jueves, 28 de diciembre de 2017

Culto Al Qondor: Templos

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 20 de diciembre del 2017.)

Otra historia del pasado que llega a su feliz concreción en el presente.

Al promediar la primera mitad de los 00s, el circuito independiente limeño comenzó lentamente a bullir con nuevos protagonistas -pero también con propuestas que, no siendo ya nuevas, pocas veces o nunca habían encontrado cabida en el mapa sonoro de la escena. Entre éstas, figura la de Qondor, combo constituido en el 2003 por José Antonio Flores (a) Dolmo, Aldo Castillejos y Miguel Ángel Burga. Al público promedio actual de la movida, estos tres nombres le deberían resultar familiares al primer golpe de vista. Miguel Ángel Burga empezó en Ácidos Acme, tres/cuatro años antes de integrar Espira, banda perteneciente al colectivo Crisálida Sónica y en la que coincidiría con Aldo. Posteriormente, dio origen a La Ira De Dios, 3AM, Necromongo La Garúa y Ande. Antes de Espira, Aldo Castillejos militó en Abraxas y DiosMeHaViolado. Para el 2004, cosecharía notoriedad junto a Carlos Mariño (Girálea), Dolmo (quien reemplazaría a Mariño), Renato Gómez y Félix Dextre; como Serpentina Satélite. Hoy conforma con Sandra Villareal el brillante dúo Registros Akásicos. Dolmo arrancó este calendario asociado a Gómez, a Dextre y a Arturo Quispe (Cholo Visceral, Rapa Nui), en el ensamble de rock desértico No Mightier Creatures.


La primera vida de Burga/Castillejos/Dolmo estuvo marcada por el albur. Existen testimonios de esa época, cedidos a la fundacional compilación Vamos A Ser Felices (2004, orquestada por Buh Records) y al triple Mixtape! (2004, gestionado por la desaparecida Internerds Recors). Hay que citar además el documento visual Mixtape! (también 2004), distribuido en formato VCD, que capta una performance del trío en el distrito de Breña -con el concurso del guitarrista Christian Abugatás. Estos “incunables”, amén de otros (Master Cobra Y Los Turbodélicos Pt IMístiko), repescados de las excéntricas sesiones de improvisación de entonces; apuntaban en su tosquedad a rescatar una mezcla intratable de space rock, psicodelia y kraut rock -sobre todo esto último: “Dorado” (del Vamos...) tiene partes que suenan a lo lejos a Ash Ra Temple, pero más aún al primer Popol Vuh, mientras que “Sesión 1/2” (del Mixtape!) invierte el peso de dichas influencias. Qondor pasaría a mejor vida a renglón seguido (2005), pero en este 2017 que ya se desvanece, los astros volvieron a ocupar su justa posición en los cielos -lo que ha permitido la resurrección del terceto, con la formación original y rebautizado como Culto Al Qondor. La edición virtual de este Templos se llevó a cabo el pasado 8 de diciembre, en tanto que la edición física aparecerá durante las próximas semanas.

Ateniéndonos a los pergaminos de cada músico, detallados en el primer párrafo, la docena de años transcurrida desde la desactivación de Qondor les ha reportado a los triates experiencias sumamente enriquecedoras. Muchísimo más curtidos que en los días de Qondor, ello ha posibilitado que Culto Al Qondor descerraje un trabajo cuyas formas fluyen sin sobresaltos o radicales golpes de timón. En su integridad, Templos es una sesión tripperaza de lisérgico jammeo. Pero, aunque grabado en directo en Hensley, EL búnker de la movida stoner local; el disco no llega a pertenecer del todo al género de Wolfmother y Mondo Generator. Es más, suena muy poco stoner. CAQ es fiel a su concepción space/psicodelia/kraut. Su metodología alcanza un fino balance entre la improvisación embravecida y el drone. Como ningún otro título peruano del año, las humeantes resonancias cósmicas de Templos destacan nítidas, a pesar de que la calidad del registro no es de las mejores -único punto en contra.

