jueves, 28 de mayo de 2020

DRX: Moksha 100 // Alienígena: 1ra Maqueta

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de mayo del 2020.)

Camino al balneario de Ancón, en el extremo septentrional del área metropolitana limeña, allí donde las urbanizaciones de Zapallal se disgregan hasta casi desaparecer; acaba de encender su tea el novel acto unipersonal DRX. Fichado por SuperSpace Records, escudería de Wilder Gonzales Agreda, el individualista llama mi atención no tanto por su modus operandi como sí por el extravío onírico acunado en el magma que contiene su debut Moksha 100 (2020).

DRX se lanza al ruedo abrazando la mecánica de la hibridación, punto de partida hoy tácitamente obligado en las diversas esferas del pop contemporáneo -lo que de paso va convirtiendo al purismo, lenta pero inexorablemente, en un fósil de museo. El azoramiento, entonces, es más consecuencia de las insólitas mezclas que esa mecánica produce. Tres cuartas partes de Moksha 100 se hallan impregnadas de placidez oceánica, fragor lumínico y resonancias galácticas trans-temporales; imaginarios que han adquirido status de estrellas-guía para estéticas de rasgos fuertemente identitarios como el post rock, el shoegazing y la música electrónica noventera. El mérito de Drixner -nombre del bisoño músico, desconozco su apellido- es lograr la coexistencia de éstos y otros referentes en un mismo canal, evitando que se trencen a trompadas y acaben desintegrándose entre sí.

Esta descripción, que quizá no se ajuste del todo a la apertura post aislacionista de “El Absurdo”, sí lo hace a “Domingo Por La Madrugada” y a “Introspectivo. “Domingo...” es un colchón de efectos más propios del post rock a lo Flying Saucer Attack, sobre el que DRX conjura a Eric Satie (artificio maravillosamente descrito como “pianoise” por la sumilla de SuperSpace). “Introspectivo”, por otro lado, es una mutación delirante a la que sólo puedo catalogar como synthgaze.

No por discreta, sino por la distancia que marca respecto de sus pares, es que “Ausente” se convierte en la oveja negra de la jornada. Siendo la única pista que posee percusión nítida, diverge del decorado contemplativo predominante en el disco. Es éste, más allá de la señalada digresión, un ejemplo alentador sobre las posibilidades aún inexploradas del maridaje en el pop de avanzada.


Otra antorcha, con visos de hoguera, arde vehemente por estos días en el norte del país. Desde hace algunos años, la ciudad de Trujillo ha sido relacionada con el stoner de los imprescindibles Ancestro -pero no todo allí es rock, como bien dice uno de los cómplices en la travesía que ahora nos ocupa. Se trata de Rip Off Records, netlabel autogestionada con sede social en la urbe liberteña, que opera prácticamente desde el anonimato.

Sin site oficial ni página Facebook, me remito a las fechas en que han aparecido los ocho títulos de su nómina. El más antiguo de ellos -sesión en vivo del dúo gabber Pachacuti- consigna el 22 de noviembre del 2016, día que coincide con el de grabación, por lo que probablemente el registro se ha publicado después. Más verosímil es la fecha propuesta por el split epónimo de Maquinaria Av. (Santiago De Chile) y Desorden Auditivo (Trujillo), grabado en el 2012 y colgado el 12 de enero del 2017. De cualquier forma, Rip Off Records -no confundir con sus homónimos californiano e irlandés- ha venido experimentando un crecimiento acelerado durante la cuarentena que actualmente atraviesan casi todas las naciones del orbe.

Del material catalogado por la disquera, escojo el que tal vez menos le representa. Con el ruido visceral, audiotóxico y patógeno que enarbola ROR; ciertamente poco o nada se relaciona Alienígena, proyecto de Carlos García -por lo que entiendo, un histórico que trajina la escena independiente trujillana desde los 90s (Esquizofrenia, Paro Armado, Maquinaciones, Tao, entre otros). Desde el vamos, García se declara en esta escuetamente bautizada 1era Maqueta (2020) devoto del añoso dark que se cerniese sobre el mundo civilizado en los 80s. Enfatizo esto, porque el “demo” ha recibido también la etiqueta de post punk: si bien no exento de otros pincelazos, Alienígena es esencialmente dark. De hechura casera y orlado por teclados que recuerdan el empuje de los primeros Xymox, sí, pero dark al fin y al cabo.

