jueves, 30 de noviembre de 2023

Sexores: Mar Del Sur

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 22 de noviembre de 2023.)

Cuando en julio del ‘21 comenté X, rodaja de remixes con que el acto ecuatoriano Sexores conmemoró su primera década de existencia, ya había pasado más de medio año de su liberación para descarga gratuita (diciembre del ‘20). Han transcurrido, pues, casi tres almanaques de su hasta hace poco última referencia -pero sólo 26 meses del anuncio de su separación temporal, efectiva a poco de publicarse la antedicha reseña y para desaliento de este escriba. Por eso la sorpresa, cuando al promediar octubre se concreta el retorno de la dupla compuesta por David Yepes (a) 606 y Emilia Bahamonde (a) 2046, gracias al mini-álbum Mar Del Sur.

Un reentré que, aunque de primera impresión puede presentársenos bastante extraño, en el fondo no hace sino confirmar la sutil parabólica que venía trazando ¿cuán conscientemente? el dúo norteño afincado tiempo ha en México. Recuérdese que Salamanca (6/20) repescaba cierta fascinación por la electrónica de matices lóbregos y por el dark de los 80s -y sobre todo de los 90s-, fascinación que tomaba cuerpo en la historia temprana del binomio a través del downtempo. Luego de una brillante fase shoegazing iniciada con su clásico Historias De Frío (‘13) y empezada a jaspear con el doble East / West (‘18), esa curva apunta a un regreso a los orígenes. ¿Temporal o permanente? En realidad, es difícil aseverar lo uno o lo otro.

La portada de Mar Del Sur muestra a dos bioluminiscentes celentéreos vagando en aguas profundas, a donde no llega la luz solar, como si estuviera adelantándose así su contenido. Lo confirma “Magallanes”, tema gravosamente acompasado que cobija influencias dark, encendidas por el lustre tecnológico de Garbage -otra impronta restituida. El apagado clamor de un solitario trombón (Rómulo Gallegos) y los tintes de trip hop abstracto subrayan el ¿giro? ¿regreso a la semilla? que implementa el dueto. Dotado de un mayor impulso rítmico, “Aequorea” y su dream pop binario como armado por Shirley Manson y compañía proporciona suficiente fundamento para considerar en serio esa insinuación dance de que provee la sumilla de BandCamp.

En los siguientes tracks y hasta el colofón (el lascivamente cadencioso “Albatros”), las vocales de Bahamonde ya no abandonarán el registro de ambrosía pop. En cuanto al género que acabo de aludir, puede ser inequívocamente cálido, pese a estar sujeto a programaciones glaciales y a percusiones electrónicas (“Las Aguas En Los Bordes De Fuego” y su murriosa trompeta, cortesía de Brenda Monge). O terciar, sin consumirse, en el pleito estilístico que libran en una misma pista las flamígeras capas baggy de la guitarra y la redoblante secuenciación bristoliana (“Lagos De Lirios”). O amancebarse a la enfática, potente síncopa que identifica al plástico sonido del mainstream noventero, mientras el fraseo quechua de DRK sucede al cantar de Emilia y viceversa (“Biolumínica”).

Pienso que Mar Del Sur y el dream pop de orientación dance electro que postula le funcionan a Sexores como correcto reingreso. Sin superar la media hora, sin obtener el mismo grado “summa cum laude” de anteriores y más perfectas jornadas, la cinta tiene los kilates justos/necesarios como para reconocer la vigencia del talento antaño desplegado por el tándem Yepes-Bahamonde. Se concreta así, entonces, la vuelta al ruedo de una de las agrupaciones más queridas en la escena independiente de la región. Ahora se supone que debe venir lo verdaderamente bueno.

Hákim de Merv

jueves, 23 de noviembre de 2023

Sajjra: Serpent Is Present // Miyagi Pitcher: Isolde EP // Rito Verdugo: Kamikaze Boom

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 15 de noviembre de 2023.)

