres almanaques, cosa que viene a confirmar el novísimo Invokaciones.

Registrado entre el último día del año pasado y el primero del presente, el esférico guarda algunas semejanzas con su antecesor Letanías (2020). Ambos títulos se dieron a conocer primero a través de BandCamp, programándose luego su manufactura física (la de Invokaciones aparece a mediados de septiembre). Ambos, también, fueron concebidos de un tirón y sin posteriores arreglos bajo especificaciones técnicas muy detalladas: do menor calibrado a 396 Hertz el primero, sol calibrado a 384 Hertz el segundo. Ambos, finalmente, bucean en las mismas profundidades -las de una kosmische music que apaña ambient pre-digital, shoegazing en estado embrionario, post rock de este lado del charco, psicodelia de viejo cuño, drone music de baja fidelidad...

¿Es Invokaciones, pues, una segunda versión/parte de Letanías? En modo alguno. Para este último, la psicotrópica emotividad del limeño entraba en contacto con la mística distensión intuitiva del kraut rock. En Invokaciones, esa singular majestad cósmica cede terreno ante imaginarios más dantescos y cercanos, si bien menos probables. Pienso en un tornado enclaustrado dentro de una geoda, que lleva siglos girando con inverosímil impulso propio. Golpe de zapapico mediante, la tempestuosa masa de dislocada distorsión eléctrica se precipita hacia afuera, desocupando la cavidad y convirtiéndose en simún. Bajo esta forma es que recorre la placa de principio a fin, cohesionándola en idéntica dirección en que el Ruido hace lo propio con Metal Machine Music (1975) de Lou Reed.

Da la impresión, entonces, de que al acetato lo habita una única composición dividida en cuatro segmentos -un único tema enfermo de caótica densidad, distanciado de los parámetros que suelen ofrecer las etiquetas. Una escucha más meticulosa revela cierta progresión, sin embargo. No existe en Invokaciones percusión o elemento sustitutorio alguno, pero sí ritmo. En “Iniciación”, apertura y la pista más larga de la rodaja, el huracán es sacudido periódicamente por trallazos que propina la guitarra. Esos mismos trallazos sugieren insistentemente la noción de síncopa en “Meditación”, aunque nunca cuajan lo suficiente para volver tangible ese concepto en medio del vendaval. Sólo en el crepúsculo de “Transmutación” -concretamente sus últimos dieciséis segundos-, el horizonte escampa, tras una docena de minutos en que la eléctrica solista consigue algo de nitidez y parece querer redirigir la tromba hacia una psicodelia dura tipo la primera época de La Ira De Dios (cf. “A Tres Mil Años Blues”). Una ilusión efímera de orden, nada más, porque la epilogal “Ascensión” pone las cosas como al principio -esto es, paisajes de improvisación que basculan entre la sapiencia y la locura, atiborrados de vibraciones que reflejan el sobresaliente estado psíquico-espiritual en que se encuentra Miguel Ángel.

Hákim de Merv