jueves, 29 de julio de 2021

Rafael Cheuquelaf: Austronáutica // Falla: Falla

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 21 de julio del 2021.)

#AguanteChile.

Rafael Cheuquelaf parece tomar decidido la senda del andar solitario. Ello sin menoscabar, obviamente, la labor que realiza junto a su partner Héctor Aguilar en Lluvia Ácida -el grupo con que cobrase notoriedad dentro de los circuitos electrónicos independientes latinoamericanos. Choike EP (2019) queda ungido, pues, como el primer hito en una ruta que asoma tan fructífera como la del excelente tándem magallánico.

A diferencia del extended debut, Austronáutica (Pueblo Nuevo) es un opus conceptual-en-tanto-planeado, lo que le pone algunos metros por delante de su predecesor: todos sus cortes fueron registrados, en efecto, el año pasado. Le suma, asimismo, que se desmarque visiblemente respecto de lo hecho por LLA -y que, a la vez, esa desvinculación no sea definitiva ni tajante. “Microplásticos” es quizá el único canal de la rodaja que trae a la memoria al binomio Aguilar-Cheuquelaf. El resto prefiere ir trepado sobre el lomo de otros géneros, dotados de sensibilidades distintas, una de las cuales destaca por encima de las demás.

Esa sensibilidad es la del synth pop. No bien empiezan a sonar las notas de “Austronáutica”, track epónimo de apertura, los tímpanos son sacudidos por un brioso synth de dosificada estética Hi-NRG bien 80s. Sin ser constante, esa impronta es la que más presente se halla: en la subsiguiente “Estación Meteorológica”, por ejemplo, el músico homenajea a Klaus Schulze y Tangerine Dream, colosos del kraut rock en su variante Berlin School. Luego de una prolongada introducción con mucho de ambient, “Estación...” despega hacia el ludismo synth de notas a punto de transformarse en (irrli)chirriantes. Por otro lado, “Últimos Humanos En Patagonia” bebe tanto del Jarre más inspirado como de los Kraftwerk cosecha Computer World (1981) para una segunda mitad claramente synth, a la manera en que podrían percibirse “Endurance” (Antártikos, 2004) o “Expedición Científica Antártica” (Ciencia Sur, 2017), magníficos clásicos en el repertorio de Lluvia Ácida.

Matizado por patrones rítmicos con los que muy poco o nada tiene en común (trip hop en “Bajo La Vía Láctea”, IDM de medios tiempos y líneas épicas de sintetizador en “Antenas En La Pampa”), catalizado por el dub y la synthwave, el synth pop impone su signo en este Austronáutica -que tiene como cumbre el genial híbrido entre synth e intelligent techno de “Radiación UV”.

El disco, sin embargo, está muy lejos de corresponderse con el imaginario del synth original. Como pasa también con LLA, Cheuquelaf compone y ejecuta desde las propias destrezas y pericias vitales que Magallanes le ha impartido durante décadas. Los pistones podrán acelerar la marcha, pero la placa nunca abandona la mirada serena en derredor de esa Última Tierra que el autor habita: antenas cual menhires, estaciones tecnológicas como refugios en medio de las solitarias inmensidades patagónicas, la perenne presencia de la Vía Láctea haciendo las veces de techo del mundo... Un valioso ejercicio con que arroparse los oídos en estos días de añorado invierno.

De la undécima región a la cuarta. Sin mucho aspaviento, hace poco más de un año publicó Falla su homónima puesta de largo. ¿Qué quién o quiénes son Falla? Apenas si encuentras dos, máximo tres líneas de información en Internet. Que es un dúo, se deduce de la imagen que acompaña al link de YouTube donde se ha colgado el álbum. Que proviene del puerto de Valparaíso, lo confirma la mezcla de Falla, realizada en el estudio 8 Beats de Nicolás Cuevas. Que el protagonismo lo monopolizan un bajo y una batería, con prácticamente inexistente margen para el lucimiento de otros instrumentos, queda establecido tanto en su página de SoundCloud como en el testimonio que brinda el propio estreno.

Pese a su abierta confesión punk, el sonido de Falla está inequívocamente ligado al del áspero, adrenalínico indie de los 90s. Forzando un poco la figura, también se le puede asociar al de aquello que entonces se conocía como “rock alternativo”. Más ajustado a la verdad es, pues, referirnos al binomio como incordiante heredero mapocho de Dinosaur Jr., The Folk Implosion o Superchunk -así como tributario de la venerable tradición indie chilena que legasen diAblo/El Diablo Es Un Magnífico, Mostro o Niño Símbolo; e ilustres ad-láteres (Don Fango, Supersordo).