Todavía sigo cavilando si tengo a la mano las palabras justas para redactar algo acerca del más reciente parto de Sajjra. Subráyese “justas”: Serpent Is Present es tan distinto a lo que ha venido publicando Christian Galarreta premunido de ese alias, que son muchas más las dudas que los convencimientos. De hecho, creo que el único de éstos se vincula precisamente a la enérgica transición que comporta Serpent... respecto de su background.

La semilla del nuevo plástico fue sembrada antes de la emergencia sanitaria del COVID-19. Como es sabido en la comunidad avant garde nacional, el ex DiosMeHaViolado tiene un copioso cedulario de grabaciones inéditas e inacabadas, algunas de las cuales han pasado a integrar SIP luego de muchas jornadas de exhaustivo trabajo de mezcla a orillas del mar Egeo en Turquía. Por cierto, el bellísimo arte gráfico nace de una fotografía tomada al peruano bajo aguas anatolias por su pareja, la artista rusa Margarita Milova.

¿Qué escribir, entonces, sobre lo más reciente del individualista rimense? Rompe fuegos “Suena Como Azul Radiante (Oración Del Mediodía)” y en una los cambios empiezan a percibirse. Los silencios calculadamente intempestivos -si bien acaecen cada cuarenta segundos, igual resultan sorpresivos- se intercalan con elongados sets de 3/4 acordes solemnes, otorgando a la pista rasgos procesionales, hierofánticos, elefantiásicos. Extrañamente, la minimal huella psíquica que se imprime en los tímpanos no entra en conflicto con los estímulos que le han generado. El cortocircuito mental, eso sí, no se hace esperar. ¿Califica esto como ambient? ¿Puede ser el ambient a la vez litúrgico y sci fi? ¿No sería mejor hablar de un post pop etéreoangélico, alimentado directamente por el chispeante fervor que mana del subsuelo terrestre? ¿Su infinito final, de aisladas notas vibrafotónicas cual campanazos de diverso tono y cariz perdidos en el firmamento, alcanza a coronar esa suerte de renacimiento ritual?

Parapetada tras ciclicidades rebosante de drones en comandita abierta con el factor dub, “Beso Fin Y Descenso” no aclara el panorama. Cierto que la voz alcanza a hacerse inteligible -dejando apreciar versos de mítica inspiración altoandina como “Y En Mis Alas De Hielo/Acaricio Espejos De Mi Compenetración/Beso Fin Y Descenso/Sin Recuerdos Y Sin Piel”-, pero los trallazos contenidos de la drum machine inclinan a formular la hipótesis de un erosionado lado X del intelligent techno, desracionalizado y excluyentemente intuitivo. Descomponiéndose lentamente en sus códigos elementales, la pieza va tornándose incorpórea hasta verse reducida a una pendular onda eléctrica de retroalimentación sonora. Así repta hasta convertirse en la siguiente parada del trip, suscitando interrogantes equivalentes a los de su predecesora.

Lleno de incertidumbre, llego al tercer y último round de la placa, cuyo título pone de relieve la virtual equivalencia entre los dos sustantivos escogidos para el nombre de ésta. “Serpent” y “present” se escriben usando exactamente las mismas letras, lo que les hace anagramas uno del otro. Pese a los indicios que apuntan a las mismas raíces de que nacen las varias músicas de nuestros Andes, evidentes desde los tres minutos y veinte segundos, cuando bruscamente asume un rol solar-ceremonial; “Srpnt S Prsnt...” es el que más se condice con la obra precedente de Sajjra. Cornos transgalácticos/transdimensionales, mesmerizantes progresiones de resonancias vernáculo-noisicas, cuerdas de sibilantes efectos ambientales, soberbios estallidos de materia roja hecha sonido con que abrir portales hacia cualquier dirección a través del tiempo y de las vastedades sidéreas -arriba, abajo, adelante, atrás, izquierda, derecha; o las seis dimensiones del espacio indostánico. Sedante futurismo andino trasmutado y reelaborado, que hacia el epílogo se transfigura cada vez más y más abstractamente.

