viernes, 28 de mayo de 2021

Wilder Gonzales Agreda: Patrocinado Por El Gobierno // Yume Station: 1991

(Publicado originalmente en mi cuenta Facebook el 19 de mayo del 2021.)

Excluyendo recopilaciones o hallazgos de valor arqueológico, cuatro discos largos en catorce meses debiera ser considerado un récord de profusa fecundidad. Sobre todo a nivel latinoamericano. Más aún si se trata de grupos o solistas ajenos al mainstream. Y todavía más si las circunstancias juegan en contra, como ocurre con la plaga del COVID-19.

Entre febrero y octubre del 2020, Wilder Gonzales Agreda se sacó de la manga tres nuevas rodajas que adosar a su ya de por sí copiosa obra sónica. Para las dos primeras, Real Music For Real People (febrero) y I Was A Teenage Post-Rocker (mayo), el responsable de SuperSpace Records se inspiró menos en la epiléptica locomoción de sus verborréicos programas crackeados que en el ambient de contemplativa placidez y en el post rock más inasible. No es que desapareciese esa nerviosidad saltarina con que enchina la piel de sus composiciones (ahí están “Sierra Florian”, dedicada al fallecido Florian Schneider, y “¡Baila Conmigo!”), sino que mayor peso ganaba esa solemne serenidad que presumiblemente le embargase al finiquitar las mismas -“Crayola Migrañosa” y “No Había Hipsters Ni Arribistas En La Escena Cuando Empezó Esto”, por ejemplo-. Dicha proporción se trastoca en Ambient Del Cono Norte (octubre), que recupera tanto la lúdica como el superávit kinético-neuronal que invoca el norconeño en sus digamos “jornadas promedio”. 

Patrocinado Por El Gobierno corona esta suerte de tetralogía viral editada en menos de quince meses. Ésa, empero, no es la única circunstancia que le destaca. No menos importante es anotar que se trata del fruto de haberse beneficiado el autor con las líneas de apoyo económico para el sector cultural, que ha empezado a otorgar el Ministerio de Cultura peruano hace unos meses -de ahí el sintagma con que se le bautiza. Cuenta, asimismo, con edición física auspiciada por un viejo conocido: Jaime Alfaro, amigo personal de Wilder y mío propio, compañero de andanzas en los tiempos de Freak Out!

Líneas arriba, utilizaba la expresión “jornadas promedio”. El balance que me deja este Patrocinado... encaja con lo que da a entender aquella frase. Digo, siendo un buen disco, creo que pudo resolverse mejor. Prueba palmaria de este potencial es un primer segmento 10/10, donde Gonzales Agreda se encomienda a deidades cósmicas engendradas del contubernio entre Seefeel y Oval. En lugar del Korg Electribe 2 y del Berhinger Odyssey con que se premune, el limeño parece usar una psicoarma de controladas explosiones fotónicas (“En Tu Subconsciente Me Deslizo”), con la que cincelar palios IDM retomados luego de eones (“Cuyes En Mi Techo”).

El entusiasmo inicial disminuye al ingresar a la siguiente sección, que va de “Salesianos 92” a “Acetil L Carnitina”. Aquí regresan a primera fila los habituales efectos sintetizados y software intervenido que Wilder conjura con determinada frecuencia. Sea una mano más rigurosa en producción lo que se echa de menos, un ojo editor que atempere ciertos excesos, los tracks de este tramo zigzaguean literalmente atiborrados de agudos; como sucedía con el esfuerzo precedente. “Salesianos 92” tiene de hecho todas las trazas de ser un outtake de Ambient Del Cono Norte, lo mismo que “El Sonido Y Tú”.

Casi todas las variables de Patrocinado... convergen en el epílogo, aunque el equilibrio obtenido luce algo precario. Teclados en bersek, una sublimada lubricidad sonora que acuna al oyente, secuencias a punto de fracturarse, una hipnótica onda lumínica transmutada en sonido... De todo ello están compuestos “Hecho En Lima Norte” y “Post-Música”, números que contribuyen a elevar la media de duración de las pistas, sobre todo el segundo. Sus cerca de catorce minutos y medio convierten al plástico en uno de los más extensos firmados por WGA usando nombre civil. Uno que pudo haber quedado redondo si se hubiese pensado más en tirar de las riendas y menos en alargar los lindes.


Cuatro años después de darse a conocer, la mistiana Karen Huacasi a.k.a. Yume Station alumbra su primera referencia en 33 -y, como antes, lo hace a través de los bytes de Chip Musik en modo free download. Cierto que 1991 es en esencia una compilación de material ya difundido, pues repesca más del 50% del EP debut Broke My Bass (2017), así como las colaboraciones de la rojinegra para los registros Nueva Música Experimental Arequipeña (2018) y Roiduoma Vol. I: AQP Electrodoméstica Ruido S.A. (2020). Pero también es verdad que la placa contiene cuatro cortes nuevos y dos remixes de Alexander Fabián en fase Alcaloidë.

Desde el extended de estreno, la individualista ha hecho uso de una visión claramente enfocada para lidiar con la electrónica, que ha ido puliendo lenta pero sostenidamente. Esta visión suele traducirse en una obsesiva atención por los detalles, en una decoración que se sirve tanto del glitch como de los clicks’n’cuts, en un corpus de melodías fragmentarias que se vislumbra polifónico sin necesariamente ser tal. Su laconismo minimal tiende a mostrarse asequible, a sonar pop, aunque en contadas ocasiones obtenga el efecto inverso (sumergiéndote en una aridez abrumadora). A su técnica de reverb poco le falta para llegar a grados quirúrgicos.

Estas propiedades medran a todo lo ancho de 1991 -cifra/año que va camino de convertirse en capicúa para los proyectos que se movilizan en los márgenes de la escena independiente local (recordar a este respecto “1991”, de Registros Akásicos)-. La largada llega con los cinco surcos extraídos del EP, pauteados aquí en orden divergente y con una ecualización más esmerada. Tras esa mano llega “Bishōnen”, primer episodio nuevo, que reescribe parcialmente la estética del bliss pop sin olvidar la propia e innata naturaleza binaria. Otras paradas nuevas, como “Diecinueve” y “Operator”, siguen igualmente ese camino; que ya había insinuado “Throwback” y que ahora se hace más notorio. Antes que ellas, están posicionados “Asobu” y “Sekai Isshū”, publicados en los muestrarios aludidos.

1991 cierra sus persianas con el último canal nuevo, “Initia” (en coordenadas similares a las del grueso de lo ofrecido por el unipersonal), y los dos remixes a cargo de Alcaloidë. Mientras que el de “Under” deconstruye completamente el original empujándolo hacia territorio IDM, copándole de una flexibilidad digamos más pop, el de “Diecinueve” aúpa el brote de la latente semilla bliss de su modelo, rodeándole de asperezas intelligent techno. Así, Alcaloidë se las arregla para no privar a estas relecturas del meditativo intimismo que se cimbrea en cada uno de los temas del álbum -que observa la primera norma que abrazase la arequipeña en el EP, pues 1991 no alcanza la media hora: lo bueno, si breve, doblemente bueno.

Hákim de Merv

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