Hay persistentes remezones proporcionados por la batería y el bajo, sacudones que no agobian, que más bien alientan la levitación en horizontal -creo que “terremotos astrales” resume mejor las impresiones que estoy tratando de comunicar. El sinuoso delay de la eléctrica, los minimales riffs, los beats mesmerizantes; inducen alucinaciones allí donde podrían plasmarse pesadillas. Es que a Culto Al Qondor lo gobierna una mística muy distinta de la de sus impares stoner coterráneos. El sonido majestuoso/espiritual de Templos, suerte de primordial space drone, retrocede en el Tiempo hasta momentos después del Big Bang, crea a partir de él, se asombra de la propia obra; en un caso de expansión de la conciencia que ya hubiese querido padecer Eddie Jessup (larga vida a Altered States).

Podría decirse, pues, que lo de CAQ es principista. No porque música e imaginario se rijan por determinados principios, sino porque ambas instancias parecen enfocarse en El Principio -“Aquí recogeremos la declaración, la manifestación, la aclaración de lo que estaba escondido, de lo que fue iluminado por los Constructores, los Formadores, los Procreadores, los Engendradores; sus nombres: Maestro Mago del Alba, Maestro Mago del Día, Gran Tapir del Alba, Dominadores, Poderosos del Cielo, Espíritus de los Lagos, Espíritus del Mar, Los de la Verde Jadeita, Los de la Verde Copa; así decíase” (Popol Vuh, el libro), “Con treinta y dos senderos místicos de Sabiduría grabó Yah, el Señor de los Ejércitos, el Dios de Israel, Elhoim vivo, Rey del universo, El Shaddai Misericordioso y Clemente, Elevado y Exaltado, que mora en la Eternidad cuyo nombre es Santo- El es su sublime y santo-. Y creó Su universo con tres libros (Sepharim), con texto (Sepher), con número (Sephar) y con comunicación (Sippur)” (Sepher Yetzirah), “Nuestras máquinas tienen alma/Y nuestras almas tienen músculos/Nuestras ideas tienen dientes/Y alas... muchas alas en nuestras mentes” (“Antiguos Dioses Sobre Chilca”).

(Ya, ya, no te rasgues las vestiduras, que todo lo que lograrás es darme gusto de sólo imaginarlo.)


Hákim de Merv

jueves, 21 de diciembre de 2017

Cuarzo: Cuarzo // Ancestro: El Gran Altar

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 13 de diciembre del 2017.)

No falta ya mucho para que el maledetto verano llegue a estropearlo todo -así que, con este par, es ahora o nunca...

En Latinoamérica, la hora del meta-stoner lleva sonando al menos unos tres años. Suena tan bien hasta ahora, que resulta imposible determinar cuándo llegará a su fin. Lo que corresponde es, entonces, seguir disfrutando de los muchos frutos que la cosecha viene sometiendo a nuestro paladar -una cosecha en la que participamos todos los países de la región, dicho sea de paso.

Abril de este muriente año fue testigo del epónimo debut de Cuarzo. Este tripartito ensamble limeño -Renato Salmón (batería), Koko Cavani (guitarra y voz), Ademir Agurto (bajo y voz)-, que bucea las hoy sobrepobladas aguas del stoner rock; tiene, como ocurre con los chilenos Vago Sagrado, una constante a flote sobre las muchas aguas que surca su música: la psicodelia, otra vez. Lejos de calcarle, el grupo no hace de ésta un elemento que avasalle a los demás, sino uno que les adhiera y centrifugue.

Son ocho episodios de negra sinestesia, dispuestos/trackeados de tal forma que produzcan la sensación de un conceptual tour de force sin hallarse formalmente entrelazados. Cuarzo es instrumental casi al 100% -sólo “Humo Rojo” y “Valhalla” tienen vocalizaciones, que por lo demás prescinden de la palabra-. Sus pesados riffs, abrumados de reverb y distorsión, son los verdaderos fundamentos del debut; prestos a matizar con oscuridades diversas el monocorde output sonoro consustancial a propuestas de similar talante, y a lidiar con todo resabio de phaser y flanger que su filiación psicodélica invoque.