Descarnados riffs oblicuos de bajo, desprolijas baquetas explorando con crudeza distintas pulsiones para acomodarles según convenga (“Fuga”, “Mufla”), la omnipresencia de ese lo fi caro al indie que cubre todo con su manto de desparpajo (cuando no desfachatez)... Números como “Ácido Folklórico”, “Bolearte” o “Maca” documentan una austera economía de medios lo bastante implacable como para aprovechar al máximo cada recurso disponible. E incluso ésos que advinieran con el Año Cero 77: el dueto saquea el ascendiente punk, expuesto sin cortapisas en la pareja de temas “Canción De Amor”-“Canción De Furia”, empleando la muletilla tremendamente acelerada del hardcore -“Alternova”, “Baile Nacional”.

Opera prima potente y aconchasumadrada la de Falla. Catorce canciones militantes, llenas de ruido antifascista, donde a todos les cae por igual. Una vivificante bocanada de aire fresco, tan necesaria para recuperar la urgente simplicidad de la consigna, casi bakuniana en estos tiempos de agiotismo mainstream, del “hazlo tú mismo”. Una única duda: ¿son trece o catorce surcos? Mientras que en SoundCloud el track list acaba con “Fuga”, en YouTube se adiciona al colofón la incendiaria “Hippie Punk”.

Hákim de Merv

viernes, 16 de julio de 2021

Sexores: X

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de julio del 2021.)

Coincidiendo con las celebraciones tradicionales a propósito del último fin de año, los ecuatorianos Sexores conmemoraron en diciembre su primera década de existencia obsequiando a público y fans un volumen de remixes que revisa sus cinco esfuerzos largos lanzados a la fecha. Dicho artefacto, que puede descargarse gratuitamente desde el BandCamp del dúo (actualmente reconvenido en cuarteto), reúne a 10 grupos latinoamericanos de nueva hornada; así como a 2 de la Madre Patria.

Hasta qué punto considerar a X un álbum de remixes en lugar de uno de reworks, es materia acerca de la que cada quien debe decidir. Yo me inclino por lo segundo, ya que la mayoría de estas relecturas encaja antes como versión/re-versión que como remezcla. Opino de esta guisa no tanto por la ductibilidad de las interpretaciones como sí por la significativa porción de re-creaciones que copa el menú. Otra característica a enfatizar es la comunión en penumbras de la que participa cada nombre listado. Sea desde el trip hop (la revelación Itzel Noyz), el postpunkgaze (las mexicanas de Todas Las Anteriores), el noise rock achorado (nuestros paisanos Kusama), o el simple y llano pop electrónico de cuño 90s (los quiteños Koala Precipicio); todos los conjurados ponen de relieve ese tenue velo de sombras con que Sexores siempre ha flirteado, empezando por el debut en formato extended 001 (2010) y terminando de momento en la excelencia conceptual de Salamanca (también 2020) -pasando incluso por su rodaja más luminosa, Historias De Frío (2014).

Agita la bandera en la partida el binomio guadalajareño Fryturama, reelaborando ennegrecida y engrosadamente “Gn 25:23” -del Amok & Burnout, 2011- canal que sí llega a calificar como remix. El grado de lobreguez es el mismo que el de Todas Las Anteriores, quienes practican sobre “U.S.R.R. Girls” (Red Rooms, 2016) una deconstrucción postpunkgaze a cámara lenta. Estela más acorde con el shoegazing bajo cero de Emilia Bahamonde y David Yépez es la que dibuja Koala Precipicio y la distorsión in crescendo de “Doppelgänger” (lado A del single Titán, 2013). Mismo camino, pero en dirección inversa, hacen recorrer a la siempre bienvenida en directo “Shinigami” (Historias...) las catalanas de Dreyma.

Complementan esta primera mitad la dislocada/oblicua performance vocal de Noelia Cabrera al frente de Kusama, para su rearme de “Historias De Frio”, que involuciona a un estado de noise crudo/picapedrero; y el plastificado shoegazing que Nax extracta del sonido tripgaze encarnado en el “Sasebo” original (Red Rooms).