Así, pues, ¿qué clase de vuelo comporta Serpent Is Present? Planteando una utopía que probablemente acabe convirtiéndose en ucronía más temprano que tarde, ¿no tiene nada que comunicar a nosotros/as, habitantes de este hoy? Sospecho que su electromagnético mensaje estético todavía permanecerá algún tiempo indescifrable. Algo, no obstante, revela su naturaleza críptica. La Serpiente es el animal que identifica tanto al uku pacha o “mundo subterráneo” en la cosmovisión inca, como a la resistencia artística global más militante en estos deplorables días de consumismo oligofrénico y hipterismo arty -el underground, esa “vieja confiable”. Sea uno u otro el sentido que escojas, proclamar no sólo su supervivencia sino además su completa vigencia, constituye una auténtica declaración de principios para quienes vivimos en permanente disidencia.

Acostumbrado a esperar a que me saque de cuadro cada dos por tres, hace algunas semanas escribía a propósito de Gala EP, de Miyagi Pitcher: “...no es la primera vez que me queda la sensación de que el individualista oroíno tienta volver por sus primigenios fueros. Como tantos otros en el pasado, en este caso lo logra, pero vaya uno/a a saber si será ésa la nueva dirección del siguiente capítulo”. Puesto ya con antelación el parche, paso en consecuencia a comentar el nuevo extended del unipersonal de Chip Musik.

Como sucedía con Gala, Isolde EP se anuncia a modo de antesala para el nuevo largo a acreditar a esta identidad de Alexander Fabián, que responde a la bonita denominación de Petricor. A diferencia de su antecesor, sin embargo, Isolde tiene poco o nada que le posicione rumbo hacia el vaporwave. La obertura “Masquin” se materializa gracias a un evocador ambient inmaculado, que sugiere paisajes inundados de luz y de ese murmullo característico que delata la existencia de rutas de agua corriendo apenas centímetros bajo la superficie. “Cuaderno De Bitácora LO1993” subraya las ramificaciones ruidistas de ese mismo ambient, incrustándole a tal efecto jirones de un bliss pop en plena metamorfosis hacia el harsh noise, incitando así un enésimo vuelco del sonido Pitcher -esta vez hacia los tiempos del inaprensible Ikigai () (‘22).

Dotado de una carcasa que aglomera imaginarios de ciencia-ficción, el subsiguiente “Primer Verdor” se aviene al papel de punto medio entre “Masquin” y “Cuaderno De...”, tomando del primero la “líquida” concepción ambient y del segundo una cierta ausencia de nitidez -dejando en claro, como insinuaba este último, que el principal carburante del viaje es el dreampunk de 2814, Gates Of Siam y similares. Cuando Isolde EP empieza a despedirse con “Fuera Del Tiempo Y El Espacio”, en coordenadas totalmente “tecnológicas”, ya es notoria la filiación del acto al aludido microgénero, que usualmente -y aquí caes en la cuenta de que de lo mismo padece todo el menú- prescinde del menor vestigio de programación y/o secuenciación.

El dreampunk es, ergo, la nueva influencia hegemónica en el universo Pitcher. Al menos de momento. Ello supone una nueva circunvolución respecto de andanzas anteriores, pero nada garantiza que Fabián siga ese camino por mucho tiempo. Tampoco, que suceda lo contrario. Después de todo, está visto que el cambio es la única constante de esta historia. Cualquier duda sobre el devenir de MP, así, deberá aguardar hasta la aparición del nuevo larga duración para ser confirmada o desmentida. Colgado para la consabida descarga gratuita, el EP incluye cuatro hermosas postales correspondientes a cada tema y la opción de bajársele en formatos .mp3 y .wav, a criterio del/de la escucha.

Mandando al tacho una pausa de cinco años en lo tocante a LPs -el Post-Primatus EP apareció el 14/6/20 en modalidad free download, durante la temporada dura de la pandemia-, Rito Verdugo cuelga en BandCamp al sucesor de Cosmos (‘18), su estruendoso debut. A diferencia de éste, grabado en directo en el mítico y hoy desaparecido Hensley Bar de Monterrico, el nuevo volumen se ha concebido en los estudios de Quarter Note y ha pasado meticulosamente por las fases de mezcla y masterización -como lo demuestra la descomunal fuerza/energía que de su repertorio emana.