El esférico deviene así en un sismo de grado 11 según la escala de Mercalli. Verdad que ecos del Pink Floyd de Waters y del Black Sabbath de mediados de los 70s alternan, en dosis precisas (“Duna Inhóspita”, “Sintiendo El Éter”), con generosos ramalazos propios del subgénero “sludge” (“Energúmeno”, la genialmente bautizada “Absenta Negra”). Con todo, es este último, entre atmosférico y hardcore; el vencedor en Cuarzo. Un primer jab que hace pensar entusiasta en muchas peleas por delante para el bisoño pero brioso terceto.


En cuanto a Ancestro, el otro acto protagonista de esta reseña doble, baste recordar que su debut El Regreso De Los Brujos le mereció ser considerado revelación y puntal del ejercicio 2016. De ahí cierta sorpresa en que no haya tardado mucho en publicar nuevo trabajo, máxime si ha habido cambios en la alineación del trío -Víctor García ocupa ahora el puesto de baterista, al lado de Boris Baltodano (bajo) y Diego Cartulin (guitarra, percusión y teclados).

El Gran Altar es, comparativamente, un disco más tranquilo que el anterior. Basta con darle play para corroborarlo. “Ícaro”, el volátil número de apertura, a duras penas se escucha -decisión tomada por la banda para que el contraste con “Mareación” se atice. Single de adelanto publicado semanas antes de la aparición de EGA, “Mareación” marca la pauta para lo nuevo de Ancestro. Hay no pocos momentos de quietud física en este opus, segmentos que predisponen a la escucha estática del mismo. Lo interesante es que los trujillanos lo logran recurriendo a la densidad, utilizándola para atravesar el metamórfico continuum de psicodelia/stoner/doom (que luce bastante domesticado)/space/metal abrazado por la terna desde el inicio de operaciones.

El riff de Ancestro ahora es más desértico que convulso, pero sigue siendo el principio básico de su arquitectura sónica. Esto no quita que, cuando lo desean, los norteños suenen a muerte y destrucción. En varios pasajes de temas como “Agua Muerta”, “Gallinazos” y la fenomenal “Aguijón”; se conjura tal cantidad de energía tanática, que poco te falta para ver al Ai Apaec cuchillo en mano, cobrándose en persona el sangriento tributo de sus víctimas.

Y si “Mareación” es la pieza en la que se refleja la dirección que por ahora ha tenido a bien tomar Ancestro, es “Purga/El Gran Altar” la que mejor resume todas las virtudes del disco. El track es un summum de instrumentación implosiva, ritualismo heavy, sapidez altamente intoxicante, carga surreal-ácida y feeling jammero. A propósito de esto último, algunos comentarios especializados han criticado que El Gran Altar carezca de la agitada inmediatez de su antecesor, así como que haya salido “demasiado pronto” (septiembre del año en curso). Esto, que a primera vista parece un contrasentido, no es en realidad tal cosa: las composiciones pueden soportar un largo proceso de maduración, y al momento de ser registradas estar embebidas de urgencia expresiva. Yo, por supuesto, no concuerdo con ese dictamen.

En lo que sí concuerdo con el consenso es que el método de improvisación seleccionado para este EGA remite a Samsara Blues Experiment, y sobre todo a Earthless -la impronta del power trio californiano se entrevé prácticamente en cada minuto del disco.


Hákim de Merv

Vago Sagrado: Vol. II

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 10 de diciembre del 2017.)

Más de año y medio atrás, el Destino quiso que disfrutase de un directo de Vago Sagrado sin haber caído previamente en la cuenta de ello. ¿El motivo? La tocata en El Bar De René que conmemoraba los 20 años de existencia de Yajaira, legendaria agrupación sureña precursora del stoner latinoamericano, ocasión para la que VS haría las veces de acto telonero. Pocas semanas después del evento escribí una memorabilia al respecto subrayando lo emocionante que me pareció la performance del novel terceto y el hecho de que se pusieran a la venta discos de los agasajados y de Hielo Negro, otro buque-insignia de la escena mapocha, pero no de quienes abrieron esa inolvidable velada en Santiago De Chile.

