jueves, 22 de diciembre de 2022

Nuevas Formas De Hacer Política // Rifle: Repossessed // Miyagi Pitcher: Ikigai (生​き​が​い)

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 14 de diciembre del 2022.)

Desde hace varios meses, la periodicidad editorial de Dorog Records ha experimentado altibajos, debido a circunstancias ajenas a la voluntad de su gestor; Giancarlo Samamé. Por suerte, la situación está revirtiéndose. La demostración más reciente de ello recibió el V.º B.º al promediar octubre, cuando se puso a consideración para descarga gratuita una nueva compilación que ilustra las delicias de la nómina de la disquera y de combos/artistas cercanos a su órbita.

(El título es muy sugerente, no así el rollo detrás. Somos innatos animales políticos, y por ende tenemos libertad para elaborar y expresar un juicio ad hoc sobre tal o cual incidencia. Pese a ello, mi opinión es que no debieran mezclarse de facto el arte y la política, a menos que se trate de cuestionar estructuras antes que a protagonistas coyunturales. Pero, bueno, por suerte vivimos en un país libre y democrático... aún.)

Nuevas Formas De Hacer Política retoma esa saludable costumbre de Samamé de armar panorámicos gigantescos, equivalentes a dos CDs físicos, que había sido algo arrumada tras una seguidilla de compis que no rebasaban el límite de los 80 minutos. De este modo, Nuevas Formas... se pone a la altura de Música Para La Ruta, Música Para Gimnasios, Dos Más y otras referencias del sello que sobresalían por su pantagruélica extensión. Como tal, me tomo la libertad de escindirle para postular un análisis tanto más ordenado.

El primer tramo del título va desde “Toda Tu Fuerza”, a cargo de Lábil, hasta el pop frugal que Pía Legonz despacha gracias a su “Infravuelo”. Tal vez no sea una división arbitraria la que he propuesto, después de todo, ya que las once canciones de esta mitad revolotean entre el pop/rock próximo a oídos pedestres -“Espacio Tiempo (Nada Nos Sorprende)” de Trazar Diamantes, “Refugio” de Teleférico- y el indie más accesible -“El Amante Del Disparo” de Fútbol En La Escuela, “Impertinencias” de La Muda-. Que esta sección irradie pop a toda hora, no la hace menos, ya que esa etiqueta no es intrínsecamente peyorativa: canciones bonitas, bien hechas, con potencial capacidad para entrar en la FM, tarareables. No todas, eso sí, están cortadas por la misma tijera. Las hay que suenan a rock/pop en vez de pop/rock, como “Lárgate” de Señorita Auri y “Sábana Gris” de Marmotasdebemorir. Las hay también de tonalidades contrastantes, como el lo fi de Ino Moxo y su versión en vivo de “Dunas”, o el dark pop a lo Danza Rota de Rawa y “Nubes Atravesadas”. Y no podía faltar la que, sin abandonar el formato preponderante, se da maña para colar estupendos efectos marcianos de teclado -“Arcoiris” de Lagartijacarlo.

El segundo tramo de NFDHP arranca con “Háblame” de Claudia Maúrtua y fenece a la par del ‘díptico’ con “Evv”, musculoso ejercicio IDM casi subsónico de El Otro Infinito. No está desterrado en este segmento el pop terso de fácil asimilación, pero es la heterogeneidad la que manda. Dicha versatilidad se manifiesta de distintas formas tras la participación de Maúrtua, muy lejos del nü metal que esgrimía su ex banda Ni Voz Ni Voto: destellante electropop de la mano de Ausangate Child (“On The Edge”) y Blupluk (“You Make Me Feel”), dark replicante inspirado en Xymox por cuenta de Synethz (exquisita “Night Body”) y de Neutro 1 (“Pulse 250 Hz” expele un tufillo al “Tonight” de los neerlandeses), excelente tech-house acerado a cargo de DJ Locopro (“Mil Años (Sin Ti)”), curioso trip pop bajo en serotonina firmado por Walter Cobos (“Triste Robot”), y hasta tontipop en “Por Petit Thouars”, original de Pestaña y remezclado para la ocasión -‘Antes Había Pelícanos Remix’- por Vrianch.

Dorog Records se acerca a su vigésimo aniversario en óptimas condiciones, recuperando el paso y refrendando su consabido hábito de presentar nuevas camadas de proyectos en clave pop -tomando de refilón la posta del ¿desaparecido? colectivo UnderPop. Bien por ello.

De acuerdo a lo que he leído a vuelo de pájaro, Rifle presume de ser un power trio bastante más antiguo que Kurandera, banda con la que comparte integrantes -César Araujo y Alejandro Suni-Álvarez. A diferencia del cuarteto, que debutó en largo hace dos años con escasa fortuna, Rifle ha hecho lo propio recién en septiembre pasado. El nombre escogido para el estreno es Repossessed, y en poco tiempo ya ha cosechado más repercusión que el primer paso del otro conjunto.

Tomando posiciones en plazas fuertes del stoner, de las que absorbe su naturaleza bestial, la sociedad que completa Magno Mendoza hila siete temas sumergidos en una densidad descarnada, heredera del heavy psych de Black Sabbath y del hard blues de Robert Plant y collera. Los siete minutos finales del rebautizado por aclamación popular Led Zeppelin IV (“When The Leeve Breaks”) son, de hecho, materia prima para más de un género -como lo fuera “Amen Brother” de los Winstons para el drum’n’bass o “Funky Drummer” para el primer hip hop-. De ello ha tomado nota Rifle, que cuando escoge menguar revoluciones controla su energía amansándola a través de las baquetas, canalizándola gracias a dosificados pulsos emitidos sin tregua por el bajo, exorcizándola a cuentagotas por medio de la eléctrica. “Spirit Rise”, “Seven Thousand Demons” y la esforzada “Madness” observan esa profilaxis.