No es sólo eso, empero. La propuesta del cuarteto, cuya alineación sigue siendo la misma, ha madurado mucho desde las épocas de Cosmos. Si antes podía hablarse de una psicodelia garagera que había conseguido asimilar sin despeinarse punzocortantes riffeos metálicos, hoy es más apropiado alegar un heavy psych erizado de filosas espadas aceradas, cuyas empuñaduras se han labrado en lonsdaleíta. Esto es, un lisérgico output stoner al que poco le falta para acceder a la categoría sludge. Y lo más interesante es que el ensanchamiento de tal reciedumbre no ha implicado aumentar el tonelaje del soporte rítmico que comparten Carlos Del Castillo (bajo) y Luis Rodríguez Chávez (batería) -lucen éstos igual de ligeros, aunque mucho más aplastantes que en sus primeros tiempos como miembros de la misma unidad táctica.

De facto, si bien los niveles de brutalidad aural exhibidos por Kamikaze Boom no son uniformes, únicamente en la primera mitad de “Ritual Por La Eternidad” descienden del rojo. El pie no le da tregua al acelerador (“Ataque Shimpu”), mientras la performance instrumental de Rito Verdugo se desarrolla exponencialmente, deteniéndose antes de cruzar los límites del abigarramiento y de la profusión (“Vagabundo”, “Viento Divino”). La membruda bataca de Rodríguez asoma sumergida en methadrine, imparable (“Kamikaze Boom”, “Apocalyptus” y su coda nintendistoide), seguida fielmente por el reptante bajo stoneado de Del Castillo (“El Despertar”, “Aplastando A Las Ratas”).

También hay que resaltar lo mucho que ha crecido Rodrigo Chávez Garcés en su rol de cantante. Acreditado en KB como compositor de todos los tracks, sus vocales han adquirido mayores presencia y relieve, cualitativamente hablando. No ha sucedido lo propio con las guitarras de la banda, que empuñan tanto él como Álvaro Gonzales, hoy dosificadas -si bien para nada opacadas, e incluso protagonizando algunos semi-solos vistosos a la par que jugueteando con arabescos. Magnífico esfuerzo a ponderar en el segundo año consecutivo que el stoner patrio se toma de descanso sabático.

Hákim de Merv

jueves, 16 de noviembre de 2023

Theremyn_4: Art, Noise + Speed // Aloysius Acker: Requiem Para Un Ave // Cholo Visceral: Quimera Huaycotrópica

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 8 de noviembre de 2023.)

Una de las primeras alusiones que se hicieron acerca del nuevo capítulo de Theremyn_4, alentada por la propia nota de prensa, es que tenía éste cierta ascendencia new wave. Por sí sola, esa frase comportaba una sorpresa mayúscula, al haberse alimentado el proyecto desde un inicio del big beat y de la rocktronia de actos como Underworld, Propellerheads o The Chemical Brothers. A lo mucho, esta faceta de José Gallo acaso se remontaba a los herederos de Chicago y Detroit, que se disputasen las discotecas de todo el mundo a inicios de los 90s. Desfilarían posteriormente, en comentarios y reseñas, referencias aún más insólitas a Japan, a Getting The Fear y a The Fixx -e incluso a Gang Of Four y a King Crimson (¡¡¡!!!).

La verdad ante todo, es que sí, pero mira por dónde. Dale 10, 500, 3000 vueltas a Art, Noise + Speed, y sólo asomará más o menos visible la impronta de la vetusta new wave ochentera. No niego que las demás hayan estado presentes durante el proceso compositivo cuyos resultados el ex Huelga De Hambre destinara a la confección de su décimo esfuerzo -doceavo, si contamos los artefactos de remixes dedicados al debut Fluorescente Verde En El Patio y al precedente Lost Moments. Las demás citas, no obstante, se hallan lo suficientemente sublimadas como para ser claramente identificables -y, por consiguiente, señaladas como influencias. Directas, al menos: nada en A, N + S remite de arranque ni a la agrupación de David Sylvian, ni a los estetas post punk de Leeds ni a la gótica facción disidente de The Southern Death Cult. Menos a la seminal escuadra prog del maestro Robert Fripp. Sólo tras mucho escuchar y escudriñar, emergen resonancias distantes señalando esas direcciones.

