jueves, 22 de diciembre de 2022

Nuevas Formas De Hacer Política // Rifle: Repossessed // Miyagi Pitcher: Ikigai (生​き​が​い)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de diciembre del 2022.)

Desde hace varios meses, la periodicidad editorial de Dorog Records ha experimentado altibajos, debido a circunstancias ajenas a la voluntad de su gestor; Giancarlo Samamé. Por suerte, la situación está revirtiéndose. La demostración más reciente de ello recibió el V.º B.º al promediar octubre, cuando se puso a consideración para descarga gratuita una nueva compilación que ilustra las delicias de la nómina de la disquera y de combos/artistas cercanos a su órbita.

(El título es muy sugerente, no así el rollo detrás. Somos innatos animales políticos, y por ende tenemos libertad para elaborar y expresar un juicio ad hoc sobre tal o cual incidencia. Pese a ello, mi opinión es que no debieran mezclarse de facto el arte y la política, a menos que se trate de cuestionar estructuras antes que a protagonistas coyunturales. Pero, bueno, por suerte vivimos en un país libre y democrático... aún.)

Nuevas Formas De Hacer Política retoma esa saludable costumbre de Samamé de armar panorámicos gigantescos, equivalentes a dos CDs físicos, que había sido algo arrumada tras una seguidilla de compis que no rebasaban el límite de los 80 minutos. De este modo, Nuevas Formas... se pone a la altura de Música Para La Ruta, Música Para Gimnasios, Dos Más y otras referencias del sello que sobresalían por su pantagruélica extensión. Como tal, me tomo la libertad de escindirle para postular un análisis tanto más ordenado.

El primer tramo del título va desde “Toda Tu Fuerza”, a cargo de Lábil, hasta el pop frugal que Pía Legonz despacha gracias a su “Infravuelo”. Tal vez no sea una división arbitraria la que he propuesto, después de todo, ya que las once canciones de esta mitad revolotean entre el pop/rock próximo a oídos pedestres -“Espacio Tiempo (Nada Nos Sorprende)” de Trazar Diamantes, “Refugio” de Teleférico- y el indie más accesible -“El Amante Del Disparo” de Fútbol En La Escuela, “Impertinencias” de La Muda-. Que esta sección irradie pop a toda hora, no la hace menos, ya que esa etiqueta no es intrínsecamente peyorativa: canciones bonitas, bien hechas, con potencial capacidad para entrar en la FM, tarareables. No todas, eso sí, están cortadas por la misma tijera. Las hay que suenan a rock/pop en vez de pop/rock, como “Lárgate” de Señorita Auri y “Sábana Gris” de Marmotasdebemorir. Las hay también de tonalidades contrastantes, como el lo fi de Ino Moxo y su versión en vivo de “Dunas”, o el dark pop a lo Danza Rota de Rawa y “Nubes Atravesadas”. Y no podía faltar la que, sin abandonar el formato preponderante, se da maña para colar estupendos efectos marcianos de teclado -“Arcoiris” de Lagartijacarlo.

El segundo tramo de NFDHP arranca con “Háblame” de Claudia Maúrtua y fenece a la par del ‘díptico’ con “Evv”, musculoso ejercicio IDM casi subsónico de El Otro Infinito. No está desterrado en este segmento el pop terso de fácil asimilación, pero es la heterogeneidad la que manda. Dicha versatilidad se manifiesta de distintas formas tras la participación de Maúrtua, muy lejos del nü metal que esgrimía su ex banda Ni Voz Ni Voto: destellante electropop de la mano de Ausangate Child (“On The Edge”) y Blupluk (“You Make Me Feel”), dark replicante inspirado en Xymox por cuenta de Synethz (exquisita “Night Body”) y de Neutro 1 (“Pulse 250 Hz” expele un tufillo al “Tonight” de los neerlandeses), excelente tech-house acerado a cargo de DJ Locopro (“Mil Años (Sin Ti)”), curioso trip pop bajo en serotonina firmado por Walter Cobos (“Triste Robot”), y hasta tontipop en “Por Petit Thouars”, original de Pestaña y remezclado para la ocasión -‘Antes Había Pelícanos Remix’- por Vrianch.