El output cavernoso y sepulcral de la potente “Paranoia” se torna bastante más siniestro y reptante en la filo-industrial “Infectados”, re-creándose ambas en claustrofóbicos climas opresivos, de ésos que asedian a las almas atribuladas por las desdichas inferidas en este valle de lágrimas. “15 Días” no se aparta de las coordenadas ilustradas, aunque sí flexibiliza estas ambientaciones en pro de un ímpetu discotequero.

Sorprende bastante el acabado deliberadamente tosco que recorre el mini-álbum hasta su último paradero, “Desclasificando Al Séptimo”, con el agravante de que es aquí donde la rusticidad de la grabación saca chapa de distintivo personal para el extraterrestre García -lo fi dark synth con que el también ex Queen Is Rotten abre su carrera solista. Próximamente, más novedades sobre los jóvenes turcos que abroquela esta plataforma independiente norteña.


Hákim de Merv

jueves, 21 de mayo de 2020

Kuervos Del Sur: Canto A Lo Brujo

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de mayo del 2020.)

#AguanteChile

Antes de que la escritura viniese a partir el pasado de la Humanidad en prehistoria e historia, hubo un tiempo en que memorias y relatos de tribus y clanes se transmitían gracias a la palabra hablada. Originalmente, de manera sencilla y elemental; luego, fabulando la narración hasta estilizarla y producir el lenguaje necesario para el advenimiento de mitos y leyendas. Si en el primer caso un cazador de aquellas edades contaba al resto de la horda que siguiendo el rastro de una presa tropezó con una piedra, accidente que le hizo notar hacia dónde se dirigían las huellas del animal, las briznas que mordisqueó en esa dirección y su rápida inserción en una manada; en el segundo estetizaba la caída afirmando que se detuvo a conversar con la piedra, que ésta le contó haber visto a la presa pasar por allí, observado hacia dónde iba y escuchado el alborozo que armaron sus compañeros de especie cuando se les unió -amén de señalarle el rumbo de sus huellas. Unos peldaños más y el cuento aparece en la tradición oral del Hombre.


El sonido de Kuervos Del Sur consiente la simplista descripción de hard rock vitaminizado, pero también animista. No confundir con perfiles similares como el chamánico, el ritualista o el neo-pagano. Es el animismo la concepción religiosa asida a las once canciones de Canto A Lo Brujo (2019), el motor espiritual que permite el ingreso en sus líricas del imaginario que las etnias oriundas de Chile han filtrado a través de los siglos en el ámbito rural del país, mediante cosmogonías y quimeras con que adornaron su sabiduría ancestral. Las letras en conjunto tienen la imperiosa pulsión del relator de cuentos, del cronista, del juglar -papeles que su cantante, Jaime Sepúlveda, interpreta en nivel superlativo. El lenguaje utilizado, mucho de gesta y de épica.

Sexteto natural de Curicó -región del Maule, zona central de Chile-, Kuervos Del Sur está integrado por Pedro Durán (guitarra), Jorge Ortiz (charango y quenas), Alekos Vuskovic (piano y teclados), Jaime Sepúlveda (voz), César Brevis (bajo) y Gabriel Fierro (batería). La bandada ya lleva transitando arremolinada doce años. Desde que debutase con Porvenir (2009), ha (man)tenido un núcleo duro de al menos cuatro músicos, incorporándose de manera definitiva tanto Fierro como Vuskovic a partir de su penúltimo disco, el celebrado El Vuelo Del Pillán (2016). Es gracias a ese episodio que les conozco.