Luego de veintitrés años en ruta, ¿por qué considerar a Art, Noise + Speed un disco alentador?

Podría argumentar que desde “Nazca Cowboy”, single de adelanto y apertura de la placa, T_4 se plantea lograr diversificar su sonido sin comprometer su identidad estructural. Revestirse de nueva parafernalia sin traicionar en media pulgada los fundamentos, es uno de los modos más honestos  de  reinventarse, y también  de  los más difíciles. Contenido, con su eufonía new wave -más propiamente New Order circa Brotherhood/Technique- montada sobre basales programaciones de filigrana proto techno, “Nazca Cowboy” apunta a ese objetivo. Otros tracks que persisten exitosamente en ese sino son “Neon Sun / Neon Man” (cuyas baquetas están a cargo de Gallo), “Street Girl Ethos” (guiños fantasmales a Lima/Tokyo/Lima, de los mejores esféricos del seudónimo), “Notre-Dame Pt. I” (y su consabido big beat austero precedido de un brevísimo intro jazzístico) y “Art Stealers” (con el otro miembro más o menos estable de la entidad, Lu Falen, ¿para cuándo por fin el estreno en regla de Blind Dancers?). En el camino, ecos del groove angular de Gang Of Four, loopeos elaborados que replican la brisa art rock de Japan, siluetas de secuencias trasmutadas que rememoran las sombras chinescas de GTF...

Podría alegar igualmente que dichas características, también presentes en números como “Air Giants”, el nerviosamente sosegado “Dry Season” y el opiáceo “Notre-Dame Pt. II”; no impiden que éstos recorran gradaciones con que matizar/atemperar saludablemente las robustez y vivacidad de sus pares. En “Air Giants”, verbigracia, Theremyn_4 se vale del legado synth pop para crear un instrumental sobrio y templado. En tanto, los trazos de “...Pt. II” son sencillos y transparentes esbozos que cascabelean en medio de la oscuridad circundante, arropando melopeas de innegable parecido a la que identifica la serie Stranger Things (tangerinedreamescas, en tal sentido). Y “Dry Season” lucha por no despeinarse sin adelantar ni perder el paso.

Podría hacer una cosa y la otra, ciertamente, y no estaría pecando de insincero. Prefiero, con todo, alegrarme de que José Gallo haya recuperado la claridad anímica y la creatividad que le faltaron en Lost Moments (‘18); ausencias que hicieron de éste el episodio más discreto de su discografía. Un lustro después, este aplomado Art, Noise + Speed reestablece el prestigio de T_4 y su talento para concretar excelentes jornadas.

(Lástima que una buena tortilla no pueda hacerse sin quebrar algunos huevos.)

Fechado a inicios de octubre, con el mini-LP Requiem Para Un Ave confirma José Rodríguez -por enésima vez- que en modo Aloysius Acker va y viene según le plazca. Para efectos de este volumen, retrocede como nunca antes hacia los días en que la ethereal music de los 80s todavía iluminaba inmaculada los corazones de quienes le escuchaban y asimilaban merced a artistas y lanzamientos correspondientes a la legendaria primera etapa de 4AD.

Cedido para descarga gratuita a la nueva plataforma perucha Just Memories Records, que inició operaciones en diciembre del ‘22, el arranque de Requiem Para Un Ave podría confundir al buscador de sonidos exquisitamente labrados dada su naturaleza ambient a todas luces macerada en la Baja Fidelidad. “Entrada Del Otoño”, en efecto, posee acabados un tanto lluviosos -algo así como la idílica/sepia afectación mnemónica de recuerdos muy remotos, que convertía Maribel Tafur en herramienta central de su poética en el extraordinario 2106 EP (‘21). Es sólo cosa del canal en cuestión, empero.