Dorog Records se acerca a su vigésimo aniversario en óptimas condiciones, recuperando el paso y refrendando su consabido hábito de presentar nuevas camadas de proyectos en clave pop -tomando de refilón la posta del ¿desaparecido? colectivo UnderPop. Bien por ello.

De acuerdo a lo que he leído a vuelo de pájaro, Rifle presume de ser un power trio bastante más antiguo que Kurandera, banda con la que comparte integrantes -César Araujo y Alejandro Suni-Álvarez. A diferencia del cuarteto, que debutó en largo hace dos años con escasa fortuna, Rifle ha hecho lo propio recién en septiembre pasado. El nombre escogido para el estreno es Repossessed, y en poco tiempo ya ha cosechado más repercusión que el primer paso del otro conjunto.

Tomando posiciones en plazas fuertes del stoner, de las que absorbe su naturaleza bestial, la sociedad que completa Magno Mendoza hila siete temas sumergidos en una densidad descarnada, heredera del heavy psych de Black Sabbath y del hard blues de Robert Plant y collera. Los siete minutos finales del rebautizado por aclamación popular Led Zeppelin IV (“When The Leeve Breaks”) son, de hecho, materia prima para más de un género -como lo fuera “Amen Brother” de los Winstons para el drum’n’bass o “Funky Drummer” para el primer hip hop-. De ello ha tomado nota Rifle, que cuando escoge menguar revoluciones controla su energía amansándola a través de las baquetas, canalizándola gracias a dosificados pulsos emitidos sin tregua por el bajo, exorcizándola a cuentagotas por medio de la eléctrica. “Spirit Rise”, “Seven Thousand Demons” y la esforzada “Madness” observan esa profilaxis.

En contraposición, cuando coge la lanza y empuja a galope tendido hacia adelante, el terceto se hace eco del dinamismo y de la contundencia metálicos que QOTSA o Monster Magnet establecieron como rasgos identitarios del stoner en los albores del Tiempo. El groove circular del soporte rítmico es lo que más luce, dejando a la reverberante lead guitar la misión de encender la pradera en esos momentos en que más se necesita de una poca de luz. Esta prominencia de la rítmica libera espacios que a veces copan, mediante influencia subliminal, el doom (“Fiend”) o un sludge fuzzeado (“Sonic Rage”).

¿Cosas por mejorar? Cómo no. A las vocales les falta al menos media tonelada de fuerza y/o vehemencia, lo que esté más a tiro. Sería bueno, además, que la terna comience a soltar los frenos: las pistas de Repossessed no están mal, pero prácticamente nunca van más allá de los convencionalismos stoner -apenas si hay uno que otro chispazo de materia roja. Les toca izar velas y hacerse al riesgo en futuros movimientos, como lo han hecho en sus respectivas carreras Ancestro o El Jefazo. Finalmente, un punto en común con Kurandera: muchachos, prodúzcanse mejor. A pesar de la a veces agobiante turbiedad/viscosidad que epata, el stoner brilla no sólo por su pericia técnica, sino además por la impecabilidad de su registro.

Se tomó lo suyo Miyagi Pitcher para publicar nuevo LP. En efecto, tres años han pasado desde Abraxas, álbum que ponía orden en casa y paridad en cuanto a la multiplicidad de sonoridades a las que Alexander Fabián había dado luz verde usando esta chapa; en principio reservada para delirios vaporwave. Tras haberle escuchado muchas veces, puedo decir que en Ikigai () el individualista ha intentado o bien retornar a la esencia de su origen, o bien detenerse en un estadio en que pueda incorporar la brumosa tesitura al ralentí que desciende del witch house/del seapunk a un ambient pop electrónico que evoca por igual a Chicago y a Detroit. Si es lo primero, falla en esa tentativa. Si lo segundo, consigue pegarle de lleno al gordo.

En muchos de los episodios del disco, la síntesis opiácea que conocemos como vaporwave va aparejada a una estética electrónica melodiosa y nostálgica. El enyunte complementa, no subsume uno al otro. Ese estado de cosas se evidencia desde que “Supairaru (スパイラル)” inicia el viaje: el track se mueve envuelto en el radiante lo fi que es marca registrada del vaporwave, sin ser devorado por éste. En igualdad de condiciones se hallan otros ejemplos de semejante simbiosis, como “Shin No Tomodachi (しんのともだち)” y su quimérico sampleo SD de una voz femenina, “Gala (ねこ)”, “Minarai (見習い)”, “Sanmyaku (山脈)” o el crepuscular surco homónimo.

