jueves, 25 de abril de 2024

Zorzal: Iris

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 17 de abril de 2024.)

Gracias al compa Elvis López Aroni, natural de Huancayo que formara en Ayacucho el trío Post Galazer y que a principios de mes regresó a la añorada querencia, me entero de la salida en marzo de Iris. Se trata del disco debut de Zorzal, cuarteto juninense del que apenas sé ya cuenta seis años de existencia. Dada la identificación de las escenas independientes centroandinas con determinados géneros como el dark-gothic o la EBM, el heterodoxo output de la banda me habría agarrado desprevenido, si no fuera por las compilaciones Underground Junín que produjese el colectivo Arte Sonoro -y que han revelado más de una veta a cultivarse en los circuitos pop de esa determinada región.

No es Iris un álbum inaprensible. La escucha se hace fluida y afectuosa toda vez que casi el íntegro de su menú se halla tenuemente entrelazado, pero sobre todo debido a que éste irradia a través de su musicalidad unas ciertas energía y espiritualidad, albas ambas. Es en el terreno de las improntas que la cosa se vuelve imprecisa. Porque, pese a lo escrito hace unos momentos, no he encontrado rastro de las connotaciones psicotrópicas que reivindica el grupo -algún fan ha aludido incluso al alcaloide triptamínico de la psilocibina, en sesgado e in extremis críptico comentario. Aunque algunas letras parecen hacerse eco de los issues lisérgicos que eran moneda corriente durante los días de esplendor de la psicodelia, la música de Zorzal fatiga coordenadas muy distintas.

La primera parte del largo, que va de “Somnolencia” a “Octubre Eterno”, está dominada por el lado más ortodoxamente rock de los huancaínos. Tan es así, que transcurrido el primer minuto ya se evidencia el magma que pinta hegemónico en esta jornada -el de la añosa big music ochentera. Temas como “Aún No Dejes De Respirar”, “Octubre...”, el instrumental semiacústico “Alba” o “Mariposas Blancas” lucen genéricos en grados próximos al superlativo, si bien ello no oblitera su enraizada fibra emocional ni impide disfrutarles. Sucede así porque las capacidades expresivas de Zorzal son lo bastante recias como para sobreponerse a los clichés con que a veces esta gente trastabilla -sampleos canoros pseudo new age en “Alba”, por ejemplo-, al punto de relativizar el matiz rockero mismo (convirtiéndole en prácticamente incidental).

Destaca un lunar en este primer segmento, y ése es “Éter”. Llamó mucho mi atención la coda de inicio, cuando repiqueteó lo que pregona ser un cajón afroperuano durante dos cincuentenas de segundos, antes de mutar alternando el pop/rock de rounds precedentes con el diapasón identitario del reggae y muy ocasionales reentrés del antedicho instrumento de percusión. El mismo ejercicio de rítmica se manifiesta, sin plasmarse del todo, en “Octubre Eterno”; lo que ya indica el cambio de dirección en el segundo tramo de Iris. Allí encuentra mucho más espacio el mestizaje que también proclama Zorzal, en melodías de aires tanto menos solemnes. De entrada nomás, los climas festivos del track epónimo dan la bienvenida al charango, que imprime rasgos altoandinos multiplicados hacia el ocaso de sus siete minutos mientras la voz femenina le entra brevemente al spoken word. Una colorida y más reposada prolongación del fervor de “Iris” toma forma en “Cedrón” y más especialmente en “Mantita Multicolor”, rematada con una briosa y alegrona fuga de huaylarsh. El pop/rock se inmiscuye en “Petricor”, prefiriendo llevar la fiesta en paz, eclipsando progresiva y sólo parcialmente las tonalidades vernaculares que prioriza durante estos episodios el combo.

Remata Zorzal su primer esfuerzo con “Tranquila Mente”, que es cuando regresa a la palestra la big music del arranque, sólo que ahora sin huella alguna de baquetas (o de síncopa, más allá de la que proporciona el bajo). Dos guitarras, si no me equivoco, entretejen el arrullo de cuna en que deviene el cierre de Iris. Como dije hace un rato, CD algo complicado de resumir en pocas palabras, ya que su cromática pop es harto indefinida -como lo es asimismo la de una etiqueta de cualidades tan indeterminadas como la de “big music”. La emotividad puesta en juego mitiga en buena cuenta algunos defectos -un trascendentalismo medio trucho, entre ellos-, y probablemente contribuye a hacer más fácil de asimilar el repertorio con que se estrenan Paola, Anderson, Antony y el esotérico Espectro Fractal. Para la próxima, el grado de exigencia será mayor.