Por cuenta de los hidalguenses Amparo Carmen Teresa Yolanda, el rework de “Daywalkers” -inesperado ramalazo de vigoroso shoegazing vívidamente ejecutado- abre la segunda mitad de X, completando de paso la triada de temas de Red Rooms en esta oportunidad revisitados. El terceto azteca salda así la colaboración de Bahamonde en su disco del 2020, No Hay A Dónde Ir. Similar jugada, esta vez desde coordenadas poptrónicas, realizan los ecuatorianos de Fotogramas -no confundir con el homónimo proyecto valpeño-, planteando en “Volantia” un interesante cambio de revoluciones respecto del veloz (y hermoso) corte original pauteado en Salamanca.

Infortunadamente, en este tramo encuentro arrejuntados los pasajes más discretos del disco, tracks con más de covers que de remixes o de reworks. Son los casos de “Bluish Lovers”, “Rigel” (provenientes ambos de East / West, 2018) y “Nos Lo Dijo La Serpiente” (Salamanca); respectivamente a cargo de Challenger (Bolivia), Ghost Transmission (España) y Tonicamo (Ecuador). El problema no reside en que se hacen eco del lado más pop de Sexores, sino en que confrontan poco o nada sus propias estéticas con la del repertorio de los norteños, quedándose lejos de alcanzar el punto medio entre homenaje y subversión que se acostumbra esperar de esfuerzos similares. Por suerte, los minutos senescentes de X reservan una joyaza de deconstrucción: “Berlin”. En manos de la talentosa y novel potosina Itzel Noyz, el penúltimo surco de East / West se transforma en un doloroso número trip hop de magníficos breakdowns. Un coctel de soul tridimensional y lujuria en clave de downtempo.

X se beneficia en dirección artística de la muñeca de David Yépez, y su masterización la ha asumido Emilia Bahamonde. Como se ha evidenciado durante la reseña, el cuidadoso diseño del track list garantiza un riguroso repaso cronológico por todas las obras in extenso que el tándem ha firmado. De carambola, postula además -más allá de las opiniones y/o polémicas que genere su contenido- una entretenida selección de composiciones con que acercar a nuevas audiencias el output de Sexores.

Salud por el primer decenio de vida, queridos Emilia y David. Que su magia nos acompañe durante muchos más.

Hákim de Merv 

jueves, 8 de julio de 2021

SoDPM: Hechizera EP // Poncho Negro: Poncho Negro

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 30 de junio del 2021.)

Ramón Pérez-Prieto ha decidido aprovechar estos meses en que Novalima está tomándose un receso en cuanto a lanzamientos -lo último fue el remix de “Rumbo Libre”, en 2019, al año siguiente de su largo Ch’usay- para dar curso a un proyecto paralelo denominado SoDPM. Paralelo y grupal: aúna fuerzas aquí con Coqui De Tramontana (M.A.S.A.C.R.E.) e Israel Vich (DJ peruano internacionalmente reconocido).

El alias SoDPM ya tenía publicado un extended play vía la label mexicana Cosmic Awakenings, especializada en lo que podría sintetizarse como música electrónica con pretensiones de espiritualidad trascendental. En su nómina, nutrida por actos de todos los rincones de la Tierra, se inscribe Coming Home EP (noviembre del ’20). La terna se exhibe en el artefacto millas alejada de la electrónica mestiza que se deleita en facturar Novalima, yendo más por el lado de una suerte de (in)fusión de downtempo con aristas lounge como las que sobresalían en el epónimo debut del célebre combo de raíces negras (2003, cf. “Nueve Dragones”).

Para Hechizera EP (sic), se han implementado algunos cambios. El primero se relaciona al grado de fisión que ha alcanzado la mezcla, fluyendo ahora de modo perfectamente natural. El segundo, quizás el más importante, tiene que ver con el groove: si en Coming Home EP lucía orgánico pero algo rígido, en Hechizera EP se le percibe mucho más cadencioso y sensual. Un tercer cambio se halla reflejado en la instrumentación: la guitarra es completamente funcional a las composiciones del extended, acompañada ahora por un sigiloso cajón afroperuano.

Tanto “Hechizera” (colabora Juan “Cotito” Medrano) como “Munra Ka Ya Te” (al alimón con Novalima y el artista del oriente peruano Rawa Muñoz) son tracks guiados por una filia inspirada en estéticas étnico-tribales, que complementa/potencia las blueseras secuencias downtempo del trío antes que repelerlas. Un EP agradable al oído, con que relajarse antes de afrontar trips de mayor calado. Edita la alemana Kindisch, donde también ha publicado Vich por cuenta propia (Ayahuasca EP, 2019).