Otras pistas, como “Sen'nin (仙人)” o la mastodóntica “Sango (サンゴ)”, podrían haberse adscrito a la tipología desmenuzada en el párrafo anterior; de no ser por el cargamento de parsimonia con que pesadamente se desplazan. Lo curioso es que ese extra no alcanza a convertirlas completamente al credo vaporwave. Hay algo incómodo en la cinemática de sus ambientaciones que se niega a ser codificado. Sumadas a las consignadas líneas arriba, estas piezas dejan al subgénero nacido en Internet a inicios de los 10s en libertad de acción para respirar a través de canales que no comparten mucho entre sí, salvo los inidentificables sampleos ochentosos de rigor. Claramente inspirados por la estética de los últimos Cocteau Twins, rounds como “Daiyamondoai (ダイヤモンドアイ)” o “Hasai Sa Remashita (破砕 れました)” tienen ciertamente poco que ver con la hiper-laxa “Akiraka Ni Suru (を明らかにする)”, las ágiles “2 Tsuki 12-Nichi (2 12)” y “Koi No Koyan ( コヤン)”, o la insular “OM (おm)”. El uso extensivo del sampling en todos ellos es lo único que permite al hálito vaporwave hermanarles.

Quizá sea justamente “OM (おm)” el tema clave para entender a cabalidad una jornada tan inasible como ésta. Más allá de cualquier duda posible, la cepa es vaporwave. Por oposición, su nostalgia no es dulzona, sino acongojante. Con cada segundo que avanza, sientes ese espíritu de tristeza impersonal que vaga en los films del Wong Kar-Wai pre-Hollywood, y emergen variables pertenecientes a microgéneros como el dreampunk y el chillgaze. La conjunción termina erosionando la osamenta vaporwave, poniéndola a merced de otras más robustas cuando echas una mirada en derredor del largo.

Que Ikigai (生きがい) sea tan difícil de taxonomizar, por supuesto, no impide su disfrute. Poco más de una hora para sumergirte despierto/a en sueños surrealistas de ciencia-ficción, amor y soledad; escuchando el insistente rumor de fondo de una lluvia que en realidad nunca estuvo allí.

Hákim de Merv

jueves, 15 de diciembre de 2022

Trampaluz: Fragmentos EP / Modulaciones / Donde Nacimos EP // Bahía Mansa: La Deriva 7'' / Tortuga (EP) / Costa Documental // Columpios Al Suelo: Colores

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 7 de diciembre del 2022.)

Hace poco más de seis meses, celebraba la entonces última entrega del acto mapocho Trampaluz, subrayando de paso esa prodigalidad de la que diera abundantes pruebas tras su nacimiento. Como para rubricarla, el unipersonal de Fernando Arce ha protagonizado un enérgico rush con que finiquita este agónico almanaque. Se suman a (Im)pulsos, así, un nuevo largo (Modulaciones) y dos EPs (Fragmentos y el recientísimo Donde Nacimos); todos ellos colgados en opción free download por la independiente perucha Chip Musik.

El lance no es gratuito, por cierto. Tampoco sale de la nada. La tríada de títulos que ahora engrosa la discografía del santiaguino se ha moldeado en base a una ingente cantidad de grabaciones inéditas, banco amasado en todo este tiempo en que hemos convivido con el azote del COVID-19 -y que sirvió idénticamente de peana para sus demás trabajos lanzados durante el ‘20 y el ‘21. De ese background, pues, ha brotado la semilla que Arce modificó/cribó/molió/reprocesó a día de hoy en tres puntuales ocasiones.

La primera de ellas se da a fines de junio último. Fragmentos EP abroquela registros que el músico ha forjado/laminado prestando atención a la electrónica ambiental y al baggy -pese a que es un post rock hosco, esquivo y nudoso el principio medular que le rige. En números como “Parte Inconclusa”, “Parte Contigua”, “Donde El Final Nos Ocupa” o “De Una Historia Conocida”; esas etiquetas se alternan mientras la versión más correosa del “género” concebido por June Of 44 y Moonshake se niega a permanecer estática/a renunciar a la valiosa imperfección de su sístole y diástole. Oscilando estos últimos entre la imperturbable frialdad cósmica y el sofocante ardor sahariano, a su amparo toca Trampaluz el cielo en “Contenida En Fragmentos” (adelantada en Lego 15: Pulsos De Bosques) y sobre todo en “El Resto Faltante” (un yermo níveo que repentinamente ve potenciado su factor de luminiscencia a la n).