Hákim de Merv

jueves, 18 de abril de 2024

C3ntell4: 5avory

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de abril de 2024.)

Constituida durante la segunda mitad del ‘16, Medio Oriente es una discográfica algo autárquica con la que recién tomo contacto. La sede social queda en Santiago de Chile, si bien su radio de acción asoma extendido por todo el país, como lo demuestra la edición en julio pasado de 5avory, debut del viñamarino C3ntell4. Tampoco parece haber fronteras estilísticas (pese a definirse como “sello independiente de música experimental”), ya que la escudería acaba de publicar Plan Obsesivo de Arboretum, en las antípodas de lo que mostrase el individualista afincado en Gran Valparaíso.

La única referencia disponible sobre el background de C3ntell4 alude a un tal Team Yingo, colectivo del que no he podido encontrar la menor seña. Ni falta que hace, ya que 5avory habla por sí solo. Es éste un opus fundado en bpms de velocidades entre maníacas y furibundas, con cuyos efectos “nocivos” Medio Oriente ha deslindado cualquier responsabilidad. La sobreexposición de/a tales zarabandas rítmicas revela casi de inmediato las tradiciones digitales de las que el porteño se alimenta, todas ellas noventeras: el drum’n’bass, su variante caricaturesca conocida como happy hardcore, una relectura demencialmente galopante de lo que se difundió en la región como techno trax centroeuropeo (“909db”), e incluso el gabber tremendista de Angerfist o de Rotterdam Terror Cops.

La abrumadora mayoría del repertorio que dispone aquí C3ntell4 habla de una obsesión enfermiza por la celeridad, no importando si para ello tiene que echar mano de sampleos cotizados a la baja -“Mr. Vain” en “I N33d You”, “Gangnam Style” en “Jorge Wants To Be Hardcore But His Own Mom Won't Let Him​!​!”- o servirse de subgéneros de dudosa reputación como el eurobeat. Eso, por un lado. Por el otro, el unipersonal satura frecuencias y estrangula pistas vocales para redondear el pathos festivo de su música. Bien en concentraciones de frikis y/o gamers, bien en discotecas retro de electrónica mainstream, 5avory cae como pedrada en ojo tuerto -aunque niveles de ruido y distorsión sean demasiado para oídos sin curtir.

En atención al concepto ofrecido por Nicolás Prado, se me ocurre que lo de C3ntell4 no se planta lejos del webcore. Temas como “Jumping Between Cl00uds” o “City Of Nothing” podrían reclamar la etiqueta sin sonrojos. Hay otras composiciones, sin embargo, que no se adhieren al marbete; indicando tránsitos diametralmente opuestos. Una de ellas es “Etherd034”, bastante más pausada que sus pares aunque igual de acerada. La otra es “Night Of Cumbia Dreams”, suerte de cumbia ¿perreada? contundida por astillas de chirriante noise digital. Digresiones que subrayan una saludable ausencia de prejuicios cuando de testear caudales sonoros se trata. Otra cosa, eso sí, es que me cuadre el material escogido -al menos no en el segundo caso mencionado.

El contrapunto perfecto para “Night Of Cumbia Dreams”, propuesto por el propio ex TY: “Sometimes You Just Have To Drink Bolifruta And Keep Going”, que samplea el “drip drip drip drip drip drip” de The Cure en “10.15 Saturday Night” (¿o metasamplea el muestreo super deformed que de éstos hace Massive Attack en “Man Next Door”?).

Hákim de Merv

miércoles, 3 de abril de 2024

Anja Huwe: Codes

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 27 de marzo de 2024.)