Canto A Lo Brujo desarrolla más amplia y generosamente aquello que los sureños mostraran en el capítulo anterior. Aunque he dicho que su estilo puede condensarse en la frase “hard rock vitaminizado”, esta estrecha definición no debe tomarse ad pedem literae. El credo sónico del grupo es el de un rock pesado que tan pronto reivindica la herencia folkie de Congreso o Los Jaivas como el grunge de Mad Season o Soundgarden, la psicodelia del mejor Hendrix y del Santana más presentable como la nueva canción latinoamericana de Violeta Parra o Inti-Illimani, el prog de Rush o Pink Floyd como la áspera reciedumbre de Led Zeppelin o Deep Purple, e incluso el pilerazo stoner de Queens Of The Stone Age. Ello, sin decantarse por alguna de estas referencias en específico -cf. “El Trueno Y El Relámpago”, número jaloneado por rítmicas de diversa índole.

Las composiciones de CALB dan la impresión de metamorfosearse constantemente, de un inexpugnable M4 Sherman a un ágil/flexible Grand Cherokee y viceversa, conservando virtudes/fortalezas de uno y otro modelo. El tema que mejor ejemplifica esta incesante transformación es “El Sueño De La Machi”, mismo que además ilustra ipso facto de qué va el rollo abrazado por la banda -se trata de un duelo entre la machi (matrona curandera de la Araucanía) y la fantástica criatura Tue-Tue (siniestro protagonista de la apertura “El Brujo”).

Un redoble de batucada por aquí (“Siglos”), una guitarra en modalidad cueca por allá (“Rin De Las Corazonadas”), una percusión disruptiva que potencia la electricidad por acullá (“Ramal”)... Brochazos con que el combo suaviza las salientes del expreso hard-metal-prog al que ha subido este Canto A Lo Brujo de métrica salmodiante, forestas tórridas, vibraciones etéreas, cielos clementes, acuciante fuerza vital, neblina mágica -y que huele a mitología araucana por todos lados: en la portada, ha dibujádose a Caicai y Trentren, las serpientes emblemáticas del folklore perteneciente a la milenaria etnia mapuche.


Hákim de Merv

miércoles, 6 de mayo de 2020

(Bob Stanley & Pete Wiggs Present) The Tears Of Technology

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 29 de abril del 2020.)

Parafraseando algunos jirones finales del texto que sentencia Rob Gordon, el personaje de John Cusak, en la inmortal High Fidelity (2000); elaborar una estupenda recopilación de música comporta adiestrarse en técnicas de compleja sutileza, regidas por reglas tácitas sobre lo que hay que hacer y sobre lo que debes dejar de hacer. Con cierta experiencia, las cosas se tornan llevaderas, mas nunca lo suficiente para olvidar lo complicado y gradual que son al principio. Y ninguna de estas circunstancias queda atenuada en la era de la Globalización/Internet 3.0: aún teniendo SoundCloud, los podcasts, YouTube, MixCloud y las listas de Spotify (que no uso); crear equivalentes virtuales de los añejos mixtapes e incluso de los mix-CDs persiste en su condición de arte esotérico.

Haciendo un alto en sus actividades como parte de Saint Etienne, respetable terna inglesa noventera que accedió al downtempo y al indie desde el synth, sin abandonar del todo a este último; Pete Wiggs y Bob Stanley han pergeñado un soberbio panorámico que glosa ese periodo de la música pop en que los sintetizadores ya habían iniciado su comercialización a gran escala merced al advenimiento e impacto del pop sintético (y variantes que hoy conocemos/re-descubrimos), sincronizando espontáneamente además con otros géneros coexistentes como la new wave, la big music e incluso el venerable post punk. Para la faena, los curadores recurren en buena medida a recuerdos de juventud, que los hallazgos de la arqueología pop ahora facilitan cotejar -evitando el desliz de ampararse en la crónica que al respecto refrenda la mass media, y la tentación de ceñirse exclusivamente a los sospechosos comunes. Pero aún en ese último supuesto, las muestras que dan vida a The Tears Of Technology son escogidas con envidiable tino.