El año pasado tuve la oportunidad de escuchar y comentar el epónimo debut de Dom Dimadoom, joven promesa de la renovada asonada grindcore/fastcore/thrashcore que viene estragando las escenas underground limeñas adscritas a esos géneros. Hoy es el turno de Poncho Negro, grupo que acaso no sea tan zagal como DD, pero que fatiga direcciones bastante similares.

Dúo formado por José Casalino (guitarra, voz) y David Núñez (batería, voz), este último además co-fundador de la interesante escudería LaFlor Records, Poncho Negro cuenta ya con una estela discográfica de tres títulos. Que los dos primeros lleven respectivamente los nombres de Demo (I) (2014) y Demo II (2016) es algo que todavía no logro entender bien: no me parecen susceptibles de ser etiquetados como “demos” o “maquetas”, y tampoco encuentro diferencias significativas entre éstos y lo que podría considerarse su homónimo estreno oficial. En cualquier caso, difícilmente esta uniformidad se transforma en hándicap cuando hablamos del grindcore, del crustcore y afines.

Dada, pues, la extrema concisión de Poncho Negro (apenas 372 segundos); se hace un tanto inútil analizar las canciones por separado. Más apropiado es señalar que, para su entrega de cosecha 2021, la dupla afianza un estilo atiborrado de mugre, velocidad y distorsión magnificadas. Las ansias de despedazar lo que ose ponerse enfrente de su desparpajado terrorismo sonoro se ven frenadas únicamente por la brevedad de los surcos -los más cortos de los cuales frisan los 17 segundos, mientras que los más largos no superan los dos minutos. Difícil prodigarse en más palabras ante semejante huayco de ruido furioso y demencial, que empuja un muro de infame sonido irrespirable sólo para dejártelo caer encima.

Irrespirable y brutal, sí, aunque rara vez denso y/o pesado -tal vez el segundo movimiento de “NN” pueda calificar como stoner-. Por lo demás, el tándem manda al carajo sus eventuales limitaciones técnicas, convirtiéndolas en rasgos distintivos de género y output: las apagadas atmósferas de powerviolence noise, los riff bestiales/rudos/viciosos, la ensangrentada garganta desde la que escapan las vocales, los huracanados blast beats de Núñez a las baquetas... Atronadora “puesta de largo” del binomio, que en directo es asistido por correligionarios de movida como Víctor (LÖRI), Tarik (los desaparecidos Un Viejo Arcoíris) y Frank (Sistemas De Aniquilación).

Hákim de Merv

jueves, 1 de julio de 2021

------: First Try // La Agonía De Desear Existir: It's Not Like It Was Before // Entes Anómicos 'Zine 16

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 23 de junio del 2021.)

¿Se ajusta la construcción “reciclaje zen” a lo que busco enunciar cuando escuchó no sólo lo nuevo de La Agonía De Desear Existir, sino también el debut del side project ------? Seguiré rumiándola mientras termino de escribir estos párrafos. Por lo pronto, en un mode sonoro similar a la conjunción de ambos significantes debe haber estado en estos meses la cabeza de Carlos Palacios Hidalgo, impulsor de ambos chaplines y del sello Entes Anómicos.

Comienzo con ------. A diferencia de la gamelán, oriunda del sudeste asiático y centrada en el Sonido, la música tankdrum está más identificada con el extremo oriente -China continental y Japón, sobre todo- y se halla asaz más enfocada hacia la Melodía. Es, pues, una profunda cuestión de perspectiva lo que separa a ambas encarnaciones sónicas; más allá de una numérica -para tocar gamelán se requiere un mínimo de cuatro o cinco ejecutantes, a la tankdrum le basta con uno.

El primer intento de Palacios con la tankdrum parapetado tras la etiqueta ------ se produce en enero del 2020, a través del 7” Mold. Sus dos pistas -“/” y “//”- son harto indiciarias de lo que hará el chalaco en First Try doce meses después: un ejercicio algo desarraigado -o descontextualizado, si prefieres- de percusión que puede aterrizar en la categoría terapéutica, grados de más o de menos como cualquier otra ejecución entroncada a la síncopa, sonoridad y huella psíquica propias del instrumento convertido en toponímico de este tipo de música -sobria, austera, minimal.

Una sesión de tankdrum, en efecto, puede desbloquear diques emocionales largo tiempo levantados. Puede igualmente reducir el estrés a la par que aumentar la resiliencia. Incluso puede diluir la alienación y reestablecer insospechadas conexiones perdidas. No sé si atribuirlo al exotismo de su timbre -como me pasa con el yangqin o con el erhu- o a sus resonancias cóncavas, el hecho es que durante algunos pasajes de First Try mis oídos han intuido tímidamente ese potencial entre sedante, catártico y rehabilitador.