Por inusual, es bastante sorprendente que haya decidido Anja Huwe debutar en solitario más de tres décadas después de Devils (‘89), cierre discreto in extremis de la carrera que tan prometedoramente comenzase nueve años atrás X-Mal Deutschland. Una de las bandas dark-gothic más personales de la Historia, el quinteto se completaba con Fiona Sangster (teclados), Wolfgang Ellerbrock (bajo), Manuela Zwingmann (batería) y Manuela Rickers (guitarra); y en sus buenos tiempos firmó álbums memorables, provistos de enérgico soporte rítmico y llenos de potencia y fibra imbricadas en guitarras poco menos que lancinantes.

Finiquitada la existencia de los de Hamburgo, la vocalista ni siquiera se planteó prolongar la aventura de haber participado por cuenta propia en el larga duración colectivo The Idea Compendium 1988, donde colase “The Girl In The Iron Mask”. Al parecer no estaba en sus planes hacerlo a pie juntillas del desbande, o tras tomarse un sabático razonablemente holgado. Se concentró entonces Huwe en su trabajo como editora y productora del canal alemán Viva TV. Más recientemente, en exhibiciones de artes visuales que la llevaron a Londres y a la Gran Manzana, lugar donde probablemente le picó el bichito que resucitó su faceta sónica.

Significativamente lanzado el 8 de marzo a través de la neoyorkina Sacred Bones Records, no estaba por ende Codes en los cálculos de nadie, excepto en los de la ex Deutschland y su círculo más cercano. Porque este nuevo estreno habla a las claras de un retorno que venía gestándose desde hace tiempo atrás, como retomando el hilo interrumpido de una vida y queriendo cobrarse la revancha del descalabro post Viva (‘87) -luego de editado, Sangster, Rickers y Peter Bellendir (reemplazo de Zwingmann en las baquetas) dijeron adiós para siempre; obligando a Anja y a Ellerbrock a convocar alineación de emergencia para el descaminado Devils.

La apertura “Skuggornas” es una suerte de guiño a los mejores días de X-Mal Deutschland -los siniestros, obvio-. Solemne, sorteando difícilmente el despeñadero de la melancolía, de luctuosa tesitura que jamás desciende a las absolutas penumbras de los primeros 80s; el track es un anuncio de las bondades por venir. Porque la idea no es repescar el sonido clásico del mítico acto, que fuera durante los inicios una all-girl band en regla, sino continuar la ruta grupal allí donde ésta quedara trunca. Con el update de rigor, por supuesto.

Uno es el molde bajo el que se forja el vinilo. Tres, sus resultados. La música que compone Anja Huwe corresponde a los cánones del rock anglosajón, surtido de compartimentos diseñados ex profeso para almacenar materia negra de alta concentración. Ésta unas pocas veces se diluye (“Living In The Forest”, “Pariah”), las más asoma reconcentrada (“Zwischenwelt”, el single “Rabenschwarz”), moviéndose siempre protegida por la liviana pero resistente coraza de una electrónica que le tonifica/plastifica sobriamente. Allí están la ominosidad de “Exit”, el pálpito urgente de “Sleep With One Eye Open” o la densidad synth de “O Wand”; corroborando esto último.

Ya que la continuidad estilística de Codes carece de fisuras del primer número al penúltimo -lo que convierte al postrer “Hideaway” (“...Y Millas Que Recorrer/Antes De Dormir...”) en la moderadamente luminosa excepción-, el factor que determina la diferenciación entre los tres resultados a que aludía es el tempo. Cuando Anja contempla, se arropa de melodías senescentes tipo “Skuggornas” o “Hideaway”. Cuando pasea, se acompaña de solventes medios tiempos como “Exit” o “Zwischenwelt”. Cuando se apura, lo hace al compás de “Rabenschwarz” o “Living In The Forest”. El tino de la germana, que se vale por igual del inglés y de su lengua madre, radica en saber cuándo hacer una cosa o la otra -a resguardo de sus compinches Sabine Bredy (a) Mona Mur (alguna vez integrante de Einstürzende Neubauten) y Manuela Rickers (cuya guitarra inconfundible irisa el prieto mate de la placa, como ocurrió en sus días en X-Mal Deutschland). Veterano en lides similares para los Neubauten, el androide Gary Numan y los legendarios Joy Division; la ampara asimismo Jon Caffery en mezcla y masterización.

Bienvenida de vuelta, Anja. No éramos conscientes de lo tanto que te extrañábamos.

Hákim de Merv