La segunda de las ocasiones se libera el pasado 30 de octubre, convirtiendo así a Modulaciones en el cuarto LP cedido por Trampaluz a la nómina Chip. La naturaleza de esta jornada difiere en mucho de la que ostenta el precedente EP. Cinco pistas, la menor de las cuales alcanza los 7 minutos 45 segundos, que perseveran en constante mutación -no siempre de forma explícita. Astillas de musique concrète, esquirlas de susurrante psicodelia, síncopas necrosadas por el minimalismo y el simple azar, chisporroteantes atmósferas de aspiraciones acústicas...

Dos son las instancias, aún así, que más fuerte marcan el sino de este Modulaciones y su estética de “lo sugerido”. Por una parte, el lo fi: las vocales procesadas hasta lo ininteligible, los filtros con que cada nota es (mal)tratada/deformada, las emociones congeladas y/o a cámara lenta; dan fe de ello. Por otra parte, el esplín: el tedio y la irascibilidad pululan en el plástico, no se concede reposo definitivo al repertorio, se impele brusca y ariscamente a los temas a atravesar diversos estadios sonoros, sólo para hacerles retornar al rato. Como evidencia palmaria, y a la vez expresión más acabada de lo conseguido por el álbum, queda “Quinto Círculo Ascendente”: del acusticismo a la distorsión, de ahí al ruido blanco, luego en reversa, y postreramente hacia adelante otra vez.

Online desde hace dos semanas, Donde Nacimos EP completa la producción de Trampaluz cosecha ‘22. Seis cortes, más el agregado de dos remixes practicados por nuestro paisano Alcaloidë -“Modulación Estable” y “Alteraciones De Diferencia”, provenientes ambos originales del Modulaciones-, que ponen en clarísimo offside la categoría de extended play.

Es éste un opus más abierto a la improvisación, si bien carece de la vocación poliédrica de sus predecesores inmediatos. Me explico: el post rock del sureño camina aquí libre de las injerencias de otros estilos, sencillamente porque éstos han desaparecido. Aunque los surcos están lejos de ser breves (la media es de aproximadamente cinco minutos), no dejan de lucir concisos. “El Mundo Dividido En Partes”, “Dos Tipos De Personas”, “Cuerdas Alrededor Del Cuello”, “Los Que Cortan Las Cuerdas”, “Mi Enemigo Vela Por Mí”, “Mitad Y Mitad, Como En Los Viejos Tiempos”: introvertidas viñetas ambientales de acordes fragmentarios, obnubiladas empleando el Silencio, que por alguna razón que persiste subconsciente en mi psique me recuerdan los espectrales 23 minutos que bajo el nombre de “Scum” grabaron los Bark Psychosis en una vieja iglesia de Stratford (Inglaterra).

Queda sentado, entonces, que con distintos estados de ánimo seleccionó Fernando la materia prima para cada una de estas rodajas, proveniente toda ella de una sola fuente: lúdico en Fragmentos EP, cranky en Modulaciones, arriesgado en Donde Nacimos EP. Aparente contradicción resuelta.

Semejante en intensidad a la acometida de Trampaluz, ha sido la de Bahía Mansa. El alias de Iván Aguayo se estrenó en enero con el imprescindible Boyas + Monolitos, añadiendo a renglón seguido Ausencia O La Virtud De Los Árboles. No pasaría mucho para que regresase a primeras planas con Grietas (mayo). A despecho de tamaño esfuerzo, el individualista le baja la persiana al calendario con una nueva terna de referencias que han visto la luz desde septiembre, mediando un mes entre ellas (días de más/de menos).