Una vez de vuelta en Lima, busqué información sobre Vago Sagrado. Averigüé así que la terna era capitalina, que tenía ya un disco epónimo en su haber (2015) -y que, audicionado y asimilado éste, la actuación brindada aquella noche era reflejo fiel de lo que hasta entonces se había plasmado en estudio. Sorprendente desde cualquier punto de vista.

Transcurridos casi dos años desde la publicación de Vago Sagrado, el grupo ha editado Vol. II a través de ETC Records (cassette) y de Ceguera Records (CD). En el interín, se lanzó el Alea Iacta Est EP (2016), íntegramente repescado en el nuevo título. Ahora que los circuitos latinoamericanos independientes viven el auge del meta-stoner, esta reciente entrega es la augusta confirmación de todas las cualidades que viene acreditando la banda desde su fundación (2013).

La de Vago Sagrado parece una formación a la vieja usanza del power trío. Carlos González Lihn se ocupa del bajo y apoya en las vocales, Nick Vayolence está a cargo de la batería, y Alberto Parra se cuelga la guitarra y el cartel de voz principal. Precisamente es este último, fundador del grupo junto a Carlos, quien ha resumido el proceso creativo de Vol. II en una inmejorable frase: “dejar los instrumentos sangrar”.

En algunos aspectos, Vol. II definitivamente es un paso adelante en relación a su predecesor. La característica desprolijidad intencional del sonido VS no se ha abandonado, pero sí se ha optimizado su adecuado registro. Además, la sensación de internarse en siniestras espesuras psíquicas, azotadas por rabiosos vendavales, ha ganado peso y consistencia debido a la maduración de la propuesta sonora.

En otros aspectos, en cambio, y para bien; el estado de la cuestión, aunque magnificado, sigue siendo el mismo. Tal cual ocurre en el debut, en Vol. II nos fondea una vorágine de space rock, hipnótica acidez química, kraut rock, ruido bienencarado, proto-heavy, percusión minimalista (la única excepción en este apartado es el bateo sofisticado de “Normandie”), stoner desatado, delay iterativo. Y si hay una constante en el sonido/en el imaginario/en el espíritu convulsamente enteogénico que posee a los tres de SDCh, ésa es la psicodelia. Este color “heavy psych” está presente desde el arranque mismo con “Ciudad Fantasma” y sus melódicos riffs, hasta el apoteósico final de “On Your Knees”: toda la placa luce plagada de dislocadas viñetas de delirio cósmico, de lustrosas capas de arreglos opiáceos, de agresiva distorsión orbicular, de atmósferas alucinógenas que invocan una y otra vez la presencia del Caos (reveladora “Alea Iacta Est”), de bajos robustos y voluptuosos que pueblan de sombras varias los 38 minutos del disco...

Sin embargo, aún después de estas metafóricas descripciones es posible percibir en Vol. II un equilibrio entre apolínea armonía y dionisíaco maremágnum, entre Eros y Thanatos, entre deslumbrante luz solar y corpórea oscuridad, entre melodiosidad y furia orgiástica. Después de todo, las experiencias psicodélicas suelen dispensar parejamente tinieblas y luces, y ésta no es la excepción -igual nomás he imaginado microinfinitos subatómicos tallados quirúrgicamente en marfil o algún material similar. Curioso, ya no sorprendente, viniendo de una banda cuya prehistoria ha estado marcada por referentes tan dispares como Sonic Youth, Nazz, Dinosaur Jr. y Spiritualized. En el balance, también debe haber sumado Pablo Giadach, productor de prestigio que ha trabajado con The Ganjas y Casino.

Detalle conceptual a tener en cuenta: la portada del primer disco incluía una frase en checo a modo de improvisado subtítulo, “Mel kouzla se hnevem a zoufalství posvátné pobuda”, que en buen castellano quiere decir “Él tenía hechizos de ira y desesperación debido a la incursión sagrada”. Vol. II hace otro tanto con la frase en latín “Negans enim quod est mortuus”, esto es, “Renegando (de) esta existencia muerta”. ¿Cuál será el mensaje y en qué idioma para su siguiente paso?

Jornada demoledora. Estos triates están a punto de convertirse en una superbandaza.



Hákim de Merv