Confróntese para más señas la apertura a cargo del quinteto liverpolita China Crisis. En lugar del vitoreado “Wishful Thinking”, se prefiere la evanescente nostalgia electropop que rezuma “Jean Walks In Fresh Fields”, cierre del estreno Difficult Shapes & Passive Rhythms - Some People Think It's Fun To Entertain (1982). Análogas elecciones realiza el tándem cuando debe encarar clásicos de la talla de John Foxx, O.M.D. o Soft Cell: nombres todos consagrados, que aquí figuran respectivamente representados por “Europe After The Rain” (The Garden, 1982), la infinita “Sealand” (genial Architecture & Morality, 1981) y “Youth” (Non-Stop Erotic Cabaret, 1981). Los seleccionadores van más allá todavía cuando se trata de The Human League y Chris & Cosey. De los primeros se antologa “WXJL Tonight”, telón abajo de su magnífico Travelogue (1980, aún indemnes a la fama mediática que les reportase Dare!). De los ex Throbbing Gristle, se elige nada menos que “October (Love Song)”, single de 1983 (para entonces ya contaban con dos LPs publicados: Heartbeat y Trance). En todas estas composiciones y en las que enumerarán los próximos párrafos, los ostinatos artificiales de sintetizadores y/o teclados generan sorprendentes patrones ultra-rítmicos, deliciosos motivos trans-melódicos y pasmosas progresiones meta-armónicas que trastocan dramáticamente los parámetros sonoros vigentes durante esas desaparecidas jornadas; no quedando de otra que vertebrar, organizar y ungir los suyos propios.


No obstante, quedó implícitamente sentado líneas arriba que el mérito superlativo de The Tears Of Technology radica en su recuperación de tesoros luengos calendarios considerados rarezas, y en su ilustración del proceso con que el aún vacilante synth pop infiltró músicas digamos coetáneas. El de Eyeless In Gaza es el único ejemplo recogido por el disco en lo tocante al post punk (“Lights Of April” proviene del Drumming The Beating Heart, 1982). Algo parecido ocurre con la big music -etiqueta que no sobrevivió a esas fechas, usada para catalogar a combos como Echo And The Bunnymen, U2, Blue Orchids o The Teardrop Explodes. Precisamente de la pandilla de Julian Cope se requisa “Tiny Children” (Wilder, 1981).

En cuanto a la new wave, New Musik y los escoceses Simple Minds ceden “A Map Of You” (From A To B, 1980) y “Real To Real” (Real To Real Cacophony, 1979). No es esta última pieza la más antigua de la compilación: ese honor le corresponde a “Private Plane” (1978), 45 debut de Thomas Leer, paisano de los Minds. Como él, existe un nutrido contingente de grupos y artistas que logró cierto reconocimiento en tanto alboreos precursores del ingreso mayúsculo de la tecnología a la música pop, y que luego permanecieron mucho tiempo ignotos por diversas razones. Verbigracia, el apelativo Turquoise Days sonó mucho durante los 80s por tracks como “Blurred”, “Alternative Strategies” o su exitoso “Grey Skies”; pero el dúo británico no grabó un álbum completo ni fichó por label alguna hasta el 2009, en que le acogió el regazo de la emprendedora Minimal Wave. Otro binomio igual de celebrado fue Oppenheimer Analysis: ellos sí grabaron y manufacturaron con la suya New Mexico (1982), y luego desaparecieron hasta el 2005, firmando por Minimal Wave antes que los Turquoise. De OA, se incluye su hit “Behind The Shades”.


Con mucha menor fortuna corrieron Illustration, Trevor Bastow, Patrik Fitzgerald, The Electronic Circus, los increíbles pero efímeros new wavers Care -donde militase Ian Broudie, antes en Big In Japan y Original Mirrors, luego en The Wild Swans-, The Pale Fountains... Bandas que, como también las precedentes en un punto determinado de sus carreras, exploraron/experimentaron en las circuiterías de aparatos novedosos aún desaliñados a despecho de su incipiente comercialización masiva. En mayor o menor medida, la inspiración les alcanzó para concebir intensas viñetas de emotividad desbordada, canciones entre expansivas y melancólicas que en la superficie versifican distantes y frías, mientras que su interior combustionaba incesante. Entre todos los involucrados, la cancha se abrió para el fortalecimiento de subgéneros que ya venían gestándose, como el minimal synth y la coldwave. Y aunque tras 1984 la década girase en otras direcciones y sus alias medrasen largo tiempo relegados en el Olvido, por suerte lo mismo no ocurrió con su copiosa herencia. Accesa a ella y saborea el alucine synth de esos protagonistas previo a la ciberdelia, clickeando aquí.


Hákim de Merv