Tengo por política no escribir sobre singles, salvo que sea en el contexto de un artículo más grande y abarcante. No es sólo ésa la razón por la que me decido a reseñar “La Deriva”, eyectado nada más empezar septiembre. Cuentan también su extensión (más de diecisiete minutos), que le ubica más cerca del marbete extended play, y su talante figurativo -por no decir “retratista”. A la vieja usanza de maestros como Hans-Joachim Roedelius o el amado Eno, “La Deriva” se asume una escultura sónica, de motivos que aparecen y desaparecen conforme es reproducida. Aquellos de ésos que comparten una naturaleza acuátil son los que abren el 45 virtual, en medio de pulsaciones abstractas. Este leit-motiv decrece ante la irrupción de las dóciles, benignas, soleadas melodías que Bahía Mansa ha convertido en “copyright”: sintetizadores que reverberan, texturas deliciosas, sosegadas emociones de gozo/distensión/quietud.

De pronto, el líquido elemento vuelve a manar. Casi imperceptible al principio, su ruta es tranquila, reposada. Ingresará por tercera vez en forma de tumbos siseantes hacia el final, luego de esa zona de figuras pianísticas/voces que musitan indescifrables en que desemboca “La Deriva”. Sucesivas escuchas sugieren el símil de una agradable caminata a campo traviesa en medio de territorios boscosos, siguiendo el curso de riachuelos que aparecen y desaparecen, cantando y saltando en el descenso hacia el fondo de vírgenes quebradas/valles.

A este apetecible 7’’ le sigue Tortuga (EP) -tal es su denominación oficial-, colgado en streaming el siete de octubre. La cortedad de la que hace gala le dota de un aire a relicario donde atesorar diminutos souvenirs de plácidas remembranzas. Su concepto, por otro lado, se halla visiblemente ligado a las especies amenazadas de quelonios -al menos tres de los cuatro cortes reciben nombres de tortugas en peligro de extinción: “Laúd”, “Golfina” y “Verde”. El cuarto se llama “Carey”.

Las grabaciones de campo empleadas por Aguayo se acomodan entre los sintetizadores modulares de BM, de forma que irradian levedad. Esto es más perceptible al inicio del EP (en “Golfina” y sobre todo en “Verde”, donde el H₂O parece gotear desde estalactitas milenarias), pero ese concierto puede igualmente apreciarse en la segunda mitad de la placa, cuya dialéctica sonoridad ubica a Bahía Mansa en coordenadas IDM más cerca de lo que nunca ha estado. La programación patente en “Laúd”, por ejemplo, suena a ligero intelligent techno de ascendencia tribal. “Carey”, en tanto, se asienta sobre el “agrarismo tecnológico” de Boards Of Canada para ensayar una poética del echo-reverb.

Desconozco si Tortuga (EP) tiene correlato físico. En caso no, debiera Aguayo plantearse la alternativa de optar por el mini-disc insertado en una pequeña cajita plástica, formato que aquí en Perú han explorado antes creadores insulares como Quilluya, Polaroyd, Wilder Gonzales Agreda o Bajocero. El parco arte de portada, tomado de un catálogo de reptiles del siglo XIX, se presta para ello -la presentación soñada para estos pequeños ejercicios de confortante regeneración biomecánica...

Para empaques, empero, ninguno como el de Costa Documental. Si cabe el término, este cassette nació de las varias interacciones entre Iván y el mar que baña el litoral chileno. Aunque dichas interacciones han quedado documentadas en fotos, el principal surtidor de sublimación lo provee la mente del solista, quien evoca recuerdos de viajes hacia las costas del Pacífico, así como sensaciones y rostros que esos periplos cosecharon.

En la cinta encuentran lugar porciones deconstruidas de esas memorias. Notas, acordes y estructuras troquelan cada una de las ocho viñetas sirviéndose de la misma tónica -nublados diálogos ambient que brotan, echan retoños, se desvanecen uno tras otro, reproduciendo el efecto del canto en canon. La dulce melancolía que exudan episodios como “Luciérnagas”, “Si Envejece Un Río”, “Cirros” o “...Y Nos Encontramos En Una Fuga De Luz”; no pide permiso para irrumpir en nuestro interior de la mano de un sedante rumor marino que evoca conmovidas imágenes idílicas, con el consecuente bajón desarmándonos/inundando cada célula de nuestras crudas carnes.

Armadas con una guitarra y el consabido arsenal de sintetizadores, las atmósferas de duermevela que cobija(n) el tape han sido correspondidas con el envoltorio diseñado por Justin Pape, músico y escultor canadiense para cuyo sello Costa Documental se ha licenciado (Colony Collapse). Sobre una pequeña base de madera de pino, que viene premunida de dos rieles enmarcando un sitial algo más grueso, se posiciona en vertical el cassette, envuelto en una capa flexible hecha de pino y algas marinas. El albo color de la cinta, agrega la sumilla de BandCamp, se inspira en la niebla marítima. No se me ocurre mejor regalo para un melómano a carta cabal en estas fiestas -como objeto, como fetiche, como contenido.