Con poco más de veinte minutos, decía de FT que podía lucir desarraigado o descontextualizado. Una posible explicación es que Palacios haya intentado interpretar música tankdrum desde su experiencia vital, que según entiendo ha sido moldeada en los suburbios del mundo occidental -como las de todos nosotros, sus paisanos. Otra es que esa intención haya sido subconsciente. Y una tercera, que sea producto del azar. Por angas o por mangas, la tankdrum de ------ tiende a ser abstracta. O tal vez así me lo parezca, dada la tradición polifónica que nos ha formado desde hace siglos en este lado del globo. De cualquier forma, es un primer paso interesante/aleccionador/válido para comenzar a familiarizarse -me incluyo- con ese tañir tan ajeno a quienes vivimos en Occidente.

Si hasta ahora no te parece que exista motivo para hablar de “reciclaje zen”, quizá sí suceda que los siguientes renglones sumen para conquistar esa cota. El cerebro es el mismo; la faceta, ligeramente distinta.

Porque ocurre que lo más reciente de La Agonía De Desear Existir se subleva contra el propio pasado, tratando de desmarcarse de aquello que en Blind Them With Kindness preponderase. It’s Not Like It Was Before retrata la metamorfosis a medio andar. Quedan todavía, ciertamente, muchas muestras de ese ¿avant pop? mitad electroacústico mitad digital que ganaba las riberas del non-sense desde un bricolage abierto y multiforme. Partes como la cuarta, la novena, la sexta o la séptima se acomodan aún bajo esos parámetros.

Salvo la décima (que es casi vaporwave) y la octava, el resto de partes en que se desmiembra It’s Not... evidencia no obstante un muy voluntario ladeo hacia Oriente. Para que te des una idea, mientras las partes quinta y tercera bullen de segmentos alusivos al país del Sol Naciente, la primera guiña al Asia Menor merced a codas inflexivas de ascendencia vagamente sufí -como si asistiésemos a una majali para neófitos.

No cabe hablar de mayores complejidades estructurales, ausentes también en el episodio anterior. It’s Not Like It Was Before es más una exploración, no genial pero sí iluminada (y un poco diletante, todo hay que decirlo), de las posibilidades audioexpresivas que promete el abanico de herramientas analógicas y digitales con que cuenta el no-músico de hoy. Números sencillos, ordenados, pulcros... Ni siquiera en sus momentos más idos, LADDE llega a conectar con Dionisos -si acaso tal vez en la octava parte, donde Palacios tenta acrisolar ambas tradiciones.

Como mencionara a inicios de este 2021, en el principio de los tiempos Entes Anómicos fue fanzine a la par que sello de discos y cassettes. Luego de algunos años, la publicación bajó la persiana, y su (ir)responsable se concentró en la edición y distribución de material sonoro que le alcanzaban desde todas las esquinas de este minúsculo punto pálido en el Universo. Tocado por la lectura de un fanzine de otras latitudes que le llegó en intercambio, el buen Carlos cayó presa de la nostalgia hace una buena cantidad de semanas. Ello le movió a retomar la travesía de Entes Anómicos ‘Zine, cuyo número 16 apareció a fines de mayo último.

No dispongo de la colección completa del fanzine. Es más, apenas cuento con uno (el 6, jo), que fuese el que me llevó a contactar a Carlos, a conocerle en persona y a difundir su transversal apuesta/propuesta. Con satisfacción, compruebo que se ha dado la chamba de crear un repositorio para la colección íntegra y para otros proyectos impresos de su veinteañera plataforma (repositorio bastante desordenado, eso sí). Veo, asimismo, que el número 16 del ‘zine mantiene el espíritu DIY, amateur, combativo y jubiloso que le destacase antaño.

Biografías mil -no sólo de grupos, sino también de santuarios como el Hensley-, una entrevista a Eduardo Acosta -ex Anfo, banda que siempre he considerado malísima- a propósito de su nueva vida como Muertehëad (realizada por Juan Pablo Villanueva, el man de Fukuyama), y reseñas a manos llenas; es lo que encontrarás en esta decimosexta entrega, acompañada de un sampler de la escudería con 32 combos, para descarga gratuita desde su cuenta BandCamp. Entes Anómicos ‘Zine está de vuelta como si no hubiera soplado 25 velitas.

Hákim de Merv