Porque desde “Alguien Desordena Estas Rosas” hasta el cierre de “Mirada Podrida De Flor”, Aloysius Acker se ve embargado por una irrefrenable inspiración neoclásica. Las notas deliberadamente espaciadas (“Esta Sombra Que Cae Del Ruido De Tus Pasos”, “Mirada Podrida...”), los vastos desarrollos que apertrechados de volátil éter sonoro de éstas se derivan (“El Naufragio Es Dulce En Este Ocaso”), las donosas euritmias que de ésos nacen (“Alguien Desordena...”, “Aquel Aciago Día”)... Todo ello otorga consistencia a un exuberante registro, lleno de efusivos colores nostálgicos, que con la emotividad de un Satie reedita los pasajes más diáfanos de Filigree & Shadow (‘87) y el pop de cámara de Blood (‘91) -respectivamente segundo y tercer rounds de This Mortal Coil.

¿Significa esto que AA suena ahora como lo hizo en vida el célebre músico galo? Para nada. Lo que hace Rodríguez se asemeja a lo que hizo Satie, pero es evidente que la resultante no se mimetiza con la obra del europeo: uso de armonías sin función definida, refuerzos melódicos a través de octavas alternativas, melodías límpidas y nítidamente esbozadas, algunos “acompañamientos pedales” y algunos “acordes modales”. De esta manera el limeño acierta a acuarelizar por igual memorias y sueños que cualquiera puede atesorar, en un tremendo alarde de facultades empáticas, desplegadas invocando a la única musa que muchos reconocemos -la Música. Precioso.

Resurge finalmente Cholo Visceral luego de cuatro años, con optimizada formación y nuevo material de estudio bajo el brazo. Exceptuado por ende Live At Woodstaco (20/10/19), lo último del tremebundo grupo que al viejo prog injertaba recios ramalazos metálicos y stoner rock había sido bastante desorientador -Sutilezas EP le catapultaba a un terreno tan drásticamente opuesto como podía serlo el vaporwave. Entonces me preguntaba si el extended sería una curiosa extravagancia, o si por el contrario iba a redefinir poética y futuro de esta banda asociada a la insurrección “meta stoner” limeña de la década anterior.

Aconteció, según se sabe, lo primero. Del EP, no queda ni la alineación. No ha vuelto Cholo Visceral a convertirse en el combo que rubricase sus dos muy recomendables primeras entregas, pero el cuarteto responsable de Sutilezas es ya cosa del ayer. Kevin Lara en eléctrica y Beto Cerquera en teclados no son más parte del line up, que actualmente completan los guitarristas Sandro Zelaya y Mauricio Medina. De pasadita, la remozada entente pone de manifiesto que los responsables directos de ChV siempre han sido Manuel Villavicencio (bajo) y Arturo Quispe (multi-instrumentista que se ocupa de batería y sintetizadores).

Nada más verle, la primera interrogante que brota en la mente se relaciona con los motivos del tándem Quispe-Villavicencio para bautizar a Quimera Huaycotrópica así y nimbarle de un arte de portada tan surrealista como pesadillesco. Esa misma interrogante muere apenas comienzan a ser castigados los parlantes con el bramido omnipresente de “Daga De 7 Filos”. La alineación de dos guitarras de invencible musculatura coadyuva en la incesante transformación de casi cada uno de los seis surcos -antaño permanentemente transfigurado, el daimon que preside el espíritu colectivo de Cholo Visceral prefiere ahora mutar de acuerdo a su maleable estado de ánimo. Lo observas en el prog jazzy de “Eros II”, cuyos riffs le imprimen carices a lo cantar de gesta. Lo notas en el rabioso stoner correlón de “Algo Anda Mal...”, cuando la eléctrica esnifa los últimos resabios de prog químicamente puro que reservaba el alias. Lo percibes en el rock multipercusivo de “Génesis”, que bebe por igual de la psicodelia, del stoner y del metal; pero que nunca llega a mimetizarse del todo con alguna de aquellas estéticas.