En contraposición, cuando coge la lanza y empuja a galope tendido hacia adelante, el terceto se hace eco del dinamismo y de la contundencia metálicos que QOTSA o Monster Magnet establecieron como rasgos identitarios del stoner en los albores del Tiempo. El groove circular del soporte rítmico es lo que más luce, dejando a la reverberante lead guitar la misión de encender la pradera en esos momentos en que más se necesita de una poca de luz. Esta prominencia de la rítmica libera espacios que a veces copan, mediante influencia subliminal, el doom (“Fiend”) o un sludge fuzzeado (“Sonic Rage”).

¿Cosas por mejorar? Cómo no. A las vocales les falta al menos media tonelada de fuerza y/o vehemencia, lo que esté más a tiro. Sería bueno, además, que la terna comience a soltar los frenos: las pistas de Repossessed no están mal, pero prácticamente nunca van más allá de los convencionalismos stoner -apenas si hay uno que otro chispazo de materia roja. Les toca izar velas y hacerse al riesgo en futuros movimientos, como lo han hecho en sus respectivas carreras Ancestro o El Jefazo. Finalmente, un punto en común con Kurandera: muchachos, prodúzcanse mejor. A pesar de la a veces agobiante turbiedad/viscosidad que epata, el stoner brilla no sólo por su pericia técnica, sino además por la impecabilidad de su registro.

Se tomó lo suyo Miyagi Pitcher para publicar nuevo LP. En efecto, tres años han pasado desde Abraxas, álbum que ponía orden en casa y paridad en cuanto a la multiplicidad de sonoridades a las que Alexander Fabián había dado luz verde usando esta chapa; en principio reservada para delirios vaporwave. Tras haberle escuchado muchas veces, puedo decir que en Ikigai () el individualista ha intentado o bien retornar a la esencia de su origen, o bien detenerse en un estadio en que pueda incorporar la brumosa tesitura al ralentí que desciende del witch house/del seapunk a un ambient pop electrónico que evoca por igual a Chicago y a Detroit. Si es lo primero, falla en esa tentativa. Si lo segundo, consigue pegarle de lleno al gordo.

En muchos de los episodios del disco, la síntesis opiácea que conocemos como vaporwave va aparejada a una estética electrónica melodiosa y nostálgica. El enyunte complementa, no subsume uno al otro. Ese estado de cosas se evidencia desde que “Supairaru (スパイラル)” inicia el viaje: el track se mueve envuelto en el radiante lo fi que es marca registrada del vaporwave, sin ser devorado por éste. En igualdad de condiciones se hallan otros ejemplos de semejante simbiosis, como “Shin No Tomodachi (しんのともだち)” y su quimérico sampleo SD de una voz femenina, “Gala (ねこ)”, “Minarai (見習い)”, “Sanmyaku (山脈)” o el crepuscular surco homónimo.

Otras pistas, como “Sen'nin (仙人)” o la mastodóntica “Sango (サンゴ)”, podrían haberse adscrito a la tipología desmenuzada en el párrafo anterior; de no ser por el cargamento de parsimonia con que pesadamente se desplazan. Lo curioso es que ese extra no alcanza a convertirlas completamente al credo vaporwave. Hay algo incómodo en la cinemática de sus ambientaciones que se niega a ser codificado. Sumadas a las consignadas líneas arriba, estas piezas dejan al subgénero nacido en Internet a inicios de los 10s en libertad de acción para respirar a través de canales que no comparten mucho entre sí, salvo los inidentificables sampleos ochentosos de rigor. Claramente inspirados por la estética de los últimos Cocteau Twins, rounds como “Daiyamondoai (ダイヤモンドアイ)” o “Hasai Sa Remashita (破砕 れました)” tienen ciertamente poco que ver con la hiper-laxa “Akiraka Ni Suru (を明らかにする)”, las ágiles “2 Tsuki 12-Nichi (2 12)” y “Koi No Koyan ( コヤン)”, o la insular “OM (おm)”. El uso extensivo del sampling en todos ellos es lo único que permite al hálito vaporwave hermanarles.

Quizá sea justamente “OM (おm)” el tema clave para entender a cabalidad una jornada tan inasible como ésta. Más allá de cualquier duda posible, la cepa es vaporwave. Por oposición, su nostalgia no es dulzona, sino acongojante. Con cada segundo que avanza, sientes ese espíritu de tristeza impersonal que vaga en los films del Wong Kar-Wai pre-Hollywood, y emergen variables pertenecientes a microgéneros como el dreampunk y el chillgaze. La conjunción termina erosionando la osamenta vaporwave, poniéndola a merced de otras más robustas cuando echas una mirada en derredor del largo.

Que Ikigai (生きがい) sea tan difícil de taxonomizar, por supuesto, no impide su disfrute. Poco más de una hora para sumergirte despierto/a en sueños surrealistas de ciencia-ficción, amor y soledad; escuchando el insistente rumor de fondo de una lluvia que en realidad nunca estuvo allí.

Hákim de Merv

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