A nivel de su escena independiente, una de las cosas por las que este 2022 debería ser especialmente recordado en Chile es la aparición largamente aguardada del debut completo de Columpios Al Suelo. Fundada a principios de la década pasada por Juan Pablo Órdenes a.k.a. Juan Desordenado (quien la rompió en solitario el ‘21 con el muy recomendable Visiones), esta banda ya venía dando señales de vida desde el ‘16. En aquella oportunidad, CAS editó el split Gritos & Susurros junto a Dolorio Y Los Tunantes, grupo con que articula una movida interesante que completan Asia Menor, Las Mairinas, Niños Del Cerro y Maifersoni (el combo más manifiestamente reconocido de todos ellos, donde Juan Pablo ejerce de guitarrista). Por fortuna, la escudería Fisura ha cobijado a esta mancha de proyectos bajo el regazo, posibilitando la difusión de su múltiple quehacer sónico.

Colores, el estreno de Órdenes y compañía, es producido en comandita por Fisura y Sultán Discos. Es una puesta muy de largo (rebasa los 72 minutos), que repesca algunas de las canciones más antiguas de la agrupación -en versiones remozadas- lo mismo que los singles de adelanto, pero que también ofrece muchas composiciones nuevas. Entre las primeras, está casi el íntegro de su participación en el 50/50 con DYLT (sólo se obvió “Muerte En Mi Colchón”) y los sencillos digitales “La Risa Drilarisa” y “Celebración En Movimiento”. Entre las segundas, una colección de siete rounds de cero kilometraje, pulida y desbastada con mucha paciencia, en el curso de meses y aún años.

Precisamente “Fin De Primavera”, una de las nuevas piezas, levanta el telón de Colores. La pista anuncia las direcciones que seguirá el esférico de cabo a rabo: fricciones entre el indie de robusto abolengo noventero y el shoegazing más desenfadado, raspante psicodelia luctuosa, eventuales accesos de grunge y de noise rock... La síntesis de estos ingredientes es la que define, por ahora, el sonido del hoy cuarteto -sin limitarlo. Indicios de esta benéfica apertura son el pop electroacústico de dilatada intro oceánica de “Bienvenida Al Rey Sombra!”, o su gemelo slacker “Olvido”. También podría contarse entre las excepciones el laidback medio folkie de “Colores (Columpios Al Cielo)”, encargado de culminar el trip.

La norma es el audioextremismo, con todo. Caóticos crescendos indie con la pedalera al tope (los dieciséis minutos de “Columpios Al Suelo Contra El Gran Hermano”), estoico shoegazing marcial (“Todos Los Payasos Van Al Cielo”) y gravoso (“El Baile De Las Máscaras”), baggy con excedente de decibeles que se vuelca hacia el distintivo sonido Seattle (“Hiroshima & Nagasaki”)... Si sumas algunas de las gradaciones que se erigen a medio camino entre esos hitos -el indiegaze devenido en noise rock de “La Risa Drilarisa”, el áspero dream pop de “Cepillo Sucio” (que guiña a Chapterhouse), los estallidos de desganada distorsión que pueblan “Celebración En Movimiento” (entre Pavement y Dinosaur Jr., Built To Spill y Superchunk)-, el resultado es un disco que cubiletea las medidas justas de acaramelados dulces y de nitroglicerina.

Remarcable comienzo, sí, acechado de continuo por el fantasma de la Baja Fidelidad. Quizá algo excesivo en cuanto a duración, pero ello es finalmente prerrogativa de Columpios Al Suelo -integrado actualmente por Órdenes en voz, guitarras varias, piano, sintes y mellotrón; Diego Bravo en la eléctrica, Felipe Villarubia en el bajo y Raúl Guzmán en baquetas, guitarras y pandereta. Las vocales femeninas de Colores pertenecen a Laurela, a Yanara Zarhi y a María José Ayarza (quien devuelve el favor de la colaboración de Desordenado para su faceta como Chini.png).

Hákim de Merv