No menos relevancia cobra ahora el sofisticado soporte rítmico de los capitalinos. Engrasados, prestos, atiborrados de una energía que saca chispas aún antes de ser liberada; cada componente del andamiaje montado por batería y bajo proporciona la movilidad necesaria para la incesante mutación a que se someten output y cuarteto. El mástil de Villavicencio se multiplica mejor que los cinco panes y dos peces del milagro jesuítico, enhebrando diversas secciones de tempo disparejo -como en “Daga...”. En “Pucusana 420”, por otro lado, mientras las baquetas alisan un medio tiempo perfecto sobre el que al inicio se luce el wah-wah, el bajo apuntala los postigos que soportan las densidad y solidez de un tema que bien podría merecer la etiqueta de metal progresivo. Y “Furiosa”, en idénticas coordenadas con algo más de velocidad, no sería un perenne bursting-out sin los crescendos, clímax y anticlímax varios que posibilitan las baquetas de Quispe y el puente de graves que amachimbra el bajo.

Vertiginoso y cambiante como las experiencias oníricas más dadaístas, imparable y corpulento como un tren bala fabricado en titanio, contundente y a la vez dúctil en su filiación a las diversas influencias de que se alimenta; Cholo Visceral consigue en Quimera Huaycotrópica su mejor trabajo a la fecha. Sólido, fresco, fornido y frenético; el nirvana heavy al que cualquier headbanger de vieja escuela le gustaría acceder.

Hákim de Merv

jueves, 9 de noviembre de 2023

Brown Sur: Histeria Del Mundo // Asia Menor: Enola Gay

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 1ero de noviembre de 2023.)

Tras 24 horas de haber sido disparado en YouTube, tuve conocimiento del dúo Brown Sur y de su pistoletazo de salida Histeria Del Mundo gracias a uno de los implicados, Francisco Lillo Ortega. Al cantautor lo tengo referenciado desde hace mucho por su protagónico desempeño en Nubosidad Parcial, La Oficina Del Sueño y Tripulante De Soma; notables formaciones de la escena independiente mapocha todas ellas. La apuesta, entonces, podía razonablemente jugarse hacia la “bisoña” mancuerna -que de tal no tiene sino el tiempo de creada.

Brown Sur, que completa Claudio Lavin, guitarrista de ilustración ambient en Antonio Kulumi y en Lasavia; se ha definido a prima facie como una banda de pretensiones cósmicas, e incluso ha subrayado sutilmente cierta orientación psicodélica. Desde fuera, puedo dar fe de una indefinida orla lisérgica ni bien permean el éter las primeras notas de “Andares”. La enteogénesis propuesta, pese a ello, tiene menos que ver con un sonido histórico determinado que con una envolvente estética de texturas sedantes y relucientes -una que puede acoplarse a distintos géneros.

Sin ir muy lejos, “Andares” es pop de guante blanco y de tiento firme, que remite a la big music de los 80s. Si bien con registro más áspero y mixto, en esos mismos dominio y rango se ubica “Indistinguibles”, el dilatado cierre de esta entrega. También “No Es Nada Personal”, canal más decididamente rockero desde la violenta irrupción de la teba y su inusual giro de tuerca a mitad de recorrido -grandilocuente punteo de eléctrica incluido. “No Es...”, sin embargo, ya lleva adheridos elementos identificables con el indie.

HDM echa mano de más colores, así y todo. Al escuchar los latidos iniciales de “Lejos De Lo Mundanal”, uno/a se siente tentado/a a hablar de mestizaje. Felizmente, la subsiguiente “Histeria Del Mundo” muestra que eso sería un error garrafal, y que es más correcto hablar de una fusión ceñida a la rítmica de algunas de las canciones. En efecto, el surco epónimo mueve la proa hacia regiones de un estilizado dub que no empaña el cariz semi-tribal que penetra ambos números.

Y asimismo está presente una mesurada vocación experimental, en temas como “Es El Resto” y “En La Neblina”, a la sazón los más breves de la placa. Parece haber además cierta fijación de parte de Brown Sur hacia collages de diálogos fragmentados, no excluyentemente en nuestro idioma, enmarcados por tenues pálpitos del bombo/improvisaciones de guitarra/ruido acumulativo. Ni aquí se desvanece esa atmósfera de ensoñación entre onírica y psicotrópica, ni mucho menos en el surco psicodélico/cósmico por antonomasia de Histeria Del Mundo -“Angelita Huenuman”, suerte de cuento geórgico arrullado por el murmullo del mar y por una guitarra en perfecta ascesis cannábica.

Aceptable puntapié inicial, que la sociedad Lavin/Lillo ha encarado como banco de pruebas para testear múltiples escenarios. El siguiente paso ha de ser dado con mayor firmeza.

De pigmentación abrumadoramente indie y tinturas equivalentes, Fisura ha engrosado su catálogo en agosto con el debut de Asia Menor, cuarteto temucano donde militan Diego Seguel (eléctrica, sintetizador, voz), Cristóbal Mora (baquetas), Jorge Scheuermann (eléctrica, voz principal) y Aníbal Vergara (bajo). El sello santiaguino ya había soltado dos singles virtuales a modo de adelanto, “Doce” y “Patio”, que fomentaron cierta expectativa en torno a lo que pudiese ofrecer un desarrollo más extenso de la propuesta enarbolada por los sureños.

Después de escucharle varias veces, encuentro lícito afirmar que Enola Gay es un primer esfuerzo animoso, sacudido entre el math rock y el post hardcore, unas veces arrojada y otras delicadamente. Las primeras son norma desde la apertura “Patio” hasta “La Naturaleza”, mientras las segundas proliferan entre “Flores Del Naranjo” y “Buenas Noches”. En medio de ambas porciones, el breve “Instrumental” supone la justa línea ecuatorial para hacer una pausa, recargar pilas y encarar con renovados bríos el resto del viaje -como si hubieran vuelto los días de esplendor del cassette, y aprovechases el cambio de lado para aprovisionamientos/recalibraciones de último minuto.

Bien sea una faceta o la otra, a los muchachos de Asia Menor les encanta la distorsión en exceso. Pese a ser por lejos su canción más pausada a la fecha, “Buenas Noches” no deja pasar dos minutos sin empezar a flirtear con el ruido en estado indómito -la medianera de noise amplificado sólo desaparece una treintena de segundos antes del final. Lo mismo sucede con “Lento”, medio tiempo cuasibaladesco que se vale de puentes de guitarra para conectarse con su antecesor y con su sucesor, y que atiza crescendos y diminuendos para hacer entrar y salir de sí mismo una agobiante deformación decibélica. Otros ejemplos, mitigados merced a drásticos cambios de pulso sincopado, son “Flores Del Naranjo” y “Estrés”.

Las composiciones de Scheuermann y compañía suelen estar empantanadas de texto, pero ello no necesariamente indica una fascinación verborréica. Generalmente, la letra está dosificada, de tal manera que no ataranta ni asusta al/a la escucha. El exceso, empero, ocurre más veces en la primera mitad que en la segunda (“Buenas Noches”). Tal vez sea porque los colores de este 50% son más festivos, o se precipitan vehementemente -no por nada, se enseñorea aquí un exultante espíritu de alcurnia punk. A ratos con menos revoluciones (“Defensa/Cortar”), a ratos apelando al quiebre y rearme de la percusión (“Tesela”, “La Naturaleza”), a ratos con más revoluciones (las demoledoras tomas de “Patio” y “Doce”); la incombustible huella del Año Cero ’77 acicatea las notas con que los chilenos entretejen el tramo inicial de este grato repertorio de 11 tracks.

Mundaka, la cara menos agresiva de Fiesta Bizarra, Almirante Ackbar y sobre todo Plug-Plug son equivalencias patrias que pueden servirte para que te hagas una idea más precisa del rollo a que se adscribe Asia Menor. Por cierto, esta denominación y la del estreno me han hecho pensar en Waltz With Bashir (2008), por asociación de ideas. La portada del disco muestra interiores de una edificación en ruinas, dolorosa imagen que en estos aciagos días se ha vuelto común justamente en Asia Menor, y la enorme película-testimonio del gran Ari Folman utiliza en una escena el clásico de O.M.D. “Enola Gay”, nombre que de por sí acoge funestas connotaciones bélico-atómicas. ¿A que sí?

Hákim de Merv